Sometida y Usada a Su Antojo
Así estaba yo manchada por la corrida de ambos, cuando él volvió a ponerse de pie y acercándome de nuevo la verga a la cara me susurró al oído: - Límpiala si quieres que te saque eso del culo y te desate.
Llegué a casa después del trabajo deseosa de quitarme el sujetador. Había sido una mala idea ponérmelo, pero a la vez había pasado todo el día excitada frotándome contra las esquinas como una gata en celo. El roce de los pezones contra la tela dolía, pero también me recordaba la noche pasada. Abierta de piernas, me tumbé sobre la cama con los ojos cerrados dispuesta a rememorar cada detalle. Habíamos llegado a su casa de madrugada después de cerrar el bar. Estábamos en ese punto justo de la embriaguez donde la libido se desata y los tabúes se disuelven, pero todavía éramos conscientes y capaces de controlar nuestros actos. En el salón nos comimos a besos mientras tomábamos la última copa. Una única lámpara iluminaba la estancia y canciones variadas que ambos conocíamos, mantenían un ambiente de complicidad.
En un momento dado, él se levantó y yo trate de seguirlo. - No, tu no. Espera ahí. - siseaba las palabras con los ojos entrecerrados por la lujuria y sonreía dejando claro que no tenía buenas intenciones. Volvió con una bolsa de tela entre las manos. La dejó sobre la mesa y colocó una silla en el centro de la habitación. -Desnúdate y siéntate. El tono de su voz no dejaba lugar a queja ni replica alguna así que obedecí y mientras me quitaba la ropa le pregunté: - ¿Qué vas a hacer? -¡Chssss! ¡Que te sientes he dicho! Cuando estuve sentada, cambió la música. Daba vueltas alrededor de la silla sobándome y disfrutando viendo como mis pezones se iban poco a poco hinchando. Si yo intentaba tocarle me apartaba las manos dejándome claro que solo él podía tocar. En un descuido, sacó de la bolsa unas esposas y encadenó mis manos por detrás de la silla.
-Jeje sabí…. -Una sonora bofetada me interrumpió. - No sabías nada. Hoy no va a ser como otros días. Hoy te va a doler de verdad. -Su cara se había vuelto agresiva y su voz hizo que me recorriese por la espalda un escalofrío.
Abre la boca cerda... sabiendo y deseando lo que ocurriría la abrí. Haciendo una bola con las bragas, me amordazó asegurándose de que no pudiera escupirlas. Sin dejar de mirarme a los ojos se colocó entre mis piernas y comenzó una lenta tortura. Amagaba una y otra vez con introducirme la goteante polla en la boca, pero paraba en el último instante o se limitaba a dar un rápido restregón por mi cara. Yo intentaba protestar zarandeándome en la silla y golpeando el suelo con los pies, a lo que él respondía cortando cualquier intento de rebelión con duros tirones de pelo y fuertes bofetones en mi cara. Cuando se cansó de tanto juego, me puso el miembro para que lo engullera hasta la garganta. Resoplé como si fuese una válvula de vapor. Succionaba y lamía con fruición para volver a tragármela entera hasta provocarme arcadas. Para descansar, le lamía los testículos hasta dejarlos cubiertos de babas mientras seguía masturbándole con la mano. Tenía un don especial para llevarle al éxtasis con la boca. Podría haber hecho que se corriese en cualquier momento. Podría incluso haber parado en el preciso instante en que la eyaculación es ya imparable. Pero ese no era el plan.
Levanta las piernas... Estar frente a él tan expuesta me hacía sentirme sometida y cada vez me costaba más controlar mis impulsos. Me metió dos dedos sin avisar y comenzó a follarme con ellos sin esperar a que mi ojete se adaptase. Su lengua lo había lubricado lo suficiente pero la sorpresa hizo que me retorciese entre mis ataduras. A él le daba igual. Su intención era que aquella noche sufriese como pagó del placer que me iba a proporcionar.
Lo dilató cuanto pudo llegando incluso a introducir un tercer dedo y cuando le pareció suficiente, subió al máximo la potencia del vibrador empapado de mis jugos y me lo introdujo hasta el fondo. Yo gruñía y me contorsionaba. - Estate quieta zorra que sé que te encanta tener el culo lleno...
Poco a poco se fue calmando y entonces me hizo ponerme a horcajadas sobre él. Me dejé caer sabiendo que debajo me esperaba todavía dura y empapada su polla. Se me pusieron los ojos en blanco según me iba penetrando, me sentía un bloque de mantequilla resbalando sobre un cuchillo al rojo. Subía y bajaba despacio, despreocupada de lo que le pasase a él, disfrutando de aquella sensación de plenitud y jadeando cada vez que terminaba de metérmela entera. A cada instante perdía un poco más el control sobre mi cuerpo. El camino pareció infinito, pero en apenas un par de minutos me corría de nuevo. Todavía empalada, quede desfallecida sobre él mientras oía como su corrida golpeaba el suelo igual que si hubiesen derramado una botella. No le costó demasiado recuperarse y en seguida estaba otra vez con la polla dura. -Ahora sí que empieza lo bueno. – me dijo al tiempo que me retiraba la mordaza. Me cabalgaba al ritmo de la música sabedor de que algunas embestidas me hacían daño, pero yo, abierta y lubricada, no paraba de gemir.
Enfurecido, me agarró del pelo y tirando de mi cabeza hacia atrás, me escupió y me abofeteo. Con la primera bofetada descubrió que aquello me gustaba más de lo que pensaba así que me golpeó varias veces más mientras seguía cabalgando. Con cada salivazo y cada bofetada, veía como en sus ojos se iba dibujando la furia que tanto anhelaba. - Goza de verdad perra... Él me mordía los hombros y el cuello sabiendo que al día siguiente tendría que dar explicaciones en la oficina por los cardenales. Cabalgaba cada vez más fuerte, los golpes de sus muslos contra los míos sonaban chapoteantes a causa de sus flujos que resbalaban y salpicaban hacia todas partes.
Se levantó en el último instante para que yo pudiese disfrutar viendo el chorro que me iba a empapar desde la cara hasta los pechos. Agotada, me dejé hacer. Su propio olor me mareaba. Todo estaba empapado y pringoso. Me sentía felizmente sucia como una niña con vestido nuevo chapoteando en un charco. Oía el vibrador que seguía zumbando y frente a mi, el miembro todavía erecto se veía enrojecido y engrosado. Escupió sobre mis tetas inflamadas y las usó para frotarlo con suavidad. - Haz que me corra en tus tetas cerda. No era una orden, pero surgió el mismo efecto. En apenas unos segundos la cubrió con blancos chorros de semen que resbalaban sobre mi cuerpo mezclándose con el resto de fluidos.
Así estaba yo manchada por la corrida de ambos, cuando él volvió a ponerse de pie y acercándome de nuevo la verga a la cara me susurró al oído: - Límpiala si quieres que te saque eso del culo y te desate.