Sometido a mi ama (parte V)
Todos permanecemos unos segundos quietos, como exhaustos, como sin saber qué hacer. Eliza sale de debajo de mí. Sus mejillas y su pelo aparecen manchados con mi semen. Busca su vestido en el suelo, y vuelve a ponérselo, sin limpiarse el semen en ningún momento.
V
Todos permanecemos unos segundos quietos, como exhaustos, como sin saber qué hacer. Eliza sale de debajo de mí. Sus mejillas y su pelo aparecen manchados con mi semen. Busca su vestido en el suelo, y vuelve a ponérselo, sin limpiarse el semen en ningún momento.
Marcus también se ha incorporado, y por vez primera lo escucho hablar. Con un acento gutural, pero en español, afirma:
- Creo que a tu perro le ha gustado que le follen el culo. Se ha portado bien, lo tienes bien enseñado.
- Ya venía enseñado de casa, supongo. Apenas he tenido tiempo de entrenarlo –le contesta mi ama.
Mientras tanto, él permanece en pie, con su físico contundente frente a mí. Se quita el preservativo y lo arroja al suelo. Mi ama también está en pie, a su lado. Y Eliza. Todos me observan. Yo sigo en mi postura de perro, humillado ante ellos.
Hasta ahora no había reparado en el dolor incomodísimo de mis rodillas y muñecas, por la postura.
Hablan entre ellos, aparentemente en alemán, aunque no lo sé con certeza. En cualquier caso, no entiendo nada. En un momento dado Marcus se dirige a mí, con indiferencia:
- Límpiame la polla, anda, perro.
Y a la vez que dice esto da un paso para ponerme su polla laxa frente a mi cara, sin mirarme, mientras sigue conversando con ellas.
Obedezco, pasándole la lengua para limpiarla de los restos de semen. Pero esta vez no me resulta tan excitante como me lo resultó un rato antes. El orgasmo ha supuesto una caída de mi deseo sexual. El sabor y el olor de su polla me resultan ahora desagradables.
Salen de la habitación. Me dejo, por fin, caer hacía un lado, y me quedo tumbado boca arriba, desnudo como estoy, mirando el techo de la habitación, en silencio.
Permanezco unos minutos así, recuperando el aliento y ordenando ideas.
Ahora me levanto, ando por la habitación, desentumezco músculos.
Y en ello estoy cuando se abre la puerta. Es Eliza. Viene con una bandeja en la mano y una sonrisa en la cara. En la bandeja hay un sándwich vegetal y un botellín de cerveza.
- Repón fuerzas, esto solo acaba de empezar.
- ¿Qué quieres decir? No me habían avisado de vuestra visita. No sé quiénes sois ni qué más tenéis pensado hacerme.
- Claro, es tu papel. No tienes porqué saber nada, solo obedecer.
- A ver, sí, pero antes de empezar toda esta historia tuve una conversación con mi ama, donde “pactamos” lo que nos gustaría hacer… y no hablamos de nada de esto.
- ¿No pusisteis límites?
- Sí, claro, los pusimos.
- ¿Y dijiste que no aceptabas terceras personas?
- No, en realidad eso no lo llegamos a hablar.
- ¿Entonces, de qué te quejas?
Me encogí de hombros.
- Supongo que la culpa es mía por meterme en estas historias.
- Pero antes has disfrutado… casi me atragantas la boca con tu enorme corrida mientras te follaban.
- Sí, eso es cierto.
- ¿Sabes? Yo llevo 12 años con Marcus, siendo su perra sumisa. Y hoy me dijeron que podía usarte también… por vez primera me dan la oportunidad de dominar… pero no me sale.
Tras decir esto se queda mirándome en silencio. Tras unos segundos, se pega a mí y comienza a besarme. Con una mano me coge los huevos. Los masajea con la palma de la mano. Los presiona, aplastándolos contra el pene. Intercala los besos con mordiscos en la lengua. E intercala la presión en los genitales con pequeños golpes con la mano. Mientras lo hace pienso que se contradice con lo que acaba de decirme. Parece que “sí le sale“ dominar.
En este momento entran mi ama y Marcus en la habitación. Eliza se retira bruscamente, como si le hubieran pillado jugando con un juguete para el que no le han dado permiso.
Mi ama me ordena volver a ponerme a cuatro patas. El sándwich se queda sobre la mesa, en la bandeja. Tenía hambre realmente, pero no parece que ahora sea el momento de comer.
Apaga la luz. Quedan encendidas únicamente las velas, sumiendo la habitación nuevamente en una semi-penumbra.
- Busca el preservativo de mi amigo, sin abandonar tu postura de perro, y bébete su contenido, pero sin usar las manos. Recuerda, eres un perro.
