Solo ocho semanas. (3)

Marta está destrozada al descubrir las infidelidades de su marido y parece haber decidido el camino a recorrer a partir de ahora, aunque tal vez no sea consciente de que el camino puede ser una pendiente que la lleve abajo, muy abajo

Marta. (Semana 3 – de miércoles a domingo)

La semana transcurrió con el trabajo estresante que ocupó prácticamente todo mi tiempo, sin permitir que fuese al gimnasio ninguno de los días y llegando a casa muy tarde. Acepté las llamadas de Agustín de las 21h, siguiéndole la corriente con evidente desgana, cosa que parecía enojarle, aunque se contuvo de recriminarme mi actitud pasiva. Realmente se le veía cansado, pero no me extrañaba ahora que sabía a qué dedicaba la mayor parte de su tiempo. Cuando colgaba, el nudo en la garganta que me producía el saber que me estaba engañando, sus palabras de amor que ahora me parecían vacías y no por ello menos dolorosas, solo me quedaba ir a la cama y llorar, y seguir llorando hasta que el cansancio me vencía y el sueño me rescataba del sufrimiento soportado.

Llegó el viernes que pasé con nervios al pensar cómo me comportaría esa tarde en el bar de copas después del trabajo. Eva y yo pudimos ir al gimnasio después de tantos días sin poder castigar el cuerpo, me había pedido que llevase un determinado tipo de ropa para cambiarme después del ejercicio, quería que fuésemos al bar de copas vestidas para el combate, fue casi una exigencia a la que no me opuse.

Eran las 19:30h cuando entramos en el local, estaba lleno de ejecutivos, oficinistas, secretarias y administrativas, que intentaban apurar el poco tiempo que les quedaba para volver a la realidad de sus hogares, en conversaciones, flirteos, juegos de seducción, negociaciones, disimulados magreos frente a una copa ejerciendo de espectadora, o cualquier otra situación que se da en estos sitios.

Lo realmente impresionante fue la reacción que produjo nuestra presencia, básicamente la de Eva, en la mayoría de los hombres que estaban allí. A los tres minutos de estar sentadas con nuestra copa en la mano, el camarero se acercó con otras dos copas idénticas, indicando que los dos caballeros de la mesa de enfrente nos invitaban. Eran dos jóvenes ejecutivos que rondarían los 25-27 años, bastante guapos, y que nos miraban con el convencimiento de que ya nos tenían en el bote.

Eva tomó la iniciativa y les hizo una señal de agradecimiento y para que se acercasen, cosa que hicieron al instante. Se presentaron como Javier y Alex y les invitamos a sentarse a nuestro lado. En el emparejamiento aleatorio me tocó a Javier como partenaire, y estuvimos conversando los cuatro agradablemente durante un buen rato y un par de copas más, hasta que Eva decidió ir directa al grano.

-        Chicos, nosotras hemos venido a ligar, supongo que como vosotros, aunque Marta no dispone de mucho tiempo ya que debe volver pronto a casa con su maridito. Propongo que dejemos la conversación para otro momento y que pasemos a la acción.

-        Joder Eva – protesté enfadada - estas no son maneras…

-        Tú haz lo que quieras, pero yo no voy a perder más el tiempo.

Quedé alucinada cuando al acabar de decir esas palabras, empezó a morrearse con Alex, que pareció encantado con la iniciativa de Eva. Noté como Javier pasaba su brazo sobre mis hombros, y al girarme, pude ver como sus labios se acercaban con exagerada lentitud en busca de los míos, creo que me estaba concediendo un tiempo para decidir si aceptaba su beso y… decidí aceptarlo.

Las dos parejas estuvimos besándonos durante un rato, a lo que siguieron unas inquietas manos masculinas, y que, bajo la cobertura de nuestros vestidos se apoderaban de nuestros sexos, provocando que los gemidos de excitación empezasen a ser más audibles de lo que la decencia permitiría. Estaba muy excitada, era la primera vez que besaba y permitía el acceso a mi encharcado coño a otro hombre desde que conocí a Agustín. Mi pecho izquierdo también fue conquistado por la otra mano de Javier, que, empujando el sujetador hacia abajo a través de mi escote, masajeaba con habilidad mi pezón erizado al extremo.

Estaba a punto de llegar al orgasmo, pero algo en mi cabeza me gritaba que debía parar, que no podía continuar con eso, y decidí abortar voluntariamente la explosión de mi placer, separando la mano de Javier de mi sexo. Él me miró extrañado, pero apartó también la mano de mi seno y alejó su boca de la mía.

-        Lo siento, tengo que irme a casa – miré el reloj y ya eran casi las 22h – perdóname Javier.

-        No te preocupes princesa, ya habrá otras ocasiones – Javier dijo con una sonrisa y no parecía enfadado –

-        Venga Marta, no seas aguafiestas – Eva y Alex hacían un paréntesis en su partido - podemos ir los cuatro a un hotel y continuar la noche allí.

-        No Eva, tengo que volver a casa, seguid la fiesta sin mí – dije con autoridad –.

-        Espera Marta, te acerco a tu casa.

-        No te preocupes Javier, puedo ir en taxi.

-        Ni hablar, soy un caballero – la sonrisa seguía en sus labios – no voy a dejar a la princesa sola con todos los dragones que hay por las calles.

