Solo ocho semanas. (1)

Una pareja feliz se enfrentará los cambios que sus vidas les provocan.

Marta. (Semana 5 – domingo – 16h)

Sentada en el coche aparcado a 50 m. de mí casa, apreté nerviosa el volante hasta sentir dolor en las manos. Estaba ahí 4 horas antes de la hora convenida, para comprobar si la información de lo que iba a ocurrir antes de mi visita era cierta, necesitaba certificarlo con mis propios ojos. El vehículo que conducía pasó por mi lado sin apercibir mi presencia y continuó su camino hasta estacionar en la ligera rampa que accede a nuestro garaje. Bajó del auto alisándose el atrevido vestido que la cubría, dando un último vistazo al aspecto de su maquillaje con el espejito que extrajo del bolso.

Estaba guapísima, como siempre, desprendiendo sexo por cada uno de sus poros, irradiando el poder que su espectacular cuerpo le concede sobre el resto de los mortales, incluida yo. Eva, mi mejor amiga desde el instituto, seguimos juntas en la universidad y actualmente, también en nuestro trabajo en Inspección de Hacienda. Eva es simpática, inteligente, divertida, loca, con un cuerpo y una belleza rayando el escándalo, pero sobre todo, es puta… muy, muy puta.

Tras unos instantes de espera frente a la puerta, esta se abrió y ella accedió al interior mientras yo sentía como mi corazón encogía produciéndome unas punzadas que dolían como puñales clavados en él.

Mi nombre es Marta y sí… siempre he estado un poco acomplejada respecto a ella. Con esto no quiero decir que yo no esté buena, no quiero pecar de inmodestia, pero estoy muy, pero que muy buena. A mis 30 años soy alta, rubia natural, ojos azules, cara agraciada, cuerpo trabajado en incontables tardes de gimnasio, esplendidos pechos, culo destacado y piernas esbeltas y firmes. Pero ella está en otro nivel, a su lado siempre estarás eclipsada a los ojos de los hombres y mujeres que la desean con solo mirarla.

Desde el instituto se ha tirado a todo hombre (y algunas mujeres) que ha querido, por deseo o porque le daba la gana. Pese a ser grandes amigas y confidentes, también he sido damnificada por su apetito sexual, ya que, en la época del instituto y la universitaria, me levantó a varios de los potenciales rolletes o novios que tuve. Siempre me lo justificaba diciendo que no eran mi esperado príncipe azul, y que se los follaba para demostrármelo y abrirme los ojos. Me llamaba mojigata por no ser zorra como ella y no querer participar en sus festivales sexuales a los que siempre quería arrastrarme, asegurando que en mi interior se escondía dormida una puta tan grande como ella. Yo siempre me resistí a aceptar el pasar de polla en polla como hacía ella y mis escarceos sexuales se limitaron a unos seis hombres, que, para mi pesar, no se acercaban mínimamente a lo que yo esperaba de mi idealizado hombre perfecto.

Bueno, lo cierto es que debo reconocer que a parte de esos seis hombres con los que tuve relaciones más o menos intensas, sí que en una ocasión me dejé arrastrar por Eva, ayudada por una importante ingesta de alcohol, las hormonas de juventud disparadas al extremo, y una descomunal calentura que me llevó a tener la primera y única relación lésbica de mi vida. Como se puede adivinar con facilidad, fue precisamente con ella. Esa noche probé los placeres que ese animal sexual me ofreció, las salvajes penetraciones con vibradores, los besos, los frotamientos, los sabores de su sexo en mi boca, la suya devorando mi vagina, toda una noche que me hizo ver el cielo en forma de orgasmos interminables. Pero cuando acabó y fui consciente de lo ocurrido, le dije con toda la convicción del mundo de que eso no se volvería a repetir jamás, que nada cambiaría entre nosotras ni afectaría a nuestra amistad, pero que esa había sido la primera y última vez. Ella lo aceptó sin discutir demasiado, pero indicándome que no sabía lo que me perdía, y que de su mano llegaría a tener a todos los hombres que quisiese rendidos a mis pies, dispuestos a ser utilizados para mi placer tal como lo hacía ella sin remordimiento alguno.

Nuestra relación de amistad continuó igual hasta el último año de nuestra carrera en el que conocimos a Agustín, en una fiesta a la que acudimos juntas. Cuando lo vi, mi corazón dio un vuelco y se alteraron todos mis órganos, mi estómago se anudaba, los poros de mi piel empezaron a transpirar sudor y un nerviosismo irracional se apoderó de mí. Era guapísimo, alto, musculado, de cabello oscuro con unos ojos de azul intenso que resplandecían en esa terraza donde la noche dejó de serlo con solo su presencia, provocando en mí lo que nunca había sentido por un chico.

Evidentemente no fui la única que detectó la llegada de semejante ejemplar macho, la mayoría de mujeres, solas o acompañadas, se deshacían ante su aparición. Eva, desde luego no se hizo esperar y se lanzó a su caza con esas artes innatas que solo ella sabía desplegar, para desdicha de todas las demás chicas de la fiesta. Yo me pegué a ella a sabiendas que Agustín estaba a un nivel muy superior al mío, y me limité a participar mínimamente en las conversaciones entre nosotras dos y el grupito que formamos con él y con dos de sus amigos.

Estaba embobada al escuchar sus inteligentes intervenciones, era simpático, amable, divertido, pero su conversación era natural, hasta se podría decir que casi humilde, pero con una personalidad realmente arrebatadora. Por nuestra parte estaba claro que la respuesta la capitalizó Eva, adquiriendo el protagonismo habitual que solía tener en cualquier conversación, y más cuando intentaba llevarla a su terreno preferido, el sexo.

