Solo ocho semanas. (FINAL)

Marta toma consciencia del nivel de emputecimiento alcanzado y ahora ha quedado expuesta. Un baño de realidad viene de camino.

Marta. (Semana 5 – sábado – 1:25h)

-        Jorge… no sé lo que habrás visto… pero puedo explic…

-        Lo he visto absolutamente todo y no he podido evitar venir a decirte ¿qué coño acabas de hacer?

-        Mira Jorge, no voy a aceptar que me des lecciones de moral – opté por el ataque como mejor defensa – ya soy mayorcita para tomar mis propias decisiones…

-        Y yo para querer saber cómo has podido zorrear de esa manera delante de todo el mundo sin pudor alguno, ¿dónde dejas a Agustín con lo que has hecho?

-        Mi relación con mi marido es cosa mía, él tampoco es un angelito, te lo puedo asegurar. – intenté rebajar el tono -. No me siento orgullosa de esto, pero me he dejado llevar y ha pasado. Ya no lo puedo cambiar.

-        Marta, sé que ninguno somos de piedra, pero en las actuales circunstancias me ha parecido una crueldad innecesaria.

-        ¿Crueldad innecesaria?... Si tú supieras… aunque… - empecé a plantearme hasta dónde llegaba lo que sabía Jorge sobre mi marido - ¿a lo mejor sí que sabes que está haciendo tu mejor amigo? – interrogué pinchando con estilete -.

-        Pues la verdad es que no sé nada de él desde hace tres meses, cuando se despidió de la empresa.

-        ¿Cómo que se despidió de la empresa? – esa noticia me dejó totalmente descolocada - ¿no has hablado con él en tres meses?

-        Pues no. Me hizo prometer que no le llamaría, que ya lo haría él cuando creyese oportuno. – me miraba asombrado tal como estaba yo -. Marta, jamás podré justificar tu comportamiento de hoy, solo podría entenderlo mínimamente si habéis roto vuestra relación de pareja definitivamente, pero si no es así, debo decirte que te has pasado tres pueblos, hacerle esto en pleno tratamiento de su enfermedad es de una crueldad inhumana. – el rostro de Jorge expresaba una gran tristeza -.

-        ¿Enfermedad? ¿A qué enfermedad te refieres? – las señales de alarma se encendieron al instante, aunque no sabía de qué me avisaban -.

-        Dios mío – decía asombrado - no sabes nada…, no entiendes nada... Marta, debes hablar inmediatamente con él para que te explique que le ocurre y lo entenderás todo. Agustín lo hace todo por ti…

-        ¿Pero qué es lo que tengo que saber?... ¿Que se está follando a un montón de tías en ese hotel y lo hace por mí?... es de locos…

-        Ya no puedo decirte nada más… - Jorge movía la cabeza de un lado a otro, en señal de negación - Por favor… habla con él, no dejes pasar ni un minuto más…, te arrepentirás toda la vida de este error que acabas de cometer.

-        Jorge, me estás asustando – mi cuerpo empezaba a temblar y mí subconsciente enviaba terribles mensajes que no era capaz de procesar -. ¿Qué pretendes que haga?

-        Por favor, no pierdas más tiempo hablando conmigo y ves ahora mismo con Agustín, te lo suplico por vuestro bien…

Dejé a Jorge para buscar la salida del local chocando con varias personas que se cruzaban en mi camino o yo en el suyo, mi único objetivo era salir de allí cuanto antes, con una enorme prisa para volver a casa. Sentí como una mano me agarraba el brazo, frenando la inercia que llevaba y obligando a detenerme. Al girarme, vi a Susana que me miraba con una cara de odio desfermado.

-        Hija de puta… eres una asquerosa zorra de mierda. ¿Cómo le haces esto a Agustín? Puta… no te mereces a un hombre como él –.

Me escupió en la cara, pero lo que más me dolió fue la ira asesina que desprendían sus ojos. De un tirón logré zafarme de su mano y hui de su lado limpiando la saliva de mi cara, y con la sensación de que algo terrible se cernía sobre mí.

Salí de la discoteca corriendo y tuve la suerte de encontrar un taxi libre al instante. El terror me invadía tras la conversación con Jorge y los insultos de Susana. Era consciente de que lo que acababa de hacer con esos dos tíos en la pista, tarde o temprano llegaría a oídos de Agustín, por lo que debía adelantarme y contárselo nada más llegar a casa, del resto de vorágine sexual por la que me había dejado arrastrar durante estos días, Agustín no debía de enterarse jamás.

Las palabras de Jorge me habían descolocado completamente, y no acababa de entender su verdadero significado… “tratamiento de su enfermedad”, “debes hablar con él para que te explique que le ocurre y lo entenderás todo”, “te has pasado tres pueblos”, “te arrepentirás toda la vida de este error que acabas de cometer”, “Agustín lo hace todo por ti...”

Esas frases y las demás que me había soltado con ese tono tan grave, hacían que mi inquietud se disparase a niveles insoportables.  ¿Y si Agustín estaba realmente enfermo y todo eso del sexo con esas mujeres formaba parte de una terapia curativa?, ¿Podría ser esa la manera de curar una adicción al sexo, un tratamiento de choque?, ¿Qué le había conducido a recuperar la promiscuidad sexual con tantas mujeres como antes de conocerme? No sabía la respuesta ya que no tenía ni conocimientos, ni estaba capacitada para ello.

Durante la semana y antes de salir de casa había intentado hablar conmigo y yo lo desprecié acusándole con rabia de ser infiel, sin permitir que se justificase y dejándolo con la palabra en la boca. El subconsciente volvió al ataque gritándome –  ”la has cagado”, “sabes que lo que has hecho no tiene perdón”, “tal vez todo no es como parece ser”, “te has degradado a un nivel humillante y tendrás que justificar lo injustificable a los ojos de Agustín”, “jamás te perdonará” -.

Toda la legitimidad que me había auto otorgado para cometer todas esas “hazañas sexuales” se desmoronó hasta desaparecer por completo, sintiéndome desprotegida y vulnerable sin ese falso escudo que ficticiamente había creado a mi alrededor para justificarme. La palabra “enfermedad” martilleaba mi cabeza sin parar. Cerré los ojos y grité… ¡basta!..., asustando al pobre taxista que dio un brusco golpe de volante.

Los 15 minutos de trayecto hasta casa me parecieron eternos, le di un billete al taxista y no me preocupé del cambio para entrar en casa lo más rápida que pude. Tenía mucho miedo de lo que me esperaba, pero ya no había vuelta a atrás.

Me sorprendió que Agustín continuase en la misma posición en el sofá, con el vaso medio lleno de su whisky, una botella vacía tumbada sobre la mesita y otra recién abierta a su lado sin el tapón. Me miró con idéntica frialdad que cuando lo desprecié al salir, pero ahora, toda la altivez y seguridad en mi misma que demostré en el momento de partir, había desaparecido sustituida por una tremenda inseguridad, arrepentimiento y temor.

-        Vaya has vuelto muy pronto, apenas son las 2h, ¿el baile no ha sido de tu agrado? – aprecié algo de mofa en su tono -.

-        Agustín, ¿qué es eso de tu enfermedad y lo de que has dejado el trabajo? – temblaba mi voz y no estaba segura de querer escuchar lo que me iban a decir -.

-        Eso ahora carece de importancia, hay otras cosas de las que hablar.

-        ¿Pero cómo puedes decir que una enfermedad carece de importancia?… esa enfermedad… esas mujeres… ¿estás buscando la solución a tu enfermedad de adicción al sexo con esas putas, dejándome al margen, engañándome?

-        Veo que tú y tu amiga del alma habéis completado el círculo, obtener las pruebas, analizarlas, extraer conclusiones de la evidencia, juzgar con imparcialidad, condenar al culpable y aplicar la condena.

-        ¿Pero qué quieres que piense de todo esto, si no me cuentas la verdad? – estaba desesperada, a punto de llorar -, nunca he querido condenarte ni castigarte.

-        Vaya, ahora sí que me sorprendes, creo que sí me has condenado y vuelves de aplicar el castigo con remordimientos. Y yo sí que tengo la prueba de ello.

-        No entiendo que quieres decir – el miedo se estaba apoderando de mí -.

Agustín encendió la gran pantalla de nuestro salón y empezó a manipular su móvil, enviando de forma inalámbrica el contenido escogido a la TV. Para mi sorpresa aparecieron las imágenes de la discoteca con los dos mulatos, de principio a fin, todo, hasta el momento de correrme. Estaba paralizada y no podía mascullar ni una palabra, las imágenes eran tan evidentes como irrefutables.

-        No entiendo por qué has vuelto tan pronto si te lo estabas pasando tan bien… bailando…

-        Ese hijo de puta de Jorge, no ha tardado ni 20 minutos en chivarse… - dije con un hilillo de voz -.