Me hizo gracia la simpatía y su sentido del humor, acepté su amable ofrecimiento y nos despedimos de Eva y de Alex. Ya en su coche, le di la dirección de dos calles paralelas a la mía, no quería que supiera exactamente donde vivía y partimos hacia allí. A medio camino me comentó que tenía que repostar combustible y accedimos a la primera gasolinera que encontramos. Para mi sorpresa no fue hacia los surtidores, sino que bordeó la zona de suministro para estacionar en el parking de camiones, entre dos enormes tráilers.

-        ¿Qué estás haciendo Javier?

-        Aún es temprano y te he dejado a medias, déjame acabar lo que empecé. Me encanta la calidez de tu coñito.

-        Es tarde, mi… marido está esperándome…

-        Prometo ser muy rápido – ese hombre siempre estaba sonriendo -, y para facilitarme el trabajo, quítate las bragas y el sujetador.

-        No creo que haga falta que me las quite…

-        Vamos princesa, hazlo por mí... y por ti…

Aunque me costaba reconocerlo, deseaba que Javier acabase el trabajo empezado en el bar y que me había excitado tanto, ahora también lo estaba, y esa excitación se iba incrementando por el morbo del lugar, de la situación, por sentirme expuesta. No quería discutir y solo deseaba que sus dedos volviesen a encontrar el camino de mi coño, no dudé en obedecer y me quité la ropa interior que fue requisada por sus manos dejándola sobre el salpicadero del lado del conductor. No tardó en capturar mi boca, bajó los tirantes del vestido y arremangó la parte inferior para dejar al aire mis pechos y mi sexo. Sus hábiles dedos entraban en la vagina y masajeaban mi clítoris, su lengua batallaba con la mía y yo me sentía muy excitada y entregada en sus manos.

Entonces, al mirar por mi ventanilla, me sobresalté al ver a dos hombres, posiblemente camioneros, de edad más cercana a los 55 que a los 45 que masturbaban sus erectos penes mientras espiaban nuestras acciones en el interior del coche. Con mis manos quise tapar mi sexo y mis senos, pero Javier continuó moviendo sus dedos por mi vagina y empezó a susurrarme palabras al oído.

-        Deja que vean lo hermosa que eres, ¿no ves como los has puesto a los pobres?, no me digas que no te da morbo que se estén pajeando por ti…

-        Siii…  ahggg… siii…- solo pude decir eso, estaba a cien por hora -.

Javier incrementaba la velocidad de la penetración de sus dedos y el masaje sobre mi endurecido clítoris, y sin darme cuenta, el cristal de mi ventanilla empezó a descender

-        ¿Quéee estás haciendooo?... – ahora miraba como hipnotizada las hinchadas pollas de esos extraños sin ninguna barrera entre ellas y yo -.

-        Solo las tetas – Javier se dirigió a los camioneros, que asintieron encantados -.

Como buenos colegas, se repartieron mis pechos entre sus manos libres y empezaron a amasarlos, con especial dedicación a mis pezones. Yo no podía más con mi excitación, aquello me superaba, todas esas manos actuando libremente por mi cuerpo, no pude aguantar más y me solté con un orgasmo descomunal, rendida en el asiento del copiloto. Los tres respetaron mi momento de relajación retirando sus manos de mis senos y mi coño, cosa que agradecí. Tras un tiempo prudencial, Javier volvió al ataque.

-        ¿Por qué no se la chupas a nuestros amigos? Aún siguen pajeándose…

-        Ni loca, no voy a hacer eso...

-        Vale… ¿y a mí me la puedes chupar?, creo que me debes una.

-        De acuerdo – contesté al momento, mi excitación continuaba al verlo abultado de su pantalón y en realidad, me apetecía mucho mamársela -.

-        Ponte de rodillas en tu asiento y déjales a mano tu coñito y tu culo para que jueguen un poco contigo mientras me la chupas, te va a encantar – me estaba ordenando eso mientras ya había sacado una enorme verga como no había visto nunca, emergiendo desde su pantalón -. Vosotros solo con las manos – les advirtió -.

No sé por qué lo hice, pero obedecí al pie de la letra sus instrucciones, y al instante me encontraba chupando con ansia una inmensa polla que casi no me cabía en la boca, a un tipo que apenas hacia unas horas ni conocía de su existencia, con otros dos hombres extraños a quienes prácticamente no había visto la cara, que con sus rudas manos masturbaban mi coño, sobaban mis nalgas e incluso introducían tímidamente un grueso dedo en mi esfínter. Estaba tan caliente que no podía parar.

Al parecer nos pusimos todos de acuerdo, ya que empecé a convulsionar por el orgasmo provocado por los dedos de esos cabrones de camioneros, Javier empujó mi cabeza contra su polla a la vez que soltaba una cantidad inhumana de semen que me fue imposible de engullir en su totalidad, y los invitados exteriores se corrieron manchando con la lefa liberada de sus penes mí culo, espalda y el vestidito que ahora ejercía de arrugado cinturón.

Tardé un par de minutos en recobrar la cordura y los camioneros se despidieron dándome tímidamente las gracias. Javier me dio unos pañuelos de papel para limpiar el estropicio en mi culo, espalda y vestido, así como la leche que no pude tragar.

-        Acércame las bragas y el sujetador – le pedí a Javier para acabar de vestirme -.

-        Me los voy a quedar, si no te importa. Prometo devolvértelos el día que follemos de verdad.

-        Oye, devuélvemelos que valen una pasta.

-        Préstamelos, por favor. Será la excusa perfecta para volver a verte.

-        Vale, te los regalo, creo que no volveremos a vernos nunca más.

