Solo ocho semanas. (2)

Marta analiza cómo su matrimonio ha llegado a esa situación mientras espera que su marido y su mejor amiga acaben de follar.

Marta. (Semana 5 – domingo – 17:15h)

Miré el reloj del salón para controlar innecesariamente el tiempo que duraba la sesión de sexo que se estaba perpetrando en mi habitación de matrimonio. Había pasado poco más de una hora desde que Eva entró en la casa, y conociendo la capacidad sexual de esos dos, aún faltaba bastante tiempo para que se diesen por satisfechos. Entre lágrimas y el dolor por toda esa situación, mi mente retrocedió algo más de tres meses atrás, cuando todo empezó a cambiar de forma casi inapreciable, hasta que poco a poco se hizo evidente.

Llevábamos casi una semana sin que Agustín mostrase intención alguna de tener sexo, no me había buscado en ningún momento y eso era algo inusual. Desde que empezamos a vivir juntos ocho años atrás, difícilmente estábamos más de dos días seguidos sin hacer el amor, evidentemente descartando las ocasiones en que motivos laborales nos obligaban a permanecer separados al estar uno o el otro de viaje. Se le veía preocupado y su carácter se mostraba algo huraño y evasivo, cosa también extraña ya que por muchos problemas que tuviese en el trabajo, jamás los transmitía en casa, aparcándolos fuera para no afectar a nuestra relación.

Empecé a preocuparme cuando me soltó alguna respuesta agresiva y fuera de lugar sobre un comentario que hice de un tema totalmente irrelevante y sin importancia. No estaba acostumbrada a que Agustín me hablase de esa manera y cuando se lo recriminé abiertamente, de inmediato se disculpó aduciendo que estaba preocupado por otros temas, que le costaba concentrarse y que en ningún momento su intención había sido herirme con sus palabras. Me dio un sentido beso y yo intenté aprovechar la coyuntura para meterle mano y despertar su excitación y llevármelo a la cama, pero su respuesta me descolocó otra vez cuando utilizó el tópico argumento de las mujeres para evitar el sexo con sus maridos a la hora de acostarse, me dijo aquello de que le dolía mucho la cabeza y que no le apetecía.

En realidad, no ocurría nada si realmente tenía jaqueca y comprendía que no tuviese ganas de hacerlo, pero el que llevase tantos días evitándome, empezaba a mosquearme. Para mi preocupación, esa actitud continuó dos semanas más y no pude evitar mostrarle mi queja, aunque no fui demasiado sutil al expresarme.

-        ¿Se puede saber cuándo vamos a follar?, una tiene sus necesidades, y si tú no eres capaz de satisfacerlas, tendré que buscar a otros que lo hagan, sabes lo fácil que será conseguir las pollas que quiera – le solté sin pensar lo que estaba diciendo, y él no se lo tomó nada bien -.

-        ¿De verdad estás pensando en follar con otros? – su cara mostraba que mis palabras le herían profundamente y al instante me arrepentí de haberlas pronunciado -. ¿Tiene que pasar tan poca cosa para que ya pienses en serme infiel?

-        Perdona cariño, es que parece que ya no quieres saber nada de mí.

-        Si no puedes entender que estoy pasando un mal momento, tendré que darte lo que tanto deseas. ¡Ven aquí, ponte de rodillas y empieza a chupármela!...  – el tono imperativo me dejó descolocada -.

Como un autómata obedecí, sacándosela y empezando a mamársela haciendo que su pene creciese rápidamente. Nunca me había dado órdenes en el sexo, y cuando me cogió del pelo y empezó a follarme la boca literalmente, pensé que ese hombre no era el atento y sensible esposo con el que me había casado. Me ahogaba y sentía arcadas cuando mantenía la polla buscando el fondo de mi garganta, cuando la metía y sacaba sin contemplaciones, me llamaba puta, zorra y otras palabras ofensivas que nunca me había dicho. Cuando se corrió, me obligó a tragarme lo todo y luego, con su pene erecto aún, empezó a follarme el coño con brutales embestidas, no paró de morder y de retorcer mis pechos sin miramientos, y penetraba mi culo con un par de sus dedos. No es que no hubiésemos tenido sexo duro desde que éramos pareja, no estaba haciendo nada que no hubiésemos hecho antes muchas veces, la diferencia es que siempre que lo hacíamos así, estaba pendiente de mí en todo momento para que nada pudiese molestarme o lastimarme, cosa que ahora no ocurría, daba la sensación que no le importaba nada de lo que yo sintiese, parecía que solo me consideraba como una herramienta para liberar su ira y su furia interna.

