Sometiendo a Ana

Cogí su mano derecha y la até a la cabeza de la cama. Dí un paso atrás para apreciar mi obra. Sus piernas, atadas a las patas de la cama dejaban su coño abierto a cualquiera mientras que sus brazos quedaban uno a cada lado. Mi dulce novia, Ana, no podía moverse y en las próximas horas se iba a transformar en una zorra insaciable.

Sometiendo a Ana

Cogí su mano derecha y la até a la cabeza de la cama. Dí un paso atrás para apreciar mi obra. Sus piernas, totalmente abiertas estaban atadas a las patas de la cama y dejaban su coño abierto a cualquiera mientras que sus brazos quedaban uno a cada lado. Mi dulce novia, Ana, no podía moverse. No sabía nada pero en las próximas horas se iba a transformar en una zorra insaciable.

Ana tenía 23 años. Morena, alta, de pelo negro ondulado que le llega por encima de los hombros. Tiene algunos kilitos de más que no me importan pues tiene unas tetas impresionantes, con unos pezones pequeños pero que se ponían duros a la mínima provocación. A pesar de ese cuerpo vestía conservadoramente, nunca se ponía falda y rara vez llevaba escote. Nos conocimos en una de las clases de la universidad discutiendo. Su carácter fuerte, siempre peleando con alguien y llevando la contraria, me atrajeron al instante. Al salir de clase seguimos discutiendo y la invité a salir. Esa misma noche follamos. Resultó conservadora en eso y me parecía raro. Si la pasión que ponía por discutir la dedicaba a follar podríamos pasarla muy bien.

Salimos durante un año, en los que nuestra vida sexual estaba bien pero yo sentía que podría mejorar mucho. Le pedí que se depilase todo el vello del coño y me dijo que no, soltando antes un discurso sobre el feminismo al que no le presté mucha atención. El sexo anal tampoco quería probarlo. Aunque me la mamaba de vez en cuando, nunca me dejó correrme en su boca. Una vez la convencí de ver una porno y se la pasó hablando, bajándome de inmediato el calentón. Un día le propuse atarla y me dijo que no, aunque no con la misma convicción que otras veces. Pensé que si le insistía podía llegar a convencerla así que estuve dos semanas insistiendo en lo mismo hasta que, finalmente, accedió. No lo podía creer, así que antes de que cambiara de opinión le pedí que se quitara los pantalones y que se tumbara en la cama. Lo hizo con un suspiro de por medio. Cogí un par de cuerdas y la até lo más fuerte que pude, dejando bien separadas sus extremidades. Ahora estaba frente a mi con un diminuto tanga naranja y un jersey de cuello alto.

Le vendé los ojos y cogí una pluma que comencé a pasar muy lento por sus pies. Le hacía cosquillas, pero fui subiendo poco a poco por sus piernas, poniendo especial atención en los muslos y evitando acercarme demasiado al tanga. Para que accediese a lo que tenía en mente tenía que hacerlo muy lento. Me entretuve en las piernas un buen rato, subiendo y bajando y acercándome cada vez más a su zona íntima pero sin estimularla mucho rato. Mi intención era ponerla más cachonda que nunca para ver si así sacaba a la puta que, suponía, llevaba dentro. Por los gemidos note que no estaba mal encaminado. Así que dejé la puma y empecé a besar sus piernas de la misma forma, subiendo y bajando. Cada vez que me acercaba a su coño percibía el olor de su sexo. Cuando acercaba mi boca, Ana intentaba mover la cadera pero era inútil, las cuerdas la tenían bien sujeta. De vez en cuando simulaba no darme cuenta y dejaba la mano encima de su pubis unos instantes mientras ella intentaba moverse.

Me acerqué a su oído y le susurré:

“Hoy vas a ser mi putita”

Ana gimió un poco pero me dijo: “Ni se te ocurra empezar con eso que ya sabes que no me gusta nada”. Una vez la llame zorra mientras follábamos y se paró para darme una bofetada. Hoy no tenía esa opción.

“¿Ah si? ¿Y qué vas a hacer para evitarlo zorra?”, le pregunté

“Te vas a enterar cuando me desates, capullo”, respondió.

Salí de la habitación y volví con una cámara en la mano. Ana seguía hablando

“Es más, esto no me gusta. Quiero que me desates ya”, dijo. Los ojos tapados le impedían ver que estaba siendo enfocada por el lente de la cámara.

