Sometida en el desierto 5. El regreso

Laura ha conseguido volver a su país, pero deberá saldar su deuda con Marcos.

El chófer que recogió a Laura en el aeropuerto, cargó con su equipaje y la acompañó al interior del club. En la entrada había dos musculosos vigilantes que saludaron con un gesto de la cabeza al chófer. Entraron en una amplia sala con poles de danza y una gran barra de bar. Al fondo a la derecha había una puerta que daba al despacho de Marcos. El chófer le abrió la puerta a Laura y la dejó entrar para luego retirarse con su equipaje. Marcos se levantó de la silla de su escritorio para  saludar efusivamente a Laura.

Lo que Laura no sabía y ahora empezaba a sospechar, es que Marcos era un proxeneta. De hecho era un exitoso proxeneta propietario de cinco burdeles repartidos por todo el país y que llevaba un tiempo expandiendo su negocio al extranjero, concretamente a los Emiratos árabes. De ahí su relación con el anterior Amo de Laura. Tras tomar asiento, Marcos inició la conversación:

  • Estimada Laura, espero que hayas tenido un buen viaje. ¿Todo bien? ¿Tuviste algún problema para embarcar?

  • No, no. Todo bien. El viaje ha sido largo, pero bueno, ya estoy aquí! Y todo gracias a tí! No sabes lo agradecida que te estoy. Sé que tuviste que pagar una cantidad para mi liberación y como acordamos, te la devolveré en cuanto pueda.

  • Bien, bien. Lo importante es eso, que estés de vuelta. En cuanto al coste de tu compra …. bueno, he de decirte que no fue barato. Las esclavas se cotizan mucho hoy en día, y más si es la esclava de un jeque. Y tu jeque te tenía en muy alta estima, se ve que apreciaba mucho tus habilidades en la cama, jeje. En fin, soy un hombre de negocios y me gusta ir al grano. Me costaste cincuenta mil euros, no es una cantidad despreciable. No sé si dispones de esa cantidad.

Laura palideció al oír la suma que Marcos le reclamaba. No tenía forma de verificar que realmente él hubiera pagado esa cantidad, no tenía más remedio que creerlo. Desde luego, no disponía de ese dinero. Antes de su desventurado viaje, tenía un trabajo que le permitía vivir cómodamente, pero no ahorrar. Sus padres habían fallecido hacía unos años en un accidente de automóvil y no tenía familia cercana que le pudiera ayudar. Su única esperanza era su novio Carlos, pero no sabía si había sobrevivido.

  • Yo … no dispongo de esa cantidad. Pero espero recuperar mi trabajo y te podría devolver el dinero a plazos - le dijo Laura a un Marcos que la observaba con mirada sombría.

  • Si, claro…cabe esa posibilidad, depende de que puedas rehacer tu vida, recuperar el trabajo, que lo que ganes sea suficiente para devolverme el dinero en un plazo razonable …. Son muchas condiciones …  Pero a mí se me ocurre otra solución. Tuve el placer de poder comprobar tus habilidades en la cama, me quedó un grato recuerdo de nuestro encuentro en el hotel. Si trabajaras para mí y te esforzaras un poco, yo diría que en unos meses podrías saldar tu deuda.

  • ¿Trabajar para tí? ¿Quieres que trabaje de puta? - dijo Laura palideciendo de nuevo - ¿Para eso he vuelto a España? ¿Para que me sigan follando sin mi consentimiento?

  • A ver, a ver, no te confundas. Aquí no vas a ser una esclava sexual. No compares con lo que hacías en los emiratos, que por lo demás, no me pareció que hicieras muy a disgusto. Si no recuerdo mal, en el hotel yo no fui el único que se corrió.

  • Pero yo quiero volver a mi vida normal, olvidarme de la pesadilla por la que he pasado - dijo Laura angustiada, con lágrimas en los ojos.

  • A ver chiquilla, no me seas tan dramática. No sé qué vida vas a poder llevar a partir de ahora, dudo que sea parecida a la que tenías. Lo único que sé es que soy un hombre de negocios y que quiero recuperar mi inversión. Con tus habilidades aquí podrías atender a clientes de gustos “peculiares” que pagarían muy bien por tus servicios.

