Sometiendo a un marido celoso
Estela descubre, despues de 2 años de sometimiento que puede domar a su marido machista y disfrutarlo.
Esta es la historia de Estela, que fue mi pareja, durante un tiempo, "sin compromiso", pues era casada.
De 1.70 m con muy buenas pompis, poco busto pero firme y una carita angelical.
SE casó a los 28 años con el tercer hombre que salió, Raúl, y ya antes de casarse sufría sus celos, aunque siempre era gentil amable con ella y entonces pensó que con el tiempo cambiaría.
Cuando conoció a su futuro marido usaba faldas cortas pues tiene unas piernas muy bien torneadas y salía con frecuencia a bailar con las muchas amigas que tenía.
Después de casada, Raúl mostró un lado dominante y machista al extremo que, poco a poco terminó sus salidas con sus amigas con las que sólo se comunicaba por teléfono.
Él era gerente de una gran empresa y el trabajo le llevaba gran parte del día y cuando venía a la noche generalmente estaba cansado para el sexo, aunque sí tenía tiempo para "tomarle examen" de sus actividades durante el día sin él, pues incluso observaba en detalle sus inflexiones de voz para ver si mentía, y sólo verla titubear le hacía grandes escándalos con lujo de gritos y quedaba sin hablarle durante varios días.
Ella vivía temiendo esos escándalos y durante casi dos años hizo "buena letra" privándose hasta de salir de compras si no iba con Raúl.
El sexo con él era rutinario y mojigato, posición de misionero y ninguna otra, ella nunca le hizo sexo oral pues eso "lo hacen solamente las putas", además era obsesivo con la limpieza y eso era otra de razones para que ella no se metiera su pene en la boca que Raúl besaba.
Sin embargo había un detalle que fue, posteriormente, su salvación : a él le gustaba lamerle su bulba y clítoris , y también introducirle la lengua en su vagina.
Un día, después de una discusión por sus celos, pues un hombre la había mirado con lascivia y hasta había murmurado algo al verla pasar a ella junto a Raúl.
Él, en lugar de enfrentarlo empezó a gritarle a ella que "provocaba a todo el mundo con su forma de caminar". Estuvieron sin hablarse todo el día, pero a la noche, Raúl suavemente puso su cabeza sobre su pubis y empezó a lamerle: primero el monte de Venus, luego bajando lentamente su pantaleta, alrededor de su clítoris y Estela, que seguía enojada pero se estaba excitando mucho finalmente agarró su cabeza y empezó a dirigir su movimiento hacia el clítoris, su vagina y de nuevo el clítoris a un ritmo que, como ahora manejaba ella, le gustaba cada vez más.
Lo tuvo varios minutos así moviendo su cabeza como si fuera un balón y ubicando su lengua en los lugares que más le gustaban a cada momento.
Finalmente estalló en un fuerte orgasmo y tiró fuertemente de la cabellera de Raúl apretando y comprimiendo su cara contra su pubis. Sintió que él se resistía y trataba de separarse pero eso le excitó mucho y apretó mucho más contra ella la cabeza de Raúl haciendo que su nariz se aplastara contra su monte de venus y los labios en la vagina. Raúl no podía respirar, lo sostuvo así unos segundos hasta que él, mas fuerte, se liberó.
Entonces ella notó que él estaba excitadísimo y en lugar de regañarla, subió sobre ella la penetró de una vez hasta el fondo y comenzó un mete-saca frenético que le provoco a Estela 2 orgasmos más, hasta que finalmente se retiró eyaculando afuera para no embarazarla.
-¿Parece que te gustó?- le dijo después de un rato Estela.
Él no contestó y se ruborizó. Su machismo le impedía reconocer que el haber sido forzado le gustara.
-Si no te gustó no te agarraré más la cabeza cuando lo estemos haciendo- Insistió ella.
