Solo fue una noche...
La historia de una noche especial, donde todos mis prejuicios y miedos saltaron por los aires.
Sólo fue una noche...
Tengo 39 años y perdonen que no les de mi nombre. El e-mail de abajo es de fantasía. Entré en esta página de relatos casi por casualidad (una amiga me dijo que a veces se leen cosas interesantes, aunque no siempre), y me gustaron algunos de los relatos. Y se me ocurrió contarles lo que viví hace un par de años.
Soy divorciada de hace varios años, y no he tenido hijos. Al principio no quisimos, y luego nuestra pareja se deshizo. No creo que esté como para rodar un anuncio publicitario, pero tampoco creo estar tan mal (el gimnasio ayuda bastante). Los hombres me siguen mirando por la calle. (aunque a veces pienso que los hombres por la calle miran a todas). Me gusta vivir sola, y hace tiempo que no tengo lo que se podría considerar una relación seria. Encuentros esporádicos con amigos y menos amigos, y una que otra salida con alguno de los maridos de mis amigas. No es algo que busque. Son ellos los que lo hacen. Es su problema, no el mío. Sacando eso, soy lo que podría considerarse una mujer seria.
Bueno, a lo que iba. Salí una noche con una amiga a tomar unas copas. No tenía un plan especial. Ni tampoco había salido a buscar a nadie. Era solamente una salida de charla y pasar el tiempo. Al rato me dice: ¿Te has fijado en el tío ese?. No para de mirarnos. Me va a poner nerviosa, jajaja.
Lo miré. Tendría más o menos nuestra edad, aunque quizás un poco más joven. Ciertamente no era un chavalito, y tampoco estaba nada mal.
Mi amiga me incitó:
Y, ¿que piensas?. Tu que estás soltera... Que si no estuviera casada, se me iba a escapar.
Estuve a punto de decirle que su marido no deja escapar a nadie, pero esas cosas no se dicen a las amigas. Pensé por que no. Al fin y al cabo mi amiga debería dejarme en unos momentos para volver a su casa.
Cuando ella se fue, me acerqué a él:
Hola, le dije.
Gabriel. Y hoy es mi día de suerte. Se me ha acercado una mujer extraordinaria que va a brindarme una noche extraordinaria.
Me pareció cursi y desubicado. Pero me hizo gracia. Al fin y al cabo a todas nos gusta que nos digan que somos extraordinarias. Aunque sepamos que casi nunca es cierto.
Seguimos charlando un rato, y cambié mi opinión de él. Era interesante, culto, y sobre todo parecía enormemente seguro de si mismo. Aunque sin llegar a ser chocante.
Al rato me había invitado a ir a su apartamento. Y yo había aceptado.
Tenía un apartamento pequeño pero muy mono. Y se notaba que vivía solo.
Me sirvió una copa, y me besó. Debo decir que su beso me gustó. No sé por qué, pero me pareció distinto. No fue atrevido, al fin y al cabo ambos sabíamos porque estábamos allí, pero lo noté algo así como pícaro. No sé. Distinto.
Me pidió salir un segundo al cuarto de baño. Me quedé saboreando la copa, y pensando que tal se daría la noche. La verdad, estaba un poco excitada, pero no esperaba mucho.
Me llamó unos minutos después.
¿Puedes venir un instante?
Me acuerdo que pensé. Esto sí que es raro. Me invita a pasar al cuarto de baño...
Cual fue mi sorpresa cuando entré y vi la bañera llena, y rebosante de espuma.
¿Qué estás haciendo? le pregunté
Preparando tu baño, me respondió como si fuera la cosa más normal del mundo.
Mi reacción, lo reconozco, fue bastante estúpida. Pero me había tomado por sorpresa
Pero si yo ya me he bañado...!
Se rió sinceramente
Una cosa es ducharse. Y otra muy distinta que te bañen. A las mujeres como tu es un placer bañarlas. Para sentir su aroma, su piel, y disfrutar de su cuerpo entre el agua y la espuma.
Mientras decía esto se había puesto detrás de mi. Las palabras casi me las estaba susurrando al oído. Y había comenzado a desabrocharme el vestido, mientras me besaba el cuello.
Si he de ser sincera, estaba desubicada. No es que nunca hubiera compartido un baño con un hombre (sin ir más lejos con mi ex solíamos hacerlo). Pero era la primera vez que en un primer encuentro mi compañero me ofreciera: Bañarme!
