Sometida en el desierto 3. La caza de la gacela

Laura se une a la expedición de caza de dos jeques árabes con la esperanza de que estos la ayudarán a regresar a casa.

Tras saludar a los ilustres visitantes e invitarles a quedarse, Moha apremió a las mujeres para que sirvieran a los recién llegados. Las mujeres se apresuraron a preparar la última cena del Ramadán, especialmente abundante y exquisita en honor a los huéspedes. Primero se les sirvió a ellos y después a los hombres de la tribu. Después pudieron comer las mujeres. Se repitieron la música y las danzas, pero esta vez las mujeres no eligieron hombre. Laura entendió que esa noche estarían a disposición de los visitantes. Al poco rato de iniciar las danzas, los dos visitantes con aspecto de jeques, se levantaron y se acercaron uno a Naila y otro a Laura. No perdieron tiempo en cortejos ni provocaciones. Tomaron a las mujeres de la mano y las condujeron a unas lujosas tiendas de campaña que sus ayudantes habían montado al llegar. Laura estaba confusa. Quizás aquellos hombres podían ayudarla a volver a la civilización. Seguro que disponían de móviles con los que comunicarse y si no, la podrían acompañar a alguna población cercana. Sin embargo, era evidente que tenían claro a lo que venían. A usar los servicios de lo que parecía ser un burdel nómada. Y ella era una de sus putas. Siguió al hombre que la condujo hasta una de las tiendas. El suelo estaba cubierto de preciosas alfombras y cojines de seda. Laura pensó que lo mejor era complacer a aquel hombre. Si quedaba satisfecho quizás accedería a ayudarla. Así que cuando estuvieron dentro se acercó a él sensualmente y empezó a abrazarlo y besarlo apasionada. El hombre sonrió satisfecho.

Sin decir palabra, se tumbó sobre la alfombra y indicó a Laura que se tumbara junto a él. Luego se acomodó esperando a que ella tomara la iniciativa. Laura no necesitaba mucha imaginación para saber qué deseaba aquel hombre. Se deslizó a sus pies y le subió lentamente la túnica hasta descubrir su miembro, puesto que no llevaba ropa interior. Aquel pene era pequeño pero regordete. Le dió algo de repelús pero se acercó a él para lamerlo desde la punta hacia los huevos peludos, para amasarlos entre sus labios mientras le pajeaba la polla. Luego deslizó de nuevo su lengua hasta la punta del pene y tomó entre los labios el glande. Mojándolo abundantemente con su saliva, empezó a chupar la gorda polla del jeque, que gemía de placer. Él sujetó la cabeza de Laura entre las manos y empezo a marcar el ritmo de la mamada, forzando cada vez más su polla dentro de la boca de ella, hasta tocar su campanilla y provocarle arcadas. Eso pareció agradar especialmente al hombre, puesto que en vez de soltarla, la mantuvo clavada en la garganta. Laura se sentía humillada al ser tratada de aquella manera, aún más que cuando Rihad la follaba brutalmente, pero aguantó estoicamente con la esperanza de que aquel hombre la ayudara. De momento, aquel hombre se limitó a tratarla como la puta que consideraba que era y tras follarle la boca, la colocó a 4 patas para follarle alternativamente el coño y el culo. El hombre sudaba y jadeaba y Laura agitaba sus caderas con la esperanza de conseguir que se corriera cuanto antes. Lo hizo primero en su vagina, pero tras sacar su polla babeante de semen y flujos del coño de Laura, le indicó que se la volviera a mamar. Parecía que el té afrodisíaco de la cena había hecho efecto en aquel hombre.. Cuando la polla volvió a estar en condiciones de uso, volvió a follar el culo de Laura. Esta vez tardó en correrse, jadeando y follando enervado el culo de la chica. Afortunadamente, después de aquellas semanas de intenso uso, especialmente por parte de  Rahid, su agujero de placer trasero había dado de sí y la penetración anal ya no le resultaba dolorosa.

