Sometida a mi padre II
Reflexiones, preguntas y respuestas a una historia de incesto, sometimiento y complicidad .
Esta segunda parte, no es una continuación al uso, sino que quiere ser un complemento a esos detalles que me pedisteis y una reflexión sobre cómo se vive la sexualidad dentro del llamado “Amor filial”.
Los que habéis leído la primera parte me preguntáis como empezó esa relación y que se siente en una situación así y que sienten los demás protagonistas de la historia.
Muchos hombres me han confesado que les gustaría o les hubiera gustado tener una hija tan caliente como yo, a la que poder follarse siempre que quisieran. Está claro que es una fantasía muy común, al igual que muchas mujeres han tenido esa fantasía de ser follada por sus padres, imaginándoselo incluso mientras se masturbaban, de ahí el éxito de este tipo de relatos, siempre con un buen número de fieles seguidores.
Yo no sé lo que siente un padre, o lo que tiene en su cabeza cuando entra en la habitación de su hija para follársela, quizás un impulso carnal que puede anular la razón, aunque el alcohol pueda hacer esa función también, en otros casos; pero sí lo que sentía yo……
Las primeras veces, el lógico temor y curiosidad por lo que iba a pasar, aunque de todas formas, en esas ocasiones él mostraba su cara amable, cariñosa y simplemente se metía en mi cama diciéndome que mi madre le había mandado a dormir conmigo, porque no la dejaba descansar.
Algo que yo podría tomarme como lógico y natural, sino fuera porque al poco rato, empezaba a acariciarme, a sobarme las tetas y hacerme notar su polla empalmada en mis nalgas.
Yo a esa edad, ya no era una ingenua en temas sexuales, había follado con varios chicos y podía consentir o no cualquier relación de ese tipo, pero en esta ocasión el que frotaba su polla con mi culo, era mi padre y yo se lo estaba permitiendo, con la lógica calentura por mi parte y el humedecimiento de mi vagina al roce de sus dedos, lo que le encendía todavía más a él, hasta el punto de que mis gemidos le abrían la puerta a seguir con sus avances, hasta terminar bajándome las braguitas y subiéndome la camiseta para chuparme las tetas mientras metía sus dedos en mi coño.
En ese momento ya no había vuelta atrás y aunque todavía seguía viendo a mi padre a mi lado, metiéndome mano, yo era una mujer caliente y los hombres saben reconocer a una así cuando la tienen en sus brazos.
Me preguntaréis porque le dejaba seguir, porque no le mandaba parar…., no lo sé, la verdad, podéis pensar lo que queráis de mí, quizás mi condición de sumisa afloraba, algo que no era nuevo para mí, ya que muchas veces, con mis amigos me había comportado igual y con mi padre, con más razón, tenía esa sensación con él.
¿Cómo esperaba a mi padre por las noches en mi cama? ¿Sin bragas, excitada….?
Desde luego, nerviosa, inquieta, no quería dormirme hasta saber si esa noche iba a venir o no, porque no todas las noches lo hacía y cuando eso pasaba, yo me masturbaba para calmar esa ansiedad acumulada……
Cuando eso empezó a convertirse en un hábito, era una sensación extraña para mí…. ¿Cómo podía desear que mi padre viniera a follarme, como si fuera mi marido que llegara tarde a casa de trabajar….? Ya sé que no es un sentimiento normal, pero desde que empecé las primeras líneas de la primera parte de este relato, ya se veía que no era una historia “normal” y todo lo que fue sucediendo estaba condicionado por esa forma de asumir como normales cosas que no lo eran.
Otros me preguntasteis, si mi padre me violaba……, pues la verdad, cada uno puede interpretarlo como quiera, pero yo nunca le dije que NO, nunca me opuse a lo que él hacía conmigo…… Eso quizás, hizo que esa situación se normalizara, que el viera normal follar con su hija y yo asumiera que eso tenía que pasar como si fuera lo más normal del mundo.
