Sometido por la universitaria.
Encuentro real con una universitaria totalmente inocente que no tiene experiencia pero ningún problema con aprender a dominar a un hombre.
Hace muchos años que no escribo y creo que tengo una cuenta pendiente, sobretodo con aquellos que en su momento, cuando escribía, me enviaban mails diciéndome que les había gustado y animándome a escribir más.
Poca presentación. Ignacio, sumiso de Barcelona, 48 años y mucha experiencia. Con web propia dedicada al fetichismo y a la dominación femenina.
Siempre que he escrito lo he hecho sobre hechos reales, afortunadamente tengo muchas anécdotas, no tenéis más que visitar mi web para ver las muchas experiencias que voy teniendo y muchas más que no aparecen en la web, el problema es que la falta de tiempo y sobretodo de claridad mental no me han hecho muy prolífico a la hora de escribirlas últimamente.
Así que lo más fácil es, ahora que me animo a escribir, que relate la última experiencia por ser esta la más reciente.
La experiencia fue hace apenas 3 días, el viernes pasado, tengo un par de anuncios en internet y de vez en cuando me escribe alguna chica para quedar. La interesada esta vez era Uralita, así firmaba su nota. ‘Hola, estoy interesada en conocerte y en que me lamas mis pies. Te paso mi teléfono ……’.
Le envié un wasap preguntando un poco de ella y de su experiencia previa, apenas un par de mensajes nos intercambiamos y ya quedamos para el día siguiente por la tarde. Lo poco que sabía de ella era que era delgada, bajita, 22 años, poca experiencia, morena, ojos verdes y … ‘sin tabús’ textualmente, esto último sin haberle yo preguntado me llamó la atención. En mi anuncio apenas pongo que me ofrezco a lamer pies de mujeres y eso de decirme ‘no tengo tabús’ abría mi curiosidad e imaginación hasta el día siguiente.
Tras pasar el día trabajando apenas le envié un wasap a media tarde diciéndole que suponía estaba sudando sus pies para yo lamérselos, más que nada una excusa para recordarle la cita y esperar su respuesta sabiendo que iba en serio. Me contestó afirmativamente.
Salí de trabajar, fui al gimnasio, me duché ya con una buena erección pensando en Uralita y fui hacia el punto de encuentro, llegué antes, me envió un wasap que estaba en un par de minutos y de cómo iba vestida para reconocerla en un punto bastante concurrido, en definitiva vestía totalmente normal, en definitiva venía de la universidad.
Vi acercarse una chica que cumplía lo descrito (chaqueta marrón, pantys negros y bambas negras), nos miramos (yo por encima de la mascarilla, ella sin …. porque iba fumando). Apenas una mueca que actualmente sustituye un beso o chocar las manos, ya me he acostumbrado a ello y nos dirigimos a mi despacho, apenas a un par de calles del punto de encuentro.
Le abrí la puerta, entró y yo detrás. Hizo un par de comentarios intuyendo mi profesión y lo mucho que le gustaba mi despacho, le ofrecí un café, agua, cerveza …. Dijo lo mismo que yo, yo no quería nada así que ella concluyó que tampoco. Ella venía con la idea clara:
- Me vas a chupar los pies, no?
- Si.
- Y donde me pongo? (le señalé la sala de reuniones, acerqué una silla y se sentó.)
Le pedí permiso para desnudarme, aceptó, me puse el cinturón en el cuello en forma de correa para agarrarme como su nuevo perro y me puse de rodillas, ella aceptó la correa y estiró hacia mi uno de sus pies. Venían enfundados con unas bambas negras, bastante destrozadas. Le besé la bamba, ella miraba expectante, le lamí la planta y le pedí permiso para quitársela. Asintió.
Fuera la bamba me encontré con un calcetín negro, al tacto totalmente húmedo y le dije:
- Bien, está sudado.
- Seguro (se rió), llevo todo el día caminando con ellos.
- Perfecto.
La cosa iba bien. Yo allí de rodillas, desnudo, lamiendo los pies de Uralita enfundados con unos calcetines sudados y apestosos y ella desde su posición de Ama admirando mi trabajo.
Al poco le pedí quitar el calcetín.