No puedo negar que pese a lo asombrada que estaba por la forma de tratarme, estaba disfrutando como una perra de lo que me hacía, acumulaba incontables orgasmos y mi excitación estaba por las nubes, deseando que no acabase nunca esa sesión de sexo brutal. Se vació varias veces dentro de mí y quedamos tendidos en el suelo del salón agotados y jadeantes del esfuerzo desplegado.

Estaba molida y mientras pensaba en que le estaba pasando a mi marido por esos cambios de comportamiento, noté como estaba llorando acurrucado como un pajarillo herido, dándome la espalda. Me puse a su lado abrazándolo y él se dio la vuelta mostrando su rostro en el que aprecié arrepentimiento, dolor y miedo.

-        Perdóname mi vida – no dejaba de llorar – no sé lo que me ha pasado, no he querido lastimarte ni tratarte así, me moriría antes de hacerte daño… perdóname, no volverá a ocurrir… te lo juro…

-        No pasa nada amor, solo es que quiero que estés por mí, como siempre ha sido.

Se abrazó a mi cuerpo con tal intensidad que parecía como si fuese una despedida y yo le correspondí con la misma fuerza en silencio.

Las dos siguientes semanas se notaba que se esforzaba en estar atento y amable conmigo, percibí en alguna ocasión sus esfuerzos por contener alguna respuesta que pudiese molestarme y en referencia al sexo, hicimos el amor unas cuatro veces muy tiernamente, como lo hacíamos con anterioridad.

Lo que sí que cambió esas semanas es que llegaba muy tarde a casa, cansado y sin apenas ganas de hablar ni de comer. Una noche, tras dejar la cena prácticamente sin tocar, me dijo que tenía que plantearme una situación y nos fuimos a sentar al salón para hablar.

-        Marta, tengo que pedirte paciencia para los próximos dos meses, ya que tendré que atender un asunto muy importante que afectará nuestras rutinas y costumbres durante ese periodo. – su tono era sereno e intentaba ser convincente, aunque en ese momento sentí que lo que me iba a pedir no me gustaría en absoluto -.

-        Tú dirás, ¿de qué se trata?...

-        Mira, te lo explico con detalle, debo ausentarme de casa durante dos meses para realizar un estudio muy importante, que si sale como está previsto, supondrá que pueda dedicarme a ti mucho más tiempo del que disponemos ahora, prácticamente me permitirá dejar de trabajar y poder estar juntos disfrutando de nuestro tiempo como queramos, económicamente será completamente factible.

-        ¿Pero no vamos a estar juntos en dos meses? – no me estaba gustando nada el plan -.

-        En realidad, serán ocho semanas, pero he conseguido que los fines de semana podamos estar juntos, la idea es que partiré los lunes por la mañana y regresaré a casa los viernes sobre las 19h, para volver a marchar al lunes siguiente. No puedo explicarte de que se trata, pero te pido paciencia y sobre todo que confíes en mi durante ese tiempo, solo dos meses y prometo recompensarte cuando todo termine. Los tempos del estudio están muy pautados y solo tendré unos 15 minutos al día para contactar contigo, te llamaré todos los días a las 21h, tendré muy poco tiempo para el descanso ya que la mayoría será de dedicación intensiva al estudio. También te advierto que es posible que los fines de semana esté muy cansado, sin ganas de salir… quizás ni de sexo, pero necesito que estés a mi lado, sentir que me quieres y confías en mí. ¿Podrás hacerlo?

-        Claro que si mi amor, estoy contigo para lo que necesites.

Le contesté con la mayor convicción de lo que fui capaz, si era lo que necesitaba no se lo iba a negar, solo el pensar que estuvo dos años trabajando y renunciando a mucho para que yo pudiese estudiar para las oposiciones, merecía este pequeño sacrificio por mi parte. Me extrañó un poco que insistiera tanto en que confiara en él, sabía por boca de Jorge y por la suya de que a veces trabajaban en esos proyectos secretos de los que no podían explicar nada, y entendí que ese era uno de esos casos.

El primer lunes se despidió temprano de mí con un apasionado beso y haciendo rodar su ligera trolley, subió al taxi que le esperaba en la calle frente a nuestra casa. Todos los días me hacía una video llamada a las 21h en punto desde su habitación del hotel, hablábamos durante 15 minutos, se le veía cansado y no me explicaba nada del trabajo, solo repetía lo mucho que me amaba y que esperaba que llegase el viernes para volver a estar conmigo, luego nos despedíamos hasta el día siguiente.

