Solo soy un cuerpo - I

Me sentía inútil, perdida, desaprovechada. Deseaba ser constantemente usada, tener el sexo más depravado posible y sin embargo, casi era virgen ¿qué hacer?

Mientras caminaba por las oficinas y por los pasillos que me iban a llevar a todos los placeres divinos que tanto deseaba obtener, o al menos así lo pensaba yo, mis nervios iban desapareciendo. Mi agarrotamiento estomacal se iba rebajando y hasta la sequedad de mi boca parecía humedecerse. Mi camino a todos los placeres sexuales soñados podían iniciarse allí mismo. Pero al entrar en la habitación donde se iba a grabar el porno, mi primer porno, me santigüé. Sí, en serio, me santigüé de puto miedo.

Al cerrarse la puerta tras de mí tragué aire, giré levemente mi cabeza y vi tres de las cinco cámaras que iban a grabar, en segundos planos, toda la escena de mi primera follada, de mi desfloración corporal, porque de la mental ya hacía pocas semanas que yo misma me había desvirgado al aceptar estar aquí. El dormitorio era grande, la cama redonda era enorme y seguro cabían varias personas follando al mismo tiempo.

Lentamente paseaba a su alrededor mientras fumaba un cigarrillo, exhibiendo el polo oficial con el escudo de mi propio colegio privado al que hasta ahora, al finalizar mi bachillerato, había pertenecido, para que todos los que viesen esa porno, supiesen de qué colegio había sido yo alumna, y de qué clase social era mi familia, para que pudiesen identificarme con más facilidad, tal y como ordenó Juan. Poco a poco me fui subiendo el polo hasta que me lo quité.

Debajo de él, no llevaba absolutamente nada, quedándome con mis preciosos pechos al aire. Respirando con fuerza y más excitada de lo que yo misma creía posible, despasé el clip de mi falda, corrí la pequeña cremallera lateral, y mi corta falda plisada escolar cayó al suelo quedándome totalmente desnuda, ya que me habían prohibido usar ropa interior.

Mis pechos se agitaban con fuerza al ritmo de mi respiración y de mi excitación ¡estaba a punto de correrme y aún nadie me había tocado! Mis pezones estaban durísimos y enormes. Miré los zapatos rojos de tacón afiladísimo de 10 cm y los pantis negros de rejilla pequeña en el sillón y fui hacia ellos, dejando mi ropa en el suelo.

Me senté, me quité los calcetines, me puse los pantis que eran altos, casi hasta el ombligo. Partidos en el centro y dejando mis glúteos al aire con la parte posterior de los mismos metidos en mi culo. Me puse los zapatos y empecé a andar. A pesar de mi miedo, con esos 10 cm de tacón andaba bastante bien.

Una suave música de vals se oyó en el ambiente, y recordando mis años de ballet, empecé a bailar como si estuviese en la Scala de Milán. Estaba totalmente desnuda, desnuda como una puta esperando a sus clientes. Una simple indicación de la mano de Jaime, hizo girar mi vista hacia una mesita en la que habían dos pollas negras de látex. Una era de 20 x 5 cm y era para mi casi virginal coño, la otra era de 25 x 3,5 y era para mi culo, aún virgen.

Juan quería saber si yo sería capaz de follarme a mí misma, de clavarme hasta el fondo esos dos enormes consoladores, de reventarme yo misma mis estrechos y casi virginales agujeros con esas pollas tan gordas, antes de entrenarme para convertirme en su perra sexual. Y si sería capaz de mostrar mi cuerpo y mi rostro perfectamente identificados por ese porno, que iba a ser subido inmediatamente a la red, para que todos mis conocidos y familiares, supiesen a qué me dedicaba yo. A ser simplemente una esclava sexual que solo obedecía órdenes degradantes.