Creo que por esa misma razón le dejé hacer. Estaba como confundida. Cuando volví en mi, estaba dentro de la bañera y Gabriel con una esponja en la mano. Había dejado un vaso con whisky junto a la bañera.
Estaba comenzando a disfrutar. El agua caliente, el alcohol, los aromas a jabón y esencias (era seguro que había echado algo en el agua), las manos de Gabriel recorriéndome, su perfume... Era una sensación nueva para mi. Y terriblemente erótica. Me dejé llevar.
Gabriel se entretenía con cada trozo piel. Con los brazos, las manos, el cuello, todo. Era como si estuviera intentando que toda mi cuerpo estuviera preparado para disfrutar. Y lo estaba consiguiendo. Estaba mojada tanto por fuera como por dentro... Mientras hacía esto seguía besándome. En la boca y el resto del cuerpo. Estaba recibiendo esa noche más besos que en los últimos años.
Cuando llegó a mi vagina, soltó el jabón. La acarició suavemente y me susurró al oído:
A ella la vamos a dejar como está. Me gusta saborearla con olor a mujer.
Un escalofrío (hermoso) me recorrió todo el cuerpo. Se dio cuenta y sonrió.
Un instante después me volvió a besar y me invitó a salir. Me secó un poco, la verdad no demasiado, y me levantó en brazos. Nunca me habían llevado en brazos. Solo lo había visto en películas. Me encantó. Yo ya en ese momento estaba perdida.
Me llevó hasta la cama y se tendió a mi lado. Me miró largo, y me besó. No sé que me excitó más. Si el beso, o como me miraba. Los besos siguientes fueron para mis pezones (que en ese momento ya parecían de piedra), mi ombligo, donde se regodeo largo con la lengua, y luego siguió hacia abajo.
Cuando llegó a los labios de mi vagina yo ya no podía más. Quería acabar en ese mismo momento.
Pero Gabriel parecía no tener prisa. Abría suavemente mis labios, los besaba, buscaba mi clítoris, lo rozaba suavemente con la lengua, y volvía a cerrarlos concentrándose en otro lugar de mi cuerpo. Yo subía y bajaba. Quería más y quería que durara. Estaba excitadísima.
Realmente Gabriel sabía como hacer feliz una mujer con su lengua. Se tomaba todo el tiempo del mundo. Me excitaba y me dejaba. De modo que cuando volvía a besarla mi excitación era aún mayor que la vez anterior.
Debo confesar que, desgraciadamente, muy pocos hombres saben como hacer gozar a una mujer con su lengua. Se apuran, o intentar empezar a jugar con sus dedos demasiado pronto, no lo sé. Pero casi siempre tengo que "ayudarlos" para poder correrme. Pero Gabriel no. No sé si sería por mi excitación, o porque realmente sabía hacerlo, pero estaba disfrutando como loca. Estaba en el cielo. Sentía que mi clítoris estaba como un melón. Y ya no aguantaba más... Quería sentir su polla dentro cuanto antes.
Se lo pedí:
Gabriel, no aguanto más! Quiero sentirte dentro,
Pues no va a ser así, mi cielo. No voy a penetrarte todavía... Ya habrá tiempo, ya...
Cerré los ojos y lo dejé hacer. Sentí como sus dedos entraban ahora en mi vagina. Y como buscaban mis puntos más sensibles sin dejar de acariciar mi clítoris con la lengua. Era pausado, más lento que otros hombres. Y disfrutaba más. Más profundo.
La verdad que no sé si tengo o no punto G. He leído montones sobre ello, pero nunca hasta ese momento había sentido nada especial cuando trataba de encontrarlo. Pero ese día sí. La sensación que estaba sintiendo era única. Quería correrme y a la vez quería que no terminara nunca...
Sentí como apoyó sus labios alrededor de mi clítoris y succionó con fuerza mientras seguía frotándolo ahora con más fuerza con su lengua... Y que yo ya no podría aguantar más.
No sé si me desmayé, si grité o no (no suelo hacerlo), o que! Lo que sentí es que me transformaba en un río que fluía y fluía con un placer indescriptible. Y que la lengua de Gabriel ya no acariciaba mi clítoris y su mano me lo apretaba con fuerza. Seguí corriéndome más y más... Y que el mundo se terminaba en ese momento...
No sé si pasó un segundo, o una hora. Yo ya estaba totalmente "ida".
Me "despertó" la voz de Gabriel riendo...
Mujer! No me habías dicho que también eyaculabas... Eres maravillosa.
En ese momento me di cuenta que la cama estaba toda mojada. Y que la barba de Gabriel goteaba.