Pienso que eso es imposible, y titubeo por un momento. Mi ama me da una dolorosa patada en el costado ante mi tardanza en ponerme en marcha. Antes de recibir una segunda patada con la punta de su zapato me dirijo a cuatro patas hasta donde recuerdo que arrojó el preservativo Marcus. A pesar de la oscuridad, por el olor que desprende no me resulta difícil encontrarlo. Permanezco un instante sobre él, dudando cómo hacer para beberlo. Ahora es Marcus quien me da una patada con su pie desnudo.
Aplasto con la lengua la punta del preservativo, donde permanece el semen, y dirigiéndolo con pequeñas presiones con la lengua voy desplazando el esperma hasta la boca del condón. Finalmente termina derramándose fuera, en el suelo. De aquí lo comienzo a beber absorbiéndolo con lentas y sucesivas sorbidas.
Con restos del semen aún en mis labios miro a mi ama, quien sonríe satisfecha.
- Vamos, túmbate boca arriba –me dice, a la vez que me arroja un cojín en el suelo para que apoye en él la cabeza.
Yo obedezco, excitado y temeroso a la vez. No saber qué me espera me atrae e intranquiliza a partes iguales.
De tal modo, desnudo, con sabor de esperma en mi boca y con mi pene semi-relajado apoyado sobre mi vientre, permanezco en silencio y paciente.
Ellos conversan en su idioma nórdico, y se sirven unas bebidas que hay sobre una mesa de la habitación. Marcus y mi ama cogen sendos botellines de cerveza, y Eliza se sirve una copa de vino. Marcus se enciende también un cigarro y con su mismo cigarro enciende otro a Eliza.
Mientras siguen conversando, mi ama se acerca a mí y sin decirme nada se sienta a horcajadas sobre mi cara, poniéndome su culo desnudo sobre mi boca y mi nariz. Lentamente y con indiferencia, va moviendo levemente su sexo hacía delante y hacía atrás, restregando su coño y su culo contra mi cara. No obstante, su sexo está seco y no resbala suficientemente, raspándome con un incipiente vello púbico que delata que se lo depiló por última vez 4 o 5 días antes.
Se retira. Bebe un largo buche a la cerveza, y lo deja caer sobre mi cara, empapándomela. Luego me escupe por dos veces. Ahora vuelve a sentarse sobre mi cara “lubricada” con cerveza y saliva, y esta vez sí resbala mejor su sexo. Yo saco la lengua con la intención de lamerle el coño, pero se mueve con tal brusquedad que de poco me sirve, salvo para saborear torpemente sus genitales.
Me sorprende que no se canse de realizar ese vaivén. Sin duda sus piernas son fuertes. Cuando finalmente para, se queda sentada mi cara. Mi nariz se hunde completamente entre sus glúteos, impidiéndome respirar. Por suerte existe un mínimo espacio entre mi boca y su coño, lo que me permite respirar, aunque sea dificultosamente.
Estar aprisionado por el culo de mi ama me ha vuelto a empalmar. Una mano, ignoro de quien, agarra la base de mi polla, situándola vertical, y colocándole con habilidad un preservativo. Al instante noto la entrada de un culo apoyarse sobre ella. El culo -que es de Marcus, pues noto su gran pene y sus huevos rozar contra mi polla y con mi vientre- se mueve tratando de devorar mi glande, ayudándose con su mano. Pero no lo consigue. Tras dos orgasmos en lo que llevo de día, ya no acude suficiente sangre a mi sexo como para darle la dureza necesaria para penetrar un culo. Marcus se enfada por ello, se retira y me insulta. Mi ama comienza a golpearme la polla con ambas manos, fuerte y repetidamente, igual que ya hiciera cuando me premió involuntariamente con mi primer orgasmo. Supongo que es ella la que me golpea por el ligero balanceo lateral de su culo, pero en realidad no veo nada. Su culo parece haberse acomodado perfectamente sobre mi cara.
Al principio mi pene bascula de un muslo a otro tras cada golpe, pero poco a poco comienza a ponerse más y más duro, y cada vez oscila menos.
En un momento dado para de golpearme, y Eliza aprovecha mi inhiesto pene para sentarse sobre él, clavándoselo en su coño. Comienza a cabalgarme, dejando caer todo el peso de su cuerpo cada vez que salta sobre mi polla. Me hace daño, pero me encanta follarla de este modo, inmovilizada la cabeza y sin mover el cuerpo en absoluto.
MI ama se levanta por fin, y a la par que normalizo la respiración veo también, al menos hasta donde la penumbra de las velas lo permite, el exhuberante cuerpo de Eliza votando sobre mí, con sus grandes pechos bailando a cada salto.
Noto que el tercer orgasmo del día se está acercando. No obstante, Marcus agarra del pelo a Eliza y la levanta, interrumpiéndole su cabalgada. Lamento que haya hecho esto, pero al momento comprendo el porqué. Él vuelve a cogerme la polla con su mano y a situarla sobre la entrada de su culo. Esta vez sí, dura como está, entra rápidamente.
