Solo éramos dos
Por fin un fin semana para nosotros dos. Una cena. Unas copas. Un malentendido
Tras 15 años de casados, con 2 hijos y unas jornadas laborales largas y tediosas, es difícil para la pareja estar solos tan a menudo como lo hacíamos cuando de recién casados. Somos una pareja conservadora que disfruta de una buena cena, la compañía de unos amigos y una buena botella de vino. El pasado enero tuvimos la oportunidad de “dejar” a los niños en casa de unos vecinos el fin de semana. Decidimos hacer algo diferente y reservamos habitación en un hotel de lujo de una población cercana. El plan era ir a cenar a un restaurante que hacía tiempo nos habían recomendado, próximo al hotel y tomar una copa en un acogedor salón del propio hotel.
Erika llevaba para la ocasión un vestido largo, negro, de hombros casi desnudos si no fuera por un par de finos tirantes. Un bonito escote hacía que mostrase sus pechos con mucha sutileza. El vestido caía hasta reposar sobre sus zapatos de tacón acariciando su figura. Un corte que ascendía hasta medio muslo, mostraba casi totalmente su esbelta pierna al caminar. Su altura, 1,77 la hacían lucir sexi y elegante.
Así, con los niños “vigilados” por nuestros vecinos, iniciamos nuestra noche. Primero fuimos al hotel para el check-in y dejar la pequeña maleta que llevábamos. La habitación era amplia. Tenía como 2 estancias. En la primera había una pequeña barra de bar con sus 2 taburetes y un sofá perfectamente ubicado para ver la TV. En la otra estancia, una gran cama y un amplísimo y lujoso cuarto de baño. Dejamos la maleta y poco más nos fuimos directamente hacia el restaurante.
Durante la cena estuvimos acompañados por una música suave. La comida era excelente y esto provocó que el buen vino que nos sirvieron se precipitara en nuestras copas en repetidas ocasiones. Estábamos relajados como hacía tiempo. Tras los postres y la invitación a probar uno de los licores típicos del lugar, decidimos volver al hotel y tomarnos la última copa en su salón.
Al llegar nos sorprendió el ambiente. Estaba bastante lleno. Una orquesta tocaba junto a una pequeña pista de baile en el fondo del salón. No tuvimos suerte en encontrar mesa y nos dirigimos hacia la barra. Durante el corto recorrido, advertí como algunos de los hombres con los que nos cruzamos la miraban.
Al llegar junto a la barra uno de esos hombres que no había dejado de mirar a Erika desde que la descubrió, le cedió su taburete. Pedí un par de gin tonic’s, al tiempo que Erika agradecía el gesto y tomaba asiento. Al hacerlo y cruzar las piernas, mostró casi por completo su muslo. Un pequeño esbozo de la blonda de su media emergió. Estábamos disfrutando de la música y del buen ambiente que había. Así que, casi sin darnos cuenta, pedimos otra copa.
Dos hombres junto a Erika, hablaban entre si mientras esperaban sus bebidas. Uno de ellos, al darse la vuelta para recoger sus copas, derramó el gin tonic de Erika. Se disculpó inmediatamente y pidió al camarero que le sirviese otro, disculpándose nuevamente por su estropicio. Erika, aceptando sus disculpas y con una gran sonrisa le preguntó si se hospedaba en el hotel al igual que nosotros.
Se presentó como Frank y su compañero Miguel. Ambos aprovecharon la presentación para darle un par de besos y un leve roce a su cintura. Estaban en una convención comercial durante todo el fin de semana. Eran en total unos 40 vendedores. Durante un rato seguimos hablando y finalmente, ante su insistencia, nos invitó a una nueva copa. Con las copas ya en nuestras manos, Frank preguntó por qué todavía no habíamos bailado.
-No soy bueno bailando y Erika necesita de alguien que no tenga dos pies izquierdos. –le respondí.
-Miguel es muy buen bailarín. –respondió Frank al instante
Miguel la miró fijamente y sonriéndole le ofreció su mano.
-¿Bailamos?
Ella tomo su mano y me buscó con picardía.
-Diviértete y disfruta. –fue mi respuesta.
Se encaminaban hacia la pista de baile, justo en el momento que la orquesta daba por finalizada su actuación. El servicio de bar también dio por finalizada sus jornada. Se quedaron solos en la pista de baile mirándonos y riéndose de su mala suerte. Miguel aprisionaba a Erika de la cintura y así, bien juntos, volvieron hacia donde nos encontrábamos. Iban hablando entre sonrisas de lo decepcionados que estaban por haber perdido la oportunidad del bailar. Seguimos todos bromeando y diciendo cosas como "la próxima vez!", sabiendo que nunca más nos volveríamos a ver. Habíamos llegado a un punto donde yo quería "una más". Me incliné hacia Erika y le pregunté si nos tomábamos la última copa en nuestra habitación.
-Por qué no, gracias. –respondió Miguel- No tenemos bar en las habitaciones.