  • Se lo ruego, déjeme ir. Le aseguro que haré lo que sea para devolverle el dinero - respondió Laura ya sollozando abiertamente. Sabía que difícilmente podría obtener esa cantidad, tardaría años en hacerlo.

  • Pues si estás dispuesta a hacer lo que sea, trabaja para mí - dijo Marcos con tono socarrón. Luego, ya más serio, añadió: - De hecho, esta discusión ya me está aburriendo. Te he planteado que trabajes aquí como una opción, por si aceptabas y todos contentos  Pero en realidad no hay más opciones. Ten por seguro que tengo los medios para hacerte la vida imposible si no cedes de una puta vez. - El tono de voz de Marcos se había ido alterando y ahora parecía muy cabreado.

Laura ya no supo qué decir. Estaba asustada y confusa. No tenía ni idea de qué hacer con su vida. Marcos se levantó y se acercó a ella. Ahora, con un tono más calmado y acariciando la mejilla de Laura le dijo:

  • Anda, deja de llorar.  Lo que te pido no es tan duro, nada que ver con lo que has vivido en los Emiratos. Y te doy mi palabra de que en unos meses habrás saldado tu deuda y podrás hacer lo que quieras. Ve con Miriam, ella te explicará cómo funciona todo esto.

Abrió la puerta del despacho y llamó a una mujer rubia, elegantemente vestida, de largas piernas y portentosos pechos, de una cincuentena de años, que esperaba fuera. Miriam había sido prostituta desde los 18 años y ahora ejercía de madame en el burdel en el que se encontraban, el más emblemático de Marcos.

  • Esta es Laura, la chica de la que te hablé. Explicalé cómo funciona todo esto, que hoy ya empieza a trabajar.

Laura era incapaz de decir nada ni de rebelarse. Como una autómata se levantó y siguió a la mujer que empezó a explicarle en qué consistiría su trabajo:

  • Como ves, en la planta baja está la barra del bar y las poles donde las chicas os exponéis y os ofrecéis a los clientes. También puedes sentarte con ellos en la barra y hacer que te inviten a una copa. De todo lo que consuman, un 25% es para tí. Pero de todas formas en el piso de arriba es donde se gana dinero. Y por lo que yo sé, te interesa hacer caja cuanto antes. Arriba están las habitaciones para los servicios. Hay doce habitaciones temáticas. Por lo que me ha explicado Marcos, por el tipo de cliente con el que trabajarás, irás a la 11 o la 12, las sado-maso. Son los clientes más exigentes pero también los que pagan más. Por cierto, la mitad de tus honorarios serán para saldar tu deuda y la otra mitad para los gastos del club. Cuando subas con un cliente, os parais en la recepción que hay en ese piso. Allí estaré yo o algún ayudante para acordar el servicio y cobrar al cliente.

Laura siguió en silencio a Miriam, como alucinada. En la primera planta la madame le estuvo mostrando las diferentes habitaciones, todas muy amplias y lujosas, con una enorme cama redonda y baño con jacuzzi adjunto. La 11 y la 12 estaban equipadas con todo tipo de artilugios BDSM: cruces de San Andrés, potros, grilletes, cajones con pinzas, dildos de todos los tamaños y formas y otros instrumentos que Laura no supo para qué servían. Luego subieron a la segunda planta. Ahí había una veintena de pequeñas habitaciones que constaban de una cama individual, un armario, mesita de noche  y una silla. Al fondo había un baño comunitario con duchas.

  • Estas son las habitaciones de las chicas y esta es la tuya - le siguió explicando Miriam a la meditabunda Laura - en el armario tienes tu uniforme de trabajo y una toalla. Tómate una ducha en el baño, descansa un poco y luego te pones el uniforme y bajas sobre las dos de la tarde a comer algo en la cocina que hay junto a la barra del bar. A las tres empieza tu horario laboral, hasta las tres de la mañana. Estaré por aquí para aclararte cualquier duda que puedas tener. Por cierto, por si se te ha ocurrido huir, que sepas que la salida está vigilada las 24 horas y que los guardas están avisados de que no puedes salir del club … y no encontrarás ningún teléfono ni nadie que te deje llamar.

