Solo sexo
Aburrido. Ritna. Pero tu mujer llega temprano a casa.
Solo sexo
Llegó a su casa cansado de trabajar. Nada nuevo, nada igual. Deambuló por el living de su casa buscando un libro o algo que lo entretuviera. Nada. Nunca había nada.
La vida era así de simple. Era un esclavo más del tiempo y lo sería por la eternidad. Faltaban al menos dos horas para que llegara su esposa y tener al menos con quien hablar. Siempre lo mismo. Siempre lo mismo.
Se acostó en la cama y prendió la televisión. Se aburrió. Cerró las persianas y sacó la caja que guardaba en el closet. Sí, allí ahogaba sus penas. Allí ahogaba sus pasiones. Sacó la película que más a mano tenía y la colocó en la videocasetera. No hubo presentación ni palabras. Ni bien comenzó a correr la cinta mostró a una mujer siendo penetrada por dos hombres. Uno blanco y uno negro.
Los gemidos llenaron la habitación y su mente. Sintió como su pene comenzaba a erectarse lentamente. No se sacó los pantalones, no aún. Le gustaba sentir la presión que su duro falo ejercía. La mujer recibió las eyaculaciones de los dos hombres en el rostro mostrando una gran sonrisa a la cámara. Adelantó lo que seguía. Charlas sin sentido en una película sin trama. Paró cuando las dos personas en pantalla ya estaban sin ropas. Vio los rojos labios de la mujer acercarse al glande de un pene. Se desabrochó el pantalón y se bajó la bragueta.
Estaba condenadamente caliente.
El hombre de la película comenzó a penetrar a la mujer con suavidad. Ella se mordía los labios y movía sus caderas al compás.
Ruidos de llaves.
Apagó la video y se acomodó lo mejor que pudo para que no se notase lo que hacía.
Su mujer había llegado temprano. Se sintió un poco avergonzado de su manera de actuar. Siempre se sentía así cuando se masturbaba.
Se presentó ante su mujer y la besó en los labios como si de un saludo a u desconocido se tratara. Ella respondió el beso y comenzó a explicar su pronta aparición en la casa.
Escuchó con interés, siguiéndola por la casa para no perderse detalle. Le gustaba escuchar su voz. Era hermosa como ella.
Llegaron a la habitación, donde ella se sacó la camisa ceñida que llevaba y la tiró en el cesto de la ropa sucia. Quedó con la pollera y el brasier.
Sintió como su pene volvía a crecer.
Ella se agachó para sacarse los zapatos. Su pollera se alzó dejando ver sus firmes y jóvenes muslos. Se sintió explotar. Se le acercó por atrás y la abrazó dejando que el bulto de su entrepierna se pegara en las curvas de ella.
Al principio ella rió por lo inesperado. No tardó en unirse al juego.
Sin permitir que volteara, se agachó y metió su cabeza por debajo de la falda, levantándola. Le besó las piernas desde las rodillas hasta la cara interna del muslo. Tenía puestas las bragas blancas de algodón que tanto le gustaban. Besó el redondo trasero por sobre la tela, mientras pasaba un dedo por la raja que comenzaba a humedecerse.
Sacó la pollera y la empujó sobre la cama. La volteó para que quedara boca arriba. Ella le permitió hacer todo, como si solo fuera un juguete sexual.
Utilizó ambas manos para sacar las bragas. La contempló sin moverse. Sus curvas, sus redondas tetas cayendo un poco para los costados por la posición.
No se molestó en desvestirse. La excitación era gigante y no iba a poder hacer mucho antes de acabar. Se limitó a sacar el pene por la bragueta ya baja y la penetró.
Se movió con velocidad, jadeando mientras acariciaba sus cabellos, besaba sus pechos y compartía su amor.
Se movieron como una sola alma dividida en dos cuerpos. Se unieron como dos gotas de agua dentro de un charco de lluvia.
Acabó al poco tiempo alcanzando ambos un mismo orgasmo.
Cayó sobre su cuerpo desnudo sintiendo como el sudor le caía por la frente. Ella sonrió y le besó los labios.
Menos de dos minutos después volvían a estar fusionados en el acto sexual. Ambos desnudos. Ambos más tranquilos.
Disfrutaron de sus cuerpos durante horas. Pero la salvaje e incontrolable pasión del primer acto nunca sería igualado por aquella tranquilidad e intimidad que el amor creaba.