“Para asegurarme que te vas a portar bien voy a hacer esto, putita…” y antes de que protestara tome la primera foto. Ana se quedó muda pensando si en verdad había escuchado el click de una cámara.

“¿Estás tomando fotos?”, gritó molesta.

“Si, y como no te comportes el resto de la tarde irán a parar a internet”, respondí y le bajé la venda de los ojos. Me lanzó una mirada de odio y aproveché para tomarle otra foto. “así sin la venda no habrá duda de que eres tu” y se la volví a poner. Tomé unas fotos más.

Ana siguió protestando y yo, ignorándola, cogí unas tijeras y me prepare para cortar el jersey. En cuanto sintió el metal contra su vientre se quedó callada.

-“¿Qué haces? ¿qué es eso?” preguntó asustada, intentando ver a través de la venda.

-“Demostrarte que estás equivocada y que a pesar de lo que digas ahora vas a terminar rogando ser mi putita y harás todo lo que te ordene”. Terminé de cortar el jersey y Ana no paró de insultarme. Respondí quitándole la venda y sacando otra foto para el álbum, en sujetador.

Después puse las tijeras en sus bragas y las corté por en medio, asegurándome de que el frío del metal tocase, un segundo, su raja. Su pequeño tanga estaba empapado. Lo cogí y se lo puse en la cara para que lo oliera, mientras seguí sacándole fotos.

-“Ya ves guarrilla, tu mente dice una cosa pero tu coño otra muy distinta” y antes de que respondiera la di un azote con la mano abierta en el coño

Ella gimió y volvió a protestar pero para callarla froté su clitoris unos segundos con mi dedo y casi al instante cogí el tanga y se lo metí en la boca:

“Así ya no te vas a poder quejar, zorra”. Con las tijeras recorté el sujetador por la parte de enfrente y saqué varias fotos más. Cuando terminé le volví a poner la venda. Por fin la tenía totalmente desnuda y a mi merced. Sus pezones estaban duros y comencé a pellizcarlos y jalarlos.

“He puesto una cámara de video para grabar todo así que ya sabes que pasará si no obedeces, solo esta tarde”.

Mire su sexo, lleno de vello y con las tijeras comencé a recortarlo.

“Una putita como tu debe de llevar el coño sin pelos, para que sea más fácil acceder a el y usarla como se merece”, le dije mientras seguía recortando. Ana ya no protestaba. De vez en cuando ponía el frío metal de las tijeras en su clítoris unos segundos para excitarla y otras, aprovechando que no podía moverse, la sobaba con los dedos, asegurándome que disfrutase de su depilación. Estaba empapada.

Cuando no se podía recortar más con las tijeras fui al baño por una cuchilla y crema de afeitar. La esparcí en su pubis y comencé a rasurarla con mucho cuidado. Cuando tenía que afeitar en torno a los labios le metía un dedo hasta el fondo y tiraba su piel con el pulgar mientras pasaba la cuchilla con la otra mano. Ana chorreaba, literalmente. Había dejado de quejarse hacía rato y solo gemía mientras intentaba mover su pelvis al ritmo de mi mano. De vez en cuando le daba un azote con la mano abierta que, lejos de dolerle, parecían excitarla más.

Terminé de rasurarla y entonces le puse crema, para que quedara suave y no le picara. Le seguir frotando el clitoris y metiéndole un poco los dedos pero asegurándome que no se fuera a correr. A estas alturas yo tenía la polla a punto de reventar así que me acerqué a su oído mientras metía el dedo medio en su coño y con el pulgar frotaba su clitoris. Con la otra mano le quité el tanga de la boca y le pregunté.

“¿Te quieres correr zorra?”.

-“Si, estoy muy cachonda”, respondió Ana jadeando. A estas alturas estaba con la cara roja y le importaba poco como la llamase..

-“Pues falta para eso guarrilla. Vas a tener que rogar mucho el día de hoy para que te deje correr. Hoy estás aquí para darme placer que yo te use como quiera así que no protestes porque estás empapada como una perra” le dije, mientras seguía follándola con los dedos. Sus jadeos se hacían irregulares, noté que estaba a punto de correrse. Paré y saqué la mano y le di un azote.

“Primero me vas a dar placer a mí”, le dije, mientras acercaba mis dedos chorreantes de sus jugos a su boca y le hacía chuparlos. Mientras tanto me bajé los pantalones y calzoncillos. Mi polla estaba durisima y enseguida la metí en su boca. Ella empezó a lamer y yo la cogí del pelo con ambas manos y comencé a follar su boca.

Saqué mi polla y me puse en posición para hacer un 69.