Los amigos de Agustín estaban medio empalmados ante el desparpajo sensual de Eva, pero para mi sorpresa, él se mostraba de lo más tranquilo, sin entrar al trapo a las provocaciones de mi amiga. Por el contrario, intentaba mi participación en la conversación, lo que me dio una confianza para desprenderme de cualquier complejo que la presencia de Eva habitualmente provocaba en mí en situaciones similares. Evidentemente no soy tonta, en realidad siempre he sido mucho más inteligente que Eva, y que Agustín me animara de esa forma, consiguió sacar a la mujer sobradamente capacitada para afrontar cualquier tema con total solvencia, y la conversación se recondujo a un diálogo con la participación casi exclusiva de nosotros dos.

Por primera vez en la vida noté como Eva se sentía desplazada por mi presencia y la sensación creció de forma exponencial cuando Agustín, al oír que sonaba una música lenta, me cogió de la mano para llevarme a la zona donde ya bailaban varias parejas de la fiesta. Yo flotaba como en una nube cuando me abrazó de esa manera que, sin ser lasciva, transmitía una sensación de tranquila sensualidad que me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo.

Estuvimos bailando lentamente, mirándonos a los ojos sin dejar de movernos, aunque ya no acompañábamos al suave ritmo de la música. Cuando la canción terminó y las demás parejas se detuvieron, nosotros seguíamos bailando hasta que me besó con una dulzura que invadió todo mi ser, estremeciéndome como nunca lo había hecho con un simple beso.  Después del prolongado beso, sonriéndonos el uno al otro, volvimos a la zona donde habíamos dejado a sus amigos y a Eva, pero ninguno estaba allí. Días más tarde me enteré por boca de la propia Eva que se los había llevado a su piso para follárselos a los dos, despechada porque yo le había usurpado a Agustín, entrometiéndome en su operación de seducción.

Abandonamos la fiesta cogidos de la mano y caminamos bajo el espléndido cielo que la noche nos regalaba, hablando de nuestras vidas para conocernos mejor, atendiendo a las curiosidades que despertábamos el uno respecto al otro. Agustín tenía 25 años, tres más que yo, era ingeniero aeronáutico y trabajaba en una pequeña empresa de proyectos de ingeniería. Me contó que se ganaba bien la vida y que gracias a determinados sistemas que había diseñado y patentado, recibía buenos royalties que le permitían un tren de vida bastante desahogado. En lo familiar, los dos estábamos igual de solos en la vida, ya que nuestros respectivos padres habían fallecido de la misma manera en un accidente de tráfico. Este trágico hecho pareció unirnos más y nuestra complicidad se incrementó mientras me acompañaba a mi pequeño piso.

Al llegar a la puerta le invité a subir para tomar la última copa, eufemismo equivalente a decir que quería que nos acostásemos esa noche. Él me dijo que agradecía la invitación pero que lo dejáramos para la próxima cita, que necesitaba un tiempo para finiquitar un tema, y que tan pronto lo tuviera solucionado me llamaría para volver a vernos.

Esta vez no me lo pensé y tomando la iniciativa, rodeé su cuello con mis brazos, y poniéndome de puntillas le besé con una pasión como nunca había besado a nadie, él colaboraba con su lengua de una manera activa mientras me atraía por la cintura para juntar nuestros cuerpos. Mi excitación por ese beso me llevó a mojar mis bragas de forma inaudita, y cuando nos separamos dijo que me llamaría para quedar, despidiéndose con un suave piquito.

Entré en el ascensor y no pude evitar masturbarme allí mismo dado el nivel de calentura con el que me dejó, me corrí como una loca antes de llegar a mi piso. Esa noche no pude dormir pensando en mis sentimientos hacia ese chico, llegando a la conclusión de que me había enamorado de él como una boba. Volví a buscar mi encharcado sexo con mis dedos para darme un placer que necesitaba, pensando en mil situaciones en las que Agustín me hacía el amor de forma dulce, otras veces de la forma más guarra que mi mente fue capaz de imaginar, pero siempre los dos como protagonistas.

Al día siguiente toda mi excitación desapareció para ser sustituida por el miedo y la asunción de mi realidad. El miedo a que Eva insistiese para cepillárselo apartándolo de mí, contactando con él, ya que con seguridad habría conseguido su teléfono a través de sus amigos. Terror a que Agustín me olvidara, los complejos volvían a aparecer, mi habitual seguridad en todos los aspectos de mi vida se desmoronaba sin explicación aparente cuando se trataba del amor. Si realmente me deseaba, no hubiese dudado en subir a mi piso para follarme, claramente estaba entregada y habría podido hacer de mi lo que quisiese.

Durante la semana siguiente intenté con grandes dificultades evitar encontrarme con Eva, no quería enfrentarme a ella y tener que dar explicaciones de lo ocurrido con Agustín, pero al coincidir en algunas clases de la universidad, no pude evitar que me esperase a la salida. No había respondido a ninguno de sus mensajes y estaba convencida de que estaría muy cabreada conmigo.

-        Vaya con la mosquita muerta, cuando quieres zorrear no te cortas ni un pelo – decía Eva con una sonrisa en sus labios difícil de interpretar, aunque su tono era jocoso -.

-        Eva, no hice nada para que él se fijase en mí, tú estabas presente – me excusaba innecesariamente -.

