Sometido por una pareja madura

Una pareja madura que busca a un buen sumiso, hace realidad sus fantasías y me convierten en su esclavo sexual.

Luis y Carmen eran una pareja madura. Él tenía 52, y ella 50. Nos conocimos en internet, en una página de contactos. Fueron clarísimos, buscaban un chico que fuera bisexual, pero también sumiso, que le gustase jugar y someterse a sus deseos, muy morboso y que estuviese dispuesto a obedecer.

Nada más ver su anuncio, una sensación se apoderó de mí, sentí que iba dirigido a mí, y mi cuerpo quería responder a él. Así lo hice. Contactamos y estuvimos hablando, ambas partes comprobamos que éramos perfiles verdaderos, y después empezamos a introducirnos en lo que íbamos buscando. Como digo, ellos lo tenían clarísimo, Carmen en principio me enseñaría cómo satisfacer a Luis, y también a ella. Disfrutaría viendo como su marido disfrutaba conmigo, además ella me daría las órdenes oportunas en cada momento. No había un esquema definido a seguir, sólo unas cuantas pautas, pero el desarrollo vendría marcado por lo que el morbo les permitiera a ellos, yo no decidiría nada.

Querían convertirme en su esclavo sexual particular, y someterme a sus deseos, un chico que aceptase ponerse lencería, faldita, y ropa sexy de chica, y se comportara como una auténtica putita para Luis mientras Carmen daba las órdenes oportunas. Eso sí, exigían dos condiciones indispensables: la primera es que necesitaban que yo fuese depilado completamente; la segunda, que no me molestara que fumaran, pues ellos lo hacían bastante. Para ellos no era la primera vez que organizaban un encuentro así, y se notaba.

Hablamos por teléfono, parecían una pareja muy simpática y maja, me generaron muy buenas sensaciones. Después de varias conversaciones donde quedó todo clarísimo, llegó la esperada noche, ellos se alojaban en un hotel de una ciudad cercana, y allí nos encontraríamos.

Las instrucciones eran que ellos estarían allí, y cuando estuviera llegando, les avisara para que salieran a recibirme, o más bien saliera a recibirme, porque fue Carmen quien bajó a la puerta del hotel a darme la bienvenida. La verdad es que me sorprendió bastante, ya que pensaba que saldrían los dos, o saldría Luis. Nos dimos dos besos protocolarios para saludarnos. Carmen era una mujer que se conservaba estupendamente. Mediría sobre 1,70 aproximadamente, era morena con mechas rubias, pelo liso por debajo del hombro, unas tetas bastante llamativas y un culo para mí perfecto. Llevaba un pantalón vaquero muy ajustado sin bolsillos en la parte de atrás, que dejaba entrever unas piernas muy bien formadas. La parte de arriba la formaba una camisa blanca, con los botones superiores desabrochados, hueco por el cual se intuía un interesante camino. Llevaba unos zapatos de tacón azules.

Antes de subir a la habitación, me dijo que si me lo había pensado bien, ya que entendían que quizás el hecho de someterse a los deseos sexuales de una pareja, podía ser un juego en el que la otra parte pueda no sentirse del todo cómoda, me recordó que ya les había pasado antes, y preferían dejarlo todo muy claro. Si estaba arrepentido, era el momento de decirlo.

Sin embargo, yo estaba más decidido que nunca, y así se lo hice saber a Carmen, mientras se reía. Me preguntó si quería un cigarro, mientras ella se encendía uno, a lo que contesté que no, dándole las gracias. Me preguntaba a mí mismo por qué no subíamos a la habitación, y fue entonces cuando me dijo que Luis estaba preparando todo, y que cuando subiésemos, ella y yo nos meteríamos al baño, para prepararnos mientras él nos esperaría en la cama. Estuvimos un par de minutos comentando algunos detalles, hasta que terminó su cigarro.

-Bueno, ¿vamos para arriba?

-Vamos para allá.

Nos metimos al hotel y fuimos hacia el ascensor. La habitación estaba en una 4ª planta, y al final del pasillo. Cuando llegamos a la puerta, Carmen sacó la tarjeta y abrió. Estaba todo muy oscuro, Luis había apagado todas las luces excepto la del baño que estaba nada más entrar a la habitación a mano derecha, fue ahí donde me dijo Carmen que entrara antes de nada. Anticipándome a lo que me esperaba aquella noche, obedecí. Entré al baño, y Carmen, después de cerrar la puerta de la habitación, entró detrás de mí al baño, y cerró de nuevo la puerta.

