SONIA (Las perversiones de Sonia 14)

La inmoral y diabólica mente de la Señorita Blanco constantemente esta maquinando crueles y depravados vicios para su diversión personal.

SONIA (Las perversiones de Sonia 14)

Salí físicamente bastante maltrecho de mi durísimo confinamiento en los calabozos, pero debo proclamar y proclamo mi más absoluta y fiel adicción a la Divina Señorita Blanco y agradecerle que tuviera la benevolencia y generosidad de indultarme y autorizar el reposo y los cuidados necesarios para reponerme.

Siempre me quedara la duda de saber si en el supuesto de que no hubiera llegado a tiempo la notificación oficial del nombramiento de la Señorita Blanco como Condesa de Lyss habría dejado que me pudriese en sus calabozos.

-         ¡Despierta!. ¡Estúpido!. Me grito el odiado Rojas tirando un jarro de agua helada en mi cabeza. ¡Para suerte tuya!. ¡La Señorita Blanco te ha indultado!. Me comunico como algo apenado o quizás como deseando que jamás hubiera podido salir de aquel infierno.

No reaccione debidamente en aquellos momentos a causa de una fuerte hipertermia producida por la numerosas heridas infectadas, mi cuerpo tiritaba de frió, mi frente hervía por la alta fiebre y mi mente permanecía enturbiada.

-         ¡Es que no has oído!. ¡Perro!. Me grito de nuevo el corpulento guardaespaldas de la Señorita Blanco dándome un puntapié en las costillas. ¡Levántate!. ¡Estúpido!.

Alce tímidamente la cabeza pero sin poder articular palabra a causa del bostezo que aun llevaba incrustado en el paladar. Con un leve gesto, pero sin fuerza alguna para levantarme del suelo, le indique al chulo que si que me daba por enterado pero volví acorrucarla bajo mis brazos.

-         ¡Serás imbécil!. ¡Te digo que eres libre y lo único que se te ocurre es ponerte a dormir!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. Dijo Rojas en tono guasón.

Desato entonces la cadena amarrada a la anilla que había en la pared y tirando fuerte de mi collar me obligo a seguirle.

Tras mío quedo la oscura y húmeda celda y dentro de ella el negro esclavo de la linda mestiza que no tuvo la inmensa suerte de que su Ama lo indultara como hizo Sonia conmigo.

A duras penas intente levantarme del suelo para seguir los decididos pasos de Rojas que avanzaba ligero por los largos pasillos de aquel legumbre sótano.

-         ¡Que haces!. ¡Imbécil!. Me chillo enérgico el musculoso Rojas.¡La Señorita Blanco ha ordenado que te desplazarás como los perros!. ¡Idiota!.

Humillándome hasta los últimos instantes. Marche casi arrastrándome tras los negros zapatos del altanero guardaespaldas.

Rojas me llevo a mi modesta habitación e hizo que me metiera en cama, no se cuantos días estuve convaleciente. Al despertarme, chuchina estaba allí, aplicándome agua fría en la frente y ungüento en las heridas. Sonia le había autorizado a traerme unos caldos de verduras y ha suministrarme la medicación necesaria para atajar las infecciones y hacer que remitiera la fiebre.

-         ¡Chuchina!. ¡Pero!. ¿Que haces aquí?. Le pregunte aun aturdido y desconcertado, pero el silencio de la criada fue la única respuesta que obtuve.

Permanecí en cama unos días más, hasta que yo mismo me di cuenta de que iba recuperando fuerzas y empecé, poco a poco a levantarme, fue entonces cuando me percate de que ya no llevaba puesto el molesto y doloroso cinturón de castidad.

Pero mi polla era toda una enorme llaga debido a las múltiples heridas provocadas por las finas agujas que había en el interior de la funda metálica y que se incrustaban desgarradoramente en mi pene en los numerosas erecciones que experimentaba con tan solo la simple presencia de mi endiosada y morbosa Ama.


Supe, durante mi convalecencia, que los escabrosos incidentes ocurridos en la colonia se resolvieron con la absolución sin cargos del petulante Rojas. Sonia ejerció todas sus potentes influencias en los círculos de poder para presentar el caso como una defensa de los intereses de la patronal. Cosa esta que le valió a la opulenta y libertina Señorita Blanco el valioso reconocimiento y prestigio de las clases altas y adineradas, que veían con gran preocupación y temor como calaba en la clase obrera el virus de la reivindicación y de la protesta para conquistar bienes sociales y aumentos salariales.

Altiva y arrogante, vanagloriándose de su poderío y dándose un baño de gallardía, Sonia quiso visitar la fábrica y la colonia donde pocos días antes sus guardaespaldas atajaron con extrema dureza unos tímidos intentos de demanda de mejoras en las condiciones de trabajo por parte de los obreros de su empresa.

La Señorita Blanco exhibía orgullosa y descarada, siempre unos pasos tras Ella, a su provocador chulazo.

Las calles y las instalaciones de la factoría eran vigiladas y ocupadas por agentes del orden público dispuestos a evitar posibles disturbios y altercados.

