Son recuerdos

Deslicé despacio mi mano bajo las sábanas hasta tocar la piel de su pierna. Siempre temblaba cuando hacía esto. Era casi automático, deslizaba mi mano buscando el elástico de su braga e iba introduciendo un dedo entre sus piernas buscando su clítoris.

Cerré la puerta muy despacio sin hacer ruido. Era muy tarde y la casa estaba a oscuras. Todos dormían desde hacía horas y no quería despertara a nadie, así que avancé por el pasillo tanteando la pared camino de mi dormitorio.

Cuando pasé por el salón vi a mi padre. Se había vuelto a quedar dormido en el sofá, así que intenté no hacer el menor ruido, cerré con cuidado la puerta y continué palpando la pared del pasillo hasta que mi mano tocó el marco de la puerta siguiente. Estaba echada y sólo tuve que empujar un poco.

El dormitorio olía a alcohol, aunque mi hermana tenía 16 años seguro que había salido y tomado unas copas. Entré me arrodillé en la moqueta tras cerrar la puerta, gateando hacia la cama. Apenas se percibía el bulto que yacía de lado en la cama dándome la espalda. Tenía una respiración profunda, aunque dudaba que estuviese durmida.

Deslicé despacio mi mano bajo las sábanas hasta tocar la piel de su pierna. Siempre temblaba cuando hacía esto. Era casi automático, deslizaba mi mano buscando el elástico de su braga e iba introduciendo un dedo entre sus piernas buscando su clítoris. A veces hacía como que se resistía al principio, pero con solo acariciarla presionando su monte de venus un par de veces aflojaba sus cuerpo y se entregaba a mis caricias.

De repente se puso boca arriba. Me asusté un poco y me detuve a ver que pasaba. Nada, seguía respirando profundamente. Desde que empezamos esta historia hace un año, por mi dieciséis cumpleaños, la cosa había ido a más. Siempre jugamos a que estaba dormida, supongo que para evitar sentirse culpable, pero nunca sabía hasta dónde iba a dejarme llegar. Tras unos minutos volví a meter mi mano abierta bajo su braga, presionando su pubis, rozando su clítoris con mis dedos, separando sus labios apenas húmedos, buscando su vagina.

Aceleró su respiración. Me dediqué un buen rato a masajearla con una mano, mientras con la otra me masturbaba despacio, apretándome con fuerza bajo el glande cuando parecía que iba a correrme.

Sus caderas se movían ya acompasadamente con mis dedos y unos ligeros gemidos se escapaban de sus labios. Me detuve y decidí ir un poco más lejos. Deslicé la braga hacia abajo hasta que quedaron sólo sujetas en uno de sus tobillos. Bajé las sábanas y abrí sus piernas todo lo que pude. Un olor mucho más agradable se hizo paso en el dormitorio. Olía a coño intensamente y eso me excitó mucho más.

Pasé mis labios rozando su vello hasta dar con su clítoris. No veía casi nada, pero la erección que encontré con mi boca me indicó que ese era el sitio adecuado, así que succioné y lamí dando también pequeños mordisquitos. Le introduje dos dedos entrando y saliendo con ritmo suave, hasta que empezó a golpearme ligeramente con su pelvis en la cara. Eso me volvía loco, sentir como disfrutaba del sexo conmigo era casi hipnótico.

Me puse de pie y quitándome los pantalones me coloqué entre sus piernas. Tenía claro lo que quería que pasara esa noche. Cuando estuve encima froté mi polla sobre su coño varias veces ayudándome con la mano. Lo encajaba ligeramente en su vagina y lo sacaba recorriendo hasta su clítoris un camino absolutamente increíble de placer. Volvía a encajarlo en la entrada de su vagina y empujaba varias veces. Iba hasta su ano rozándolo despacio y empujando un poquito, sin forzar, volviendo hacia arriba despacio.

Ella gemía suavemente y temblaba cuando empujaba mi polla con fuerza para penetrarla. No estaba cómodo porque la postura no era fácil de mantener; una mano sujetaba mi pene en la entrada y hacía de guía y el codo de mi otro brazo me servía de apoyo sobre el colchón mientras apretaba el pezón de su pecho izquierdo.

Decidí apoyarme con las dos manos en el colchón, lo que hizo que mi pene no atinase siempre el blanco. Apenas un instante más tarde su mano aferró mi polla con firmeza, colocándola en su vagina tras frotar varias veces todo su coño con ella. Comenzó a empujar con sus caderas. No me lo podía creer, era la primera vez que ocurría en todo el tiempo que llevamos jugando.

Con la libertad de movimientos que disfrutaba, apreté sus pezones y lamí su oreja con pasión. Con su otra mano me acarició el pelo mientras jadeaba en mi oido anunciándome la ola de placer que estaba disfrutando. Este gesto tan sencillo y tierno me puso a mil. Y a ella también. Mi glande entró entero. Su vagina estaba ya completamente lubricada y ella seguía introduciéndose mi polla a golpe de pelvis. Dos envites más tarde la mano que usaba de guía tocó su coño, por lo que pasó a cogerme los testículos y siguió empujando hasta que entró todo mi miembro en ella.

No sé sí hicimos mucho ruido o no, en ese momento no nos importaba a ninguno de los dos. Sus movimientos cada vez eran más explosivos y casi no podía acompañarla. Puso su mano en mi culo clavándome las uñas y se corrió como nunca la había visto correrse. En su orgasmo arqueó su cuerpo levantándonos de la cama durante unos segundos en tres ocasiones mientras estrangulaba mi polla con su vagina. Fue increíble, aún hoy lo recuerdo como uno de los mejores polvos de mi vida.

Cuando terminó, me empujó fuera de la cama. Quise protestar, pero temí que nos pudiesen oír, así que empecé a masturbarme con fuerza casi en su cara. Ella se quedó quieta y volví a meter dos dedos en su vagina, ahora completamente encharcada y dilatada. No tardé nada en correrme sobre ella tan intensamente que sentí un dolor agudo en mis testículos. Los espasmos duraron varios segundos, no se cuantos, pero me parecieron minutos. No lo olvidaré nunca.

Seguí jugando con mis dedos en su coño hasta que puso su mano sobre la mía y me susurró al oído:

  • Vete ya a dormir y no hagas ruido, no despiertes a papá.