Cuando el viernes llegué a casa cerca de las 21h, me había retrasado al ir de compras con Eva tras salir del gimnasio, Agustín había preparado una fantástica cena. Me disculpé por la tardanza y nos besamos con la pasión que provocaba el haber estado cinco días separados. Tras la cena y un rato de charla de los cotilleos de mi trabajo, nos fuimos a la cama. Me besó con dulzura y yo no pude evitar cogerle la polla para empezar a subir y bajar su suave piel, pero sorprendentemente aquello no aumentaba de tamaño, y mirándome a los ojos me dijo que lo dejara, que se sentía muy cansado y que necesitaba dormir. Nos abrazamos y no tardamos en dormirnos.

El resto del fin de semana lo pasamos mirando películas abrazados en el sofá, leyendo juntos, escuchando música, pero nada de sexo. El lunes temprano volvió a marchar y la semana volvió a ser parecida a la anterior, solo que esta vez fui yo quien le esperaba en casa preparando la cena con sus platos preferidos. La actividad del sábado y domingo también fue parecida y cuando el lunes subía a su taxi, pensé que ya habían pasado dos semanas y que, si el premio final sería poder estar con Agustín mucho más tiempo, merecía la pena tener paciencia y esperar que pasasen las seis semanas que faltaban.

Eva. (Semana 3 – lunes – 8:30h)

Ese lunes había dormido muy poco para poder asistir temprano a la cita con mi ginecóloga en el Hospital Central. La verdad es que estuve follando con Kike y Miguel, dos de mis follamigos preferidos hasta bien avanzada la noche, y de ahí el haber dormido tan poco. La visita al Hospital era para la revisión ginecológica de rutina y hacerme las analíticas regulares para descartar cualquier ETS/ITS, con la vida promiscua que llevaba, no podía descuidarme y pillar algo chungo que me jodiera la vida. Había pedido el día de fiesta a Marta en el trabajo, que no tuvo inconveniente en concedérmelo. Una vez acabada la revisión, salí del hospital en busca de una cafetería para tomar un café y algo para desayunar, entonces lo vi, andando por la acera con aquella chica joven que lo cogía por la cintura mientras él la abrazaba sobre sus hombros y hacía rodar una maleta de cabina con su otro brazo. Entraron en el lujoso hotel, probablemente el más exclusivo de la ciudad, que lindaba con el recinto del Hospital Central.

Antes que se perdieran en la entrada del hotel, fui lo suficientemente rápida para hacerles una foto con mi móvil. Aceleré el paso para acercarme a la puerta de acceso y al entrar, pude ver como Agustín hacía una ligera señal a la encargada de recepción que en ese momento estaba atendiendo a un cliente. La mujer se disculpó con el hombre con el que hablaba y salió rauda para llegar junto a la pareja y entregarles lo que deduje era la key-card de una habitación. Mientras la recepcionista volvía al mostrador para seguir atendiendo al cliente, Agustín y la bella joven se dirigieron a los ascensores, momento en que aproveché para hacerles varias fotos.

No me podía creer lo que acababa de ver y visualicé las fotos en la pantalla del teléfono para cerciorarme de que no era un error, y no lo era. Agustín, que según me había contado Marta estaría varias semanas de viaje fuera de la ciudad por un proyecto muy importante de trabajo, no solo se había quedado en su misma población, sino que acababa de subir a una habitación con una hermosa mujer vestida de una elegancia perfectamente acorde con lo que se espera en un hotel de esa categoría. Si aquello no era el preludio de una infidelidad, que subiera Satán para verlo.

Aun así, me costaba creer que ese hombre, el baluarte de la fidelidad, el mirlo blanco de la defensa de su matrimonio, al que yo había intentado follarme durante ocho años sin conseguir nada más que desplantes, de buenas a primeras tuviese una aventura de hotel. Tenía que averiguar qué ocurría exactamente y la manera más directa y efectiva era soltar la lengua de los empleados, me iba a costar un buen dinero, pero estaba dispuesta a pagar lo que fuese con tal de saber qué coño estaba ocurriendo allí. Debido a la aparente familiaridad que percibí entre Agustín y la chica de recepción, estaba claro que aquello no era flor de un día y decidí explorar la vía de la encargada del lobby del hotel para “desfacer el entuerto”.

En ese momento había varios ejecutivos haciendo cola para ser atendidos en su check-out y decidí utilizar mis armas de mujer para colarme de todos ellos y poder hablar con la recepcionista. Bastó con mover un poco mis nalgas, inclinarme lo suficiente para que apreciasen las maravillosas tetas que asomaban por el escote de mi vestido y pedirles si me dejaban pasar, que tenía una urgencia. Todos se pusieron de acuerdo al instante para aceptar mi petición mientras sus babas caían al suelo inundando el vestíbulo.

