Sometida en el supermercado

Por apuros económicos me veo obligada a cumplir órdenes que no deseo.

Miré angustiada a un lado y a otro, nunca había hecho algo así y ahora me veía obligada a ello.

El anuncio era muy claro y yo necesitaba el dinero.

Me llamo Judit, tengo cuarenta años y un hijo de seis. Mi marido está ingresado en el hospital y he perdido mi puesto de trabajo. Estoy en las últimas y esto es lo único que he sido capaz de encontrar.

Tragué con fuerza estirando un poco la faldita extra corta que había comprado con mis últimos ahorros. Llevaba la blusa blanca anudada sobre ella, con un exceso de botones desabrochados y de piel expuesta.

No me había puesto sujetador, otra de las condiciones y me daba apuro que cualquiera pudiera ver cómo se transparentaban mis pezones. Un hombre los había mirado mucho cuando pasaba por los botes de conservas.

Tomé el móvil e inicié la vídeo llamada.

Un tono, dos, tres.

Su imagen apareció al otro lado de la línea.

—Hola soy Judit, ya estoy en el supermercado del centro comercial.

—Bien. —Busca un pasillo donde haya hombres y coloca el teléfono con disimulo para que pueda verte, ya sabes lo que has de hacer.

—Me da mucha vergüenza.

—Con la vergüenza no se come, te recuerdo que vives en un piso del que te están a punto de desahuciar y tienes un hijo pequeño, necesitas mi dinero. —Tenía razón y lo sabía, por eso había respondido a su anuncio. Chica guapa, sin experiencia y dispuesta a todo por un buen sueldo.

—Vale, está bien.

Me di una vuelta y encontré el pasillo ideal, el de las cervezas y los vinos.

Coloqué con disimulo mi móvil en la estantería de delante y empecé a interpretar mi papel en cuanto vi al primer hombre aparecer. Debería rondar los cuarenta, iba bien vestido y parecía limpio.

Me puse de puntillas y gemí unas cuantas veces como si no alcanzara la botella. La falta se había subido lo suficiente como para que él pudiera ver la parte baja de mis glúteos desnudos. Me mordí los labios cuando lo escuché demasiado cerca, el corazón me iba a mil.

—Deja que te ayude —sugirió poniendo su espalda bastante pegada a la mía.

—Gracias.

—¿Cual quieres? —desde su estatura podía ver el inicio de mis pezones por el escote.

—Ese —señalé ganándome un refrote por parte de su miembro. Cuando ya lo tenía dije:—No, mejor aquel. —Volvió a frotar su polla en mi culo y bajo la botella que le pedía. Para ofrecérmela.

—Toma, ¿la has probado alguna vez? —preguntó dándome conversación.

Yo me di la vuelta y él miró mis tetas sin disimulo. Tenía ganas de cubrírmelas. No lo hice.

—No —respondí.

—Tiene un buen cuerpo, como tú —me tanteó.

—Gracias.

—Si quieres puedo invitarte a tomar algo y te aporto mi experiencia con vinos.

—Yo, eh… no puedo, ahora no me va bien, pero gracias.

—Las que tú tienes —alegó volviendo a mirarme las tetas. Le sonreí y me deshice de su compañía yendo a la estantería delantera para recuperar mi teléfono con disimulo.

—Reclínate ahora y muéstrale tu culo, disimula, como si buscaras algo en la estantería de abajo. —Susurró su voz. Lo miré implorante y él con advertencia—. Hazlo.

Tenía la boca seca, el tipo seguía a mis espaldas mirando. Me agaché poniendo mi culo en pompa para que lo viera bien. Oí un «joder» sordo a mis espaldas.

—Sigue agachada y separa las piernas. Apoya el móvil y deja que haga lo que él quiera.

—Por favor —supliqué.

—Hazlo.

Y lo hice. El extraño debió tomarlo como una invitación porque en nada lo tenía detrás de mí sobándome el culo.

No lo rechacé, seguí ahí, con las lágrimas agolpándose en mis ojos oscuros.

—Eres una zorra preciosa —masculló a mis espaldas metiéndome los dedos. Sentí ganas de gritar. Me estaba follando con sus manos. La mirada masculina que me devolvía mi terminal me revolvía las tripas—. Estás un poco seca.

Sacó mis dedos del coño y escupió en ellos para volver a tomarme con ellos, los tenía largos y gruesos. Ahogué un jadeo.

—Eso es lo que querías verdad putilla, lo supe en cuanto vi tu culo y tus tetas, quieres ser mía aquí, eres una exhibicionista.

—Dile que sí…

—Sí —admití sin ganas.

