Sombras

Primera cita bdsm.

SOMBRAS

Las sombras empezaban a invadir las calles y la ciudad se recogía sobre si misma dejando las calles a merced del viento y la lluvia. El hombre de la gabardina caminaba pausadamente haciendo caso omiso de las inclemencias del tiempo, un observador atento hubiese percibido la mirada profunda y concentrada y una sonrisa dibujada en su rostro. Cuando llegó a la puerta del Hotel se detuvo y con el teléfono móvil hizo una llamada, alguien le contestó inmediatamente y le dijos:

  • Habitación 301.

El vestíbulo del Hotel era amplio pero a esa hora rebosaba de actividad, empleados y clientes se movían y arremolinaban en la entrada dando la bienvenida a los recién llegados, se celebraba un Congreso y a su clausura acudían las autoridades de la ciudad acompañadas de la habitual legión de leales indeseables.

Atravesó el vestíbulo sorteando los grupos que conversaban y giraban sobre ellos mismos convencidos de ser el centro del universo, tan solo una persona se fijó en él pero sus miradas no se llegaron a cruzar y prosiguió su camino.

En el ascensor respiró profundamente y se miró al espejo, con un gesto miles de veces repetido se alisó el cabello y se dijo que con seguridad sería una noche inolvidable, no tenía la menor duda de ello, pero el riesgo de la primera cita siempre le ponía nervioso y le hacía sentir intensamente cada uno de sus movimientos.

La habitación 301 estaba al fondo del largo pasillo del tercer piso, avanzó lentamente fijándose en la disposición del pasillo respecto al resto del piso y en las salidas de emergencia, era una costumbre adquirida a lo largo de los años y que no le abandonaba fuese donde fuese, también se fijó en la cámara del circuito cerrado de televisión que con toda probabilidad estaba conectada con la seguridad del hotel. Sonrió recordando lo nervioso que se puso la primera vez que descubrió una cámara que lo grababa en el pasillo de un hotel.

Cuando llegó a la puerta de la habitación se detuvo un instante y se volvió repetir a si mismo que sería una buena noche, ahuyentando los fantasmas que, como siempre, le incitaban a dar media vuelta y no entrar en la habitación. Era curioso como una parte de su mente luchaba consigo mismo y a veces lograba casi romper la magia, pero también invariablemente la necesidad y el deseo vencían y la mano avanzaba hacia la puerta y la abría abriendo el espacio de la fantasía.

La puerta se abrió, en su interior todo estaba oscuro, tan, la tenue luz del pasillo apenas permitía identificar lo que había dentro, entró y cerró la puerta después de encender la luz. La estancia era ámplia y en buena parte estaba ocupada por una cama de matrimonio inmensa. Junto a la ventana una mesita con dos sillones tapizados en color rojo resaltaban sobre el resto del mobiliario y sobre la mesita se encontraba abierto un maletín negro de ejecutivo.

Con una mirada rápida comprobó que todo estaba en orden y de acuerdo con lo que había sido acordado en su momento y se dirigió al cuarto de baño donde sabía que le esperaba ella.

Abrió la puerta del baño, esperaba encontrarla allí y efectivamente un cuerpo desnudo y arrodillado ofrecía a sus ojos un espectáculo magnífico. Era una mujer de piel blanca y delicada la que se ofrecía en toda su belleza a su mirada, mostraba sus nalgas como regalo de bienvenida, el hombre se inclinó sobre ella y la fragancia de su perfume favorito, "Obsesión" de Calvin Klein, le inundó, le trajo recuerdos del pasado haciéndole evocar tardes y noches llenas de sensualidad y deseo en las que la magia había dejado su marca indeleble. Suavemente acarició el interior de sus muslos, la caricia subió por su espalda lentamente hasta el cuello mientras le susurraba al oido:

Me ha encantado tu recibimiento cachorrita pronto tendrás tu regalo.

El tiempo se detuvo en esa caricia y ambos sintieron que estaban en el lugar adecuado, en el momento oportuno y con la persona correcta, que sus sueños y sus fantasías se harían realidad. El silencio volvió a adueñarse de las caricias y la mano exploró rincones ocultos, sintió la delicadeza de la piel preparada para la ternura y la pasión, buscó el placer y encontró manantiales en su interior, escaló montes y surcó valles donde anidaba la lujuria haciendo que el lobo y el águila los habitasen.

Cuando la mujer estalló y de su interior surgió la súplica el hombre le concedió el derecho al placer y su cuerpo se entregó como nunca lo había hecho, buscando más allá de la conciencia en el barro primigenio, el cuerpo vibró con la música de la entrega en una sinfonía de sensaciones inacabable en la que cada acorde era único y más intenso que el anterior.