Cuando estuve frente a la mujer que sonreía con una amabilidad incorporada de serie, le pregunté por la pareja a la que tan diligentemente les había dado la llave de una habitación.

-        Lo siento mucho señorita, no es posible ofrecerle esa información – me soltó tal y como yo esperaba que hiciese -.

-        Mire usted, se trata de un tema muy delicado, necesitaría que me informase sobre el Sr. Agustín Vera – me la jugué dándole el nombre real y cruzando los dedos para que se hubiese registrado así – por supuesto sabré recompensarla.

-        Señorita, si quiere puedo anunciar su presencia al Sr. Vera y si él lo autoriza, permitirle el acceso a su suite.

-        No es eso lo que quiero que haga por mí, como le dije es un tema delicado, mi mejor amiga es su esposa y me temo que su marido le es infiel, por favor… necesitamos de su ayuda – le puse la mejor cara de sincera súplica que fui capaz de componer y disimuladamente cogí sus manos introduciendo en ellas 300€ -. Por favor…

-        Debe usted saber… - miraba imperceptiblemente a todos lados mientras ocultaba el dinero tras el mostrador - que revelar este tipo de información de nuestros clientes está totalmente prohibido y podría costarme el puesto de trabajo.

-        Si me cuenta todo lo que sabe del Sr. Agustín Vera, le espera una cantidad idéntica a la anterior.

-        Bueno… – parecía estar deliberando si debía aceptar la proposición - aquí no podemos hablar… Mi turno acaba en una hora, podemos quedar en esta cafetería - me tendió una tarjeta de un local que estaba a dos calles del hotel -.

-        De acuerdo, hasta dentro de una hora.

Me senté en una mesa al fondo del local y aproveché para desayunar. El hecho de que esa mujer aceptase hablar conmigo indicaba que había cosas jugosas que contar, y mi mente ya estaba diseñando un retorcido plan para sacar provecho de esta situación. Eran muchos años esperando una oportunidad, no soportaba que Agustín hubiese preferido a Marta antes que a mí, era inconcebible que él fuese el único hombre que se me había resistido en la vida y que la mojigata de mi amiga lo tuviese en exclusiva para ella sola. Sentía una enorme envidia de Marta, por haber conseguido a semejante hombre, de ser más inteligente que yo en los estudios y de convertirse en mi superior en lo profesional.

Una hora y veinte minutos más tarde apareció la encargada de recepción, me costó reconocerla ya que vestía de una manera informal que la hacía parecer más joven que en el hotel. Se sentó frente a mí, y tras pedir una cerveza y un pincho de tortilla empezó a hablar, a medida que la escuchaba me iba montando una película de las gordas, y si algo me quedo claro es que Agustín le estaba metiendo a Marta unos cuernos de calibre estratosférico. Al acabar le entregué el dinero prometido y le ofrecí otros 300€ más si esperaba a la pobre esposa de Agustín para repetirle lo que me había contado a mí, cosa que aceptó encantada.

Mientras llamaba a Marta pensé que la broma ya me estaba costando 900€ más 200€ extras que tendría que pagar por el testimonio de una de las chicas del servicio de habitaciones, que la encargada había llamado para que nos contase otras situaciones de primera mano.

-        Marta, tienes que venir aquí de inmediato, es muy importante.

-        Pero… ¿qué te ocurre, no tenías fiesta hoy? ¿en qué lio te has metido ahora?

-        No es nada mío… Marta, se trata de tu matrimonio, tienes que saber que ocurre…

-        Eva… me estás asustando… ¿qué le ocurre a mi matrimonio?

-        Tienes que hablar con unas personas que te lo contarán, vente ahora, te esperamos.

-        Vale, salgo ahora mismo, cogeré un taxi para no tener que preocuparme en aparcar. Espero que no me estés tomando el pelo…

-        Ya quisiera yo… es un asunto serio… ven por favor.

Marta apareció a los 30 minutos y la chica del servicio de habitaciones ya estaba sentada con nosotras en la mesa. Tras las presentaciones empecé para poner en situación a mi amiga.

-        Verás Marta… Agustín no está de viaje como crees…

-        Pero que tonterías dices – se estaba poniendo nerviosa – ha salido esta mañana bien temprano hacia el aeropuerto, como las dos semanas anteriores.