Una vez allí me dijo entre risas que a partir de ahora me tocaba obedecer en todo lo que le dijésemos, porque el juego iba a comenzar. Cogió una bolsa de la cual sacó lencería, algo de ropa sexy femenina, y unos zapatos de tacón. Me dijo que me tenía que poner aquel vestuario, que a Luis le ponía mucho la lencería. Por su parte, Carmen también sacó de una mochila, otro conjunto de lencería, tacones y ropa similar.

Mientras empezaba a desabotonarse la camisa, me miraba y me preguntaba que a qué esperaba guiñándome un ojo, a lo que reaccioné quitándome la camiseta primero, y desabrochándome la correa y los pantalones después. Me quedé en calzoncillos pronto, y Carmen bajaba sus pantalones vaqueros para quedarse con la ropa interior mínima. Ambos nos mirábamos, y ella acercó su mano a mi pecho mientras decía que estaba muy suave.

-Te has depilado muy bien, tal como te pedimos.

-Sí, lo he hecho a conciencia, todo el cuerpo.

-Muy bien, para nosotros es muy importante.

Carmen se quitó el sujetador y las braguitas que llevaba puestas, para coger de su montón de ropa, un tanga negro, que al ponérselo le resaltaba un culo impresionante. Yo me animé y me quité la ropa interior que era lo único que me quedaba, así que quedó al descubierto mi primera erección de la noche, puesto que aquella situación me excitaba enormemente. Cogí una especia de tanga para chicos, pero con un toque femenino, y me lo puse, a continuación cogí la lencería, se trataba de dos medias de las que llegan hasta un poco más arriba de la mitad del muslo. Eran negras. Reconozco que Carmen me ayudó a ponérmelas. Después ella se puso otras del mismo estilo, y un liguero, después se calzó sus tacones. La estampa era de lo más excitante. Terminó de arreglarse con una especie de camisón transparente que le "cubría" únicamente de cintura para arriba. Se arregló el pelo, se pintó los labios y se perfumó un poco.

Faltaba por terminar yo, Carmen me ayudó a colocarme una minifalda abierta a un lado, y una especie de sujetador para hombres. Por último, me coloqué unos zapatos de tacón, para ello, en las conversaciones preliminares me preguntaron qué número calzaba para comprarlos. Solo faltaba el perfume, exactamente el mismo que ella se había echado hacía un minuto. Me miraba en el espejo y aunque me sorprendía verme así, sentía una sensación de excitación bastante grande.

-¿Preparado?

-Preparado.

-Pues vamos allá.

Carmen abrió la puerta, pero ahora sí se veía una luz en la habitación, una tenue iluminación me hicieron vislumbrar toda la escena. La cama dominando la habitación, justo delante, Luis, completamente desnudo, y un poco más alejado, un sillón.

-Estáis impresionantes- dijo Luis nada más vernos.

Carmen sonrió, y yo le di las gracias con una sonrisa, contestándole que él tampoco se veía nada mal. Luis era un hombre de complexión normal, pelo corto, con un poquito de barriguita aunque no demasiada, de aproximadamente 1,75 de estatura, y con un miembro muy aceptable, más grueso que largo. También iba depilado al completo.

-Cariño, ¿te gusta nuestro invitado?, bueno... ¿o debería decir invitada, jejeje?- le decía Carmen a Luis refiriéndose a mí. Una nueva sensación me invadía.

-Me encanta, estoy seguro que lo pasaremos muy bien.

Observé que su miembro poco a poco iba creciendo, y además empezaba a tocarse.

-Bueno cariño, enséñale a nuestro amiguito qué es lo que tiene que hacer.

Entonces ella se sentó en el sillón que había en la habitación, de una manera muy sexy, cruzó las piernas, se llevó a la boca un cigarro, y lo encendió. Entonces se dirigió a mí.

-Quiero que te sientes en la cama. Vas a comerle la polla a Luis. Pero no de cualquier manera. A ver, siéntate...

Yo, obedeciendo, me senté en el borde de la cama, la minifalda que llevaba puesta me cubría lo mínimo, y las medias en contacto con mi cuerpo depilada daba un aspecto bastante bueno a mi parecer.

-Muy bien. Cruza las piernas. Quiero ver lo sexy que te pones para Luis.