Había entendido mal. No pretendía invitarlos a nuestra habitación. Nos habíamos divertido juntos un buen rato, así que miré a Erika y ella se encogió de hombros. Así que los cuatro nos dirigimos hacia los ascensores. Frank y Miguel nos agradecían la oportunidad de tomarse una más.
Llegamos a la habitación, encendí la música y me situé detrás de la pequeña barra.
Erika se sentó en uno de los taburetes. Esta vez al cruzar las piernas dejo que la totalidad de su muslo fuera visible. La blonda de la media emergía casi por completo. Estaba relaja y no se apercibió de ello.
Frank aproximó el otro taburete junto a ella y se sentó. Miguel, de pie, apoyando la espalda en la pequeña barra se situó justo en su otro costado. Mientras preparaba las bebidas, nuestra conversación continuó desenfadada y divertida. Brindamos por habernos conocido.
-Tenemos un baile pendiente. –dijo Miguel al acabar uno de los brindis, mirándola y rodeando de nuevo su cintura.
-Cierto, pero hay poco espacio aquí. –Erika mirando la habitación.
-Me permite.
Miguel y Frank recolocaron el sillón rápidamente. Así consiguieron el espacio necesario para poder bailar.
-Me permite. –ofreciendo Miguel con cortesía su mano.
Empezaron con el baile. Miguel era realmente un buen bailarín. Ella también lo es y respondió con soltura a sus movimientos. Formaban una excelente pareja de baile. Movimientos suaves y sensuales, rozando sus cuerpos al ritmo que la música les permitía.
De repente me di cuenta que estábamos en una habitación de hotel con dos extraños. En alguna ocasión, en el éxtasis del amor, habíamos imaginado estar con otro hombre. Pero nunca había contemplado la idea más allá de eso, una fantasía.
Erika estaba disfrutando con el baile. Estaba alegre y hasta diría cariñosa. Se la veía disfrutar con cada uno de los pasos que Miguel provocaba con su destreza.
El móvil de Frank sonó. Eran dos de sus compañeros de convención que querían saber dónde se habían metido. Tapó con su mano el móvil y preguntó si podían venir a tomarse también la “última”.
Mire hacia Erika. Seguía disfrutando de su baile.
-Ok. –fue toda mi respuesta.
Al acabar la canción Miguel se acercó a la barra y tomo un largo trago de su bebida.
Otra canción sonó desde los altavoces y Miguel insistió en otro baile. La canción era mucho más animada que la anterior. Los movimientos, más brucos, consiguieron que uno de los tirantes del vestido se deslizara por su brazo. El otro, de seguir con ese ritmo no tardaría en conseguirlo. Me buscó y al verme, recolocó la tira que había caido de nuevo sobre su hombro. Siguió con el baile y me excité con la mirada tan sexual que en esos momentos nos regalaba.
Dos golpes en la puerta nos anunciaron la llegada de sus dos compañeros. Frank fue a abrirles y justo al cerrar la puerta la canción finalizó. Ellos, que venían animados, vitorearon a los bailarines. Miguel agarrando de la mano a Erika, avanzó hacia ellos y nos los presentó. Eran Ciro y Alex.
Otra canción comenzó a sonar y Frank aprovechó el momento.
-Mi turno. –ofreciendose.
Erika estaba disfrutando de la atención que recibía. Empezaron a bailar. Tampoco lo hacía nada mal. En uno de los cada vez más sensuales movimientos, Erika quedó frente a nosotros dando la espalda a Miguel que la aferra de la cintura con ambas manos. Para mi sorpresa y la de ella, Frank fue acariciando suavemente su contorno como parte del baile, hasta colocar sus manos sobre sus hombros, muy suavemente. En todo ese recorrido los dos seguían perfectamente la música. Apartó uno de los tirantes que se desplomó en su brazo.
Erika nos miró coqueta justo en el momento que Frank la volteó con energía quedando sus cuerpos enfrentados y pegados. Ahora ella nos daba la espalda contorneando su cintura. Las manos de Frank habían cambiado de posición y la otra tira desapareció de su hombro justo en el momento que la obligó a arquear la espalda. Todos aplaudieron. Al incorporarla de nuevo, Frank hábilmente como sin intención, deslizo unos centímetros la cremallera de su espalda.
Por fortuna, viendo la evolución, la canción terminó y Erika, con una sonrisa que me decía de lo consciente que era entre las alabanzas de los presentes, se me acercó. Me dio un beso en los labios y tomo su copa apagando en parte la sed que tenía.
-¿Qué es esto? –dijo Alex- ¿Una competición para ver quién baila y obtiene el aplauso más grande?
Me reí por la simplicidad y contundencia de la pregunta.
Erika recompuso los tirantes de su vestido, ajustándolos de nuevo sobre sus hombros. Pero no así la cremallera que permaneció abierta esos pocos centímetros que Frank acababa de bajar. Me pareció una idea muy sexy y sobre todo atrevida.
-Es tu turno, amigo. –Miguel señalando a Ciro justo cuando la siguiente canción inundaba el aire.
-¡Hey! –dijo Erika señalándome con su brazo totalmente extendido- Aún no he bailando con él. –al tiempo que se agarraba del brazo a Ciro y se situaban en el centro de la habitación.
