Sometido, criada y perra contra mi voluntad

Parecía un ligue más, pero ella no quería eso, quería un sumiso esclava, quería una criada, quería una perrita.

Soy sumiso, soy la esclava de mi Ama, y lo soy contra mi voluntad. También contra mi voluntad, debo relatar como llegué a esta situación.

Conocí a Celia a través de un chat normal, ni siquiera de sexo. Hablamos varias veces y como los dos vivíamos en Madrid, quedamos en vernos un día. Tomamos un café y alguna copa y nos despedimos. A mí me gustó ella, y pude ver que yo también le hice gracia, lo que no sabía era para qué.

Quedamos otro día, y el sábado, con la excusa de ver una película, fuimos a su casa. La película era una tontería, pero allí empezó todo.

Tengo 40 años, bastante mayor que Celia, soy divorciado y vivo solo. Desde mi separación he tenido algunas novias y varios ligues esporádicos, luego no era novato en esas cosas. Sentados en el sofá empezamos a rozarnos y tras una mirada cargada de significado, llegaron los besos y antes de darnos cuenta, estábamos desnudos y en la cama. Hicimos el amor con pasión y quedamos después rendidos y abrazados.

Al cabo de unas horas, casi de madrugada, desperté y pude sentir que me miraba a mi lado. Le di un beso y allí paseó su mano por mi espalda. La tienes fría, me dijo, debemos habernos desarropado. No importa, le contesté. Sí importa, que no quiero que te vayas con la escusa del frío, te daré una camiseta. Vale, le dije.

Se puso encima de mí y abrió un cajón de la mesilla. Toma, póntela, me dijo. Dejó encima de mi pecho una prenda con un tacto extremadamente suave. Esto me extrañó. Qué camiseta tan rara, le dije, de qué tela es? Es mía, me dijo, tiene algo de raso, pero no importa, te vendrá bien. Te la pondré yo.

Me hizo incorporarme y ella se puso a mi espalda para ponerme aquella prenda. Era completamente lisa, de manga corta y cuello redondo, algo abierta, con unos pequeños botones en la parte de delante, y un cordón para ajustar el cuello. No veía el color, aunque era claro. Estábamos de rodillas en la cama, y sentí caer el bajo de la prenda sobre mis piernas, sin darme cuenta de su longitud. Luego, desde atrás, me abrochó los botones y me hizo un lazo con el cordón.

Estás segura de que esto es una camiseta?, le pregunté. Sí, hombre, y estás guapísimo, y esta tela tan suave, ¿a que te gusta? Mientras me preguntaba eso, me iba acarciando a través del raso. Sus caricias hicieron que me olvidara de qué llevaba puesto. Así seguimos un rato. Quise penetrarla de nuevo, pero me dijo que no le apetecía en esos momentos. Vamos a beber algo a la cocina, me dijo, y se levantó y dio la mano. al ponerme en pie vi y sentí lo que tenía puesto: un camisón de raso que me llegaba a las rodillas. Estoy ridículo con esto, le dije, mejor me lo quito. No te lo quites, anda, si ni te veo; mira, tírate encima de la cama, que ahora traigo yo las bebidas. Me dio un pequeño empujón y me dejó tirado en la cama, mientras ella encendía una lamparita y salía. A la luz de la lámpara vi que el camisón era rosa, me resultó divertido, y me quedé dormido esperándola.

Me despertó Celia con unos golpecitos en el culo. Ya era de día. Yo seguía con el camisón, y ella estaba vestida. Me quedé dormido, le dije. Sí, me contestó, y yo he aprovechado para hacer algunas cosillas.La miré intrigado mientras empezaba a desabrocharme los botones

No, me dijo, no te quites el camisón.

Que sí, mujer, que me siento muy ridículo.

Como quieras, pero tendrás que volvértelo a poner.

¿Y eso?

