Sometida en el autobús

Aconsejable leer las partes anteriores para entender el relato. Dominación, exhibicionismo.

Salí de la tienda con las piernas temblando, la experiencia había sido consternadora.

Esperé en la parada sin poder evitar que los ojos se posaran en mí.

Los pezones me dolían, mi amo no me había pedido que me quitara los aros constrictores, así que el roce con la blusa era una auténtica tortura.

-Puta –me habló mi amo por el receptor-. Sube al bus, pero fíjate que haya sitio donde te indiqué. Pen sé en la cámara que llevaba en el collar, no podía engañar a mi amo, aunque tampoco lo pretendía, me excitaban demasiado sus órdenes.

Ni siquiera miré qué autobús era, solo me fijé que no hubiera gente en los asientos de atrás para cumplir mi cometido.

Entré ganándome un buen repaso del conductor a mis pechos desnudos bajo la apretada blusa blanca, casi pude verle salivar.

Caminé hacia la parte de atrás.

-Siéntate y separa las piernas, asiento trasero y del medio, no puedes cerrarlas en todo el viaje.

Tragué con fuerza, tomé aire y acaté la orden. Sobresaltándome al encontrarme de frente al hombre que me había estado devorando en la parada. Separé las piernas regalándole las vistas de mi sexo anegado y él sonrió sentándose a mi lado sin dudarlo.

Era un hombre grande, debía rondar los cuarenta y tantos. Tenía pinta de trabajador, camisa a cuadros, vientre algo abultado por los excesos y barba de dos días.

Sus manos eran grandes y robustas.

-Abre más las piernas, zorra, sepáralas y si es preciso sube un poco la falda para invitar a tu compañero de asiento a jugar.

Empujé mi rodilla contra la de él en una clara invitación. Sus ojos no abandonaban mis tetas, así que hice caso a mi amo y subí ligeramente la tela a la altura de mi vagina, casi mostrándola. Le escuché gruñir.

-Ofrécete, dile si le apetece jugar contigo, mírale—. Giré el rostro encontrándome con el suyo que parecía excitado.

-¿Le-le apetece tocarme? –Le invité.

-¿Eso es lo que quieres?- asentí mordiéndome el labio.

Su mano no se hizo esperar, entro en mi sin ambages, penetrándome directamente, sin estimularme antes. Resollé. Sus dedos eran muy anchos y me había metido dos. Eran unas manos curtidas como si trabajara en la obra o algo similar.

-Estás chorreando, joder, que puta eres. –Sacaba y metía los dedos por completo, ahondando en mí a cada acometida.

-Pídele que te meta más dedos, suplícaselo. –Mi amo retumbaba en mi oído con su voz profunda.

—Pu-puede meterme más dedos, por favor.

-Eres muy puta y eso me gusta, ¿sabes? Mueve el culo hacia delante. –Lo hice, separando más los muslos. Empujó con fuerza para meter el tercero y al poco rato el cuarto.

El autobús se detuvo en la siguiente parada. Estaba nerviosa pues mi amo no me había ordenado que el hombre parara y él no parecía tener intención de hacerlo.

El primer pasajero que subió era un chico joven, tras él se fueron sentando los que entraban, pero él parecía haber visto lo que ocurría y avanzaba hacia nosotros con paso firme, aquello me excitó.

Me lamí los labios.

-Hazle una señal al chico para que se siente –Era mi amo quien hablaba. Moví el dedo para que se acercara y él no lo dudó ocupando el otro asiento que quedaba libre a mi izquierda—. Muy bien puta, pídele que te coma las tetas.

Miré al chico de reojo, me miraba sin poder creerlo.

-¿Se-serías tan amable de desabrocharme la blusa y comerme las tetas? –El hombre que me masturbaba soltó una carcajada.

-Vamos chico, no te ofrecen un plato tan suculento cada día. –No sabía qué edad tendría, pero parecía un estudiante.

Nervioso desabrochó los botones, me sacó los aros, que enviaron una punzada directa a mi sexo y se puso a devorarme las tetas. Las mordía, las chupaba, a voluntad, sin un gramo de cuidado. Tenía los pezones excesivamente sensibles y me dolía.

-Joder, le gusta, crío, está chorreando, muérdeselas más fuerte.

El hombre que me masturbaba increpó al muchacho que le hizo caso, yo me removía empujando las caderas hacia la mano que me follaba.

-Basta- Me detuvo mi amo-. Pídeles que paren y diles que les vas a regalar una mamada a cada uno.

-¿Podéis parar? Quiero haceros una mamada a ambos.

Ellos se miraron sin poder creer su buena suerte, pero no tardaron nada en aceptar.

Desabroché el pantalón del hombre más mayor, tenía una polla ancha, llena de venas aunque no demasiado larga. Su pubis estaba lleno de vello canoso.

Me sumergí en su entrepierna oliendo su aroma acre, estaba claro que venía de trabajar.

Me repugnó, pero debía obedecer.

Separé los labios, la metí en mi boca y chupé humedeciéndola por completo, con la mano acaricié sus huevos y él aprovechó para enterrarme el rostro hasta el fondo, provocando más de una arcada en mí.

-Eso es puta, cómetela, chupa. –Respiré hondo empapándome en su aroma, tratando de no vomitar y seguí sintiéndole temblar.

-Sácale toda la leche y traga sumisa, es una orden. —Mamé hasta sentirle descargar en mi garganta y tragué como mi amo me pedía-. Buena perra ahora al muchacho.

Busqué a chico, llevaba un abultado pantalón de chándal y al ver que era su turno rápidamente se la sacó, era más larga y fina.

Con los restos de semen en mi boca procedí a hacer lo mismo con él, notando como el tipo a quien acababa de mamársela, me premiaba regresando sus dedos a mi interior, pajeándome a la vez que yo tomaba al chico.

Era joven e inexperto, trató de imitar al hombre sin tener en cuenta que era más largo. Empujando mi cabeza hasta tenerme enterrada y follándome la garganta sin contemplaciones.

Apenas podía aguantar las ganas de vomitar, aunque por su corta experiencia no tardó nada en vaciarse en mi cuello. Tragué toda su leche que era más abundante que la del hombre, limpiándole la polla para guardarla en el interior del pantalón.

Mi vagina empezaba a contraerse.

-En este ejercicio tienes prohibido correrte zorra. Dales las gracias por tu desayuno, abróchate la blusa y baja en la siguiente parada.

Así lo hice. Me despedí de ellos, ansiando todo aquello que mi amo quisiera ofrecerme.

Continuará…

Espero vuestros comentarios.