Todos se rieron y la nueva pareja empezó a bailar. Era una canción lenta. Ella colocó sus manos sobre los de Ciro y el abrazaba literalmente su cintura. Aunque lentos y suaves, los movimientos hicieron que la cremallera descendiese un poco más. El cierre de su sostén negro podía verse ahora claramente. Advertí que su vestido estaba lo suficientemente libre como para poder ver, con bastante nitidez, el sujetador que aprisionaba sus pechos.
Ciro relamía con sus manos la cintura de Erika. Subían y bajaban por sus costados, en círculos cada vez más amplios. Cada vez más largos. En una de esas incursiones una mano se alojó dentro del vestido, acariciando la piel de su espalda directamente. Al poco, la otra se adueñó de la cremallera y la deslizó por completo. En ese instante la canción terminó y todos vitorearon la destreza de Ciro.
-Parece que Ciro va en cabeza. –soltó Miguel en referencia con una imaginaria competición.
Erika se acercó a la barra a por su bebida, sosteniendo la parte delantera de su vestido. Evitaba que se abriera del todo. Le acerqué su bebida y dándome la espalda, me pidió que subiese la cremallera. Solo se la subí lo suficiente como para mantener el vestido en su sitio.
Me miró de reojo.
-Oh, muchas gracias cariño! –al tiempo que retiraba uno de los tirantes del hombro.
Reparó su sed y al girarse para depositar la copa, la besé con decisión. Sonrió y se apartó de mí acomodándose con ambas manos su cabello. Alguien había puesto otro CD y la música emergió de nuevo.
-Segunda ronda! –casi gritando dijo Miguel gesticulándole a Erika para que se le acercara.
Lo primero que hizo Miguel fue retirar de su hombro el otro tirante. Ahora a su vestido tan solo lo sostenía esa cremallera que yo no había subido en su totalidad. Reían y se burlaban el uno del otro mientras bailaban. Se giró dándole la espalda contorneándose con sensualidad. Nos miramos y me lanzó un beso alzando los brazos buscando sus cabellos.
Era inevitable. Su vestido descendió mostrando por completo el sujetador. Nerviosa no atinó a acomodárselo. Miguel tampoco la dejó. La cogió firmemente con sus brazos evitando que el vestido acabara en el suelo y siguió bailando como si no hubiera pasado nada.
Solo es un bonito sujetador, pensé. La bebida hacía su efecto y todos estamos eufóricos. Aplausos y bonitas frases destinadas hacia esos pechos que se transparentaban a través de la fina tela. Sus pezones eran muy evidentes. Parecía avergonzada, sonrojada. Pero su mirada estaba encendida.
La canción terminó definitivamente. Miguel le subió la cremallera muy poco, lo suficiente como para evitar que su vestido cayese otra vez. Pero apoyando sus manos sobre sus hombros, no le dejó acomodarse los tirantes.
La tensión sexual empapaba el aire. No creo que nadie tuviera idea de cómo evolucionarían los acontecimientos. El momento era definitivamente emocionante y todos estábamos animados. La bebida corría con moderación.
Otra canción. Frank tomó su mano. Mientras bailaban deslizó la cremallera en su totalidad. El vestido se desmoronó esta vez sobre su cintura. Las manos de Frank impidieron que continuase su descenso. Me miró y yo sólo le sonreí. Apartó las manos de su cintura y el vestido cayó al suelo. Alex rápidamente la ayudó apartando el vestido de sus pies. Siguió bailando con Frank. Solo que ahora lo hacía con sujetador, tanga brasileño, medias hasta al muslo y zapatos de tacón.
Erika miraba hacia abajo, pero su cuerpo seguía moviéndose con la música. Me di cuenta que estaba muy excitada por su respiración. Frank apoyo una mano bajo su barbilla y la obligó a mirarle. Ambos se sonrieron y acaramelaron un poco más su danza.
Ciro se levantó del taburete y se situó detrás de ella armonizando sus movimientos con los de la pareja.
Desabrochó el sostén. Erika al notar el movimiento, instintivamente, puso sus manos sobre sus pechos evitando la caída del sujetador. Ciro, detrás de ella muy pegado, acomodó sus manos sobre las de ella moviéndolas en círculo. Frank la sujetó por las muñecas intentando que alzase los brazos. Eran intentos suaves pero intensos. Me acerqué para percibir de cerca todo el sexo que la escena contenía. Se resistía un poco, parecía parte del juego.
-¿Estás seguro? –dijo tan pronto como llegué junto a ellas.
-Sí, sólo di cuando quieres parar. –le susurré.
Su respiración volvió a ser profunda. Miró a Frank y dejó de resistirse. Lentamente sus brazos fueron alzados hasta su cabeza. Sus manos atraparon fuertemente sus cabellos. Sus pechos, ya libres del sujetador aún no eran visibles. Ciro los tenía ocultos bajo sus manos. Los acariciaba parsimoniosamente. Separó un poco los dedos y dos erguidos pezones aparición entre ellos. Era el momento deseado. Frank volteó a Erika hacia nosotros y Ciro se apartó para que pudiéramos admirarla. Siguieron con el baile, esta vez a tres, todos sus meneos eran puro sexo.
