Somos aficionados al fútbol
Otra forma de ver un partido de la máxima rivalidad.
Solo faltan unos minutos para que empiece el partido. Pepín, Salva y yo lo tenemos todo preparado para disfrutar de nuestra afición preferida: un buen partido de futbol retrasmitido por televisión. Tenemos preparados en la nevera varios botes de cerveza para cada uno, unas olivas, patatas fritas, cacahuetes, etc. todo lo necesario para apaciguar los nervios sin tener que movernos de nuestros asientos.
Nuestras respectivas esposas se han ido al cine, nos han dejado solos para que pasemos un buen rato. Ellas saben que así disfrutaremos a nuestras anchas del partido de la temporada. Mis amigos son hinchas fanáticos del equipo colchonero y yo soy de “los blancos”. El ambiente está muy caldeado, hay mucha tensión acumulada y la única forma de liberarla es que empiece a rodar el balón, y así poder gritar, saltar e insultar al árbitro.
Nos hemos preparado bien con nuestras camisetas, nuestras banderolas y silbatos. Los tres estamos deseosos de festejar todos los goles de nuestros respectivos equipos. Suena el timbre de la puerta por lo que digo a Pepín que por favor vaya él a abrir la puerta
— Debe ser la pizza que he encargado para cenar— les digo anticipándome a sus preguntas.
Pepín vuelve con los ojos abiertos como platos, igual que si hubiera visto una aparición sobrenatural.
— Me pregunta repartidora que si puede utilizar el aseo — dice inseguro
— Le he dicho que si, he hecho bien ¿no? — me pregunta por ser el dueño de la casa.
— Claro que si — le digo que si sin darle más importancia.
Antes de volver donde ha dejado a la repartidora para acompañarla a la salida, nos confiesa que la repartidora está supercañón. Rápidamente la describe con pocas palabras y algunos gestos, lo estupenda que está la chica que nos ha traído las pizzas.
— Tiene unas tetas medianitas, levantadas hacia el cielo, unas caderas estupendas y una cara guapísima— nos comenta.
Salva y yo nos vamos hacia el pasillo por donde tendrá que pasar al ir al baño. Pepín la acompaña y espera en la puerta a que acabe. Nosotros la vemos pasar y coincidimos con nuestro colega. No ha exagerado nada, la chica está buenísima.
Es alta, con el pelo largo cogido en una cola que sale por la abertura de la gorra con visera que lleva. Lleva una camisa ajustada que hace resaltar su pecho y que deja al aire la mayor parte de su vientre. Lleva unos pantalones de cintura bajísima que dejan ver parte de la braguita.
Como críos curiosos la observamos y coincidimos con la buena impresión causada a nuestro compañero.
Mientras que está en el baño, nos deshacemos en elogios sobre su cuerpazo y se oyen las primeras barbaridades respecto a lo que seriamos capaces de hacer con un bomboncito así. Somos tres hombres de mediana edad, a los que una repartidora deliciosa despierta todos los mas calenturientos deseos.
Nos ha impresionado mucho y el ambiente es propicio para fantasear con ella. Su estancia en el baño se alarga y como el comentarista de TV anuncia el principio del partido volvemos al salón a nuestros respectivos lugares. La emoción del partido hace que nos olvidemos de la diva que hemos dejado en el baño.
Un momento antes de que comience el partido aparece la moza en la puerta del salón y se detiene justo donde más resalta su figura.
— ¡Uy, ya ha empezado el partido! —, dice alborotada.
— Me voy que tengo muchas ganas de verlo. Hoy es un día grande para mi equipo— dice con la entonación de una fan entusiasta.
Nos quedamos boquiabiertos al comprobar que además de estar buenísima sabe valorar las cosas importantes de la vida, nuestro amado futbol. La invitamos a que se quede creyendo que dirá que no. pues pensamos que debe continuar con el reparto de pizzas.
Nos sorprende a los tres aceptando el ofrecimiento sin dudar un instante. Nosotros éramos su ultimo encargo y ya ha terminado su jornada. Un instante después ya se ha colocado de rodillas en el sofá y tiene un puñado de cacahuetes en la mano. Empieza a jalear al mismo equipo que Pepín y mi amigo Salva cada vez que uno de sus jugadores coge la pelota
Pepín y Salva gratamente sorprendidos por la coincidencia le preguntas sobre sus aficiones. Ella les responde bajándose la camiseta de un hombro hasta dejar un pecho casi al aire para mostrar un pequeño tattoo que tiene en una teta cerca del pezón.
No es nada más que el escudo de su equipo. Dice que es para llevarlo cerca del corazón. A mis amigos les encanta la ocurrencia y observar cómo casi se le sale una teta por el escote los pone bien cachondos.
Tras un comienzo arrollador, el su equipo mete su primer gol a los ocho minutos. Los tres saltan de sus asientos como impulsados por un resorte. Se abrazan y empiezan a dar botes de alegría. Las tetas de Berta brincan de forma descarada y dan muchas ganas de echarles una mano.
