Sometiendo a Kamala

Mi mujer había sido elegida vice presidenta de los Estados Unidos y yo le doy la bienvenida cuando llega a casa.

Me repugnaba todo ese ambiente.  En buena hora le di permiso a mi mujer para presentarse a vice presidenta del gobierno.

No solo eran las tres horas que nos pasamos al aire libre pasando un frio tremendo mientras ella y el carcamal que había resultado elegido presidente era coronados, sino las dos horas antes aguantando a toda clase de chupapollas que querían ser alguien en la política o lo habían sido.

Acaba la ceremonia y después de saludar a todo el mundo, Biden y su señora bajaron las escaleras del Capitolio saludando a nadie pues nadie había delante suya, pero ya sabemos amigos, la televisión manda, a diez escalones mi mujer y yo hacíamos el mismo ridículo teatro hasta que llegamos a final de las escaleras.   Despedimos a la primera nueva familia y esperamos a que llegase un coche a recogernos.

Yo la verdad es que dentro de aquel coche no duré ni cinco minutos, tiempo que tardo la comitiva de la vicepresidenta en salir del tiro de las cámaras y en parar para que yo me subiese a otro coche que me llevaría a mi antigua casa, casa en la que ya no dormiría pues esa misma tarde seriamos trasladados a nuestra residencia oficial en la Ronda del Observatorio 1.  Kamala se fue a la Casa Blanca a dictar las primeras ordenes presidenciales que ponían punto final al desastroso gobierno del carcamal anterior.

Como ya había avisado no permití que el servicio secreto entrase en mi casa por lo que se quedaron fuera.  Me duche, me vestí de acuerdo al recibimiento que merecía mi mujer, recogí unos pocos libros que me quería llevar y comí algo.

Puntual como un reloj, a las 7:45 de la tarde mi mujer entro por la puerta, de nuevo sus guarda espaldas se quedaron fuera.

Cuando Kamala entró dejó su maletín, se arrodilló y bajo la cabeza.

Yo me dirigí a la entrada de la casa.

-       así me gusta perra, fuera de esta puerta podrás ser la mujer más poderosa del mundo, pero aquí estas en mi reino y no eres más que una perra, mi perra.

Le di un sorbo al whiskey que tenia en la mano.

-       Quítate el plug que llevas metete este plug en el culo.

Kamala lo tenía fácil.  Lo tenía en el suelo a menos de 20 cm de donde se había arrodillado.

Mi mujer no tuvo problema para hacerlo, tal y como le había ordenado, no llevaba bragas por lo que solo tuvo que meter sus manos entre sus mulatas cachas y con un “ploff” sonoro se sacó del culo un plug puntiagudo y se metió el gordo que le había dejado.  A juzgar por las caras que ponía el tamaño era algo nuevo para ella, lo había comprado para la ocasión.

Kamala siguió de rodillas y yo me acerqué.  Le puse su collar de perra, las muñequeras de cuero y las tobilleras.  Había decidido no usar por una temporada las que tienen pinchos dentro, sobre todo por la prensa no por mis ganas.  Nunca le pregunté su parecer.

-       perra, ahora quiero que vayas a nuestra sala de juegos.  – me di la vuelta y empecé a subir escaleras arriba.  Sabia que la perra no se atrevería en subir de otra manera que no fuese de rodillas.

La espere en mi sala de torturas sentado en un sillón con la polla dura ya fuera de mi pantalón de cuero.

Kamala apareció poco después y se quedó quieta a cuatro patas en el umbral de la puerta.

-       pasa perra y coge tu juguete.

Kamala apresuró el paso hasta donde yo estaba y agarró mi polla con su boca.  Pero sin chupar, nadie se lo había autorizado.

-       chupa perra – y mi mujer empezó a comerme la polla mirándola como ensimismada.

Con una mano agarró uno de mis huevos, le di una bofetada.

-       ¿quien te ha dado permiso asquerosa? – Kamala bajó la cabeza y siguió chupando sin ayudarse de las manos.

Kamala siguió chupando hasta que ví que me corría, y si me corría perdería el interés, y hoy era su gran día, y su gran día había que hacerlo más grande aún.

La hice ponerse de pie, cogí unas tijeras y corté vestido morado y su sujetador.  Mi perra tendría como recuerdo de este día un vestido cortado.  Para ella el día de mañana iba a ser más importante que yo la desnudase que como fue vestida a la pantomima de la mañana.