Miriam dejó a Laura en su habitación. Estuvo sentada en la cama un largo rato, sin saber qué hacer o qué pensar. Trató de dormir, pero no podía. Ya ni siquiera era capaz de llorar. Su mente estaba en blanco. Finalmente cogió la toalla y se duchó. Al volver a su habitación, envuelta con la toalla, miró en el armario en qué consistía su “uniforme de trabajo”. Sólo encontró una especie de arnés de tiras de cuero negro, un collar con argolla también de cuero negro y unos zapatos con una tacón fino y exageradamente alto. Estuvo un buen rato dando vueltas al arnés hasta que entendió cómo ponérselo. Una fina tira de cuero pasaba por su entrepierna tapando apenas la raja de su vulva y de su culo. Por debajo del ombligo partían dos tiras que luego rodeaban sus pechos y finalmente se sujetaban en los hombros. Se colocó el arnés, el collar y los zapatos de tacón y haciendo equilibrios para caminar con aquellos tacones imposibles, bajó hasta la planta inferior.

En la cocina encontró a una docena de chicas sentadas a la mesa y una mujer ya mayor cocinando. Todas la saludaron cariñosamente y algunas se presentaron. Por la vestimenta, estaba claro que las chicas sentadas a la mesa eran prostitutas. Todas eran extranjeras, algunas, morenas y bajitas, dedujo que eran sudamericanas. Las otras, más altas y rubias, pensó que eran de Europa oriental y su acento al hablar el español lo confirmaba. Se mostraron todas muy amables y con ganas de darle consejos y animarla. Todas habían pasado por un primer día de trabajo y sabían lo duro que era. Laura las escuchó atentamente, aunque apenas habló ni pudo probar bocado.

A las tres de la tarde todas se levantaron y se dirigieron a las poles. Laura las siguió. Algunas se sentaron en la barra junto a los pocos clientes que de momento había en el local.  Otras se subieron a una de las plataformas y agarradas a la barra empezaron a menear provocativamente sus caderas y sus senos, Laura se subió a una de las poles que quedaban libres y trató de imitar torpemente los meneos de sus compañeras. Empezaron a entrar clientes, dos o tres, que se centraron en contemplar a las caucásicas. Les oyó echar piropos de mal gusto a las chicas y cómo ellas les contestaban provocadoras. Los billetes que le echaba un cliente a una de ellos la incentivó para acabar desnuda del todo. Acto seguido la chica se bajó de la plataforma y dando la mano al hombre, lo acompañó al piso de arriba.

Fue pasando la tarde. Cada vez entraban más clientes. Todos se sentaban frente a las demás chicas y al rato acababan subiendo con ellas, apenas se fijaban en Laura que se movía sobre la plataforma con desgana y poca sensualidad. Ella estaba agotada, le dolían los pies y estaba harta de contorsionar su cuerpo para nada. Cuando ya empezaba a anochecer, se sentó frente a ella un hombre ya maduro, de pelo canoso, elegantemente vestido y de aspecto respetable. Laura se animó al ver que tenía un admirador y empezó a menear sus caderas más provocativamente. Agarrada a la barra, se inclinó para alzar su culo en pompa y con las piernas separadas dar una lujuriosa visión de su culo y su coño que la tira del arnés apenas ocultaban. El hombre, sin embargo, pareció más interesado en las cicatrices de los latigazos que claramente se distinguían, especialmente en sus nalgas. Estiró la mano y acarició con un dedo una de las líneas blanquecinas que cruzaban la nalga. Laura se estremeció pero mantuvo su culo alzado y ofrecido. El hombre se levantó y le susurró:

  • Vamos arriba

Ella se bajó de la pole, y como había visto hacer a las otras chicas, tomó de la mano al hombre y lo acompañó hacia el piso superior. Al pasar frente a la recepción, una sonriente Miriam saludó al hombre:

  • Don Ricardo, que alegría verle por aquí nuevamente!! Veo que ha elegido a Laura, es nueva en la casa, de hecho, la va a estrenar usted. Quizás tenga que adiestrarla un poco, pero estoy segura que la muchacha pondrá todo su empeño en complacerlo. Supongo que quiere el servicio completo y la habitación doce…

  • Sí, si, el completo, sin protección  y la doce - respondió el tal Ricardo, alargando una tarjeta de crédito a Miriam

Después de cobrar la tarifa más elevada de la casa, Miriam le devolvió al hombre la tarjeta de crédito y otra que era la llave de la habitación. Laura caminó junto a Ricardo hasta la habitación asignada y entraron en ella. Una vez dentro, Ricardo abrazó a Laura, le besó los labios mientras acariciaba su espalda y sus nalgas.