-        No te preocupes, – Eva parecía extrañamente conciliadora – si te lo llevaste al huerto me alegro por ti, ya era hora de que quitases las telarañas de tu coño…jeje…

-        No ocurrió nada… solo nos besamos…

-        Vaya… que lástima – su tono se volvió malicioso - entonces... no te importará que lo llame y quede con él para follármelo…

Esas palabras me abofetearon el alma y el miedo invadió mi cuerpo sabiendo que, si existía una mínima posibilidad de que estuviésemos juntos otra vez Agustín y yo, con Eva de por medio todo se esfumaría al instante.

-        Agustín prometió que me llamaría para tener una cita, yo… creo que me he enamorado de él… - la miraba suplicante – por favor… si me llama, déjame que lo intentemos, mi corazón lo necesita… no me quites esta oportunidad – unas lágrimas incontroladas empezaron a descender por mis mejillas – por favor Eva...

-        Marta… Martita… - recogía mis lágrimas con sus dedos y me acariciaba la cara – estás enamorada… no te preocupes cielo, prometo que si te llama antes de 15 días para una cita y os convertís en pareja, no me entrometeré en vuestro amor… eres mi mejor amiga, que seas feliz está por encima de cualquier polvo por gozoso que sea – acercó sus labios a los míos y me dio un beso muy suave –. Pero también te advierto de que si no te llama en esos días, seré yo quien vaya a por él, no te voy a mentir, ese tío me gusta una barbaridad y si no va a ser para ti, no pienso desaprovecharlo.

-        Me parece bien… si no tiene interés por mí, no tengo nada que oponer a que vayas a por él… aunque espero que te equivoques y pueda optar a conquistarlo. Créeme… lo que siento es muy fuerte…

-        Ya veo… no te preocupes, si es tan inteligente como parece no debería dejar escapar a una chica tan maravillosa como tú – Eva me abrazó con fuerza – Maldita sea, seguro que me voy a arrepentir de estas palabras toda mi vida – las dos nos pusimos a reír -.

Pasaron 14 días sin noticias de Agustín, el desánimo y la tristeza comenzaron a hacer mella en mis sentimientos, todo estaba perdido y no podía dejar de llorar como una idiota, evitando lo que sería la solución fácil al problema, con tan solo hacer una simple llamada para saber si quería tener o no algo conmigo. Todos esos días estuve viviendo pendiente del móvil, esperando su llamada o un mensaje, no podía evitar mirar la pantalla a cada minuto, era algo enfermizo. Me torturaba con las imágenes de una Eva triunfal cabalgando sobre el pene de Agustín, los dos burlándose de mí y riéndose de mi estupidez, de mi falta de valor para ir directa a por el chico que me importaba.

Era la tarde de un desesperante domingo, colofón de un fin de semana deprimente, encerrada en casa maldiciendo mis desgracias, cuando sonó el interfono y con manifiesta desgana, me acerqué hasta la puerta para contestar

-        Hola Marta, soy Agustín. ¿puedo subir?, si estás ocupada volveré otro día…

-        Esto… Agustín… claro que puedes subir – estaba totalmente descolocada y aturdida - te abro la puerta.

No me lo podía creer, mi amor estaba subiendo en el ascensor y yo estaba vestida con un chándal cutre y descolorido, con el pelo enredado y sucio, y con unas ojeras de haber llorado más que evidentes. Era el peor de los momentos, si lo hubiese sabido, me hubiese arreglado como nunca, para que encontrase a una mujer arrebatadora, seductora, y dispuesta a que ese hombre no saliese de ese pisito hasta que su cuerpo hubiese gozado del mejor sexo que yo era capaz de ofrecer.

Me sorprendí intentando recoger ridículamente unas palomitas que estaban tiradas por el suelo, cuando un simple vistazo a la estancia evidenciaba la dejadez y desorden general, producto del estado de ánimo en el que había vivido la última semana. Sonó el timbre de la puerta y fui temblando a abrirla, aceptando que pasara lo que la providencia tuviese a bien decretar.

Dios mío, estaba guapísimo y yo me veía a su lado como una piltrafa desmelenada y mal oliente, ohhh… no me había duchado en dos días y mis alerones desprendían un tufo a sudor que tumbaba. Inmediatamente pensé en el olor a pescado que debería emanar de mi sexo, y mi nerviosismo me hizo entrar en pánico. No encontraba palabras para saludarle y él esperaba un gesto que le invitara a entrar, pero yo no era capaz de juntar dos silabas, hasta que él me sacó de mi aturdimiento.

-        Bueno, tal vez deberías apartarte de la puerta para permitirme entrar, entiendo que mi imprevista visita pueda ser molesta, pero prometo ser breve mientras tú finges que estás contenta de verme durante un rato. Por cierto, esto es para ti – sacó el brazo que escondía tras la espalda para entregarme un precioso ramo de flores – ya sé que es muy cursi, pero no se me ocurrió nada mejor, como ves tengo mis limitaciones – decía con una sonrisa deliciosa -.

-        Perdona… que tonta soy… pasa por favor, las flores son preciosas.

Al entrar y ver el estado del salón comedor mantuvo la sonrisa y yo quería morirme allí mismo de vergüenza. Empecé a hablarle tan atropelladamente que dudo que entendiera la mitad de las cosas que le decía, mientras él me miraba divertido por lo surrealista de la situación.

-        Disculpa el estado de todo… de mi aspecto…, por favor déjame cinco minutos para darme una ducha que soy una guarra… bueno… quiero decir que estoy algo sucia y huelo fatal. Coge un vaso y hielo de la cocina y sírvete alguna bebida y ... no, no, no… no entres en la cocina que está hecha un desastre… mejor siéntate en el sofá y espérame a que salga… no toques nada… bueno, no es que desconfié de que rompas algo o que me robes, pero… joder qué coño estoy diciendo… - estaba histérica -.