Me dio una vergüenza enorme. Pensé que me había hecho pis o algo así.
Perdona, Gabriel. No sabía... Perdona, balbucee.
Gabriel seguía riendo.
Perdonarte. Jajaja. Perdonarte por ser maravillosa? Eso nunca se perdona, sólo se disfruta.
Nunca había gozado como hoy... No sé... Perdí todo el control. Nunca me había pasado. Ha sido único, pero... Seguro que no te ha importado?
Pues sí. Si me ha importado. Por supuesto que sí. Muy pocas mujeres son capaces de acabar así. Y me encanta... Es de lo mejor que una mujer puede hacer por un hombre. Como no me va a importar?
Y me dio un beso. Largo, suave, interminable...
Se había parado junto a mi, y me seguía mirando. En ese momento vi su polla. Estaba impresionante. Dura y enorme.
La cogí y comencé a besarla. La metí en mi boca y la saboreé. La rodeaba con mi lengua y a la vez sentía su olor. Ya todos mis prejuicios habían saltado por los aires.
Gabriel parecía estar disfrutándolo... Pero a la vez controlaba toda la situación. No parecía estar fuera de sí (como yo lo estaba)...
No tengo tanta experiencia. Dime como hacerlo. Quiero que disfrutes tanto como yo!
Pues vaya inexperiencia! Lo haces excelentemente! Sabes mucho más de lo que crees saber. Pero hoy mando yo. Ya te lo dije. Ya tendrás tiempo para sentir su gusto... La noche es larga...
Lo que quieras, Gabriel. Lo que quieras. Dime lo que quieras. Soy totalmente tuya.
¿Lo que quiera?... ¿Realmente lo que quiera?
En cualquier otro momento una pregunta así me hubiera hecho encender todas las alarmas, y hubiera dicho que no. Pero como les he dicho, esa noche yo ya no era yo. Estaba en el limbo.
Me sorprendí a mi misma respondiendo.
Por supuesto que si. Lo que tu quieras.
Pues has hecho tu promesa. Descansa un minuto...
Y salió hacia el baño dejándome confusa.
Tardó unos 5 minutos allí.
Durante ese tiempo fui volviendo paulatinamente en mi, despejándome. En realidad sólo conocía a Gabriel de hacía unas horas. No sabía nada de él. Me había hecho disfrutar como loca, pero podía ser un sádico. O cualquier cosa. Empecé a asustarme.
Sentí el grifo abierto en el baño, y como buscaba cosas en el armario o algo así.
Cuando volvió traía un jarro con agua y un pequeño maletín. No tenía idea de que se proponía.
Gabriel, lo que dije recién... De que cualquier cosa... Lo que quise decir es...
Shhh... Nada. No te asustes, me interrumpió. Además, has hecho una promesa.
Pero no, quise decir eso. ¿Qué quieres hacer? Por favor...
Se rió pícaramente.
Pues una promesa es una promesa. Y no, no pienso explicarte que pienso hacer.
Entonces no.¡No sigo jugando!
Me miró largamente. No parecía ni nervioso, ni enojado. Sólo risueño. Evidentemente estaba controlando la situación mucho más de lo que yo creía.
Dejó pasar unos instantes, y me preguntó:
¿Tienes miedo?. ¿Estás asustada?
Un poco. No sé. No tengo idea de que quieres hacer.
¿Puedo hacerte una pregunta?
Sí.
¿Hay algo de lo que haya pasado hasta ahora que te haga suponer que tienes que tener miedo de mi?
No. Nada.... Pero no sé.
¿Y si te pidiera que te quedes tranquila? Que no va a pasar nada esta noche que no sea para que sigas gozando. Que tengas confianza en mi. ¿Me creerías?
Sí. Te creería. Pero no sé que quieres. Dímelo!
Pensó unos segundos antes de contestarme.
Bueno. Te lo diré!. Pero antes vamos a cambiar un poco tu promesa.
No te entiendo.
Primero yo voy a prometerte algo. Y te aclaro que siempre cumplo mis promesas (aunque sólo me conozcas desde hace unas horas). Te prometo que bastará una palabra tuya, que me digas "basta", y en ese momento dejaremos lo que esté (o mejor dicho estemos) haciendo. Y no habrá ni una sola pregunta ni reproche. Ni tuyo, ni mío. ¿Estás de acuerdo?
Sí. Pero...
Espera. Espera. A cambio de eso te pido una cosa.
¿Qué?
