Soluciones Temporales

El era un estresado ejecutivo de una gran empresa, quien, luego que su secretaria se enfermara, contrata a una temporal, con la que vivirá la experiencia más increíble de su vida. (Ilustrado).

Soluciones Temporales

La primera vez que conocí a Sheila le dio vuelta a mi mundo y todo su alrededor. Trabajo en un mundo de negocios muy tenso y ella era una especie de aire fresco para respirar. Ella era una asistente interina que se presentó un día en que mi ayudante regular se vino abajo con una fuerte gripe. No es que estuviera grave, pero si lo suficiente como para faltar por una semana completa y yo necesitaba de una asistente, aunque no habían, afortunadamente, proyectos o informes urgentes pendientes, así que iba a ser una semana lenta.

Esa mañana noté que parecía estar coqueteando conmigo, en su comportamiento, forma de ser, como llevándome espontáneamente el café a la oficina, algo que realmente no era necesario y mi secretaria regular nunca hacía.

Licenciado, aquí le traigo su café. – me dijo.

Entró a mi despacho de una forma muy sensual, moviendo sus rotundas caderas. Cuando se dio la vuelta para salir me dio una gran vista de su trasero, redondo y paradito, moviéndolo como prometiendo una muy caliente y agradable cabalgata. Y yo, como no soy de palo, pronto me encontré en la posición de no poder tomar mucho más de esas tentaciones y la invité a salir a almorzar fuera. No acostumbro devolver los flirteos, menos en los ambientes de trabajo, pero ese día estaba muy tenso y necesitaba un cambio.

La verdad es que ella resultó ser una mujer muy agradable, yo pensé que sería solo una aventurilla intrascendente más. Era una mujer con madurez y juventud, tenía 29 años y acaba de separarse, pescó a su esposo con otra. Me confesó que con su preparación y su edad le resultaba un poco humillante tomar el puesta interino de una secretaria apenas recién graduada, pero que luego de casarse había descuidado su carrera.

Sheila me simpatizó mucho, la verdad, regresamos a la oficina platicando como viejos amigos. La compañía está situada en un hermosos complejo campestre, rodeado de vegetación y con riachuelos cruzando por todos lados, un lugar más que propicio para el romance. Pero no intenté ningún tipo de avance, aun quería cerciorarme de qué terreno iba a pisar, no es que me faltaran ganas. Era una mujer preciosa, de piel blanca y ojos azules, usaba su cabello rubio sobre los hombros, además tenía una cara muy hermosa.

Llevaba un traje azul claro traslapado con botones dorados, la falda le llegaba a la mitad de sus extraordinarios muslos y le marcaba a la perfección su lindo trasero y sus pronunciadas caderas. Debajo de la chaqueta no llevaba nada… bueno, casi nada, tan solo un sujetador anaranjado en tono pastel, que constantemente quedaba al descubierto ante cualquier movimiento de ella.

Llegamos a la oficina y retomamos nuestras obligaciones, ella se fue a su escritorio y yo a mi despacho.

Últimamente, para distraerme un poco, he estado navegando por la Web en sitios de adultos, en donde parejas o personas solas ponen anuncios para contactar otras, por encuentros sexuales fugaces principalmente. Yo mismo había puesto algunos anuncios, quería encontrar a alguien con quien me pudiera desfogar. Conseguí algunas respuestas y hasta tenía una cita fijada para esa noche. Me sentía tan ansioso por esa cita que estaba muy caliente, más de lo que puedo recordar haber estado. Lo malo es que la chica, que se caía de buena (vi las fotos que me mandó por E-mail) no estaba… pero Sheila si… y a ella no parecía importarle que la usara para satisfacerme.

Ella, con su actitud hacia mi, parecía como un pajarillo listo para echar a volar… hacia mis brazos. Así que salí de mi despacho y me planté frente a ella, pareció reconocer en mi mirada mis intenciones, pues de inmediato se puso de pié con gesto servil.

Me parece que es suficiente por hoy, ¿no cree Sheila?

Supongo que si Licenciado… lo malo es que no sé qué hacer con el tiempo libre que me queda

Puede pasarlo conmigo… – le dije a quemarropa, y como toda respuesta ella tomó su bolso y, dándome la mano, saló conmigo.

Caminamos a través del parque al coche, tomando un desvío para llegar más rápido. Subimos a mi Mercedes gris convertible y enfilamos hacia mi casa. A Sheila no le importaba que sus abundantes atributos se descubrieran dentro de mi automóvil, de hecho, literalmente se le salían, por arriba y por abajo.