La primera vez que yo vi el pene de mi padre en erección, con esa imagen majestuosa, poderosa ante mis ojos, casi hipnótica, viendo sus venas marcadas en la piel y el glande que rebosaba, rojo y jugoso, ya me impresionó, como a cualquier chica que ve la polla de un hombre maduro, cuando está acostumbrada a las pollas de los chicos de su edad.
Pero esa primera vez que la pone a la entrada de tu coño y ves como entra suavemente aprovechando tu lubricación y excitación de ese momento, creo que dejas de ver a tu padre y sólo ves a un hombre dándote placer, deslizándose dentro de ti y llenándote toda, como nunca te has sentido, follándote y sintiendo su respiración acelerada y profunda a medida que se va metiendo más dentro de ti hasta que ya no puedes contener tu corrida que se mezcla con la de él en una descarnada relación carnal que no te permite pensar en otra cosa, más que en disfrutar.
Una vez que te saca la polla y la ves toda mojada con esa mezcla de su semen y tus flujos, volvía a ver a mi padre, tumbado a mi lado, en medio de ese sentimiento de confusión preguntándome por qué estaba follando con mi padre……
Otras que hayan pasado por esta situación, quizás puedan comprenderme, o puede que ellas lo hayan vivido de otra manera. Puede que sus casos fueran de abuso, violación, algo que yo rechazo, eso no es disfrutar del sexo, algo que puede acercarse más a esas otras situaciones que se podían producir en cualquier lugar de la casa, cuando él, poseído por esa personalidad primaria, impetuosa y casi irracional, me agarraba me arrancaba la blusa o lo que llevara, me bajaba las bragas, el pantalón o lo que llevara, y me penetraba sin preámbulos, cuando todavía no estaba excitada, de una forma dolorosa, pero enseguida, mi flujo empezaba a lubricar mi coño y eso es lo que hacía que él se excitara y empezara a llamarme zorra y puta, y a tratarme de esa manera……
Por alguna razón, los hombres que nos follan en esas circunstancias, al ver cómo nos excitamos con una polla dentro, piensan que al igual que él nos está follando, podemos disfrutar con cualquiera que nos meta la polla, sintiendo que no somos solo suya, sino que podemos ser de cualquiera y eso les altera, en cierta forma; yo creo que condicionando su relación con nosotras en el sexo y en la vida en general.
La actitud de mi madre ante todo eso que estaba pasando, puede ser llamativa, pero es algo que suele repetirse en estos casos, por conversaciones que he tenido con otras mujeres que han pasado por situaciones parecidas
Una amiga de la infancia, con la que siempre tuve toda clase de confidencias, me comentaba eso mismo también, que a su madre no le importaba cuando su padre la metía mano y hasta a veces la decía que se fuera a echar la siesta con su padre……
¿Por qué muchas madres se comportan así? Quizás nosotras mismas podemos un día sorprendernos actuando de esa manera…..
¿Un sometimiento ancestral y heredado, quizás? ¿Una complicidad con sus maridos? Algo de cierto puede que haya en todo ello. Mi madre procedía de la zona interior de Galicia, de una de esas aldeas remotas, antiguamente casi incomunicadas entre valles y montañas, donde sus gentes construían su propio mundo, donde la tierra era un valor preciado porque era su sustento, donde las familias numerosas eran habituales y en las que muchos de sus miembros se lanzaban a la emigración, prácticamente sin darles tiempo a abandonar esa infancia feliz en la que ya les había dado tiempo a conocer todos los secretos de la vida viviendo experiencias precoces que luego recordarían toda su vida.
A mi madre no le gustaba mucho hablar de esas cosas, como si se avergonzara de ello, al darse cuenta de que todo eso no era normal en el mundo en el que ahora vivía, aunque la hubieran hecho feliz en su momento, como a sus tías mayores, que cuando las visitábamos, a ellas si las gustaba contarme todas esas historias del pasado que me asombraban y me llenaban de curiosidad y de morbo. Unas historias que darían para escribir miles de relatos, pero eso sería ya otro tema…….