Las crucé, y Luis me miraba las piernas y los tacones que llevaba puestos. No dudó en acercarse a mí, y me acercó su miembro ya casi totalmente erecto, el cual ya llevaba un rato tocándose.

-Abre la boca y saca la lengua- escuché de boca de Carmen.

Así lo hice, y Luis no dudó en introducirla. De golpe. Me dispuse a ayudarme con la mano.

-No. De momento no uses la mano, deja que Luis te folle la boca. Pero ves tocándole mientras el culo, las piernas,...

Con la polla en mi boca dije que sí como pude, lo cual despertó una sonrisa en ambos, yo seguía esmerándome con mi lengua, mientras Luis movía sus caderas y hacía que entrara y saliera de mi boca cada vez a un ritmo más alto. De repente, estiró su mano y empezó a acariciarme el muslo, por la parte con medias, y por la parte sin medias. Decía que tenía un cuerpo muy bonito, y que esa noche iba a ser suyo.

Seguía chupando y miré de reojo a Carmen, seguía sentada, insisto, muy sexy, luciendo muslos, y moviendo levemente sus zapatos de tacón, con un movimiento muy sensual. Mientras le daba una nueva calada a su cigarro me ordenó que lamiera toda la polla de Luis con mucha dedicación, y que con mis tacones, le rozara las piernas.

La situación, que acababa de empezar, me estaba poniendo caliente total, así que obedecí de nuevo, y además incrementé mi ritmo con la lengua... ahora sí, se la cogí con la mano y al mismo tiempo que le masturbaba, pasaba mi lengua a lo largo y ancho de aquel pene que hacía rato mostraba su aspecto de máximo esplendor. Bajé un poco la cabeza y me acerqué a sus huevos, depilados, los lamí, los chupé, volví al tronco de su polla, lo recorrí hasta llegar a la punta, la cual introduje de nuevo en el interior de mi boca, y apretando mis labios comencé a hacer un movimiento arriba y abajo, que aprecié que le gustó, ya que empezó a gemir.

-Cariño, ¿te gusta cómo te la chupa?

-Uff, me está volviendo loco, amor.

-¿Sí?, pues vamos a aumentar ese placer...

Descruzando las piernas, y volviéndolas a cruzar, y casi terminando su cigarro, me ordenó que me arrodillara ante Luis. Así lo hice, me arrodillé ante él, y no me hizo falta escuchar la siguiente orden, puesto que como animal desbocado abrí la boca y me metí de nuevo aquella polla dentro, para seguir saboreándola. Ahora Luis colocó sus manos sobre mi cabeza y me la empujó hacia él. Tenía toda su polla dentro de mí, sus huevos chocaban en mi barbilla queriendo abrirse paso también, me miraba a los ojos, y yo le miraba a él. Comenzó a mover sus caderas, adelante, atrás, me estaba follando la boca, y yo allí, vestido como su putita particular me moría de gusto.

Cada vez aceleraba más el ritmo, mi boca no daba abasto, y Luis, sin piedad me convertía, por momentos en su esclavo perfecto.

Carmen en ese instante, pude ver como apagaba su cigarro, y se levantaba del sillón. Se quitó el camisón transparente, y se quedó con su liguero, sus medias, y sus tacones, y entonces se acercó a nosotros. Con su mano sobre mi cabeza me apretó contra la polla de Luis, mientras ella empezó a comerle la boca a su marido. Así estuvieron un rato, hasta que ella se arrodilló a mi lado, me miró, y me dijo:

-Ahora vamos a compartirla.

Y me liberó por unos segundos del miembro de su marido. Comenzó a comérselo con suma maestría, con mucha experiencia, y sobre todo, con muchas ganas. Ahora fue Luis el que cogió un cigarro y lo encendió. Se deleitaba fumando mientras Carmen se lo comía, pero enseguida Carmen se volvió hacia mí, me cogió del pelo, y me acercó su lengua a la mía.

-Tenemos que hacer que se ponga muy cachondo- me dijo mientras me lamió mi boca.

A continuación me dirigió la polla de su marido de nuevo hacia mí y continué con mi labor de sumiso obediente, y cuando estaba a ello, Carmen acercó su lengua y de esa manera, entre los dos, continuamos lamiendo y chupando la polla de Luis. Cada vez gemía más, y de vez en cuando ahogaba sus gemidos en las caladas a su cigarro.

