Solo las mujeres sabemos lo que nos gusta 2

Mi vida ha mejorado gracias a Julieta, pero en toda relación hay momentos de tención. Hay que estar para esa persona especial en las buenas y las malas

Lamento haber tardado tanto en escribir. He estado pasando por muchos problemas últimamente y quise tomarme un descanso muy largo de todo lo que tuviese alguna relación con el internet.

La misma explicación de mi tardanza está en el relato. Verán: vivo con unos amigos, a los cuales les encantan las lesbianas, y todo el tiempo me molestaban, aunque con cariño, por lo de mi nueva relación con Julieta. Fue muy lindo al principio, pero después empecé a sentirme rara porque creo que tienen fantasías con nosotras. Además, una de mis amigas un día se me enfrentó por mi decisión de querer a una chica.

Estábamos comiendo en un restaurantito de Querétaro. Mi amiga, Paulina y Mirna hablaban y bromeaban mucho, y yo con ellas, pero Laura se mantenía en constante silencio, solamente contestando, aparentemente alegre, cuando se dirigían a ella. Yo me di cuenta de que se sentía un poco incomoda por alguna razón y, cuando Paulina y Mirna se fueron al baño, le pregunté a Laura que qué le pasaba.

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Estoy… uhm, un poco incomoda. – dijo al ver que no había alternativa más que contestar a mis preguntas. Parecía mirar hacia el baño en espera a que volvieran las demás chicas.

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¿por qué?

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No lo sé...

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¿Es porque tengo novia? ¿es eso? – había sido el tema de nuestra conversación momentos antes de llegar al restaurant.

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¿quieres saber la verdad? Sí.

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Pero, ¿por qué? No tiene nada de malo.

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En nada, ¿eh? Pues debes enterarte que hay muchos problemas al respecto. Hay infecciones…, enfermedades…, y… y…

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Una infección por tener sexo cualquiera la puede tener, hombre o mujer, pero siento que no es eso lo que te molesta en realidad.

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Mira… eres mi amiga y te quiero mucho, pero no debes dejar a los hombres solo por una fase tonta. Además, no es natural.

Sus pausitas y su actitud ya me habían molestado, pero eso de lo “natural” y lo de abandonar a los hombres me puso de verdad enojada. Había aprendido de mis padres a mantener la calma en los pleitos, para que así el otro se vea más tonto que uno y así ganar el asunto; pero estaba a punto de desobedecerlos en ese momento y gritarle a Laura.

Pude decirle muchas cosas sobre que lo natural es relativo y que en realidad es muy complejo hablar de eso, pero sentí que ella no lo entendería o, en caso de que lo entendiese, lo aceptaría.

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Tampoco es natural tanto maquillaje y aun así lo aceptamos. Tampoco es natural la religión, pero aun así la vez como tu máxima ley. Te cogiste a tu primo. Si quieres estar de santurrona, mejor mírate al espejo primero.

Se lo dije de la forma más tranquila que pude, pero no resistía que me viera. Tomé mis cosas y me levanté. Antes de irme dije:

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Dudo que quieras pagar la cuenta porque el dinero tampoco es natural.

Ni siquiera nos habían traído la comida para ese momento, pero dejé dinero para pagar lo que había pedido y un poco más por si faltaba para completar lo de alguien más. Me fui sin mirar atrás, pero en el camino le mandé un mensaje a Mirna: “Tuve que irme. Espero que no piensen como Laura. Les dejé dinero. Chau”

No hablé con ellas por días. Hasta que después de unos días Mirna y Paulina me hablaron por teléfono. No quería responder, pero lo hice porque de alguna manera inconsciente, las extrañaba.

Suspiré y respondí:

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¿qué pasa?

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Ay, hola, ¿estás bien? Mirna nos dijo que te fuiste porque tenías que irte con Juli. – Era la primera vez que abreviaba Julieta, y eso lo hizo sonar chistoso, aunque en realidad trataba de hablar de forma seria.

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¿En serio lo dijo así?

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No, en realidad dijo que querías estar más con ella que con nosotras, y después se puso muy pesada. Ni Mirna ni yo ya la aguantamos.

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¿pues qué les dijo?

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Que no podía vivir entre tanto pecador y tanto depravado y que todas eran unas pendejas porque se la pasaban cogiendo sin pensar. Ya sabes, es bien religiosa.