-        No insultes a Jorge, además no ha sido él quien me ha pasado el video, ha sido mi amiga…, repito, mi amiga Susana, alguien que se preocupa por mí y no soporta que me engañen.

-        Si vamos a hablar de engaños… tú no eres el más indicado. – estaba enfadada por la posición en la que ese video me colocaba a los ojos de mi esposo -  lo del hotel con tus putas es un escándalo, estés enfermo o no. ¿Cómo esperabas que me lo tomase? Me arrepiento de lo de esta noche con esos dos, pero tus mentiras me han empujado a ello.

-        Tienes razón, reconozco mi error al engañarte, pero que te he empujado a esto que has hecho…

Señalaba la pantalla que mostraba la imagen pausada en el instante de mi orgasmo y dejó de hablar durante un buen rato. Parecía estar sopesando que hacer o decir, tampoco se le veía especialmente enfadado por las imágenes, pero mi instinto me alertaba de que la tormenta estaba a punto de estallar y mi paraguas había desaparecido. Por fin dejó sus pensamientos y empezó a hablar.

-        Marta, siéntate que te voy a contar una historia que te abrirá los ojos, es algo triste y dolorosa, pero últimamente estamos acostumbrados a sufrir, por lo menos yo.

-        Por favor Agustín, no me vengas con que solo sufres tú…

-        Bueno, algunos lo han pasado mejor que otros – volvió a mirar a la pantalla y yo solo pude bajar la vista -. Pero vamos a la historia y te ruego que no me interrumpas hasta el final.

Hace aproximadamente cinco meses, tal vez algo más, empecé a notar cambios extraños en mi comportamiento y en mi estado de salud, estaba más irascible, me enfadaba con facilidad, me costaba concentrarme, alguna náusea, incluso algún vómito, pero lo más preocupante eran los terribles dolores de cabeza y la paulatina pérdida de apetito sexual. Inicialmente todo ocurría en un grado de intensidad poco apreciable, pero fue creciendo de nivel en pocas semanas. Yo casi no me daba cuenta, pero mis amigos, sobretodo Jorge y Susana sí que descubrieron que, de la noche a la mañana, el ingeniero infalible que trabajaba con ellos y en el que confiaban plenamente, cometía graves errores en sus cálculos, en las memorias de sus proyectos y lagunas inexplicables en sus presentaciones.

Por suerte Susana, sin que nadie lo supiera, revisaba todo lo que salía de mis manos, corrigiendo todos mis errores, salvaguardando mi reputación y solvencia técnica. Pero eso no podía seguir así ya que iba a peor cada día, por lo que Jorge y Susana tuvieron una seria conversación conmigo, mostrándome mis faltas y las deficiencias en mi comportamiento. Al principio no les creía y reaccioné con cierta violencia al ser incapaz de reconocerme en lo que ellos decían, pero luego comprendí que lo que me ocurría posiblemente tenía que ser un problema neurológico.

Jorge conocía a uno de los mejores especialistas del tema que trabajaba en la sanidad pública, en el Hospital Central.

A estas alturas de la historia que me estaba contando Agustín, ya no podía contener mi desesperación, mis manos temblaban y mi cuerpo se estremecía, unas lágrimas empezaban a descender por mis mejillas y la sequedad de mi garganta me impedía el habla. Él se apercibió de mi estado, pero continuó explicando su relato con su fría voz.

-        Fueron muchas visitas, innumerables pruebas, RM- resonancia magnética de la cabeza, RM cerebral, RM de la columna vertebral, TC– tomografía computarizada de la cabeza, PET- tomografía por emisión de positrones, angiografía cerebral, melografía, punción lumbar, etc… todas, absolutamente todas las pruebas habidas y por haber para llegar a la misma conclusión. Un enorme tumor cerebral primario, de los que se originan dentro del cerebro, maligno, inoperable por el tamaño y por la zona donde está ubicado, en crecimiento hasta llegar a comprimir el cerebro, con sus células destruyendo el tejido para acabar derramándose e involucrar a la médula espinal, hasta acabar con todo. Siendo optimista 4 meses de vida.

-        Dios mío, nooo… - empecé a llorar con una angustia que me bloqueaba y me puse de rodillas a sus pies abrazándome a sus piernas y apoyando mi cabeza sobre sus rodillas –.

-        Por favor, no me toques – jamás sus palabras habían sido tan gélidas, eran témpanos de hielo de punta afilada clavándose en mi corazón – siéntate otra vez y sigue escuchando, si no quieres continuar, ya sabes dónde está la puerta.

Retrocedí temblando hasta sentarme, me sentía tan despreciada, no quería ni que le tocase, le daba asco y yo me lo había buscado, había destrozado su confianza en mí, pero lo peor es que estaba hablando de morirse… dios mío, morirse… no podía procesar la magnitud de lo que eso significaba. Él retomó la historia.

-        Estaba destrozado, era el fin, pero sobretodo sufría por ti, para no causarte el dolor de contemplar mi enfermedad, mi agonía, mi desaparición. Había asimilado la muerte, no me daba miedo alguno, pero dejar de estar contigo… hacerte sufrir, eso era lo que me martirizaba. Para colmo me costaba controlar mi comportamiento hacia ti, mi furia, el mal humor, las contestaciones desagradables, la ira, el no poder darte cariño ni sexo porque estaba completamente inhibido, sin apetito y con la cabeza destrozándome de dolor, un dolor insoportable, te lo juro.

Aquel día que me reprochaste que no te follaba, amenazándome de irte con otros, me volví loco, despertaste al señor Hyde oculto en mi interior. Te follé con tanta furia, con rabia, maltratándote, insultándote. Cuando terminó y me di cuenta de lo que había hecho, mi corazón se rompió de dolor, estaba tan arrepentido, tenía tanto miedo de haberte causado daño, de que volviera a repetirse otra vez sin que me pudiese controlar, que solo pude llorar con el alma partida en dos, pensé en acabarlo todo ahí mismo sin esperar a que la enfermedad lo hiciese por mí.

Pero al día siguiente apareció una pequeñita luz, una brizna de esperanza, diminuta, pero algo a lo que poder agarrarme. El doctor me habló de un estudio con un fármaco experimental que podía reducir el tamaño del tumor hasta hacerlo operable, y que si funcionaba, él tenía mucha confianza en su habilidad como cirujano para extirparlo con ciertas garantías de éxito. De todas formas, insistió en que solo había un 7% de posibilidades de que el fármaco funcionase consiguiendo la reducción esperada.

El otro problema era el tratamiento en sí, conllevaba estar ingresado dos meses – ocho semanas completas y que producía unos dolores insoportables durante todo el proceso, que solo se podían aliviar mínimamente con calmantes dosificados en pequeñas y muy controladas dosis, para que no interfirieran en la acción del fármaco del estudio. Por eso se requería cuidados continuos con personal cualificado para acompañar en el dolor al paciente, ayudándolo en todo momento y controlando la dosificación de calmantes para que la incompatibilidad de ellos con el fármaco, no llegase a producir la muerte instantánea. El riesgo era muy alto, podía ocurrir que muriera durante el tratamiento, también que al acabar no se hubiese conseguido la reducción del tumor con lo que me quedarían irremediablemente solo dos meses de vida, y por último, que el tratamiento funcionase y que tras la operación, pudiese continuar con vida durante años, no sé cuántos, pero para mí era suficiente el saber que podría dedicar el resto de vida que me quedase a amarte, a estar contigo los años que fuesen, pero dedicados plenamente a ti y a nuestro amor.

En el más que probable caso de que solo me quedasen dos meses, también pensaba pasarlos a tu lado, apurando cada segundo como si fuese el último, con la persona que más he amado en la vida.

A estas alturas ya no podía contenerme, solo lloraba intentando silenciar mis llantos, pero me era imposible, Agustín no parecía conmovido por ello y continuaba sin tregua con su exposición.

-        Tenía que tomar una decisión, por un lado, no quería estar ocho semanas ingresado en un hospital público, utilizando una gran cantidad de recursos sanitarios de un coste económico elevadísimo, costes y recursos que yo me podía pagar sin problema. Pero lo más importante para mí era que no quería que tu sufrieses las consecuencias de ese tratamiento, que supieses que posiblemente iba a morir, quería evitar que te pasases dos meses cuidándome las 24h del día, soportando mis terribles dolores, mis gritos, mí comportamiento desquiciado.

Posiblemente ese fue mi error, engañarte, mentirte, pero te aseguro que únicamente fue para ahorrarte un sufrimiento innecesario, al final lo sabrías todo y también sufrirías, pero mi prioridad eras tú, ahorrare el máximo sufrimiento y dolor posible. Por eso te expliqué lo de mi ausencia para el estudio, jugando con las palabras, técnicamente no te estaba mintiendo, aunque tampoco te decía toda la verdad, dejando a tu interpretación que se trataba de un tema de trabajo.

