Solo era un juego… capítulo 2º

Al salir Paco del hospital, mejorado, Sandra vuelve a marchar a vivir con su novio,pero sucede que a la noche la muchacha regresa a casa, diciendo que ha roto con el novio. Cuando los padres se vuelven a la cama, Paco va a la habitación de su hermana, preguntándole qué ha pasado con el novio

SOLO ERA UN JUEGO…

CAPÍTULO 2º

Pero tampoco esa vez la “escapada” fue tan larga, ya que hacia la una y pico de la madrugada todos en casa se despertaron y levantaron al abrir ella la puerta de casa con su llave y entrar hasta el salón. La sorpresa fue mayúscula, pues nadie esperaba que Sandra volviera y, menos aún tan pronto… La explicación a lo sucedido, más concisa no pudo ser: “He roto con él”… Y, excusándose por estar muy cansada, enfiló su viejo cuarto para acostarse y dormir

También sus padres volvieron de inmediato a la cama, pero Paco. Que también se había levantado pues ya no necesitaba guardar cama, se fue a la cocina, calentándose un vaso de leche. Se sentó a la mesa de la cocina, bebiéndose la leche con desesperante parsimonia, si alguien hubiera estado entonces con él, al tiempo que se fumaba un cigarrillo. Acabó leche y cigarrillo y se encendió, casi que de contino, otro pitillo…

Cuando casi lo acababa, calentó un segundo vaso de leche que se llevó consigo cuando, por fin, dejó atrás la cocina… Andando con todo sigilo, pasó por la habitación de sus padres, cerciorándose de que, efectivamente, dormían, desandando seguidamente el pasillo hasta volver ante la habitación de Sandra, donde decidido entró.

Encontró a Sandra sentada en el borde de la cama, vestida, y con un cigarrillo, bastante avanzado ya, entre los dedos… Se llegó hasta ella, sentándose también él a su lado al tiempo que le acercaba el vaso de leche

  • Has tardado enano
  • Es que tenía que dejar que papá y mamá volvieran a dormirse…

Sandra rechazó el vaso de leche pero Paco insistió en que lo tomara

  • Tómate la leche; te hará bien… Arregla el estómago y así, calentita, calma bastante los nervios…

Sandra acabó por aceptar la leche, tomando en sus manos el vaso

  • ¿Qué ha pasado Sandra?

La muchacha tardó algo en contestar, y cuando lo hizo fue sin mirarle, con la vista fija en la pared de enfrente, sin pestañear se diría

  • Pues, sencillamente, que no he podido hacerlo… No he podido follar con él… ¡Y Dios, las ganas tan tremendas que tenía!... Estaba non ya caliente sino tórrida… Como pocas veces antes lo estuviera… Nos empezamos a desnudar tan pronto entramos en el piso… Él a mí, yo a él… Y nos fuimos directos a la cama… Ni siquiera esperé a que me acariciara; directamente, en cuanto nos tumbamos en la cama, sin taparnos, me arrojé sobre él, me le monté encima y yo misma me metí la polla en el coño… Y empecé a moverme, a “cabalgarle”… Cuando la tuve dentro gemí de gusto, satisfecha… ¡Por fin le tenía donde yo quería, en mis entrañas!… En mi coño… Me movía frenética, disfrutando como una loca… Enseguida sentí que me venía el primer orgasmo y me apliqué a moverme con más ganas, con más bríos, ansiando correrme… Pero entonces se me cortó todo… Te vi, enano; te vi… Estabas allí, mirándome con esos tus ojitos tristes… Te vi abatido… Sufriendo lo indecible… Y vi la bañera donde por poco te desangras… Llena de agua… De agua roja… Roja de tu sangre… Le miré entonces a él… Al hombre que hasta segundos antes estaba segura de amar con todo mi ser… Y le vi como es… Un cerdo “chulo putas” que explota a una de esas que tiene encoñada en él… Y yo misma me vi encoñada en él como la puta… Igual que la puta… Como una puta barata… Y volví a verte…

Aquí Sandra se volvió hacia su hermano, mirándole abiertamente a la cara… Y le besó en la boca… Suavemente, tiernamente… Casi, casi, como una hermana besaría un hermano, si los hermanos se besaran en la boca…

  • Te volví a ver diciéndome que me querías… Que me adorabas… ¿Y, sabes lo que pasó entonces?... Que me di cuenta de que también yo te quería… Te quiero… Como hermana tuya, desde luego, pero también como mujer… Pero allí estaba yo, con la polla del tío clavada en mi vagina y, además, moviéndome todavía encima de él… Sentí asco de mí misma… De un salto me separé de él y me bajé de la cama, recogí mi ropa y quise irme pero él intentó obligarme a volver a la cama y… ¡Ya me conoces!... ( Sandra aquí se rió alegre ) ¡Le arreé un rodillazo donde a los tíos más os duele!... ¡Y aquí estoy!...
  • Los dos rieron con ganas, alegres. Al fin dejaron de reír… Sandra empezó a acariciar la mejilla de su hermano. Al momento y, sin dejar de acariciarle, le dijo
  • ¿Todavía me quieres por novia, enano?
  • No… ( Sandra pegó un acusado respingo ante el rotundo e inesperado rechazo, que hizo reír más que francamente a su hermano Paco )… Te quiero por esposa y mujer hasta el fin de nuestros días
  • ( Sandra, la verdad, respiró aliviada ante el añadido de su hermano, para a su vez decir ) De acuerdo… Seré tu mujer cuando nos casemos…