  • Así que eres nueva en la casa…pero no parece que seas nueva en el oficio o en BDSM. Esas cicatrices parecen indicar que tienes experiencia

  • Soy nueva en el oficio y apenas sé de qué va el BDSM. Las cicatrices … bueno, vienen de otras experiencias, sería largo explicarlo ahora.

  • No te preocupes, yo te iré instruyendo. El sadomasoquismo trata de obtener el placer a través del dolor. En este caso, tu dolor debe conducir a tu placer y al mío. Siempre de una forma consensuada. Elegiremos una palabra de seguridad, si en algún momento no puedes resistir el dolor, basta que digas la palabra y pararemos.

Laura asintió. Eligió la primera  palabra que le vino al pensamiento: ramadán.

  • Pero que sepas que soy agradecido pero exigente. En función de lo que seas capaz de soportar, recibirás una propina más o menos generosa. Empecemos…

Ricardo sujetó las muñecas de Laura con unos grilletes que colgaban del techo y sus tobillos de otros sujetos al suelo, de forma que Laura quedó con los brazos alzados y las piernas separadas. Empezó a contemplarla, girando a su alrededor. Le pellizco los pezones que al instante se pusieron tiesos. Contempló de nuevo las cicatrices que cruzaban su espalda y sus nalgas y las recorrió con la yema de un dedo. Luego rebuscó en un cajón que había en un mueble y sacó dos pinzas. enganchó una en cada pezón de Laura. Esta soltó un pequeño gemido al notar como sus pezones eran pinzados, pero el dolor era soportable. Acto seguido colgó de los ganchos de las pinzas sendas pesas. Sus pezones se estiraron con la fuerza de la gravedad. Ahora sí dolía. Laura se mordió el labio inferior para ahogar el gemido y por sus mejillas resbalaron unas gruesas lágrimas. Ricardo acarició entonces las nalgas de la chica y las separó para contemplar su ojete.

  • Hummm, veo que que ya han usado tu orificio de placer trasero, se ve bastante dilatado. Bien, bien.

Deslizó su mano entre las piernas de Laura y palpó sus labios vaginales con los dedos, comprobando complacido que ya estaban empapados. Laura, como ya le había ocurrido durante el último año, sentía una excitación creciente e irracional a causa de la humillación y el dolor. Ricardo volvió al cajón y sacó otra pinza y otra pesa. Apartó la tira de cuero de la entrepierna de Laura y enganchó la pinza en su clítoris y luego le colgó la pesa. Laura gimió alto y sollozó de dolor, pero no utilizó la palabra de seguridad. Ricardo introdujo dos dedos en el empapado coño de la chica y empezó a masturbarla suavemente.

  • Otra de las normas habituales es que la sumisa no puede correrse sin el permiso de su Amo. Tal como veo que está tu coñito, yo diría que no tardarías mucho en hacerlo. Desde luego eres libre de correrte si quieres. Pero que sepas que si lo haces sin mi permiso, no habrá propina.

Laura asintió. Ahora no sabía qué es lo que le hacía sufrir más, si el dolor causado por las pinzas o la prohibición de que se corriera. Ricardo retiró la pinza del clítoris de la chica y empezó a masturbarla con destreza. Frotaba con dos dedos el dolorido e hinchado clit mientras los deslizaba dentro de la vagina y haciendo gancho con los dedos presionaba la pared superior buscando su punto G. Empezó a acelerar el ritmo de la paja. El coño de Laura babeaba flujos. Sollozando, ella suplicó que le diera permiso para correrse. Ricardo se lo denegó en incrementó el ritmo del vaivén de sus dedos. Laura clavó los dientes en su labio inferior. La intensidad de la paja hacía que las pesas de los pezones se balancearan y le causaran más dolor, pero eso la excitaba aún más.