Discutí con el doctor para que encontrase la manera de que mí ausencia se pudiese compensar durante los fines de semana, para poder estar contigo físicamente en el mejor estado posible y que no notases demasiado mi degradado estado de salud. Aumentamos la dosis de medicación para concentrarla toda de lunes a jueves, dejando el viernes para que me recuperase mínimamente haciendo un mix de ejercicio y descanso. Eso implicaba tener que soportar mucho más dolor los días de tratamiento y el tener que administrarme durante el viernes una medicación reparadora que me ayudase a aparentar una salud normal. Conseguí convencer al doctor de modificar los tempos del tratamiento, estaba dispuesto a pagar el precio de soportar mucho más dolor con tal de poder estar contigo más tiempo, para que me sintieses cerca.

Por eso te planteé lo de los fines de semana y te pedí paciencia y que confiaras en mí durante ocho semanas, advirtiéndote que estaría cansado, sin ganas de sexo, de salir de casa, y tu aceptaste convencida.

Decidí hacer el tratamiento en el mejor ambiente posible, pero estando lo más cerca del hospital por si la cosa se complicaba y tenía que ingresar de urgencia. Por eso escogí el Gran Hotel y esas suites que eran, aparte de lujosas y cómodas, las más aisladas del resto. Económicamente me lo podía permitir perfectamente.

Estas semanas han sido un infierno, no te puedes imaginar el dolor físico que he padecido, y esas enfermeras a las que has llamado putas, han trabajado hasta la extenuación para mitigar mi dolor en lo posible, haciendo turnos de 5 horas después de su jornada laboral habitual, prescindiendo de estar con sus familias, soportando mis gritos, mis delirios, mis pesadillas, mis insultos hacia ellas producto de mis cambios de comportamiento, incluso algún episodio de violencia que les obligaba a pedir ayuda a otra compañera que no dudaba en venir en plena noche.

Cada día he empapado las sabanas de sudor varias veces, me pasaba el día desnudo sudando con el cuerpo hirviendo por dentro y ellas secándome y aliviando mi piel con compresas frías. Hasta hubo un día que me oriné como un niño pequeño, me han limpiado el culo, recogido mis vómitos, siempre pendientes de administrar la medicación del tratamiento y los calmantes correctamente, sin ningún error, soportando que las maltratara producto de la locura que me producía el dolor, reclamando, exigiéndoles más calmantes que no me podían suministrar.

Y todo esto con una humanidad y profesionalidad impresionantes. Se han ganado sobradamente lo que les pago, incluidos el vestuario que les regalé para que se sintiesen cómodas moviéndose sin complejos por un hotel tan lujoso. También he programado que reciban un ingreso de 10.000€ cada una, sea cual sea el resultado del tratamiento. Y tú y la zorra de tu amiga las llamáis putas. Deberíais lavar con jabón vuestras sucias bocas cuando llamas putas a esas extraordinarias mujeres.

No sé qué debisteis pensar que estaba ocurriendo en ese hotel para llegar a vuestras conclusiones.

-        Pero Agustín, me engañaste haciéndome pensar que estabas de viaje, – solo podía hablar entrecortadamente entre sollozos, con una angustia que aceleraba mi corazón al borde del colapso - y al descubrirte llegando abrazado a esas mujeres, te vi con mis propios ojos, nos contaron de gritos y jadeos que se oían desde la puerta, las sábanas sudorosas de tanto sexo, envoltorios de preservativos tirados en las papeleras, yo misma encontré una caja de condones en tu maleta y ya sabes que a excepción de nuestra primera vez, nunca los hemos usado. También hiciste colocar un sillón de sexo tántrico en tu habitación, todo esto sumado a comentarios de aquí y de allí, eran todas pruebas de infidelidad.

-        Entiendo, con esas pruebas me juzgaste y condenaste, pero sin derecho a defensa. Solo tenías que subir a esa habitación para enfrentarte a la realidad, o preguntarme cualquiera de los fines de semana que estaba en casa por lo que ocurría en ese hotel. Pero no. Mejor convencerse de que era infiel para tener la excusa perfecta para comportarte como una puta traidora como has hecho esta noche – el golpe me impactó directamente en el alma – No tengo por qué hacerlo, ya que ahora carece de importancia, pero te voy a dar algunas aclaraciones.

Cada lunes antes de entrar en el hotel, pasaba por el Hospital Central para hacerme una TC del cerebro con contraste yodado para medir la evolución del tamaño del tumor, que desde la primera semana de tratamiento y aunque muy levemente, empezó a encoger. El caso es que soy alérgico a los contrastes y que para que no se produzca una reacción alérgica, me inyectan un combinado de fármacos que neutralizan la reacción. Este combinado de drogas produce mareos y pérdida de equilibrio durante un par de horas, por lo que una enfermera me ayudaba y servía de soporte para no caer al suelo, podría haber entrado en silla de ruedas al hotel, pero esa no era la imagen que deseaba transmitir.

Lo del sillón tantra fue una recomendación del doctor, ya que sus formas curvadas me ayudaban posturalmente a soportar mejor el dolor en determinados momentos, lo cierto es que unas veces funcionaba y otras no.

Los condones los utilizaba los viernes cuando estaba solo, y un dosificador automático me iba inyectando pequeñas cantidades del medicamento de recuperación para el fin de semana. Cuando quería nadar en la piscina, recubría el inyector con el preservativo para impermeabilizarlo y que no se mojase mientras nadaba.

Las sábanas mojadas producto de los continuos sudores, los gritos y jadeos derivados por el dolor extremo soportado y del cansancio agotador…

Como puedes ver todo tenía un porque, y hubiese sido muy fácil averiguarlo con solo que hubieses confiado en mí, pero ahora ya no importa – su tono era triste por unos instantes -.

-        Mi amor… te suplico… te ruego que olvides esa infidelidad – señalé la imagen congelada en la TV, me corroía por dentro la mentira por ocultar todo lo demás, pero ahora era necesaria, imprescindible – sé que no tengo perdón, pero déjame que esté a tu lado durante lo que queda del tratamiento, juntos lo conseguiremos, lucharemos contra ese maldito tumor y le venceremos. Estaré contigo todas las horas del día, cuidándote, seré una más de tus enfermeras, haré lo que haga falta, pediré excedencia en el trabajo para estar contigo, por favor… no me apartes de ti, te lo suplico… lo de la discoteca no volverá a suceder jamás…

-        ¿Estás segura que quieres seguir con esto?, ¿quieres que hablemos de infidelidad?, ¿o prefieres que hablemos de amor, de compromiso, de confianza mutua, de juramentos, de sinceridad y respeto? Son dos conceptos contrapuestos y la verdad que a estas alturas ya no tengo ganas de seguir así, de hurgar hasta el fondo de la herida y prefiero dejarme morir de una vez, porque lo que ya no tengo son ganas de vivir.

-        Por favor amor… no digas eso, no puedes dejar de luchar, estaré a tu lado peleando contra…

-        Mira Marta… puede que sea un moribundo, pero gilipollas no soy – ahora volvía la terrible frialdad a su voz – si lo que quieres afrontarlo todo, ahí vamos. Lo que has hecho hoy en esa discoteca con esos dos tíos, tú me conoces y sabes lo que pienso de eso, ya es suficiente para que no quiera saber nada mas de ti lo que resta de mi corta vida. Pero insisto en que no soy gilipollas, ¿o es que te crees que no se distinguir el sabor del semen en la boca de mi mujer? ¿o que no me doy cuenta que vuelves a casa sin bragas ni sostén, con el vestido que parece un acordeón, pringoso de lefa y con el pelo como si vinieras de saltar en paracaídas? Y solo a la tercera semana de las ocho que te pedí confianza y paciencia. Repito, a la tercera semana. ¿piensas que me voy a tomar lo de la discoteca como un tema aislado y puntual?

Me quedé helada, mis peores pesadillas se estaban cumpliendo, creí estúpidamente que no se daría cuenta de nada y ahora…

-        Pero no se acaba aquí, a la semana siguiente no fuiste lo suficientemente rápida para cerrar la mampara de la ducha y pude verte el coño y el culo irritados como nunca lo habías tenido, aplicándote cremita para aliviarte. No recuerdo haber tenido sexo contigo esa semana ni las anteriores.

-        Agustín por favor, no es lo que parece, te estás imaginando cosas que no son y…  - en ese momento aparecieron unas imágenes fijas en la pantalla y quise morirme -.

-        Mira estas imágenes que he capturado de unos videos, dentro de un coche un tío te está masturbando el coño con los dedos y dos tipos te soban las tetas a través de la ventanilla, o esta otra, se la estas chupando al conductor y los de afuera se están corriendo en tu culo y en tu vestido. Esa noche tuve que saborear su semen.