-Lo único que no debes hacer- dijo molesto Es apretarme contra ti cuando llegas al orgasmo. Unos segundos después tus jugos arrecian y se meten en mi boca y sabes que me da asco tragarlos-
-Pero me pareció que te excitaba mucho que lo hiciera. ¿estás seguro?- dijo Estela con sorna y sarcasmo.
Raúl se levanto emitiendo un gruñido y fue a lavarse el cuerpo, la cara, y finalmente tomó una gran cantidad de desinfectante bucal que escupió después de un buche. Siempre se lavaba inmediatamente la boca después del sexo pues su obsesión por la limpieza lo hacía descortés con su pareja ya que ocupaba el baño siempre antes que ella.
Estela percibió la contradicción y molestia de su marido por ser sometido y gustar de ello y pensó que ese estado de confusa molestia en que lo dejaba podía serle útil después de la próxima discusión, pues había notado que ella quedaba en situación de dominio sobre él por primera vez.
En los siguientes días todas las veces que hicieron el amor ella presionó la cabeza de él contra su vagina al llegar a el orgasmo y él no sólo no se quejó sino que respondía mucho mas apasionadamente en la penetración que venía luego.
Estela disfrutaba mucho ese pequeño sometimiento de Raúl, mientras que él, inmediatamente después del sexo evitaba mirarla a los ojos sabiendo que tenía esa sonrisa sarcástica y sobradora por haber hecho algo que él dijo que le molestaba y que el aceptaba sin quejarse ya.
Envalentonada invitó a sus amigas a su casa para conversar y tomar el té sabiendo que la reunión se extendería hasta que viniera Raúl y quería ver cómo reaccionaba.
En la charla le contó a sus amigas cómo había sido su vida hasta ahora con Raúl y los detalles del descubrimiento de su "debilidad".
Las amigas insistieron que debía separarse, que un tipo así es un cavernario, etc, salvo Silvia, su amiga bisexual y ferviente feminista que Raúl odiaba, ella le dijo:
-No creo que debas separarte, debes domarlo-
-¿Cómo?- preguntó sorprendida Estela.
-Debes aprovechar su "debilidad" y someterlo completamente, su machismo se desmoronará, sufrirá bastante pero terminará gozando siendo tu esclavo-
-No, eso es imposible,- gritaron ella y las otras. y Estela dijo:
-Además no me gustaría que él sufriera pues lo amo- al decirlo descubrió que sonaba falso pues últimamente había sentido muchísimo placer al verlo sufrir su contradicción después del sexo.
En ese momento entró Raúl y al verlas, corrió de mala manera a sus amigas entre los gritos de Estela que decía que esa era su casa y no tenía derecho a echar a nadie.
Finalmente, al irse sus amigas Estela fue a su habitación llorando.
Estando ella sobre la cama, entra Raúl y secamente y casi gritando le dice: -No quiero que vuelvas a invitar nunca a tus amigas y menos a esa lesbiana asquerosa-
Estela, llena de furia se levanta y de un fuerte cachetazo le da vuelta la cara. Raúl quedo turbado y sorprendido por esta reacción. Estela sabía que él no podría hacerle daño pues ella conocía defensa personal y él sólo era un ejecutivo sin tiempo para gimnasia.
-¡Estas loca!- dijo el sorprendido
De inmediato otro fuerte cachetazo de ella le giró la cara hacia el otro lado.
Estela sintió que pegarle le daba placer. El ver las marcas de sus dedos en la cara de él le empezó a humedecer su vagina.
Sin esperar más, de una zancadilla, lo tiró dejándolo con la mitad superior de su cuerpo sobre la cama y las piernas hacia el piso.
Ella se sentó sobre su pecho aprisionando sus brazos con sus piernas y corriendo su tanguita a un costado apoyó sus genitales sobre la cara de Raúl que terminó con la nariz dentro de su vagina y su boca tapada por el culo de ella.