Aquello era un problema para mí, me debatía entre ver el camino o verla a ella, hacer los cambios o meter mi mano bajo su falda o amasar sus tetas. Y la mujer muy campante, feliz, satisfecha, excitada de ver como me llevaba. Para cuando bajamos del carro tenía la falda enrollada en la cintura y la chaqueta casi abierta, mostraba sin pudor alguno sus conjunto naranja de lencería.

Licenciado, mire como me tiene… sienta, toque, métame mano… quiero que me toque… – me decía mordiéndose los labios mientras mis manos recorrían su cuerpo entero.

Sabía que estaba en un lugar público (¡Frente a mi residencia por la chingada!) donde fácilmente podrían verme pero no me importó, estaba tan caliente que en un santiamén ya me encontraba lamiendo y aspirando sus orbes generosos, probándola bajo el sol brillante de la tarde.

Sus dedos pronto encontraron el camino hacia sus bragas y ella se comenzó a masturbar. Yo volteaba para todos lados, entre caliente como nunca y excitado, no creía todo a lo que esa mujer se atrevía, me parecía de otro mundo. Y más cuando, al percatarme, ya se hallaba acuclillada en el suelo, con la falda en la cintura y las piernas abiertas, restregándose vigorosamente su sexo mojado con una mano, mientras con la otra me sacaba la verga del pantalón y se la llevaba a la boca.

¡Qué increíble, no lo creía, esa mujer era una perra caliente y ansiosa de sexo! Se metía casi por completo mi pene dentro de su boca, que no es pequeño sin ánimos de presumir, los ensalivaba y lo succionaba con fuerza. Largas líneas de saliva caían de sus labios, poniéndome más caliente y con más ganas de coger cada vez. Sus senos se habían salido de su sostén y se salían por la abertura que formaba su chaqueta. En minutos alcanzó el orgasmo sobre su mano, dándole un brillo agradable con sus jugos calientes.

Logré hacer que algo de razón volviera a mi mente y la levanté rápidamente de los brazos, la besé con fuerza al tiempo que le trataba de bajar la falda y me la llevé al interior de mi casa. Allí di rienda suelta a toda mi lujuria. Ella realmente se dejó ir con todo, quitándose la ropa con premura y ansiedad.

Lo necesitaba… ¡cuánto lo necesitaba!… mi marido era un idiota… bueno para nada… ¡¡¡CUÁNTO NECESITABA SENTIRME UNA RAMERA!!! – y se me fue encima.

Me besó con furia y me tiró sobre el sofá, apresuradamente me sacó la verga del pantalón mientras ella se quitaba la falda y el saco y se sentó, de un solo golpe, sobre mi pene erecto, parecía quererse meter hasta mis testículos entre su sexo. ¡Vaya que si su marido la tenía descuidada!… aunque yo diría desperdiciada.

Empezó a cabalgarme con fuerza, mientras gemía ruidosamente, casi rugía como una leona devorando a su presa, besándome con fuerza mientras se apoyaba sobre mis hombros para subir y bajar con brusquedad, estrellando sus caderas contra mi pelvis, metiéndose mi pene lo más profundo que podía. Yo metía mi cara entre sus senos, redondos y firmes, y me prendía de sus pezones, chupando y mordiéndola suavemente.

Quise intentar algo, su comentario de que necesitaba sentirse como una ramera me llamó mucho la atención y quise probarla. Con fuerza la tomé de las muñecas y se las llevé detrás de su cuerpo, apretándolas como si estuvieran esposadas. Así le metía la verga con más fuerza, diciéndole cosas sucias y provocándola.

¡Perra sucia, ramera asquerosa! ¡Llegaste a mi oficina solo para que te cogiera, ¿verdad perra?!

¡¡¡¡SIIIIIIHHHHHH!!!! ¡¡¡SOY UNA PERRA, UNA RAMERA ASQUEROSA!!!

¡Te gusta que te diga así, ¿verdad?! ¡Sucia degenerada!

¡¡¡¡¡SOY UNA PERRAAAAAAGGGHHHHH, UNA PUUUUUUTAAAAAGGGGGHHH!!!!! – en ese momento volvió a estallar en un orgasmo sumamente intenso.

Estaba impresionado, aun más si fuera posible, ella había resultado ser una sumisa caliente, una hembra en celo nata, una perra verdadera. Había conseguido calentarla más con mi brusquedad, sacarle literalmente a la puta de adentro.

Ya nada me detuvo después de eso, decidí llevarla hasta donde pudiera, arrastrarla hasta donde me fuera posible llevarla, volverla loca del placer. Aquello era nuevo para mí, ya tenía mucha experiencia y había probado infinidad de amantes, pero alguien como ella jamás y eso me excitaba como un loco pervertido.

