Sometido por un maduro (segunda y última parte).

“¿Te gusta que te folle, perro?”. Yo respondía que sí, que me encantaba que me follase el culo y ser su perro.

Segunda y última parte de este relato: https://todorelatos.com/relato/147809/

“Muy bien, perro. Ahora deja de follarte el culo y ponte en cuatro otra vez. Y no te olvides agachar la cabeza”. Me puse otra vez tal y como me ordenó y vi que se alejaba un par o tres de pasos, oí como abría un cajón, sacaba algo y lo volvía a cerrar. Se acerco hacia mí y me colocó en el cuello lo que había sacado del cajón, que no era otra cosa que un collar de perro. “Ven, acompáñame”. Tiró de la correa y enfilamos hacia el pasillo. Él de pie y yo a cuatro patas. Él con su perro y yo con mi amo.

La primera vez que me ataron a una correa de perro y me hicieron andar me costó horrores seguir el ritmo del paseante, pero con la práctica había conseguido un dominio total sobre el tema. Tanto dominio como el que tenía Fernando sobre mi persona en ese momento. Pasamos por delante de tres habitaciones con las puertas cerradas hasta que fuimos a parar a una con la puerta entreabierta, pasó él primero y encendió la luz. No podría decirse que eso fuera un dormitorio al uso, el montón de dildos enganchados en las paredes oscuras fue lo que más me impresionó, así como una especie de casita de perro al lado de una cama enorme. “Bien, ahora ponte a felar alguno de estos penes que hay en las paredes, en seguida vuelvo. Eso sí, ni se te ocurra levantarte, de rodillas o a cuatro patas todo el rato. En esta casa nadie está por encima de mi en ninguno de los sentidos Cuando vuelva quiero encontrarte mamando polla como el perro que eres”. “Sí, amo, así me encontrará”. Sus palabras solo hacían que excitarme y el muy cabrón de momento tan solo me había follado la boca. Las ganas de tener ese rabo en mi culo me podían.

Me decanté por una polla que me permitía estar de rodillas, me fijé que no había ninguna de la misma medida y  todas eran de varios colores, incluso verdes. Chupé y chupé ese rabo alrededor de quince minutos mientras el mío seguía con una erección tremenda, sobretodo al pensar qué sorpresa me tenía preparada esta vez Fernando. Sus ausencias momentáneas siempre traían algo bueno. Se me ocurrió que estaría bien meterme una de esas pollas por el culo, tenía un vacio en mi ano que necesitaba ser cubierto, pero no me atreví ya que eso no fue lo que me ordenó, y no quería que me echara de su casa hasta que no se me hubiera follado y bien follado. Seguí chupando esa polla hasta que escuché la voz de Fernando diciendo “para inmediatamente, ya has tenido suficiente polla de plástico por hoy. Ahora vas a tener que esforzarte para dejarnos satisfechos”. “¿Dejarnos?”, pensé. Me giré y allí estaba él, pero esta vez venía acompañado por otro chico, más o menos de mi edad, y atado al igual que yo con una correa, en cuatro y con “Perro de Fernando” escrito en su pecho.

“Como ves no estamos solos en casa, este de aquí vive y duerme conmigo. Bueno, duerme en la misma habitación, exactamente en esta casita de perro”, dijo señalando la casita que había visto al entrar en la habitación. “Él es mi perro las 24 horas del día y los siete días de la semana, me lo follo cuantas veces quiero y él solo hace que gemir y pedirme más. Hace todo lo que yo le ordeno y tiene prohibido tocarse y mucho menos correrse. Pero hoy que tú estás aquí haré una excepción. Después de cuatro meses sin tener un orgasmo creo que ya le va tocando, así que hoy serás su deslechador. Te follará, se correrá donde yo le diga y quizá le deje dormir en la cama, hoy puede que sea su día de suerte. Pero antes de empezar acércate. Me desplacé a cuatro patas hacía el y con el mismo rotulador que antes escribió en mi pecho puso “y de su perro”. Así pues, me convertí en el Perro de Fernando y de su perro. Nos soltó las correas pero nos mantuvo los collares. “Ahora te esperas a que él suba a la cama, después subes tú y se la chupas como se la chupabas a la polla de la pared. Venga, que empiece la acción”.