- ¿Puedo?
- Obviamente, hazlo!!! (ordenó).
Le quité el calcetín con mis dientes y ante mi quedó un pie pequeño, sudado, sucio de los calcetines y con unas uñas que deberían estar pintadas de dorado pero que ya estaban bastante descuidadas.
Lo empecé a besar poco a poco, los dedos, uno a uno, el empeine, la planta, besaba a la vez que lo masajeaba. De reojo miraba su reacción. Estaba quieta, observando atentamente, los ojos le brillaban. En el fondo tenía a un esclavo casi cincuentón, desnudo a sus pies adorándolos.
Empecé a lamerlos, la planta, entre sus deditos, sus uñas, los devoraba, disfrutaba de cada milímetro sudado de sus pies, con mierdecitas de su sudor y de sus calcetines.
- Sigue.!!! (apenas me decía una palabra seca de vez en cuando).
Yo relamía el pie, mordisqueaba el talón y masajeaba con mis dedos. Levanté mi cabeza y le pedí permiso para hacer lo mismo con el otro. Ella me lo acercó a la cara y seguí el mismo proceso de adoración de sus bambas, calcetines y pies. Así estuvimos un rato, ya más tranquilos y para romper el hielo le fui haciendo preguntas y ella a mi.
- Eres un buen esclavo. ¿llevas mucho tiempo siéndolo?
- Bufff (contesté, me salió del alma, si ella supiera quizás no habría atrevido a venir). Pues sí, muuuuuchos años, casi desde que nací y casi tengo 50 así que …. (ella rió).
- ¿Y qué mas haces? (preguntó).
- ¿Qué quieres que haga?, tu pide, sinceramente hago de todo. Aprovéchate, hoy soy tu esclavo.
- Ah si? Que guay, pero no sé proponme tu. No sé que se hace.
- Ok (le dije).
No quería asustarla, quería ir poco a poco, pero había sido ella la que me decía que hiciese más cosas, así que tenía que proponer.
- ¿Sabes lo que es el trampling?.
- ¿El qué? (contestó).
- Vale, ya veo que no. ¿Qué número calzas?
- Un 37.
Perfecto, ni hecho adrede, me levanté.
- Ahora vengo.
Fui hacia mi despacho y de un mueble escondido saqué una bolsa y de ella un par de zapatos imitando piel de cocodrilo de tacón fino de unos 12 cms. Justo el 37 de Ama xxx (otras historia para otro día). Fui hacia ella, me vio aparecer con los zapatos y le agradó la idea.
- ¿Te los puedo poner?
- Uff sí, son muy guays, me encantan.
Me arrodillé, ella alargó un pie y luego el otro y le calcé los stilettos. Se puso de pie y apoyándose en mi hombro se aventuró a caminar.
- No estoy acostumbrada a llevar estos taconazos.
Le sentaban espectaculares, le realzaban la figura estilizada que tenía.
- Pues te quedan increíbles.
Me arrastré por el suelo hasta donde estaba ella y le besé las puntas, ella se quedó de pie, con los brazos a la cintura esperando que fuese a más. Los besé, los lamí, todo el empeine, los tacones, la suela cuando elevó una de ellas y finalmente mi lengua dentro del zapato buscando el hueco con su pie.
Al rato se sentó y seguí con sus suelas y tacones dejándolos impolutos.
- ¿Te apetece aprender a hacer trampling?
- ¿Trampling?
- Lo que te decía antes.
- Ah ok, pero ¿qué es?
- Tu tranquila.
- ¿Cuánto pesas?
- 50 kilos. ¿Por? (solo 50, en peores batallas había estado)
Me desplacé hacia la pared, me estiré boca arriba, le alcé la correa de mi cuello y le dije:
- Súbete.
- Ufff, no sé si sabré.
- No tengas miedo. Pero mejor te apoyas en la pared para no perder el equilibrio.
- Vale.
Puso un tacón sobre mi pecho, temerosa y dio un impulso para quedarse sobre mi pecho, depositó sobre mi el segundo zapato pero cayéndose se salió. El daño fue brutal, sus dudas y el salir resbalando me hizo una herida en el costado. Di un pequeño grito pero ella ni se inmutó y se dispuso a volver a subir. La siguiente vez se quedó arriba pero sin moverse en un punto que me cerraba la entrada de aire. No podía respirar. Ella se dio cuenta.
