Sometiendo a mi compañera de trabajo
Primera parte de como comienzo a someter a una compañera de trabajo.
Sometiendo a mi compañera de trabajo (1)
Trabajamos juntos, día tras día, no sería capaz de enumerar aquí los días, menos aun los años. Mi memoria (como sabes) es errática, un desastre para quienes me rodean. Trabajamos juntos y te he visto crecer, durante todos estos años has adelgazado, engordado, embarazado o enfermado. También has cambiado tu pelo de color, de forma, de longitud. Trabajamos juntos y día tras día te he mirado de reojo sin atreverme a formular la más mínima de las proposiciones. Te has casado, has tenido hijos, han pasado muchas cosas y yo te veo cada día más lejos. Pero ni por un momento pienses que me he enamorado de ti. Simplemente quiero que seas mía.
Mi posesión. Que tu voluntad me pertenezca, que tus risas, tus llantos, tus miedos, tus alegrías, que todo eso (y más aun por venir) sea provocado por mí. Hoy has llegado al trabajo como siempre, con esa media sonrisa colgada de la cara, tu pelo corto y castaño hecho un revoltijo, vistes unos pantalones de algodón blancos y una camiseta de tirantes. Hoy has llegado al trabajo como siempre repartiendo sonrisas, sonrisas que salen de tu mirada, nunca de tu boca. Pero hoy es diferente porque hoy es el último día antes de irte de vacaciones. Y hoy he decidido que serás mía, por tu propia voluntad perderás tu voluntad, por tu propia pasión perderás el control de tu pasión. Hoy he llegado antes al trabajo y te he dejado una nota en el cajón, dice simplemente "hoy serás mía" acompañada de una dirección de correo electrónico.
Cuando has llegado has abierto el cajón, has mirado la nota pero no has dicho nada. Simplemente has observado a cuantos habíamos a tu alrededor trabajando (o aparentemente trabajando) y entonces te has ido a hacer un café. Durante toda la mañana he estado observándote, pequeña, delgada, moviéndote entre todos de una manera deliciosamente, sonriéndonos de todas las formas posibles. Y mientras hacia todo eso yo iba mirando el correo. Nada. Me he ido a comer. Cuando he vuelto tú ya no estabas, me he vuelto a conectar al correo y descubro que me has escrito.
"¿Quién eres?"
He contestado escuetamente a tu correo.
"Creo que ya sabes quien soy, la nota solo ha podido dejarla un compañero de trabajo. Si quieres jugar arriésgate. Solo se vive una vez y tu aun no has comenzado a vivir".
Inmediatamente después de enviarle la contestación ya me arrepiento de mi solemnidad. Me conozco, se que soy un gran amo pero también se que la solemnidad que en ocasiones me acompaña asusta a las novatas. Pero lo asumo, soy fruto de mis circunstancias. Cuando soy amo soy amo, cuando no soy amo sigo siendo amo y solo dejo de ser amo cuando tu me lo suplicas.
Ella vuelve al trabajo, ha ido a comer también. Se sienta en su mesa y lee el correo. Parece que está contestando. Al poco rato me llega su contestación.
"Puedes ser varias personas. ¿Estas todavía aquí?"
Contestarle que si es peligroso. Solo quedamos 6 hombres en toda la planta. Es verano. Miro a mis compañeros, quizás solo 3 (contándome a mi) podríamos haber escrito una nota así. Y ella debería saberlo. Quizás contestar es acotar demasiado el terreno a alguien de quien desconozco sus reacciones. Dicen que quien no se arriesga
"estoy aquí" contesto
Observo de reojo que has recibido el correo, nos miras a todos, yo hago ver que trabajo (cosa que no creo haber hecho en todo el día). De improviso tecleas algo y yo recibo un nuevo correo.
"Atrévete, ven a buscarme, vayamos a la sala de café y hablemos".
Es demasiado peligroso. Aquí, en el trabajo. Aunque bien pensado, quizás podría ir a buscarte a invitarte a un café y si te cabreas fingir que solo iba a invitarte a un café.
Me levanto y me dirijo a ti. Me ves llegar pero no sonríes, ni tan siquiera con los ojos. Aun estoy a tiempo de dar la vuelta. Pero no lo hago. Yo nunca doy la vuelta ante una sumisa y algo me dice que tu eres una sumisa.
-¿Quieres un café?
-Bueno contestas sin apenas emoción- así podré consultarte algo.
Nos dirigimos a la sala de café, no hay nadie. Perfecto. Saco dos cafés y entonces soy yo quien pregunta.
-¿Qué querías consultarme?
-No te hagas el idiota, desde el principio sabia que eras tú.