Una perra, en un cuerpo para follar sin limitaciones morales ni físicas. En un cuerpo que él entrenaría para follar por dinero, mucho dinero, y para entregarme al porno duro. En un cuerpo que no tomaría anticonceptivos sin órdenes expresas suyas, en un cuerpo que cada vez que me quedase preñada abortaría o daría a luz, simplemente haciendo lo que él me ordenase. En un cuerpo que podría ser golpeado y azotado. En un cuerpo que sería tatuado y llenado de piercings sin contemplaciones y pervertido hasta el infinito, para ser multiusado en orgias y gang-bangs salvajes... y por vicio, por puro vicio mío, y para complacer así todas mis ansias y vicios sexuales que desde pequeña, llenaron mi mente.

¿Y cómo fue todo esto posible y llegué hasta aquí y en este momento? Me llamo Ana y estoy en una importante ciudad. Soy universitaria desde hacía unos días matriculada en Derecho, y hasta ahora estaba en un importante colegio privado, y vivo, por decirlo de alguna manera, en casa de una tía lejana a quien nada importo excepto para complacer sus deseos viciosos. Mi padre vive y trabaja en el extranjero con una nueva pareja jovencísima, y mi madre vive "en el aire" porque siempre está volando con alguno de sus amantes a cualquier parte del mundo. Pero antes...

*  *  *

Una tarde de principios de Mayo, paseando por el parque cercano a "mi" casa, iba fumando un humilde porro, me senté en un apartado banco de madera, apoyé mi brazo y me quedé fumando pensativa. Noté como alguien se sentaba en el otro extremo del banco, pero no le di importancia. Terminé el porro y de repente, mi nariz olió un auténtico porro bien cargado, giré mi cabeza y vi a un hombre de unos 50 años, fuerte, la cabeza afeitada, que me miraba sonriente con un enorme porro en la mano. Se lo llevó a la boca, aspiró profundamente y salió hacia mi nariz una enorme cantidad de humo con un sabor tan intenso a "maría", que hubiese dado lo que fuese por probarlo.

Sin palabra alguna, este hombre notó como aspiraba ese humo y vio en mis ojos cómo deseaba probarlo, se levantó y se sentó a mi lado, totalmente pegado a mí. Me alargó el porro para que lo cogiera y al mismo tiempo, su brazo derecho se posó sobre mi hombro y me atrajo hacia él, sin que yo hiciese nada... excepto coger ese maravilloso porro, llevármelo a los labios y aspirar profundamente.

Cuando el humo atravesó mi garganta y se introdujo en mis pulmones, todas las campanas a 1.000 km de distancia sonaron en mi cerebro. Era la más perfecta tormenta que mis pulmones y mis deseos necesitaban satisfacer. Lentamente expulsé una gran cantidad de humo y mi cuerpo me exigía más. Miré al hombre y con una voz ronca de deseo juvenil, le pregunté:

  • ¿Puedo darle otra calada? Está de cojones.

Y el hombre agarró con su mano derecha mi teta de ese lado, y su mano izquierda levantó bastante más de lo aconsejable mi falda escolar, se posó sobre mi pierna más arriba de medio muslo como señal indicativa de cuál sería mi precio a pagar por ese porro y sonriéndome, solo me dijo:

  • Puedes fumártelo todo si lo deseas. Mientras te lo fumes nos podremos divertir los dos ¿no te parece? Yo nunca tengo prisa, cuanto más dura el placer, más intenso puede ser y más se disfruta. Tómate el tiempo que necesites y disfruta intensamente de estos minutos. Y yo haré lo mismo.

Antes de contestarle miré a nuestro alrededor. Ya estaba anocheciendo, no había gente cercana, y el banco estaba ligeramente ladeado sobre la zona de juegos infantiles y de paseos, ahora vacios. Cierto es que desde cría, yo era una gran y apasionada mamona, pero nunca encontré a un verdadero hombre que me follase duro y no me apetecían los críos del colegio, por eso era "casi" virgen. Si el hombre quería tocarme y disfrutaba con ello, me daba igual, pero ese porro era magnífico y lo quería para mí. Le miré sonriente pero no contesté, solo me llevé el enorme porro a la boca y aspire con ganas.