Que no tengas miedo. Que no digas "no", o dejes de hacer algo, simplemente porque no lo has hecho antes, o porque no sabes como será. Que te dejes llevar... De cualquier manera, tu sabes que puedes pararlo cuando quieras.
Dudé un segundo. Esta vez si pensé mi respuesta.
Vale. Acepto. Ahora dime, ¿que piensas hacer?
Primero voy a ponerte un enema. Luego quiero probar como es tu culito, y correrme dentro.
Creo que salté de la cama. Estaba horrorizada. Un enema! Y luego sodomizarme!!! Me vino a la cabeza cuando, en otro momento de excitación muchos años atrás, le di el gusto a mi exmarido. Vi estrellas. Parecía un animal. Fue uno de los momentos más terribles de nuestra relación. Y me había prometido a mi misma que nunca, nunca más pasaría por algo así. Sentía que me estaban por saltar las lágrimas.
No. Eso no. No una enema. Y tampoco mi culo... Eres un morboso sádico!
No pareció ni inmutarse. Seguía mirándome y sonriendo. No estaba para nada nervioso.
Por supuesto será lo que tu digas. Te lo he prometido. Pero todavía no te vayas. Dime, que es lo que más te da miedo.
Le conté lo de mi marido. Y lo que había sufrido. Y que no quería volver a pasar por eso. Creo que me desahogué. Debo haber hablado como diez minutos.
Me escuchó en silencio. Ni siquiera amagó con rebatirme.
¿Y lo de la enema? ¿También lo has pasado tan mal?
No lo sé. Creo recordar que sólo una vez me aplicaron una. Y era una niña. Ni me acuerdo que sentí. Pero no me parece algo normal! Nunca nadie me ha propuesto algo así.
Nunca tampoco antes habías eyaculado. Y por lo que me dijiste, no fue tan feo. ¿No?
Reconozco que me desarmó.
Pero es distinto....
No. No es distinto. Es simplemente nuevo. ¿Recuerdas que me dijiste que eso no sería la causa para que te negaras a algo?. No te animas a probar... Además te quiero decir algo. Lo que hizo tu marido contigo fue una salvajada. Aunque no lo llames así, lo que hizo fue violarte. Pensó en su placer, no en el tuyo. Y eso es despreciar a una mujer... Aunque no me creas, de lo que yo estaba hablando es algo muy distinto.
Reconozco que las mujeres somos seres extraños. Estaba molesta y aterrorizada. Y sin embargo empezaba a excitarme. No lo sé. Su voz. Su seguridad. Era una mezcla de sensaciones contrapuestas...
Se dio cuenta. Me miró a los ojos sonriendo y me besó mientras acariciaba mi pezón.
Sentí que de a poco la excitación tapaba mis miedos. No es que desaparecieran, seguía teniendo miedo de Gabriel, pero a la vez quería seguir... No sé, ni yo misma lo entendía... Volvía a controlarme.
Se acercó a mi oído y casi susurrando me dijo:
Relájate. Voy a aplicarte la enema... Y luego tu me dirás si sigo. Te dejaré decidir. ¿Quieres?
¿No me va doler? ¿No me hará daño?
Ni dolor ni daño... Sólo placer. Ya lo verás...
No fui yo quien respondí. Volvía a ser otra...
Si. Ya te lo dije. Soy tuya... Pero por favor... No me decepciones...Dime que tengo que hacer.
Nada. Disfrutar...
Volvió a besarme y a acariciarme. Sentía sus manos y su lengua por todo mi cuerpo. Los pezones, el ombligo. Estuvo una eternidad jugando con mis pies, chupando un dedo, luego el otro... Me acariciaba las piernas, los brazos, mis senos... Cada vez me excitaba más. Volvía a perderme. Ni me acordaba de lo que había dicho antes. Me parecía que eso había pasado cientos de años antes.
Date la vuelta.
Me puse boca abajo, y me colocó una almohada bajo el vientre. Reconozco que me puse algo tensa. Ahora lo hará, pensé.
Pero no. Siguió con un masaje por mis hombros y mi espalda. Suave, largo. Sus manos estaban aceitosas, seguro se había puesto alguna crema. Bajó hasta mis caderas, mis nalgas, mis piernas... Volví a cerrar los ojos y sentirme en el paraíso.
Ahora había vuelto a jugar con mi coño. Sentía su lengua entrando y saliendo. Pero sus dedos habían empezado a tocar mi culo. Lo abría, lo acariciaba, lo rodeaba... Sentía como lo iba lubricando. Era una situación extremadamente placentera... Distinta.