-         ¡Viva la Condesa!!!!. Gritaba un fervoroso grupo de adeptos trabajadores al paso lento por la calle de la colonia del lujoso Rolls, descapotado para la ocasión, en el que viajaba la pudiente y altanera Señorita Blanco.

A pesar de que Sonia oficialmente no ostentaba aun el titulo de Condesa, se había difundido entre los más fieles obreros y obreras, así como en los restantes habitantes de la colonia, la noticia de que muy pronto la Señorita Blanco seria investida con este noble titulo aristocrático.

La hermosa y flamante futura Condesa saludaba con sus enguantadas manos al corro de obreros y obreras que se apiñaban en la calle para verla pasar, bajo las derrotadas y humilladas miradas de todos aquellos que tras la huelga perdieron el sueldo y la esperanza de alcanzar un mejor futuro para ellos y sobre todo para sus hijos.

El Rolls se dirigió hacia la fábrica. Allí, al pie de la escalinata que conduce al interior de las oficinas, la esperaba el Director-Gerente de la industria. Un vigoroso chofer negro abrió la puerta del auto haciendo las perceptivas reverencias a su Señora. Antes de que la esbelta Sonia pudiera apearse, el Gerente se abalanzó sobre Ella.

-         ¡Bienvenida Señorita Blanco!. Expreso con cortesía el Director de la empresa besando la enjoyada mano de una radiante y esplendorosa Señorita Blanco.

Sonia, con su porte arrogante y altivo, sonrió al Gerente como algo forzada y tras entrar en la oficina, donde se entrevistaron durante medio hora, la Señorita Blanco comino al Director-Gerente a tomar represalias contra todos los cabecillas de la protesta sus seguidores y familiares.

Ordeno desahuciar tajantemente de sus viviendas a los principales líderes de la rebelión y por supuesto, echarlos del trabajo sin contemplación ni indemnización alguna, todo amparado por la legislación actual.

Tras ello se desplazaron a la factoría para realizar una visita a las instalaciones y premiar con una suculenta paga a los pocos obreros y obreras que no tomaron parte en las huelgas y se mantuvieron fieles a Ella y a sus trabajos. Gesto que acentuó todavía más la división y el malestar entre los trabajadores y habitantes de la colonia que tomaron parte en las protestas y aquellos que veían con desconfianza y suspicacia la convocatoria de la huelga.

Al medio día, la comitiva se traslado a la fastuosa Torre de los Amos, como es conocida la mansión en donde se alojan los propietarios de la fábrica y de las viviendas de la colonia. Allí la Señorita Blanco dio una suculenta comida en su honor, en la que acudieron como invitados los directivos y empleados de la fábrica, autoridades locales y responsables de mantener el orden público, así como un grupo de empresarios y banqueros de la comarca.


-         ¡La Señorita Blanco es increíble!. ¡Jajajajajajajaja!. Seguía aun recuperándome de mi convalecencia cuando oí Rojas contar, mofándose de los hechos, a uno de sus atléticos subordinados, una retorcida historia protagonizada por la bella y fascinante Señorita Blanco.

-         Atardecía cuando los últimos comensales de la pomposa comilona. Continuaba relatando el chulazo guardaespaldas favorito de la despampanante Sonia.

-         Se marchaban de la Mansión, la Señorita estaba algo cansada del trajín del día y para relajarse se fue a tomar un baño en el jacutzy.  Al salir vestía ligera de ropa, con tan solo un sexy batín de satén dorado a juego con unas altísimas y sensuales zapatillas que dejaban sus perfectos deditos al descubierto, destacando en uno de ellos su valioso anillo y su fina tobillera. Así como el sugerente escorpión tatuado en su lindo empeine.

-         A pesar de su informal vestimenta, Sonia no olvido enjoyarse las manos con sus grandes anillos y suntuosas pulseras. Ornamentada, volteando su fino cuello, unos recargados y largos collares de perlas que bajando por la regatera de sus divinos pechos llegaban hasta alcanzar la cima de su desnudo clítoris. En sus lóbulos colgaban unos bonitos pendientes que combinaban a la perfección con los nácares de los collares.

-         La Señorita Blanco se echo a descansar en un hermoso diván forrado con piel de tigre, sostenía en una de sus bellas manos de largas y rojas uñas una boquilla con una cigarrita en su extremo y de sus sensuales púrpuras labios salían bocanadas de aromático humo de tabaco rubio.

-         ¡Rojas!.  ¿Me da usted un masaje en la espalda?. Preguntó bella y erótica la Señorita Blanco.

-         ¡Como no Señorita!. Conteste de inmediato subiéndome la adrenalina a tope.

-         ¡Divina Majestad!. Dijo una de sus nuevas esclavas vestida de uniforme de doncella y postrándose ante Ella.

Me entere entonces de que Sonia había tomado a dos nuevas esclavas a su servicio, dos jóvenes negras que daban un toque más refinado y morboso según decía Ella.

De hecho hacia bastante tiempo que la Señorita Blanco se quejaba que iba muy floja de servidumbre. Con la asiática degradada y deambulando como una perra, Felisa no se sabe donde y yo recuperándome del terrible castigo. Tan solo quedaba en activo, para encargarse de las múltiples tareas, la dócil Chuchina.