-¿A que te refieres?
-Mira, seamos serios, si tu me has escrito es por algo. Voy a escucharte, simplemente, pero no juegues conmigo. Dime a que te referías con la frase "hoy serás mía" ¿Hablamos de sexo?
-No.
-¿Entonces?
-No se como contártelo, así de repente podría parecerte ridículo.
-¿Te crees que soy una niña? Llevamos trabajando juntos 14 años, deberías saber que no soy una niña. Aclárame esto de la manera mas simple posible.
-Bueno, hoy te vas de vacaciones y yo no hago mas que pensar que estaré un mes sin verte, últimamente han sucedido cosas en mi vida, personas que han llegado y se han ido, te veo cada día y cada día me pregunto porque no podría tenerte a ti.
-A mi no me tiene nadie, ni mi marido.
Quizás haya llegado el momento de jugar con las palabras. Yo soy un maestro de las palabras.
-¿Nunca has sido propiedad de nadie?
-¿A que te refieres?
-¿Sabes lo que son la relaciones de dominación y sumisión?
Ella me mira pero no dice nada. Por un momento he creído adivinar un brillo en sus ojos. De repente me doy cuenta de que estoy en un callejón sin salida, si ella sabe lo que es se resistirá como buena sumisa, pero si no sabe lo que es se asustará cuando se lo cuente.
-Se lo que es. ¿Qué pretendes?
Me acerco a ella, mi cara esta a apenas unos centímetros de la suya, poso mi mano en su hombro y le digo lentamente.
-Que seas mía.
Pasan unos segundos. Ella esta pensando, sin mirarme a los ojos. Yo sopeso las posibilidades. No ha habido un rechazo inmediato. Ella dice saber lo que son las relaciones de dominación y sumisión. Veo que sus manos están temblando.
-Tuve una relaciona si comienza a decir sin mirarme a la cara- antes de casarme.
-¿Cómo la recuerdas?
Simplemente sonríe. Yo me vuelvo a acercar a ella y le digo
-Dentro de cinco minutos en la planta séptima, la de la agencia de publicidad. Esta vacía, comenzaron las vacaciones la semana pasada. Esperame en la puerta de los lavabos de hombres.
Ella me mira pero no dice nada. Sigue temblando.
-¿Ahora? pregunta simplemente.
-Ahora.
Y me voy dejándola en la sala de café. Vuelvo a mi sitio pero ella no aparece por el suyo. Transcurridos cinco minutos subo a la planta séptima y me dirijo a los lavabos. Allí esta ella. Nadie puede vernos. Me acerco a su espalda y le cojo los brazos apretándoselos tras la espalda.
-¿Cómo me llamo? le pregunto.
-Ricard contesta con voz mínima.
Le aprieto aun mas los brazos.
-Solo pregunto una vez las cosas. Como es nuestra primera conversación haré una excepción.
-Amo.
-Entra en el lavabo y desnúdate, completamente.
-Espera alguien podría venir.
La libero de los brazos y me coloco frente a ella, levanto la mano y ella se protege del golpe con los brazos. Entonces rápidamente le doy un suave puñetazo en el estomago que la obliga a doblarse. Casi no ha sido un puñetazo. Ha sido más bien un golpe suave pero malintencionado. Ella me mira y asiente.
Entramos ambos al lavabo y comienza a quitársela ropa. Su cuerpo es de lo mas normal para su edad (esta a punto de cumplir los 40), pechos pequeños, culo grande, estomago prominente, tobillos hinchados, la cicatriz de la cesárea. Su vello es abundante y de color castaño. Podría ser una mujer cualquiera de una ciudad cualquiera, pero aquí y ahora a mí me parece la sumisa más fantástica que cualquier amo desearía tener. Tantos años esperando
Me acerco a su cara y la miro directamente a los ojos.
-¿Me tienes miedo? le pregunto.
-No lo se.
-Es normal, pero no debes tenerme miedo, tan solo respeto y obediencia. Si no me obedeces es entonces cuando deberás tener miedo
Miro mi reloj, son las cinco de la tarde.
-¿Ha que hora has dicho a tu familia que volverías?
-Hoy es el primer día de vacaciones y ellos han salido ya en dirección
Sin dejarle continuar la frase le doy una bofetada. Ella me mira a la cara, sorprendida, sus mejillas están rojas y blancas, cambiando de color. Pronto recuperan la circulación.
-Te he preguntado por una hora.
-Mañana a mediodía debería llegar al pueblo.
Sonrío. Aun te queda mucho por aprender hoy. Mas de lo que crees mi pequeña y novata sumisa.
(Continuará)