Pues verás, Andrés, mientras dormías te he hecho algunas fotos en las que te aseguro que sales monísima, y ya las tengo en internet en un lugar seguro. Y si quieres que te las devuelva, o que las borre, tendrás que obedecerme hoy todo el día.

¡Pero qué dices! ¡Estás loca! Me voy.

Como quieras, pero antes deberías verla, para no asustarte mucho cuando las publique y todo el mundo del chat, y de tu instituto las vea.

¡No serás capaz! Además, siempre podré decir que era una fiesta de disfraces y que me narcotizaste.

Pues sí, pero tampoco es tanto lo que pido. Sólo hoy, un día, y seguro que lo vas a pasar bien.

Me quedé mirándola. El juego podía ser divertido.

A ver las fotos, le dije.

Primero vuelve a ponerte el camisón, me contestó.

Lo hice.

Bien puesto, los botones, el lazo.

Cuando acabé, ella me dio unas braguitas: Póntelas, que si no tienes un bulto raro ahí.

Te estás pasando, le dije.

Hoy me tienes que obedecer. Ponte las braguitas.

Las cogí y me las puse, apenas me tapaban el pene.

Me dio la mano y me llevó hasta el ordenador. Allí me enseñó varias fotos en las que se me veía con total claridad durmiendo plácidamente con un camisón rosa de mujer. En una de ellas tenía incluso un consolador cerca de la boca, como si fuera a chuparlo.

¡Joder, Celia!

chs! Se acabó lo de Celia. El resto del día seré tu Ama, y te dirigirás a mí como Mi Ama o Mi Señora, ¿de acuerdo?

Pero sólo hoy

... tienes que decir Mi Ama.

Pero sólo hoy, Mi Ama.

Sólo hoy. Pero recuerda, nada de desobedecer, ni de protestar. Si lo haces tendré que castigarte.

Eso era nuevo, pero cuando iba a protestar su mirada me dio a entender que mejor que no lo hiciera.

Te llamarás Sophie, y nunca me dirigirás la palabra a no ser que yo te pregunte. ¿Enterado, Sophie?

Sí... qué?

Sí, mi Ama.

Muy bien, Sophie. La verdad es que ese camisón es muy feo. Vamos a cambiarte.

Me llevó a un cuarto distinto a donde habíamos estado. Sólo había una cama y un armario.

Quítate el camisón, Sophie.

Me lo quité, y ella sacó del armario un sujetador, un camisón negro y corto de tirantes, unos zapatos de tacón, una cofia y un pequeño delantal.

Este será tu cuarto cuando no te necesite. Ahora te pondrás esta ropa y esperas aquí, bien vestido, de pie y con las manos atrás, palma contra palma, a que yo te llame. Cuando lo haga deberás acudir de inmediato. ¿Ves como no es difícil? ¿me has entendido?

Sí... Mi Ama.

Bien.

Se fue y yo me quedé mirando la ropa. Bueno, pensé, es sólo un día y a lo mejor es divertido. Nunca me había vestido de mujer, pero había desnudado a algunas, así que me puse el sujetador, el camisón negro y el delantal. Luego, mirándome al espejo del armario, me coloqué la cofia, que era de diadema, y me puse los zapatos. Anduve un poco para ver si podía hacerlo, y no hubo problemas porque no tenían mucho tacón. Luego me coloqué en mitad del cuarto, como ella me había dicho. Mientras me vestía, mi pene se había ido poniendo duro, y no pude evitar tocármelo. Y allí depiés seguía con ganas de acariciarlo, lo que hacía de vez en cuando, contraviniendo las órdenes, pero nadie me veía.

Al cabo de un rato, ella apareció de nuevo, me miró y me dijo que casi perfecto. Sacó un pañuelo del armario y me ató las manos atrás, tal como las tenía, inmovilizándomelas por completo.

Luego, me agarró del brazo y me llevó al pasillo, poniéndome justo frente a la puerta de entrada.