-         ¡Que ocurre!. ¡Sierva!. Dijo con su acostumbrada altanería y arrogancia la Señorita Blanco.

Seguía Rojas contando su historia y yo pegado de oído escuchando tal sugerente relato.

-         ¡Un cura suplica audiencia!. Hablo con respeto y humildad la joven esclava.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!. ¡Un cura suplica mi audienciaaaaa!. Se vanaglorió carcajeándose la Señorita Blanco.

-         Sonia se había deslizado la parte alta de su batín y recogido hacia adelante su rubia melena para dejar al descubierto la sedosa y bronceada piel de sus hombros, con el fin de facilitar que pudiera yo masajear relajadamente su esbelto cuello.

-         ¡Hágale pasar!. Mando Sonia  a su doméstica.

-         ¡Rojas!. ¡Quien ha ordenado detenerse!. Me dijo algo enojada mi Señorita.  En aquel instante había cesado mi actividad a la espera de la entrada del clérigo, creyendo erróneamente que Sonia iba a cubrirse sus sensuales espaldas.

-         Un hombre maduro, de pelo canoso pero de buen ver, enfundando una larga sotana negra apareció por la puerta de la salita.

-         Sonia, mostrando desconsideración y arrogancia, ni siquiera se levanto de su diván par recibir a la inesperada visita, fue el cura quien acompañado de la criada avanzó hasta Ella.

-         Sonia largo entonces el brazo hacia él, dando a entender al cura que debía besar su mano como muestra de cortesía.  ¡Sírvenos unos whiskys!. Dijo la Señorita Blanco a su negra doncella.

-         ¡OH No!. ¡Por favor!. ¡Para mi no!. Contesto al instante el clérigo visitante.

-         ¡Por Dios!. ¡Señor cura!. ¿Va usted a desperdiciar mi invitación?. Observo Sonia con visible ironía.

-         ¡No!. ¡No, es desprecio!. ¡Señorita!. ¡No se lo tome a mal!. ¡No suelo beber!. Dijo excusándose el cura.

-         ¡Pero hoy ara una excepción!. ¿Verdad?. Insistió la Señorita Blanco. Finalmente el párroco se unió a nosotros bebiendo una copa de aquel delicioso licor.

-         ¿Que se le ofrece Señor cura?. ¿Qué demonios, o tal vez debería decir ángeles, le traen por aquí?. Interrogo Sonia mostrando su curiosidad.

-         ¡Acudo a Usted!. ¡Señora Condesa!. Dijo el párroco. ¡Para implorar su clemencia para con los trabajadores represaliados a causa de las huelgas!.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!. Sonrió divertida la Señorita Blanco. ¡Oficialmente aun no soy Condesa!. Puntualizo la bella Señorita.

-         ¿Que sugiere?. ¡Señor cura!. Continúo Sonia con una sutil sonrisa en sus labios y mostrándose en todo momento insinuante y provocativa con el cura.

-         ¡Por favor Señorita, sea Usted piadosa con ellos!. ¡Acabe con los desahucios y despidos!. ¡Piense en los niños y en sus familias que se quedaran en la calle sin nada!. Hablaba el cura entre trago y trago de whisky con voz suplicante intentando convencer a la pija adinerada, joven y bella dueña de la fábrica.

-         ¿Y porque debo tener clemencia de esta chusma de vagos y maleantes?. ¿Señor cura?. Hablo ahora concluyente la Señorita Blanco.

-         ¡Por compasión  y caridad cristiana!. Imploro acto seguido el clérigo.

-         ¡Basta!. Me grito bruscamente la Señorita Blanco ordenando parar los masajes que todavía seguía aplicando en su nuca. Quizás queriendo mostrar ante el cura su poderosa autoridad en mí persona.

-         Ante la mirada algo contrariada del cura por aquella violenta reacción de la Señorita Blanco hacia mi, acabe al instante con los masajes y sumisamente agache la cabeza ante Ella, que sonrió mirándome cari alegre al comprobar mi docilidad.

-         En aquel preciso momento Sonia se levanto de su diván y taconeo hasta situarse frente al cura que permanecía sentado en un butacón, alzo su esplendorosa pierna y mirándole a la cara con lascivia situó la suela de la zapatilla encima del pene del párroco.

-         El cura se sonrojo y se mostró viablemente turbado sin poder mediar palabra a causa de la perplejidad del momento. Trago compulsivamente saliva y casi atragantándose dio un sorbo a la copa de whisky que tenia entre sus manos.

-         La Señorita Blanco lo contemplaba insolente y descarada sonriendo viciosilla con sus manos puestas en la cintura y dejando que su abierto batín mostrara todos sus potentes y voluptuosos atributos.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. Rió divertida con ganas al ver la sorprendida reacción del pobre e inofensivo cura ¿Acaso no cree…, señor párroco, que esta gentuza no se merece una fuerte reprimenda?. Pregunto la Señorita Blanco con su dulce y seductora voz masajeando ligeramente la polla del hombre con la suela de su zapatilla, al tiempo que le clavaba su finísimo taco en los testículos.