-        Tranquilízate – dijo con su encantadora sonrisa – te espero en el sofá y no me moveré ni un centímetro, ve a ducharte, tómate tu tiempo, no tengo prisa.

-        Vale… gracias, voy volando… por favor… no te vayas.

Le miré con una carita de pena que con seguridad tuvo que conmoverle, ya que su mirada se enterneció de tal manera que casi me pongo a llorar como cuando ves esas películas tontas que te emocionan y no puedes evitar que se escape la lagrimita.

Creo que en la vida me duché y me vestí tan rápida, es cierto que no perdí tiempo en maquillarme y que la ropa escogida fue la más informal que encontré a mano, tampoco era plan de hacerle esperar mucho para presentarme delante suyo como una mujer deslumbrante, después del desastre que acababa de ver no sería creíble, me conformé con parecer lo más natural posible. Cuando volví al comedor seguía sentado en el sofá tal como había prometido.

-        Vuelvo a pedirte disculpas por este desastre – señalé a mi alrededor mientras me sentaba frente a él – habitualmente no es así, pero esta semana ha sido difícil…

-        No te preocupes, el que tiene que disculparse soy yo, debería haber avisado y no presentarme de improviso. También debo pedirte perdón porque dije que te llamaría cuando hubiese acabado con un tema, pero la solución ha tardado más de lo previsto.

-        Entiendo… ¿puedo preguntar de que se trataba? – al instante de hacer la pregunta me arrepentí – perdona… no debería preguntar sobre algo que no es de mi incumbencia…

-        Tranquila, aunque de forma colateral, también te incumbe. Lo cierto es que he dedicado estos días para terminar con la relación que me unía a la mujer con la que he compartido mi vida estos últimos siete meses…

-        De verdad que no es necesario que me cuentes tus situaciones personales y…

-        Ya te he dicho que necesito que lo sepas – me interrumpió – me ha costado acabar con esa relación en la que me sentía muy cómodo, y con sentimientos que empezaban a ser lo suficientemente sólidos como para pensar en que nuestra historia avanzase a algo más allá que el simple presente, pero la cruel realidad me ha puesto en mi sitio y todo se ha desmoronado como un castillo de naipes.

Hacía más de dos meses que ella me engañaba, cuando empecé a darme cuenta de ciertos comportamientos extraños, de mentiras que afloraban y alguna pista circunstancial, nada concreto e irrefutable, pero en conjunto me hacía sospechar. No esperé más tiempo y le conté mis dudas pidiendo que fuese sincera conmigo, que si había algo de ello, era el momento de hablarlo como personas adultas. Lo negó todo con rotundidad y me acusó de querer romper nuestra relación, que ya no la quería y que si no confiaba en ella, solo tenía que decirlo y se marcharía de mi casa. Acepté sus razonamientos y todo regresó aparentemente a la normalidad, pero volví a pillarla otra vez en varias mentiras. Contraté a una agencia para que la investigase, yo no tengo tiempo para estar haciendo seguimientos, grabaciones y demás tonterías, y lo dejé en manos de profesionales, no tenía prisa, el tiempo daría o quitaría razones. No tardaron en comunicarme que efectivamente había algo, pero me dijeron que si les concedía más tiempo, estaban seguros de que había mucho más. Entonces ocurrió que un detonante me obligó a darles prisa en sus investigaciones y en menos de 15 días tenía sobre mi mesa un informe detallado de sus infidelidades con al menos tres hombres diferentes. Las pruebas gráficas eran extremadamente explícitas, más de lo que hubiese deseado. Ayer la afronté con las fotos y videos y… la envié a la mierda sin perder ni un instante en escuchar sus explicaciones y disculpas, había embalado todas sus cosas y la eché de casa. Fin de la historia.

-        Lo siento mucho – dije con verdadera tristeza al ver cómo me relataba la traición que había sufrido -.

-        Pues yo no, ahora estoy libre para seguir con mi vida, si hay algo que no puedo tolerar es la mentira, la traición de la confianza y del compromiso adquirido. Puedo entender los cambios en los sentimientos de las personas, sé que nada es eterno, pero hay que sincerarse con la otra parte y jamás traicionar, supongo que estoy chapado a la antigua.

-        Estoy de acuerdo contigo, engañar no conduce a nada bueno. ¿Puedo preguntar cuál fue el detonante para que aceleraras lo de la investigación, y también en que me incumbe a mí esta historia, tal como has dicho? – pregunté con el corazón en un puño al intuir la respuesta.

-        Pues el detonante fue el conocerte a ti – se levantó del sofá y se puso frente a mí alargando su mano para ayudarme a ponerme en pie – y te incumbe porque quiero que seamos pareja, del tipo que quieras, pero desde que te vi no he podido pensar en otra cosa que no fueses tú y en solucionarlo todo para que pudiésemos estar juntos.

Sin darme cuenta nuestros labios ya se estaban juntando, y su exploradora lengua entró en mi boca con afán de conquistar territorios que yo estaba dispuesta a conceder. Con pasión desatada avanzamos hasta mi habitación, tropezando con el desorden de cosas que había tiradas por el suelo a las que se sumaron nuestras ropas, que iban cayendo como hojas de un árbol en otoño según nos desnudábamos. Nos detuvimos un momento para mirarnos, ya completamente desnudos, y lo que vi de Agustín me gustó mucho, pero que mucho. Su cuerpo musculado, sus fuertes glúteos, y su pene, de un tamaño más que respetable tan hinchado como estaba, me sentía orgullosa de ser yo la que provocase esa erección tan esplendida.