Hacían como si se acariciaran, pero en realidad nadie se tocaba directamente. Frank repasó a escasos milímetros casi todo su cuerpo. Sus manos casi acarician los pezones, para a continuación descender hasta situarse sobre el pequeño triángulo del tanga. Ciro amasaba imaginariamente su culo. Y Erika, ya un tanto desvergonzada, depositaba sus manos muy cerca de esos bultos que sobresalían de sus pantalones.
La canción terminó. Se hizo el silencio. Se quedaron unos instantes como estatuas sin saber cómo continuar. Erika rompió el hechizo avanzando hacia mí y pidiéndome algo para beber.
-Ok. Chicos. –dijo con autoridad- Ya me he desnudado para vosotros. Es hora de dar por terminada la velada. Ya habéis tenido vuestra diversión.
-Creo que todavía me queda un poco de diversión. -Frank rió mostrando su copa.
Erika se río de la ocurrencia y tomó otro sorbo de su bebida. Me sentí aliviado, pero al mismo tiempo una pequeña decepción recorrió mi cabeza.
Miré a Erika. Estaba exultante, de pie casi desnuda, en medio de cinco hombres. Solo un minúsculo tanga, medias y esos zapatos de tacón la cubrían. Con la seguridad de saber que ella había establecido sus límites y ellos lo habían aceptado cortésmente les dije,
-Ok, terminemos primero las copas. –alzando la mía.
-Acabemos con las copas de un trago. –Erika alzando la suya. Su pecho bamboleó con gracia.
-Oh no! Tómate tu tiempo. -respondieron los cuatro casi al unísono.
La música seguía sus evoluciones mientras apurábamos nuestras copas. Manteníamos una pequeña charla intranscendente. La verdad parecía que ellos habían perdido la sed. Erika, por su parte, aparentaba no recordar cómo iba “vestida” comportándose con total normalidad. Tras 3 canciones, al iniciarse la cuarta, Miguel puso un dedo debajo del ribete del tanga diciendo,
-¿Seguro que no quieres otro baile? –haciendo un poco de presión hacia abajo.
Erika se rió y golpeó juguetonamente su mano. Alex hundió un dedo por detrás del tanga.
-¿Qué tal un baile más? -preguntó presionando igualmente su tanga hacia abajo.
Frank fue por el lado libre que quedaba y también introdujo el suyo. Los tres tenían un dedo enganchado en el tanga y lentamente fueron bordeándolos por sus caderas y el inicio de su culo.
Se protegía dándoles palmadas a los tres, pero sin mucha convicción. Estaba enrojecida y emocionada. Quería más y dejarlo. Todo al mismo tiempo. Me miraba indecisa, pero deseosa.
Cogí sus manos, las levanté hasta apoyarlas sobre su cabeza e hice un gesto a Ciro para que se acercara. Antes de que llegara, la besé. Me miró fijamente a los ojos en el momento que Ciro atrapaba sus pechos. Fue el detonante para que los otros tres comenzaran. El tanga cedió a la presión y lo deslizaron fácilmente hasta dejarlo bajo sus rodillas. Definitivamente cayó.
Frank retiró el tanga de sus pies. Entre los cuatro la cortejaron hasta la barra del bar. Durante ese breve recorrido, Alex acarició su culo descaradamente. Su respiración se hacía más profunda con cada caricia, con cada pequeña presión sobre su cuerpo. Separó un poco sus piernas y cuatro manos se apoderaron de sus muslos, decididas a avanzar hacia su interior.
Frank se despojó de los pantalones y el bóxer, sentándose sobre el taburete. La tenía totalmente erguida, dispuesta. Erika la miró y acercó lentamente su boca. Comenzó a mojarla con la punta de su lengua. Al inclinarse sus pechos colgaron generosos y sus piernas se separaron un poco más. Dos dedos se hundieron en su interior. Eran de Miguel.
Giró ligeramente la cabeza hacia un lado y me miró un instante. Un segundo después se la cogió a Frank con ambas manos y se la enterró en la boca. Empezó a succionarla con brío. Ciro desnudo totalmente, acariciaba sus nalgas dándole alguna suave palmada de vez en cuando. Miguel seguía con sus dedos enredando en su interior y con la otra mano acariciándole el clítoris. Por su parte Alex en cuclillas, masajeaba, chupaba y mordisqueaba sus pechos. Las piernas de Erika temblaron y las rodillas casi le fallaron en el que fue su primer orgasmo de la noche.
Ciro apartó a Miguel y colocándose en su lugar la penetró suavemente. Fue una incursión sencilla dado lo mojada que ya estaba. Apercibiéndose de ello, inició unas penetraciones más desatadas. Erika necesitó agarrase a las patas del taburete para poder mantener el equilibrio. Con ello Frank salía ganando. Su polla se perdía en lo más profundo de la boca. No se había repuesto de su primer orgasmo y ya estaba jadeando de nuevo no sin dificultad. Ciro, que no había cesado ni un instante en su endiablado ritmo, clavó sus manos sobre su cintura. Sus últimas arremetidas fueron tan profundas como alcanzó. Se corrió finalmente desplomándose sobre su espalda y acompañándola en su segundo orgasmo.