Como si el tocar mis labios el porro fuese un interruptor eléctrico, su mano derecha me agarró con fuerza y empezó a jugar con mi desarrollada teta sobre la ropa, mientras su mano izquierda la movía arriba y abajo de mi pierna. Yo permanecía quieta, mi mente solo estaba entregada a saborear ese porro que no deseaba se terminase jamás, y pasaba de los tocamientos del desconocido que, sin miedo, subió mi falda hasta la cintura dejando al aire mi braguita rosa. Mi mente empezó poco a poco a nublarse y mi cuerpo empezó a flotar.

Los dos fuimos perdiendo el norte. La mano de mi desconocida pareja, penetró por debajo de mi polo escolar y pegando un fuerte tirón a mi sujetador, dejó mis 97 cm de tetas sueltas bajo el polo, y su mano no tardó en agarrar y jugar con ellas y mis pezones. Su otra mano ya había penetrado bajo mis bragas ligeramente bajadas, me masturbaba suavemente y empezaron sus dedos a penetrar en mi interior con un suave y encantador masaje, que unió en mí, los dos placeres de ese momento, el sexual y el humeante porro.

No tardé en correrme y mi desconocido porrero tampoco tardó mucho en usar mi cuerpo a su gusto. Cuando ya me había fumado las 3/4 partes del porro me corrí por segunda vez. Pero mi falda estaba totalmente subida y doblada en mi cintura, mis bragas habían desaparecido, mi polo levantado por encima de mis tetas y estas, totalmente expuestas a la vista. Y entonces empezaron unas luces a destellar ante mis ojos.

A pesar de los efectos del porro, no tardé mucho en darme cuenta que me estaba fotografiando, y era tal el colocón que el porro y mis orgasmos estaban haciendo a mi cerebro, que yo misma le ayudé a exhibirme, me quité totalmente el polo, dejé caer el bajado sujetador, levanté mi culo pasando por debajo mi falda y separé mis piernas para que pudiese ver y fotografiar pornográficamente mi coño y mi cuerpo.

Llegó el momento de tirar el resto del porro. Me estaba quemando los dedos. Sonreí a la cámara, metí la mano en mi bolsa escolar, saqué mi propio móvil y se lo di.

  • Toma, fotografíame también con esta ¿crees que me da vergüenza que me vean desnuda, o mamando pollas hasta el fondo de mi garganta? Soy joven e inexperta, lo reconozco, pero si encontrara un buen maestro, podría ser la chica más pervertida del mundo. Anda, no tengas miedo ¿quieres follarme aquí mismo? Aún soy estrecha, casi virgen, tú serías mi primer hombre, y no me importan los embarazos ni los abortos.

Pero conseguí todo lo inverso de lo que deseaba. Mi porrero amigo se asustó de verme tan lanzada, y en lugar de follarme me ayudó a vestirme. Me vio tan colocada que me acompañó hasta cerca de mi casa y tal y como me acercaba a ella, mi mente se iba despejando y mi coño se iba llenando de hormigas deseosas de una buena, muy buena polla.

Aproveché un gran portal y empujándole dentro me abracé a él, aplasté mis labios en su boca y para sorpresa mía porque le veía muy pasivo, el me abrazó con fuerza, agarraba mi culo para aplastarme más con él, y nuestros labios y lenguas empezaron a jugar alegremente el juego de la pasión y tomando la delantera, le dije suavemente:

  • Si mañana me das unos porros como este que he fumado, todo mi cuerpo será tuyo para que lo uses como quieras. Dime dónde quieres que vaya a partir de las 6 de la tarde y allí me tendrás, para follarme y hacer conmigo todo lo que quieras. Solo por unos porros tan potentes como este. Solo por eso seré totalmente tuya.