Me tumbó en la cama y su boca recorrió cada milímetro de mi piel, surcando mis curvas, recovecos y hendiduras con su lengua voraz y sus labios carnosos, deteniéndose en mi vagina, donde con una habilidad que me resultó increíble, me hizo el sexo oral más intenso y placentero que había disfrutado hasta la fecha. Me arrancó un par de orgasmos bestiales que me dejaron satisfecha para lo que restaba del mes. Pero él tenía otros planes para mí, y decidió ejecutarlos tan pronto percibió mi recuperación tras los orgasmos.

No sé de donde apareció un condón que se puso sin que apenas me diese cuenta, y me penetró con una suavidad y sensibilidad que me hizo llorar de felicidad, mientras se movía despacio sobre mí, su boca se apoderaba de la mía para besarme de esa manera difícil de explicar, pero que elevaba irremediablemente mi nivel de excitación a cotas inconcebibles. Aceleró sus movimientos y su bombeo constante consiguió llevarme de nuevo al clímax, que evidencié con un terrible orgasmo acompañado de unos gritos incontrolados que retumbaron por toda la habitación.

Esperó a que dejase de jadear y que mi respiración se normalizase mínimamente, para voltearme sin sacar su polla erecta de mi coño, quedando él tumbado y yo sentada encima suya, empalada completamente, sintiendo como mis músculos vaginales se adaptaban a su verga en una perfecta simbiosis sexual. Empecé a moverme y a subir y bajar, mirando sus azules ojos clavados en los míos, desprendiendo… amor, si… eso era lo que expresaban, no solo me estaba entregando lo que aparentemente era una sesión de sexo fantástica, me estaba ofreciendo incondicionalmente su amor. Emocionada, aceleré mis movimientos sin poder evitar pensar en mi propio placer, cerrando los ojos para disfrutar cada milímetro de ese pene que me transportaba al paraíso, hasta que me descontrolé totalmente cuando sentí sus espasmos al correrse, y me solté para correrme con él sintiendo un placer como no había sentido con ningún otro hombre. Me dejé caer sobre su pecho, aplastando su cuerpo con el mío, con mi aliento jadeando sobre su oreja y le dije que lo amaba…, fue muy precipitado, pero me salió del alma y era lo que realmente sentía hacia él. Agustín sonrió y me besó suavemente.

-        No sé si puedo ser tan contundente como tú en lo de amarte, pero creo que estoy muy cerca de ello. Si te parece bien podemos caminar juntos para ver si realmente lo que sentimos es tan fuerte, yo lo estoy deseando.

-        Me apunto a estar contigo, estoy convencida de lo que siento, no sabes el suplicio que he soportado esperando volver a verte, y lo que acabamos de hacer… bueno yo… ha sido perfecto.

-        Si te refieres al sexo, te aseguro que esto solo acaba de empezar, voy a entregarme a ti para que no te quede ninguna duda de mi compromiso, y te aseguro que tengo mucho más que darte.

-        Ha sido maravilloso, se nota que tienes… mucha experiencia – dije con voz tímida – se te ve tan seguro de ti mismo, de tu cuerpo… del mío… Yo no tengo tanta como tú, he estado con…

-        Marta, – me interrumpió cogiendo mi barbilla entre sus dedos para fijar mi atención – no me importa nada de lo que hayas hecho hasta ahora, si has estado con uno o con mil hombres, es tu vida, tu pasado. Lo que cuenta a partir de ahora somos nosotros, el compromiso entre los dos.

-        Claro que sí, lo entiendo, pero quiero que sepas que he estado con seis hombres antes que tú, no sé si te parecen muchos o pocos, pero son los que son – había obviado mi experiencia con Eva, más por mi propia vergüenza que por el echo en sí -. Y también me gustaría que fueses sincero conmigo, no es que sea importante la cifra, es solo una muestra de confianza mutua.

-        No lo encuentro necesario, pero si quieres saberlo he estado con más de 300 mujeres, aunque las relaciones serias se pueden contar con los dedos de una mano, incluida la que acabo de terminar.

Al oír la cantidad de mujeres mi cara se descompuso y tuve que tragar saliva para aligerar la sequedad que se generó en mi garganta. Agustín se dio cuenta al instante del impacto que tuvo en mí su confesión y me estrechó entre sus fuertes brazos mientras acariciaba mi pelo.

-        No te asustes preciosa, esa cantidad tiene importancia relativa, primero porque empecé a tener relaciones sexuales de muy joven, y segundo porque la mayoría de ellas han sido de una sola noche, sin componente afectiva alguna, producto de las circunstancias del momento. Es verdad que durante esa época de mi vida se podría decir que padecí de una cierta adicción al sexo y encadenaba relaciones con facilidad. No estoy diciendo que me arrepienta de esas relaciones, la gran mayoría fueron satisfactorias, pero también debo decirte que siempre he sido honesto en todas ellas, no me he aprovechado nunca de ninguna mujer y tampoco soy consciente de que se hayan aprovechado de mí, aunque lamentablemente he tenido que sufrir alguna infidelidad por parte de las que me han importado de verdad. Cuando esa etapa terminó reconduje mi actitud hacia el sexo, de forma en que priorizaba la relación afectiva de cierto compromiso frente a lo puramente carnal.

-        No te preocupes… entiendo y valoro tu sinceridad, aunque no me esperaba que fuesen tantas, – sin tener ningún derecho ni razón, me dolían todas esas mujeres que habían estado con él, no podía evitarlo – lo importante es que ahora sea yo la única con la que quieras estar.