Ponte de rodillas, Sophie.

Lo hice, y entonces ella me ató fuertemente los tobillos con otro pañuelo. Ya no podía moverme.

Entonces se puso delante de mí, me levantó la cara con la mano izquierda, y me dió un tremendo tortazo con la derecha

Pero bueno... fui a protestar, pero ella me sujetó con fuerza la barbilla y me ordenó silencio: Calladita del todo o te amordazo. Me has desobedecido. Te dije que te vistieras y permanecieras quieto, nada de andar tocándote la picha, niña. Ahora tienes que recibir tu castigo, y en silencio. Si tengo que amordazarte, volveré a empezar.Por cierto, todo lo que has hecho en tu cuarto está grabado en vídeo, y colgado en internet, preparado para ser visible en cuanto yo quiera. Con eso va a ser más difícil explicar lo del narcótico, así que a obedecer.

Entonces me dió otro tortazo, y otro más, y otro, no sé cuántos más.

Ahora te quedarás aquí quietecito hasta que alguien entre por esa puerta... chssss, no hables... a quién entre, le deberás la misma obediciencia que a mí. Yo seré tu Ama, y ella será tu Señora. No lo olvides, y no la hagas enfadar. Ella es mucho más dura que yo.

Y allí me dejó, en camisón, con cofia y delantal, atado de rodillas delante de la puerta de la casa.

Quince o veinte minutos después, la puerta se abrió y entró una mujer algo mayor que yo, acompañada de un perro enorme. Ella se me quedó mirando con una sonrisa en la cara.

Hombre! si tenemos una chacha! ¿Cómo te llamas, bonita?

Andrés...

¿Andrés? qué nombre tan raro para una chica, y que poco respetuosa es la chica. A ver, putita, ¿como te llamas?

Sophie, mi Señora.

Eso está mejor.

Entonces apareció Celia a mi lado.

¿Te gusta, mamá?

No sé... me ha hecho repetirle la pregunta.

Celia me agarró del pelo y tiró con fuerza hacia arriba:

¡Sophie! Me has hecho quedar mal con mamá!

Yo la castigaré, Celia.

Tú lo harás luego, mamá, ahora siéntate a descansar mientras yo me ocupo de la criada.

Vale, hija.

La madre se fue hacia el salón, mientras Celia me puso depie tirándome del pelo, a pesar de mis tobillos atados.

Hasta ahora nos lo estábamos pasando bien, Sophie, pero me parece que voy a tener que enseñarte a jugar.

Volvimos a mi cuarto. Allí me desató y me ordenó:

Vas a ponerte de rodillas en la cama, con las piernas bien abiertas, te bajas un poco las bragas y te vas a masturbar con cara de placer, mientras repites bien alto y claro que deseas ser esclava, que quieres ser sumisa, que quieres ser mi criada y de mi madre, que nos obedecerás en todo, y que deseas también ser una perrita para disfrute de León, y para tu disfrute, porque ya sólo gozarás cuando él te tome.

Te estaremos grabando, Sophie, así que quiero verte convincente. Cuando te corras, no dejes que escape ni una gota de tu mano. Después chuparás tu mano hasta que esté limpia. Todo mirando a aquel ventunuco, que es donde está la cámara.

Por cierto, Sophie, ya es mediodía, ya te queda menos, si consigues no estropearlo.

Ella salió y dejó los dos pañuelos con los que me había atado extendidos en la cama. Yo me bajé las bragas lo justo para sacar el pene. Luego me puse de rodillas encima de los pañuelos, abriendo las piernas hasta sentir su tacto en la ingle y en el culo. Entonces empecé a masturbarme, repitiendo todo lo que me había dicho, aunque preocupado por lo del perro:

Quiero ser su esclava, mi Ama, es mi mayor deseo, que usted me ordene lo que le plazca, que disponga de mi, y yo le obedeceré en todo; seré su puta más sumisa, mi mayor deseo es que haga con mi cuerpo lo que quiera, y seré también esclava de mi Señora, la obedeceré, seré su criada, y recibiré los castigos que merezca con placer porque vienen de usted, mi Ama, o de usted, Mi Señora, seré su chacha para todos los trabajos que quieran, careceré de voluntad, y seré también su perrita, y seré la perrita de León, y me entregaré a él si esa es su voluntad, mi Ama, mi Señora, y disfrutaré como una perra cuando León me tome, porque ya sólo seré eso, su esclava, su puta, su criada, su perra...