En medio de la euforia, se quita la camiseta y la hace girar por encima de la cabeza. Al mismo tiempo que luce su tatuaje, nos deja ver como se transparentan sus pezones y como el sostén tiene dificultades para contener tan rico tesoro.
Después de la celebración y de hacerme gestos insultantes, vuelven a sus posiciones de espectadores ansiosos por ver marcar otro gol a su equipo. Poco a poco mis amigos se van haciendo a la idea que tienen entre los dos una tía con un cuerpazo, que se ha quitado la camiseta y que parece estar disfrutando de lo lindo.
En la alternancia de jugadas peligrosas, ella no duda en poner su mano sobre los muslos de mis amigos y estos empiezan a reaccionar a su contacto. Veo que ellos también buscan excusas para llegar al contacto con ella.
Cinco minutos más tarde su equipo marca un segundo gol que eleva su entusiasmo. Después de saltar, cantar y abrazarse entre los tres, Pepín trata de humillarme mostrándome el tatuaje del pecho de ella. Ni corta ni perezosa, se quita el sujetador y me lo enseña con todo detalle.
Simultáneamente nos ensaña el par de meloncitos tan ricos que tiene y lo graciosamente que se mueven cuando su dueña da saltos de alegría. Cuando vuelven a sentarse mis dos amigos tienen que hacer esfuerzos para colocarse el instrumento de forma que nos les haga daño, pues ya lucen un buen empalme.
Después de una buena jugada, Pepín que es el más atrevido le pide que le deje dar un beso al escudo. En realidad, lo que hace es darle besos por todo el pecho y lamerle el pezón con muchas ganas.
Salva lo ve y se anima enseguida para ponerle la mano por debajo del otro pecho y acariciarlo como si fuese de porcelana fina. Berta se deja acariciar, no para ni un momento de botar sobre el sofá siguiendo las incidencias del partido. Esto desconcierta a mis amigos y no saben si ponerse a ver el partido o lanzarse sobre ella y comerla a mordiscos.
La duda se resuelve de inmediato cuando ella les mete la mano en la bragueta y les saca la polla fuera. A continuación, después de mojarse la mano con saliva se pone a tocar la zambomba a dos manos.
Pepín y Salva están alucinados y mientras reposan despanzurrados sobre el sofá, con los calzones en los tobillos, las manos en los costados, y la vista que alterna la TV y sus pollas respectivas masajeadas con mucho conocimiento.
De vez en cuando alargan la mano para tocarle las tetas o para buscar algo en su entrepierna. En un momento de tranquilidad relativa en el partido, Berta se levanta y rápidamente se quita el pantalón, solamente se queda con la braga tanga. Se vuelve a sentar entre mis dos amigos y continua con su masaje.
A ellos les entran muchas ganas de buscar debajo de la braga. Ella para facilitarles la labor se despatarra como una gimnasta y deja que echen la braga a un lado para que la vulva le queda al aire.
En medio de estas maniobras llega el descanso del partido. Berta aprovecha para ponerse en pie, quitarse la braga y a continuación arrodillarse delante y entre ambos. Continua su concierto de zambomba a dos manos, intercalando solos de flauta.
Mis amigos no dan crédito a lo que está pasando. Me miran entre incrédulos y sorprendidos porque yo solo estoy participando con la visión de la escena. En ese momento es cuando me levanto de mi cómodo sillón, me desnudo y me coloco detrás de ella para encularla bien.
Me mojo la punta de los dedos con saliva, luego la reparto entre la punta de mi polla y los labios de ella. Me aferro a su grupa y se la clavo hasta las bolas. Mientras bombeo con energía y lentamente, dándoles sonoros empujones, ella sigue pajeando a mis amigos y chupándoles las pollas alternativamente.
Los tres nos vemos las caras y nos resulta complicado mantener la mirada sin tener la sensación de estar viviendo algo irreal. Si pudieran vernos nuestras respectivas mujeres se quedarían alucinadas.
El tiempo del descanso ha pasado como un suspiro, y ya oímos la voz del comentarista anunciando los cambios en las alineaciones y el posible cambio de estrategia de mi equipo que va perdiendo para remontar el 2-0 que campea en el marcador.
Berta no quiere perderse nada del partido y busca una postura que le permita ver la TV, sin desatendernos. Deja a Salva sentado en el sofá, y ella se pone en cuclillas sobre el dándole la espalda. Pone la mano entre las piernas para buscar la polla de mi amigo, la dirige hacia su coño y se deja caer lentamente hasta que la engulle por completo.
Después de ensayar varias veces el movimiento hacia arriba y hacia abajo, ya está preparada para coger con una mano la polla de Pepín y con la otra mano mi polla. Los cuatro podemos seguir el partido por la tele y al mismo tiempo disfrutar de esta orgia que hemos montado de forma tan inesperada.