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Por algo así me fui. De hecho, no he visto a “Juli” – lo dije con tono de broma – desde un día antes de que saliéramos a comer.

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Ah, sí, de hecho, por eso te llamo. – Pareció respirar profundamente para prepararse para hablar continuamente. Eso me puso muy nerviosa. Me di cuenta de repente que ella me había mandado un mensaje en vez de hablarme por teléfono si fuera solo para preguntarme el porqué de mi repentina huida. – La vimos con otra muchacha cerca de la facultad de psicología.

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¿Cómo que con otra? – me latía el corazón muy rápido.

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Sí, la estaba abrazando de forma bastante… ehm… romántica.

No supe qué decir o hacer. En Facebook (el cual casi no uso porque lo odio) había visto muchos comentarios relacionados a los celos de niñas o niños estúpidos que, movidos por ellos, amenazaban o iniciaban peleas públicas por mal interpretar una situación. Por otra parte, sentía que, si uno amaba tanto a alguien, debía dejarlo estar con quien quisiera porque en ese caso sería más esclavitud que amor. Pero en ese momento me sentía enojada y triste, tanto que por un momento quise salir e ir a gritarle a Julieta como había visto muchas veces en la televisión cuando mostraban parejas disfuncionales. Recordé como Julieta se sentía orgullosa de sus capturas ocasionales y de su sexualidad tan libre. Era algo que me encantaba de ella, pero ahora sentía que era algo peligroso para nuestra relación.

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¿estás segura de eso? ¿no estás exagerando? ¿Quién más las vio?

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Fuimos Mirna y yo. Quisimos tomarles una foto, pero nos habría visto, así que mejor te lo dijimos. Y no estoy exagerando, de hecho, te lo digo de la forma más objetiva posible.

Me dejé caer en la cama. No sabía ahora qué hacer o pensar. Estaba todo tan complicado.

Le agradecí por haberme informado y colgué. Me quedé acostada ahí por tres horas. Cuando era las 9:33 de la noche, vi un mensaje de Julieta; la vista previa decía “Tenemos que hablar. Puedo…” Ni siquiera quise abrir el mensaje. Minutos después llegó otro diciendo: “Ya casi estoy por tu casa…”. Por alguna razón que no comprendo, me salí de mi casa en ese momento. Fui caminando hasta el Jardín Guerrero, el cual no está muy cerca de mi casa. Ahí vi a Julieta aparentemente triste. Estaba con sus amigas, riendo un poco, pero alejada de ellas. Después de un rato llegó otra, que empezó a abrazarla mucho. Y eso sí me hizo enojar. Estuve a punto de salir de mi escondite (una banquita detrás de ellas, en su punto ciego), pero ver a Laura por ahí me disuadió.

Se le acercó y armó un pequeño escandalo con Julieta. Se gritaban y se amenazaban, y llegó un punto en el que creí que se agarrarían a golpes, pero Julieta dijo algo que me hizo sentir muy rara.

“Yo amo a mi manera, y tu amiga es lo más hermoso que me ha pasado. Deberías quererla en vez de cambiarla”. Claro, todo eso estaba acompañado por una cantidad absurda de groserías y sinónimos obscenos que la hacían ver como una persona estúpida, pero igual me pareció muy lindo.

Espero que no les esté aburriendo todo lo que he escrito porque no he puesto nada de sexo en un texto en donde se publican relatos eróticos. Ya voy, resistan. Y quien me dijo que mis experiencias se parecen a la Vida de Adele, pues le respondo diciendo que no conocía la película hasta que ayer la vi. Sí, se parece un poco, creo, pero no es lo mismo. Aun así, me pareció muy lindo el comentario. Gracias.

Continuamos:

Laura se fue cuando las amigas de Julieta le amenazaban y le gritaban que se fueran. Un policía se acercó para poner un poco de orden, y eso logró que se fuera. Me sentí aliviada por alguna razón y me alejé un poco hasta el jardín Zenea, el cual estaba y está en remodelación (espero no confundirlos con las localizaciones de las cosas en Querétaro). Cerca de Corregidora busqué un lugar en donde sentarme y hablé por teléfono.

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¿Julieta? ¿hola? Vi tus mensajes y yo…

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Tenemos que hablar de algo, mi amor. – dijo en seguida.

