Sólo una frase I

Para ti.

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Después de más de sesenta días de encierro, estar sentada en un tren de alta velocidad me parecía surrealista, casi como un fotograma de esas series de ciencia ficción. Salir de casa tan cubierta, procurar no tocar nada en el taxi, pasar los controles de temperatura en la estación, entregar mi salvoconducto junto con el billete a Madrid. Mis sentidos estaban totalmente alerta, por la situación y porque, al fin, iba a ver a Carlos. Me llevaba a la capital una reunión de trabajo, eso nos iba a permitir vernos en persona. Con muchas dudas por pisar algunas líneas rojas del estado de alarma pero con la claridad que da haber encontrado a alguien con quien mis barreras iban cayendo lentamente.

Hacía algunas semanas, su foto en una aplicación de citas. No fueron unos abdominales perfectos, ni una panorámica más frente al mar, fue una camiseta, unas gafas de sol y su pelo canoso, lo que me llamó la atención. Cierta actitud canalla y una sonrisa de medio lado hizo el resto, le di al like y escribí algo absurdo sobre su camiseta.

Tardó horas en responder, lo olvidé casi por completo y más tarde, ya acostada en la cama, una notificación iluminó mi habitación.

Aquella fue, la primera de muchas notificaciones, mensajes, llamadas y videollamadas. Vimos amanecer el primer día, en silencio por primera vez después de toda la noche hablando sin parar. Dos personas aisladas en soledad y a muchos kilómetros de distancia. En esos días hicimos muchas cosas juntos, cocinar, escuchar música, compartir vídeos, ver películas y sobretodo, hablar. Yo que soy reservada por naturaleza, jamás había hablado tanto con alguien. Era como tenerlo instalado en mi cabeza, estimulaba mi cerebro, me daba espacio, compartía conmigo sus historias, me hizo llorar, reír a carcajadas y hasta consiguió que un día le diera un pequeño concierto con mi guitarra.

Los dos obviamos, sin querer, que nos habíamos conocido en una aplicación puramente sexual. Y aunque el sexo, salpicaba nuestras conversaciones, aunque la tensión no dejaba de crecer, aunque me descubrí mil veces tocándome con su voz en mi cabeza, ninguno decía nada. Hasta que una noche, cuando ya nos habíamos despedido después de cenar juntos y ver un par de capítulos de su serie favorita, el teléfono volvió a sonar, su cara en penumbra inundó la pantalla y solo pronunció una frase.

-Alba, necesito estar dentro de ti.

No pude evitar suspirar y morderme el labio, mi corazón estalló a galopar y sentí un intenso tirón entre mis piernas. Sólo pude responder un inaudible si y mi mano se coló entre mis piernas. Nos tocamos juntos, cada uno deseando que fuera la mano del otro quien le diera placer, sin mediar apenas palabra. No necesitamos mucho tiempo, perdida en sus ojos, con mi cabeza apoyada de lado en la almohada y gimiendo, nos corrimos.

-Así, pequeña, así. Es precioso verte sentir placer.