Rojas continuaba explicando a todo detalle el relato a su atónito camarada que escuchaba atentamente con cara de embobado.

-         ¡Rojas!. ¡Ven!. Me llamo entonces la hermosa Señorita Blanco. Cuando ya estaba a su alcance, tiro fuerte de mi negra corbata atrayéndome hacia sus ardientes labios, morreandome con pasión y metiendo su calida lengua en mi boca al tiempo que me descamisaba y arañaba mi espalda. Todo ello manteniendo aprisionada bajo la suela de su soberbia zapatilla los genitales del iluso párroco.

-         ¡Que tal curilla!. ¿Le gustan mis suaves masajes?. El párroco estaba inquieto, ruborizado, su frente estaba impregnada de sudor y miraba a Sonia con deseo, como queriendo pero no atreviéndose a sucumbir en el pecado.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajajajaja!. ¡Por sus expresiones yo diría que sí!. ¿Verdad?. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. Entonces la Señorita Blanco me desabrocho la bragueta, haciendo que los pantalones me resbalaran por las piernas, dejando mi empinada polla a la vista.

-         ¡Como puede ver mis musculosos chulazos no llevan calzoncillos!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. Dijo Sonia descarada frotándome el pene con su mano de arriba abajo. ¡Así sus rasuradas pollas siempre están a punto para follarme!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!. Siguió Sonia hablando con descaro para excitar al escarabajo, que es como se conocen a los curas en los ambientes ateos en que alternamos.

¡Jajajajajajajajajajajajaja!. Rojas lanzo una carcajada mientras seguía contando la extravagante historia.

-         ¿Es usted virgen?. Pregunto Sonia con desfachatez al indefenso párroco que no atino nada mas que asentir afirmativamente con la cabeza mientras continuaba con su  polla atrapada bajo la suela de la glamorosa Señorita Blanco.

-         ¡Aaaaaa!. ¡jajajajajajajajajajajajajaja!!!. ¡Es usted virgen!!!!!!. ¡Fenomenal!. ¡Jajajajajajajajaja!!. Exclamo graciosamente Sonia, burlona y visiblemente complacida tapándose la boca con su mano.

-         ¡Sierva!. ¡Sírvenos otra copa!. ¡Deprisa holgazana!. La criada se apresuro a llenar de nuevo las copas. El cura hizo un ligero gesto como queriendo rehusarla, pero Sonia insistió otra vez y el párroco sucumbió de nuevo a sus deseos.

-         Poco acostumbrado a la bebida, el clérigo, mostraba síntomas de embriagadez, Sonia empezó a desabrocharle la sotana y apareció debajo de ella una fina camisa y unos sencillos pantalones.

-         ¡Que decepción!. ¡Curilla!. ¡Creía que debajo de la sotana no llevaba usted nada!. Se cachondeo divertida la Señorita Blanco.

-         ¡Vamos señor cura!. ¡Despojase de estas molestas prendas!. Le animo la pérfida Señorita Blanco.

-         Por supuesto el párroco se resistía a desnudarse, así que la amoral Sonia no dudo en echarle una mano.

-         ¡No se resista!. ¡Curilla!. ¡Me desea!. ¿Cierto?. Decía dulzona con boquita de piñón la Señorita Blanco. Sonia tenía el certero convencimiento de que su esbelta figura y su deslumbrante atractivo la hacían irresistible y por supuesto tiene razón.

-         No se si por ello o por la bebida, el clérigo se dejo desnudar. No sin antes volver al tema por el cual había visitado a la Señorita Blanco.

-         ¡Le imploro por Dios!. Dijo el cura trabándose la lengua. ¡No tome represalias con los pobres trabajadores y sus inocentes familias!.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Señor cura!. ¡Acaso el whisky le ha subido a la cabeza!. Dijo Sonia burlona de nuevo.¡Aquí la única Diosa soy yo!. Exclamo soberbia la Señorita Blanco. ¿Verdad Rojas?.

-         ¡Sí!. ¡Divina Majestad!. Afirme presto.

-         Sonia se puso de espaldas al cura acercándole su divino culo a la boca.

-         ¡Bese y chupe mi sagrado culito!.¡Curilla!. ¡Jajajajajajajajajaja!. Dijo grosera e indecorosa la Señorita Blanco al tiempo que obligaba con su enjoyada mano la cabeza del curilla a arrimarse a su deseado ano. ¡Bese mi agujerito!. ¡Como hacían las brujas al diablo!. ¡Jajajajajajajajajajaja!.

-         Tímidamente el párroco saco su lengua y como sin querer la paso por la rajita del culito de la Señorita.

-         ¡Así!. ¡Curilla!. ¡Así!. El párroco perdiendo el control sobre si mismo empezó a lamer y a chupar con deleite el trasero de la Divina Sonia, su lengua hurgaba en el interior de su bonito culito.

-         ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!. Se carcajeaba placidamente viciosa la Señorita Blanco. ¡Muy bien! ¡Va aprendiendo!. Le animo Ella.

