Somos lo que somos. Cap 2 Invitado en casa.

Al llegar a su casa descubro por qué ese estaba siendo mi mejor día.

Su piso podría describirse como un loft. Parecía no necesitar dinero, mas trabajaba para esos tipejos despreciables. Estaba todo impoluto, un gran salón, que se separaba de la cocina por una bancada, semejante a una barra de un bar. La habitación estaba más recogidito, y al lado, un vestidor y un baño, todo grandísimo. Parecía un piso de revista.

Dejó las llaves sobre el mueble de la entrada, me dejó pasar y cerró la puerta. Después de eso se abalanzó sobre mí, directa a mis labios, pero justo antes de que me besara, yo me quité. La aparté de mí y le pregunté:

-         ¿¡Qué coño crees que estás haciendo!?-

-         Besarte. Me pones mucho.-

-         ¿Te he dicho yo que quiero que me beses?-

-         No.-

-         No, ¿Qué?-

Ante su expresión contrariada, se lo expliqué.

-         Tienes que tratarme con respeto, me llamarás Señor. ¿Queda claro?- dije con semblante serio.

-         Muy claro.-

-         … - le di un bofetón.

-         Muy claro, Amo.-

-         … - Le di otro más.

-         No entiendo, Amo, ¿Por qué me vuelve a pegar?-

-         Primero, no te estoy pegando, estoy corrigiéndote. Segundo, dije que me llamaras Señor, no Amo. ¿Qué pasa, tantas ganas tienes de que te domine un hombre?

-         No, Señor. Quiero que usted me domine.- dijo con una cara de excitación que me calentó muchísimo.

-         Está bien, dirígete a mí como prefieras, pero siempre con respeto.-

-         Vale, Amo.- dijo con una sonrisa de triunfo que se le borró al ver mi cara de indiferencia.

-         ¡Tráeme un vaso de agua bien fría! Tengo sed.- dije con tono autoritario.

Ella fue a cumplir la orden, a lo que aproveché para cerrar la puerta con llave y dar una vuelta por su piso, guardándome las llaves en el bolsillo.

Cuando trajo el vaso de agua, di un sorbo. Estaba casi congelada. Y tras saciar mi poca sed, le eché el vaso entero encima de ella. El agua caía desde su pelo hasta su cara, las gotas parecían querer llegar a sus pechos cuanto antes, dejando tras de sí un reguero de húmeda frialdad.

Ella, sorprendida, me miraba a los ojos como un corderito que pide clemencia al lobo que se lo va a comer. Pero me daba igual. Le arranqué el vestido con una mano, mientras con la otra la cogía de la nuca y la acercaba a mí. Hasta casi rozar mis labios, pero sin dejarle pasar de ahí.

Cuando acabé con su vestido, que ya estaba por los suelos, comprobé, que si bien llevaba sujetador, bragas no llevaba.

Eso fue lo que terminó con mis últimas defensas morales, sobre que eso no estaba bien, y entonces la empujé hacia el sofá, apartándola de mí bruscamente. Desde esa posición, le ordené que se quitara el sujetador y le hice una serie de preguntas, no sin antes ordenarle que se arrodillara enfrente del sofá, con las manos en la espalda. Me senté y empecé con mi interrogatorio.

-         ¿Cómo te llamas?-

-         Eshne, mi Amo.-

-         ¿Dónde naciste?-

-         Aquí, Amo.-

Le cogí del pelo, por atrás y la atraje hacia mí. Y de cerca, vocalizando y haciendo que viera mis intenciones, poco amigables le dije:

-         No insultes mi inteligencia, Eshne no es un nombre francés. Ser pelirroja y con cara de niña, con esas pequitas, tampoco son rasgos franceses. Te repetiré la pregunta. ¿De dónde eres?-

-         De Irlanda, pero nací aquí, Amo.- dijo entrecortada.

La solté y volvió a su posición inicial.

-         ¿Por qué trabajabas para esos tipejos, no parece que necesites dinero?-

-         … -

-         Dime, ¿Por qué?-

-         Porque… Me da mucha vergüenza.-

-         ¿Te crees que a estas alturas me importa lo que sientes? Antes no tenías tanta vergüenza cuando querías que te violase, en la calle.- dije casi con apremio para que me contestase lo que podría ser el cambio que sufriría tanto ella como yo, irreversible para ella y placentero para mí.

-         Porque me gusta que me dominen.-

-         ¿Cómo les conociste?-

-         Ellos me violaron hace unos meses, y a raíz de eso empecé a trabajar a su servicio.-

Le di dos bofetones, y con el pie la empujé hacia atrás.

-         ¿Y el respeto con el que me tratabas hace un rato? ¡No somos amigos, puta!-

-         Lo siento, Amo.- dijo recuperando la posición y bajando la cabeza.

-         Entonces… ¿Trabajabas para los que te violaron sin preguntar, no?-

-         Sí, así es, Amo.-

-         ¿Quieres trabajar a mi servicio?- dije al notar que la humedad de su entrepierna se hacía visible a lo largo de sus muslos.

-         Sí, Amo. Si me lo permite.-

-         Pues hoy no es tu día de suerte. No trabajarás para mí.- dije mientras notaba la desilusión en ella. – Serás mía. Un objeto de mi posesión.-

Esto fue lo que le hizo correrse con abundancia. Sin tocarse de ninguna forma, simplemente por la excitación de todo lo que había pasado esa noche.

Un desconocido, la estaba tratando como una mierda, como una esclava, como un objeto sin alma ni opinión. Y eso le hacía excitarse y correrse con unas cuantas palabras que dijera.

Me pidió permiso para hablar, no se lo concedí. Y me fui, dejándola allí, directo hacia su cama, hoy dormiría como un rey. Aunque antes de irme le ordené lo que sería un suplicio para ella.

-         No te muevas de tu lugar, no cambies de posición, no te vistas. Descansa, que mañana será un día duro.-

-         Sí, Amo.- dijo con un hilo de voz.

Apagué las luces y me fui tranquilamente a dormir.