Sometido a mi ama (parte IV)
Durante largos minutos permanezco inmóvil esperando que regrese mi ama, en la misma postura en que me ha dejado, mirando de frente a la puerta. Finalmente se abre, y entra en la habitación, junto a una pareja. - Aquí está. Os presento a mi perro. Realmente lo parezco. Situado a cuatro patas, en silencio, esperando su llegada. Solo me falta sacar la lengua y respirar como un perro.
IV
Durante largos minutos permanezco inmóvil esperando que regrese mi ama, en la misma postura en que me ha dejado, mirando de frente a la puerta.
Finalmente se abre, y entra en la habitación, junto a una pareja.
- Aquí está. Os presento a mi perro.
Realmente lo parezco. Situado a cuatro patas, en silencio, esperando su llegada. Solo me falta sacar la lengua y respirar como un perro.
En ningún momento habíamos hablado de la participación de terceras personas. Y además no me atraen demasiado físicamente. Tienen en torno a 50 años, y ambos están entrados en carnes.
- Mira, estos son dos amigos míos – dice ahora dirigiéndose a mí – Eliza y Marcus.
Ambos me miran sonrientes. Tras escuchar sus nombres me doy cuenta que parecen extranjeros. Son rubios, de piel clara, y ella además pecosa. Él tiene un botellín de cerveza en la mano, y ella un cigarro.
Marcus mide aproximadamente metro y ochenta centímetros, y eufemísticamente podría decirse que “es de constitución fuerte”. Tiene una cierta barriga y brazos velludos. Su aspecto es un tanto rudo. Viste con vaqueros de color gris claro, estrechos y marcando un abultado paquete, probablemente porque ha entrado ya acompañado de una erección en la habitación. Lleva una camiseta de color verde, también con la tela tirante en pecho y vientre. Tiene el pelo muy corto y muy rubio, y unos ojos pequeños y azules. Me mira fijamente. Por momentos siento temor de lo que esté pensando mientras me mira.
Ella es bajita, no más alta de un metro sesenta. Tiene grandes pechos, que se asoman por un vestido abotonado y generosamente abierto en su parte superior. Sus ojos también son claros, y su pelo rubio, ondulado, con media melena. En realidad, es guapa, a pesar de su edad y sus curvas excesivamente generosas. El vestido es negro, y ello contrasta con su piel muy blanca y sus pecas. Eso también me gusta. Me genera más confianza que él.
Absorto en observar a los invitados, paralelamente trato de hacerme una idea real de la situación. No sé si debo parar este juego o si por el contrario debo alegrarme de los derroteros que está tomando. Mientras, mi ama sigue hablándome.
- Debes portarte bien con ellos. Les he hablado de ti y tienen ganas de usarte –hace una breve pausa, y continúa– Sé que va a gustarte que jueguen contigo.
Yo aún no lo sé, pero no digo nada, y con ello acepto seguir adelante.
Mi ama me observa, e interpreta mi silencio como un consentimiento. Seguidamente los mira con un leve asentamiento, con el que está autorizando que me usen.
Marcus comienza a desnudarse, mientras Eliza sigue fumando y observándome. Tras quitarse la camisa compruebo que sus brazos no son lo único velludo. Todo su cuerpo lo es. Al bajarse los pantalones compruebo con sorpresa que está muy bien dotado. Yo también lo estoy, pero su polla es especialmente gruesa. Por el contrario a lo que me parecía, está completamente flácida, y el relieve de la bragueta lo generaba su mero volumen.
Se queda completamente desnudo. Bebe un largo trago de cerveza. Se acerca a mí. Se sitúa muy cerca. Tanto que podría meterme su polla en la boca si la abriese. En la postura en la que estoy, tengo que girar completamente el cuello hacía arriba para mirarlo. Entonces abre la boca y deja caer la cerveza que acaba de beber sobre mi cara.
No ha empezado precisamente suave conmigo.
Coge mi cara con su mano fuerte y grande, y me da una pequeña bofetada.
Estoy un tanto descolocado aún.