-         ¡Estos cojones tiene mucho pelo!. Exclamo asqueada la Señorita Blanco. ¡Esclava!. ¡Rasura y deja suaves como la seda estos testículos y el pollon del párroco!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!.

-         ¡No!. Grito el cura angustiado, Sonia se lo miro descarada y provocadoramente magreandose los pezones y relamiéndose los rojos labios con su sensual lengua.

-         El cura se quedo como hipnotizado, absorto a los sensuales movimientos y la esclava procedió sin ningún reparo más a rapar los genitales del cura. Mientras Sonia, situada frete suyo, no paraba de moverse obscenamente acariciándose y manoseándose con las manos sus divinas nalgas y sus preciosos pechos.

-         El hombre estaba extasiado, su tranca estaba enormemente subida.

-         ¡Rojas!. ¡Chupale la polla al cura!. Me ordeno la Señorita humillándome ante el párroco. Pero lo hice sin más, pase mi lengua comiéndome aquella brutal tranca, con el mero propósito de satisfacer los caprichos de la Señorita.

-         ¡Basta!. ¡Perro!. Me grito Sonia insultándome de tal manera como jamás antes lo había hecho, pero viniendo los agravios de tan hermosa Dama no me molesto, al contrario, sentí un excitante cosquilleo que recorría todo mi espina dorsal de arriba a abajo y mi polla aumentaba enormemente de tamaño.

-         Sonia se puso de espaldas al cura sentándose encima de su ya empinada, y ahora rasurada polla, para masajearla con su divino culito, dejando a la vista del párroco la sexy diablesa pin-up y el temible nombre de la pérfida Diosa ASHTORETH tatuado en su bronceado hombro derecho.

-         ¡Es usted una corrompida e inmoral pecadora!. Exclamo aterrado el cura pero sin hacer nada para librarse de Ella.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!. ¡Sí!. ¡Lo soy, y me gusta!. Contesto Sonia preciosa e impávida.

-         ¡Uaauuuuuu! Introdujo, causandole algo de dolor, el tieso tronco del párroco en su delicioso coño y empezó a dar suaves meneos en él.

-         ¡Rojas!. Me llamo imperativamente. ¡Adórame mientras desvirgo al cura!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!.  Dijo en tono vejatorio.

-         Me arrodille a sus pies y empecé a lamerle y a besarle las uñas y los empeines, mientras Ella, hermosa y seductora, metía y sacaba la polla del virginal y casto clérigo de su delicioso coñito.

-         ¡Uaaaigg!. ¡Uaaaaiggg!. Gemía el clérigo. Sonia girando su guapa y risueña cara hacia él lo observaba sonriente, y con una bella expresión de perversidad en su rostro dio viciosa lengua al curilla.

-         ¡No voy a perdonar a los estúpidos zánganos!. ¡Señor cura!. Dijo entonces tajantemente. ¡Me excita el poder!. ¡Me pone cachonda sobrepasarme con los mas debiles!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!. ¡El perdón y la debilidad no están en mi diccionario!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!.

-         ¡Uaaaaaaa!!!!!. ¡Uaiggggg!. ¡Aaaaaigggg!!!!. Los gritos y convulsiones de placer del párroco eran cada vez más intensos. Sonia seguía dando lengua, guió entonces las manos del curilla hacia sus erizados pezones haciendo que el cura los masajeara y le sobará los pechos.

-         ¿Su Dios le da tanto placer como yo?. Pregunto Sonia irrespetuosa y con melosa voz acercando sus labios al oído del cura.

-         El párroco estaba como hechizado, cerraba los ojos gimoteando sutilmente como si fuera a irse, los abría y contemplaba con expresión de gozo en sus labios la belleza que tenia encima.

-         ¡Aaaaaiiiiiiig!. Los múltiples collares de linda Dama se movían al compás de los suaves movimientos de sus caderas.  ¡Uaaaafff!. ¡Uaaaaiiig!. Jadeaba la Señorita Blanco frunciendo maravillosamente la nariz y haciendo que su brillante piercing lanzara luminosos destellos.

-         Moviéndose aun con más frenesí, Sonia consiguió hacer vaciar en medio de grandes alaridos de gozo las pelotas del cura.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. ¡Ahora ya es usted un hombre!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Reía diabólicamente divertida la malvada Señorita Blanco tras violentar de forma consentida al curilla. Mientras yo, excitadísimo y a punto de reventar, todavía besaba y lamía con deleite sus maravillosos pies y de pasada sus lujuriosas zapatillas.

-         El párroco quedo extenuado tirado en el sillón. ¡No puede ser!. ¡Por Dios!. ¡Que he hecho!. ¡Que he hecho!!!!!!. Exclamaba desesperado y arrepentido cuando volviendo a la cruda realidad vislumbro, muy apenado y compungido, el verdadero alcance de sus pecaminosos actos y el hecho de haber roto su sagrado voto de castidad.