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¿es algo malo?

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Eh… no, ¿por qué habría de ser malo?

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Por algunas cosas de las que me hablaron. Yo… no sé qué pensar al respecto…

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¿te contaron que me abrazaba una chica?

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Sí – me empezaba a sentir estúpida.

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Ay, ¡Dios! No es lo que parece, mi gatita hermosa – tuve que resistir el impulso de maullar- Te lo puedo contar si nos vemos.

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Pues veámonos. Estoy en el Centro, por Corregidora.

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¿La calle, la plaza o el estadio Corregidora? – tal vez suene absurdo, pero en Querétaro a todo le ponen Corregidora como nombre.

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Te faltó decir el municipio. – ya me sentía mejor. Quería bromear con ella. – Estoy en la placita, cerca del andador que lleva a la facultad de Filosofía.

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Ya. Entonces voy para allá.

Colgó. Odio que me cuelguen, pero ella lo hacía de una manera especial. Era como si ambas supiéramos que no había nada más por decir y que era el momento de terminar la llamada. No tenía sentido despedirnos porque nos veríamos pronto, además de que no quería que perdiera el significado nuestras frases de amor. Además, la hacía ver interesante, un poco misteriosa incluso. Parecía que quería continuar esa misma conversación en otro momento. Me encantaba.

No pasó mucho tiempo cuando la vi caminando hacia mí. Llevaba un vestidito ligero azul oscuro que se sostenía de sus hombros por unos pequeños tirantes. Su cabello negro remarcaba su rostro tan pálido. Pero sus ojos me encantaban más que cualquier otra cosa. Eran tan intensos. Grandes y con unas cejas oscuras que parecían señalarte con esas pestañas. Su pequeña boca se movió para hacer una sonrisa al verme, y eso me llenó de muchísima felicidad.

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¿qué haces por aquí, muchachita? – me dijo. No sé por qué ella usualmente usa diminutivos conmigo a pesar de que soy mayor que ella. Pero eso me hacía sentir bien por alguna razón.

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Salí con unas amigas.

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Espero que no con esa pendeja de Laura porque acaba de hacer una escena con nosotras.

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¿en serio?

  • quiero pensar que soy buena mintiendo.

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Sí. Llegó con nosotras y empezó a gritar algo sobre que éramos unas degeneradas y que estaba pendeja porque aparte te engañaba con Lucía y otras tantas tonterías.

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¿Y por qué con Lucía?

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Porque me ha estado abrazando mucho porque ha estado… un poco mal. – miró a los lados. – Está embarazada.

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Guau.

-

Exacto, guau.

Nos quedamos en silencio por un ratito hasta que un niño se nos acercó para pedirnos dinero. Ella, como siempre, le dio una moneda de diez.

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¿siempre eres tan buena?

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¿qué es el bien y el mal, amor?

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No salgas con tonterías – ella usualmente salía con algún asunto filosófico con lo que trataba de destruir al sistema, a su manera.

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Puedo decirte qué es bueno y qué malo si me besas un poco.

Se me acercó para abrazarme, pero no hizo ningún esfuerzo por acercar sus labios a los míos. Aun así, yo me encontraba muy, pero muy, excitada. Me siento ridícula al describir esas sensaciones.

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Ven, acompáñame, gatita. – me tomó de la mano y me condujo por el andador, hasta la esquina de la facultad de filosofía de la universidad, después dimos vuelta y seguimos nuestro camino, sin decir nada, hasta una de esas calles casi deshabitadas que se encuentran por ahí. – Me siento culpable. – dijo pro fin. – Pareciera que te provoco problemas con solo existir.

-

¿qué? ¡No! No me haces sentir mal ni nada.

Entonces me beso de repente. Fue fantástico. Cuando parecía curarme, ella me volvía más adicta. No sabía hasta qué punto podría llegar. Quería más. Siempre quería más. Era más pequeña que yo, menor también en edad, pero me tenía a su merced. Si alguien me iba a controlar, de preferencia que fuera ella. Su lengua jugaba con la mía, y nuestros labios querían atraparse unos a otros. Sus manos acariciaban mi espalda, pasaban por mi cabello, parecían querer mantenerme con ella en todo momento.

Entonces puse mi mano en donde habría de estar su vulva, por debajo de su vestidito. Noté algo muy sorprendente para mí.