La polla de Frank recibía todas las sensaciones que el cuerpo de mujer sufría. La tenía totalmente empapada de las babas de Erika, muy dura y sensible. Esa boca se la tragaba con pasión. Le estaban haciendo una gran mamada. Alex tomo el relevo de Ciro. Abrió las nalgas con sus dos manos y la atravesó de una sola embestida. Era la más larga y gruesa de todas. Notó cómo se abría paso en su interior hasta chocar contra su culo, se estremeció. Alex esperó unos instantes y lanzó su asalto. El ritmo de Alex era más pausado e intermitente.
Frank ya estaba muy cerca de culminar y preguntó si quería que se la sacase de la boca. No le dio tiempo a responder. Ya no podía parar. Sujetándola con ambas manos de su pelo, bombeó con furia. Ella la engullía como podía. Logró empuñarla para comprimirla y retener su venida. Alex aumentó su ritmo alentado por todo cuanto observaba. Y empezó a tragar todo lo que contenía su boca. Las esencias de Frank. Su propia saliva. Y finalmente la abundante corrida que no fue capaz retener en su totalidad. Alex comenzó a palpitar furiosamente arqueando su espalda. En un momento los tres estaban jadeando forzados por el placer.
Su tercera vez esa noche.
Alex seguía erguido tras ella. Por la comisura de sus labios escapaban pequeños jugos de Frank. Dos pequeños regueros resbalaban hacia su barbilla, descolgándose definitivamente hacia el suelo. Era una imagen poderosa de sexo y desenfreno. Esos cuerpos casi inertes, brillantes de sudor, resoplando, intentado recuperar la normalidad. La música había desaparecido por completo. Solo los rítmicos sonidos de la respiración llenaban el ambiente.
Me acerqué y la ayude. Al separarse de Alex oí un leve sonido de chapoteo. Le aseé la cara con dulzura.
Poco a poco se recuperaba y una sonrisa de placer se instaló permanente en su rostro. Estaba embriagada de placer.
Miguel que hasta ese momento había estado observando, la envolvió por detrás acariciándole los pechos. Pellizcó sus pezones y descendió una de sus manos hasta introducirle de nuevo un par de sus dedos. Los manejaba con habilidad, con la opresión justa. Erika giró levemente la cara hacia él y se fundieron en un ardiente beso.
Sin perder tiempo, Miguel abrazándola de la cadera, la provoca para ir hacia el dormitorio. Estaba totalmente entregada y sumisa. Con lentos pasos hacia allí se encaminaron. Sus tacones repicotearon el suelo y su culo danzó mientras se alejaban de nosotros.
Antes de entrar, me miró por encima del hombro de Miguel como pidiéndome permiso.
¡A esas alturas de la noche!
-Disfruta, pronto estaré con vosotros. –en un intento de por no coartarla.
Dejaron la puerta abierta y todos oíamos los ruidos que provocaban. No recuerdo de que pudimos estar hablando esos escasos minutos. Tan solo estaba escuchando los sonidos que provenían del dormitorio. Vacié de un corto trago mi copa y me levanté.
-Voy a ver de qué habla esa pareja. –provocando las risas de todos.
Cuando entré en la habitación los vi de perfil. Miguel estaba detrás. Erika de rodillas con la cara recostada sobre el colchón. Su cuerpo temblaba con cada nueva penetración. Siempre le había gustaba esta posición. Me miraba como lentamente me iba acercando. Parecía avergonzada al verme, como si me estuviera engañado por hacerlo casi en privado. Apoyó la frente sobre la cama, cerró los ojos y se dejó hacer. Manoseé sus pechos. Gimió, levantó su cabeza y buscó con la boca mi polla. La devoró al instante.
Miguel, totalmente absorbido de placer, empezó a palmear con dureza cada una de sus nalgas. Cada nueva incursión en su interior era acompañada por una sonora palmada. Su culo adquiría un color rosado rápidamente. Culminó con gran estruendo y se desplomó de espaldas sobre la cama. Era mi turno.
Tenía necesidad de ella. De poseerla. De amarla. Apoyé mis manos sobre su culo que ardía fruto de las palmadas recibidas, apoyé mi polla en la entrada de su coño y me deslicé tan secretamente como me fue posible. Lo hicimos lento y largo. Miguel al observar el momento que vivíamos se marchó. Nos quedamos solos disfrutando de nuestros cuerpos. Fue maravilloso como nos buscábamos con la mirada. Como resoplábamos juntos. Vivir nuestra sexualidad desbordada sin pudor. Pero todo tiene un final y este fue explosivo.