-        Bueno, el tiempo lo dirá…, para mantener la esperanza podrías darme tu número de teléfono. – me lo pensé durante unos segundos y acabé por dárselo -.

Mientras arrancábamos de ahí, miré el móvil y tenía unos diez mensajes de Agustín preguntando si estaba bien y que cuando llegaría a casa. Al ver la hora… dios mío… ya eran casi las 24h., le envié un mensaje que habíamos acabado tarde en el trabajo y que estaría en casa en 20 minutos.

-        Javier, puedes llevarme rápido a casa, mi marido está preocupado.

-        Claro que sí, en un plis plas estarás con tu maridito… ¿sabes que eres preciosa?... te has portado muy bien para ser la primera vez… ¿te ha gustado la experiencia?

-        Si… ha sido muy excitante, aunque ahora no me siento demasiado bien, nunca había engañado a mi marido.

-        No le des más vueltas, es solo sexo, pasarlo bien. Ya hay demasiados momentos para sufrir en esta vida…

-        Tal vez tengas razón… Puedo preguntarte si habías hecho con otras chicas, bueno…, quiero decir algo parecido a lo mío…

-        Muchas veces, en este sitio nunca, pero si en otros. En algún caso la chica se niega y la cosa se acaba ahí, otras ocasiones son como contigo, un poco descafeinadas, por favor no te ofendas, pero me gusta mucho más duro que lo de hoy, como en otras de las veces que acaban siendo un desmadre total, muy guarro si quieres, pero con un morbazo bestial.

-        ¿Disfrutas con esas situaciones?

-        Muchísimo, me gusta compartir, soy muy generoso, jeje… ahora en serio, la mayoría de veces lo hago con mi mujer.

-        ¿Dejas que otros se follen a tu mujer? – estaba sorprendida por la confesión -.

-        Claro que sí, y cuantos más mejor, me vuelve loco. Lo hacemos en la playa, en el bosque, en áreas de descanso de autopistas, en parkings de camioneros, en miradores donde van las parejitas con el coche, siempre con desconocidos, no solemos repetir en el mismo lugar. No te vayas a creer que no la amo, estoy loco por ella y ella por mí.

-        Vaya, estoy sorprendida. ¿y hay muchos hombres cuando lo hacéis?

-        Depende del día y del lugar, su récord es con 42 tíos, fue en un área de descanso de autopista, había un autocar de estudiantes extranjeros volviendo a su país tras acabar su erasmus. La subieron al autocar y no pararon de follársela todos, incluidos los dos conductores. Fue una pasada, nunca había visto tanta leche, se me pone dura de recordarlo y ella se lo pasó de muerte. Oye…, me parece que te estás poniendo cachonda, déjame ver …

Alargó su mano para meterla bajo mi vestido y comprobar con dos dedos la cantidad de flujo que inundaba mi chocho. Los sacó impregnados y se los llevó a la boca para chuparlos, todo esto sin dejar de conducir. Giró su cabeza hacia mí con su eterna sonrisa.

-        Delicioso, veo que mi princesa esta mojada y que está deseando probar una experiencia como esa, a que sí.

-        Estás loco, conduce y calla – no pude aguantar la risa y él también se puso a reír conmigo-.

-        Te llamaré cuando se me ocurra alguna experiencia guarra, vas a alucinar. Como premio te regalaré otro conjunto de lencería como el que me has prestado, ahora tengo tu talla…jeje

-        Ni lo sueñes… - dije con firmeza, aunque mi coño estaba palpitando de excitación -.

Llegamos a la altura de mi casa, pero dos calles por encima, le di un suave beso y salí del coche, que a los pocos segundos desaparecía por el fondo de la calle. Caminé entre las casas hasta llegar a la mía, arreglé un poco mi pelo, alisé lo que pude mi vestido y… dios… no llevaba ni bragas ni sujetador, mi boca olía a semen y mi vestido estaba manchado. Fui consciente en ese momento que acababa de serle infiel a mi marido por primera vez, con tres hombres a los que no conocía de nada, permitiéndoles que me utilizaran para su placer, si bien con limitaciones. Conceptualmente era tan infiel como mi esposo.

Eran ya las 0:15h cuando abrí la puerta y tras cerrarla, Agustín me sorprendió con un imprevisto abrazo y un apasionado beso. Al momento me di cuenta de que podía detectar el sabor del semen que hacía menos de 20 minutos había inundado mi boca y le di un ligero empujón para separarlo de mí, fue muy suave, pero le obligó a dar un pasito atrás. Me miró asombrado por mi inesperada reacción y sus ojos se clavaron en los míos, pidiendo una explicación.

-        Perdona Agustín, estoy un poco agobiada por el estrés del trabajo – mi voz denotaba un claro nerviosismo – mira la hora que es…

-        Entiendo… pero tu boca sabe a… - esa diminuta pausa paralizó mi corazón – a alcohol.

-        Verás… es que al salir hemos ido a tomar una copa para liberar tensiones…, cohesionar equipo… ya sabes…

-        Claro… es importante que no decaiga la moral – su respuesta denotaba ironía – Pero te agradecería que me avisases si pensabas llegar tan tarde, no hubiese perdido el tiempo preparando la cena. Si quieres puedo recalentar lo que había preparado para que cenásemos juntos. -  se le notaba enfadado -.

-        No me apetece comer nada, gracias – había recalcado lo de cenar juntos y recriminado que no le llamara, aunque no quise disculparme -, estoy muy cansada, voy a ducharme y a la cama.