Con toda la brusquedad del mundo la detuve y le di vuelta, me recosté sobre el sofá y la senté sobre mi de nuevo, pero dándome la espalda. Le ensarté la talega dentro de su vagina empapada y recomencé a cogerla. La sujetaba con fuerza de los senos, estrujándolos, pellizcándole los pezones, jaloneándoselos. Y ella gemía y gemía, gritaba a viva voz, me pedía más y me suplicaba que la dominara.

¡¡¡¡MAAAAAAAASSSSSSSS, DEME MAAASSSS DUROOOOGGHHH!!!! ¡¡¡TRÁTEME COMO A UNA PUTA LICENCIADO!!! ¡¡¡¡ROOOOMMPAAAMEEEEHHHH!!!! ¡¡¡AAHH, AAHH, AAAGGGHHH!!!

Me levanté bruscamente y la tiré boca abajo en el sofá. La jalé y la hice ponerse en 4 y así la volví a penetrar. Ella subió su pierna derecha al asiento, lo que me dejó una entrada más amplia, pero a la vez más estrecha, y procedí a ejecutarla con todo. La sujetaba de sus cabellos dorados, le daba de nalgadas y la hacía berrear más.

Minutos después la jalé y la puse de costado, levantando sobre mi hombro su pierna derecha y penetrándola con fuerza. A Sheila le encantaba ser manejada como una muñeca de trapo entre mis manos, no se quejaba de nada y me incitaba a más. Yo estaba extasiado frente a esta maravillosa mujer, a esta caliente y maravillosa mujer.

Luego la puse sobre su otro costado, cerrándole las piernas y poniéndolas pegadas al respaldo. Nuevamente me fui a la carga mientras ella se metía un dedo entre el ano, metiéndoselo y sacándolo como si fuese un pene que la sodomizaba. Gimiendo y berreando con placer. Estalló en el tercer orgasmo de la tarde, largo e intenso, lo celebró a gritos y exclamaciones obscenas.

¡¡¡¡¡MIEEEEEERRRRRDAAAAAAGGGGGGHHHHHH!!!!! ¡¡¡AAHH, AAHH, AAHH!!! ¡¡¡¡SOY UNA PUUUUUUUTAAAAAAAARRRRRGGGGGHHHHH!!!!

¡¡¡LA MÁS PUTA DE LAS PUTAS, LA MADRE DE TODAS LAS PUTAS SHEILA!!! – le decía extasiado yo también, buscando calentarla más todavía.

Pero yo ya no pude más, el placer y la excitación eran ya demasiados, así que cuando ella acabó de correrse se la saqué de la pusa y la tiré al suelo. Allí, de rodillas, le metí la verga en medio de sus generosas ubres y la hice darme una paja rusa (cubanas en otros países). Le cogí las tetas hasta que terminé en el clímax más dulce que recuerdo haber tenido. Derramé todo mi semen a chorros sobre sus senos y su cara mientras no dejaba de bramas y rugir como un león.

¡¡¡¡¡OOOOOOUUUU UUURRRRRRRGGGGHHHHHHH!!!!! ¡¡¡¡QUE RRRRIIICOOOOHHH, SHEILA, QUE RIIIIIICOOOOOOOO HHHHHHHGGGGGGG!!!!

¡¡¡DÉMELO TODO LICENCIADO, LLÉNEME DE SU SEMEN, QUIERO PROBAR SU ESPERMA!!! – me decía ella con la lengua de fuera, tratando de capturar cuanto podía.

Nuestros cuerpos estaba cubiertos de sudor, mi camisa se pegaba a mi pecho y sentía que la corbata me asfixiaba, pero me sentía bien, mejor que en muchos tiempo. El trabajo me había absorbido demasiado, ya no me dejaba tiempo para disfrutar y relajarme, la compañía era mi prioridad, ¡prácticamente estaba casado con ella!

Ella quedó rendida en el suelo, luego la cargué y la subí hasta la alcoba. Allí lo repetimos todos, aquella noche cogimos hasta que nos derrumbamos. Luego, el amanecer nos sorprendió desnudos y abrazados.

Sheila estuvo conmigo por el resto de esa semana, fue una suerte que no tuviéramos realmente mucho trabajo, no lo habríamos podido termina, ¡pasábamos cogiendo casi todo el día! Pronto ella dejó de llevar ropa interior y el último día anduvo desnuda en la oficina por toda la jornada. Luego mi secretaria regresó y las cosas volvieron a la normalidad. Solo yo estaba cambiado, trabajaba con el mismo ahínco de antes, pero soñaba con volver a casa lo más rápido posible, pues sabía que allí me esperaba un hermosa mujer, desnuda y ya mojada en la habitación, dispuesta a todo por complacerme.

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico.

Este relato no es mío, era una pequeña narración que encontré en Internet con un montón de fotos y la traduje del inglés, luego yo le introduje elementos de mi propia inspiración. Besos y abrazos.