Se separó un poco de mí, me miró y yo, sin dejar de sonreír, puse mi mano sobre su polla y a pesar de sus vaqueros, me di cuenta que era enorme y parecía gruesa, moví la mano sobre ella y aún creció y se endureció un poco más, y seguí masajeándole. Dios ¿sería posible que este hombre fuese el follador que yo necesitaba ya urgentemente? Él, con voz ronca de deseo me preguntó casi con miedo, atropelladamente:

  • ¿De verdad eres aún virgen? ¿Cómo te llamas? ¿Te gusta el sexo duro? Porque si vamos a follar lo vamos a hacer a mi manera, y es posible que no aguantes tú, lo que otras mucho más entrenadas no han aguantado.

  • Me llamo Ana y sí, soy virgen del culo y casi del coño, solo la boca la tengo muy bien entrenada. Y no te preocupes por mi aguante, pregúntate si tú serás capaz de aguantarme horas follando. Deseo encontrar un pervertidor que se haga mi dueño ¿me quieres para ti? No me importa lo qué me quieras hacer, solo entréname y hazlo. Y no te preocupes, ya soy mayor.

  • De acuerdo, mañana nos vemos pero no en mi casa, nos vemos donde hoy y te llevaré unos pocos porros tan cargados o más como el de hoy y hablaremos de sexo. De ti depende lo que pase en el futuro. Me llamo Juan y soy mucho más pervertido de lo que imaginas. Te haré una puta perra depravada sin límites y harás porno duro y bdsm.

Me soltó como si yo quemara y se fue corriendo, pero no lo suficientemente rápido para que yo no viese como se le estaba formando una pequeña mancha en su entrepierna ¡se había corrido con mi masaje en su polla! Por lo tanto estaba excitadísimo y yo era la culpable. Posiblemente me creyó una jovencita que se dejaría tocar por un porro y se había encontrado a una loca que deseaba se la follasen sin parar. Sonreí abiertamente y llegué a mi casa. Esa noche casi desgasté mi clítoris con tantos masajes satisfactorios.

Y como comprenderéis, fui puntual. De mis clases de inglés y ruso me dirigí al parque, me senté en el mismo banco y miré a mi alrededor, poca gente y pocos niños. El tiempo no acompañaba esos días. Vi venir a Jaime atravesando el parque mirando a todos lados y supuse que lo hacía para disimular. Dio un par de vueltas y se sentó en el mismo banco, otra vez en el otro extremo. Le miré sonriente y le dije:

  • Mira tío, mientras estás ahí, mándame las fotos y video que me hiciste ayer. Mi numero es el 123456789.

Vi que sacaba su móvil, me miraba a mí y a los alrededores y mi móvil empezó a recibir todas las fotografías y vídeos que me había hecho. Pero al mismo tiempo empecé a provocarle. Me levanté la falda, me bajé las bragas y empecé a masturbarme lentamente mientras le decía:

  • Necesito un porro, hijo de puta. Y un hombre que me haga su puta, su perra, su cerda...

Y el pobre no pudo aguantar más. Casi se arrastró sobre el banco, se pegó a mí, cogió mi cabeza con su mano y aplastó sus labios contra los míos, mientras su mano apartaba la mía y empezaba él a masturbarme frenéticamente. Mi mano fue a su bragueta, la palpó y me encontré con esa polla que la noche anterior había vaciado de esperma sin sacarla de su escondite, pero ahora mi mano penetró dentro, aparté su calzoncillo y la pude tocar.

¡Joder qué polla! Nada parecida a la de mis compañeros de bachillerato del cole. Era muy gruesa, cálida, intenté sacarla, pero él se opuso y apartándose un poco de mí, me miró, metió su mano en su mariconera y sacó una cajita en la que habían tres porros enormes. Cogí uno de inmediato y lo encendí, y hasta que no aspiré tres o cuatro profundas veces, no hice otra cosa ¡qué bueno estaba! Jaime me miraba y también miraba a los alrededores, con recelo, con desconfianza, y de repente me preguntó:

  • Sinceramente Ana ¿eres tan puta como dices o estás loca?