Ahora el que pegó el gran respingo fue Paco

  • ¡Hostias! ( Se le escapó el exabrupto ) ¡Pues si tan largo me lo fiais!...
  • Pero qué tonto eres, hermanito… Nos casaremos enseguida… Esta misma noche… Tan pronto como entres en mí; tan pronto como me penetres… Querido novio mío…

Se besaron… Con amor, con dulzura, con ternura infinitas… Pero también con tremenda pasión; con una pasión que más que nada era sensualidad… Sexualidad pura y dura… Cuando al fin el contacto de labios y lenguas se cortó, susurró Sandra al oído de su hermano con voz más que sensual; de consumada seductora… De embrujadora de hombres

  • Desnúdame… Queridísimo novio mío…

Y el “enano” la desnudó por completo… Pero es que, tan pronto Sandra quedó libre de ropa, hizo lo propio con su hermano, sólo que su “tajo” fue bastante menos laborioso que el de su hermano, ya que la indumentaria de éste se limitaba al pijama  que en un “visto y no visto” fue al suelo, a hacer compañía a la ropa que Sandra vistiera

Al momento de quedarse Paco como su señora mamá le trajo a este Valle de Lágrimas, que según la Iglesia es el Mundo, la Tierra o como quiera que se le llame, su hermana y “novia” Sandra centró su atención “lo” que el mancebo portaba entre las piernas y la visión de “aquello” le resultó de más confortadora

  • ¡Joder Paco!... ¡Si ya casi se te ha empalmado!... ¡Pero qué ricura de novio que yo tengo, cómo le “pongo”!

La mano de la muchacha bajó en busca de “aquello”, enseñoreándose de ello, pasando de inmediato a “manipularle” a fin de que la “resurrección de los muertos” se completara cuanto antes… Y como a ver qué no haría ella para que su “novio” se pusiera cual toro semental en pleno celo, solicita le atrajo hasta el borde de la cama, donde había vuelto a sentarse, y se amorró bien amorrada a la virilidad de su hermano-novio/su novio-hermano

La “resurrección” de Lázaro se produjo y los dos, muy, muy juntitos, se metieron en la cama. Allí, Pablo fue acariciando, solícito, los senos de su hermana-novia-esposa, mientras, al propio tiempo la besaba…se besaban. Se separaron de nuevo las bocas y, al desgaire, Sandra comentó

  • Mi culito te gusta… A que sí…
  • Me encanta… Es el culo más bonito que mujer alguna pueda exhibir… Todo en ti es perfecto… Divino… Maravilloso… ¡¡¡ERES INCOMPSRSBLE, SANDRA…HERMANITA MÍA…QUERIDA MÍA…AMOR MÍO!!!...
  • ¡¡¡Gracias amor!!!... ¡¡¡Tú sí que eres gentil, mi galante caballero!!!...

Por expresa iniciativa de Sandra, volvieron a besarse en esa ya veterana mezcla de amor, cariño inmenso y fogosa, ardorosa pasión… Hoguera excelsa de deseos, mitad amorosos, mitad carnales… De nuevo la mutua caricia de labios y lenguas entremezclados llegó a su fin. Sandra se acurrucó en el pecho de su hermano, en casi, casi, infantiloide gesto de demanda de asilo… Al momento, con gesto más serio que otra cosa, fue diciendo

  • Enano; no tienes idea de cómo lamento haber sido como fui… Si pudiera, borraría todo cuanto he hecho desde que, con catorce años, desperté al sexo… ( Aquí se rió alegre, con esa su risa fresca, cantarina, que tanto subyugaba a su hermano )¡Bueno, todo no!… ¡Nuestros “juegos” no; en modo alguno!... Pero lo demás sí… Porque, ¿sabes?... ¡La mitad de mis futuros días… No; todos mis futuros días, los daría a cambio de ser ahora virgen… De poderte ofrendar mi doncellez en señal de amor… Del inmenso amor que esta noche he descubierto que guardo por ti… Mi amadísimo hermano… Mi más que amadísimo hombre… Pero fui idiota… Fui imbécil… Y lo malgasté todo, sin ton ni son… Lo que debí guardar para ti, lo di, a cambio de nada, a quienes no se lo merecían…

Aquí Sandra calló un segundo para expeler un suspiro donde se aunaba la resignación ante lo inapelable con la frustración ante un pasado que así no debió ser…