Estas mujeres mayores, dentro de su ignorancia, ya que apenas habían pisado una escuela, eran un dechado de sabiduría sobre la vida, sobre las debilidades humanas y la forma de relacionarse con la Naturaleza. Una de ellas, siempre quería darme consejos sobre los hombres de una forma muy graciosa, diciéndome: "Para manter feliz ao teu home, tes que darlle a cona"…… Creo que se entiende bien, sin falta de traducir algo que viene a decir que para tener contento a un hombre, tienes que darle el coño. Algo tan simple como eso, pero que ha funcionado desde siempre.
Mi madre también sabía eso y por eso quería tener feliz a su marido; sino podía ser con su coño, con el mío, porque en su mentalidad de supervivencia adquirida en esos valles profundos, dentro de la familia había que buscar la solución para todo, en esa ancestral forma de entender la vida heredada generación tras generación.
En esas conversaciones encontré muchas respuestas sobre por qué me sucedía a mí lo que me sucedía, por qué mi madre consentía y alentaba, incluso, una relación familiar, tan íntima y por qué yo me encontraba encerrada en ese círculo de sometimiento y placer, que se iban alternando e incluso a veces se unían en un solo sentimiento.
Pero yo creo que quien está inmerso en una relación incestuosa, por muchas respuestas que encuentre a sus preguntas, continuará haciéndose más preguntas, encontrando respuestas a veces poco convincentes, esperando siempre que alguien le dé respuestas más ciertas.
El último personaje de esta historia es quizás, el más sorprendente, el novio consentidor, seguramente quien más amor sentía por mí, más que mi padre, incluso. Un amor incondicional y generoso, que durante años había visto como me follaban los demás y ahora él era feliz, cuando a mí me veía feliz con mi padre.
Ya sé que muchos no comprenderéis su actitud, más cercana a la de esos maridos cornudos que disfrutan viendo follar a sus mujeres con otros, con ese morbo que solo los iniciados en el swinger conocen, pero él era así, diferente, quizás el único hombre que podría comprenderme y estar a mi lado sin que un día se desatara la tragedia.
Por supuesto, él también disfrutaba de mí, me follaba y yo disfrutaba con él, pero él sabía que eso no era suficiente para mí y nunca me lo reprochaba. Quizás mi padre siempre pensara que él no era suficiente hombre para mí, pero él estaba contento con el que yo había elegido para ser mi novio, porque ¿qué otro iba a consentir que a su novia continuara follándola su padre?
Para muchos, este “trío amoroso”, puede que sea el más enfermizo que puedan imaginar, si encima añadimos a una espectadora de lujo como mi madre, pero era el único posible en esas circunstancias que se había ido solapando día tras día, con el consentimiento de todos.
Lógico que mi historia generara tantas preguntas en todos vosotros, ya que no sé si alguien ha contado algo parecido entre los miles de relatos que tiene esta página y la curiosidad generada ha sido palpable.
Por eso intento responder a todas esas dudas de las que soy capaz de hacerlo, porque muchas otras, me siento incapaz y puede que tengan que ser otros los que sepan dar las respuestas.
Hace poco, una amiga sumisa, me hacía ver la relación que existía entre el incesto y el sometimiento, tal como lo vivía ella con su “Amo”, algo en lo que nunca había reparado yo, y ciertamente esa relación existe desde el momento que se establece una relación de poder, en cierta forma pactada, que se va construyendo desde el día que comienza hasta el día que termina.
“Identificar o confundir al autor con el personaje, puede ser un defecto o error del lector, pero también causado por una virtud de autor. El autor solo es un intermediario para que los personajes y los lectores se conozcan.”