Estela empezó a moverse de adelante hacia atrás gritando:
-¡Saca tu lengua y lame bien mi culo o no podrás respirar otra cosa que mis jugos!-
Raúl jamás había lamido el ano de Estela porque formaba parte de esas cosas que sentía asquerosas, y que, tratando de respirar se metieran los jugos de ella por su nariz; lo sentía atroz.
Estela, mientras tanto descubría el inmenso placer que le daba humillar así a un marido que la había tenido sometida casi dos años y tuvo un fuerte orgasmo cuando él, tímidamente y asfixiándose sacó su lengua y lamió.
Se levantó un poco para dejarlo respirar y él giró la cabeza para no volver ser violado de esa forma, pero para ella fue fácil tomar la cabeza de él, con las manos que tenía libres girarla de nuevo y acomodarse lenta pero ya más pesadamente sobre la cara de su marido que gemía y se contorsionaba de furia y humillación.
Estela comenzó nuevamente a mover su cadera hacia adelante y atrás metiendo y sacando la nariz de Raúl de su vagina empapada. Al desplazarse hacia atrás notó que el peso que ahora apoyaba sobre la cara de su esposo era tanto que empujó su mentón forzando la apertura de su boca al máximo. Entonces se quedo un poco para descargar sus jugos copiosos de su reciente orgasmo. Sentía un placer tan intenso como nunca al ver que Raúl golpeaba la parte externa de sus muslos con lo único que podía mover que eran sus manos, mientras que con sus piernas se revolvía frenético tratando de salirse, pero que nada podía hacer.
Al escucharlo tragar ruidosamente los jugos que ella había descargado en su boca, (pues con la boca abierta es imposible tragar sin hacer ruido), tuvo otro orgasmo mas intenso y largo que el anterior al punto que olvidó levantarse un poco para dejarlo respirar y sólo se dio cuenta cundo vio los gestos de desesperación que hacía con sus manos y los ojos ahora suplicantes, pero aún así esperó un poco a que terminara su orgasmo para darle aire.
Estela se sentó nuevamente sobre el pecho de Raúl y se quedó mirándolo satisfecha.
-¡Pudiste matarme!- dijo él, pero ya había cambiado su gesto violento por uno lloriqueante.
-Nunca mas vas a volver a echar a nadie que yo haya invitado a esta casa- dijo ella amenazante y dueña de la situación- ¡Nunca! ¿Entendiste?- continuó.
-Está bien, querida, no lo haré más- Dijo él evitando mirarla a los ojos.
Este gesto de total sometimiento le provocó a Estela un mayor flujo de jugos en su vagina así que aprovechó para volver apoyarse en la cara de su marido, aunque ahora, más suavemente y poniendo su bulba en la boca de él, mientras que la nariz quedaba semilibre contra su monte de Venus y le dejaba, aunque trabajosamente, respirar empujando los jugos que habían entrado en su nariz hacia la garganta, que sonaban como si estuviera resfriado.
Nuevamente, esta humillación calentó a Estela que sin empujar con su peso le ordenó:
-¡Abre la boca-
A lo que su marido inmediatamente obedeció recibiendo, una vez más, jugos de su vagina que sólo podía tragar pues no tenía como escupir.
Al verlo tan sumiso, Estela tuvo su tercer orgasmo, aunque no tan intenso como el anterior, pero mucho mejor de los que tenía normalmente. Esperó unos minutos a que bajar todo su flujo en boca de su marido y que éste lo tragara y finalmente "desmontó" y se tiró sobre la cama a descansar. Estaba exhausta.
Raúl tambaleante se fue al baño a lavarse la boca y la cara. Al escucharlo con su enjuague bucal, Estela le dijo desde la cama:
-No podrás limpiar lo que te tragaste, mi amor, ¡y tragaste mucho!-
Se sentía feliz de seguir humillando todavía a su marido y que él ya ni se animara a contestarle enojado.