  • Pero eso ya no tiene remedio… Pasó, desgraciadamente, y no hay vuelta de hoja… Pero… ¿Sabes?... Todavía retengo algo virgen… Mi culo… No se lo di nunca a nadie… Pero no por nada… Simplemente, me estremecía la sola idea de que me “lo hicieran” por ahí… Pero la cosa es que “eso” lo tengo virgen… La única “virginidad”; la única “doncellez” que te puedo ofrendar en prueba de amor…
  • ¡Pero qué tonterías dices, Sandra!... ¡Ni por asomo!
  • Sí amor… Házmelo por ahí… ¡Ábremelo, bien abierto!... ¡Rómpemelo!… ¡Páteme el culo, amor; sin compasión!...
  • ¡No Sandra; me niego en rotundo!… Es…será muy, pero que muy doloroso… ¡No quiero!... No quiero hacerte daño… ¡Por nada del mundo te haría daño!
  • ¡Pero yo sí quiero!... ¿Acaso crees que no sé que me vas a hacer daño; mucho, mucho daño?... ¡Pues claro que lo sé!... Pero es así como lo quiero… Paco, cariño; escúchame; escúchame y entiéndeme… Esta noche será…es nuestra Noche de Bodas… Nuestra Noche Nupcial… Eso, realmente, ya no existe… La noche de la boda, hoy día, no es especial...es, simplemente, como las precedentes… La pareja folla y punto… Antes era distinto… La mujer llegaba virgen a esa noche para entregarse, en cuerpo y alma, al hombre que amaba… Y yo quiero disfrutar de una verdadera Noche de Bodas, como las de antes, porque nuestra unión, nuestro matrimonio, que eso es lo que entre nosotros habrá desde esta noche, sea como antes era: Indisoluble… Para toda la vida… Quiero pues entregarme a ti en cuerpo y alma, empeñando la prenda de la única virginidad que me queda… Amor mío, quiero sentirme esposa y mujer tuya en el mismo instante en que esa única virginidad sea tuya; en y desde el mismísimo momento en que esa mi única virginidad ya, te la haya ofrendado en prueba de amor eterno… Para siempre… Porque, ¿sabes?... Yo seguiré siendo tu mujer, tu esposa, y fiel a ti hasta morir aunque, incluso un día te canses de mí y me abandones… Yo. aun así, seguiré siendo tuya… Tuya y de nadie más

Sandra calló y. sencillamente, se puso boca abajo, con el rostro descansando en la almohada y el culito levantado en franco ofrecimiento; por su parte Paco no sabía qué hacer… Por una parte, el entonces oferente culito de su hermana le atraía sobremanera, pero la perspectiva de hacerla sufrir le repugnaba cosa mala

  • ¡Venga enano!... No te lo pienses más y “ataca”… Con decisión; sin piedad amor mío… Métemela hasta el fondo; con energía; de un solo envite… Sin hacer caso de que grite; aúlle de dolor incluso… Y sin hacer caso de que llore y te pida que me la saques… Porque… ¡Ni se te ocurra sacármela, por mucho que grite o llore!

Y Paco, al fin, se decidió. Del primer envió, rotundo, enérgico, entró todo el glande más una ínfima parte del resto de su hombría, que al segundo empujón quedó enteramente enterrada en el recto de Sandra. A la primera metida, la muchacha no pudo contener un sordo alarido de dolor, porque fue como si una barra de hierro al rojo la horadara las entrañas, desjarretándola al propio tiempo; Paco se asustó; paró y hasta hizo amago de “sacársela”, a lo que su hermana se volvió hacia él, plena de furia, espetándole

  • ¡Sácamela y te capo!... ¡Por éstas que te capo!... ¡Sigue!… ¡Empuja fuerte; sin miedo; sin piedad!

Al segundo envión Sandra logró silenciar el grito de dolor a base de, despiadadamente, morderse el labio inferior hasta traspasarlo, hasta hendir piel y carne, haciéndolo sangrar más o menos abundantemente… Pero no tuvo más remedio que decir a su hermano

  • Espera; espera un momentito, enano… Deja… Deja que me acostumbre a tenerla dentro

Paco, faltaría más, esperó hasta que, algún que otro minuto o momento después, su hermana le dijo

  • Venga enano, empieza a moverte… ¡Fóllame el culo de una puta vez!

El “enano” empezó a moverse, metiendo y sacando el miembro en aquél agujero… Lentamente… Queriendo ser lo más atento, lo más suave posible con su hermanita, pero eso no hacía en absoluto que aquella barra de hierro al rojo vivo que para Sandra era entonces el miembro de su hermano la abrasara menos… Pero se decía: “Aguanta Sandra… Esto pasará… El dolor pasará y vendrá el placer… Todos los dicen: Que te la metan por el culo es casi mejor que por el coño”

Pero, no obstante sus razonamientos, llamó en su auxilio a su hermano

  • Paco, cariño; méteme los dedos… “Trabájame” el clítoris… ¿Quieres amor?

