Sonia

Sonia se ha enamorado de su profesor en el internado, este aprovechará la inocencia y enamoramiento de Sonia para cumplir sus fantasías.

Hacía frío aquel otoño, mucho, parecía que el invierno iba a ser aún peor, las clases ya estaban llenas de alumnos y alumnas con sus respectivos uniformes, hacía un par de meses que habían empezado las clases y 3 semanas de la carta de Sonia, no era la primera alumna que me escribía una carta de amor, pero Sonia era especial, se le veía realmente colgada por mi, como me miraban sus profundos ojos verdes, como le temblaba la voz cuando respondía a una de mis preguntas, y me encantaba sus piernas recién formadas debajo de la falda a cuadros, sus pechos recubiertos de piel suave y su pelo, su larga melena morena. Estoy seguro que ella desconocía todos sus atributos. En cambio no sé que hizo que se fijara en mi, treinta y pocos, alguna cana que otra, de constitución fuerte y poco más que contar.

Aún siento escalofríos cuando recuerdo la primera vez que me follé la boquita de Sonia, fue hace apenas 14 días y siento que ha pasado una eternidad y que ha quedado en un dulce recuerdo, desde entonces todos los días repito, hay días que hasta dos veces, esta tan colgada por mi la pobre que haría cualquier cosa a pesar de no sentirse cómoda haciéndolas. Todos los días llora mientras me corro en su boca, me encanta ver sus lágrimas mezclándose con la lechada justo en su barbilla, se lo recojo todo, con una cucharilla, como si fuera una niña pequeña y luego se lo doy de comer, la dulce mezcla en sus dulces labios.

Luego suelo sentarla en mis rodillas, se desprende de sus braguitas y paso un largo tiempo acariciando sus muslos, su coñito, rozando su clítoris y jugueteando con la punta de mi dedo por sus agujeritos, todo eso mientras le invito a comer chocolate mientras los dos escuchamos la radio.

En la escuela superior había estrictas normas con los alumnos, la letra con sangre entra, los padres de los alumnos pertenecían a familias ricas y los dejaban internados todo el curso, lo único que querían eran resultados, no iban a preguntar cuales habían sido los métodos.

Sonia últimamente había estado rindiendo muy bien en clase pero para mi sorpresa suspendió el examen, eso implicaba que si no aprobaba el segundo examen las notas de Navidades no iban a ser satisfactorias para el centro y había que tomar medidas. Me enfadé mucho al corregir ese examen, no había estado pendiente de casi nada en clase, había errores muy graves. Le dije que fuera a mi despacho a la salida de clase.

Sólo llegar se veía en su cara que sabía a que se debía aquella ‘cita’ en mi despacho, llevaba puesto el uniforme de la escuela y una chaquetita de punto con el sello de la escuela bordado, hacía frío a pesar de que las chimeneas de cada estancia estaban encendidas. Le ordené que se quitara la ropa de cintura para arriba y así hizo, con pulso tembloroso y con lágrimas en los ojos, dejó desnudo sus pechos, sus pezones no tardaron en endurecerse por el frío. Le cogí las muñecas y le dije que pusiera su pecho sobre la mesa

  • Si hubieras llegado al menos al cinco el castigo sería menos duro y no tendrías que sentir el frío de la mesa – le dije y ella no contestaba, sólo me miraba.

Até sus muñecas a unas argollas en el extremo de la mesa para que no se moviera demasiado, estaba totalmente acostaba boca abajo sobre la mesa hasta la cintura, a partir de ahí sus pies descansaban en el suelo vestidos por aquellos zapatitos y sus calcetines blancos, tenía el trasero a la altura ideal para recibir los azotes, le subí la falda y le bajé las braguitas, ya estaba lista para ser azotada. Ella me miraba mientras me quitaba el cinturón de piel, me rogaba con la mirada que no lo hiciera pero no pronunció una palabra.

  • Sabes que no me gusta tener que hacer esto Sonia.

Mi afirmación no era totalmente cierta, por una parte sentía pena, pero por otra ver a Sonia en esa posición, sometida de esa forma me ponía bastante cachondo. Le solté el 1er azote. Zas! Sonia se contorsionó un poco y antes de haber vuelto a poner la espalda apoyada en la mesa le solté otro azote, y otro, y otro, Sonia lloraba pero sin hacer ruido, sólo caían lágrimas de sus ojos, le di 20 azotes. Le toqué una de sus nalgas, ni siquiera lo sintió, tenía todo el trasero parcialmente insensibilizado, fue entonces cuando se me ocurrió mi malévola idea, aprovechar esa poca sensibilidad para obtener placer. Sonia me la chupaba muy bien y se lo tragaba todo, pero hacía tiempo que necesitaba otra cosa que hasta las fiestas de Navidad no iba a obtener porque estaba encerrado en aquel maldito lugar, además me había puesto cachondo azotarla.

Mientras ella recobraba el aliento después del esfuerzo de recibir los azotes, que sólo habían dejado unas marcas rojas y un poco de picor, me bajé los pantalones detrás de ella y separé sus nalgas con cuidado, coloqué la punta de mi húmeda polla en la entrada de su culo, mojándolo y lubricándolo con mis líquidos preseminales, para comenzar a empujar levemente. Sonia comenzó a mover las muñecas intentando liberarse, pero fue inútil, es más a cada sacudida suya le castigaba introduciendo en seco unos trozos de mi polla, ella se dio cuenta de la mecánica del castigo y se quedó quieta mientras quedábamos unidos, ella estaba quieta, tal vez sentía que si se movía se rompería, yo en cambio estaba en la gloria, ese culito tan estrecho me había recibido tan bien, permanecí quieto aprovechando ese momento y sintiendo como Sonia se amoldaba a mi.

Comencé a salir y entrar de ese estrecho agujerito, si introducía la punta de un dedito por el coñito de Sonia podía sentir la dureza de mi polla entrar y salir, comencé a jadear en la oreja de Sonia, se notaba que no le gustaba a la pobre, incluso comencé a pasarle la lengua por la nuca, tenía mis manos en sus caderas y la manejaba a mi antojo. La pobre Sonia no podía evitar emitir sonidos de dolor, aunque se comportaba muy bien para ser la primera vez. Finalmente adquirí un ritmo frenético, la estaba dejando destrozada a la pobre pero me importaba bien poco, sólo pensaba en mi, en mi placer y en follar en ella. Pronto llené su culo de una enorme lechada, saqué mi polla y observé mi obra, era la humillación final, observarla me hizo estremecer de placer. La desaté, besé sus muñecas y ella me miraba a los ojos, a pesar de lo que le había hecho aún seguía enamorada, podía verlo en su cara, eso me tranquilizó porque, quién sabe a que más estaría dispuesta a llegar?