-        Por favor… Agustín… yo…

-        La siguiente es espectacular, mi amada esposa en una cama siendo doblemente penetrada, con una polla en la boca y pajeando a otras dos, todo al mismo tiempo, un portento de coordinación, cinco contra una, por cierto, ni dios se puso condón, todo a pelo. Por supuesto Eva también estaba en esa fiesta. Eso fue la cuarta semana

-        Por dios Agustín… para ya… - le suplicaba llorando, desgarrando mi garganta y mi corazón -.

-        No pienso parar maldita puta, te estoy enseñando solo cuatro fotos, pero yo he tenido que ver todos los videos enteros, horas de grabación, y soportar la mayor humillación que un marido que ama a su esposa ha soportado jamás.

He tenido que ver cómo estás desnuda en la parte trasera de un coche, con una venda en los ojos, mientras un tipo te está follando tú vas chupando las pollas que te ponen en la boca desde la puerta y suplicando por la siguiente. Luego te sacan del coche y con la iluminación de los faros, y sobre un mugriento colchón vas pajeando y chupándosela a nueve tíos, tu solita te sientas para empalarte el culo con la polla más grande que he visto jamás, y en esa posición van pasando todos los demás follándote el coño. Continúa la fiesta con todos ellos por cada agujero, dobles penetraciones a discreción, se corren en tu boca, sobre ti, pareces muy satisfecha y contenta de la experiencia.

Pero la siguiente actuación es de traca. Después de que la tercera semana descubriera lo del semen en tu boca y la cuarta lo que vi en la ducha, aún desconocía lo del video con esos cinco, decidí pasar a recogerte por el gimnasio para hablar y dejar las cosas claras entre nosotros. El caso es que llegué justo en el momento que partías en el coche de Eva y le pedí al taxista que os siguiera. Os detuvisteis y entrasteis en un local y le pregunté al taxista si conocía que clase de local era ese y me contó que era un club swinger de intercambios bastante cutre, concurrido por muchos tíos ya que los porteros se saltaban la norma que obligaba a entrar acompañado de pareja si les soltabas 50€ bajo mano, y que por eso siempre había muchos más hombres que mujeres. Lo cierto es que me recomendó ir a otro club antes que a ese, que me podía llevar. Le pedí que me dejase en casa, no me hacía falta seguir allí, me quedaba claro lo que habíais ido a buscar, y decidí quedarme a esperarte en mi despacho, no me importaba la hora a la que llegases. Pero dejemos esto de momento y volvamos al club de intercambios.

El caso es que ahora ya se todo lo que hicisteis tu amiga y tú en el club, tengo el video completo. – mi cara se descompuso, si es que ya no lo estaba, si había visto en video todo lo que llegué a hacer, la degradación y depravación a la que llegué en ese club, estaba muerta definitivamente a sus ojos – No te preocupes que tu actuación fue estelar y los primeros planos son alucinantes. En esa sala debía de haber un montón de cámaras, creo que alguien tendría que denunciarlos.

Sabes que soy un hombre de números y si no recuerdo mal, cuando nos conocimos estabas muy interesada en las cifras de con cuantas y con cuantos habíamos follado con anterioridad. Pues vamos a hablar de cifras, tus estadísticas de esa noche son casi de record Guinness, y me han dejado claro que has conseguido convertirte en una puta de la misma categoría que tu estimada amiga Eva, por lo menos esa noche la superaste con creces en vuestra competición particular.

Debo reconocer que el método de “palito-palito-raya” que he utilizado para contar es un poco rudimentario para un tío de mi nivel, pero me habré equivocado de poco. Analizando las imágenes dentro de esa sala he llegado a contar que chupaste unas 73 pollas, pajeaste con las manos unas 34, 57 pollas te follaron el coño y 45 el culo, la mayoría en dobles penetraciones de las que he contado 39. Estoy hablando de cantidad de pollas de tíos diferentes, no cuento las veces que repitieron la mayoría de ellos, las pastillitas azules volaban y los condones se amontonaban en el suelo. Por último, he contado las veces que se corrieron en tu boca, cara, tetas y demás partes del cuerpo, 117 veces.

Hay unas imágenes impagables, tomada desde una cámara cenital sobre tu posición. Estás tumbada de espaldas sobre el pecho de un tío que te está empalando el culo con su polla mientras otro te penetra el coño marcando el ritmo de la doble penetración, de pie hay cuatro tíos corriéndose en tu cara en el mismo instante, tienes la boca bien abierta rebosando de semen acumulado y casi no se reconocen tus facciones al estar cubierta por una capa gruesa blanca de lefa, al acabar esos cuatro te tragas todo el contenido de la boca. Es una de las escenas más asquerosas que he visto en la vida, y la protagonista resulta que es la mujer con la que me casé. El caso es que la misma escena la repites otra vez con hombres diferentes y cuando la mayoría de tíos se han largado, tienes la cara tan cubierta de semen que no puedes ni abrir los ojos, Eva empieza a limpiarte el rostro, reconduciendo con sus dedos toda esa lefa hasta tu boca que va recolectándola hasta tragársela toda otra vez, y al final os besáis las dos, saboreando con vuestras lenguas los restos que quedan. Realmente edificante.

¿Sabes cuantos tíos pasaron por esa sala en poco más de seis horas?... 87 tíos, y todos en algún momento interactuaron contigo de una forma u otra, muchos repitiendo. Eva también recibió lo suyo, pero indiscutiblemente la ganaste por goleada, como mínimo triplicaste la cantidad de hombres respecto a ella.

-        Por favor… para ya de humillarme… te lo suplico… –.

Las terribles cifras que Agustín escupía sobre mí eran ciertas con toda seguridad, y revolvían mi estómago como si estuviera montada en una montaña rusa. Mi cuerpo estaba asimilando conscientemente el nivel de emputecimiento que había alcanzado en apenas tres semanas, y mi amado esposo había sido testigo de ello en el momento en que luchaba contra una enfermedad terrible, sufriendo un dolor inhumano para poder sobrevivir, y lo hacía por mí.

-        ¿Humillarte?, creo que el humillado aquí es el pobre marido, o sea yo. Debo felicitarte por tus acelerados progresos, has pasado de no dejarme que te la metiera en el culo durante ocho años, a permitir que cualquier desgraciado que se acercase a ti te enculase a placer.

¿Quieres más humillación?... Volvamos al despacho de casa donde espera medio dormido el pobre Agustín muriéndose a dos bandas, por un tumor y por el dolor causado por la esposa más puta que le podía tocar. A las cuatro de la madrugada me despertó el aviso del móvil, alertando de movimiento en el garaje. Visualicé todas las cámaras de casa en la pantalla del PC, si, no me mires así de extrañada, después de verte las marcas en la ducha, al lunes siguiente hice instalar un sistema de vigilancia de video y sonido en toda la casa mientras estabas trabajando. Para mi sorpresa, vi como entraba en mi garaje una furgoneta negra con cristales tintados y aparcaba al lado de mi coche.

Te vi bajar acompañada de tres hombres y pasasteis al interior de la casa. Estuviste discutiendo con ellos durante un minuto, tú querías follar en el salón, pero ellos insistieron en hacerlo en la cama del cornudo. Aunque aún no había visto tus proezas en el club swinger, sabía que volvías de allí unas 7 horas más tarde desde que entraste con Eva, y que en ese tiempo habrías follado como una descosida, por lo que me sorprendió que tuvieras ganas de seguir la juerga en casa con tres tíos más. Si en ese momento me pareció sorprendente, ahora que sé todo lo que fuiste capaz de hacer allí, me parece increíble. Para resumir, estuvisteis follando los cuatro en mi cama, casi siempre con los tres agujeros ocupados simultáneamente, como novedad a resaltar una triple penetración, dos pollas en el culo y una en el coño, desde luego, una jornada bien aprovechada. Pero lo que más me jodió es tu actitud, porque aparte de todas las sandeces del tipo “eres una puta”, “una zorra”, “una guarra”, “puta, vaya espectáculo has dado en el club y aún quieres más”, etc., pero también llegué a contar unas 17 veces que hablan despectivamente “del cornudo de tu marido”, “vaya cuernos le pones al inútil de tu marido”, “el cornudo no sabe follarte y necesitas nuestras pollas”, “la próxima vez que el cornudo esté presente y le daremos por culo también”… bueno, y un montón más de combinaciones por el estilo. Lo curioso es que no se los reprochaste ni una sola vez, no dijiste nada, ni una queja, solo reías y te corrías una y otra vez.