Y el “amor” quiso, “trabajándole” el “botoncito de la alegría” a más y mejor… Sandra, la verdad, era que estaba la mar de enervada; de deseosa de placer, de modo que su organismo respondió casi al instante a las “atenciones” que los dedos de su hermano prodigaban a tal botoncito, con lo que en menos que se santigua un cura loco, como hace años se decía, empezó a disfrutar, lo que hizo que el dolor quedara más que amortiguado, digamos que tapado

Pero es que sucedió que, al disminuir la sensación dolorosa, una rara sensación, como preludiando un poquitín de gusto, comenzara a aparecer por donde atacaba el miembro de su hermano… ¡Dios, iba a ser verdad!... ¡A lo mejor, en un plis, empezaba a gozar también por el trasero!

  • Dame más enano… Más fuerte, que creo que empiezo a disfrutar por ahí también
  • ¿De verdad cariño?... ¿De verdad, vida mía?... ¿De verdad que empiezo a darte gusto?

Sandra volvió a desgranar su fresca risa

  • De verdad enano… Anda, fóllate bien el culito de tu hermana; a modo cariño… Seguro que así empezaré antes a gozar de verdad

Y dicho y hecho, pues Paco se empleó a fondo en complacer a su hermanita que, como dijera, en no mucho rato empezó a gritar

  • ¡Sí enano, sí!... ¡Me gusta enano; me gusta mucho!... ¡Dame marido!... ¡Dame más, amor mío!... ¡Haz que disfrute más de lo mucho que ya disfruto, maridito mío!...

Y el “maridito” se entregó al tajo de complacer a su mujercita con unos bríos, un empeño, una dedicación inenarrable… Y claro, también el “maridito” comenzó a disfrutar lo que no está en los escritos

  • ¡Dios Sandra, mi amor…y cómo me gusta hacértelo así!... Es… Es… Maravilloso Sandra, vidita mía…
  • ¡Me corro!… ¡Me coorrooo, enano, marido mío!... ¡Aggg!... ¡Aggg!... ¡Sí Paco sí; me coorrooo!... ¡Mee eestooyyy cooorrieeendoooo! ¡Dame más marido…más…más!... ¡Asíí…asííí!... ¡Quée riiicooo!

Sandra así disfrutó del primer orgasmo de aquella noche, que acabaría por ser larga… Muy larga… Al poco, también Paco anunció a su hermana que acababa, que estaba próximo, muy próximo a eyacular

  • ¡No enano!... En el culo no; salte, y métemela en el coño… Allí sí… Allí es donde quiero que te corras…

A Paco no le dio tiempo a “sacarla” pues, en automático, Sandra se echó hacia adelante, “desenganchándose” de él. Se dio la vuelta al instante quedando boca arriba, con las piernas, los muslos bien abiertos

  • Métemela Paco… Venga, que estoy que ardo… Aguanta un poquito, quieres enano… ¿Podrás?... Tienes que poder… Controlarte, darme tiempo a que también yo me corra otra vez

Paco entró en el sexo de su hermana e intentó controlarse… Tarea dura, pues no tenía experiencia ninguna, era la primera vez que “cataba” un sexo femenino que a medias logró. A medias, pues acabó por eyacular cuando Sandra más disfrutaba, preludiándose así su propio orgasmo, pero sin que éste hubiera roto aún… Y entonces fue cuando Paco dio la talla porque, decidido a complacer a su hermanita de su alma, a hacerla dichosa al límite, sí que aguantó el tipo, empujando como un león, sin dejar que lo “suyo” enflaqueciera… Sandra, al notar que su hermano eyaculaba dentro de ella, empezó a moverse como posesa… Como poseída por una fuerza irrefrenable, mientras gritaba

  • ¡Sigue Paco, sigue!... ¡No pares por Dios!... ¡Sigue dándome, marido!

Y, como antes se dice, Paco siguió… Contra toda Natura… Contra viento y marea… Pero siguió… Aguantó como un tío… Como un tío experimentado… Y su hermana disfrutó del segundo orgasmo que la larga noche le regalaría… Fue indescriptible, haciéndola no ya gritar de placer, sino aullar como una loba… En el momento cumbre sus dientes quedaron señalados en las mejillas, el cuello, hasta en una tetita de su hermano, mientras las uñas de los dedos de ambas manos “araban” la espalda de Paco, dejando en ella dos serie de cuatro surcos cada una, más o menos paralelos, pero enteramente sanguinolentos…

A ratos durmieron, a ratos repitieron la mutua entrega se mantuvieron hasta que, más allá de las seis de la mañana, no pudieron más, quedando profundamente dormidos… Uno en brazos del otro, íntimamente abrazados… Y con el “pajarito” de Paco todavía alojado dentro del cálido “nidito” de su hermana, que bajo ningún concepto permitió que el pájaro echara a volar lejos del nido… Caprichitos raros de hermana rarita, vamos…