-        Desde luego, si de algo puedes estar segura es que mientras estemos juntos amándonos, y deseo que sea “hasta que la muerte nos separe” – decía en tono gracioso y rimbombante -, jamás estaré con otra que no seas tú, eso puedo jurártelo. Solo espero que también tú seas capaz de cumplirlo, y si no ha de ser así porque los sentimientos pueden cambiar con el tiempo, que lo hablemos en común para decidir lo mejor para los dos.

-        Te prometo que será así, nada de traiciones, juntos, sin engaños.

Lo dije con toda la convicción de la que fui capaz, no podía creer lo que me estaba pasando, tal felicidad me era del todo desconocida, había venido a por mí, a comprometerse conmigo y quería mi compromiso para con él. No dudé en ofrecérselo en ese mismo instante. Lo que siguió hasta la noche fue indescriptible. Volvimos a hacer el amor con toda el alma, y luego me folló con una energía inusitada, jamás pensé que el sexo podía llegar a ser tan gozoso como el que me daba ese hombre, recuperaba sus erecciones con una velocidad pasmosa, aunque mis felaciones también tuvieron mucho que ver en su puesta a punto.

Esa tarde-noche fui tan feliz, a pesar de que mi cuerpo quedo para el arrastre, y al día siguiente fue una tortura el asistir a clases. Le expliqué lo ocurrido a Eva, que me abrazó con entusiasmo y me pidió que se lo contara todo, los detalles de cómo era ese tío buenorro en la cama, nos reímos mucho e hicimos cantidad de comentarios guarros, con la complicidad existente entre dos buenas amigas.

A partir de ese día me trasladé a vivir a su piso ahorrándome el alquiler del mío, ya que mi economía desde el fallecimiento de mis humildes padres había menguado de tal manera, que prácticamente se evaporó para pagar mis estudios y por no haber trabajado en ningún momento durante la carrera.

La vida con Agustín era genial, atento, detallista, se convirtió en un amigo en el que poder confiarle cualquier problema, siempre con consejos acertados y con una habilidad para escuchar con empatía, que te hacía sentir muy bien como persona. Y del sexo… solo puedo decir que inmejorable, se entregaba de tal manera en todo, buscando mi placer, ejercitaba conmigo su gran experiencia con las mujeres, aprendí una barbaridad con él, solo le negué un par de ocasiones el sexo anal que siempre me había dado miedo por el dolor y, a partir de entonces, no volvió a pedírmelo jamás, diciendo que era solo una práctica más, que sentía placer con cualquier cosa que hiciésemos juntos.

Tanto Eva como yo acabamos la carrera y decidí prepararme para las oposiciones de funcionariado de nivel alto en Hacienda. Eso supondría un mínimo de preparación de dos años sin hacer prácticamente nada más que estudiar, debido a la exigencia de esas oposiciones. Agustín me apoyó en todo momento diciendo que no me preocupase por el dinero, que él trabajaría lo necesario para que me pudiese dedicar en exclusiva al estudio.

Y así fue los dos siguientes años viviendo en pareja, yo estudiaba y él trabajaba como un burro, por suerte parte de su trabajo lo podía hacer en casa, con lo que estábamos juntos mucho tiempo. Mi relación con Eva se resintió un poco ya que ella había logrado ganar las oposiciones de funcionariado de nivel medio de Hacienda, al año de terminar la carrera y ya estaba trabajando. Mientras, yo necesitaba todo el tiempo para mis estudios y prefería pasar el poco que tenía libre con Agustín, aprovechando para jugar a nuestro juego favorito.

Cuando gané las oposiciones consiguiendo la mejor calificación de todo el país, me adjudicaron el cargo de responsable de inspección y auditorías de la zona centro, fui la primera mujer en ese cargo y sin haber cumplido los 26 años aún. Agustín estaba eufórico, parecía más contento que yo misma, me montó una fiesta por todo lo alto con todos nuestros amigos, incluida Eva, que no le caía nada bien. Estaban Jorge y Laura, la pareja con la que mejor nos llevábamos y con los que salíamos con cierta asiduidad. Jorge era el mejor amigo de Agustín, y además de compañero de trabajo en la ingeniería, compartían la misma edad, profesión y que los dos estaban muy buenos. Su esposa Laura era preciosa y de una simpatía desbordante, y pese a su juventud, se la consideraba una de las mejores enólogas del país. La fiesta fue perfecta y yo me sentí muy feliz siendo la protagonista, pero sobre todo por ver a Agustín tan contento por mí y que todos lo pasamos genial.

Esa noche al ir a la cama, estaba desvistiéndome en medio de la habitación cuando se acercó a mí, se puso de rodillas a mis pies y me pidió en matrimonio. Lloré y lloré, abrazándolo, besándolo con una felicidad que invadía mi corazón, aceptando el anillo de compromiso y acabando haciendo el amor con nuestra total entrega.

A los dos meses nos casamos en una boda sencilla, sin los familiares que no teníamos y con los amigos más allegados. A la vuelta del fantástico y romántico viaje de novios, llegó la sorpresa cuando me llevó a nuestra nueva casa en una zona residencial de la ciudad, no era nada ostentosa, pero la encontré tan grande y bonita que me pareció un palacio. Agustín la había comprado y quería escriturarla a nombre de los dos, a lo que me negué en rotundo, una cosa es que durante algo más de dos años hubiese sido una “mantenida” para preparar mis oposiciones, y otra era quedarme la mitad de una casa carísima por la patilla, y menos ahora que ya tenía un buen sueldo y podía colaborar en la economía familiar.