Desde la puerta Alex, junto a Ciro y Miguel, habían observado toda la escena. Sus labios sonreían y sus ojos expresaban afecto hacia nosotros. Salí de su interior y me recosté a su lado. Ella se sentó y tiró de la sábana hasta arroparse los pechos. Es curioso cómo después de todo cuanto había sucedió aún sentía cierta timidez.
El fin de la velada estaba cercano. Cada uno de nosotros, en especial Erika, había disfrutado de su cuerpo y se había dejado llevar por los acontecimientos. Todos estábamos eufóricos y satisfechos. Alex se acercó, se sentó junto a ella y le dio un abrazo. Ambos se rieron y hablaron durante un momento. Lo besó y extendió su mano hasta acariciar su pene flácido como en una despedida. Me sentí un poco celoso al recordar el tamaño de su miembro y como lo había gozado.
El beso duró unos segundos, los suficientes para ver crecer otra vez esa polla. Alex comenzó a acariciarla de nuevo. Le susurraba que añoraría esos labios. Atrapó sus cabellos y guió su boca hacia su polla. Erika lo empujó sobre la cama y se la metió en la boca.
Estaba agachada con los pies en el suelo comiéndose literalmente la polla de Alex. Ciro la ayudaba empujando su cabeza, sin desperdiciar la facilidad que le ofrecía de acariciar sus pechos. Sin dejar que soltase la polla de Alex, Ciro la colocó de rodillas en el borde de la cama. Separó un poco sus muslos y hundió su cabeza entre ellos. Su lengua la recorría arriba y abajo. Pausadamente. Pronto se entretuvo en lubricar solo su “otro agujerito”. Su ano. Recogía con sus dedos los jugos de su coño y los esparcía en su ano ayudado también por su lengua.
-Alex dice que añorará tu boca. Pero yo siempre recordaré este culo. –abriendolo y cerrándolo.
Erika suspiró sin dejar de lamer a Alex. Un dedo bien mojado de Ciro rompió el primer escollo. Ya estaba dentro. Removió cuanto pudo dilatándolo para dar cabida a un segundo dedo. Este no tardo en desaparecer al igual que el primero. Ciro presionó hasta introducirlos por completo. Y empezó un cada vez más rápido mete saca. Erika continuaba con sus juegos sobre la polla de Alex, haciéndose la ignorante de lo que estaba a punto de pasar a sus espaldas.
Los dedos salieron de su escondite. Ciro arrimó la polla a su culo de nuevo libre. Una contracción involuntaria al notarla cerró de golpe la entrada. Ciro no desesperó. Acarició el culo con ambas manos abriéndolo cuanto podía y acariciándole el ano con su pulgar. Al comprobar una débil relajación, de improvisto, soltó una fuerte palmada sobre una de sus nalgas al tiempo que con un golpe de riñones consiguió que un par de centímetros la perforasen. Erika gimió y continuó con más ímpetu su mamada. Ciro, de otro fuerte empujón, enterró por completo su polla.
Finalmente tenía toda la polla en su interior. Y empezó a moverla, primero lentamente, luego con más fuerza. Erika se estremecía con cada nuevo golpe que sus nalgas recibían. Alex finalmente se corrió en el interior de su boca y esta vez no dejó escapar nada. Se tragó toda su corrida y la relamió para no perderse ni una sola gota. Ciro golpeaba cada vez más duro su culo hasta estallar. Se la sacó resoplando.
Yo permanecía de espaldas tumbado sobre la cama.
-Acércate, -le dije- Ponte encima y cabálgame.
Se aproximó y cogiendo mi polla con una mano, la acompaño hasta la entrada de su coño. Descendió lentamente y una oleada de placer me inundó. Empezó a cabalgarme con sus manos apoyadas sobre mis hombros. Su ritmo aumentaba. En breve fue enloquecedor. De seguir así, seguro que no duraría lo más mínimo. La cogí por el cuello y uní nuestros cuerpos. Pecho contra pecho. Esto ralentizó sus movimientos, pero la visión que ofrecía su culo ofrecido, Frank no la resistió.
Se pegó detrás de ella. Apoyó sus manos sobre sus caderas obligándola a detenerse y se la clavó en el culo en una sola sacudida. Aflojó la presión sobre sus caderas y con destreza fue acompasándose conmigo. No tardamos en poder aumentar el ritmo. Una emprendía la huída y la otra se colaba con furia. Cuanto la polla de Frank se desliza en su culo abriéndose paso, la notaba contra la mía. Su cuerpo era un delirio de sobresaltos. Pronto conseguimos que Erika entrara otra vez en éxtasis. Un nuevo orgasmo se precipitó en su interior. Ya había perdido la cuenta.
Miguel que seguía descansado sobre la cama, se acercó manoseándose la polla cerca de su cara.
Erika abrió la boca sin dudar ni un solo instante. Comenzó a chuparla. Miguel, al notar sus calientes labios cerrarse sobre ella, la sujeto con firmeza de la cabeza forzándola a devorarla. Fueron unos largos minutos de sexo descontrolado. Muy activo. Frank fue el primero que no resistió, pero como si todo estuviese calculado, Erika y yo lo acompaños con sus últimas convulsiones. Solo faltaba Miguel que seguía invadiendo su boca. La cabeza de Erika se movía a las órdenes que esas manos le imponían. Sus cabellos, del todo alborotados, eran la evidencia de su entrega. Y todo acabó. Miguel se separó y meneándosela fuertemente, se corrió.