“Lámeme los huevos y el culo zorra”, le ordené y yo comencé a hacer lo mismo con su raja, empapada. Tambien lamía su apretado culito, que nunca había follado. Cogí el tanga y lo metí en su coño.

Noté que Ana estaba cada vez más cerca del orgasmo así que pare. Tenía un plan para el día de hoy y para ello era fundamental no dejarla correrse hasta dentro de un largo rato. Volví a meter mi polla en su boca y a usarla como si fuera un coño. Después de muy poco tiempo estaba a punto de estallar.

Saqué la verga de su boca y comencé a masturbarme hasta que exploté, llenando de leche su cara y pelo. Nunca me había dejado hacerlo y hoy no estaba para pedir permiso. Quedó hecha un asco pero todavía muy excitada.

No la limpié y, sin decir palabra, me levanté. Me fui a duchar y a cambiar y al poco tiempo fui a la cocina. Abrí la nevera y cogí un pepino. A pesar de mi insistencia Ana nunca quiso tener juguetes. Eso cambiaría hoy también, aunque tendría que salir a comprarlos y, por lo pronto, el pepino bastaría para dejarla caliente el rato que estaba fuera.

Volví a la habitación y le puse un condón al pepino y se lo metí poco a poco en el coño. Ana comenzó a jadear hasta que lo tuvo dentro.

“Nos vemos dentro de un rato zorrita, no te vayas lejos” y antes de que respondiera estaba cerrando la puerta de la calle

Lo primero que hice fue pasar a un bar a tomar algo y hacer algunas llamadas para la siguiente parte de mi plan. Después fui a un sex shop donde pase largo rato eligiendo que comprar. Al final me decidí por un plug anal, un huevo vibrador con mando a distancia y un vibrador. También compré unas pinzas para los pezones, un collar ajustado para el cuello con una anilla y un disfraz de asistenta de limpieza que consistía en un tanga negro de hilo dental, unas medias de rejilla, una falda negra muy corta que apenas le cubría las nalgas y abierta por ambas piernas y un pequeño delantal blanco que cubría sus pechos pero la tela era casi transparente.

Al salir del sex shop fui a una zapatería para completar su nuevo atuendo con unos tacones de plataforma de 16 cm negros. de y volví a casa. Habían pasado dos horas desde que me fui, volvía a tenerla dura pensando en como encontraría a Ana. De camino paré en una farmacia por un enema

En cuanto abrí la puerta olí sexo en el ambiente. Fui a la habitación y escuché jadeos.

-“Hola Putita, ¿Te has podido correr”, le pregunté.

-“No”, respondió Ana con un largo jadeo. “necesito correrme por favor”.

-“Ana, para que te deje correr tendrás que pedirme que te deje ser mi esclava sexual durante las próximas 24 horas. Obedecer en todo lo que te diga y te aseguro que descubrirás una parte de ti que no conocías y que te hará disfrutar del sexo como nunca antes”. Cogí el pepino, que se había salido casi completamente desde que me fui y lo empujé un poco.

Ana comenzó a jadear, dejándose llevar por las sensaciones que le producía el que la estuviese follando de esa forma tan obscena.

-“¿Qué me dices? ¿Vas a ser mi putita?”, le pregunté.

-“Si, haré lo que quieras pero por favor necesito correrme”.

Saqué el pepino de golpe y la mire serio. “La cosa es, Ana, que si te dejo correr y te desato se que luego te negarás a ser mi esclavita, y eso no puede ser, ¿no crees?”

-“Te lo prometo, haré lo que me digas pero deja que me corra” me dijo molesta pues se notaba vacía.

-“Si te niegas a hacer lo que te digo ahora que te desate, estas fotos y este video van a ser muy populares en Internet, así que ya sabes”.

-“Si por favor”, respondió ella.

“Una cosa más. Si te quieres correr empieza a rogar putita”.

Ana me miró con ojos de odio pero con una lujuria que no había visto antes en ella. Lentamente repitió: “Quiero que seas mi amo, quiero ser tu zorra esta noche y que me uses como te plazca”.

Comencé a desatarla y cuando estuvo suelta le prohibí que se tocara y le dije que fuera al baño. Cuando se puso de pie pude ver que tenía los muslos y todo el culo empapados de sus flujos. En el baño le ordené que se cogiera los tobillos de forma que su culito quedaba bien expuesto. Sin mediar palabra cogí el enema que había comprado y le metí todo el líquido y puse el tapón. Ana simplemente gimió, no le desagradaba a pesar de que nunca me había dejado acercarme a su culito.