  • Amo! Permiso para correrme! - repitió sollozando

  • Me ha gustado eso de que me llames Amo por iniciativa propia, hazlo así a partir de ahora. Pero, permiso denegado.- respondió Ricardo sin aflojar la intensidad y destreza de la masturbación.

Después de unos interminables minutos y cuando Laura creía que ya no podía resistir más, Ricardo apartó los dedos. El coño de Laura palpitaba de deseo y chorreaba, goteando flujo al suelo y por sus muslos. Ricardo accionó un mando que hizo que los grilletes de los brazos bajaran. Le indicó a Laura que se arrodillara, de forma que de nuevo quedó con los brazos alzados y las piernas separadas. Ricardo se desnudó y se plantó delante de Laura. Una magnífica y erecta polla desafiaba la ley de la gravedad ante la boca de Laura. Se acercó a ella y Laura supo qué hacer. Tomó entre sus labios la preciosa polla y empezó a mamarla con avidez. Como no podía usar las manos, hacía el vacío para que la polla permaneciera en su boca y con los labios apretados darle el máximo placer. Ricardo, totalmente quieto, admiraba complacido el esfuerzo de Laura. Después de unos minutos, agarró entre sus manos la cabeza de la chica y empezó a follarle la boca con intensidad creciente. Las sacudidas hacían balancear de nuevo las pesas que colgaban de los pezones e incrementaban el dolor. Ese dolor se propagaban al resto del cuerpo de Laura y se transformaban en placer. En el suelo, bajo su entrepierna, se acumulaba un charco de flujos y sus muslos estaban empapados.

Ricardo forzó la penetración oral hasta clavar la verga en la garganta y la mantuvo así. Las lágrimas saltaban de los ojos de Laura que emitía sonidos guturales, ahogándose en sus arcadas. Cuando  Ricardo sacó su polla cubierta de babas, Laura recuperó el aliento tosiendo saliva que cubrió sus pechos. Ricardo repitió varias veces la maniobra hasta que sintió que estaba a punto de correrse. Entonces se retiró. Su polla palpitaba, venosa y  reluciente de saliva.

Laura estaba ida, se había convertido en un juguete entregado al placer de su Amo. Ricardo volvió a accionar el mando de los grilletes del techo que obligaron a Laura a ponerse de pie de nuevo. Con la mano él comprobó lo encharcado que estaba el coño de ella y acto seguido lo penetró con su pene durísimo. Laura gimió de placer al notar la plenitud de su vagina penetrada. Sus paredes se contraían compulsivamente para dar placer a la polla que la poseía. Volvió a suplicar permiso para correrse pero le fue denegado y para enfatizar la respuesta, Ricardo intensificó las embestidas haciendo chapotear el coño inflamado de placer.

Ricardo volvió a notar que estaba a punto de correrse y se retiró. Se colocó tras la mujer y frotó su babosa verga entre las nalgas de ella, para lubricar su ojete. La penetración anal que siguió hizo estremecer de placer a Laura. Ricardo la agarró de las caderas y empezó a follar aquel culo largamente adiestrado durante el último año para dar y recibir placer. Los dos gemían, gruñían de placer. Laura volvió a suplicar permiso para correrse. Ricardo no respondió,  sabía que él tampoco aguantaría mucho.

  • Puedes correrteeeeee! - balbuceó Ricardo mientras él empezaba a lanzar una prodigiosa andanada de semen en el ano de Laura. El coño de Laura empezó a expulsar chorros de flujos. Todo su cuerpo se convulsionaba mientras él seguía follando brutalmente su culo. Ambos orgasmos fueron épicos.

Ricardo soltó a Laura de los grilletes y ambos se tumbaron en la cama, aún jadeantes.

  • Has estado magnífica Laura. Vales tu peso en oro. Ten por seguro que volveré en más de una ocasión y que te recomendaré a mis amigos, que tienen gustos parecidos a los míos - le dijo acariciando la cabeza de la chica que reposaba sobre su pecho.

Laura era incapaz de articular palabra. Sus pezones y su clítoris ardían de dolor y el resto de su cuerpo vibraba de placer.  Al Cabo de un rato, Ricardo se incorporó.

  • Anda, ve a ducharte, que estás hecha un asco - le dijo bromeando mientras se vestía.