Esa fue nuestra primera discusión en dos años, pero me salí con la mía quitándole de la cabeza lo de escriturar la propiedad a medias. Lo cierto es que entonces fui consciente de la verdadera categoría laboral de mi marido. En la confianza que me tenía, me pasó los enlaces y claves de sus cuentas bancarias por si algún día fuese necesario operar en su ausencia. La verdad es que no le hice puñetero caso hasta que un día que él iba a entrar en una reunión, me llamó para que comprobase si había recibido una transferencia en su cuenta y que le enviara un mensaje de confirmación.

Al acceder a su cuenta pude ver que su nómina mensual cuadruplicaba la mía, pero lo que más me sorprendió es que trimestralmente recibía varios ingresos procedentes de las patentes que había registrado. Las cantidades ingresadas eran verdaderamente importantes y me sorprendió que no me lo hubiese explicado, aunque tampoco podía decir que me hubiese mentido, ya que nunca le pregunté sobre los detalles específicos de su trabajo. Yo que pensaba que ahora mi nómina sería importante para nuestro futuro, estaba claro que no lo iba a ser, mis ingresos parecían irrisorios al lado de los suyos.

Le envié un mensaje de confirmación a Agustín y tras pensarlo mucho decidí llamar a Jorge, tenía la suficiente confianza para preguntarle sobre mi esposo. Jorge estuvo simpático como siempre y me dejó las cosas bien claras, aunque no dejaron de sorprenderme.

-        Marta, debes ser consciente que Agustín no es un ingeniero cualquiera, es posiblemente uno de los mejores del mundo en su campo. Piensa que yo me considero muy bueno en lo mío, pero te aseguro que no le llego ni a la suela de los zapatos a tu marido. Además, es tan buen tipo que, pese a las ofertas millonarias que ha recibido, se ha negado a abandonar nuestra pequeña ingeniería solo por el hecho de que está a gusto trabajando con nosotros y por fidelidad a los dueños, que confiaron en él desde el principio.

-        Nunca me lo ha contado con ese detalle – estaba un poco mosqueada – aunque reconozco que tampoco se lo he preguntado.

-        Mira Marta, si no te lo ha contado es porque es muy modesto al hablar de su capacidad profesional, jamás le he visto presumir de nada por muchos motivos que tuviese para hacerlo. También está el que en según qué proyectos, se nos obliga a firmar un contrato de confidencialidad por tratarse de temas que implican a ejércitos de varios países, y hasta ahí puedo leer… De todas formas, habla con él y plantéale tus dudas, él no te engañará jamás.

-        Así lo haré, gracias por tranquilizarme Jorge, y por tu tiempo. Te ruego que no le cuentes a Agustín lo de esta llamada.

-        No te preocupes, queda entre nosotros, pero habla con él.

-        Vale, y recuerda que este “finde” tenemos barbacoa en casa.

-        Desde luego, Laura ya ha comprado un vino de la hostia, ventajas de tener una enóloga como esposa, y hemos conseguido que Susana venga con su novio, se va a morir de vergüenza cuando Agustín y yo nos metamos con el pobre chico, la diversión está asegurada… jeje.

-        Que malos que sois con la pobre, Laura y yo no lo permitiremos. Hasta el sábado.

Estaba realmente sorprendida de lo que acababa de escuchar y cuando Agustín llegó a casa, con la excusa de que había visto sus ingresos, le pregunté por los detalles de su trabajo. Prácticamente me explicó lo mismo que Jorge, con más detalles y algunas aclaraciones extensas. Cuando terminó empecé a bromear con él.

-        Pues a partir de ahora ya puedes tratarme bien porque si no te voy a montar una inspección de Hacienda para verificar todos tus ingresos…

-        Soy del todo transparente – reía juguetón – puedes investigar lo que quieras, no encontrarás nada ilegal, lo declaro todo.

-        Sabes que cuando Hacienda investiga siempre encuentra algo, y tú no vas a ser menos…

-        Pues tendré que sobornar a la inspectora jefe – sus ojos dejaban bien claro lo que quería - ¿se te ocurre algo que puedas necesitar?

-        Estoy abierta a cualquier propuesta – ya estaba súper cachonda de pensar lo que me esperaba -.

-        Pues vamos a ello – me cogió en brazos para subir las escaleras hasta nuestra habitación mientras me besaba – este despacho está vacío, podemos “negociar el soborno” sin que nadie nos moleste.

Momentos como este han sido la tónica de nuestro matrimonio, nuestra vida sexual totalmente plena e inmejorable durante estos cinco años de casados. En lo social y laboral también ha sido perfecto. Él, continuó mejorando en su trabajo, sin por ello dejar que en nuestro matrimonio siguiese activa la chispa de diversión y sensualidad que lo mantenía vivo.

Yo promocioné en el mío y actualmente soy la responsable de inspección y auditorías de Hacienda para grandes patrimonios a nivel nacional, cargo que me reporta una excelente nómina, prestigio en el entorno laboral, y prácticamente todas las tardes libres, que aprovecho para ir al gimnasio, quedar con amigas, ir de compras, etc, hasta la hora de regresar a casa con mi amor.

Recuperé la amistad con Eva y moví determinados hilos para acogerla dentro de mi equipo de inspectores y no me arrepiento de ello, ya que me ha demostrado en incontables ocasiones que es una gran profesional y que se puede confiar en ella para los trabajos más comprometidos. Establecimos un día al mes para la noche de chicas, donde un grupito cenábamos, criticábamos todo lo que se movía y nos divertíamos bailando y tomando alguna copa.