Pero la gota que derramó el vaso fue cuando extasiada en plena doble penetración, reclamaste al tercero para chupársela, y él se acercó a ti cascándose la polla con la foto del día de nuestra boda en la mano, pegó el marco de la foto a tu cara y te ordenó que abrieras bien la boca, que iba a correrse sobre nuestro matrimonio. Vi como obedecías encantada esperando tu premio y como ese cabrón eyaculaba alternativamente en tu boca y sobre nuestra foto. Tu cara de vicio cuando le limpiaste hasta la última gotita de leche para tragártela toda… no la podré olvidar nunca.

Cuando esos tipos se largaron, entré en silencio en la habitación, tú dormías en nuestra cama, sucia de leche, con un culo dilatado y enrojecido como nunca habría imaginado que puede quedar un culo después del sexo. Cogí nuestra foto que estaba tirada en el suelo, la guardé en una bolsa de plástico y la llevé conmigo al hotel. La noche había sido dura y dolorosa, mucho más que mi tratamiento.

Después de esto, me ha quedado claro de que no solo eres una zorra, también eres una hija de puta, una buena persona no hubiese permitido esas palabras ni esos actos humillantes contra su marido por muy infiel que pueda ser. Ese es el respeto que te merezco después de ocho años de estar juntos, con qué facilidad te has olvidado de todo.

Agustín sacó de su bolsillo un guante de látex y se lo puso en su mano derecha, se inclinó para recoger algo bajo el sofá y extrajo un marco de foto que dejó sobre la mesita. Era nuestra foto de boda, pero ahora en esa imagen solo aparecía yo, la de Agustín había sido rasgada y sobre el cristal protector del marco se apreciaban varios goterones resecos que, con seguridad, era el semen de la corrida de ese cabrón. Esa foto fue la bofetada más terrible que podía recibir en ese momento, aunque era consciente de que me la merecía.

-        Esto es un recuerdo para ti, como puedes ver yo ya no estoy ni voy a estar jamás.

-        No sé qué puedo decir a estas alturas… - estaba totalmente derrotada, hundida, avergonzada de tal manera que cualquier cosa que añadiese, sería tirar más mierda sobre mi misma, me sentía una persona vil y pérfida, indigna de ese hombre – ni siquiera soy capaz de pedirte perdón sobre lo que es imperdonable, ni buscar excusas en que me obligaron, que me empujaron a hacer todo lo que has visto en esos videos, cuando la decisión fue exclusivamente mía, he sido consciente de todo en cada momento y aún no acabo de entender como he sido capaz de degradarme a ese nivel, supuestamente soy una mujer inteligente y que sabe perfectamente lo que está bien y lo que no.

Solo puedo decirte que lo siento mucho, que me arrepiento, y que si pudiese volver a tras lo borraría todo. Suplicarte que me dejes redimirme acompañándote hasta que superes lo del tumor, y luego desapareceré de tu vida.

-        Marta, eso no va suceder, estos videos con tus decisiones y actuaciones hacen que eso no sea posible – me tendió un pendrive que cogí con mano tremulosa – es para ti, para que se lo enseñes a tus hijos si algún día llegas a tenerlos. –  lanzaba otra palada de tierra sobre mi ataúd -.

Ahora que ya lo he dicho todo, esto se acaba aquí, no voy a hacerte ningún reproche más, tengo otros objetivos a los que dedicarme a partir de ahora.

El tono de desprecio y la repulsión que reflejaba su rostro, acabó por desgarrarme el alma por completo. Aun así, tenía varias dudas que daban vueltas en mi cabeza, ¿quién había grabado esos videos?, ¿cómo lo había hecho y cómo habían llegado a manos de Agustín con tanta rapidez? Y sobre todo… ¿por qué?

-        Agustín, ¿puedo preguntarte cómo has conseguido esos videos? Tengo claro el de nuestra habitación y el de la discoteca, pero los demás… - mi tono de súplica era el único que podía mostrar en ese momento -.

-        Creo que eso es tu problema y no el mío… pero te voy a ayudar. El jueves por la mañana, cuando abandoné esta casa mientras tu descansabas de tus zorr…, disculpa ya no quiero insultarte más por mucho que lo merezcas, ya está todo dicho. Pues bien, como te decía recibí un whatsapp anónimo con un texto “para que veas lo puta que es tu esposa Marta” y añadía un link de descarga en un servidor. Aunque lo del texto ya no era nuevo para mí, fue muy duro ver todas esas imágenes impensables de la mujer que tanto he amado. Una vez asimilado, me pasé la mañana recontando la magnitud de la barbarie de tus proezas, que actualizadas con los dos de la discoteca, me salen 105 hombres diferentes. He descontado los tres que trajiste a casa porque ya estaban en el club swinger. Si tienes el valor de revisar los videos que te he copiado, verás que aparte de las imágenes grabadas por el sistema que hice instalar en casa, en las descargas recibidas, también hay un video corto realizado con un móvil dentro de mi habitación.

-        ¿Pero cómo es posible todos esos videos juntos?  - no entendía la conexión de todos ellos – Agustín no te enfades más conmigo por favor…, pero algunas de esas… acciones, han sido resultado de mi propia iniciativa – mi vergüenza era aun mayor -.

-        Marta, no hay que ser un lince para ver que una mano te ha acompañado en todo esto y sabes perfectamente quien es. Siempre te advertí de ella y de su toxicidad, aunque con esto no te estoy ofreciendo una excusa para exonerarte de lo que has hecho, que no existe.

-        Pero lo del parking de camiones, lo del dogging esa noche, lo de casa, eso salió de mí y ella no tiene nada que ver. La fiesta en casa de sus amigos y lo del club sí, pero lo demás… no hay conexión…

-        ¿Estás segura?

-        Claro que sí, al del coche lo conocí por casualidad en un bar al que fui con… Eva… y los de casa estaban en el club escogido por el amigo de…Eva… oh dios mío… no es posible que ella…

-        No hay mayor ciego que el que no quiere ver. Tú no has visto esos videos, pero hay cosas muy curiosas que he tenido tiempo de analizar. – hablaba como un técnico que está explicando la avería del lavavajillas a la señora de la casa -  En ese coche había una cámara atrás grabando hacia delante y otra delante grabando hacia atrás, también una cámara que enfocaba al exterior y alguien colocó otra fija fuera, enfocando lateralmente a ese colchón en el suelo. Todo muy bien preparado, demasiado.

En la habitación con esos cinco y Eva, había al menos tres cámaras perfectamente colocadas, en los ángulos precisos para no perder detalle. Por último, en el club, aquello era un despliegue profesional, zooms, primeros planos, cambios de escenas, desde el techo, en laterales… creo que solo faltaba un dron sobrevolando por allí, a pesar de lo cutre que me pareció esa sala, seguro que allí hacen películas. Solo el video de casa fue improvisado, grabado con un móvil, pero todos los videos fueron colgados en el servidor por la misma persona.

-        Eva… como ha podido hacerme esto…

-        Supongo que Eva acercó su manzana a tu boca – no pude evitar una leve sonrisa por la ocurrencia de Agustín – pero la decisión de morderla fue únicamente tuya.

La soga sobre mi cuello apretaba cada vez más, alguien había comprado la cuerda, pero el lazo me lo puse yo solita. Definitivamente había perdido a mi amor, al mejor hombre que pueda existir, la que creía mi mejor amiga había conspirado contra mí, aunque no entendía que los motivos que pudiese tener fueran tan grandes como para cometer esa traición.

Pero eso ya no importaba, lo único que deseaba con toda mi alma era que Agustín superase ese tumor, daría mi vida para que así fuera, aunque mi vida, la de una mujer que había caído tan bajo, apuñalando a su amor en el momento de mayor debilidad, cuando más debería haber estado a su lado, no valía absolutamente nada. Con la desesperanza del que ya lo ha perdido todo, le pregunté:

-        Agustín… ¿y ahora qué?

-        Pues he pensado… que voy a devolverte la ofensa follándome a 105 mujeres antes de que llegue mi hora, y voy a empezar por tu querida Eva. Servirá para demostrarte que mi teoría es cierta.

Tecleó en su móvil y envió un mensaje. Estaba muy equivocado si pensaba que el hecho de querer follarse a esas mujeres incluida a Eva, a estas alturas me iba a afectar. Estaba destrozada por lo que le había hecho a él, por lo que me había hecho a mí misma, pero mi prioridad es que viviese aunque tuviera que tirarse a mil mujeres delante de mí, eso ya no me importaba en absoluto. No soy de rezar, pero en ese momento le supliqué a Dios que no se lo llevara, que me llevase a mí a cambio de él, pero sé perfectamente que esto no funciona así, el rezar no cambia las cosas, somos nosotros con nuestros actos los que las cambian, y los míos ya no podían hacer más daño.

Un pitido rompió el silencio, habían contestado al mensaje de Agustín pese a la hora que era. Él lo leyó y volvió a escribir. A los pocos segundos entró la respuesta. Agustín me mostró los mensajes del contacto de Eva.

- Agu: Gracias por los videos de Marta, me ha quedado claro lo que es.