-        Lo cierto es que sigue en la ciudad… en estos momentos está con una mujer en una suite de hotel siéndote infiel…

-        Pero qué coño estas diciendo… ahhh… ya entiendo, es una broma… pues dichosa la gracia que me hace… - Marta se mostraba enfadada conmigo - Joder Eva, que tengo mucho trabajo para que me vengas con tonterías…

-        Marta, estoy hablando muy en serio, Agustín está en el Gran Hotel, con una chica, mira estas fotos, son de esta misma mañana – Marta palidecía viendo las fotos de su marido abrazado a esa mujer – está claro que te ha engañado diciendo que se iba de viaje cuando está en ese hotel, a 200m. de donde estamos ahora. Y las dos semanas anteriores tampoco se ha movido de aquí.

-        Pero… seguro que hay una explicación… Agustín nunca me haría esto…

-        Espera a escuchar lo que me han contado y juzga tú misma. Explicadle todo lo que sabéis, hablad con plena libertad, aunque sea su esposa.

-        Pues verá, hace unas semanas el Sr. Vera se presentó en recepción y me pidió hablar con el director. Quiero que entienda que este caso es el más comentado entre todos los empleados del hotel y aunque de cara al exterior no se filtra nada de nada, internamente es el culebrón de la temporada. Como decía, la presencia de su marido despertó el interés de las que estábamos en recepción, un hombre tan… guapo no pasa desapercibido entre las féminas ni entre nuestro personal gay.

El caso es que el Sr. Vera… Agustín… contrató la reserva de las dos mejores suites del hotel para su utilización exclusiva durante dos meses, dando determinadas instrucciones que debían ser cumplidas a rajatabla. Las habitaciones se comunican entre ellas, están alejadas del resto de suites, comparten una gran terraza, un jacuzzi y una piscina de 4x12m. En la suite adicional hizo instalar unos aparatos de fitness, cinta para correr, bicicleta estática, espalderas, banco de pesas, etc., para mantenerse en forma y es donde se le sirve las comidas para él y para sus… acompañantes. En la suite principal está la cama king size y solicitó incorporar el mejor sofá para sexo tántrico del mercado. Es violento tener que explicar esto…

-        Por favor, continúa – el semblante de Marta era todo un poema y la voz le temblaba notoriamente – necesito saberlo todo.

-        Pues desde que llega los lunes por la mañana, acompañado de… una prostituta y entran en la habitación…, ya no para prácticamente hasta el viernes por la mañana. Las chicas se relevan más o menos cada cinco horas, aunque todas visten muy elegantemente y con esas ropas carísimas, en consonancia con la categoría de nuestro hotel, se nota que no están acostumbradas a moverse en estos ambientes de clase alta. Hemos contado al menos unas quince mujeres diferentes, en general son jóvenes y muy guapas, aunque también hay alguna madurita de muy buen ver y una gordita con unos senos enormes. A excepción de los viernes que lo pasa sin compañía, tumbado en la terraza, haciendo ejercicio o nadando hasta que se marcha a media tarde, el resto de horas se lo pasa… bueno… en una maratón continua de sexo. A pesar que las habitaciones están separadas del resto y muy bien aisladas acústicamente, desde la puerta se pueden oír gritos y jadeos constantemente, día y noche. Alguna noche se ha presentado una segunda prostituta y se ha unido a la que ya estaba dentro hasta el día siguiente.

-        Tenemos que cambiar las sábanas tres veces al día – ahora hablaba la chica del servicio de habitaciones – siempre quedan totalmente empapadas, y el segundo día ya tuvimos que poner un protector para que el colchón no se estropease de tanto sudor y ves a saber que más… La verdad es que se me hace el chocho agua cuando escucho los gritos desde la puerta… quien pudiera pillar a semejante semental y que me dejara contenta para el resto del año…

-        Joder María, no seas tan bruta, que es su esposa – la encargada abroncaba a la chica -.

-        No te preocupes… puedo soportarlo – unas lágrimas que asomaban en sus ojos desmentían las palabras de Marta – Continúa… por favor.

-        Discúlpeme… es que su marido está… muy bueno. No es que se deje ver mucho, ya que cuando hacemos la habitación de la cama, él pasa a la de al lado y viceversa. A todas las que hacemos turnos en el servicio nos encanta espiarlo cuando está en la terraza o nadando en la piscina… que cuerpo, dios… un día lo vi salir desnudo del jacuzzi y vaya polla que gasta… perdón, discúlpeme… No hemos encontrado condones, pero en la papelera sí que se han descuidado envoltorios de preservativos.