- Ja, ja. Como mola verte la cara roja ¿No puedes respirar?
- No Ama, hice un pequeño movimiento y conseguí que ella bajara, no por mi sino para no caerse.
Es lo bueno y lo malo de iniciar en trampling a una inexperta. Al no saber te hieren, te ahogan, en el fondo te maltrata por no saber. Estuvo unos 15 minutos bajando y subiendo, cada vez con mayor seguridad, caminando sobre mí, marcándome, haciendo fuerza con los tacones y mi correa, … Como buen masoca disfruté de ello. Entonces le pregunté:
- ¿Qué más quieres hacer?
- No sé. Dime tu, eres el experto.
Estaba claro que venía a por todas pero seguro que a las siguientes propuestas me diría que no.
- ¿Quieres darme tu lluvia dorada?
- ¿El qué?
- Mearte encima de mí.
- Ah (ni se inmutó). Es que no tengo ganas. Tendría que beber.
- No hay problema.
Me puse a 4 patas, le di la correa y le indiqué que la fuente de agua estaba en la entrada del despacho. Sin pensárselo agarro la correa y fue caminando hacia la entrada, repicando los tacones y con su perro a 4 patas intentando seguirle el ritmo.
Llegamos allí, le llené un vaso y se lo di. Se lo bebió rápido, me lo volvió a dar, lo volví a llenar y se lo volví a dar. Se lo bebió.
- Nada, que no tengo ganas.
Mientras introducía su mano entre sus pantys y apretaba la barriga.
- Imposible. No me sale.
- Bueno. Lástima.
Estaba claro. Era una excusa. Demasiado habría sido la primera cita que además me meara. Pero el ambiente estaba caldeado y no debía enfriarse.
- Vale, ¿quieres sentarte en mi cara?.
- Tengo la regla.
- Tranquila, con tus pantys puestos.
- Bien.
Se sentó en mi cara y empecé a lamerle el panty que aprisionaba mi cara. No veía la suya pero suponía que disfrutaba ya que al poco empezó a retorcer mis pezones y a emitir algún jadeo. Yo seguía a lo mío mientras pensaba. Me habrá dicho que tiene la regla, como excusa, está claro que no quiere que le lama. Eso ya sería demasiado para una primera vez con un desconocido viejo como yo. Pero entre la asfixia de su trasero en mi cara y mis pezones retorcidos me estaba calentando así que no perdía nada y pensé, si le están gustando mis lamidas ‘de panty’ quizás me deja. Aparté un poco mi cara y le dije:
- Si te bajas los pantys te podré lamer mejor.
No se lo pensó, al instante se levantó, se bajó el panty ante mi atenta y sorprendida mirada bajo ella y de repente vi aparecer un matorral espectacular. Personalmente me gustan más los coñitos depilados pero ese concreto de la jovencita desconocida, sucia de todo el día, deshinibida y con ese matorral descuidado me daba un morbazo brutal.
Se sentó en mi cara y empecé a lamer, a lamer y a lamer.
Mi lengua repasaba todo su chochito, por dentro, por los labios, los succionaba, los estiraba, mi lengua hurgaba dentro de ella y devoraba ese coñito sucio y sus jugos de fuerte sabor. Estuve unos minutos y propuse:
- Si te mueves un poco te lamo el culo.
Una vez más ni contestó, desplazó su trasero unos centímetros dejándome la entrada de su ano a disposición de mi lengua y con lo mojada que estaba toda la zona y mi cara empecé a lamerle el culo, que también tenía sucio, metiendo mi lengua lo más dentro que podía. Ella jadeaba tímidamente, con discreción mientras apretaba mis pezones. No me dolían, demasiada anedralina.
Así estuvimos un buen rato. Yo lamiendo y limpiando sus dos agujeros mientras ella embadurnaba mi cara con sus jugos. Al poco se levantó y me dijo:
- Ya tengo ganas.
- ¿De qué?
- De mear.
- Ah.