Miro a mi ama. Sonríe. Miro a Eliza. Da otra calada a su cigarro. Deseo que en analogía a lo que ha hecho su pareja, me eche el humo a la cara. Pero no se mueve de su sitio. Solo me mira y fuma.
Marcus ha dado un par de pasos hacia atrás, y se está sobando la polla con su mano derecha. Ahora ha pasado de flácida a “morcillona”. Deseo sentirla dentro por primera vez. Me da igual si en la boca o en el culo, pero quiero tenerla dentro.
Entonces, como si me estuviera leyendo el pensamiento, llega la orden de mi ama.
- Vamos, pónsela bien dura. A ver si sabes usar tu boca igual que la usas con mi coño.
Nunca he chupado una polla. Por suerte tiene sus genitales depilados. Estoy nervioso y bastante excitado. Avanzo hasta situarme nuevamente junto a su polla, y saco tímidamente la lengua para depositarla apenas sobre su glande. Subo la lengua por su polla, que rápidamente está creciendo. He cumplido muy fácilmente, por tanto, la orden de mi ama.
Sigo subiendo y bajando la lengua por su polla, desde el glande hasta la misma base. He empezado haciéndolo por su cara superior, pero al ponerse dura he tenido que empezar a trabajar su cara inferior, pues ahora se sitúa por encima de mi cara.
Cuando llego a la base bajo un poco más, chupando también sus huevos. Me gusta su textura. Juego con ellos empujándolos levemente hacía dentro con la lengua.
Vuelvo a subir hasta la punta del pene. Unas primeras gotas de líquido pre-seminal asoman y le hacen brillar. Tienen un sabor fuerte y extraño. Tal vez pueda decir que muy dulzón. Saboreo esas gotas con delectación. Rápidamente surgen otras más.
Recorro el grueso tronco una vez más hacía abajo. Al llegar a los huevos pruebo a metérmelos completos en la boca. No me resulta fácil, pero lo logro. Marcus suelta un breve gemido casi femenino, que contrasta con su aspecto bruto y su posición de dominancia. Mientras ensalivo y amaso sus huevos con mi boca pienso que en el sexo no existen géneros, masculinidades ni femineidades. Solo es juego.
Saco sus genitales de mi boca y vuelvo a mi tarea de lamerle longitudinalmente la polla, pero parece que él ahora quiere más, y sin aviso de ningún tipo retrocede un poco para retirarme el pene y luego embiste metiéndomelo inesperadamente en la boca.
Doy una arcada, que no parece importarle mucho, pues comienza un movimiento regular de meter y sacar la polla en el que yo no participo más que aguantando sus embestidas como buenamente puedo. Es gruesa y la mete con tal vigor que llega una y otra vez hasta la garganta. Me estoy agobiando y echo la cabeza hacia atrás, pero me la coge con sus manos y me inmoviliza.
Con una mano le golpeo en su muslo. No le importa. Sigue con sus embestidas.
Eliza llega en mi rescate. Lo separa. Yo respiro aliviado. La chica se agacha junto a mí, situándose a cuatro patas, como estoy yo, cara con cara frente a mí. Todo es raro e inesperado. Estoy muy confuso, y ello me hunde más en mi sumisión.
Comienza a besarme. Su beso me sabe a bálsamo. Al principio me dejo hacer, pero rápidamente empiezo a participar. Entremezclamos las lenguas, nos lamemos la boca. Nos lamemos la cara. Me muerde suavemente los labios. Me los lame, me los besa. Me vuelve a lamer la cara.
Estoy enajenado. No pienso. Solo me dejo hacer.
Mientras me besa se ha desabrochado varios botones de su vestido, hasta el vientre. Ahora sus pechos grandes cuelgan hacía abajo, recogidos por un sujetador negro semitransparente, sin aros, que únicamente los viste, sin comprimirlos.
Marcus se ha situado tras de ella. Le ha subido el vestido hasta las caderas y le ha bajado las bragas. Mientras nos besamos, o nos lamemos, él se dispone a penetrarla. Pero no lo consigue fácilmente, sino que lo hace con torpeza, por lo que sospecho que está tratando de hacerlo por el culo directamente.