Como cada día, a las siete de la mañana Dª Alejandra se levantó para prepararles el desayuno a su marido, D. Francisco, Paco para su mujer, y su hija Sandra, los cuales solían levantarse para ir a trabajar unos diez-doce minutos después. Así, que fue a la cocina a preparar los cafés con leche de los dos, con un par de piezas de bollería, magdalenas las más veces… Esos diez minutos más tarde oyó cómo su marido se levantaba e iba al baño a ducharse; esperó otros diez minutos más para que su hija se levantara también, pero al no hacerlo se pensó, “Pues parece que hoy no va a ir a trabajar… Claro, anoche vino tan tarde que cualquiera sabe a qué hora habrá podido dormirse”

Su marido, D, Francisco, pero Paco a secas para ella, se llegó a la cocina, duchado y ya vestido.

  • Y la chica qué… ¿Fiesta festable hoy o qué?
  • ¡Hay Paco, y cómo eres con los chicos!... ¿Es que no viste a la hora que anoche llegó Sandra?... Seguro que esta mañana está rota… Sin dormir apenas… Además, que ella sabrá lo que ayer tuvo que pasar… Porque eso de aparecer de madrugada, tras salir por la mañana dispuesta a vivir con su novio para siempre jamás… ¡Tiene lo suyo, digo yo!…
  • Ya, ya… Mucho caprichito tonto y poca responsabilidad es lo que hay entre los chavales de hoy… Claro, como los hemos criado a “qué quieres, nenito mío”… Bueno; vosotras, las madres… ¡Que parecéis gallinas cluecas tras sus polluelos!...

En dos-tres sorbos se acabó el café, se metió las magdalenas en un bolsillo y, dando un beso en los labios a su mujer, con su “miajita” de lengua incursa, salió de casa rumbo al taller de chapa y pintura donde “currelaba”. Su mujer, que le había acompañado hasta cerrarle la puerta a su espalda, regresó a la cocina, a prepararse el café con leche que cada día, al marchar marido e hija al trabajo, solía tomarse a “palo seco” antes de volver a la cama.

Mientras. Primero, se preparaba el café y luego se lo tomaba, su mente pensaba en su hija;  en lo raro de que regresara a esas horas, tras salir de mañana dispuesta a unir su vida a la de su novio… Ese Matías que tan poquito le gustaba… Para ella no cabía duda alguna de que era un chulo indecente… Y dudaba mucho de que, en verdad, quisiera a su Sandra…Tampoco le cabía duda alguna de que no la haría feliz… Dichosa… Coma a ella la había hecho; la hacía Paco, su tierno marido… Pero Sandra se había emperejilado en quererle… Y ya se sabe cómo son las chicas, los chicos de hogaño…

Dª Alejandra se acabó el café y se levantó de la mesa de la cocina a la que antes se sentara para volver a su dormitorio; a su cama y seguir durmiendo hasta las diez-diez y media de la mañana, hora a la que, efectivamente, cada día se levantaba… Salió al salón y de allí pasó al pasillo que albergaba los dormitorios de todos ellos, el de matrimonio y los de los chicos; pasó frente a la puerta del cuarto Sandra y le entró la idea de entrar a ver cómo estaba… Por si no se encontrara bien… Si necesitaba algo

Abrió la puerta y se quedó allí, donde estaba; ni en el umbral siquiera… Petrificada, helada… Sin sangre en las venas ante lo que vió: Sus dos hijos acostados juntos en la cama de Sandra… Desnudos… Abrazados él a ella, ella a él… ¡Y de qué forma!... Si, hasta parecía que la “cosa” de él todavía estuviera dentro de la “cosa” de ella…

Se sintió morir y tuvo que asirse sólidamente a la jamba de la puerta para no rodar al suelo, pues al momento las piernas parecían negarse a sostenerla… Quiso gritar de horror, pero no pudo… Un fiero ñudo, como si una mano de acero le aferrara la garganta, le impedía no sólo lanzar sonido alguno por la boca, sino que hasta casi que respirar… Quiso cerrar los ojos para no ver aquella monstruosa escena, pero tampoco pudo… No quería verla,pero sin embargo la atraía como el imán atrae al hierro…

¿Por qué la atraía tanto aquello?… ¿Por qué no podía apartar sus ojos de aquella escena que, en sí, aborrecía hasta abominarla?... Al fin encontró una explicación que, no obstante, nada le explicaba: En el rostro de sus hijos había lago que la subyugaba; que le impedía apartar los ojos de esos rostros, los de sus hijos, pero sin acertar a saber qué era…

Poco a poco, el resuello fue volviendo a Dª Alejandra que, mal que bien, fue capaz de dar los pasos necesarios para llegarse junto a su hija, al lado justo de su rostro, que empezó a observar atentamente, analizándolo, como si lo mirara al microscopio, al tiempo que, alternativamente, hacía lo propio con su hijo Paquito…