Me había hasta olvidado. Así que no era una excusa realmente esperaba el momento de tener ganas de mear. Realmente me empezaba a creer su wasap de ‘no tengo tabús’.
- ¿Dónde quieres hacerlo? (me preguntó).
- Mejor abajo.
La acompañé a una zona no tan noble del despacho y de repente me dijo algo que me dejó boquiabierto.
- Anda tienes la cara toda llena de sangre.
- ¿Perdón?
- Mi regla, te había avisado.
Ohhh. No era un farol. Realmente tenía la regla. No era una excusa y por ella ningún problema de que le comiera el coño lleno de sangre. Realmente me fijé, tenía su matorral lleno de sangre que caía al suelo. Me retiré un momento al baño y si, vi en el espejo mi cara totalmente llena de sangre, me la estuve lavando un rato, pero con prisas, no podía esperar que el momento se enfriase. Estaba siendo un encuentro brutal. Fui hacia ella, me estaba esperando con sus taconazos, cara de vicio, coño peludo y ensangrentado y las piernas bien abiertas, se había sacado los pantys. Estaba de foto, cara totalmente viciosa esperando a su esclavo sucio que le diera el siguiente placer. Me arrodillé delante de ella y le metí un dedo en su coñito. Ella, como ya me había demostrado, se dejaba hacer, sin inmutarse. Introduje mi dedo y lo empecé a subir y a bajar. Estaba totalmente empapado de sangre. De repente preguntó:
- ¿Tienes una cerveza?. Me ayudará a mear.
- Por supuesto.
Ya no tenía dudas de que iba en serio. De la nevera saqué una cerveza y se la entregué, volvimos a la posición anterior se abrió de piernas sobre sus tacones y volví a hurgar en su coñito, ahora con dos dedos que empapados de sangres salían y desaparecían dentro de su glorioso coñito.
- Ya está, ya me viene. Estírate.
Me estiré en el suelo. Puso un tacón a cada lado de mí, se sentó hacia mi cara y dejando un palmo de distancia empezó a mear en mi boca. Yo la tenía abierta esperando así que fácilmente pudo acertar. Me estaba entrando ese líquido caliente, mezcla de todos sus jugos y muy fuerte de sabor. De los más fuertes que he probado. Empecé a tragar todo lo que pude.
Iban saliendo los últimos chorritos y se lamentó de no tener más.
Se apartó, se quedó mirando a su patético nuevo esclavo sucio y embadurnado de todo y volvió a preguntar.
- ¿Qué más?
Era increíble. Nunca me había encontrado con alguien así. Una chica joven, sin apenas experiencia y totalmente deshinibida, con ansias de aprender. Pero se me estaba haciendo tarde, llevábamos casi 2 horas y teníamos que empezar a pensar en despedirnos. Aparte yo tenía que limpiar el desorden del despacho. Pero aún se me ocurrió otra cosa que enseñarle.
- Tenemos que despedirnos pero antes, tu perro esclavo como no se ha tragado todos tus líquidos tendrá que lamerlos de tus pies.
- Vale.
Lo entendió fácil. Empezó a pisar el suelo guarro de sangre y meados ensuciándose ambos pies negros del propio suelo y los líquidos, y primero me los pasó por el pecho enguarrándome más si ya no lo estaba bastante y la siguiente vez ya me puso el pie en la boca para que lo relamiera y me tragara los jugos que se me habían escapado.. Así lo hizo con ambos pies. Unos minutos más con ese juego y ya dimos por acabada la sesión.
Perdón si alguno esperaba folleteo pero no hubo, la verdad es que no acostumbro a follar, menos aún la primera vez y siempre si la Ama en cuestión me lo ordena.
Se vistió, limpié como pude el pastifal, cerré el despacho y la acompañé a la parada de bus.
Dijimos de volver a vernos. Quien sabe, Eso sí tenemos un par de temas pendientes. Le pregunté si sabía poner agujas y me dijo que no pero le encantaría aprender. Si volvemos a vernos está claro que me las pondrá. Y cuando le propuse lo de la lluvia también dejé caer lo del scat pero no tenía ganas de cagar, pero visto lo visto si tiene ganas lo hará.
En fin, esta ha sido mi última experiencia, como todas las que os cuente real.