- Eva: Tenías que saber lo puta que es tu amada mujercita y de lo que es capaz.

- Agu: Quiero follar contigo en mi cama de matrimonio, el domingo a las 16h en mi casa.

- Eva: No faltaré, todo esto y más será tuyo – adjuntaba una foto suya de su hermoso rostro sonriendo y sus fantásticos pechos desnudos -.

-        Ahí tienes la respuesta, no ha tardado ni tres minutos en reconocer lo de los videos y ofrecerse.

-        Ya no me sorprende nada… - con voz trémula le pregunté-  y yo… ¿qué quieres que haga Agustín?

-        Ahora quiero que te vayas de mi casa, sé que es tarde pero no me importa a dónde decidas ir, pero el domingo te espero a las 20h, después de follarme a Eva te explicaré que ocurrirá a partir de entonces. Me voy a dormir a mi habitación, estoy muy cansado. Supongo que cuando te vestías antes de salir esta noche no te has fijado en que he cambiado la cama por otra nueva, no quiero acostarme donde han estado otros jodiendo con mi esposa. Cierra la puerta al salir.

Salió del salón y vi como subía las escaleras agotado, arrastrando los pies y yo dejé escapar las últimas lágrimas de la noche, tenía que ahorrarlas a partir de ahora porque iba a necesitar de muchas durante el resto de mi vida.

Eva. (Semana 5 – domingo – 16h) –

Me aseguré de estar muy guapa para él, después de tanto tiempo soñando con este momento no me podía creer que hoy me lo follaría. El recibimiento fue frio, solo me cogió de la mano y me llevó a su habitación ordenándome que me desnudara. Intenté besarlo, pero me dio la vuelta bruscamente y me puso a cuatro patas sobre la cama. Su magnífica polla me penetró de una estocada, sin preocuparse si estaba lubricada o no.

Me follaba con furia desatada y mi excitación hacía que encadenase un orgasmo tras otro, me insultaba, recriminaba mi acoso durante tantos años, pero yo estaba en la gloria cuando pasaba del coño al culo, luego a la boca, otra vez al culo, más y más orgasmos, pero me faltaba algo… No se corría desde que habíamos empezado a follar y eso era imposible, no me besaba, ni un gesto de sensualidad ni de complicidad, nada humano…

-        Agustín – me aparté de él para encararlo - ¿por qué no me besas?, y aún no te has corrido, ni dentro de mí ni fuera. ¿Qué mierda te pasa?

-        Que quieres que me pase, que me das asco y que no quiero que te lleves nada vivo de mí, ni saliva ni mi esperma, si te lamiera o chupase cualquier parte de tu cuerpo vomitaría. Soy incapaz de mostrarte ni una simple muestra de cariño, incluso me duele que hayas disfrutado de mi polla, pero eso es algo por lo que tenía que pasar.

-        ¿Pero quién coño te crees para tratarme así? Deberías besar mis pies, cabrón. – estaba muy enfadada por esa humillación y empecé a gritarle -.

-        No te mereces otra cosa que desprecio, lo que le has hecho a tu mejor amiga, que será la puta más grande del mundo si tú quieres, pero siempre ha confiado en ti, y se lo has pagado apuñalándola por la espalda.

-        Mira el que habla, el casto y puro que solo le ha sido infiel a su amada esposa con 15 o 20 putas, ¿tú vas a darme lecciones de engaños?

-        Yo ya no estoy para dar lecciones a nadie, no tengo ganas ni tiempo. Es mejor que te vayas de mi casa y que no vuelvas, no quiero verte nunca más, te será fácil… Sigue con tu vida, con tus zorrerías, algún día te darás cuenta de lo vacía que es y desearás haber vivido un amor como el que tuvimos Marta y yo, eso ya no me lo quitarás… - señalaba la puerta de la habitación invitándome a salir -.

-        Vete a la mierda, muérete tú y tú dignidad…

Me vestí y salí de la habitación dando un portazo mientras bajaba las escaleras cabreada, me decía a mí misma que yo hago todas las zorrerías que quiero, porque me gusta, porque me da placer, porque me da la gana y porque puedo hacerlo. Puede parecer que los hombres me utilizan como una puta, pero soy yo quien les utiliza ellos. Si fuese un hombre me considerarían un rey, al ser una mujer me consideran una puta, cuan equivocados que están, soy una reina, y todos los hombres se vuelven mis súbditos con un simple movimiento de cadera, los puedo poner de rodillas y besando mis pies con solo desearlo.

No le debo nada a nadie, no he prometido nada a ningún hombre, ni fidelidad, ni compromiso. Hago lo que quiero y porque quiero, y lo seguiré haciendo hasta que me muera. Aparté mis pensamientos al ver a Marta sentada en el sofá del salón, mirándome con cara de querer estrangularme, y con motivo.

Marta. (Semana 5 – domingo – 18:50h)

Se oían fuertes gritos desde la habitación, no parecían motivados por el desenfreno sexual, estaban peleando, aunque desde el salón no se entendía que era lo que estaban discutiendo. Se oyó un portazo y a Eva taconeando por las escaleras enérgicamente. Al verme sentada en el sofá del salón se detuvo para encararme:

-        ¿Qué haces aquí? Pensaba que tu marido ya te había dado la patada al ver lo puta que eras y como le habías devuelto los cuernos.

-        No debería ni mirarte a la cara maldita hija de puta, todos estos años has estado engañándome y persiguiendo a Agustín, conspirando contra mí, y yo creyendo que eras mi amiga. Y por fin has conseguido tu premio.

-        Pues ya era hora de que te despertases Martita, Agustín siempre ha sido demasiado hombre para ti.

-        Pero ¿por qué, Eva?, ¿tanto daño te he hecho en la vida para que me odies a tal extremo de querer destrozar mi matrimonio desde su inicio?

-        Me quitaste a ese hombre, el único que se me ha resistido en la vida, no he soportado nunca tu aparente superioridad moral, yo era la puta y tú la santa, te he envidiado por tus logros académicos y profesionales, pero lo de Agustín… tenía que ser mío, aunque tuvieses que caer para siempre. Y al final he demostrado lo que siempre te he dicho, que eres una puta como la copa de un pino, solo has necesitado la infidelidad de Agustín como excusa y zas… a zorrear hasta los niveles más estratosféricos que se pueda imaginar. Yo solo he tenido que acercarte los caramelos a la boca, marcar el caminito con migas de pan para que siguieses la senda hacia tu otro yo, el que se escondía dentro de ti pidiendo a gritos ser liberado.

-        En eso tienes razón, yo misma salté al vacío por decisión propia, solo necesité un ligero empujón, pero que fueses tú la ejecutora y con esa premeditación…

-        Que gran decisión tomé cuando escogí a Javier para que inculcase en tu mente los inputs, los mensajes directos o subliminales para despertar tu lujuria. Es tan encantador y seductor, inspira esa confianza que te envuelve y te hace sentir segura, pero sabe calentar a una mujer como nadie, inventar historias para que imagines ser la protagonista y desees experimentar, luego te domina, te exige, te subyuga. Además, su inmensa polla es impagable, sabía que el día que la probases ya no podrías parar.

Si le sumamos a Kike y a Miguel follando como solo ellos saben, victoria asegurada. Ellos también se encargaron en el club de Rafa de que la mayoría de tíos fuesen hacia ti, por cada uno que me follaba a mí, tres lo hacían contigo, y tú encantada de ser la más puta.

La parte tecnológica de cámaras y demás no supuso ningún problema, y encontrar a muchos tíos dispuestos a follar a través de las redes sociales, tampoco. Lo que me sorprendió fue que aceptases llevarte a casa a Iván y a sus dos colegas, después de todo el desmadre en el club, aun fuiste capaz de continuar. La verdad es que Iván lo probó convencido de que no aceptarías, pero la puta que hay en ti no pudo resistirse. Solo faltaba que Agustín viese esos videos para que tarde o temprano me escogiese para vengarse de ti, estaba convencida de que si probaba la droga del sexo conmigo, ya no podría desengancharse.

-        Pero yo sé que no has triunfado, - no iba a dejar que Eva se sintiese vencedora - he visto cómo te follaba Agustín, has conseguido que te la metiera, pero solo lo ha hecho como castigo hacia mí. Pero yo le conozco y no te follaba, se ha sacrificado para castigarte a ti también, he visto lágrimas en sus ojos cuando te partía el culo, he visto el odio cuando te follaba la boca, le dabas asco. Las dos hemos conseguido destrozar mi matrimonio y herir de muerte al mejor hombre que ha pisado esta tierra, las dos hemos perdido y le hemos perdido a él para siempre.

Se detuvo unos instantes como si recapacitara sobre mis palabras y un destello de furia se pudo apreciar en su rostro.