Pepín y yo estamos a punto de corrernos en su cara, pero no estamos dispuestos a quedar fuera de juego tan pronto. Todavía quedan 30 minutos y esto tiene que durar hasta el final. En una jugada a balón parado, mi equipo hace su primer gol. Esto hace enfriar un poco su euforia, veo como el miedo empieza a hacer acto de presencia.
Berta se levanta, cansada de la postura y se pone a cuatro patas con el culo en pompa. Primero Pepín, luego yo y por ultimo Salva, nos vamos turnando para ponernos detrás y bombear con fuerza mientras seguimos la evolución de los jugadores en la pantalla.
Antes de empezar la segunda ronda, Salva deja caer un hilo de saliva en la raja del culo de Berta. Con los dedos la restriega y empieza a jugar con el ano, hasta que esta se deja penetrar con un dedo.
Salva está tan excitado que no puede continuar. Ocupo su lugar metiéndole la polla hasta el fondo. Salva, se pone a mi lado y le mete el dedo por el culo mientras yo voy bombeando. Berta empieza a gemir y a ondularse como una serpiente.
Mas saliva en el culo y un segundo dedo se une a la fiesta. Berta esta como loca, entre gemidos y jadeos nos está nublando los sentidos. Salva se pone a follarle el culo con sus dedos de forma intensa. Necesita más espacio y me retiro a un lado. Mientras tanto, Pepín y yo nos meneamos la polla; Salva dirige la suya hacia el culo de Berta y la penetra analmente.
A los pocos instantes Salva se corre en medio de unos gemidos y jadeos que lo dejan KO. Pepín y yo nos peleamos por ocupar su sitio. Después de forcejear un poco, dejo a mi amigo que se adelante pues lo veo mucho más “necesitado” que yo.
Mientras que el la encula, yo dejo que me la toque y que juegue con ella lamiéndola y restregándosela por la cara. Tal como esperaba, mi amigo no dura dentro nada más que un par de minutos, y me deja el agujero libre.
Me pongo detrás, le acaricio las nalgas. Se las separo para ver bien su vulva y el agujero del culo.
Este rezuma un líquido viscoso y trasparente. Tengo la polla dura y gorda como nunca. Coloca la cabezota encima de su ano y empujo.
Al principio cuesta un poco, pero el esfínter se dilata y me deja entrar. Me rodea un baño de líquidos ardientes que envuelven y acarician mi polla. Noto como ella aprieta las piernas para aprisionarme dentro y para que el roce sea más intenso.
La sensación es deliciosamente embriagadora, empiezo a bombear pausado, pero como esta todo tan bien lubrificado, enseguida puedo bombear con mucha más alegría, sintiendo su dulce abrazo.
Le paso la mano hacia la entrepierna y le froto sobre el clítoris. Luego alargo la mano y le sobo las tetas. En medio de esta locura siento que me voy a correr. La tomo con ambas manos por las caderas, la agarro firmemente y la hago balancear haciendo impactar su culo con mi regazo.
Los chasquidos de la piel mojada al golpear nuestros cuerpos entre si es apoteósico, miro hacia mis compañeros y los veo expectantes.
Berta empieza a gemir, yo a resoplar fuera de mí. Ella se lleva la mano o coño y se lo maltrata como ninguno de nosotros se hubiese atrevido. Se lo frota, se lo estira se lo abre de par en par y se da sonoras palmaditas sobre los labios mojados.
Sus gemidos se convierten en gritos de placer y tiene un orgasmo sensacional. Yo hace unos instantes de no dejo de sentir como mi cuerpo se convulsiona para destilar hasta la última gota de leche que había en mis huevos.
Instantes después estamos los cuatro tirados por encima del sofá tratando de recobrar el aliento perdido. El comentarista deportivo anuncia el final del partido con un merecido empate entre los eternos rivales. Sinceramente, del gol del empate no me he enterado.
Cuando Berta se va, se hace el silencio, ninguno nos atrevemos a comentar lo sucedido. Dentro de un rato volverán nuestras mujeres del cine y ninguno sabremos comentar con precisión lo sucedido en el “partido del año”. Después de recogerlo todo y limpiar cualquier resto de lo sucedido, nos sentamos otra vez, para seguir los comentarios del locutor sobre el post-partido.
Antes que la cosa se termine de enfriar les suelto a bocajarro:
— Me debéis 150€ cada uno por la pizza y el servicio a domicilio. Las bebidas, olivas, las molestias de llamar a la pizzería y … elegir a la pizzera corren a mi cargo.
— ¿acaso creíais que todo era gratis?, no hombre noooo— le digo haciéndoles ver que deben aflojar la pasta para correr con los gastos que ha supuesto esta excitante aventura casera.
Mis amigos no salen de su asombro. Nunca hubiesen imaginado que se me podía ocurrir hacer algo así, contratar una chica para que nos hiciera vivir la aventura más extraordinaria de nuestras aburridas vidas. Hemos disfrutado como nunca y no ha salido mal de precio.
Deverano.