Sólo sexo, Romería

Un encuentro inesperado una nueva sesión de sexo

-          Hola chicos, por fin llegué, maldito tráfico, me he encontrado a tres controles diferentes antes de llegar – les digo cogiendo un vaso para echarme una copa.

-          Las cosas están muy mal – me contesta un amigo, o eso creo entenderle.

Comienzo a hablar con todos mientras lleno una copa tras otra. Hay mucha gente por todos lados, éste tiempo fuera no ha cambiado nada, pero la romería no puedo perdérmela por nada del mundo.

Estoy escuchando, o intentando entender a los chicos del grupo donde me encuentro, ya que con lo bebidos que están apenas logro entender nada cuando la veo a lo lejos. No me lo puedo creer, pensaba que seguía por Madrid y mucho menos que vendría a la romería.

A pesar de que intento seguir el ritmo de los demás, no puedo, no soy capaz de dejar de seguirla con la mirada, frustrándome cada vez que se pierde en la oscuridad del campo de alrededor.

Todo aquello que se sale de la luz que han instalado en medio del campo se pierde, la noche está muy cerrada y como no conozcas el terreno, o tropiezas con un pedrusco o te chocas contra un árbol.

Llevo unas cuantas copas tomadas pero no me apetece nada más, me aparto del grupo de amigos y la sigo a través del sendero en la oscuridad.

Llego a un pequeño campamento con unas cuatro o cinco tiendas de campaña y los restos de una fogata en el centro. La observo desde lejos, no quiero que me vean, aunque en la oscuridad, y con mi ropa oscura es un poco difícil que me distingan.

Se despide de alguien y entra en la tienda, acercándome para ver si está con alguien o sola. Me agacho un poco para concentrarme en los sonidos del interior, pero apenas se escucha nada, y mucho menos ver algo.

Casi me atraganto al escuchar unos pequeños gemidos, - Será cabrona, se está pajeando ella sola – me digo a mí mismo.

Miro a mi alrededor y al no ver a nadie decido entrar en la tienda. Abro la cremallera y una luz tenue ilumina el interior.

-          Ven ayúdame – me dice poniéndose a cuatro patas, dejando su chochito a mi vista.

No le respondo, entro en la tienda dejando el vaso fuera y cierro la cremallera. No puedo evitar que mi mano se dirija hacia él, está muy caliente y húmeda. Mis dedos comienzan a jugar en su interior y mi polla va a reventar el pantalón,  está tan grande que me duele.

-          No creí encontrarte aquí – le susurro buscando su boca.

-          Yo tampoco, pero te vi llegar  - me contesta mientras siento que una de sus manos libera mi polla de los pantalones.

No nos decimos nada más, me tumbo sobre el saco de dormir y de un solo golpe se mete mi polla en su interior. Me recibe fácilmente, su pareces se acoplan a mí por completo y al principio comienza muy despacio, pero poco a poco comienza a incrementar su ritmo. A pesar de que lo intenta, no puede evitar gemir de placer cada vez que presiona su pelvis para llegar al fondo, unido a la tortura que tengo en sus enormes tetas, sus penzones duros y puntiagudos.

-          Córrete, lléname el chochito le leche, voy a córreme ya – me dice incrementando el ritmo.

Siento como se viene, sus flujos llegan a mis testículos, pero a mí me queda muy poco, mi pene cobra vida sólo y en un par de movimientos más me corro en su interior.

Se levanta poniéndose a cuatro patas, enseñándome su chochito lleno de mi leche, y comienza a chuparme la polla, comiéndose todo y dejándomela limpia mientras mis dedos acarician suavemente su inflamado clítoris.

Cuando termina, le digo que se mantenga así, necesito probar ese chochito tan caliente que me ha puesto delante.

Beso suavemente, lamo de arriba abajo su clítoris y termino metiendo mi lengua en su interior, todo lo que puedo, haciendo movimientos circulares, intercambiando para succionar su clítoris.

Siento que va a correrse de nuevo, pero no la dejo. He vuelto a empalmarme y no puedo quedarme así, quiero probar de nuevo su culito.

Con mis dejos, mojados en sus flujos, juego en su entrada trasera, dilatándola un poco hasta que me dice – Toma, usa esto – dándome un pequeño consolador que vibra suavemente en mis manos.

-          Mira que eres zorra – le digo sonriendo.

Uso su vibrador para dilatar mientras me pajeo un poco para no perder la erección. El vibrador, a pesar de ser pequeño, es algo grueso y entra y sale a la perfección de su culito. Ahora es mi turno, meto mi polla en su sexo para empaparla de jugos e inmediatamente la introduzco en su culo de un solo enviste, cabiendo por completo haciéndola gemir ya que metía el vibrador en su coñito al mismo tiempo, dándole más velocidad.

Una envestida tras otra, sus gemidos son más fuertes aunque intenta taparlos mordiendo su camiseta. Mi polla cobra vida ella sola, y siento unos suaves espasmos que me indican que voy a correrme en breve.

Uno, dos, tres, cuatro son los envistes que necesito para venirme. Lleno su culo de mi leche y ella se deja caer con el vibrador aun en su interior. Tanto su orgasmo como el mío han llegado al mismo tiempo.

Me entrega unos pañuelos y me limpio viendo como ella también lo hace, guardando el vibrador en la mochila. Nos metemos en el saco de dormir puesto que está haciendo bastante frío y la abrazo por la espalda.

Creo que me he quedado dormido durante un par de horas y cuando miro mi móvil son las cinco de la mañana. – Mierda, no voy a llegar ni de coña – me digo a mí mismo por dormirme.

Compruebo que aún sigue dormida, me visto cuando voy a salir de la tienda encuentro su tanga. Lo huelo y huele a sexo, a su sexo. Me lo meto en el bolsillo de mi pantalón y salgo pitando al coche. Me tengo que hacer 300 km y apenas tengo un par de horas para no llegar tarde al trabajo.

-          Te has llevado algo mío, me lo tienes que devolver la próxima vez, es mi favorito – leo en el mensaje que acaba de mandarme la zorra de mi prima.