En una ocasión tuve que volver a la suite secundaria porque me había descuidado la llave maestra cuando les llevé la cena – la mirada de la encargada parecía querer fulminar a la pobre chica –, que por cierto ni habían tocado, el caso es que le pedí a una compañera la suya y entré con sigilo para recoger la mía. Cuando iba a salir me di cuenta de que la primera de las dos puertas que separaban las suites estaba totalmente abierta. Sé que estuvo mal, pero la curiosidad pudo conmigo y me acerqué justo para oír dos gritos y luego, silencio. Estuve unos instantes decidiendo si abría la otra puerta para espiar, si se daban cuenta de mi presencia podía perder el empleo, pero me arriesgué y la abrí solo lo suficiente para poder ver a… al Sr. Vera tumbado sobre el sofá tántrico totalmente desnudo, aún jadeaba y estaba empapado de sudor.  De repente empezó a chillar “¿Dónde estás maldita puta?, ven a hacer el trabajo por el que te pago”.

La puerta del baño estaba abierta ya que se veía la luz y se oía correr el agua del grifo, era evidente que la… acompañante estaba dentro. Tras los gritos del Sr. Vera el agua dejó de correr y la luz del baño se apagó, y antes de que esa mujer saliese del baño salí corriendo de allí para que no me pillara.

A veces coincidimos con alguna de las chicas en el ascensor cuando se marchan, e intentamos sonsacarlas para que nos cuenten esos festivales sexuales, pero todas son muy discretas y no quieren contar nada. Se las ve muy agotadas cuando se van, al parecer la caña que reciben es impresionante. A una le saqué algo de información cuando le comenté por lo bueno que estaba el tío, y ella me lo confirmó con una sonrisa de oreja a oreja, y me dijo con cierta complicidad que jamás había visto a un hombre desnudo con un cuerpo tan impresionante como ese, y con una resistencia tan inhumana. Si piensa seguir así durante el resto de semanas, lo van a matar, no es posible que nadie resista ese ritmo. Incluso con el sexo tántrico son demasiadas horas, demasiadas mujeres…

Ya se lo habían contado y Marta estaba destrozada, aguantando para no romper a llorar delante de esas mujeres a las que agradecí su colaboración y nos despedimos de ellas. Acompañé a Marta a su casa, nada más entrar el coche soltó todo su dolor en forma de cascadas de lágrimas que no podía controlar, estaba como ida y no paraba de repetir como un mantra:

-        Más de trescientas mujeres… ha vuelto al pasado… Más de trescientas mujeres… ha vuelto al pasado…

Aunque todo esto representaba una oportunidad única para mí, lo cierto es que me dolía lo mal que lo estaba pasando mi amiga y decidí quedarme con ella todo el día en su casa y a dormir para hacerle compañía en su dolor, para mis planes necesitaba a una Marta vulnerable, pero también debía mantener algo de fortaleza para poder aprovechar su frustración en mi favor.

Marta. (Semana 3 – lunes – 20:15h)

Ese lunes que había empezado tan bien con el beso de despedida de Agustín, se había convertido en la mayor de mis pesadillas. Todo lo que había escuchado y que aún me costaba de creer, echaba por tierra mi matrimonio, el compromiso, la confianza, el amor…

Como podía mentirme de esa manera, inventándose un proyecto, un viaje, ¿para qué?... para follarse a un montón de tías como antes de conocerme, si tenía esa necesidad, ¿para qué me quería a su lado? ¿pretendía que le recibiese con los brazos abiertos después de pasar por todos esos coños? ¿Qué después de todo eso siempre estaría a mi lado? ¿pensaba que le recibiría con las piernas abiertas al volver a casa diciendo...“Cariño, acabo de follar con 15 o 20 tías, pero solo te quiero a ti”?.

Preparamos juntas una cena ligera, aunque no tenía nada de hambre, y cuando a las 21h Agustín hizo la video llamada del día, le contesté al lado de Eva, diciéndole que teníamos mucho trabajo acumulado, que ella se quedaría en casa para adelantar faena y que ya hablaríamos con más calma otro día, me despedí y colgué. La cara que puso Agustín era de enfado contenido, pero en ese momento me importó una mierda que se enojara, después de lo que me estaba haciendo el cabrón, no iba a tener remordimientos por que se ofendiera un poco.

Nos metimos en la cama sin querer pensar más en todo lo que me estaba pasando, tenía que descansar, dejar la mente en blanco, cerrar los ojos y apartar ese dolor, necesitaba dormir y no despertar hasta que todo estuviese arreglado. Por suerte Eva estaba a mi lado…

Marta. (Semana 3 – martes – 7:30h)

Desperté con Eva abrazada a mí y tuve que despejarme bien para recordar que no había sucedido absolutamente nada entre nosotras esa noche, que solo me hizo compañía para que no me sintiese sola en esos momentos de zozobra. Miré el reloj y era lo suficientemente tarde como para empezar a moverse rápido si no queríamos llegar tarde a trabajar. La desperté con un par de sacudidas, nos duchamos juntas y tras tomar un café, salimos pitando camino a la oficina.