-Carmen, cariño, creo que va siendo hora de probar el culito de nuestro amigo, me muero por follarlo.

Carmen me miró.

-Ya sabes, cielo.

Como pude me levanté, y Carmen me cogió de la mano para llevarme a la punta de la cama,  allí me cogió el tanga y delicadamente me lo bajó hasta quitármelo, mientras Luis se colocaba un condón. Entonces me indicó que me colocara en la posición a cuatro patas, casi en el borde, con mis tacones colgando por fuera. Mi culo quedaba pues, a disposición de Luis, que se apresuró a coger un tubo de vaselina para facilitar la tarea. Carmen a su vez se colocó estratégicamente sentada en la parte superior de la cama, desde donde podría ver toda la acción, de nuevo sacó un cigarro y lo encendió, y se dispuso con una sonrisa a ver como su marido disfrutaba follándome el culo.

Sin hacerme esperar, dirigió la punta de su miembro hacia mi culo, el cual esperaba con ganas su premio, y poco a poco, sin prisa pero sin pausa, comenzó a abrirse paso en mí, escapándosenos a ambos un pequeño gemido. Cada vez la notaba más adentro, y sus movimientos iban en aumento por segundos.

-Joder qué culito tiene nuestro invitado- dijo Luis entre pequeño jadeos, sin dejar de empujar.

-Ya veo que estás disfrutando- contestó Carmen mientras observaba la escena.

-Ya lo creo que sí- volvió a decir Luis mientras me daba una palmada en el culo.

En ese momento Carmen, mientras con una mano sostenía su cigarro, dirigió la otra hasta su tanga, y abriéndolo a escasa distancia de mi cara, comenzó a masturbarse. Yo, con el humo que había en la habitación, y el placer de estar siendo follado por aquel maduro, estaba como ido, extasiado, y lo más importante, estaba disfrutando muchísimo. Entonces Carmen, se quitó el tanga, y se deslizó un poco hacia abajo, dejando su coño a la altura de mi boca. Estaba totalmente depilado, y era realmente apetecible.

-Ahora vamos a ver cómo me lo comes- me dijo mientras se abría bien de piernas.

Dicho y hecho, como siervo obediente me puse a ello, con alguna dificultad, debido a las embestidas de Luis que ya me estaba follando como animal en celo. Por un momento se escuchaban tres tipos de jadeos en la habitación, mientras Luis me pegaba palmadas en el culo y me follaba, yo como podía me comía el coño de Carmen.

-Vamos, cómetelo, así...- jadeaba Carmen, mientras apagó su cigarro y se dedicó a empujar mi cabeza para sentir mi lengua más cerca.

Pasaron varios minutos, y Carmen propuso a Luis que me diera la vuelta, quería dejarme boca arriba, y que él me follara en esa postura. Así fue, me di la vuelta, y agarrándome fuertemente las piernas me acercó más al borde de la cama, y me las levantó, abriéndolas y comenzando de nuevo a follarme. En poco tiempo ya estaba embistiéndome de nuevo, cerrándome las piernas para notar más el roce, y colocando mis tobillos sobre sus hombros. Sobre ellos sobresalían los tacones que llevaba puestos. Luis y yo gemíamos sin parar.

-Veo que tienes la boca desocupada, así que vamos a poner remedio- dijo Carmen mientras se colocaba encima de mí, pero al revés, orientando de nuevo su coño a mi boca, y esta vez tenía ella el control de mi boca, estando a merced de los dos.

Carmen se movía suavemente, hacia adelante y hacia atrás, haciendo que mi lengua y mi boca recorriesen toda su entrepierna, y de nuevo ella volvía a gemir.

-Ah, cómemelo, así,...- jadeaba Carmen, mientras arqueaba su cadera, dejando al alcance de mi boca cada vez más también su culito. -El culo también, cómemelo,...- Con ayuda de mis manos abrí un poco aquellos glúteos para comenzar a introducir la punta de mi lengua en aquel agujerito. Con la ayuda de su movimiento, podía alternar entre su coño y su culo, cosa que parece le ponía mucho a Carmen.

Cuando llevábamos un rato así, ella le dijo a su marido que cambiase, y que ahora la follara a ella, así que él se dirigió hacia la otra parte y rápidamente se arrodilló sobre la cama.

-Tú quédate así- me dijo, mientras ella levantó un poco sus caderas para facilitar la penetración de su marido.