-         ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Que pasa!. ¡Curilla!. ¿Se arrepiente de haber pecado?. ¡Jajajajajajaja!!!. ¡Quiere flagelarse para redimir sus pecados!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Dijo maliciosamente Sonia mostrando un látigo que blandía en sus maravillosas manos.

-         ¿Quizás le gustaría mas que fuese yo la que lo azotará?. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Reía placidamente contemplando a un moralmente abatido e ignominioso clérigo.

-         ¡Por favor!. ¡Se lo suplico!. ¡Azoteme!. ¡Azoteme!. Imploro inexplicablemente el cura arrodillándose a los pies de la Señorita Blanco.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Pero!. ¡Será pervertido y vicioso el cura!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Classsss!. ¡Classsss!. Sonia azoto la espalda del clérigo que se aferraba a sus pies suplicando e implorando que le diera más y más fuerte.

-         ¡Por favor!. ¡Castígueme!. ¡Azoteme duramente!. ¡Se lo suplico!. Imploraba el párroco hasta que de nuevo volvió a correrse en medio de una delirante tanda de azotes y gemidos de placer.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!. ¡Que rastrero y cerdo eres curilla!. Se jactaba la Señorita Blanco con la boca del clérigo pegada a sus pies.

-         El párroco se levanto del suelo avergonzado y abochornado sin atreverse a mirar a la cara de la Señorita Blanco. Se vistió como pudo y ultrajado y desvirgado se marcho de la Mansión a toda prisa.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaj!. ¡Jajajajajajajajjaja!. Mientras las sonoras y malvadas carcajadas de la Señorita Blanco resonaban por los amplios pasillos de la Torre.


¡Pero!. ¡Y Felisa!. ¡Donde demonios debía haberse metido Felisa!. Durante aquellos días en que estuve recuperándome en le castillo no advertí su presencia por ninguna parte ni oí a Rojas mencionarla siquiera.

La ultima vez que la vi, fue cuando antes del largo conflicto que me mantuvo alejado de la residencia de mi Ama, la deje atada  a la mesa después de sufrir los sádicos tormentos a que fue sometida por La Señorita Blanco y sus amigas.

¿Acaso serian ciertas las amenazas de la Señorita Blanco de someterla a tortura incesante?. ¿Quizás Sonia y Rosali cometieron tantos estragos con ella que ahora esta convaleciente o tal vez muerta?.

Todo importarme muy poco o nada el destino final de mí “ex”, he de reconocer que me picaba enormemente la curiosidad,  quería saber que se había hecho de ella, ha donde había podido ir a parar.

-         ¡Chuchina!. ¿Dónde esta Felisa?. Pregunte a la adolescente esclava que amablemente cuidaba de mí. La única respuesta que obtuve de ella fue, un absoluto y total silencio.

-         ¡Chuchina!. ¡Te lo ruego!. ¡Dime algo si lo sabes!. Insistí de nuevo.

-         ¡Por favor!. ¡Señor!. ¡Sabe que la Señorita Blanco me tiene denegado el permiso para poder hablar!. Me contesto temerosa la doncella.

¡Era cierto!. Sonia había prohibido tajantemente a Chuchina el derecho al habla, y la esclava cumplía a la perfección sus designios procurando no desobedecer ni defraudar a su venerada Ama.

Pero no me di por vencido y persevere en mi interrogatorio.

-         ¡Chuchina!. ¡Aquí no nos ve, ni nos oye nadie!. ¡Así que no temas!. ¡Dime lo que sepas de Felisa!. ¡Por favor!!!. Se lo rogué en un tono casi exigente.

-         ¡Lo siento Señor!. ¡Pero la Señorita me prohibió hablar y yo no quiero incumplir sus ordenes!.

-         ¡Pero solo dime!. ¿Esta aquí?. ¡O en alguna otra parte!. ¡Por favor!. ¡Venga!. ¡Te lo ruego!. Ahora le dije suplicando.

-         ¡La Señorita Blanco y la Señorita Rosalí la atormentaron hasta limites inverosímiles!. ¡Ella suplicaba y suplicaba llorando sin parar!. Pero no cesaban de hacerle daño. ¡Se reían y se burlaban cruelmente de ella!. ¡Un día!. ¡Ante mi!.

Por fin empezó, aun que muy apenada, la joven doncella a contarme algo.

Felisa, totalmente desnuda, pendía a medio metro del suelo con sus brazos amaniatados a la espalda y encadenados a una anilla del techo. Sus pies estaban amarrados por los tobillos y separados el uno del otro por una barra de hierro de un metro de largo. Entre sus piernas colgaba una pesa sujetada por unas dentadas mordazas a ambos lados de los labios del clítoris y en su cuello el obligado y ajustado collar de perra.

-         ¡Chuchina!. ¡Sírvenos champagne!. Ordeno Sonia muy excitada y alborotada cubriendo su esplendido cuerpo con tan solo un sugerente batín de raso blanco y llevando en sus maravillosos pies los impresionantes zuecos blancos y dorados de altísimo tacón aguja con sus iniciales grabadas en oro.

Yo vestía uniforme de doncella por expreso deseo de la Señorita Blanco. Me apresure a traer una cubitera con una botella de dorado Perignon junto a dos largas copas de fino cristal.