Después de usarla de aquella manera, el hombre se dignó a dirigirle la palabra. Le habló en inglés, lengua que Laura dominaba bastante mejor que el francés. Eso le dió esperanzas de que podría llegar a un acuerdo con aquel hombre:

  • Así que eres una de las putas de Moha. ¿Cómo llegaste aquí? ¿De donde eres?

Laura le explicó que era española y las circunstancias por las que había acabado en el campamento de los nómadas. Le preguntó si podía ayudarla a volver a España y el hombre le dijo que sí, que al día siguiente lo arreglaría con Moha. Laura notó un brillo siniestro en la mirada del hombre pero borró esa sensación de su mente, esperanzada con poder volver a casa.

A la mañana siguiente, finalizado el Ramadán, las mujeres se levantaron temprano para preparar el desayuno de los visitantes y de los hombres de la tribu. Mientras servían el desayuno, Laura vió que el jeque que la había follado hablaba con Moha. En realidad, le pareció que estaban regateando. El jeque señalaba a Laura y a Naila y con la mano parecía marcar una cifra. Moha negaba haciendo aspavientos. Después de un buen rato de tira y afloja se dieron la mano. Mientras los ayudantes de los jeques desmontaban las tiendas, Moha le indicó a Naila que ella y Laura se prepararan para partir con los jeques. Cada una montó en el todoterreno de “su jeque”. El tercer vehículo estaba destinado a cargar con todo el material para la expedición. Más tarde supo que se trataba de una expedición para la caza de la gacela, aunque estaba claro que también incluía otras diversiones.

Ya subida en el amplio habitáculo trasero del enorme todoterreno junto al jeque, este le ordenó que se quitara la rústica chilaba que llevaba puesta y le entregó unas prendas. La contempló lujurioso mientras ella se desnudaba y lo mismo cuando se puso la ropa que le había entregado. Se trataba de una falda y una túnica de  una finísima seda que transparentaba todo mi cuerpo. Como no le entregó ropa interior, sus tetas y su sexo prácticamente quedaban a la vista.

¿Qué pretendía aquel hombre haciéndola vestir de aquella manera? ¿Realmente pensaba ayudarla a volver a casa? ¿Y por qué se llevaban a Naila también? Empezaba a dudar si había sido buena idea abandonar el campamento nómada. Aunque ahí en la  práctica era una esclava sexual, de alguna forma se había sentido integrada, la relación con las mujeres era muy cordial y Moha le había descubierto facetas de su sexualidad que desconocía y que hacían que se excitara con sólo pensar en ello.

Las pretensiones del jeque quedaron claras al poco tiempo de emprender el viaje a través del desierto:

  • Supongo que sabrás agradecerme la ayuda que te presto y serás cariñosa conmigo durante el viaje - le dijo al verla meditabunda en su asiento - tardaremos una semana en llegar a la primera población desde la cual puedas volver a tu país. No podemos  desviarnos de nuestra ruta, llevamos organizando todo el año la caza de la gacela. ¿Verdad que tú y yo nos llevaremos bien todos estos días? - dijo mientras se acomodaba en su asiento estirando las piernas y subiendo su chilaba por encima de las rodillas - anda, ven, demuéstrame que así será.