Ambos seguían vestidos y ella no dio pié para que él pudiera descargarse penetrándola, de la erección que tenía.
Formaba parte del castigo y además, después de 3 orgasmos tan intensos ya sólo quería descansar.
Luego de un rato se desvistió y se durmió en silencio dándole la espalda.
El se quedo en silencio, excitado y sin poder dormir.
A la mañana siguiente ella se levantó alegremente como si nada hubiese pasado y se puso a preparar el desayuno.
Raúl esquivaba mirarla y se mostraba resentido entonces ella le dijo:
-Amor, me gusta que ayer hayas prometido el luchar contra tus celos para que ambos tengamos una pareja mas feliz-.
-Verás que esta noche te voy a hacer gozar mucho.-
Esa noche dejó que él manejara el sexo y él mostró tanta excitación que tuvo dos eyaculaciones seguidas sin sacar, aunque con condón para prevenir el embarazo.
Durmieron abrazados.
En los siguientes días las escenas de celos disminuyeron. Aunque a Raúl evidentemente le excitaban los "castigos" de su mujer, le producía mucha contradicción con su machismo el sentirse humillado por su esposa después de reprenderla.
Llegó el día del almuerzo de la empresa de Raúl y, como habían convenido hacía tiempo con Estela, esta vez la iba a llevar para terminar con las bromas que le hacían otros gerentes sobre su machismo y "tenerla encerrada en casa para que no la tocaran".
Como la ropa que se iba a llevar era informal. Estela se puso la única minifalda que le quedaba de "las viejas épocas" anteriores a su matrimonio, y una blusa escotada y ceñida al cuerpo que le resaltaba sus formas.
Al verla, Raúl frunció el ceño:
-Pensé que te ibas a poner uno de tus vestidos- Le dijo enojándose.
-¿No es que me llevas para desmentir tu fama de celoso machista?-
-¿Piensas que lo vas lograr si voy vestida como una monja?-
-Esta es la única falda que me queda de mi época en que no me reprimían constantemente-.
Con un gruñido, Raúl tomó las llaves y se dirigió al auto sin mirarla.
Ya en el almuerzo, Estela conoció al archienemigo de su marido, Ricardo. Era subordinado de él que vivía haciendo trampas para dejarlo mal parado delante del Presidente de la empresa y quedarse con su puesto.
Raúl lo odiaba, aunque no podía correrlo pues era íntimo amigo del hijo del presidente, además, hacía sus manejos de tal forma solapada que Raúl nunca podía acusarlo.
Estela al ser presentada, juzgó de inmediato que Ricardo no sólo era el más guapo de la reunión sino, el mas simpático y agradable. Era visiblemente mas joven que ella, unos 27 o 29 años, alto, atlético y con mirada de niño travieso, a pesar de saberlo enemigo de su esposo, le gustó de inmediato.
Al llegar el momento del baile, Ricardo, había estado mirando insistentemente a Estela sin que Raúl lo notara, se acercó a la mesa y le pidió permiso a Raúl para sacar a bailar a Estela con una sonrisita socarrona, Estela miró a su marido con un gesto como diciendo: "si no aceptas, volverán las bromas"; y Raúl asintió con la cabeza, aunque no muy contento.
El tema era movido y para bailar suelto, habían oscurecido el salón así que, desde su mesa, Raúl apenas distinguía a su esposa entre las demás parejas.
Ricardo, mientras bailaba no dijo una sola palabra, sólo miraba a Estela fijamente todo el tiempo. Esto excitó a Estela aunque temblaba de imaginar la reacción de su marido si sospechase sus pensamientos.
Al terminar la pieza, Estela giró para volver a su mesa pero Ricardo la tomó de la cintura y le plantó un beso en la boca, ella se sorprendió y asustó muchísimo, por suerte estaban entre la gente y Raúl no podía verlos pero las parejas cercanas sí.