Yo le miré, me ladeé, apoyé mi espalda sobre el apoyabrazos del banco, subí mi pierna sobre las suyas mostrándole todo mi aún peludo coño, y le conté la triste historia de mi vida. Y claro, no solo le dije que a nadie le importaba yo, sino que yo veía cómo algunas de mis juveniles amigas vivían del sexo, a pesar de ser de familias pudientes. Y yo deseaba encontrar un pervertidor, un hombre duro que me follase como quisiese y cuando quisiese, que me vendiese, me alquilase, me castigase si me portaba mal, o no satisfacía totalmente sus deseos y necesidades sexuales.

Y aunque sorprendido, Juan vio que hablaba en serio. Se sacó la polla y aluciné de lo que veía. No solo era gorda, sino de más de 20 cm. Me lancé a por ella y me la comí mientras seguía fumando mi adorado porro. Tuve que dejar unos momentos el porro ya que la polla merecía mi atención. No estaba acostumbrada a su grosor y me costó un poco introducirla más allá del paladar, pero cuando lo pude conseguir, no tardé mucho en hacerla penetrar en mi garganta para el disfrute de Juan. De vez en cuando me paraba para darle unas caladas al porro, pero en pocos minutos, Juan se corrió en mi boca y me tragué toda su leche.

Juan estaba alucinado de mi mamada y mi falta de moral. Las luces empezaban a encenderse y durante todo ese rato habíamos estado los dos totalmente enloquecidos con el sexo -y yo, además con el porro- Poco a poco nos íbamos relajando, incluso Juan me bajó un poco la falda para que mis piernas no se viesen desde lejos totalmente desnudas, pero no se guardó su polla. Me miró y me preguntó:

  • ¿Qué es Ana lo que realmente tú deseas? Explícamelo a grandes trazos.

Y le expliqué la puta historia de mi vida. Mis padres siempre ausentes, yo quedándome sola con una chacha madura. Sus amantes, su divorcio, su pelea por las cantidades a pagar/a cobrar. Nunca me preguntaron mis padres con quién quería vivir. Y al final me enviaron a vivir con mi tía mayor, una solterona más puta que yo que varias veces me folló a lo bestia. Y tanto se preocupaba por mí, que ese verano, me marché con una amiga al apartamento de Benidorm una semana, y ni se enteró que me había ido.

Así que yo buscaba un hombre de polla grande e insaciable que me convirtiese en su perra y que hiciese, conmigo y con mi cuerpo, todo, absolutamente todo, lo que él quisiese. Me sentía tan abandonada y poca cosa que necesitaba serle útil a alguien sin importarme nada. Solo puse una condición: Mis estudios, porque siempre he sido una buena estudiante. No solo no me los cortaría, sino que me obligaría a estudiar como parte de mi sumisión y entrega. Y Juan aceptó. Pero puso unas condiciones:

  • Vale Ana, yo soy el hombre adecuado. Todas las tardes a esta misma hora nos veremos aquí mismo hasta que considere que estás mentalmente preparada. Yo no te voy a desvirgar, porque eso lo harás tú sola con consoladores. Grabaré todo ese desvirgamiento propio y pensaré otras cosas más. Y todo eso que grabaré, horas más tarde estará en internet. Si aceptas eso, seguimos y te aseguro que antes de tres meses estarás preñada ¿no quieres escandalizar? Pues te voy a hacer escandalosa.

** Firmaremos unos papeles que no sirven para nada legal, solo para que los dos sepamos hasta dónde puedo llegar en una primera parte. Te tatuaré y casi cada fin de semana grabarás porno. Por supuesto serás follada todos los días y en poco tiempo lo harás por dinero. Se acabó el usar ropa interior incluso con el uniforme y en el colegio, nunca llevarás bragas ni sostén. Fumarás y beberás todo lo que te ponga por delante incluyendo drogas y tu vida, particular y sexual, serán escandalosamente pervertidas. Y por supuesto, serás mi perra y mi pareja al mismo tiempo porque te vendrás a vivir conmigo ¿Estás de acuerdo en un principio?