Laura tragó saliva. Negarse a complacer a aquel cerdo no parecía ser una buena opción. Estaba en sus manos y se arriesgaba a que la abandonara en medio de la nada. Además, ya llevaba un mes ejerciendo de esclava sexual y se había acostumbrado a complacer a cualquier hombre que la reclamara. Se deslizó entre las piernas del jeque y acabó de subir su chilaba para dejar al aire la gorda polla que ya había probado la noche anterior. La felación duró un buen rato. El jeque no parecía tener prisa y su polla tardó en adquirir la dureza y firmeza adecuadas. Mientras Laura se afanaba en chupar aquel falo morcillón, él le acariciaba la cabeza como quien acaricia a una mascota y miraba distraído el paisaje desértico. Cuando Laura llevaba casi media hora chupando y lamiendo sin grandes avances, se le ocurrió amasar los huevos con sus labios y luego deslizar su lengua hasta el canalillo del culo. Eso pareció agradar al hombre que alzó sus caderas para dar mejor acceso a la lengua de Laura y permitir que le lamiera el ojete. Laura notó que la polla que estaba pajeando, mientras seguía lamiendo el culo, alcanzaba una erección portentosa. Deslizó la lengua por los huevos y a lo largo de la verga hasta volver a engullirla. Entonces el jeque agarró la cabeza de Laura entre sus manos para empezar a follarle la boca sin contemplaciones. No tardó en correrse dentro sin dejar que Laura se apartara, obligándola a tragar toda la leche que inyectó en su garganta. En el todoterreno en el que viajaban el otro jeque y Naila, estaba sucediendo algo parecido. Aunque Naila no dudaba sobre su situación. Tenía asumido su papel de esclava y en cuanto vió a Moha y al jeque negociar supo que pasaría a pertenecer a otro Amo.

La travesía por el desierto continuó durante varias horas. En realidad se trataba de un viaje bastante cómodo. Los vehículos disponían de aire acondicionado y nevera con bebidas y comida. Ahora que el Ramadán había concluido podían comer de día y el jeque hizo que Laura le sirviera todo tipo de manjares que luego podía degustar ella. Cada par de horas hacían una  parada para avistar posibles gacelas a las que cazar, aunque, para suerte de los pobres animales, no consiguieron dar con ninguna. Al atardecer el convoy se detuvo en una planicie junto a una duna. Los 6 ayudantes descargaron del tercer todoterreno las tiendas y demás artilugios para montar el campamento donde pasarían la noche. Uno de los ayudantes, que debía ser cocinero, preparó una opípara cena que se sirvió en una mesa con cubertería de plata en la que se instalaron los dos jeques. A Naila y a Laura les ordenaron arrodillarse en el suelo, cada una junto a su jeque, de nuevo tratandolas como a mascotas. Las acariciaban de vez en cuando distraídamente y les echaban restos de la comida que estaban devorando. Laura, humillada por aquel trato, se decía a sí misma que debía aguantar, que en pocos días sería libre y podría olvidar todo aquello. Y sin embargo, le sorprendía y preocupaba que precisamente ese trato humillante la excitara. Notaba que sus pechos se endurecían de deseo y que su vagina se humedecía. Así se entiende que cuando finalizó la cena y su jeque se la llevó a su tienda, se entregara gustosa a la lujuria del hombre. De nuevo usó todos sus agujeros de placer y cuando al final le folló el culo ella llegó a correrse.

Los días transcurrieron de forma parecida, largos desplazamientos a través del desierto, esporádicas paradas en las que los ayudantes entregaban a los jeques sofisticados rifles con miras telescópicas para apuntar a víctimas que no acababan de aparecer. Y entretanto y por las noches, las dos esclavas debían estar atentas a complacer todos los deseos de sus Amos. Alguna noche los jeques decidieron intercambiar sus esclavas. A Laura le molestaban las miradas lúbricas de los ayudantes cuando acampaban y se arrodillaba junto al jeque, pero les restó importancia.