Ahora ya sí ha entrado. Eliza gime y se separa un poco de mí, pero a cada empuje de Marcus su cara se pega a la mía nuevamente. Ahora soy yo quien le lame la cara cada vez que una embestida de su pareja la trae hasta mí.
Ha pasado un par de minutos follándole el culo a ella, y ahora se levanta y viene a situarse tras de mí, mientras se quita el preservativo que tenía y se pone uno nuevo. Creo que le ha tocado el momento a mi culo. Aunque ya otras veces ha sido penetrado por dildos , como por ejemplo ha hecho mi ama apenas un rato antes, pero nunca he tenido una polla de verdad dentro.
Empiezo a respirar aceleradamente, temeroso de que este brusco tipo gordo y velludo me meta de golpe su gruesa polla, sin miramientos.
Pero no lo hace así. En lugar de ello me está lamiendo con lentitud y esmero la zona perianal. Al poco, comienza a depositar su lengua en la entrada de mi ano. Lo lame y la introduce apenas un par de centímetros de tanto en tanto.
Ahora cede el testigo a sus dedos. Tras ensalivarlos, me acaricia el culo con ellos, y mete primero uno, haciendo movimientos circulares en el interior. Ahora mete dos dedos, e igualmente le dedica un tiempo a moverlos por el interior del culo.
Los ejercicios de dilatación previos están funcionando, y mi culo le invita a introducir aún más dedos dentro. No sé si lo siguiente son 3 o 4, pero la boca de mi ano tampoco se opone, y ahora ya sí, sitúa la punta de su polla sobre la entrada del culo. La restriega. El lubricante del preservativo continúa allanando el camino. Y de pronto, de un empujón suave y seco a la vez, mete un trozo de su polla.
Siento una sensación extraña, como de presión dentro del culo, pero también de calor. Me gusta. Me gusta mucho. Cierro los ojos. Sigue un rato introduciendo lentamente la mitad de su polla. Y ahora soy yo quien pide más, empujando mi culo hacía atrás.
Capta mi señal, y comienza a empujar su pene con más fuerza, hasta meterlo completamente. Me siento lleno por dentro. Y también pleno. Como cuando me fumo un porro, en mi cabeza existe un único pensamiento, y es de placer, de abandono.
Mi ama está diciendo algo sobre lo feliz que se me ve. No termino de entenderle, ni me preocupo por hacerlo. Se agacha y se sitúa junto a mí. Por momentos me acaricia la cara y por momentos me toca la polla, que está muy dura.
Marcus sigue follándome. En ocasiones baja el ritmo, supongo que cuando se acerca al orgasmo, pero al poco vuelve otra vez a la carga con sacudidas más fuertes.
Eliza, a quien había olvidado en los últimos minutos, y quien parece tener un papel sumiso frente al de su pareja, se ha desnudado completamente y ahora está metiéndose debajo de mí. Desliza su cabeza, bocarriba, entre mis brazos, llegando a situar la cara bajo mi polla. Por la diferencia de estatura entre ambos, mi cara se sitúa entre sus muslos. Los lamo y mordisqueo. Luego fuerzo la postura de mi cuello para alcanzar su coño, y comienzo a lamerlo como buenamente puedo. Está empapado en flujos. Ella, no obstante, no me lame la polla. Solo permanece con su cara junto al glande, viéndolo danzar a cada embestida.
Mi ama coge mi polla con su mano, por la base, y la mete ahora sí dentro de la boca de Eliza.
La lame, la ensaliva, le da suaves mordiscos.
Siento que voy a reventar de placer. Y voy a reventar dentro de la boca de Eliza. Cuando el semen, abundante, circula ya por la polla en busca de la salida, ella me muerde con más fuerza el glande. Suelto un grito de dolor y sorpresa que acentúa aún más la explosión de placer. Inundo su boca con mi corrida. Marcus se da cuenta, y comienza a empujar su polla ahora ya con virulencia contra mi culo. Busca también su orgasmo, y lo obtiene al momento. Cuando aún no me he vaciado del todo dentro de Eliza, él ya se está corriendo dentro mía.