Él ya se había quitado el condón para follar a su mujer, así que empezó rápidamente sin ningún tipo de miramiento a darle a cuatro patas, mientras desde mi posición, todo sucedía a escasos centímetros de mi cara.

-Mira como follamos- decía Luis mientras Carmen gemía fuertemente. Los huevos de Luis chocaban contra Carmen.

-Vamos, chupa- me dijo ella entre jadeos, y solo tuve que levantar un poco la cara para saborear los jugos que emanaban de ambos. La polla de Luis estaba inmersa en un mete saca en el coño de Carmen, y toda la zona, bien húmeda, se mostraba a mi disposición. Mi lengua recorría desde el coño de ella hasta los huevos de él, sin parar de chupar, sin dejar de saborear.

-Eso es, sigue chupando- decía Luis, mientras Carmen seguía gimiendo.

De repente, ella aceleró sus gemidos, lo cual indicaba lo que estaba por llegar, y yo, sin dejar de hacer mi tarea como buen sumiso, notaba como un líquido más abundante caía sobre mi cara. Nunca había probado una corrida femenina, pero me gustó, y creo que ella también le gustó derramarla sobre mí.

Pasaron unos segundos tras los cuales, Carmen volvió de su éxtasis, y se dirigió al sillón de la habitación, entonces se quitó las medias, se sentó, y tranquilamente, me dijo que me acercara y me colocase de rodillas frente a ella. Obedeciendo de nuevo hice lo que me pidió, y entonces ella cruzo las piernas, dejando uno de sus pies frente a mí.

-¿Sabes?, me encanta que me laman los pies- dijo sonriente Carmen mientras se encendía un cigarro, y le ofrecía otro a Luis. Así que, dispuesto a probar cosas nuevas para mí, saqué de nuevo mi lengua, y empecé a pasarla por sus dedos. Tenía los pies bastante cuidados, con las uñas pintadas de rojo, así que no me costó mucho ponerme a ello, y en poco tiempo, ya estaba lamiéndolos mientras ellos dos me miraban desde arriba con una sonrisa, mientras hablaban entre ellos.

-Se le da muy bien obedecer a nuestro amigo, ¿verdad?- dijo Luis.

-Sí, esperemos que siga así, porque yo me lo estoy pasando muy bien, y estoy disfrutando mucho. La verdad hacía tiempo que no coincidíamos con alguien así.

-¿Te gustan los pies de Carmen?- me preguntó Luis, a lo que respondí que sí, sin dejar de lamerlos.

Después de un rato, Carmen cambió de pierna y cruzó la otra, ofreciéndome el otro pie, el cual saboreé de la misma manera y con la misma sensación, es decir, un morbo nunca antes sentido.

Cuando Luis se acabó su cigarro, dijo que le apetecía volver a follarme, así que se puso un condón, y arrodillándose detrás de mí, sobre la moqueta de la habitación, comenzó de nuevo con su cometido. Pronto sus empujones se convirtieron de nuevo en embestidas, esta vez más salvajes, y a cada una de ellas me metía los dedos de los pies de Carmen en la boca, mientras no podía hacer otra cosa que gemir.

No pasó mucho tiempo hasta que Luis dejó de follarme, y me dijo que me pusiera de rodillas frente a él, ya sabía qué es lo que tocaba.

Se quitó el condón y empezó a masturbarse, a lo que yo respondí abriendo la boca y sacando la lengua, esperando mi premio, el cual llegó cuando la intensidad de los gemidos de Luis dejaron escapar dos chorros de su corrida que fueron directos a mi cara, tras lo cual me acerqué a su polla y metiéndomela rápidamente en mi boca, aún me dio tiempo a sentir dentro de ella un tercer chorro no tan potente, pero si tan morboso. Luis gemía como un animal, mientras apuraba las últimas gotas de su corrida sobre mi boca, la cual las saboreaba con verdadera ansia.

Entonces Carmen se acercó y se arrodilló junto a mí, y sujetándome la cara, se acercó a ella, y lamió con su lengua los restos de la corrida de Luis. Con una sonrisa me dijo que me había portado muy bien, y el encuentro había salido tal y como ellos esperaban.

-Para mí ha sido mejor de lo que esperaba- contesté, a lo que los tres reímos.

Mientras nos incorporábamos, mi erección era más que evidente, ellos se habían corrido ya una vez cada uno, pero yo, todavía no, a lo cual Carmen, acercó su mano a mi polla diciendo que me lo había ganado.