Hice que se acercase a la cadera y una vez atada a ellas, las tensé dejando su cuerpo estirada, casi de puntillas.  Cogí un montón de pinzas de la ropa que tenía en una caja, y después de rodearle poner una en cada pezón, cubrí sus tetas de un lado a otro con las mencionadas pinzas.  Kamala se relamía.  El cuerpo de mi mujer no estaba mal, un poco rellena, pero para su edad se mantiene bien.  Por deseo mío, llevaba meses sin depilarse el coño y el culo.  Me encantaba mirarle del pelo del coño.

Saqué mi cinturón y le di cinco veces en cada nalga

-       hay que bajar los humos a estas perras, lo tuve claro desde que te ví el primer día.

A Kamala la había conocido en una orgia.  Básicamente estaba divorciado y siempre me fue el rollo del sexo duro.  En cierta ocasión me invitaron a una orgia de entrada muy restringida, y por que no decirlo, muy cara, pero la idea de un fin de  semana rodeado de gente abierta de mente justificaba el precio.

Kamala debió de ser la segunda o tercera que me follaba en ese fin de semana de desenfreno.  Cuando la vi me pareció una mestiza bajita y altiva.  Perfectamente rasurada y con unos pezones mirando al cielo.  Al principio fue un polvo, después coincidimos en un cuarteto y después de comerle el coño en la piscina donde volvimos a coincidir acabamos cenando juntos en un reservado y sodomizándola hasta el amanecer.  El último día viendo que a la chica le iba lo duro, la sometí a una pequeña sesión de BDSM, sesión que repetimos el fin de semana siguiente, tres fines de semana después y hasta hoy.

Cambié el cinturón por un flogger corto.  Kamala respiraba agitadamente.  Cuando las tiras de cuero cruzaron su culo su cuerpo se tensó y dio un gemido largo y profundo.  El segundo golpe lo tomó con mejor talante y no fue hasta el decimo cuando volvió a gemir.

Me volví a mi whiskey y di un trago.  Aproveché el tema para cambiar  de flogger y aunque sabía que iba demasiado rápido, cogí uno que empezaba en una cadena y acaba en tiras de cuero grueso.

Es pura física, la masa de la cadena hacen que la fuerza del cuero sea ampliamente superior que simples tiras de cuero.  Después de 10 latigazos en cada nalga Kamala cayó rendida colgada por sus muñecas.

La solté y dejé que cayese.  No le dejé ni descansar,  La cogí de los pelos y la llevé hasta el cepo.  Sin miramientos le hice levantar y la amarré a el aparato.  A Kamala le temblaban las piernas.

Le quité el plug del culo y le penetré el culo con saña.  Bombeé unos minutos mientras Kamala empezaba a rogarme permiso para correrme.

-       amo, necesito correrme.

Yo dejé de bombear, simplemente me guardé la polla y fui a por la maquina sexual que habíamos comprado no hace mucho.

Le puse una polla de cinco centímetros de diámetro y 20 de largo y se la endiñé en el culo.  Deje que su esfínter se acomodase la polla y en pocos segundos la maquina estaba a tope taladrando su peludo culo.

Le metí la polla en la boca sin permitir que me la chupase, ella con mi polla posada en su boca, gemía y rogaba permiso para correrse, cosa que hice minutos después sin permiso lo que hizo que sacase la polla motorizada de su culo y entre los juguetes expuestos en la pared, cogí un latigo y me alejé unos metros de su culo en pompa.

Azoté su culo y espalda durante 10 minutos, cada golpe era un tormento para mi puta, ella gritaba, gemía y lloraba a cada golpe.  Yo me relamía y gozaba con su tormento.

Finalmente la saqué del cepo y la coloqué en un potro tumbada antes de quitarles las pinzas de las tetas.  Sodomicé a mi zorra hasta que a punto de correrme saque mi polla de su agujero trasero y se la metí en la boca donde empecé a correrme sacándola y regándole con lefa su presidencial cara.

Salimos una hora después de nuestra casa mientras el servicio secreto nos abría las puertas de nuestro Lincoln oficial.  Kamala andaba más recta que el palo de una escoba, con una mirada un poco altiva, solo se notó quizás cuando se sentó en el coche y sus nalgas fueron presionadas por el asiento.  El agente la miró con cara de sorpresa.