Asentí y me levanté un poco. Aplasté mis labios contra los suyos y al notar que su polla estaba dura otra vez, se la masturbé lentamente mientras nos besábamos, me la introduje de nuevo en la boca y por segunda vez esa tarde, me tragué todo su abundante esperma.

Y si amig@s, me sentí en esos momentos la mujer más feliz del mundo.


Pero ahora me dirigí hacia la mesita y cogí en primer lugar el consolador más grande, el de 5 cm dedicado a dilatar/desvirgar mi coño. Lo chupé con ansia, con deseo, me introduje una parte de él en mi boca pensando que era en mi coño... y me corrí por primera vez. Un orgasmo silencioso, casi natural. Estaba calentísima y no me esperé a coger el segundo dildo. Aunque no era ese el guión previsto, tanto Juan como los cámaras de primeros planos, me vieron tan excitadísima, que me dejaron hacer, me dejaron ir a mi bola.

Subí a la cama exponiendo mi culo bien a la vista. Sinceramente, no me importaba nada excepto mi propio placer y satisfacción. Me tumbé entre los almohadones de varios colores, levanté y doblé mis piernas como arrodillada, las separé lentamente exhibiendo mi peludo coño y mirando a la cámara más cercana, a poco más de un metro de mi coño, apoyé el glande artificial entre mis piernas y nerviosa, muy nerviosa, me lo fui introduciendo lentamente, muy lentamente ¡empezaba mi autodesvirgamiento!

Lo que no me esperaba, es la gran resistencia de mis músculos a dicha penetración. Un diámetro de 5 cm para una jovencita casi virgen no era lo más adecuado, pero ¿y a quién importaba eso? Quería Juan saber hasta donde era capaz de llegar... y se lo iba a demostrar. Yo le prometí que me lo iba a meter y me lo metería. Además, yo me había corrido antes y eso me podría facilitar la entrada. Pero viendo que a veces "se enganchaba", pensé que lo mejor sería follarme en lugar de meterlo.

Y empecé a follarme, como en las porno que veía. Mete-saca una y otra vez cada vez más profundo. Y me di cuenta que aquello era una inmensa felicidad y empecé a meterla y sacarla cada vez con más fuerza, violencia y placer, hasta que sin darme cuenta, me la clavé hasta casi aplastar los ovarios.

Estaba previsto que yo tenía que hacer durante unos minutos unas cosas, y otros minutos para hacer otras. Incluso Juan, con la polla durísima que tenía fuera del pantalón, se tocaba el reloj para que pasase al otro consolador y me lo metiese en el culo. Pero yo me estaba follando, yo me estaba desvirgando a mi  misma y pasé de los relojes, de los primeros y segundos planos y de todo lo que no fuese darme placer y más placer.

Estaba descubriendo y disfrutando de un nuevo mundo. Ya sería sumisa y obediente otro día, este era mi DÍA con mayúsculas y lo quería disfrutar. Y lo disfruté, tuve un orgasmo de cojones. Yo podía ser una grandísima puta y quería demostrarlo. Me relajé lentamente y volví a cambiar el guión del rodaje.

Ahora tocaba meterme en mi también virgen culo el consolador de 3,5 cm, pero con el gordo sacado de mi coño. Y no lo hice. Me lo metí en mi boca, hasta más allá del paladar, lo llené de saliva, me lo llevé al glorioso agujero negro personal y con el otro clavado en el coño, empecé a introducírmelo. Si con el otro los músculos vaginales me tiraban y protestaban de la dilatación, ya no os cuento los músculos anales, fabricados para extraer pero no para meter. Y yo lo estaba metiendo sin preocuparme del dolor, ni de los insultos de los mismos músculos.