-        Como prefieras, yo leeré un rato en el sofá antes de acostarme.

-        Muy bien. Buenas noches.

Empecé a subir las escaleras con una horrible sensación de culpabilidad, acababa de serle infiel a mi marido con tres hombres, y ni siquiera le había dado un beso de buenas noches. Al quitarme el vestido noté que la parte trasera estaba pringosa de las corridas de esos camioneros y empecé a preguntarme si Agustín habría detectado alguna de las señales que delatasen mi infidelidad.

El sabor a semen de mi boca durante el corto beso, la leche pegajosa en la parte trasera del vestido, lo arrugado que estaba, mi pelo alborotado, que no llevaba sujetador ni bragas, podían ser todas, alguna o ninguna. Si el Agustín de cuatro meses atrás hubiese encontrado alguna de estas pistas, inmediatamente me habría interrogado para aclarar la situación, sin tapujos, pero ahora, o bien no se había enterado de nada, o no se atrevía a quejarse al sentirse culpable de los cuernos que me estaba poniendo durante las últimas semanas.

El sábado por la mañana Agustín intentó varias aproximaciones cariñosas que me encargué de desbaratar de la forma menos agresiva posible, pero impensable en nuestra relación hasta la fecha, a partir de ese momento, nos dedicamos a evitarnos educadamente durante el resto del fin de semana. El domingo por la noche, aprovechando que él estaba en el baño, me fijé en la maleta que había preparado para su “viaje”, a parte de su inseparable notebook, había poca ropa para estar fuera cinco días, pero lo que llamó mi atención fue una caja de 24 preservativos camuflada entre la ropa.

Teniendo en cuenta de que yo tomaba anticonceptivos desde antes de conocernos, y que esos preservativos se iban con él de viaje, estaba claro para que los iba a utilizar, desde luego que conmigo no. Cuando volvió del baño para acostarse le dije que por la mañana saldría mucho más temprano que él, ya que tenía que reunirme con unos colaboradores antes que partiesen de viaje. Evidentemente ese no era el verdadero motivo, en realidad necesitaba comprobar una cosa por mí misma.

Las tres noches del fin de semana dormimos en la misma cama, pero de espaldas al otro sin rozarnos siquiera, como si aceptáramos tácitamente que ya nada sería lo mismo en nuestro matrimonio, si es que quedaba algo de él...

Marta. (Semana 4 – lunes – 8h)

Me levanté muy temprano para estar en el vestíbulo del Gran Hotel antes de la llegada de mi esposo, quería ver con mis propios ojos como mi marido entraba en el hotel para continuar con sus infidelidades una semana más. Estaba sentada de espaldas a la recepción en una zona de cómodos sillones, con un enorme espejo frente a mí que permitía ver sin ser vista todo el movimiento de entrada de clientes, y también la parte final del recorrido hasta los ascensores.

Llegaba tarde e intenté engañarme a mí misma con la falsa esperanza de que tal vez no vendría, que la pesadilla había terminado y que Agustín estaba realmente de viaje, trabajando. Pero no, a las 8:30h le vi con su maleta, abrazado de una joven muy guapa, elegantemente vestida, vi que le hacía una señal al encargado de recepción, un hombre de mediana edad que no tardó en salir a su encuentro para entregarle algo en mano. Me fijé en la cara de la mujer y definitivamente no era la misma que aparecía en las fotos de la semana anterior.

Caminaron abrazados hasta el ascensor, ella cogiéndole por la cintura y él con el brazo sobre sus hombros, y tras esperar unos segundos, desaparecieron en el interior mientras yo miraba como se incrementaban los dígitos del indicador de plantas del ascensor, hasta detenerse en el número más alto, el más lejano, simbolizando la distancia insalvable que me separaba de Agustín. Sequé mis lágrimas con un pañuelo y me fui a trabajar.

El día transcurrió con el ajetreo habitual de ese mes de locos y Eva se presentó en mi despacho para explicarme su fin de semana y que le contase como acabó lo del viernes y la situación con Agustín.

-        Es una lástima que te cortaras en el último momento y tuvieras que volver a casa como la cenicienta con el putero de tu marido. Yo me lo pasé de puta madre con Alex, fuimos a un hotel y me empotró contra la pared nada mas entrar a la habitación, y luego toda la noche follando. En el bar te vi muy acaramelada con… ¿cómo se llamaba?…

-        Javier.

-        Pues desde luego parecía que la mano de Javier te estaba trabajando bien los bajos, no sé por qué le cortaste el rollo. ¿Tu caballero andante te dejó en casita a la hora de las princesas? Con lo bien que nos lo habríamos pasado los cuatro, vas y te rajas…

-        Pues al final llegué un poco tarde a casa, y con mi caballero andante como tú dices, acabamos teniendo un poco de fiesta.

-        No me digas que te lo follaste… cuenta…cuenta, y con detalles.

-        La verdad – me daba vergüenza lo que le iba a contar - es que fue una situación bastante… guarra, aunque disfruté como una enana.

Le conté con detalle todo lo ocurrido en ese aparcamiento y Eva parecía emocionada con mi relato.

-        Vaya… esa es mi chica, por fin te has soltado, no mucho, pero es un avance. Tenías que habérselas chupado a los camioneros y habértelos follado a los tres. Pero no está mal para empezar.