Y por fin supo qué era lo que tan intrigada la tenía… Lo que veía en aquellos rostros; en los dos lo mismo: Tranquilidad, serenidad… La tranquilidad nacida, del amor plenamente satisfecho… La tranquilidad que da el amor plenamente recibido y otorgado… Supo, que lo que el rostro de sus hijos expresaba era lo mismo que ella y su marico sentían y compartían tras entregarse mutuamente en el amor materializado en el hecho sexual…

Se sentó en la cama, junto al regazo de su hija; o mejor, junto a la parte de la espalda que diametralmente, quedaba enfrentada al regazo de la chica, ya que esta daba la cara a su hermano, al que abrazaba con una pierna cruzada por encima de él, de manera que de cintura pada abajo quedaba, en cierto modo, encima de él, lo que invitaba a pensar que el masculino miembro de él todavía estaba dentro de la femenina oquedad de ella

Para sí misma se sonrió cuando recordó que también a ella le gustaba quedarse dormida así, con su marido todavía dentro de ella, cuando acababan de hacer el amor… El horror, la abominación que al pronto sintió al ver a sus hijos, desapareció por completo, sustituido todo por una inmensa ternura hacia la pareja… Hacia sus hijos… Su mano fue a acariciar, dulcemente, el pelo, los hombros, el principio de la espalda de su desnuda hija… Y su rostro se inclinó sobre ese principio de espalda para que sus labios pudieran depositar en la piel de la muchacha el beso materno… Tierno… Dulce… Lleno de cariño… De maternal amor

Sandra se rebullo a tales contactos y, tal vez creyendo que eran de su hermano…de su marido pidiéndole “guerra”, todavía medio dormida, musitó

  • Sí, mi amor… Siempre que tú quieras…

Y así, inconsciente aún, más dormida que despierta aún, sus caderas hicieron que el femenino sexo se pegara al masculino cual lapa a las rocas al tiempo que iniciaban la suave cadencia del coito… Dª Alejandra se rió abiertamente, diciéndose para el coleto: “Vaya con la Sandrita… Lo mismo es tan “calentorra” como yo”…

Pero también resultó que Paco abrió sus ojitos, despertando a la acción de su hermana, pero al momento a ellos asomó una expresión de terror que para él se quedó… Y para la abierta risa de su madre…

  • ¡MAMÁ!

Paco, como un rayo, se lanzó por la sábana que a los pies de la cama, lánguida, caía al suelo, tirando de ella para cubrirse. Su madre, ante aquello, rió desenfadada

  • ¡No te molestes, hijo; no hace falta!… Te tengo ya demasiado visto, desde que entré en el cuarto… Bueno; todo, menos el “piazo” “herramienta” que te gastas… Eso, hasta ahora, no lo había visto…

Dª Alejandra siguió riendo, aún más desenfadadamente que antes, mientras su hija gritaba a todo gritar, también de temor, al despertase y ver a su madre

  • Bueno hijitos… Y… ¿Podéis explicarme qué significa esto?
  • ¡Mamá!... ¡Oh!...

Sandra no pudo decir nada más pues empezó a llorar como una magdalena… O, mejor; como chiquilla pillada en la más gorda de las travesuras… Pero allí estaba su hermano, el tímido; el introvertido; el que apenas si era capaz de unir tres palabras seguidas, devenido en osado orador en defensa de la relación… Del amor entre su hermana y él

  • Pues, sencillamente: Que Sandra y yo nos queremos; nos amamos como papá y tú os amáis… Sí; hemos pasado la noche juntos… Y hemos hecho el amor… Y, ¿sabes una cosa? Que desde hoy dormiremos juntos todas las noches… Y que todas las noches, todos los días, seguiremos amándonos… Haciendo el amor… Porque para eso nos queremos… Porque para eso, anoche nos constituimos en marido y mujer, cuando yo la tomé por mi esposa y mujer y ella me recibió por su esposo y marido… Cuando yo jure serle fiel mientras viva y ella me juró fidelidad de por vida… Cuando los dos, mutuamente, nos juramos querernos, honrarnos y respetarnos mientras vivamos… Y hasta más allá de la muerte, si uno se fuera antes que el otro… Y no te preocupes… No os preocupéis papá y tú, que Sandra y yo nos iremos hoy de casa… Para, juntos, vivir nuestro amor sin dañar a nadie… Nos iremos tan pronto llegue papá y se lo digamos… Y nos despidamos de él… Porque sois nuestros padres, y os queremos con todo nuestro alma… Quisiéramos que nos comprendierais… Nos aceptarais, si os fuera posible, claro… Pero si así no fuera; no pudiera ser, pues tampoco pasaría nada… Nosotros sí os entenderíamos y aceptaríamos que no nos aceptéis como desde ya somos… Siempre seremos vuestros hijos… Siempre os querremos… Siempre nos encontraréis con los brazos abiertos…

Paco calló, mirando expectante a su madre. Ella lanzó un suspiro hondo… Muy hondo… De preocupación ante todo… Y se volvió a su hija