Exhalo un suspiro o gemido de placer. Deseo correrme dentro de su culo. Pero sorprendentemente, no imita la cabalgada de Eliza. De hecho, no hace movimiento alguno. Simplemente, permanece sentado sobre mí, con mi polla en su culo.
Eliza se ha puesto de rodillas junto a mí, y comienza a lamerme las mejillas y los labios con su lengua. En ocasiones, deja caer hilos abundantes de saliva sobre mi cara y dentro de mi boca. Hace esto mientras sigue fumando, entre calada y calada, y echándome el humo en ocasiones.
En algún momento también me besa con la boca llena de vino, derramándolo dentro de mi boca a la vez que me besa. Parte del vino lo trago, y me sabe especialmente embriagador. Otra parte se derrama por la comisura de mis labios hacía el suelo.
En un momento que se retira para dar otro trago a su copa de vino puedo ver a Marcus, quien, sentado encima mía con mi polla dentro de su culo, acaricia su pene mientras nos observa. Está absolutamente erecto.
Al percatarse que lo estoy mirando, me dirige una orden sencilla y firme:
- Mastúrbame.
Complaciente y plenamente conforme, agarro su gran polla con la mano derecha, y comienzo a masturbarle lentamente. Mientras lo hago, Eliza, quien sin duda disfruta lamiendo y usando su lengua, la introduce dentro de mi oreja.
Marcus cierra sus ojos. Debe estar cerca del orgasmo. Acelero el ritmo de la masturbación. Al poco noto el semen llegar bruscamente a su polla, que palpita mientras se contrae la base del pene. En ese mismo momento alza su culo, saliéndose mi pene de dentro. Y una potente y abundante corrida sale disparada, cayendo sobre mi pecho y alcanzando mi rostro.
Sentir su esperma muy caliente sobre mi cuerpo y cara me excita mucho. Dirijo la mano derecha a mi polla para masturbarme y correrme también, pero mi ama, que se percata de mi intención, me pisa la polla y la mano con la suela de su zapato, dejando claro que no me autoriza.
Al mirarla veo que ha vuelto a ponerse el arnés, con el mismo dildo en forma de pene que usaba cuando llegaron Eliza y Marcus.
Sin opción a respiro o descanso, se sienta frente a mí. Me quita el cojín de la cabeza, bruscamente, y lo sitúa bajo mi culo, alzándolo unos centímetros. Con los dedos recoge parte del semen de Marcus que hay sobre mi pecho, y lo reparte por el glande de silicona, lubricándolo. Luego, con apenas 2 o 3 violentos empujones, lo introduce en mi ano.
Sin la necesaria dilatación previa, siento un dolor intenso que a ella no parece importarle, pues comienza sus embestidas inmediatamente. Tengo los ojos cerrados. El dolor no cesa, y ella sigue empujando su polla de plástico hasta el final de mi culo. Tal es la profundidad de la penetración que llega a golpear sus caderas con mis glúteos a cada embestida.
Eliza se sienta sobre mi pecho, con las piernas muy abiertas y su sexo a pocos centímetros de mi rostro. Comienza a tocarse el clítoris.
Y como si no estuviera siendo aun suficientemente abusado, también Marcus sitúa su culo sobre mi cara, abriéndome la boca con la mano y metiéndome su polla dentro. La polla está flácida, y así permanece dentro de mi boca, pero a pesar de ello me la llena completamente.
Todo lo que me está ocurriendo en este momento densa mis pensamientos. Me parece hasta cierto punto delirante. Se me mezclan el dolor anal por las brutales embestidas de mi ama, la presión en el pecho por el peso de Eliza, la dificultad para respirar y las arcadas por la gran polla de Marcus en mi boca, y su culo y testículos sobre mi cara. Y, por encima de todo ello, la humillación de estar siendo usado de tal modo, como si no fuera más que un muñeco hinchable con el que satisfacer los delirios sexuales de tres desconocidos.
Y ese delirio aún va a más. Marcus saca su polla de mi boca, y la mantiene cerca de mi cara. Al instante comienzo a notar un líquido caliente, abundante y muy fluido empapándome. Su orina me baña la cara. A Eliza parece gustarle, y con intensos gemidos de placer empapa también, y a a la par, mi pecho con un squirting . Mi ama, a su vez, aumenta la velocidad y fuerza de sus embestidas, gritando salvajemente.
Siento un vivo cosquilleo en mi bajo vientre y una excitación que borra toda pensamiento me aborda repentinamente. Mi polla, sin que nadie la toque, comienza a eyacular, vaciándose por tercera vez en el día, formando un charquito de semen sobre mi vientre.
La degeneración ha llegado demasiado lejos. Pero lo peor es que me ha gustado.
Mientras recupero la respiración, me digo que nunca más repetiré algo así.
Confío que os haya gustado este delirante relato. Espero vuestros comentarios o mensajes aquí o por email.