-        Me pusieron súper cachonda entre todos y me dejé hacer, aunque no me atreví a ir más allá. Luego me llevó a casa, llegué con un aspecto impresentable y Agustín estaba enfadado, quizás se dio cuenta de algo, no sé…

-        Pues que le den, ya has empezado a devolverle los cuernos, que es de lo que se trata.

-        No estoy segura de que lo que hice estuviese bien…

-        A ver… ¿disfrutaste, te corriste como dios manda?

-        Muchísimo… la situación era tan morbosa que la lujuria pudo conmigo, luego me explicó que eso de ir a lugares y compartir a la chica con extraños le encantaba, incluso me dijo que llevaba a su mujer para que se la follasen, y que cuantos más lo hacen, más cachondo se pone, me contó que una vez se la follaron 42 tíos de una tacada, pero creo que eso no es posible.

-        Por supuesto que es posible, yo no lo he hecho con tantos a la vez, creo que mi récord es con 15 hombres, - al oírlo pensé una vez más lo puta que era mi amiga - pero espero superarlo pronto y estaría bien que estuvieses conmigo, en plan competición… jeje.

-        Ni lo sueñes… yo no podría hacer eso, lo del viernes ya ha sido una locura para mí.

-        Bueno, bueno, ya veremos. Dijimos que iríamos despacio, y ya se verá. Te propongo un siguiente paso, el jueves vamos a cenar a casa de mi amigo Kike, también estará Miguel. Después vamos al lio, verás la lengua que tiene Kike, te va a dejar el coño reluciente.

-        Joder Eva, te parece todo tan fácil, te repito que yo no soy así.

-        Claro que no eres así, solo que tres tíos desconocidos te tocan el coño hasta correrte dos veces, se la chupas a uno y te tragas toda su leche mientras los demás te están tocando el coño y el culo y también se corren sobre ti. Ya veo que no eres así. Mira Martita, la decisión es tuya, ¿vendrás el jueves para que te folle Kike, sí o no?

-        Sí que vendré – me sorprendí a mí misma al aceptar al instante sin meditarlo siquiera -, si me gusta Kike, follaré con él –.

-        Pues muy bien, nos veremos el jueves por la noche, que tengo que hacer una inspección delicada hasta entonces, te pasaré la dirección del apartamento y quedamos allí.

Cuando Eva salió de mi despacho no pude evitar el imaginármela disfrutando de tantos hombres para ella sola, y vinieron a mi mente las palabras de Javier cuando entregaba a su mujer a esos estudiantes. Mi mente visualizó a una mujer sin rostro definido tendida en el pasillo de un autocar, con un montón de jóvenes follándosela una y otra vez, sin darme cuenta mi mano se introdujo bajo mi falda, apartando mis braguitas y alcanzando mi mojada raja, cerré los ojos y al instante, la cara sin rostro de esa chica se había transformado en la mía, me había convertido en la protagonista de esa fiesta, era yo a quien se follaban todos esos chicos. Mi excitación iba en aumento y mis dedos adquirían un ritmo acelerado masturbando mi sexo, acercándose peligrosamente a la línea de no retorno…

Entonces sonó el maldito teléfono que me devolvió a la realidad, abortando todo el camino recorrido hacia el orgasmo, recordándome que estaba en ese despacho para trabajar, y no para tener sueños calientes.

Eva. (Semana 4 – jueves – 21:30h)

Llegué al apartamento de Kike directamente desde el aeropuerto y Marta no había llegado aún. Miguel estaba ayudando a su amigo a preparar la mesa donde ya humeaba en su bandeja un pescado con un aspecto extraordinario. Pensé que tal vez Marta se había arrepentido en el último momento, ya llevaba media hora de retraso.

Estaba cansada, el trabajo había sido duro pero fructífero, volvía con el éxito absoluto bajo el brazo, con un montón de millones de euros en forma de acuerdo para evitar una multa mucho mayor. Solo faltaba la firma de Marta para aceptar el acuerdo, y esa multinacional que había intentado defraudar mucho dinero a la Hacienda pública, tendría que rascarse el bolsillo y soltar toda esa pasta. Me sentía orgullosa de mi trabajo, había ganado para el país el poder construir unas tres escuelas, un par de bibliotecas, una nueva planta de hospital y un buen tramo de autovía.

Cuando llegué a la sala de reuniones de esa multinacional repleta de asesores fiscales y abogados experimentados, todos sonrieron disimuladamente al ver a su oponente, o sea yo. Les había tocado la inspectora sexi y tonta, buenísima, pero sin cerebro. A parte de ponerse palotes todos ellos con mi presencia, se frotaban las manos con lo que creían una victoria segura y fácil. Sus caras empezaron a cambiar y sus penes a menguar hasta su mínima expresión, cuando desplegué toda mi habilidad en destapar todas sus maniobras y sapiencia en ingeniería fiscal para no declarar un montón de beneficios, que habían pretendido ocultar a Hacienda.

Los acorralé contra la pared sin piedad, me marqué un farol sobre la cantidad de la multa que les iba a caer y se acojonaron del todo, luego cambié a modo inspectora comprensiva y les facilité la salida del acuerdo millonario, en realidad iban a pagar mucho más que con la sanción oficial, pero eso no lo sabrían nunca.

Estaba eufórica de mis habilidades, aunque tenía que reconocer que seguí al pie de la letra las instrucciones y estrategias que Marta me había dado. Admiraba al tiempo que envidiaba y odiaba la capacidad de Marta para detectar la grieta por donde se podía entrar hasta donde se encontraba el fraude por mucho que se quisiese enmascarar, con solo analizar un expediente sabía cuál era el punto débil.

