Sonia

El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura. Miguel de Unamuno

Basilio, un cuarentón español, moreno, de estatura mediana, pelo castaño y rizado, llegó del hospital, donde quedara ingresada su esposa Rosa, una morenaza cubana, flaca, de 36 años, de 1.80 de estatura, de largo cabello negro, grandes tetas, labios carnosos, tremendo trasero y grandes ojos negros.  En la sala de estar, sentada en un sillón,  se encontró con su hija Sonia, que era un cuadro de su madre, en versión jovencita. Sonia, le preguntó:

-¿Cómo está mi mami del golpe en la cabeza?

-Bien. Fue sólo un susto. Aún así, el médico dijo que se tiene que quedar una noche en observación.

-¡Bien!

-Si, gracias a Dios está bien.

La alegría de Sonia era por otra cosa. Basilio pronto iba a descubrir que cosa era.

-¿Cenaste, papi?

-No. ¿Pido una pizza?

-No hace falta. Hice curry, picante, muy picante.

-No sé como a ti y a tu madre os gustan tanto las comidas picantes.

Sonia, que llevaba puestos unos jeans  que marcaban su impresionante trasero y una camiseta escotada que dejaba ver el canalillo de sus enormes y duras tetas, se levantó y le dijo:

-El picante hace hervir la sangre. ¿Cenamos aquí o en la cocina?

-En la cocina.

Cenando en la mesa de la cocina, Sonia, quitó una de sus zapatillas. Por debajo de la mesa estiró una pierna y puso un pie en la entrepierna de Basilio.

-¡¿Qué haces, Sonia?!

-Lo que estás deseando que te haga desde el año pasado. Mírame a las tetas y dime que no es verdad.

Basilio le miró para el canalillo y le empezó a latir y a engordar la polla.

-Estás en lo cierto. Pero no voy a hacerle esa faena a tu madre.

Sonia, que sentía la polla empalmada de su padre bajo la planta del pie, frótándosela, le dijo:

-¡Déjate de tonterías! Mi madre se casó contigo por los papeles y tú te casaste con ella por el dinero que te dio.

-Eso fue hace un año. Ahora nos amamamos. Y a ti te quiero como a una hija.

Sonia quitó el pie de la entrepierna de Basilio. Bajó la cabeza, y mostrando falsa vergüenza, dijo:

-Creo que metí la pata hasta el fondo.

Basilio, empalmado, le dijo:

-Nunca mejor dicho.

Más tarde, Basilio y Sonia estaban sentados en el sillón grande de la sala, mirando la tele, y le preguntó Basilio a Sonia.

-¿Ya te pasó la calentura?

-No. Me muero por tener tu polla dentro de mi chochito.

-No debí preguntar.

Sonia se acercó  a su padre, y con voz mimosa, y posando su cabeza en su pecho, le dijo:

-Anímate, papi, anímate. No vamos a tener otra oportunidad como esta.

-Mejor. No está entre mis planes futuros acostarme contigo.

-¿Y no me puedes hacer un dedo, papi? Estoy caliente, muy, muy caliente.

-Vete a tu habitación y hazlo tú.

-Quiero correrme mirándote a los ojos.

-Sería bonito verlo, pero si se entera tu madre, me deja.

Basilio nunca debió decir esas palabras. Sonia se vino arriba.

-Y si se entera de esta conversación también te manda a paseo.

-¿Se la vas a contar?

-Depende. ¿Me haces un dedo?

Basilio, cedió.

-Sin besos.

-Sin besos.

Sonia se quito las zapatillas y  los jeans y se quedó en camiseta y bragas. Se reclinó hacia atrás en el sillón y estiró sus largas y moldeadas piernas. Basilio acarició los muslos de Sonia. Al llegar a sus bragas blancas vio que las tenía mojadas. Se las apartó y comenzo a meter un dedo en su chochito. Basilio no se lo podía creer, su dedo medio entraba apretado en el chochito empapado.

-Me gusta, papi, me gusta mucho. ¿Me comes la almejita?

-No.

Sonia, levantó la camiseta y comenzó a magrearse aquellas grandes tetas de hermosas areolas negras y puntiagudos pezones.

-Cómeme la almejita, por favor.

-Que no.

-Está llenita de babas.

-Que no te la voy a comer.

-¿Y las tetas, me comes las tetas?

-No.

Basilio comenzó a follarla con el dedo. Al entrar, su chochito, lo dejaba entrar, y al salir lo apretaba con fuerza.

Sonia se deshacía en gemidos.

-¡Qué bien lo haces, papi!

Sonia buscó con sus labios carnosoa los labios de Basilio.

-Bésame, papi.

Basilio le hizo la cobra.

-Ese no era el trato.

Sonia le quiso abrir la cremallera del pantalón. Basilio le apartó la mano.

-Quieta, Sonia.

Sonia ya empezaba a sentir el cosquilleo y desesperaba.

-¡Joder, papi, déjame agarrar algo!

Sonia le puso la mano sobre la polla. Basilio ya tenía el pantalón mojado. Le bajó la cremallera -ahora, Basilio la dejó hacer- Sonia le quitó la polla y pringó su mano de aguadilla. Comenzó a masturbarlo.

-¿Te gusta, papi?

-sí.

Sonia volvió a buscar con sus labios los labios de su padre.

-Bésame, papi, bésame que siento que me va a venir un  tremendo orgasmo.

Basilio le volvió a hacer la cobra.

-No.

-Bésame, papi... -se pudo tensa- ¡¡¡Me coooooorro!!!

Basilio besó a su hija.  Sonia, con el dedo dentro de su chochito,  retorciéndose y sacudiéndose de placer, le devoraba la lengua con sus labios. Basilio no se pudo aguantar más y se corrió en la mano de su hija.

Continuará.

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