—Muy bien, porque si a ti te pone cachonda que te vean, a mí no me importa, quítate la camisa. —Miré con horror la pantalla del móvil, y el hombre que iba a pagarme asintió. Necesitaba tanto ese dinero…—. Vamos, puta quiero tocarte las tetas.

Subí los dedos y la desabroché. Me daba mucha vergüenza igual que el modo como me estaba comportando. Cuando la tuve desabrochada él tiró de ella y con la mano libre me las amasó.

—Joder, menudo par de ubres. Apreté los ojos como si así pudiera borrar lo que ocurría.

—Date la vuelta, quiero verlas.

Me sacó los dedos para que girara y al contemplarlas se relamió, bajó la cabeza y se puso a chuparlas y morderlas.

Apreté mucho los ojos para no ponerme a llorar.

—Menuda puta estás hecha. Estás muy buena. Arrodíllate.

Con sus babas escurriéndose por mis tetas me puse de rodillas. Él miró a un lado ya a otro y se desabrocho el pantalón, se sacó la polla y me hizo abrir la boca.

La hundió en mí, era ancha y estaba muy erecta. Me daba ganas de vomitar.

—Chupa, guarra, eso es lo que querías una buena polla ¿verdad? Lo del vino era una excusa para mamármela. Pues ahora ya la tienes.

Me agarró del pelo y se puso a follarme la cara con violencia. Mis pechos se golpeaban entre ellos ante la virulencia del hombre. El glande alcanzaba la campanilla y me daban arcadas.

Ya no podía disimular, las lágrimas caían desbordadas por mi mejilla. Y a él no le importaba.

—Acaríciame los huevos. —Alcé las manos y me puse a masajearlos mientras sus acometidas seguían.

Mi estómago protesto, se contrajo, me faltaba el aire y me ardía la garganta. Cuando la tuvo bien ensalivada me pidió que le comiera los huevos, lo hice, lamiendo mis propias babas.

Después insistió en que me pusiera en pie que alzara una pierna para follarme el coño mientras pellizcaba mis pezones y me comía la boca.

Quería que terminara, sentía asco de lo que estaba haciendo por un puñado de euros.

Mi coño empezó a lubricar, y aunque a mí no me gustara, parecía que a mi cuerpo sí. Gemí en su boca y él me pellizcó con más fuerza que antes.

—Que buena estás puta.

Date la vuelta, quero probarte entera.

Me giré sujetándome en la estantería y vi la cara de mi interlocutor, estaba roja, sudaba y se movía. Me parece que se estaba pajeando.

El hombre trajeado me separó las nalgas y se puso a comerme el culo.

Gemí más alto al notar su lengua en mi ano y los dedos frotándome el clítoris. La humedad descendía precipitándose entre mis piernas.

Se puso a alternar las penetraciones entre mi coño y mi ano y cuando me tuvo dilatada y anhelante, me folló el culo.

Chillé. Ya no importaba si alguien me veía. Cerré los ojos y me dejé llevar por sus embestidas.

La estantería se agitaba y yo llevé una mano entre mis muslos para masturbarme.

—Eso es guarra, tócate.

Lo hice, claro que lo hice, inflamando mi orgasmo y el deseo de correrme.

El hombre se agarró de mis tetas con demasiada fuerza, seguro que mañana tendría marcas. Volvió a tirar y retorcer mis pezones hasta que le oí aullar y noté su corrida en mi culo. Apartó mi mano y se puso a golpearme el coño hasta que no pude más y me corrí con sus palmadas.

Su polla se relajó y la sacó sin dificultad. Me dio la mano para que lamiera mis flujos por los que estaba cubierta y cuando terminé me permitió que me diera la vuelta.

—Eres una puta de primera. —Se subió los pantalones y se los abrochó. Tomó la botella que había dejado sobre la estantería—. A esta te invito, te la dejo pagada en la caja.

Agarró mi cara y me dio un beso largo con lengua. Después se marchó dejándome sucia y medio desnuda.

Con el llanto salpicando mis mejillas tomé la camisa.

—No te la pongas —susurró la voz al otro lado de la línea.

—Pero…

—Saldrás a la calle en tetas, irás a tu coche y te masturbarás en él mientras conduces a la dirección que te dé. Obedece, o no cobrarás y colgaré este vídeo en internet.

—¿Me has estado gravando? —pregunté incrédula.

—Por supuesto. Ah y no olvides tu botella, te la has ganado y esto hay que celebrarlo, ahora lárgate.

Cogí el teléfono y con la dignidad por los suelos me dispuse a obedecer.

Espero que te guste este relato, espero tus comentarios. Miau.