Para su desgracia, fuera del trabajo no era tan despierta y su ingenuidad era uno de los aspectos frágiles y la confianza que tenía conmigo también. Había sembrado las semillas y pude comprobar como estaban arraigando en ella, hoy se vería si crecería el fruto o perdería la cosecha. Si conseguía que diese el salto adelante que esperaba, ya no podría parar, estaba convencida de ello y de que mis planes me llevarían a obtener el premio final para mi disfrute. El timbre de la puerta estaba sonando, mi Martita había tomado la elección correcta, al menos para mis intereses.

Marta. (Semana 4 – jueves – 21:45h)

Desde el lunes no hacía más que pensar en la cena del jueves en casa del amigo de Eva, si me atrevería a ir a sabiendas de lo que irremediablemente haría allí con Kike, si cruzaba esa puerta iba a follar con él y la verdad es que después de la experiencia con Javier y los desconocidos camioneros, la idea me calentaba enormemente. Estaba perdiendo el respeto a mi marido, las promesas de fidelidad que le hice, que nos hicimos en su día eran papel mojado. Él lo había decidido así, por lo que debía atenerse a las consecuencias, no iba a ser yo la mala de esta historia. Ignoré sus llamadas y mensajes de las 21h el lunes y el martes, y el miércoles cuando me pidió explicaciones de mi comportamiento contestándole yo de muy malos modos y siendo muy desagradable con él, pude ver como el enfado se mostraba en su rostro cuando dijo que el viernes hablaríamos, y sin esperar mi respuesta, colgó la video llamada.

Y ahora estaba apretando el botón del timbre de ese apartamento, donde con seguridad volvería a serle infiel a Agustín, sin ser totalmente consciente de ello, ya lo había decidido.

Tras los besos y las presentaciones fuimos a sentarnos a la mesa antes de que se enfriase la cena. Kike y Miguel eran unos tíos de nuestra edad muy guapos y con unos cuerpos estupendos, pensé que eran como prototipos inacabados de Agustín, que era francamente difícil de superar. Aparté esa idea de mi cabeza para centrarme en la estupenda cena que habían preparado, una ensalada muy imaginativa, y un pescado al horno excelente acompañado por un vino blanco delicioso. Eva me hizo un resumen en cinco minutos del triunfo de la inspección, de lo que no tenía ninguna duda, aunque no me esperaba que hubiese logrado superar el importe objetivo del acuerdo, cosa que celebramos brindando.

La conversación fue muy distendida y nos reímos mucho de las ocurrencias de Miguel, que tenía alma de humorista. Al preguntar por el postre Kike fue directo, y me dijo que no había preparado nada, que esperaba que su postre fuese yo. Todos se pusieron a reír de la ocurrencia y empezaron a circular unos chupitos para animarnos un poco. Eva les dijo que me encantaba bailar y Kike puso una música muy suave y me invitó a que le acompañase. Mientras bailábamos muy apretados, acercó sus labios a los míos y nos besamos con cierta ternura. Continué bailando con mi cabeza apoyada en su hombro cuando Miguel cogió a Eva de la mano diciendo que continuarían con los chupitos en el sofá.

Ante mi sorpresa cuando Miguel se sentó en el sofá, Eva le desabrochó su pantalón y se lo sacó junto con su bóxer, y pude ver como su pene casi erecto quedaba al aire, y Eva, con un gesto brusco de sus manos, tiró de la camisa hacia los dos lados haciendo saltar los botones y dejando visible el depilado torso del chico. Mi amiga cogió la botella de chupito y derramó un buen chorro sobre el pecho de Miguel y empezó a lamer el licor que se deslizaba sobre su cuerpo. Fue descendiendo con su lengua hasta llegar al pene que ahora ya estaba en su máxima expresión, y derramó unas gotitas sobre él y lo engulló hasta la base, iniciando así una felación de campeonato.

Yo miraba absorta la excitante escena cuando Kike me dijo:

-        Vamos al sofá que también tengo mucha sed... de ti…

Al llegar me sacó el vestido por encima de la cabeza, desabrochó mi sujetador mientras me besaba, ahora sí con pasión, y tiró de mis braguitas hacia abajo sin demasiadas contemplaciones, empujándome contra el sofá donde quedé tendida. Imitó a Eva con lo del licor sobre mi cuerpo, bebió de mis pechos y descendió hasta mi sexo para devorarlo con su boca de una forma experta que me hacía ver las estrellas de placer, hasta arrancarme un orgasmo descomunal. Miguel también se estaba corriendo en la cara de Eva, y se quedó tan relajado como lo hice yo.

Kike me ayudó a levantarme al igual que Eva a Miguel, y decidieron ir a la habitación a follar. Pensé ilusamente que cada pareja iría a una habitación distinta, pero entramos los cuatro en una estancia muy amplia y con una cama enorme. Cada pareja ocupó un lado de la cama, los dos hombres tendidos boca arriba, con sus vergas erectas apuntando al techo y esperando que los cabalgásemos.

-        ¿Tenéis condones? – pregunté tímidamente -.

-        Con ellos no hace falta Martita son de fiar y se controlan mucho, doy fe – me contestó Eva que ya se estaba empalando en el pene de Miguel.

