Sometida en el desierto 6. Epílogo.

Laura se despierta de una noche de terroríficas pesadillas.

Al amanecer, Laura se despertó sobresaltada y sudorosa. Le vinieron a la mente imágenes de las pesadillas que le habían atormentado durante toda la noche. De cómo la violaban reiteradamente, la castigaban y azotaban sin razón alguna. De cómo la habían obligado a ser una esclava sexual y después una prostituta. Y lo que más le sorprendía es que a pesar de las terroríficas pesadillas, sentía una profunda excitación. Sentía sus tetas hinchadas de deseo y sus braguitas estaban encharcadas.

A su lado, su novio Carlos dormía plácidamente. Se asomó por la abertura de la tienda de campaña donde dormían y vió las dunas del Sahara y el sol que asomaba tras ellas. Volvió al tenderse junto a Carlos, se pegó a él, le hizo carantoñas. Pero él seguía durmiendo. Entonces se inclinó hacia su vientre, le bajó el boxer con delicadeza, comprobó complacida que Carlos tenía una erección matutina y empezó a hacerle una húmeda mamada. Eso sí despertó a Carlos que se sorprendió agradecido de la deiciosa iniciativa de Laura. Tras chuparle la polla un largo rato y dejarla erecta, venosa y palpitante, reluciente de saliva, le dijo:

  • Fóllame Carlos, te lo ruego, follame como lo hiciste anoche - su voz estaba cargada de deseo y de lujuria. Carlos la complació encantado.

Hizo que se colocara a cuatro patas y como había hecho la noche anterior, la folló con dureza, sin contemplaciones, agarrándola de las caderas y embistiéndola con golpes de cadera violentos y contundentes. Primero le folló el coño. Laura aullaba de placer. En un momento dado, para sorpresa de Carlos, Laura le suplicó permiso para correrse. Carlos primero se rió pero luego le dijo:

  • Correte putita, dame tu orgasmo!.

Laura se corrió descontroladamente. Su vagina se contraía compulsivamente y manaba un manantial de flujos que chorreaban la polla de Carlos y se escurrían por sus muslos. Él no dejaba de penetrar implacable el trémulo coño, prolongando el orgasmo de Laura. Pero cuando notó que él mismo estaba a punto de correrse, sacó su polla. Quería volver a disfrutar del culo que la noche anterior había desvirgado. En esta ocasión, no tuvo miramientos. De una estocada clavó su polla en el culito que Laura ofrecía alzado en pompa. Laura aulló de dolor aunque la polla se deslizó con facilidad en su ano gracias a la abundante lubricación que le proporcionaban los flujos de su corrida. Carlos le folló el culo también con extremada violencia y Laura no paraba de pedir más y más, a pesar del dolor, puesto que éste acababa transformándose en placer que estremecía todo su cuerpo. Cuando Carlos empezó a correrse dentro de su ano, ella volvió a tener un intenso y magnífico orgasmo.

Agotados, ambos se tumbaron sobre el saco de dormir, Carlos abrazando por la espalda a Laura, aún jadeando, sus sexos aun palpitando de placer. Él se quedó dormido al poco rato. Ella no podía dormir. Las agradables sensaciones del sexo que acababa de practicar se mezclaban con imágenes de su pesadilla nocturna. Se incorporó y salió de la tienda. Fuera el sol brillaba ya cálidamente por encima de las dunas. Notó que el viento soplaba a su espalda. Se giró para mirar hacia el oeste. Una enorme nube avanzaba hacia ellos a ras de tierra.