-¿Que haces?. Estas mal.- le dijo temerosa
-Espera que ahora viene un tema lento- dijo él
La sujetó fuerte de manera que sintiera su erección y mientras bailaban una delas manos de él, empezó a bajar lentamente sobre su cintura llegando al cierre de su minifalda que empezó a bajar. Estela, más asustada y excitada que antes inmediatamente le agarró la mano pero el movimiento era tan forzado que temía que las parejas vecinas se dieran cuenta de toda la escena. Ricardo empezó a forcejear para meter su mano por el espacio que había dejado el cierre a medio bajar, y , como los movimientos de ella evitándolos eran muy ampulosos tuvo, finalmente que dejarlo para evitar que todos se dieran cuenta.
Él aprovechó y metió su mano no sólo por la raya entre las nalgas sino que, además, corrió la tanguita y llegó con su dedo mayor hasta el ano, que empezó a masajear.
Estela se volvió loca de excitación, sus jugos mojaban ya su ropa interior pero le horrorizaba la idea que alguien de los que estaban cerca pudiera contarle a Raúl.
Mientras seguían bailando Ricardo retiró la mano y eso la tranquilizó, pero luego vió que disimuladamente había mojado su dedo mayor con saliva para volver introducirlo bajo su ropa y forzar la entrada de su pequeño ano hasta introducir la primer falange.
Estela, al sentir el dedo dentro suyo en su ano virgen enloqueció de calentura pero su temor a ser descubierta era muy grande y abruptamente se separó de Ricardo, levantó su cierre y se dirigió a la mesa.
Su marido al verla le dijo:
-Todavía no terminó la pieza, ¿cómo es que has venido?- con una mezcla de suspicacia y enojo.
-Tenía que venir a buscar mi bolsa para ir al baño- le respondió nerviosa.
Era lo único que se le ocurrió así que se dirigió al baño. Al llegar vio que era de esos baños individuales que se cierran con llave.
De inmediato sintió que golpeaban.
-Ocupado- dijo. No podía salir tan rápido o su marido se daría cuenta.
-Soy yo, ábreme- respondió la voz de Ricardo.
"Está loco".Pensó. ¿Cómo voy a abrirle?¿Para que me coja aquí, con mi marido en la mesa?.
La idea aumentó la calentura que traía y recordando el dedito en su ano y que ya nadie podía verlos, giró la llave.
Ricardo entró velozmente y antes de haber cerrado de nuevo ya estaba dándole un beso de lengua que ella respondió gustosa.
Sin sacarse el cinturón, bajó rápidamente el cierre de su pantalón y el bóxer y su pene saltó como un resorte.
-Ahh... ya no aguantaba...-dijo Ricardo respirando.
Estela jamás había visto algo así. Juntando los 3 penes que conocía no podría hacer la mitad de éste, era enorme y nervudo, hasta llegó a asustarle.
Ricardo empujó suavemente su cabeza hacia abajo indicándole lo que quería y ella se arrodilló con la intención de meter ese monstruo en su boca, pero fue imposible. Aún abriendo al máximo su boca estaba lejos de poder introducirlo, así que empezó a pasarle la lengua por el glande y besarlo con gran satisfacción.
Después de unos minutos, él la levantó y la puso sobre el lavabo como si fuera una muñeca, su pene estaba brillante por la ensalivada de Estela. Le subió la falda y arranco de un tirón la tanga. Estela no creía que ese pene pudiese entrar en ella pero la excitación era tan grande que estaba dispuesta a intentarlo, también sentía un intenso placer morboso en cornificar a su marido con la persona que mas odiaba. "Se lo merece desde hace tiempo", pensaba,"y ojalá me entre toda pues voy a gozar esta infidelidad como nadie".