Recibió las múltiples descargas por todo su rostro. Sus cabellos tampoco escaparon. Por sus mejillas resbalaba un reguero blanquecino que se desplomaba sobre la sábana. Alguna que otra acometida acertó dentro de la boca. Y esta vez se tragó lo poco que pudo.
Lentamente, uno a uno nos fuimos a asear y refrescar con unas nuevas bebidas que Ciro gentilmente ya nos había preparado. Antes de salir, volví la vista hacia el dormitorio y pude comprobar el desorden que reinaba. Las sábanas parecían magulladas por el ajetreo recibió. Las almohadas derrumbadas sobre el suelo con manchas bien ostentosas de lo ocurrido. Sobre una de las mesillas, en un objeto decorativo en forma de extraño plato, unos preservativos usados. No me paré a contarlos.
Erika seguía boca arriba sobre la cama en extraña postura, luciendo sus enrojecidos pechos. Sus muslos abiertos, demandaban aire para aliviarse. Estaba relajada. Pasado un tiempo, más que necesario, se levantó y fue hacia el baño.
Frank y Ciro decidieron irse. En ello estábamos, entre efusivos abrazos y apretones de mano, cuando Erika, envuelta en una toalla, entraba en el salón.
Frank la abrazó y besó con entusiasmo por última vez. Miró el cuerpo de Erika cubierto por la toalla con una pícara sonrisa. Apartó con ambas manos la toalla y la dejó caer. No se reprimió en hurgar de nuevo ese coño. Erika, totalmente entregada y perdida su inicial timidez, se abrió de piernas dejando que un par de dedos se acomodasen como última caricia. Ciro no quiso ser menos y con un ritual parecido, también se despidió.
Alex y yo estábamos sentados en el sofá apurando nuestras copas. Miguel recogía alguna que otra prenda que continuaban esparcidas por el suelo. Y Erika, desnuda como la habían dejado, sentada en un taburete saciando su sed con la mirada casi perdida.
Miguel, en esos momentos, jugaba con una corbata. La anudaba y desanudaba repetidamente.
-Ayudadme. –dijo mirando hacia el sofá- Levantaros del sofá.
Sin preguntar el porqué de su petición así lo hicimos y esperamos interesados. Erika estaba más curiosa que nosotros. Con una pierna cruzada sobre la rodilla, seguía con la mirada como Miguel se le acercaba jugueteando con la corbata.
Tan pronto la tuvo a su alcance, rozó sus cabellos y descendió acariciándole uno de sus brazos hasta llegar a apoderarse de su muñeca. La elevó levemente y le anudó la corbata que llevaba. Erika lo miró con extrañeza y más cuando Miguel se alejó para buscar entre las pertenecías que el mismo había recogido anteriormente. Y lo encontró. Otra corbata.
En un instante anudó la segunda corbata a su otra muñeca.
-¿Qué quieres hacerme con esto? –preguntó intrigada.
-Ssssss. –fue su respuesta presionando con un dedo sobre sus labios.
Miguel, tirando suavemente de las dos corbatas, obligó a Erika a bajarse del taburete. Ya en pie, Miguel levanto sus brazos tanto como pudo. Sus pechos se elevaron. Despacio, continuó su presión, haciendo que Erika lo acompañase hasta el sofá.
-¿Dónde me llevas? –dijo con sorpresa- ¿Para qué son las corbatas? –con voz frágil.
-No te preocupes. Déjame hacer, se lo que realmente quieres. –le respondió.
La alineó justo en medio del sofá y se colocó a su lado. Sujetó una de las corbatas en el reposabrazos más cercano. Erika necesitó inclinarse ligeramente. Al realizar la misma operación con la otra, no le quedó más remedio que someterse completamente. Seguía con las piernas bien juntas. El culo hacia nosotros y los pechos colgando. Su cabeza rozaba el sofá y su pelo yacía sobre él. Otra vez su respiración se agitaba.
Podría decir que estaba asombrado por la docilidad y obediencia que demostraba. Pero sabía bien de ello. En ocasiones habíamos realizado estos adiestramientos en la intimidad. Nunca pensé en ese comportamiento totalmente sumiso con otros.
-¿Estás cómoda? – Oprimiendo con un dedo sobre su ano.
No obtuvo respuesta.
-Separa las piernas y respóndeme. –dado un manotazo sobre su expuesto culo.
-SsssiiiiIIII. –separando las piernas rápidamente.
-¿Quieres más? –continuó Miguel.
Silencio. Tan solo respiraba acaloradamente. Cogí un cinturón que estaba sobre la barra de bar y le propine varios correazos. Fueron suaves. Tan solo para reafirmar su entrega.
-No te hemos oído. –le dije dándole un último algo más intenso.
-Ssssiiiiii.
-Sí que. –le respondí con otro de igual intensidad.