Abrí la ducha y la bane bien, poniendo especial énfasis en su coño y en sus enormes tetas. A ratos le metía un dedo en el coño y comenzaba a masturbarla hasta que notaba que se estaba poniendo demasiado caliente y entonces paraba. Pobre Ana, llevaba ya 4 horas sin poder correrse y siendo estimulada como nunca antes.

Salimos de la ducha y Ana iba por la toalla le dije que parara, que quería que fuera al balcón a ponerse al sol hasta que se secara. Me miró con incredulidad, nuestro balcón daba a una de las calles poco concurrida de la ciudad pero por la que pasaba gente y sobre todo a esa hora. Le recordé a Ana de las fotos antes de que protestara y salió rápido a la ventana. Me dijo que le diera un segundo para mear y quitarse el enema pero le dije que se fuera inmediatamente.

La dejé ahí unos 15 minutos durante los cuales un par de chicos la vieron y comenzaron a gritarle cosas y un indigente se quedó mirándola mientras se hacía una paja. Salí al balcón con una cubeta y la puse en el suelo. Empecé a tocar a Ana, que a pesar de sus quejas gozaba como puta. Le ordené, mientras azotaba su coño, que meara en la cubeta. Me miró con una pasión que nunca había visto y empezó a mear en la cubeta. Después, le dije que se quitara el enema en la cubeta, cuando el indigente había terminado de pajearse.  Cuando entró estaba empapada y con los pezones durísimos.

“Tienes cinco minutos para ducharte otra vez para que quedes bien limpia. Puedes usar toalla. Si tardas más te castigaré zorra”.

“Si amo”, dijo ella. Metiéndose en el papel y corriendo al baño.

Cuando se fue saqué de sus envolturas lo que había comprado y los lavé bien.

“Has tardado dos minutos más zorra, te mereces un castigo”, le dije en cuánto llegó.

“si amo”, respondió mirando al suelo.

“ Ahora ponte en la cama a 4 patas zorra”.

Ana lo hizo y le metí el huevo vibrador en el coño. Ella respondió moviendo el culo hacia atrás. Me puse frente a ella y lo encendí lo más bajo posible. Ana comenzó a gritar de sorpresa. Cogí el plug y le dije que lo chupara. Obedeció al instante y cuando lo tuvo bien mojado se lo metí por el culo.

“Muy bien zorrita, ahora ya estás lista para vestirte. Toma tu ropa” y le dí el atuendo de mucama que había comprado. Lo miró con incredulidad pero se lo puso sin rechistar, con el vibrador encendido en lo más bajo y yo aproveché para aumentar nuestro album de fotos. Cuando quedó lista la verdad es que era espectacular, los tacones hacían sus piernas más largas y su culo se veía increible. El tanga evitaba que se saliera el plug y el vibrador. Me acerqué a ella y le dí un beso, después encendí el huevo vibrador un poco más fuerte.

“amo”, susurró, “¿puedo correrme por favor?”

“Muy pronto putita pero ahora no. Dentro de media hora van a llegar mis invitados, prepara la casa”

Ana se quedó de piedra: “¿Cómo?”

“He quedado a jugar póker y tu nos vas a atender así que prepara la mesa, bebidas, botanas, ya sabes. No dijiste que harías lo que fuese con tal de correrte?”

“Si, pero no quiero que me vean así otros hombres, suficiente he hecho ya hoy”, dijo Ana entre jadeos. Sus muslos comenzaban a estar mojados por la excitación que sentía.

“Veras zorra, te va a gustar mucho. Déjate llevar y veras que te corres como nunca antes. Ahora date prisa y piensa que muy pronto vas a tener cuatro pollas para ti sola que te harán gozar...”, le dije y apagué el vibrador.

Ana comenzó a hacer lo que le decía, con dificultades pues no estaba acostumbrada a llevar tacones, y menos tan altos. Además, supongo que tener llenos el culo y el coño no le facilitaban los movimientos. Al poco tiempo sonó el timbre y Ana se paralizó. Encendí el huevo y le dije que viniera al salón.

“Faltaba esto”, dije poniendo el collar en su cuello. Después camine con ella hasta un espejo y la puse frente a el. Se quedó callada unos segundos, sorprendida.

“¿Qué ves?”

“Una guarra”, me respondió

“¿Y te gusta putita?”

“Si amo”

“Abre la puerta zorra”.

Continuará...

amo.123@live.com