Rosalí agarro una y espero a que yo se la llenara. Seguidamente Sonia se le acerco y sonriendo, tomo también una larga copa llena del dorado y burbujeante liquido.

Las dos esplendidas Damas brindaron entrecruzando sus brazos y mirándose fijamente a sus perfectos maquillados ojos con pasión y deseo.

Sonia acerco sus ardientes labios carmesí a los carnosos de la bellísima mestiza y las dos se enzarzaron en un largo y suave morreo.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. Luego, carcajeándose, las dos hermosuras avanzaron taconeando lentamente unos pasos hasta donde Felisa. Su faz evidenciaba ansia y temor, de su frente brotaban largos chorreones de angustioso sudor que se deslizaban por toda la cara empapando el cuello.

-         ¡Lam!. ¡Lam!. ¡Lam!. La viperina lengua de la Señorita Blanco lamía los oscuros y erectos pezones de la bellísima cubanita, impregnados de caro champagne que ella misma vaciaba de su copa.

-         ¡Ves!. ¡Perra!.¡Ves!. ¡Para que sirven nuestros atractivos pezones!. Dijo Sonia mirando a Felisa con una expresión de seductora viciosa y con sus firmes pechos coronados de unas puntiagudas y erectas tetillas.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. Rió Rosalí a gusto, masajeándose con sus manos de largas uñas rojas sus hermosos y morenos pechos, mientras daba desenfrenada lengua a la guapísima Señorita Blanco.

-         ¡Las esclavas!. ¡Y menos las viejas como tu!. ¡No necesitan de pezones!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!. Dijo cruelmente sonriendo la Señorita Blanco.¡Los pezones son para proporcionar placer a Damas hermosas y sexys como nosotras!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. Añadió luego.  ¿Verdad?. ¡Rosalí!.

-         ¡Verdad!. ¡Cariño!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Respondió la mestiza frunciendo la nariz y medio abriendo su hermosa boquita haciendo que destellara el pequeño brillante que luce encima de sus labios púrpuras.

-         ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!. ¡UUUaaaaaaaaaaaaaa!!!!!. ¡UAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!. Grito pavorosamente Felisa llorando, gruñendo y ululando cuando Sonia, muy excitada y sonriente, le amputo la tetilla con un desgarrador de pezones, consistente en una especie de tenaza acabada con cuatro afiladas puntas y calentada en un brasero al rojo vivo. Seguidamente muy exaltada también, la Señorita Rosalí le amputo el otra pezón

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Ah!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!!!. Las dos malvadas Amas sonreían diabólicamente sin parar, enardecidas de supremacía y saboreando al máximo su perversa y morbosa crueldad.

-         Yo, gimoteaba muy apenada por el cruel e inhumano trato que estaba sufriendo la pobre Felisa. ¡La quiero como si fuera mi madre!. ¡Siempre se porto muy bien conmigo!. Pero la Ama es mas, es mi Diosa, la adoro y debo aceptar resignadamente sus designios.

Hacia tiempo que sospechaba, sin poder corroborarlo, de los lazos fraternales que mantenían Felisa y Chuchina.

-         ¡Ves!. ¡Chuchina!. Continúo relatando la joven esclava. ¡Jajajajajajajajaja!!!!. Me decían las dos Amas malévolamente burlonas. ¡Lo que les pasa a las esclavas que no obedecen!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!!.

-         ¡Jajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajaja!!!. Reían y reían las dos pomposas Señoritas después de seccionar los pezones a Felisa, que pobrecita se desmayo de dolor, mientras brotaba la sangre en cantidad de sus mutilados pezones.

-         ¡Negro!. Grito despectivamente descarada la Señorita Blanco a uno de sus musculosos lacayos presentes en la sala. ¡Trae un cubo de agua fría!. ¡Rápido!.

-         ¡Chaf!. La helada agua cayo sobre el desencajado rostro dolorido de la pobre Felisa, despertándola de golpe.

-         ¡Despierta!. ¡Estúpida!. El corto látigo de cuero que empuñaba la preciosa y estilizada Señorita Blanco se enroscaba a cada golpe en la cintura de Felisa, lacerando la piel de la espalda a la suplicante sumisa que permanecía incómodamente colgada del techo.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Chuchina!. ¡Cómenos los coñitos que los tenemos ardientes!. Me ordenaron viciosamente Sonia y Rosalí después de azotar bárbaramente la espalda de Felisa.

-         De rodillas ante Ellas, lengüeteaba y besaba el esplendido clítoris de Sonia, succionándolo delirantemente con mis labios y chupando su sonrosado coño.

-         ¡Aig!. ¡Aig!. ¡Aig!. Empezó, Mi Divina Majestad, a emitir sigilosos gemidos de gozo.

-         ¡Chupa a Rosalí!. ¡Perrita!. Me exigió Sonia tirando de mis pelos para obligarme violentamente a chupar el ardiente coño de la cubanita.

-         ¡Uau!. ¡Uau!. ¡Que delicia Sonia!. Exclamo la bella mestiza frunciendo la nariz y mirando con deseo a su amante.