-        Ese cabrón ha vuelto a humillarme, después de ocho años de desplantes sigue despreciándome. Es capaz de follarse a un montón de putas y a mi tratarme como una leprosa. Por lo menos si no es para mí, ya no será tuyo jamás ahora que sabe lo que tenía en casa, es el único consuelo que me queda. Ojalá que Agustín se muera con su falsa superioridad moral, putero de mierda…

-        No deberías desear cosas que… – no pude evitar soltarlo, aunque sabía que ella desconocía lo del tumor -… es posible que se cumplan y te arrepientas el resto de tu vida de haberlo deseado. – me miró con cara de no comprender, pero yo tampoco tenía ganas de explicárselo -.

Quiero que mañana mismo solicites un traslado, no te quiero en mi equipo, y si nos encontramos por los pasillos que no se te ocurra ni mirarme. Si no lo haces arruinaré tu carrera profesional, haré públicos los videos que has utilizado contra mí para destruirte en el trabajo, yo también caeré pero a mí ya nada me importa. Ahora… lárgate de esta casa.

-        Pues claro que me voy… por lo menos ya no tendré que soportarte y fingir que somos amigas… que os jodan a los dos.

Me quedé pensativa durante un buen rato en que si años atrás hubiese hecho caso a Agustín de la toxicidad de Eva, quizás… no… ahora ya no valía la pena pensar en intentar cambiar el pasado. Sobre las 19:05h oí como Agustín bajaba por las escaleras y entraba en el salón. Se sorprendió de verme sentada en el sofá:

-        Veo que has decidido adelantarte a la hora acordada – su tono no era hostil, quizás solo neutro -.

-        Si… quería cerciorarme de que habías empezado tu merecida venganza contra mi… ya solo que quedan 104 mujeres más.

-        Bueno, la verdad es que no me importa si te ha jodido o no que me follara a Eva, lo cierto es que me ha dado asco… y lo de las 104 restantes… soy incapaz de hacerlo.

-        Lo sé… os he visto…te he visto y… te conozco… has sufrido. Y yo también, no porque te la follases, sino por sus palabras y lo que me ha contado directamente, todo ese montaje para ayudarme a caer y traicionarte de la manera más vil que he sido capaz.

-        Déjalo… ya nos hemos fustigado demasiado con ello. Me arrepiento de no haberte explicado el acoso que he soportado de Eva durante tanto tiempo, intentando evitarte un disgusto y en el convencimiento de que jamás conseguiría nada de mí. Mira Marta, he estado pensando y no sé qué ha podido ocurrir en tu interior – su tono era calmado y conciliador -, deberías buscar la causa que te ha llevado a actuar de esa manera, yo también te conozco y sé que era otra mujer la de esos videos, no la que se casó conmigo. Pero los hechos son los que son y nuestras actuaciones tienen consecuencias.

-        Ni yo misma sé que ha podido ocurrirme para hacer… - el nudo en la garganta me impedía continuar.

-        Bueno… Ahora acabemos con esto, no quiero estar cerca de ti más que el tiempo estrictamente necesario para finiquitar lo nuestro.

-        Dime lo que has decidido – la punzada en mi corazón se volvía insoportable -.

-        Este es el documento - me entregaba una carpeta con papeles - del convenio regulador para el acuerdo de nuestro divorcio exprés. Tienes que firmarlo aceptando todos los puntos y mañana tendrás que ratificarlo delante de un notario. En mi lugar asistirá Jorge que a partir de ahora será mi representante legal con plenos poderes y también un abogado que nos representará a los dos en este acuerdo mutuo. Te cuento el contenido. Renuncias a reclamarme nada, dinero, acciones, inmuebles, royalties, etc, no vas a obtener absolutamente nada que sea mío, aunque estoy convencido que no te hará falta, estás suficientemente capacitada para vivir de tu trabajo.

He dado orden de que cuando llegue mi final, todas mis posesiones y el dinero que seguirán generando mis patentes, pase íntegramente a la fundación del Hospital Central para los estudios contra las enfermedades como la mía.

-        Lo que quieras Agustín, jamás te pediría nada de eso. Firmaré todo lo que me pidas.

-        Bien, me alegro de que estés de acuerdo. Solo queda aclararte que ya no volveremos a vernos nunca más cuando hoy salgas por esa puerta – el nudo en mi garganta se apretaba – he dado instrucciones que no se te informe de mi estado de salud, de mi paradero, nada de mí, que se te prohíba asistir a mi funeral de cremación, que mis cenizas sean esparcidas sin tu presencia ni conocimiento. Lo nuestro se acaba aquí y ahora.

-        Pero Agustín… por favor no me apartes así, sé que como pareja ya no hay nada que hacer, pero quedan las personas… yo te amo con toda mi alma y necesito saber de tu evolución, de cómo ese maldito tumor se encoge, de la operación para extirparlo y salvar tu vida – volvía a llorar hablando entrecortadamente, si me quedaba sin saber nada de su vida, tampoco podría seguir con la mía -  Si no quieres verme no me verás, comprendo que me odies por todo lo que te hecho, pero debo estar conectado a ti de una forma u otra y saber que superas el tumor.

-        Eso no va a suceder, no habrá operación, el tumor ya no encogerá, lo cierto es que ha recuperado lo que había encogido y ha crecido mucho más, se acabó el tratamiento, el hotel… ahora ya solo me quedan 3 o 4 semanas de vida con suerte. No sé si todo es por intentar concentrar el tratamiento o que simplemente es que no ha funcionado. Eso ya no importa, en cualquier caso, no quiero saber nada de ti ni que tu sepas de mí, quiero morir libre de ti, como si no existieras, sé que es cruel, pero tú lo has sido conmigo mucho más.

-        No…no… dios mío… no puedes morirte… no puede ser verdad… tú noooo… morir noo…

Empecé a convulsionar, me faltaba el aire, el corazón se aceleraba en mi pecho a un ritmo insostenible, la vista se nubló… y luego… oscuridad.

Desperté en un box de urgencias de un hospital, al recuperar la consciencia me di cuenta de que una mano cogía la mía, me giré con la esperanza de que Agustín estuviese a mi lado, pero mi decepción fue mayúscula cuando vi que la propietaria de esa mano era mi amiga Laura, la esposa de Jorge.

-        Agustín… ¿dónde está Agustín?...

-        Cálmate Marta, debes tranquilizarte, has tenido una crisis de ansiedad que te ha provocado una arritmia, no es nada importante pero no debes alterarte.

-        Pero Agustín… va a morir… por favor… dime que no es verdad… ¿dónde está Agustín?...

-        Marta… no sé cómo decírtelo para que no duela, pero lo diga como lo diga va a dolerte… a Agustín le queda muy poco de vida y no quiere ninguna vinculación contigo… absolutamente ninguna. Son sus últimas voluntades y las tenemos que respetar, debes de asumirlo.

-        Pero tengo que saber… como estará, acompañarle en su dolor, despedirme de él, que sepa todo lo que me arrepiento de lo que le he hecho.

-        Eso no es posible… en unas horas te darán el alta y como no puedes volver a casa, vendrás a la nuestra con nosotros. Mañana debes ir con Jorge al notario para ratificar el acuerdo, Agustín quiere que dejes de ser su esposa antes de morir… lo siento. Un transporte recogerá todo lo tuyo en casa de Agustín para llevarlo a donde vayas a vivir a partir de ahora.

-        Pero no sé a dónde ir… no he mirado nada… todo ha sido tan… - rompí a llorar -.

-        No te preocupes por eso, puedes instalarte en mi piso de soltera, no es muy grande, pero estarás bien, el tiempo que necesites hasta reconducir tu vida.

-        Qué vida… sin Agustín ya no habrá nada que me ate a este mundo…

Agustín. (Semana 8 – domingo – 21:15h)

Para los que somos de tierra adentro como yo, el estar viendo el mar nos emociona especialmente, su inmensidad y belleza hace que te sientas pequeño, pero también te ayuda a encontrar una cierta harmonía contigo mismo y con él. En esta cómoda tumbona, contemplando la fantástica puesta de sol que este atardecer me regala, es un maravilloso broche de oro para el final de mi vida.

La ambulancia está en camino, se están cumpliendo todas las predicciones del doctor, después de tres semanas de tratamiento del dolor a base de drogas que me han permitido disfrutar de esas pequeñas cosas de la vida, que solo encontraremos a faltar cuando ya no estemos, han vuelto los dolores y he empezado a perder la vista. Por suerte la he recuperado justo a tiempo de ver esta maravilla de la naturaleza, que estoy seguro que se mantendrá viva en mi retina hasta que llegue el momento final. Llevo dos semanas en la casa de veraneo de Jorge y Laura, que me acompañan y cuidan en todo momento. Esta última semana se les han unido Susana y Mario y entre todos han conseguido que me sienta a gusto, el buen humor de Jorge, las inteligentes conversaciones con Susana y Laura, sin olvidar los excelentes vinos de su bodega y las comidas que nos ha preparado Mario, dios, como cocina este chico, sería digno merecedor de una estrella Michelin.