El día fue de locos, sobre mi mesa llovían los expedientes más complicados de los últimos 6 meses y me pasé toda la jornada determinando que personal del equipo se ocuparía de cada uno de ellos, luego tuve que entrevistarme con cada inspector para transmitir la estrategia a seguir en cada caso. Lo bueno de estar tan ocupada era que no me quedó tiempo para pensar en Agustín ni en los cuernos que me estaba poniendo. Tuve que asimilar que si quería dar solución al trabajo que se acumulaba en el departamento, hasta el miércoles tendría que permanecer en el despacho hasta bien tarde.

Agustín. (Semana 3 – martes – 9:45h)

Los remordimientos por estar engañando a Marta me están pasando factura, pero ella no está capacitada para esto, no sería capaz de hacer lo que hacen estas tías, ellas están acostumbradas y no tienen la componente afectiva de Marta. Esta noche ha sido agotadora, ya empecé cabreado por cómo me habló mi esposa en la video llamada de ayer, me despejó en tres minutos, además estaba en casa con esa hija de puta de Eva que parecía reírse de mí mientras hablábamos. Necesito mi dosis de Marta, aunque solo sean esos 15 minutos diarios, Me puso furioso y la pobre Ana pagó los platos rotos.

Es la más joven e inexperta de todas y yo estuve algo violento, y pronto se dio cuenta de que no podría ella sola toda la noche. Llamó a Patricia y cuando llegó, tomó las riendas y dejó bien claro que allí mandaban sus tetas, y digo sus tetas porque son impresionantes, la primera vez que la vi enfundada en ese elegante vestidito que comprimía en exceso sus considerables volúmenes carnosos, pensé cómo había entrado ese cuerpo ahí dentro. No es que sea gorda, pero si algo rellenita y lo que más llamaba la atención eran esos enormes pechos que asomaban de su escote y parecían querer reventar la tela que los encarcelaban y declarar su independencia sobre la opresión. Ana se ha marchado hace diez minutos, estaba agotada y no me extraña después de lo de esta noche. Patricia se está duchando y dispongo de una media hora para intentar descansar hasta que venga a meterme caña…

Pienso en la pobre Marta, mi amor, si supiera lo que estoy haciendo… Pero es lo que necesito ahora, aunque estoy tan cansado…

Marta. (Semana 3 – martes – 23h)

Eran casi las 23h cuando llegué a casa y me di cuenta de que Agustín había llamado unas cinco veces y enviado varios mensajes. Le contesté con un lacónico texto de que estaba cansada y que ya hablaríamos otro día. Después de cenar una triste ensalada, me senté frente al ordenador y utilizando las claves que Agustín me dio en su día, entré en sus cuentas bancarias. Estuve analizando los últimos movimientos y volví a quedar sorprendida de lo que descubrí.

Llamaban la atención varios pagos efectuados mediante transferencia, el más llamativo era a favor del Gran Hotel por importe de 360.000€, si correspondía a la reserva de las suites por dos meses, equivalía a decir que cada día costaba 6.000€. Le seguía una transferencia de 136.800€ a una prestigiosa boutique de moda femenina, lo cual representaba mucho dinero en ropa, y por último había 16 pagos a sendas cuentas diferentes, cuyas titulares eran nombres de mujer, unas eran de 7.000€ y otras de 6.000€, sumando todas ellas 103.000€.

Pensé alucinada que Agustín se había gastado en su fiesta particular de dos meses unos 600.000€, no estaba nada mal, me parecieron unos polvos carísimos, por muchos y satisfactorios que fueran. La rabia volvió a invadirme y me metí en la cama con las preguntas reproduciéndose en bucle dentro de mi cabeza, si me amaba tanto, de lo cual nunca hasta ahora había dudado…, ¿por qué me estaba haciendo esto?, ¿en qué le había fallado?, ¿no le era suficiente el sexo conmigo?, ¿dónde había quedado aquello del compromiso y el jamás estaré con otra mujer mientras nos amemos?

Lo mejor era presentarse en ese hotel y pedir que Agustín me recibiese para escupirle en la cara su traición, y dar por finiquitado nuestro matrimonio. Pero una vez más el miedo a enfrentarme a él directamente me paralizaba, y decidí ver como se desarrollaban los acontecimientos las próximas semanas, aplazando la batalla final y alargando la agonía, eso sí, no estaba dispuesta a darle ninguna concesión en nada.