El perro, digamos oficial, se subió a la cama sin levantarse en ningún momento, entiendo que la directriz de no estar por sobre de su amo en ninguno de los sentidos también la tenía más que clara. Una vez en la cama se tumbó boca arriba y acto seguido me subí yo, repitiendo la operación, sin estar de pie en ningún momento mientras nuestro amo nos miraba detenidamente sentado en una silla muy elevada, casi un trono. El otro perro, del cual no sabía ni su nombre ni su tono de voz estaba totalmente erecto y tenía un pene de unos 19 centímetros, completamente rasurado, piernas e ingles. Era bastante gruesa, la verdad es que si yo tuviera cada día a mi disposición una polla como esta la dejaría dormir en mi cama y bien cerquita. Empecé por lamerle los huevos, me los metía en la boca, los sacaba, ahora uno y después el otro y así sucesivamente. Recorrí con la lengua todo su tronco un par de veces para calentarlo un poco más hasta que fue mi calentón el que no se pudo contener y me la metí en la boca. Me la tragué hasta el fondo, no diré que me cabía sin problema, pero al igual que el caminar a cuatro patas, a base de práctica también conseguí tragarme falos enteros cuando antes me era imposible. Gemía con fuerza, cada vez más, hasta que Fernando, nuestro amo, dijo, “ponte a cuatro patas, que te va a azotar antes de follarte, si no se me corre al instante y le quiero hacer sufrir un poco más”. Me puse a cuatro patas y él se colocó detrás, me empezó a azotar primero a un lado y después al otro, todo bajo la atenta mirada de Fernando, que con una sonrisa y su polla cada vez más dura daba a entender que estaba disfrutando. Me ardía el culo pero cada azote que me daba era más fuerte y más placentero, a los cuales respondía con un gritito de placer. “Venga, que no lo quiero hacer aguantar más, para el culo que te va a follar y a correrse dentro”. Lo elevé un poco más y se lo puse en pompa, incliné mi parte de adelante para que quedara más expuesto y esperé que me metiera ese cacho de carne que me llevaría al nirvana.  La vista de Fernando era inmejorable, su perro oficial follándose por el culo al otro perro que acababa de conquistar, pero no le cambiaba por nada del mundo mi posición, a cuatro patas con mi amo mirando al frente y por detrás a su perro a punto de metérmela. Podríamos decir que estaba en la gloria.

“Mientras te lo follas no dejes de azotarle”, estas fueron las palabras de Fernando y las que sirvieron para que su perro empezara a taladrarme el culo. Me embestía con un ritmo frenético al mismo tiempo que me azotaba con la mano derecha. Gemíamos de placer y nuestro amo se empezó a masturbar viendo lo que allí sucedía, viendo que tenía a dos perros sumisos entregados a su placer y a sus órdenes. Como tenía el ano dilatado de follarme ese pollón en el comedor no me dolió en ningún momento, desde que me la metió fue todo puro placer. Yo cerraba el culo para dar más placer al que entiendo, era mi segundo amo, al menos eso deduje por lo que tenía escrito en el pecho. Así que aceptando de buen grado mi condición me entregué a darle el máximo placer a ese chico, moviendo el culo hacia él para que no hiciera tanto esfuerzo y me la pudiera clavar hasta el fondo. La cosa surgió efecto porqué de repente noté varios trallazos que me preñaron y me llenaron el culo de leche, mientras ahora ya gemíamos sin ningún pudor. Fue parando progresivamente sus embestidas hasta que se paró y me la sacó. Fernando se levantó, vino hacia nosotros y dirigiéndose a él dijo, “ya sabes lo que te toca hacer ahora”. Y lo que le tocaba hacer era abrir la boca para recoger todo el semen que me salía del culo. Estuvimos alrededor de cuatro minutos en esa postura, yo en cuatro y el detrás de mí con su boca en mi ano bajo la mirada de nuestro amo. Cuando pareció que ya estaba vacio y tenía la boca llena, no pasó lo que pensé que pasaría, sino que Fernando me recordó quien era yo, su perro y el perro de su perro, así que me ordeno que abriera la boca y me hizo tragar toda la corrida de la boca de su sumiso.  Se vació en mi boca, la aguanté mientras se la enseñaba a ellos dos y finalmente me la tragué. Sabía de puta madre, para qué negarlo. Y ahora solo me quedaba resolver una duda, ¿tendría la polla de Fernando en mi culo? Y la respuesta fue que sí.