-Túmbate en la cama- que esto no ha acabado todavía, y obedeciendo nuevamente, se acercó a mí, agarró mi miembro y se lo metió en la boca, dándome una mamada de escándalo, con mucha dedicación. Mientras lo hacía tocaba sus tetas con una mano, mientras que con la otra buscaba la polla de Luis para pajearla. Enseguida se colocó de rodillas al lado y ofreciéndomela comencé a mover mi mano, mientras Carmen me comía a mí.

-Vaya, ¿así que tienes ganas de más?- dijo Carmen con una sonrisa, con media polla en la boca.

Sonriendo y entre gemidos dije que mientras ellos quisieran, yo estaría disponible para ellos.

Entonces Carmen dejó un momento mi miembro, y miró a su marido, y le dijo que quizás hoy podrían cumplir esa fantasía, a lo que yo les pregunté qué fantasía les quedaba por cumplir, ya que no parecía que tuvieran muchas pendientes.

-¿Estás dispuesto a todo?- me preguntó Carmen mientras me masturbaba.

-Define todo- le dije yo.

-Es una fantasía que tenemos y que no nos atrevimos a proponerte porque pensamos que quizás te echarías atrás. Si te decides, la hacemos, no te preocupes que no es nada malo, me dijo guiñándome un ojo con una sonrisa- contestó Luis.

Se miraron entre ellos y Carmen sin más preámbulos lo soltó.

-Nos gustaría hacer la lluvia dorada, ¿tú qué dices?

Yo me quedé por unos segundos sin habla, mientras Carmen y Luis, con una sonrisa me miraban fijamente esperando una respuesta. Ella comenzó de nuevo a mover su mano, y con un tono sugerente me dijo que si estaba dispuesto a obedecerlos en eso.

No sé cómo, pero dije que sí.

-¿De verdad?- Nos gustaría probarlo mucho, pero quisiéramos que estés seguro y no te eches atrás después.

-No os preocupéis, he venido a ser vuestro, y hasta el final así será- en el fondo sentía una sensación de excitación y morbo increíble.

Luis le dirigió una mirada cómplice a Carmen y se dirigió al baño, desde donde dijo que fuésemos hacia allí. Carmen y yo nos levantamos y fuimos tras él. Había abierto el grifo de la bañera, y cuando el agua estaba tibia, me dijo que entrara. El agua caía y se colaba rápidamente.

Yo, aún con mi miembro totalmente erecto, me introduje en ella.

-Arrodíllate- me dijo Carmen.

Luis se metió en la bañera también y se agarró la polla.

-Mírame- fue lo último que dijo antes de que empezara a regarme con su orina. Estaba más caliente que el agua. Apuntaba a mi cara, y yo cerrando los ojos y la boca, la notaba fluir, y poco a poco disminuir de intensidad, bajando hacia mi pecho, y recorriéndolo hasta llegar abajo. Se tomó su tiempo, hasta agotar sus últimas gotas, entonces salió de la bañera, y dejó entrar a Carmen.

-¿Podrás tumbarte?- me preguntó ella, a lo cual intenté complacerla, pero la bañera no era muy grande y el resultado no fue el esperado, aunque subiendo las piernas pude conseguir recostar mi espalda y cabeza sobre la bañera. Como pudo Carmen se puso en cuclillas, y agarrándose a los bordes de la bañera se colocó estratégicamente apuntando hacia mi cara, la cual en breves instantes de nuevo volvió a ser regada por su orina. De nuevo cerré los ojos y la boca, sintiendo esa lluvia caliente sobre mí.

Cuando terminó se levantó, y ambos me dijeron que el realizar esa fantasía había supuesto para ellos una experiencia muy excitante.

Después me dejaron solo mientras me lavaba, aunque yo los escuchaba hablar en la habitación.

Luis y Carmen habían conseguido someterme cual esclavo sumiso, y yo había acatado todas sus órdenes y peticiones.

Cuando salí de la ducha, Carmen me tiró en la cama, y comenzó a chuparme nuevamente mi miembro, el cual aún seguía algo erecto debido a la excitación.

-Te lo has ganado- Disfruta, y con suma maestría la chupó y lamió durante no mucho tiempo, tras el cual sentí como mi corrida llenó su boca, y mis gemidos la habitación.

Fue una experiencia única.