Todos se han preocupado por mí, para hacerme más llevadero este irremediable camino hacia la muerte, intentando que no me acordase de Marta y del terrible daño que me infringió. Sé que los cuatro están mirándome desde la gran terraza superior de la casa, oigo como Susana está llorando por mí, intentando ahogar su llanto para que no me entere, con Laura que procura consolarla sin poder evitar alguna lágrima también. Jorge y Mario están aguantando como jabatos su pena, sin que se les note las ganas de unirse a los llantos de sus esposas. Son muy buena gente y me siento orgulloso de haber sido su amigo.

También sé que pese a mi prohibición de informar a Marta de mi estado y como lo estoy llevando, Jorge incumple su promesa y la llama para contarle el parte diario, para que sufra lo menos posible. Sé que cuando llegue el momento tampoco impedirá que Marta asista a mi funeral, no voy a recriminárselo porque sé que es un gran tipo, todo lo que tiene de duro y de mala hostia en sus combates de taekwondo, lo tiene de sensible y de enorme corazón. Prefiero que crea que no lo sé.

Se ha puesto el sol y los colores rojizos y anaranjados son los últimos que soy capaz de ver, ya estoy ciego del todo y esos colores ya no volverán… oigo la sirena de la ambulancia, justo a tiempo…

Agustín. (Semana 9 – martes – 21:33h)

Aunque estoy ciego y casi dormido, he notado el pinchazo y como entraba el espeso líquido en mis venas, sé que es el último, el cóctel de morfina y otras drogas me evitará todo el dolor hasta el instante de que se apague mi vida en pocos minutos. Es de agradecer que no sienta el dolor y que pueda estar mínimamente consciente para poder escoger las imágenes que quiero visualizar en mi mente en el momento de apagarme. Aunque me resista, aunque quiera engañarme a mí mismo prohibiéndome que en esas imágenes aparezca Marta por todo lo que me ha hecho, sé que no lo podré evitar, la amo tanto…, es más, ya las he escogido de entre todas las que hemos compartido durante esos ocho años de felicidad.

Es la felicidad en su rostro, el orgullo que yo sentí el día de la fiesta por haber ganado las oposiciones, lo bien que lo pasamos con nuestros amigos, la noche en nuestra habitación cuando de rodillas le pedí que se casara conmigo y el brillo de sus ojos al aceptar el anillo de compromiso.

Esas iban a ser las imágenes previstas, y ahora las estoy viendo porque ya es la hora, y aunque la oscuridad avanza amenazadora de cubrirlo todo, su rostro sonríe feliz, y esa felicidad me llena completamente durante unos instantes hasta que su imagen se desvanece lentamente, resistiéndose a desaparecer, y yo…, dejo de existir…

Marta. (Cuatro años después de la Semana 9)

Gracias a la bondad de Jorge pude conocer en todo momento la evolución de Agustín hasta su muerte, me tranquilizaba explicando lo bien cuidado que estaba y la harmonía con la que se fue. Permitió que asistiera a su funeral, sentándome entre él y Laura, comprobando que Susana no me había perdonado pues se levantó de su sitio para cambiarse al lado contrario. Me sorprendió ver al fondo de la sala a Eva, llorando durante toda la ceremonia. Al salir vino a mi encuentro y se puso de rodillas abrazada a mis piernas suplicando mi perdón, que se arrepentiría toda su vida de lo que nos hizo y de sus últimas palabras cuando deseó la muerte de Agustín con rabia. La ayudé a levantarse del suelo diciéndole que la perdonaba, pero que no quería volver a verla jamás.

Luego llegó la depresión, vivía en el pisito que me cedió Laura y no salía de allí para nada, dejé de comer e ignoraba todas las llamadas que Jorge y Laura me hacían para saber de mí. A las tres semanas ya no soporté más la pena y el remordimiento que me corroían por dentro, y me corté las venas dentro de la bañera. Ya no quería vivir, sin Agustín ya nada importaba. Pero los dioses querían que continuase mi castigo impidiendo que abandonase esta vida por el camino fácil del suicidio. Dio la casualidad que Laura, preocupada por no saber nada de mí, entró en el piso en el momento que me estaba desangrando, ya del todo inconsciente.

Desperté en la cama de un hospital al cabo de 4 días, a la semana ya estaba medio recuperada físicamente, pero tras una evaluación psicológica ingresé en un centro psiquiátrico. A los tres meses, volví a intentar suicidarme tragándome de golpe todos los sedantes que escamoteaba y acumulaba a escondidas de los celadores. Otra vez a punto de morir, pero los dioses insistían en intervenir para obligarme a que mi redención fuese prolongada. Los siguientes nueve meses los pasé sedada totalmente, ausente de lo que ocurría a mi alrededor, era como una planta a la que solo riegan y abonan para mantenerla con vida.

Por suerte un joven psiquiatra se hizo cargo de mi caso y empezó un tratamiento menos farmacológico y más de contacto humano. Largas sesiones en las que me arrancaba mis pensamientos, las experiencias vividas, los sentimientos encontrados, el dolor por la pérdida y el remordimiento por mi conducta culpable. Todo esto, una vez verbalizado, aceptado y asumido, permitió que poco a poco volviese a ser persona.

El psiquiatra expuso que los episodios de ese comportamiento sexual tan extremo por el que pasé en ese periodo, con seguridad habían sido provocados por el choque traumático de la infidelidad de Agustín, y como respuesta derivó en una ninfomanía sobrevenida, no en el sentido libidinoso o peyorativo de la palabra, sino en el de una enfermedad, un grave trastorno psiquiátrico caracterizado por un exceso de apetito sexual, un deseo compulsivo de adicción al sexo que produce la pérdida del control sobre el deseo sexual, y que a pesar de sentir placer durante las relaciones, produce una insatisfacción continuada que obliga a seguir necesitando más sexo para poder acabar con esta insatisfacción. Todo se convierte en un bucle del que es muy difícil salir sin ayuda.

El terapeuta estaba convencido que en mi caso se dieron las condiciones perfectas para este cambio abismal de la lívido. Por un lado, se arrastraba un posible complejo de represión sexual de la juventud, al haber reprimido el lanzarme a una promiscuidad para no reflejarme en el espejo de Eva, luego recientemente el pasar por una abstinencia sexual en el matrimonio a la que no estaba acostumbrada y que tampoco entendía en ese momento. De ahí se pasó al golpe traumático de descubrir que el amor de mi vida me engañaba, y por último, la sibilina influencia externa de terceras personas que siguió gestando un caldo de cultivo que acabó expresándose en esa ninfomanía.

Todo eso podría explicar mi comportamiento desmesurado de esas semanas, pero aunque la ninfomanía pudiera ser la explicación que justificase mi total descontrol sexual, no me servía de consuelo por lo que le hice a Agustín en los peores momentos de su vida. La infidelidad, prescindiendo de la cantidad de veces que se cometa, ya de por si es sinónimo de traición, y de eso la culpa era exclusivamente mía.

En cualquier caso, la terapia que siguió obtuvo sus frutos y después de tres años de estar ingresada en ese infierno de manicomio, pude abandonar el centro, salir de ese encierro y sentirme un poco más libre, eso sí, bajo supervisión psicológica continuada.

Ahora ya han pasado cuatro años de la muerte de mi amado y no he parado de fustigarme con mi culpa, durante todo este tiempo he aborrecido mi cuerpo, no podía verme ni desnuda frente al espejo, he sido incapaz de tener ninguna relación sexual con nadie, las veces que he intentado masturbarme siguiendo la terapia prescrita he sentido asco de mi sexo y no he podido ni tocarme.

Pero hoy por fin me he masturbado, y aunque ha sido un puto desastre y nada placentero, es un pequeño pasito para recuperar mi sexualidad. Sé que me va a costar, pero espero conseguirlo algún día. Ya no pienso en suicidarme y solo pretendo ser una persona normal. He vuelto al trabajo y me vuelco en él cada día para tener la mente ocupada, evitando que los monstruos me persigan durante el día, al menos con esto solo les doy cancha en los momentos de soledad. Pero lo estoy trabajando.

Quizás algún día volveré a ser aquella chica que en aquella fiesta se enamoró perdidamente de aquel chico, tuve la inmensa suerte de tocar el cielo con las manos, de que me tocase la lotería de su amor, pero fui tan estúpida despilfarrando el premio sin ser consciente de lo que estaba perdiendo.

Agustín siempre será mi amor, y aunque jamás sea merecedora de su perdón, solo espero que allá donde esté no olvide que le amé, que le sigo amando y hasta que llegue mi hora… le amaré…

Fin.