Lo dejé hacer. En un momento sentí como su dedo se introducía dentro de mi. Entraba y salía lento y suave. Entraba hasta dentro y volvía a salir. Una y otra vez. Y sentía más dedos acariciándome el clítoris. Me di cuenta que ahora eran dos los dedos. Pero no me dolía. Ya no había nada de miedo. Era únicamente placer.
En un instante se detuvo.
Quédate así. Dame un segundo. Voy a cargarla. Voy a usar una pera, prefiero así. Es más sensual que con una cánula.
Un instante después volví a sentir sus caricias, y como algo fino y flexible se introducía en mi ano.
Relájate y siente. Serán dos peras. Podrían ser más, hasta 3 o 4. Pero las sensaciones son más fuertes. Vamos a ir despacio...
Sentí como el agua tibia iba inundando mi interior. Era algo distinto. Nuevo. Y también excitante. Creí que iba a sentir enseguida ganas de defecar (al menos eso era lo que yo vagamente recordaba de mi experiencia de niña), pero no. Era sólo algo tibio que fluía dentro de mi.
Ya tienes una. ¿Sigo?
Si. Sigue...
Arrodíllate un poco. Para que tu culito quede más alto.
Esta vez, a la vez que sentía la pera entrando en mí, sentí también su mano apoyada en mi vagina, friccionándome el clítoris. Se había sentado casi junto a mi, no detrás, y me miraba. Con una de sus manos me masturbaba, y con la otra empujaba el agua. Era una sensación extraordinaria.
Cuando estaba por terminar la segunda pera sentí que ahora sí necesitaba ir al baño. Las ganas de defecar empezaban a ser más intensas. Se lo dije.
¿Pero aguantas un poquito? Ya he terminado.
Si, creo que sí. Pero no sé cuanto más.
Sacó la pera y la dejó a un lado.
Tendrás que aguantar un ratito más. Vamos a ver como quedó ese culito. Apriétalo un poco. Para que no se escape el agua. Y abre un poquito las piernas.
Le hice caso. Aunque en ese momento no sabía si podría aguantar.
Se puso tras de mí y volvió a lamer mi clítoris. Pero esta vez no era solo el clítoris. Su lengua me recorría toda, y la sentía también sobre mi culo apretado.
Me estaba poniendo a mil nuevamente. La sensación de tener que controlarme y apretar y a la vez intentar abrir mi vagina para sentir su lengua era extraordinaria. Sentía que el orgasmo que iba a tener sería interminable...
Ahora voy a penetrarte como te dije. Pero tendrás que ayudarme un poquito.
Dime.
Cuando te diga, tendrás que relajar tu culito.
No sé si podré. Si hago eso voy a dejar todo perdido!
No te preocupes de nada. Tu sólo hazme caso.
Lo que tu digas cielo. Lo que tu digas.
Sentí que nuevamente entraba un dedo. Luego dos. Pero ahora, aunque no me dolía nada, tenía que esforzarme para tenerlo apretado.
Apoyó su polla en mi agujerito y lo masajeó un instante. Sentí que la tenía totalmente lubricada. En ese momento ni pensaba en si me iba a doler o no. Estaba concentrada en que no se me escapara nada.
Estás preparada
Sí.
Pues entonces anímate y relajáte todo lo que puedas.
Lo hice y me pareció que en ese momento el agua empezaba a salir, pero justo en ese instante que una verga enorme (me pareció que impresionantemente enorme) me penetraba y volvía a empujarla dentro.
Les mentiría si les cuento que no me dolió. Si. Me dolió. Pero fue un dolor extraño, distinto a la vez anterior. Me dolía pero me gustaba. No quería ni por asomo que fuera a quitármela.
Empezó a moverse. Primero muy lentamente y luego más rápido. Sentía como Gabriel esta vez sí estaba totalmente excitado. Y que iba a correrse en cualquier momento. Pero aún así me parecía que seguía estando pendiente de mi. No dejaba de acariciarme y de tocar mi clítoris. Es un hombre maravilloso, pensé. Y ese pensamiento me excitó aún más.
Ya para ese entonces no me dolía nada, ni sentía ganas de defecar. Sólo sentía que iba a correrme de un momento a otro de una manera maravillosa. Que ya no aguantaba más...