El último día de caza, en una de las paradas del convoy, finalmente avistaron a una gacela solitaria. Ambos jeques se aprestaron a cargar sus fusiles y apuntarlos hacia el hermoso animal. Para gran frustración de los cazadores y alegría de Laura, ambos erraron en sus reiterados disparos y la gacela huyó asustada perdiéndose de vista. El enfado de ambos hombres fue mayor cuando notaron la alegría de Laura. Tras intercambiar unas palabras en árabe, dieron órdenes a los ayudantes para que montaran ahí mismo el campamento. Antes de la cena, informaron a Laura en inglés, para que lo entendiera, que  ya que no habían conseguido cazar a la gacela, jugarían al juego de la gacela ciega, y en esta ocasión Laura sería la gacela agraciada. Sin entrar en muchos detalles, le explicaron las reglas. En el juego participarían ella y los 6 ayudantes. A todos se les vendarían los ojos. Laura debía ir desnuda (¿Dónde se ha visto a una gacela vestida?, comentaron entre carcajadas) y con unos cascabeles atados a los tobillos. El ganador del juego era el que consiguiera atrapar a la gacela. Aunque de nuevo se sentía humillada por tener que intervenir en un juego tan tonto y hacerlo desnuda, Laura no le dió mayor importancia y se desprendió de las sedas que por lo demás apenas la cubrían. Los ayudantes parecían bastante contentos de participar y bromeaban entre ellos de forma jocosa. Una vez vendados los ojos de los 7 participantes, colocaron a los hombres en un gran círculo de unos 50 metros y a Laura en medio. Ella sabía que si se movía los cascabeles sonarían y les daría una pista de su ubicación a los hombres. Aguantó la respiración y esperó. De repente creyó oír unos pasos que se acercaban y salió disparada. Todos los hombres dirigieron sus pasos hacia el sonido de los cascabeles. Laura se detuvo de nuevo. Notó que algo le rozaba un costado y volvió a correr. El hombre que la había tocado se lanzó para agarrarla de las piernas , ella cayó al suelo pero consiguió librarse y siguió corriendo. Hasta que de improviso se topó de frente con otro hombre. El choque la dejó aturdida, con lo que el hombre pudo lanzarse sobre ella, tumbarla y retenerla en el suelo. Lanzando un grito de victoria el hombre se quitó la venda, sentado de bruces  sobre Laura para impedir que se moviera.

  • Muy bien - dijo uno de los jeques al ganador - Tu premio es la gacela, puedes hacer lo que quieras con ella aquí mismo.

Lo dijo en inglés para que Laura se enterara. El ganador ya había jugado anteriormente y sabía perfectamente cuál era el premio. Obligó a Laura a tumbarse de espaldas sobre la arena y se colocó sobre ella obligándola a separar sus piernas. Mientras chupaba y mordía su cuello y sus tetas, se desabrochó el pantalón y sacó su verga ya  totalmente erecta y la penetró de golpe. Siguió una brutal follada, un mete-saca acelerado y vitoreado por el resto de participantes en el juego y por los jeques que contemplaban excitados la violación. Sólo Naila se compadecía de la suerte de su compañera y una lágrima se escurrió por su rostro, que se apresuró a secar antes de que los jeques la vieran.

El ganador no tardó en correrse dentro de la vagina de Laura. Llevaba días oyendo como sus jefes abusaban de las dos esclavas y su calentura era considerable. El resto de jugadores aplaudieron el final de la faena. El hombre se levantó y abrochó el pantalón. El jeque dijo algo en árabe y luego lo tradujo al inglés:

  • La gacela sigue viva, el juego puede continuar con los que aún no la han atrapado.

Laura, que aún llevaba puesta la venda, notó horrorizada como el hombre que acababa de violarla la sujetaba para que se incorporase y la guiaba hasta el centro del ruedo. Mientras los 5 jugadores restantes volvieron a colocarse las vendas y a situarse en círculo alrededor de la desafortunada joven. Esta vez Laura empezó a correr enseguida. Era incapaz de quedarse quieta y dejarse atrapar. Dos hombres chocaron entre ellos para regocijo de los espectadores. Laura seguía corriendo en zigzag y los jugadores dirigiendo sus pasos hacia el sonido de los cascabeles. Uno de ellos los oyó sonar muy cerca y se lanzó hacia ellos agarrando de las piernas a Laura y haciendola caer al suelo. Ella trató de deshacerse de las zarpas que la atenazaban, pero el hombre estiró de las piernas arrastrando a Laura sobre la arena y se tumbó sobre ella. El hombre no esperó al aplauso de los espectadores ni ningún otro reconocimiento de su victoria para quitarse la venda, desabrochar su pantalón y follar a su presa con el mismo entusiasmo que el primero.