-SSSiiiiii. Quiero más.
Miguel retomó la iniciativa.
-¿Quieres que te encule tu marido? –preguntó oprimiendo de nuevo con un dedo sobre su ano.
-Uuummmm.
-¿No querrás que lo haga yo? –introduciendo por completo su pulgar.
-Aaaahhhhh.
-Ya entiendo. –acariciando sus nalgas con ambas manos y rotando el pulgar en su interior- Lo que quieres es que Alex te lo rompa.
-SSsssiiiiiiiiii. –fue su rápida respuesta.
Era evidente que quería la polla más grande. No creo que pensara con la cabeza. Estaba atada, vulnerable. Incapaz de impedirnos nada que le exigiéramos. Alex se acercó lubricando su pene con su propia saliva. Miguel sujetó su nalga derecha y yo me apropié de la izquierda. Gimió cuando su culo fue abierto por nuestras manos.
-Nooooo. –se agitó al sentir la presión que Alex iniciaba en su trasero.
Cuando Alex rompió la resistencia inicial de su agujero, protestó. Nuestras manos notaban como su culo quería cerrarse ante las lentas pero constantes cargas que recibía. Finalmente cedió y sin demora la penetró en un prolongado empuje. Un sonido entre suspiro y aullido acompañó todo el recorrido. Tan solo cesó cuando sus cuerpos chocaron impidiendo su continuidad. Alex hizo una pausa dejando que se acomodara en su interior. Al poco, muy lentamente, Erika empezó a mover sus caderas ayudando en su enculada.
Miguel soltó la nalga que mantenía atrapada y yo hice lo mismo. El culo se cerró sobre la polla de Alex.
Di un paso atrás y contemplé lo imponente que estaba mi esposa en esa situación. Atada, pero activa en su “suplicio”. Sin posibilidad de huir movía sus caderas con brío, estremeciéndose constantemente ante la dura follada que su culo recibía.
Alex aminoró el ritmo. Ahora la sacaba completamente, se la mostraba y la volvía a enterrar de un solo golpe. Un bufido salía de su boca con cada nueva estocada. A Erika las piernas empezaron a flaquearle y sin dejar que siguiera enculándola, la ayudamos a arrodillarse. Alex, rodilla en el suelo y la otra elevada como un tirador, aumentó la intensidad. Erika ya no movía sus caderas, eran los brazos de Alex bien aferrados quien las obligada a sacudirse. Cada vez todo iba más rápido. Con la cara ya apoyaba contra el sofá, gruñía dejándose hacer. Sus pechos se balanceaban sin descanso, marcando el ritmo de las invasiones que recibía su cuerpo.
Empezó a gritar como nunca la había oído hacer. Entre grito y grito parecía sollozar, moviendo y convulsionando su cuerpo ante el placer que la recorría. Parecía no tener fin. Alex, enfervorizado ante tal demostración de placer, le aprisionó los pechos utilizándolos como asas. Golpeaba su trasero tan duro como podía. Cuando ya estaba a punto de reventar, soltó sus pechos y empezó a dar fuertes manotazos a sus nalgas. Cada vez que una parte de él explotaba, una de sus manos descargaba un golpe sobre ellas. Fueron no menos de cinco descargas que acabaron con ambos sudorosos y jadeando con sus cuerpo pegados.
Mientras se restablecía, las manos de Alex acariciaron con cariño todo cuanto alcanzaron del cuerpo de Erika. Poco tiempo después se incorporó y fue a asearse.
Miguel había visto toda la escena junto a mí masturbándose. Se le acercó. Y agachándose hasta quedar de cuclillas, sin parar en sus ya impetuosos movimientos, cogió sus tobillos con su mano libre. Los elevó y uniendo las plantas de los pies bajo su polla, se restregó con ellas hasta correrse.
Dejamos a Erika atada al sofá exhausta. Casi en la misma posición que Alex la había dejado. Su cabeza permanecía acomodada sobre el sofá, con su boca semiabierta recuperando el aliento. Solo una diferencia, sus pringosos pies.
Miguel y Alex ya aseados y vestidos debían irse. Antes de ello me propusieron desatarla.
-No. Ya lo haré más tarde. –les repliqué.
Se acercaron por última vez y la besaron como despedida, no sin antes pellizcarle los pezones. La puerta se cerró tras ellos. El silencio y la calma inundaron la habitación.
La observé unos instantes y no pude resistirme. Me coloqué tras ella y la penetré. Mientras movía mi polla en su derrotado coño, empezamos a hablar sobre lo ocurrido. Era un susurro más que una conversación. Mientras murmurábamos rememorando las vivencias de las últimas horas, el deseo en nuestros cuerpos iba aumentando. Confesó que uno de los momentos que más la había erotizado, fue cuando perdió su vestido y continuó bailando casi desnuda. Iba a desvelarme otro de esos instantes tan sexuales, cuando nuestros orgasmos se sincronizaron sin pretenderlo. Fue un buen final.
Nos dimos una buena ducha. La cama nos esperaba. Dormimos muchas horas antes de emprender el camino de regreso a casa.