Al día siguiente el trabajo me esperaba burlón sobre la mesa de mí despacho, preparado para absorber todo mi tiempo sin piedad, aunque encontré unos minutos para hacer una llamada a la boutique de ropa femenina, haciéndome pasar por la secretaria de Agustín y con la excusa de cotejar el importe del cargo. La dueña me confirmó que la factura correspondía al encargo del Sr. Agustín Vera de proporcionar a “sus empleadas” un vestuario acorde con el ambiente selecto en el que tendrían que desenvolverse, autorizando a las 16 empleadas previstas, a escoger tres conjuntos de vestimenta completa, incluyendo el calzado, lencería selecta y complementos, para cada una de ellas. La media de gasto se concretó en unos 8.500€ por empleada. La conversación solo hizo que confirmase que Agustín, o se había vuelto loco, o todas aquellas mujeres debían de ser unas folladoras increíbles para pagar tanto por ellas.

Al medio día Eva entró en mi despacho y al ver mi cara de palo, intentó animarme con su habitual desparpajo, quitando hierro a mi situación.

-        Venga Martita, que no eres la primera a la que su marido le mete los cuernos. Debes ver en esto una oportunidad.

-        ¿Oportunidad dices? No sé dónde la ves. ¿para suicidarme y librarme de este dolor que siento?

-        Déjate de suicidios, ese cabrón no te merece y no eres tú la que debe de sufrir sino él.

-        ¿Cómo quieres que no sufra, con lo que le amo?, y ¿cómo le voy a hacer sufrir sin sufrir yo más aún?

-        Mira bonita, ya es hora de que espabiles. Tienes tres opciones:

A: Le esperas con las piernas bien abiertas cuando regrese, te olvidas de lo que ha hecho y te conviertes en una esposa consentidora, tragando toda la mierda que él quiera lanzarte a la boca, y aquí no ha pasado nada.

B: Subes a esa habitación, le montas un pollo del 15 y lo mandas a la mierda. Sales de allí libre como un pajarillo, borrón y cuenta nueva, que ahí afuera hay muchos hombres que te esperan con los brazos abiertos.

C: Mientras él sigue a lo suyo, le devuelves todos y cada uno de los cuernos que te ha metido, y cuando llegue el momento se los restriegas por la cara a ese putero, luego ya veremos cómo termina la cosa. Pero siempre con la cabeza bien alta, porque tú lo vales. Esta es la que más me gusta, ya sabes lo vengativa que soy.

-        Pero yo no soy así, no me voy a ir con cualquiera…

-        Eso es lo que tú te crees, siempre te he dicho que eres tan zorra como yo, no tengo la más mínima duda. Si me dejas, puedo acompañarte a que lo descubramos juntas, te aseguro que no te arrepentirás y vas a disfrutar como nunca de los placeres que te están esperando ahí fuera.

-        No me veo capaz…

-        Mira Marta, vayamos despacio. Hoy es martes, y la cabrona de mi jefa, o sea tú, me ha adjudicado una inspección complicada de cojones fuera de la ciudad y no volveré hasta el viernes a mediodía. Propongo que después del gimnasio, a media tarde vayamos a tomar unas copas a ese local donde van esos ejecutivos tan guapos cuando salen de la oficina. Miramos que podemos pillar y la noche dirá…

-        Pero el viernes por la tarde vuelve a casa Agustín, tengo que estar ahí.

-        Venga tía, tu déjate llevar y ya veremos qué pasa, también puedes regresar a casa un poco más tarde, las reuniones de última hora, el trabajo acumulado… ya sabes cómo va esto.

-        No sé… - dudaba de que emprender ese camino fuese una buena idea -.

-        Deja de comerte el coco, probamos a ver cómo te sientes y si estás incómoda y no quieres continuar, te largas y ya está.

-        Vale, ya veremos el viernes.

La tarde continuó con los problemas del trabajo, aunque no dejaba de pensar en la conversación mantenida con Eva. No sabía que podía ocurrir al destapar esa caja de pandora, de sus consecuencias desconocidas e imprevisibles, tampoco tenía claro si quería hacerlo, si era capaz de hacerlo y tampoco si estaba legitimada para hacerlo.

Después de mucho pensar en ello decidí que sí, a todo, auto convencida de que toda la culpa era de Agustín, que él me empujaba a hacerlo, si no le había importado sembrar vientos, ahora debería atenerse a las consecuencias de recoger tempestades…

Continuará…