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Estás mojada – dije.

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Claro, con estos labios, ¿por qué no habría de estarlo?

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No hablo de eso – la besé más y sentí como se humedecía más y más. – no traes calzones.

-

¿No recuerdas que me dirigía a tu casa?

Mis dedos son cortos, pero aun así lo metí lo más posible en el lugar adecuado. Empezó a mojarse más y hundió su cara en mi cuello para resistir las ganas de gritar. Se sentía rico saber que ella estaba a mi merced ahora. Quería poseerla, hacerla mía, aun cuando esas ideas son a las que me opongo. Metí mi dedo lo más que pude y lo saqué lentamente, pero sin separarlo de su piel. Recorrí su vulva hasta su clítoris, el cual, al ser acariciado, la hizo gritar.

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¡Shhhh! – le dije. Al oído.

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No puedo resistir mucho, amor. – jadeaba. La dejé descansar, pero sin quitarle la mano en lo que observaba a los lados para saber si alguien nos había visto.

Empezó a moverse en mi cuello y empezó a bajarse hasta mis pechos. Apartó mi blusa de tirantes y mi brasier y empezó a besar las zonas cercanas a mis pezones.

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Espera, ¿qué haces?

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Soy tuya y tu eres mía. – Una frase de Game of Thrones. Es una de las cosas que nos gusta ver juntas.

Entonces empezó a chupar uno de mis pezones. Fue el derecho. Estaba tan excitada que me vine después de cuatro o cinco segundos. Ya ni siquiera me importaba el volumen de nuestros gemidos. Yo quería más. Mucho más, pero ella continuó besándome el pecho, luego el cuello (lo cual hizo que estuviera camino venirme de nuevo) y finalmente me besó de nuevo descontroladamente.

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Arrodíllate. – dijo entre besos.

Ni siquiera sé por qué obedecí. Tal vez fue la emoción del momento, pero me puse de rodillas ahí en la acera y ella se levantó su vestidito. Me puso su vagina en la cara, como si quisiera que se la chupara. Pero ella, a pesar de su inteligencia y suspicacia, no había entendido que yo era la que dirigía. Así que por mi cuenta empecé a chupársela. Y lo hice a mi modo. Nada de tonterías. Primero sus labios, atrapándolos con mis dientes suavemente y después mi lengua a su clítoris. Parecía que lo tenía muy sensible o algo así, porque no pasó mucho para que empezara a venirse sobre mí.

Adoro que eyacule. Me encanta cuando tiene un orgasmo porque puedo sentir como todo su pequeño cuerpo se relaja. Adoro esos ojos, cómo los cierra y abre la boca mientras trata de respirar al gritar de placer a la vez. A ella le daba vergüenza, pero a mí me encantaba verla. Sin embargo, en esta ocasión, ella me cubría la cara con su vestidito.

Me separé de ella y la miré. Tenía la cara mojada por su culpa, mientras que ella tenía el maquillaje corrido por las lágrimas de placer. Me ayudó a levantarme y la besé por un largo rato.

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Tenemos que irnos, cariño. – le dije.

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¿eres de las que coges y te vas?

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Tal vez, pero no creo tener ganas de dejarte.

Me sonrió. Adoraba sus dientes.

La acompañé de regreso al jardín Guerrero en donde se encontraban sus amigas. No había notado ahí ellas tenían unas maletas que fueron agarradas por Julieta.

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¿por qué traes eso?

Ella volteó a mirarme. Había olvidado que quería hablar conmigo sobre algo, algo serio.

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Me fui de mi casa.

Sí, era algo muy serio.

-

¿qué? ¿por qué?

Esto, queridos lectores, me marcó mucho. Me hizo sentir fatal y me enojé con el universo muchísimo. Creía que estas cosas, si llegaban a suceder, no les pasaban a personas conocidas por mí:

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Mi mamá encontró las fotos en las que estamos juntas. Armó un escándalo. Me dijo que me fuera antes de que su esposo se enterase.

Solo pude decir:

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Estás bromeando.

Ella empezó a llorar. Corrí a abrazarla.

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No bromeas. Lo siento, amor.

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Quería pedirte que si me podía quedar contigo.

Llevábamos poco de conocernos, pero aun así quería que viviera conmigo. Tendría que pagar renta, de alguna forma, igual que los demás, pero podía quedarse.