No sé si fui yo o él el que acabo primero. Me acuerdo que sentí sus contracciones mientras se vaciaba, pero también que en ese momento grité como loca mientras tenía quizás el mayor orgasmo de mi vida. No sé si eyaculé o no esta vez. Ni tampoco que me importara mucho. Sólo quería seguir sintiendo esa sensación...
Lo próximo que me acuerdo es que estaba tendida boca abajo sobre la cama, Gabriel sobre mí, y que su polla seguía dentro de mi. También que volvían mis ganas de ir al baño.
Voy a sacarla. Tendrás que volver a apretar, me susurró al oído.
Sí. Pero no sé si esta vez tendré fuerzas. Estoy destrozada.
Pues a mi no me importa. Si algo se escapa, es lo mismo.
No lo creo. No soy tan guarra. Aunque en este momento no lo sé. Creo que soy la mujer más guarra del mundo. Y no me importa. Es más, me gusta!
Ja. Ja. Ja.
La sacó suavemente. No sé si "perdí" algo, aunque creo que no. Se tendió junto a mi y volvió a darme un enorme beso.
Eres extraordinario. He gozado como loca.
Yo también. Me he corrido mucho más que con otras mujeres.
¿Lo haces con otras?
Confieso que en este momento, y a pesar de lo poco que lo conocía, estaba un poco celosa y mosqueada.
Ja. Ja. Ja. Eso no se cuenta. Lo que pasa en esta habitación es siempre un secreto. Pero te voy a confesar algo. Eres muy, muy, especial.
Me sentí halagada. Era impresionante. Ese tío me hacía sentir como una cría.
Tengo que ir al baño un segundo. Ya no aguanto mucho más.
Lo sé. Si quieres te acompaño. Aunque si quieres esta vez esta vez puedes ir sola.
Quiero ir sola. Pero no quiero dejarte ni un segundo. No sé lo que quiero.
Ve entonces. Yo voy en un segundo.
Me senté en la taza y solté toda el agua que tenía dentro. No lo podía creer, pero mientras soltaba todo, sentía que volvía a excitarme. Y empecé a tocarme. No me di cuenta cuando entró.
Eres una viciosilla. ¿No has tenido suficiente?
Antes sí. Ahora siento que nada es suficiente.
¿Te duele?
Un poco. Pero ha valido la pena. Tenías razón.
Se había puesto frente a mi, y su polla, si bien no tan enorme como antes, seguía estando bastante erecta.
La puse en mi boca y la acaricié con mi lengua. Ni se me pasó por la cabeza pensar que un par de minutos antes esa misma polla que yo estaba chupando había estado en mi culo. Evidentemente, era más guarra de lo que creía...
Sentí como volvía a ponerse dura. Y me gustó pensar que, aunque fuera por un momento y por primera vez en la noche, era yo la que mandaba.
Miré fijamente sus ojos sin soltarla. Ahora me toca a mi dominarte, pensé.
Si sigues, no voy a responder de mi. Y te aviso que no pienso sacarla...
No le contesté. Pero empecé a masturbarlo, siempre teniéndola junto a mi boca. Cuando me di cuenta que se corría volví a ponerla dentro sentí como su semen se estrellaba en mi garganta. Lamí con mi lengua los últimos restos, y los tragué aparatosamente. Quería que no le quedara duda que esa parte suya ahora estaba en mi.
Que poquito! bromeé
Y que quieres!... Nunca antes había acabado dos veces tan seguido... Te lo dije. Eres increíble...
Dormimos juntos toda la noche. A la mañana siguiente había vuelto a la "normalidad". No podía creerme lo que había pasado la noche anterior. Y debo confesarlo, hasta me sentía un poco avergonzada. Nunca antes había sido así.
Me invitó a desayunar. Hablamos de cosas triviales, de nuestros gustos, nuestras historias intrascendentes, sin ninguna referencia a la noche loca que había vivido.
Antes de despedirnos no pude aguantarme:
¿Nos volveremos a ver?
No lo sé. La vida da muchas vueltas. Y quien sabe... Quizás otro encuentro destruya lo que pasó anoche. Nunca las segundas partes fueron buenas.
Pero...
No sigas. No tiene sentido. Si ambos queremos, seguro que volveremos a vernos. Y si no es así, es porque no valdría la pena...
Nunca más lo he vuelto a ver. Y mentiría si dijese que no lo he buscado... Cuando volví un par de meses después al apartamento me dijeron que se había mudado. Y nadie tenía su dirección.
A veces pienso que todo fue un sueño. Que nunca pasó. Aunque yo sé que si fue verdad.
Gabriel, si lees esto, sabes como ubicarme...