-         Los dos divinos coñitos se juntaron encima de mi frenética lengua que no daba abasto en relamer uno y otro lindo clítoris. Luego, dándome su culito me conminaron a lamer sus preciosos agujeritos.

-         ¡Aig!. Uau!. ¡Aig!.¡Uau!. ¡Uauuuuaiig!!!!. ¡AAAAAAAAA!!!!!. Las dos Damas segregaron en medio de gritos, muecas y espasmos de gozo todos sus jugos vaginales en mi boca que ritualmente trague a gusto.

-         ¡Gracias Divinidades!. Exprese con humildad y bajeza.

-         ¡Suelta a la esclava!. Mando imperativamente la Señorita Blanco a su musculoso guardaespaldas negro, mientras Ella y su amante cubana tomaban aliento sentadas en un cómodo sofá con las piernas bellamente cruzadas, bebiendo champagne y encendiendo una cigarrita cada una.

-         Felisa se desplomo al suelo y tomando fuerzas repto como un gusano hasta los pies de la Señorita Blanco que lucían majestuosos calzados sus impresionantes zuecos.

-         ¡Divina Majestad!. ¡Le imploro y suplico humildemente que tenga la bondad de dejarme besar y lamer sus sagrados pies y zapatos! Suplico Felisa con dificultad postrada dócil y devotamente humillada ante Ella.

-         Sonia, que sentaba cruzado sus espectaculares y bronceadas piernas, acerco a la boca de la esclava la suave puntera del zapato, haciendo que la lengua de Felisa la rozara con docilidad. La Señorita Blanco se deshizo con un ligero movimiento de su grácil pie del deseado zueco.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!. ¡Que puta eres!. Dijo Sonia escupiendo en la cara de Felisa, al tiempo que calaba fuerte de su cigarrita y soltaba con sus semi cerrados labios una larga humareda en la cara de la esclava. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Anda!. ¡Perra!. ¡Chupame los deditos!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. ¡Además puedes pajearte con ello!. ¡Jajajajajajajajajajajaaaa!!!!. A Felisa se le ilumino el rostro y sonrió satisfactoriamente de  de gozo. Relamió, mirando la cara de su bella Ama, el escupitajo que se deslizaba por su compungido rostro y se entrego de lleno a los pies de la Señorita Blanco con desenfrenada pasión y devoción.

-         ¡Oh!. ¡Que benévola eres!. ¡Sonia!. Dijo cachonda de nuevo la Señorita Rosalí haciendo que la china, que pendoneaba siempre al lado de las Amas, le penetrará el consolador en su rosado coñito.

-         Felisa besaba y lamía las largas y rojas uñas de los pies de la Señorita Blanco, pasaba la lengua entre sus maravillosos deditos y chupaba y relamía el fino taco de sus mules, al tiempo que, con su mano se masturbaba humillándose ante su linda Diosa.

-         ¡Chupa!. ¡Esclava!. ¡Chupa!. Decía Sonia ardorosamente metiendo todos los dedos de su pie, en el que luce un hermoso anillo, en la boca de su criada.

-          ¡A!. ¡A!. ¡A!. ¡A!. Felisa, excitada, rasgaba con frenesí su excitado clítoris.

-         ¡Ahora chúpame el tacón!. ¡Perra!. ¡Humíllate, arrastra tu cuerpo como una puta basura y lame bien estos taconazos!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!. La Señorita Blanco calzo de nuevo sus hermosos zuecos e introdujo el alto y fino taco en la boca de Felisa.   ¡Se que te encanta!.¡Que te mueres de ganas por lamerlos!. ¡Puerca viciosa!. ¡Jajajajajajajajajaja!. ¿Verdad que te encanta lamérmelo como si fuera una polla?. Le pregunto dulzona la Señorita Blanco.

-         ¡Aaaaaaa!. ¡Aaaaaaaaaaa!. Finalmente chillando de gozo, Felisa alcanzo en correrse con el taco de su Ama metido en la boca.

-         ¡Gracias!. ¡Gracias!. ¡Gracias!. ¡Divina Majestad!.¡Gracias! Agradeció con un beso en cada empeine la esclava Felisa a nuestra hermosa y Divina Ama.

-         ¿Me quieres?. ¡Felisa!. ¿Me adoras?. ¡Sííííí!. Síííí!!!. ¡Divina Majestad!!!!!.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Me enorgulleces!. ¡Esclava!. ¡Dime!. Interpelo Sonia a su fiel criada. ¿Morirías por mi?. ¿Te sacrificarías por mi placer?.¡Perra!. La interrogaba Sonia con su preciosa cara de altanera viciosa.

-         ¡Por supuesto!. ¡Divina Majestad!. ¡Sí mi anhelada Diosa lo requiere….. ¡Sí!!!!. Contesto afirmativamente Felisa que seguía chupando el lujurioso zueco. ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!. Arrancando de la linda Señorita Blanco una placentera y malévola carcajada acompañada por la de la guapa Rosalí que también se jactaba de la extrema docilidad de la chacaha.

(Continuará)