  • Hijita, cariño mío… ¿Estás segura de lo que vais a hacer?... Pero… ¿Plenamente segura?
  • Sí mamá; total… Absolutamente segura… Le quiero con toda mi alma… Te lo juro mamá… Con toda mi alma… Y con toda mi alma quiero ser suya… Suya y de nadie más… Suya hasta la muerte…

Dª Alejandra volvió a suspirar

  • ¡Pues que Dios os asista!... ¡Especialmente, ante vuestro padre!... Pero no os preocupéis… Le costará, pero “pasará” por el aro… Porque si no “pasa”, le dejo y me voy con vosotros hasta que entre en razón…

Dª Alejandra se levantó y, riendo, empezó a dirigirse a la puerta, pero al momento se detuvo para volverse hacia sus hijos

  • Ah; y una cosa Paco. A ver cómo tratas a Sandra, no sea que a tu suegra le dé un día por caparte… Me voy para que podáis seguir haciendo guarrerías… Pero cuidadito con cómo las hacéis… Que bien que me gustaría ser abuela, pero mejor no

Sandra rió con ganas al escuchar a su madre

  • Pues para que lo sepas, mami: Estoy segura de que tu primer nieto ya está en camino…

Si a Dª Alejandra se le aparece un fantasma, más sorprendida no se queda

  • ¡Pero qué dices!...
  • Lo que oyes… Estoy en el apogeo de mis días fértiles, por lo que, también, segura de que tu hijo me “cazó” a la primera de cambio
  • ¡Oye, oye!... ¡Que eso no me lo habías dicho!... ¿Y si?...
  • No te me amohínes, marido… El Matías me la metió anoche antes que tú… Vale… Pero, ¡CON CONDÓN!... ¿Te enteras?  A pelo sólo he follado contigo…mi maridito querido…

Dª Alejandra, más escandalizada que otra cosa, se santiguó

  • ¡Señor, Señor, qué chica!... ¡Que Dios nos coja confesados a todos!...

Como mamá se temiera, papá puso el grito en el cielo cuando se enteró de que sus hijos eran matrimonio, y a todo ruedo… En fin, que la pareja tuvo que salir de casa más que pitando, so pena de que allí hubiera una “desaborisión”, como dicen los flamencos, esos del “cante jondo”, aspirando la “h” de hondo; es decir, antes de que papá medio matara a sus hijos… O, lo que es peor, los matara del todo

Paco y Sandra se refugiaron en una pensión donde moraron hasta encontrar un pequeño pisito, dos habitaciones más salón, cocina y demás, en una de las “ciudades dormitorio” que, como las setas en otoño, han proliferado en el urbano cinturón madrileño.  Por otra parte, resultó que Sandra debió dar plenamente en la diana cuando afirmó a su madre que su primer nieto ya estaba en camino, pies a los nueve meses más bien justos de tal excelsa fecha para la pareja, Sandra alumbró al primero de los hijos que de su hermano-marido/marido-hermano pariría

Fue un hermoso niño, más sano que las manzanas, más listo que el Rey Salomón y más bonito que las pesetas… O, mejor, que los billetes de mil euros, que se dice que haberlos, haylos, y será de creer… Se llamó Francisco, Paco o, más bien, Paquito, el 3º de la dinastía… Sandra se empeñó en amamantar su hijo hasta que este superó, con varias creces, los tres años, con lo que Paquito tenía ya bien cumplidos los cuatro añitos cuando sus papás le trajeron, del hospital donde acababa de nacer, a su hermanita, Sandra o Sandrita de nombre, como no podía ser menos, y también 3ª en la dinastía de las Alejandras, Sandras o Sandritas

Desde que, con casi dos meses ya de embarazo, y cuando el ginecólogo le confirmó su esperanza, Sandra llamara a su madre para, alborozada decirle: “Mamá; ¡estoy embarazada!”, la mamá no había dejado de asistir a su hija, tanto en ambos embarazos como en los dos partos, cuidando más que a menudo de su nieto mayor y luego de la pequeña; pero este no había sido el caso del padre de los muchachos y abuelo de los críos, lo que significaba una espina más que dolorosa en el filial corazón de Sandra, que más que querer, adoraba a su padre, del que siempre fue su “princesita”…

Pasaron los meses y, a los tres-cuatro de Sandrita, una tarde de sábado, no mucho después del mediodía, sobre las cuatro y media-cinco de la tarde, llamaron a la puerta de Paco y Sandra; ésta estaba en tal momento dando el pecho a la pequeña, por lo que fue Paco quien acudió a abrir, que se quedó en cuadro cuando ante él vió a su madre, pero con su padre

  • ¡Aquí os traigo al cabestro de vuestro padre!… Porque yo, desde luego, soy la mujer más fiel y honrada de la Tierra, pero vuestro señor padre es un cabrón de siete suelas...