Yo estaba sometida a un éxtasis inenarrable. Ya no solo no era virgen de ningún agujero, sino que además lo estaba disfrutando. Y posiblemente era tan buena porno-actriz, que Juan se estaba masturbando y a los dos cámaras se les veía un enorme bulto en sus pantalones ¡y eran personas que vivían en el mundo porno! Mi vagina estaba escandalosamente dilatada, y el clítoris me había gritado varias veces por los roces constantes de esa gruesa polla artificial que lo excitaba sin parar.

Mis músculos intestinales me odiaban y rabiaban de placer al mismo tiempo, mi anillo anal gritaba como loco del dolor y el estiramiento, y los dos juguetes de látex se rozaban dentro de mí. Y como además de puta soy humana, no pude más y tuve otro enorme orgasmo. Cerré los ojos, levanté mi culo, puse una almohada bajo él para tenerlo levantado, y con un consolador cogido en cada mano, me masturbé sin parar.

No me importaba nada hasta dónde penetraban, no me importaba nada el dolor y la irritación de los roces que me invadía, solo me importaba follarme sin parar y demostrarle a Juan que verdaderamente podría ser la mejor perra de su vida. Yo empecé a correrme, una vez y otra... Cuando por agotamiento de mis brazos y manos terminé de follarme, abrí los ojos lentamente.

Mi cuerpo estaba extraordinariamente sudado y sobre todo los brazos y hombros, cansados y abatidos. Mi coño y mi culo estaban dilatados, doloridos e irritadísimos. Los tres hombres habían puesto la cámara en un trípode y se estaban masturbando, y poco después, la polla de Jaime empezó a expulsar montañas de semen que cayeron entre mis tetas y mi estómago, que la cámara grabó perfectamente.

Y una mujer joven, desnuda, bastante tatuada, que no sé de donde había salido, también se estaba masturbando. Yo dejé caer mi cabeza en una almohada, mi cuerpo se hundió por su propio peso y solo pregunté:

  • ¿Nadie tiene por ahí un porro de puta madre para llevarme a la boca?

Y si. Alguien tuvo piedad de mí y en pocos segundos entraba en mi boca una maravillosa cantidad de potente humo mariano. Una mano amiga rozo la mía con un vaso y bebí de él, estaba lleno de ron con miel fresquito. Y debo decir que no me duró nada, pero repetí. Juan se sentó a mi lado, acarició mi cuerpo sudoroso y me dijo:

  • Nos has estropeado la segunda parte de la grabación, esa en la que tres hombres, un negro, un mulato, y un blanco rubio, te iban a follar por los tres agujeros y que iba a ser tu primer porno real para venta en Dvds.. Ya lo haremos mañana porque estás agotada, pero ahora debo felicitarte. Has estado gloriosa y hacía años que no se me ponía tan dura en una primera grabación.

**Verdaderamente tienes alma y cuerpo de puta, y cuando termines de ducharte y arreglarte un poco, firmarás los papeles que te dije y te convertirás en mi esclava sexual. Y esta jovencita que tienes aquí, Karina, será tu amiga inseparable y tu maestra lésbica. Aprenderás mucho a su lado.

Y yo, sin fuerzas para nada en esos momentos, seguí fumando el precioso y potente porro, mientras mis consoladores seguían dilatando mis músculos, porque aún estaban profundamente clavados en mis agujeros.

Un rato más tarde, terminado mi divino porro y mucho más relajada, me fui incorporando y Karina, que estaba fumándose otro en un silloncito esperando que yo sobreviviese, vino a ayudarme pero yo, no sé por qué, me negué. Me incorporé y vi una enorme mancha donde antes tenía mi coño y estaba sonrosada. Me quité el consolador anal y salió ligeramente sucio, amarronado, pero al quitarme el del coño, salió bastante liquido retenido y más sonrosado que el que había en la mancha. Realmente había sangrado. Verdaderamente ya no era virgen y yo misma me había profundamente desflorado . Y pregunté a Karina:

  • ¿Sabes si puedo quedarme con estos dos consoladores? Serán mi recuerdo de este momento glorioso. De mi inicio a esta nueva y depravada vida.