Mi excitación estaba por las nubes debido a la situación y no tardé en subirme a esa polla que me esperaba tan dura como una barra de hierro. Me solté, quería follar y ser follada y Kike demostró que sabía lo que tenía entre manos, empujaba su abdomen hacia arriba para colisionar con mis cabalgadas, sus manos estrujaban mis senos y jugaban con los pezones. No tardé en sentir un orgasmo y él también se soltó vaciándose dentro de mí. Eva pegó un grito bestial al correrse y se dejó caer sobre el pecho de Miguel, que era el único que no había llegado aún.

No tardamos en buscar otra postura, ahora estaba a cuatro patas y Kike me follaba con furiosas embestidas, pero me fue desplazando para que mi cabeza quedara en una posición donde tenía un primer plano de la acción entre Eva y Miguel. A la distancia de un palmo pude ver como la polla de Miguel perforaba una y otra vez el culo de Eva, que parecía enajenada por el placer que recibía. La imagen era hipnótica, ver como su ano se dilataba para aceptar la entrada de ese pene me estaba excitando tanto como la follada que me estaba metiendo Kike.

-        Marta… tienesss… queee probarlo… - decía Eva – Nuncaa le has dejadooo a tuu maridoo… pero hoy Kike te va a partirr ese culo… ¿verdad Kike?...

-        Me daaa miedo… al dolor… - dije yo mientras Kike dejó sus embestidas y se salió de mi coño –

-        Vamos tía déjame tu culito, te prometo que solo dolerá un instante y luego… ya no querrás que pare.

-        Venga Marta – ahora era Miguel el que opinaba – pruébalo y no te arrepentirás, Kike es el crack de los culos, ya verás.

-        No sé…

Dudaba de entregar mi culo a un desconocido cuando durante años se lo había negado al hombre que amaba. Pero la situación era tan excitante, las dos parejas follando en esa cama, viendo como la polla de Miguel percutía en el ano de Eva… y su cara de…

-        Vale… pero con cuidado, por favor.

-        No te preocupes que te prepararé muy bien – se acercó hasta la mesita de noche y sacó un tubo de lubrificante – ahora quiero que te fijes bien como Miguel se la está clavando a Eva, acerca tu cara para no perder detalle y quiero que te imagines que es tu culito el que está siendo perforado. Mientras Eva chupa mi polla para que no decaiga, voy a dilatar tu esfínter con mis dedos hasta que se acostumbre.

Con sus dedos bien lubricados empezó a horadar en mi ano, añadiendo uno más cada vez que me adaptaba los anteriores. La visión de Eva sodomizada mientras chupaba la polla de Kike era tan excitante que casi no notaba las penetraciones de esos dedos en mi culo. Eva alargó su mano hasta mi vagina e inició una masturbación que incrementaba el placer que sentía.

-        Vaaamoss Kike... clavaselaaa a esta putaaa, partelee el culo. Está chorreandooo…

-        Vamos allá.

Kike sacó el pene de la boca de Eva para introducirlo despacio en mi culo, notaba como esa carne iba expandiendo mi orificio y sentía un dolor agudo muy molesto, pero que se compensaba con el trabajo de la mano de Eva en mi coño. La polla de Kike había entrado hasta la mitad y de un golpe, me la clavó hasta el fondo. El grito que pegué debió de oírse en todo el edificio y las terminaciones del dolor lo transmitieron hasta mi cerebro. El pene no se movía y yo me adaptaba a su tamaño hasta que empezó a entrar y salir, primero despacio y luego ya con una velocidad desenfrenada. El dolor había desaparecido por completo y solo sentía un placer que me estaba volviendo loca, el morbo de la situación, la mano de Eva trabajando mi clítoris, esa verga que me taladraba sin cesar, me transportaba a mis mejores momentos de placer con Agustín.

-        ¿Quieres que pare, zorra? – me decía Kike sabedor de la respuesta -.

-        Nooo paress… rompemelooo todo… aghhhh.

-        Joder Miguel… tienes que probar este culito… está bien prieto a mi polla… tío es la gloria.

-        No pienso perdérmelo, debe de ser la hostia… - Miguel resoplaba excitado -.

Al oír como hablaban esos dos de mi culo estallé en un orgasmo brutal que me dejó jadeando con la cara sobre las sábanas. Kike continuó percutiendo hasta que se vació en mis entrañas al tiempo que lo hacía Miguel dentro de Eva y ella también se soltó al llegar a su clímax, los cuatro habíamos sincronizado perfectamente nuestras corridas.

Descansamos tendidos un buen rato hasta que Eva se lanzó a chupar la polla de Kike, y Miguel se pajeaba viendo la escena. Yo aún estaba normalizando mi respiración, atenta a lo que Eva hacía con Kike.

-        Ven Martita, te la he preparado para que te vuelvas a empalar en ella.

Sin pensármelo dos veces cabalgué de nuevo esa verga hasta la base y comencé mis movimientos para follármelo otra vez, estaba desbocada por la calentura. Kike tiró de mi cuerpo para que mis senos se pegasen a su pecho y su boca encontró la mía. Oí la voz de Eva dándole órdenes a Miguel.

-        Vamos Miguel, métesela en el culo, hacedle una doble a esta puta, llevadla al paraíso

-        Eva… no sé si podré… -

Es todo lo que pude decir antes de sentir como la polla de Miguel empezaba a entrar con cierta cautela en mi culito. Los movimientos no cesaban y ya tenía las dos pollas que entraban y salían libremente al ritmo que ellos decidían, y yo ya no sabía dónde estaba del placer que recibía.