En fin, el habitual desenfado de Dª Alejandra. Paco se quedó sin palabras ante su padre. Quiso adelantarse hacia él y besarle, abrazarle, pero finalmente no se atrevió, ante el gesto más que adusto de su progenitor, por lo que se limitó a tenderle la mano, abierta, mientras decía

  • Hola papá; me alegro mucho de verte…

Pero ni eso; su padre, D. Francisco, Paco para su mujer, si se dignó mirar a su hijo; mucho menos aceptar la mano a él extendida… Prácticamente le quitó de enfrente pasando hacia adentro

  • Que conste que por mi gusto no vengo… No deseo veros… Yo soy un hombre honrado, e hijos incestuosos no tengo… Ni tampoco nietos bastardos… Pero si no venía, mi mujer me iba a dejar para venirse aquí…

Puede imaginarse la cara de Paco y, sobre todo, de Sandra al oír a aquel salvaje en que su padre se había convertido. Pero la madre les hizo señas para que no se soliviantaran. Así que Sandra reponiéndose al dolor que las palabras de su padre le causaran y, sobre todo, a la rabia que esa altivez, ese desprecio supino le produjera, se levantó con su hija en brazos para ir al encuentro de su padre, deteniéndose en el momento de estar frente a él, a metro de distancia más o menos y, sin alargar ella mano alguna, repitió el saludo de su hermano y marido a su padre

  • Hola papá; me alegro mucho de verte…

Para entonces Dª Alejandra ya había tomado a su nieta de los brazos de la hija, arrullándola entre los suyos propios, llenándola de besos y frases de cariño, para, finalmente, mostrársela al abuelo

  • Mira qué preciosidad de nieta tienes, desaborío; más que desaborío…

D. Francisco sí que miró a la niña, y hasta pareció que una sombra como de ternura pasó por sus ojos durante algún segundo, pero en segundos reaccionó al atisbo de humanidad, rechazando a la nieta que su mujer le tendía. Ésta, al instante, enrojeció de ira

  • ¡De acuerdo!... ¡Quédate tú con tu soberbia y esa pretendida honradez de que presumes, que yo me quedo con mis hijos y mis nietos… ¿Te enteras, capullo; pedazo de cabrito?... ¿Sabes qué más te digo? Que, desde luego, ti madre era una santa mujer, pero tú un verdadero hijo de puta… ¡Lárgate, cabrón, con tus miserias y rencores y déjanos en paz a nosotros!... ¡Vete de una puta vez, y amárgate la vida cuanto quieras!

En ese momento Sandra, que al dejar a su hija en manos de la abuela, se había metido para adentro, apareció con su hijo mayor en brazos, y se lo tendió al abuelo mientras le decía

  • Este es tu abuelo, Paquito; ese del que tanto te he hablado, que ha venido a verte

El crío miró a su abuelo; le sonrió en sonrisa que le iluminó toda la carita, abriéndole la boca de oreja a oreja; tendió luego los bracitos al abuelo mientras decía

  • ¡Abelo!

Y D. Francisco no pudo seguir manteniendo el tipo que se había propuesto mantener desde que salió con su mujer hacia la casa de sus hijos. Se echó a llorar como un chiquillo mientras entre sus brazos abrazaba al niño diciendo

  • ¡Mi nieto, Dios mío; mi nieto!… ¡Pero qué guapo que eres, cariño mío…pequeñín mío!...

Y el acabose fue cuando los bracitos del crío rodearon el cuello del abuelo y sus labios se posaron en el atezado rostro de D. Francisco, depositando allí el primer beso que el abuelo recibía de su nieto, mientras le decía

  • Te queo muto, abelo...

Sandra fue la primera que, llorando también, tendió los brazos a su padre para, al fin, abrazarle y besarle por vez primera en casi seis años… También Paco y su mujer se abrazaron al que parecía más viejo que nunca, pues en esos minutos parecía que por D, Francisco pasaran decenas de años

  • ¡Perdonadme hijos!... ¡Perdonad al idiota, al imbécil, al tarado mental de vuestro padre!... ¡Dios, y qué imbécil que habré sido!... ¡Cuánto, cuánto tiempo perdido inútilmente!...

Aquella tarde fue el final de una vida equivocada; triste; muy, muy triste, por parte de D. Francisco, y el inicio de otra nueva en la que el padre y abuelo no sabía separarse de sus hijos, pero, sobre todo, de sus nietos, que el correr de los años incrementó en uno más. Sandra y Paco tuvieron suerte con sus tres hijos, un niño, Paquito, el mayor, y dos niñas, Sandrita IIIª y María, pues amén de nacerles guapos de verdad, resultaron ser de lo más inteligentes, en especial María, la peque, que casi les salió superdotada…

¿Habrá que añadir que Sandra y Paco, Paco y Sandra fueron la pareja conyugal más feliz que pueda darse?... Pues se dice, que a mí me gusta acabar mis historias con un meloso, un dulzarrón, que hasta grima da de puro empalagoso…

FIN DEL RELATO