Lo dije, esto y cosas parecidas, no sé cuántas veces, cuando me llegó un orgasmo brutal, que me llenó la mano de leche.

Esperé unos segundos, recogí bien la leche, limpié los restos con la otra mano, y empecé a chupar mi semen, y a tragármelo, mientras no dejaba de mirar al ventanuco desde el que me estaban grabando.

Cuando hube terminado, se abrió la puerta y entró la madre. Muy bien, Sophie, me dijo, eres una mina. Ponte a cuatro patas mirando hacia allá.

Lo hice, y ella me quitó las bragas y empezó a hurgarme en el culo.

Dice mi hija que sólo vas a ser su esclavo por hoy. Claro que yo no he dicho nada, y también eres mío. A mí me gusta jugar con el tiempo. Es mi castigo favorito: alargar el tiempo de sumisión.

Noté que me lubricaba el culo, y luego empezó a empujar para meter algo.

No te preocupes, es un consolador pequeño. Te vendrá bien tener dilatado el esfínter, para cuando León quiera poseerte.

Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, y se me escapó:

El perro, no, por favor...

No te preocupes, podrás elegir. Mira, por la falta de respeto que demostraste cuando entré, elige castigo: Una semana de esclavitud conmigo, sin que intefiera en tu trabajo, tranquilo, o ahora mismo saco el consolador y te entrego a León.

Una semana de esclavitud con usted, Mi Señora.

Muy bien, Sophie. Ahora túmbate en la cama y abréte de pies y brazos. Puso una almohada doblada debajo de mi vientre, con lo que mi culo quedaba hacia arriba.

Fue atándome los tobillos y las muñecas a las patas de la cama con unas correas que estaban preparadas.

Luego se acercó a mi cara y me enseñó como se quitaba las bragas. Luego me las metió en la boca y me amordazó con cinta de embalar.

Ya eres mi esclava una semana más. durante ese tiempo, podré hacer visible para todo el mundo los vídeos que acabamos de grabar. No quiero ni imaginarme a tus alumnos viéndote decir todo eso mientras te masturbabas, y luego beberte tu semen con esa cara de viciosa.

Ahora aprenderás otra cosa. Tu Señora no necesita un motivo para castigarte, pero ahora encima lo hay, porque has rechazado a León, y eso no me gusta. Ya casi sabes ser una chacha, y seguro que también una puta. Ahora serás una perrita.

¡León!!

Yo ya no podía decir nada, cuando vi llegar al perro por la puerta. Mi Señora me quitó el consolador que tenía todavía en el culo, y me dió unas palmaditas que sirvieron de llamada al perro.

Un instante después tenía encima de mí a un perro enorme, totalmente salido, que buscaba con su miembro mi culo, y que lo encontró. Empezó a moverse a toda velocidad, mientras yo sentía que me desgarraba por dentro.

Muy bien, León, oí que decía mi Señora, y también mi Ama, que había venido a ver como me desvirgaba el culo un perro.

Por fin terminó, sacó su cosa, y se fue tan tranquilo. Mi Señora se fue con él.

Muy bien, Sophie, espero que hayas disfrutado, me dijo mi Ama. Ahora te desataré, te lavarás cuidadosamente, y luego nos servirás de chacha hasta el momento de irte. Sabes, me alegro mucho de que hayas decidido seguir una semana más a nuestro servicio.