Como era de esperar, tras concluir esta segunda violación, el juego se repitió con los jugadores restantes, hasta que sólo quedaron dos participantes y uno de ellos pudo usar a Laura.

Cuando el cuarto ganador eligió follar el culo de Laura en vez del coño como habían hecho los tres anteriores, los jeques, que contemplaban entusiasmados el juego con crecientes excitación, ya no esperaron a presenciar la quinta ronda y se llevaron a Naila a una de las tiendas para follarsela entre los dos.

Naila, que había nacido en la tribu nómada, hija de una de las esclavas sexuales, desde niña había sido criada como tal y tenía totalmente asumido su rol. Cuando ambos jeques se la llevaron a la tienda empezó danzando sensualmente frente a los dos, tumbados entre cojines sobre las alfombras que cubrían el suelo. La chica se desprendió de sus velos y sus sedas, meneando las caderas y los pechos provocadora. Cuando estuvo totalmente desnuda, se tumbó entre los dos hombres que empezaron a magrear sus respingonas nalgas y sus grandes y preciosos pechos. Ella los besaba y gemía excitada en respuesta a las caricias, o mejor dicho, a los pellizcos. Después se arrodilló entre las piernas de uno de los hombres para descubrir su pene y empezar a chuparlo con exquisita habilidad. El otro hombre se arrodilló detrás de ella. Con la mano, comprobó complacido que el coño de la esclava estaba empapado y tras follarlo torpemente con tres dedos, la penetró con su verga empalmadísima. La otra polla que llenaba la boca de Naila ahogaba los gemidos de la esclava provocados por las embestidas del jeque que la follaba. Cuando éste sacó su polla, empapada con los jugos de la esclava y le azotó las nalgas con ella, Naila supo cómo seguir. Dejó de manar la polla del otro jeque y se deslizó sobre él hasta colocarse sobre su cintura y empezar a cabalgar la polla cubierta de saliva. Mientras meneaba sus caderas para follarse con la verga, se sujetó las nalgas con las manos para separarlas y mostrar el agujero de su culo abierto. El hombre que tenía detrás procedió a usar el agujero que la esclava le ofrecía. Gimió de dolor cuando le clavó la polla en el culo de una sola estocada. Con un hábil meneo de  sus caderas, la esclava consiguió alternar la penetración anal con la vaginal, dando placer a ambos hombres, que gemían y gruñían. El que le penetraba el coño fue el primero en correrse. El otro la agarró de las caderas para tomar el control de la follada y arremeter con creciente brutalidad el ano de la esclava hasta que se corrió en él.

Fuera también se oían los quejidos de Laura, que estaba siendo follada por el quinto y último ganador del juego de la gacela ciega.

Ya saciada su lujuria, los jeques se desentendieron de Naila, que salió a auxiliar a su agotada compañera. Laura yacía tumbada sobre la arena. Su coño y su culo palpitaban de dolor y rezumaban semen. Naila la ayudó a incorporarse y a limpiarse de los restos de lefa que se le escurría por los muslos.Laura apenas podía caminar. Aquella noche las dos tuvieron que dormir al raso, fuera de las tiendas de los jeques, puesto que ya no reclamaron sus servicios. Abrazada por Naila, Laura sollozó en silencio durante un largo rato antes de dormirse, tratando de consolarse con la esperanza de que al día siguiente podría recuperar su libertad.

Continuará. Espero que os guste la narración de las desventuras de Laura. Agradecerá comentarios y sugerencias.