Soñadas vacaciones

La historia se traslada a un viaje de vacaciones en Navidad.

Soñadas vacaciones

Hola me llamó Pilar y la historia que voy a contarles sucedió en unas vacaciones de Navidad cuando yo tenia siete años, contarles que era una niña vivaracha, morena y cariñosa

Había salido una mañana fría de mi casa, en vísperas de Navidad, con destino: la casa de mis abuelos, su segunda residencia, situada en una urbanización de montaña. Mis padres me acompañaron al autobús que debía llevarme a mí y a mi tía directamente a la cabaña. El autobús, debido a la gran cantidad de nieve acumulada, iba despacio y mi tía dormía en el asiento que daba a la ventanilla.

Eran aproximadamente las seis de la mañana, y aun no se había levantado el sol, el autobús estaba en silencio porque la mayoría de los viajeros aprovecharon para dormir unas horitas más, así el viaje se hacia más corto. Mi tía me recomendó que intentase dormir y aunque lo intenté cerrando los ojos un par de veces no lo conseguí; quien si se durmió fue ella, que a los pocos minutos de arrancar el autobús ya se había acomodado perfectamente.

Yo, aunque medio dormida por haberme levantado temprano, iba mirando al resto de pasajeros que iban con nosotros en el autobús; éste estaba a medio oscuras, y tan sólo se podía divisar un poco, lo suficiente para identificar los contornos de los que estábamos más cercanos entre sí. Me llamó la atención un anciano que se sentaba a mi izquierda que iba con un niño de más o menos mi misma edad, el anciano se había colocado dándome la espalda, mientras yo le miraba de reojo.

Él se encontraba girado hacia su nieto al que parecía abrocharle el jersey, al estar un buen rato en esa posición giré un poco la cabeza, hasta su posición con sumo cuidado para que no se diera cuenta que le observaba; el anciano una vez atado el jersey, parecía desabrocharle los pantalones al niño; el niño no se movía puesto que resoplaba bien dormido. El anciano una vez desabrochado el pantalón, con sumo cuidado se dispuso a desabrocharle la bragueta, la bajo lentamente y con sumo sigilo, y aprovechando un movimiento involuntario del niño, le bajó ligeramente los pantalones; el hombre se paro en tal movimiento y miro por encima de los asientos de atrás, constatando que sus ocupantes, dormidos, no se habían dado cuenta de la operación.

Agolpándose un poco más sobre el niño, el viejo dispuso su mano temblorosa sobre el calzoncillo del infante, le acarició suavemente mientras se acariciaba con la otra su entrepierna; prosiguió introduciendo un par de dedos en el calzoncillo, una vez dentro los movió lentamente como dibujando un contorno, durante un par de minutos continuó con este movimiento hasta que al fin, ayudándose de la otra mano, bajó un poco los calzoncillos dejando al descubierto la pequeña pollita del niño y sus huevitos. El viejo tomó con una mano su colita y la acarició, mientras, introdujo su otra mano en su mismo pantalón, se acariciaba la cola mientras le acariciaba la del niño. Subía y bajaba la piel del pequeño glande con suma fruición, al cabo de un rato dejo la pollita a un lado y acarició los huevitos del pequeños, pasaba sus dedos por las ingles y después los olía, le toco un buen rato, mientras aceleraba su propia masturbación después de unos resoplidos el viejo exclamo un suspiro largo que acalló con la mano en la boca, sacó su mano del pantalón y se contempló los dedos, estaban pegajosos, sonrió y froto ligeramente su semen en la boca del niño, después con una mano reabrochó el resto de su ropa y le dejó en la misma posición...

De repente se giró y con una sonrisa depravada se dirigió a mi que directamente le contemplaba: ¿Y tu pequeña, querrás probar un poco ?, con una gran sonrisa acerqué mi cara a sus dedos pegajosos, y con la punta de mi lengua la lamí.

CONTINUARÁ

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