Con Eva siempre teníamos la misma discusión esas noches de juerga, me animaba a echar una canita al aire, que no podía ser que el centro de mi vida fuese Agustín, que era el marido perfecto pero que algún polvete con otros hombres me insuflaría de nuevas energías. Yo me reía de ella por dentro, si supiera lo que tenía en casa respecto al sexo, no insistiría en colocarme a otros hombres. Me pasaba gran parte de la noche quitándome de encima a los pesados moscones que querían ligar conmigo y al final, yo volvía a casa con ganas de guerra con mi marido mientras ella se pillaba al macizo o macizos de turno para disfrutar de sus zorrerías habituales.

A mi esposo no le gustaba que saliese con Eva, y pese a considerarla una mala influencia para mí, siempre respetaba lo que yo decidiese hacer sin reproche alguno. Nunca la había tragado, cosa que no entendía ya que ella siempre se mostraba amable, simpática y divertida con él, Agustín se limitaba a tolerarla con educación e intentaba distanciarse de ella en las reuniones o salidas en las que coincidían.

Y ahora seguía sentada en mi coche sin atreverme a salir de él. Hacía más de media hora que Eva había entrado en mi casa, evidentemente sabía que no estaba allí para vender enciclopedias y me estaba volviendo loca en decidir si valía la pena certificar lo que ya me imaginaba, o era mejor largarme de allí y volver a la hora acordada. Lo cierto es que a estas alturas ya carecía de importancia.

Llené mis pulmones de aire, saqué el valor de no sé dónde y me dirigí hasta la puerta de casa. Con las manos temblando me costó atinar con la llave hasta que la puerta se abrió con un siniestro clic. Entré en la casa y empecé a subir las escaleras que conducían a las habitaciones, tan solo llegar a la mitad de las escaleras se oían los jadeos y una conversación que no lograba entender.

Me acerqué hasta la puerta de nuestra habitación que estaba completamente abierta y al asomarme, pude ver lo que estaba ocurriendo en su interior sin necesidad de entrar en ella, ya que la puerta de mi armario ropero estaba ligeramente abierta, con un ángulo suficiente para que el enorme espejo que la cubría, reflejase con claridad la escena.

Si lo que estaba viendo me sacudió el alma, lo que hablaban ellos dos desgarraba mi corazón. Agustín estaba percutiendo el culo de Eva con una furia desatada mientras apretaba la cabeza de mi amiga contra nuestra cama. La maravillosa polla que tantas veces había sentido en mi interior, ahora entraba y salía en toda su espléndida extensión, horadando su ano sin contemplaciones ni miramientos mientras Eva gritaba de placer, con la cara descompuesta por la presión que ejercía el brazo de mi esposo. La imagen era totalmente hipnótica, aunque el dolor provocado me destrozaba por dentro.

-        Ahgg… Rómpemeee el culo cabrón, es todo tuyooo… uff… no te lo niego como lo ha hecho siempreee … tu querida mujercitaahgg… haz de mi lo queee… quierasss…

-        Maldita puta… ya tienes lo que has venido buscando desde que nos conocimos en esa fiesta, hace ocho años, – decía Agustín sin dejar de taladrarle el culo con esa furia que jamás había visto en él –, desde esa misma noche que me llamaste después de follarte a mis dos amigos. Quince días llamándome para quedar conmigo, diciendo pestes de Marta, vaya amiga…

-        Sabes que ella no te mereceee… ohh… diosss como la siento dentrooo… jamass te daráaahgg lo que yooo te puedo dar…

-        Ocho años zorreando para que te la metiera, en la fiesta de las oposiciones de Marta, en todos nuestros encuentros, provocándome, puta de mierda, nunca he visto a ninguna otra más puta que tú… incluso el día de mi boda me seguiste al baño desnudándote para que te follara allí mismo, no habían pasado ni dos horas de que hubiésemos dicho el sí, y ya estabas intentando follarte al marido de tu mejor amiga – veía como mi esposo aceleraba las furiosas penetraciones y a ella a punto de correrse – ocho años de mensajes, de acoso, de ofrecerte a la más mínima ocasión que tenías, mintiendo a Marta. Estarás contenta ¿no?... polla querías… polla te doy… guarra…  - lo que vislumbre en el rostro de Agustín me desgarró el alma, si es que quedaba algo por desgarrar.

-        Siii… llámame putaaagh… soy tu perraa… Ahgg… me matasss… si, si, siii… me corro otra vez… ahggggg…

Eva tuvo un orgasmo brutal por la follada que le estaba pegando mi marido y eso me dolía enormemente, pero el descubrir lo que mi “querida amiga” había intentado durante todos esos años a mis espaldas, multiplicaba ese dolor hasta hacerlo insoportable. Agustín esperó unos instantes a que se recuperase Eva para sacar el pene de su culo, y levantando su cabeza tirando de su cabellera sin contemplaciones, le metió la polla en la boca para empezar a follársela hasta el fondo de la garganta, la obligaba a mantener la verga totalmente engullida hasta faltarle el aire y provocándole arcadas mientras ponía los ojos en blanco.

Ya no pude mirar más y retrocedí sobre mis pasos, aquello era insoportable y quería morirme allí mismo, todo el amor, esos años de felicidad compartida, todo había saltado por los aires y ya no me quedaba nada, lo había perdido todo por culpa de…

Estuve a punto de caer por las escaleras de tan absorta que estaba con mis dolorosos pensamientos. Conseguí llegar hasta el salón, me dejé caer abatida sobre el sofá y lloré con el corazón quebrado, con la rabia que me producía la impotencia de no poder hacer nada para solucionar lo que ya no tenía solución.

Decidí esperar que todo acabase, afrontar lo que fuese cuándo terminasen su sesión de sexo. Podía largarme y volver a la hora que se suponía que debía llegar a casa, pero tampoco sabía a donde ir para mitigar mi dolor, ya nada importaba…

Continuará…