Pensé lo estúpida que había sido durante tantos años negándole a mi marido el sexo anal, ahora que lo había probado supe que esta práctica ya no desaparecería de mi menú preferido. Y lo de la doble penetración era… algo insuperable, sublime. Sentía como esos penes se deslizaban dentro de mí, rozándose entre ellos, solo separados por la delgada pared que dividía mis dos cavidades. En mi estado de gravitación, pude oír el timbre de la casa y Eva salió de la estancia moviendo ese felino cuerpo construido expresamente para el pecado.

Cuatro minutos más tarde, Eva entró en la habitación acompañada de tres hombres desnudos y se acercaron a la cama. Yo intenté detenerme, pero la doble penetración no cesaba y me mataba de placer, imposible parar aquello.

-        Han llegado refuerzos, abre bien la boca y chupa esta polla – la verga de uno de ellos ya estaba frente a mis labios y no dudé en adelantar mi cabeza para engullirla hasta su base -, quiero que también pajees a los otros dos. Querida, los cinco son para ti, disfrútalos. Tíos, cuando un agujero quede libre, que alguno de vosotros lo ocupe. Cuando esta puta esté agotada, yo también quiero mi ración de pollas, o sea que guardad algo para mí.

Todos rieron a carcajadas y yo solo quería correrme una y otra vez, que no parasen en toda la noche, que me utilizasen todos ellos cuanto quisiesen. Mi emputecimiento ya se había consumado completamente, a partir de ahí… estaba dispuesta a aceptar lo que viniese…

Me desperté emparedada entre Miguel y uno de sus amigos, apenas había dormido dos horas y ya era hora de ir a trabajar. Me vestí en silencio mirando como Eva dormía abrazada a Kike, ella libraba ese día, pero yo no. Los otros dos tíos de los que desconocía el nombre dormían en el suelo sobre la mullida alfombra. Sentía el coño y el culo irritados y me costaba caminar sin sentir alguna punzada en mi trasero. Eva me había facilitado un tubito de crema para aliviar el escozor y reducir la dilatación de mi ano, provocado por la enorme cantidad de penetraciones que esos cinco hombres me habían dedicado durante toda la noche.

Pensé durante todo el día lo que había sucedido la noche anterior, lo poco que me había costado entregarme a la lujuria con cinco hombres y con Eva de maestra de ceremonias. La encerrona de Eva había resultado ser un éxito, debería maldecirla por forzar la situación al extremo, pero en realidad le estaba agradecida, había disfrutado muchísimo. Entrar en ese apartamento con el convencimiento de que me iba a follar a un tío no lo diferenciaba mucho de que al final hubiesen sido cinco, solo variaba la cantidad de orgasmos que tuve.

Me fastidiaba que fuese viernes y que Agustín regresase a casa, estaba incómoda con él, había crecido un muro entre nosotros construido ladrillo a ladrillo con sus infidelidades y ahora, era yo la que estaba elevando otra pared, pegada a la suya con los ladrillos de las mías.

Procuré llegar a casa lo más tarde posible para tener la excusa del cansancio frente a Agustín e irme a la cama sin tener que hablar con él. Nada más entrar Agustín me esperaba al pie de las escaleras con cara seria.

-        Veo que sigues llegando tarde a casa a pesar de saber que te estaba esperando para hablar.

-        Mira Agustín, estoy cansada de tu dramatismo y no me apetece hablar contigo ahora, no sé tú, pero yo no he parado en todo el día.

-        Hemos de hablar Marta, llevo días insistiendo que esto no puede seguir así, tu actitud está rayando el desprecio hacia mi persona. Es humillante.

-        Yo no tengo nada que decir, y si te sientes humillado, es tu problema. Has tenido tiempo de contarme cosas relevantes, pero has pasado de hacerlo. Tal vez sería mejor que volvieses a tu… proyecto a terminarlo de una puta vez y decidir qué es lo siguiente. – sin darme cuenta le estaba chillando y le hablaba con mala educación y un tremendo desprecio, se notaban mis ganas de hacerle daño con mis palabras -.

-        Veo que la paciencia que prometiste tener conmigo estas semanas se te ha agotado antes de tiempo, me voy a donde me traten con más respeto, piensa en tu actitud durante este fin de semana, recapacita sobre si es la adecuada y te llamaré el lunes para que lo hablemos – estaba enfadado pero su tono era sereno -. Voy a hacer mí maleta.

-        Pues yo aprovecharé para ducharme – necesitaba volver a poner crema para aliviar mis irritaciones genitales -.

Mientras él trasteaba en nuestra habitación, me metí en la ducha con el tubo de crema y me incliné para aplicármela. En ese momento me sorprendió la voz de Agustín al entrar en el baño y me di cuenta que la puerta de la mampara de ducha estaba medio abierta

-        ¿Has visto mi espuma de afeitar? – Agustín me preguntaba y mi reacción fue muy rápida al cerrar la mampara, evitando que pudiera ver el estado de mi culo.

-        Y yo que sé dónde mierdas está la espuma… ocúpate tú de tus cosas que ya eres mayorcito.

Mi contestación fue muy desagradable producto del nerviosismo que me entró por si me había visto, Agustín no dijo nada más, solo se oyó la puerta del baño al cerrarse. Cuando salí de la ducha y entré en la habitación, no estaba ni él ni su maleta. Bajé a la cocina para tomar un vaso de leche y tampoco estaba en la planta baja, se había marchado sin despedirse. Aunque pensé que no le debía nada, una sensación de vacío se apoderó de mí, este fin de semana lo iba a pasar sola, pero tampoco me importó demasiado…

(continuará)