De hecho no era tan fácil Ricardo empujaba pero la cabeza no entraba en la vagina de Estela. A cada intento, ella sentía punzantes pinchazos en la entrada que le hacían pegar gritos. Hubiese querido salirse pero ya no podía, Ricardo la sujetó firmemente de la cadera y la atrajo hacia sí con fuerza, allí la cabeza de su pene entró dentro de Estela que pegó un grito y, adolorida intentó sacársela, pero él era muy fuerte y siguió empujando sin importarle que ella gritara que por favor, se la sacara, que le dolía.
Ya no estaba sobre el lavabo, él la sostenía con sus brazos y su pene ensartándola.
Ella se sentía como si fuera un pavo de Navidad al que abren para rellenar, sentía dolor pero mentalmente, todavía disfrutaba el ser poseída de esa manera.
Al introducir la mitad, el pene ya tocó fondo.
-Lástima- dijo Ricardo - El hacerte sentir mis bolas golpeando tus labios vaginales queda para la próxima-
- Por favor, me duele, ya quítamelo, Ricardo- Suplico Estela.
Él, después de unos segundos para que la vagina de Estela se dilate comenzó suavemente a moverse. Se la sacaba un poco y luego, suavemente se la metía a fondo de nuevo. Lo hacía despacio pues Estela estaba tan estrecha para él que temía desgarrarse el frenillo.
Ante tanta suavidad Estela dejó de quejarse y se dejó disfrutar. Luego de un rato, a pesar que aún sentía dolor en la entrada de su vagina Estela tuvo su primer orgasmo y de inmediato Ricardo eyaculó dentro de ella.
-A ver si le damos a Raúl un hermoso hijito- dijo Ricardo que, acomodándose la ropa le dio un beso y sin decir más nada salió del baño.
Estela quedó sobre el lavabo un momento, con las piernas muy abiertas y los brazos colgando como una muñeca rota.
Al rato se compuso como pudo y salió a buscar a su marido, apenas podía caminar bien. Al llegar a la mesa su marido dijo:
-¿Por qué tardaste tanto?¿Qué te pasó?- Su cara no era de preocupación sino de furia.
-Se me adelantó la regla. Así que no empieces con tus estúpidos celos porque no estoy de humor y no tengo tampones.- Todo esto lo dijo devolviendo el enojo e imperativamente, dirigiéndose de inmediato hacia la salida.
Llegó al auto mientras Raúl se despedía apuradamente, y entró raudamente para evitar que se viera el semen y jugos que fluían casi alcanzando sus rodillas desde su vagina enormemente abierta y escaldada, pero deliciosamente adolorida. Para colmo no tenía tanga pues Ricardo la había roto, si Raúl veía algo de esto estaría en problemas, así que decidió maltratarlo y gritarle para evitar interrogatorios.
Cuando él entró al auto le dijo:
-¡Ya vámonos de una vez!¡¿No te dije que no tenía tampones?!-
-Estoy manchando la falda- Efectivamente así era, pero no de menstruación.
-Perdón, querida, pero debía despedirme- dijo Raúl sumiso y culpable.
Estela sonrió. Ya lo había logrado. Ella sería ahora la ofendida y, además tendría una excusa para que él no anduviese viendo por allí abajo como estaban las cosas. Tenía 5 días para que su vagina volviese a la normalidad.
Al llegar corrió al baño y al tratar de ponerse uno de sus tampones se le salió, su vagina estaba tan agrandada que esa medida no le servía, vió además que el borde estaba con múltiples pequeños desgarros que le ardían. Haber sido cogida así hizo que se excitara nuevamente y, pesar del ardor y la situación, tuvo que masturbarse durante el baño de inmersión, que tomó para borrar las señales.
Se puso la pijama y se acostó junto a Raúl, que ya estaba en la cama, dándole la espalda y fingiendo un gran enojo por sus celos "injustificados".
Un rato después de haber apagado la luz, la satisfacción de haber corneado a Raúl pasó del placer morboso a la calentura y se masturbó una vez más pensando en esa cornamenta tan bien puesta y en cuanto crecería de ahora en más.
(CONTINUARA)