¿Solo una puta?
No voy a desentrañar el poco misterio, simplemente os digo que hay una sorpresa divertios.
¿SOLO UNA PUTA?
Entré en el puticlub bajando la interminable escalera; ella estaba apoyada en la barra, rubia, grande, poderosa, enfundada en un ajustado vestido negro, corto, del que sus tetas enormes parecían querer escapar. Sus muslos duros dirigían la vista hacia el negro tanga que asomando por debajo de la falda corta ocultaba un misterio.
Con voz ronca me indicó su deseo: dinero, con vil metal podría comprar su sublime carne. En un cubículo separado apenas de la pista de baile por biombos y sobre un humilde colchón en el duro suelo podría tenerla. Lentamente se bajó los tirantes de su vestido negro y sus rotundos y puntiagudos pechos me apuntaban con sus orgullosos y erizados pezones, que ya de rodillas lamí con devoción. Bajando por su vientre chupé su ombligo. Mis manos acabaron de bajar su vestido, su tanga negro ante mi nariz , el olor del deseo surgía de allí. Así que impaciente por fin bajé su diminuta braguita con mis manos liberando la ansiosa y dura polla que allí se escondía.
Deposité un ferviente beso en el capullo que me apuntaba justo entre mis azules ojos. Ella cogió mis manos y me levantó, suavemente depositó un húmedo beso en mis labios. Me abrazó deslizando sus manos por mi espalda hasta agarrar firmemente mi culo. Su lengua ya exploraba mis dientes y jugaba al escondite con la mía. Entonces ella empezó a desnudarme a mi, ahora sus diestras manos abrieron los botones de mi camisa, sus maquillados labios besaban primero mi largo cuello, luego mis hombros y por fin bajando los tirantes de blanco sujetador mis anhelantes pechos. Se metió mis pezones en la boca duros por la excitación. Revolvía su rubia melena entre mis dedos, apretándola contra mis senos.
Una vez libre del sujetador me empujó al colchón ; arrodillada a mis pies me sacó las sandalias de tacón y mi pantalón dejándome solo el tanga blanco. Subiendo sobre mis piernas, depositando en ellas dulce besos y parte del carmín que cubría sus labios, que a poco posó sobre la blanca licra y mi monte de venus. Aún guardo esa braguita con la roja marca de sus labios. Subió por mi vientre lamiendo mi ombligo, la curva de mis costillas, la parte baja de mis grandes senos y sorbía mis oscuros pezones, la gran aureola o los cogía entre sus blanquísimos dientes. Mordisqueaba mi piel suave y volvió a besar mi boca ávidamente lamiendo cada rincón, el calor de nuestros pechos juntos, Nuestros vientres y su cada vez mas duro pene entre mis piernas abiertas. Sin apartar su boca de la mía y sin sacarme el tanga, solo haciéndolo a un lado su elástico entró en mi, profundamente , mis piernas rodearon su cintura para facilitar la penetración.
Le arañaba la espalda, intentaba alcanzar sus nalgas con las manos o sus muslos o toda su bronceada piel. La sentía en mí poderosa, en mis entrañas colmada por su fuerza, por su polla. Mirándonos a los ojos, oliendo solo el sudor de nuestra piel, sumergidas en la extraña música oyendo solo nuestros corazones, el momento duró siglos y solo entonces su cadera comenzó a moverse.
El éxtasis y la gloria, la apretaba cada vez mas fuerte entre mis muslos, su musculoso culo, su polla fuerte y serena, sus pechos, toda ella se movía como queriendo entrar en mí, como si toda ella en mi interior tocara cada uno de los puntos sensibles. Ella con su sabiduría de mujer me arrancaba cada uno de esos orgasmos. Ella se corrió , su semen caliente ardía en mis entrañas.
Mi sexo quemaba y ella aún dura por unos minutos seguía en mí y no oíamos nada mas que nuestra respiración no veíamos mas que los ojos de la otra , no olíamos nada mas que nuestro sudor y dos gotas del perfume que me había puesto esa mañana, no tocábamos mas que nuestra piel. Y no saboreábamos nada mas que la sal de nuestros labios. Por fin ella se retiró de entre mis muslos, se hizo a un lado y tomando mi cara entre sus manos depositó un dulce beso en la punta de mi nariz.