Laura se tomó una larga ducha y cuando salió del baño, Ricardo ya no estaba. Salió al pasillo y en la recepción se encontró con una sonriente Miriam.

  • Don Ricardo ha quedado encantado de tu servicio y ha dejado una sustanciosa propina. ¡Enhorabuena chiquilla, has triunfado! Anda vuelve a las poles que los clientes esperan.

Entre los tacones de los zapatos y las sensaciones en su entrepierna, a Laura le costaba caminar. Notaba su ojete y su coño palpitantes y dilatados. De hecho, cuando de nuevo en la pole empezó a exhibirse, cuando se inclinaba para menear y exponer su su culo, ambos orificios se veían totalmente abiertos y la tira del arnés quedaba oculta dentro de ellos. Eso volvió locos a los clientes que la admiraban y esa noche subió a las habitaciones con otros seis. Resultaron ser clientes “normales”. En general contrataron el servicio más económico, mamada y penetración vaginal con protección. Un par de ellos añadieron la opción de penetración anal. Con esos clientes, Laura apenas se excitó. Recordó el consejo de sus compañeras y utilizó lubricante para acondicionar sus orificios de placer. Cuando, pasadas las tres de la madrugada, acabó de atender al último cliente, estaba agotada. Subió a su habitación y se quedó dormida al instante. Durmió hasta las dos de la tarde, cuando Miriam la despertó:

  • Anda niña, despierta que ya es hora de irte preparando.

Laura se levantó hambrienta. Cuando bajó a la cocina, comió con apetito por primera vez en los últimos días. Sus compañeras la felicitaron por el éxito conseguido en su primer día. Cuando fue la hora, salieron todas a danzar a las poles. Laura se sentía confiada y confortable en su nuevo papel de prostituta. Sus meneos fueron mucho más provocativos que el primer día y pronto consiguió su primer cliente. Ese día atendió una docena de clientes. Y esa fue la media de servicios que hizo todos los días en los siguientes meses. Al principio, la mayoría fueron de los normales. Laura les entregó su cuerpo sin apenas sentir placer. Pero a medida que pasaron las semanas los clientes que subían con ella a las habitaciones 11 y 12 se fueron incrementado. Se fue corriendo la voz de la puta especializada en sado-maso que tanto disfrutaba ofreciendo su cuerpo y tanto placer otorgaba a sus clientes. Porque siempre que la follaban de aquella manera, combinando el dolor con el placer, ella se excitaba descontroladamente y se corría tantas veces como le daban permiso para hacerlo. Ricardo acudía casi cada semana y ella se entregaba a él por completo. La fue adiestrando en las más perversas técnicas del BDSM, asombrándose de los niveles de dolor que Laura era capaz de soportar y del placer que llegaba a sentir. Sólo un par de veces llegó a utilizar la palabra de seguridad y otro par se corrió sin permiso (recibiendo el consecuente castigo).

Cuando ya hacía un año que Laura ejercía de prostituta en el club, Marcos la llamó a su despacho:

  • Quería felicitarte por tu magnifica dedicación - le dijo sonriente - eres de las chicas que más clientes ha atendido en el último año y la que más ha recaudado. De hecho, ya has saldado tu deuda conmigo. Y como soy hombre de palabra, ya no te pongo ningún impedimento para que te vayas, si eso deseas. Ni que decir tiene que estaría encantado de que te quedaras con nosotros. Eres libre para decidir.

Laura casi había olvidado su deuda. Había asumido su papel de prostituta y estaba entregada a su trabajo, especialmente a los “clientes-Amos”, aunque cada vez le resultaba más aburrido y molesto atender a los normales. Cuando Marcos le ofreció la libertad no supo qué responder. ¿sería capaz de recuperar una vida normal? ¿Encontraría a Carlos, su antiguo novio y este la aceptaría después de todo lo que había vivido? Le dijo a Marcos que al día siguiente le daría una respuesta. Cuando se fue a dormir, tras una nueva jornada laboral en la que ese día atendió a 16 clientes, a pesar del agotamiento, tardó en llegar a dormirse y cuando lo hizo, durmió inquieta.

Continuará. Ya sólo falta el epílogo del relato. Agradeceré comentarios y sugerencias.