Me puso de nuevo la correa y me hizo bajar de la cama. A su otro perro lo dejó suelto, tan solo le ordenó que nos siguiera. Salimos de la habitación de la misma forma que entramos, yo a cuatro patas y él con la correa en la mano marcando el paso. Su perro nos seguía también a cuatro patas, se notaba que tenía experiencia, andaba en esa postura sin ninguna dificultad. Llegamos hasta el baño, muy amplio y espacioso, tenía jacuzzi y una ducha con mampara. “Mi perro te ha follado, pero yo aparte de esto te voy a humillar, y me da la impresión que todavía te gustará más”.  Se acercó hasta la taza del váter y abrió la tapa, me ordenó que pusiera la cabeza dentro y siguiera a cuatro patas. Obedecí como buen sumiso que soy y metí la cabeza en la taza, para mi suerte estaba impoluta y hasta olía bien, así que todavía me dio más morbo la situación. De repente noté como un chorro de un líquido calentito caía sobre mi nuca, en efecto, era Fernando meando, pero de pronto noté como otro caía directamente sobre mi pelo, y no era otra cosa que el pis del otro perro. Ser el perro de un perro es degradarse hasta estos extremos, y digo degradarse por decir algo, porqué en realidad no me habría importado que hubiera un tercero meándome. Casi al momento en que terminaron sentí como la polla de Fernando se habría paso entre mis nalgas, era ligeramente más gruesa que la de su perro pero no le costó mucho trabajo ensartarme, pues ya llevaba unas horas de dilatación. Me embestía con fuerza y me tiraba del collar, al mismo tiempo que con la otra mano empujaba mi cabeza hacia el fondo del retrete. Yo me cogía con las dos manos a la taza para no golpearme la cabeza. De vez en cuando me daba algún azote y yo no paraba de gemir. “¿Te gusta que te folle, perro?”. Yo respondía que sí, que me encantaba que me follase el culo y ser su perro. “Te gustaría venir a menudo para que te follásemos mi perro y yo, ¿verdad?”. “¡Oh sí, por favor, quiero que me follen siempre que les apetezca, quiero ser su perro!”. Escuchar esto le puso todavía más caliente e incremento las embestidas hasta que se corrió y volví a tener el culo lleno de leche otra vez. Me la sacó y me ordenó que se la lamiera y se la dejase bien limpia, mientras mi culo chorreaba semen de mi amo, después me ordenó que lamiera del suelo todo el semen que había dejado. Lo fui recogiendo con la boca y cuando terminé y con la boca bien llena se la mostré a ellos dos, él ya de pie y su perro de rodillas al lado del jacuzzi. Me lo tragué y otra vez el sabor era delicioso, vaya semen gastaban estos dos. Fernando hizo un gesto con la cabeza a su otro sumiso y este se fue a cuatro patas y volvió al cabo de un minuto con un cojín en la boca. Nuestro amo se sentó al borde del jacuzzi y con un gesto con la mano me ordenó acercarme a él. Con el pie colocó el cojín delante de él y me ordenó poner las rodillas encima de este, estiró su pierna derecha hacia mi y dijo, “para saber si puedes ser nuestro perro tienes que actuar como tal, así que ahora fóllate mi pierna hasta que te corras”. Dicho y hecho, me abalancé sobre su pierna, la agarré por la rodilla con las dos manos para sujetarme y froté mi entrepierna como si estuviera follándome un culo. Él me miraba con semblante serio y su perro otro tanto, pero yo no podía parar de gemir ante tal situación. Cuando noté que estaba a punto de correrme aceleré el ritmo hasta que tuve uno de los orgasmos más deliciosos que recuerde. La corrida fue brutal, había semen por su pierna, por el suelo y por mi polla. Sin que mediara palabra lamí su pierna tragándome el semen, así como el del suelo, por último con las manos me llevé a la boca el semen de alrededor de mi polla. Una vez todo limpio, reculé hasta un metro de Fernando, de rodillas y con la cabeza gacha, y me dijo lo que quería escuchar. “Hoy has demostrado que puedes ser nuestro perro. Prepárate para disfrutar”. Y así fue como desde ese día pase a ser El perro de Fernando y de su perro.