Solo era un juego… capítulo 1º

Sandra y Paco,mayor ella en tres años,son hermanos que,desde los quince años de él, se masturban, él a ella, ella a él. Pero pasa que Paco acaba por enamorarse de su hermana, con lo que, cin 18 años, le pide ser novios formales, convivencia en común incluída

SOLO ERA UN JUEGO…

CAPÍTULO 1º

El despertar sexual de Sandra la verdad es que fue más que tardío, pues había pasado algún mes que otro desde su catorce cumpleaños sin que ningún “picor de entrepierna” le sobreviniera. Fue una noche o, mejor dicho, una madrugada de domingo que se despertó con ganas de hacer pis, por lo que se lanzó de la cama al duelo yendo, pasillo adelante, hacia el baño; pero hete aquí que, al acercarse a la habitación de sus padres, le llegaron una serie de ruidos la mar de peculiares: Algo así como bufidos masculinos entremezclados con gemidos, jadeos y hasta aullidos de mujer, aderezados con una serie de palabras como

  • ¡Sigue!... ¡Sigue así, cabrón…hijoputa!... ¡Qué gusto, Dios!... ¡Qué gusto mi amor…mi hombre…mi macho!... ¡Qué bien que me follas, cabronazo de maridito!
  • Te gusta, verdad puta… Te gusta que te follen más que a un tonto un lapicero… ¿A que sí, putón desorejado?

Eran su padre y su madre… Pero a Sandra, aquello, no le era tan desconocido… Al punto recordó que eso mismo ya lo había escuchado antes… Mucho, mucho antes; cuando andaba por los cuatro… Como mucho los cinco años… Fue también una noche que, de improviso, también se despertó, pero no porque, como ahora, tuviera ganas de hacer pis, sino porque lo hizo terriblemente asustada por una pesadilla que acababa de aterrarla y fue en busca del amparo de su madre; recordó que, entonces, entró de sopetón en la habitación de sus padres y se encontró con el cuadro: Los dos desnudos sobre la cama, su madre encima de su padre dimiendo, jadeando y lanzando toda esa retahíla de entre palabras y gruñidos, que la asustaron aún más de lo que ya estaba

Tan “ensimismados” estaban su padre y su madre en la “tarea” que les ocupaba, que ni se apercibieron de la presencia de su hija. Sandra, que venía llorando a lágrima viva, quedó al momento quieta y muda, enteramente aterrorizada ante lo que veía… Juraría que su madre lo estaba pasando fatal, a juzgar por lo que se quejaba, pero algo le decía que no debía ser así exactamente, pues sus palabras decían a su padre que siguiera “maltratándola” a más y mejor… Así permaneció unos minutos, pocos, muy pocos, pues aquella visión la sobrecogía cosa mala, de modo que por finales echó a correr hacia su habitación y su cama, donde se ovilló, acurrucándose entre mantas y sábanas, cubriéndose hasta la cabeza, como escapando, cubriéndose así, de la legión de demonios que para entonces la acosaban…

Puede que fuera el mismo, más que miedo, terror sufrido, lo que hizo que esa primera visión de dos personas, sus propios padres, manteniendo enfebrecido sexo, se borrara por completo de su mente, para no volver a recordarla hasta esa otra noche, o madrugada, en que volviera a ser testigo de lo mismo. Testigo simplemente auditivo hasta que esa misteriosa fuerza interior que en segundos se apoderó de ella hizo que, más que cautelosamente, entreabriera la puerta del paterno dormitorio, asomándose ligerísimamente al interior. La visión que entonces se ofreció a sus ojos sólo difería de lo que en la anterior vez viera en que ahora era su padre quien estaba encima de su madre, pero en todo lo demás era idéntica… Hasta los entre bufidos y bramidos de su padre y los gemidos, jadeos y gritos de su madre, casi, casi, que las mismas frases… Las mismas palabras obscenas… Los mismos insultos dedicados entre ellos, de ella a él y de él a ella…

Pero el efecto que en Sandra causó esta otra vez fue bien distinto de la anterior, pues si entonces aquello la asustara hasta casi aterrorizarla, haciéndola huir casi de inmediato, ahora más podría decirse que lo que veía la hechizaba…la hipnotizaba… Y esa hipnosis la mantenía clavada donde estaba, sin permitirle apartar la vista de la escena… Además, todo un universo de desconocidas sensaciones se apoderó, casi que integralmente, de todo su ser: En su bajo vientre se posicionó como un fuego intenso, abrasador, que al instante se irradió por todo su cuerpo en devorador incendio; su corazón empezó a latir desacompasadamente, a galope tendido cual caballo desbocado, inundando sus vasos sanguíneos con caudalosos ríos de sangre que le ponían la cardíaca víscera en la garganta.

Desde entonces, toda ella pareció infundida por ciencia infusa; así, sus manos supieron perfectamente lo que tenían que hacer… Si mano izquierda subió hacia el pecho, buscado sus senos, que alcanzó a través de la abertura del escote del camisoncito que le cubría… Los encontró crecidos, a casi el doble de su volumen, y los pezones tiesos, enhiestos, cual pitones de toro bravo en puntas… Por su parte, la mano diestra bajó en querencia de su femenina intimidad, objetivo que logró subiéndose el borde del camisoncito y apartándose a un lado las, más que braguitas, señoras bragas

Las palmas de ambas manos, solícitas, acariciaron suavemente lo que tenían que acariciar: La de la mano siniestra, senos y pezones, en tanto la de la derecha, apartando la incipiente pelambre púbica que desde dos años atrás venía poblándole el bajo vientre, los labios previos al interior de su tal intimidad… Enseguida, sus dedos localizaron una especie de prominencia, como un botoncito en la parte superior del Sancta sanctorum de su intimidad, muy cerquita de su entrada… Y comprobó que, al tocarse allí, las placenteras sensaciones que estaba viviendo se acrecentaban lo suyo…

En fin, que decidió centrar “allí” las atenciones que a sí misma se prodigaba. Empezó a acariciarse el “botoncito” suavemente, con delicadeza, pero al poco se apercibió de que si imprimía más energía al acariciarse, el placer también se acrecentaba, por lo que la acción se tornó más y más briosa, mucho más intensa de minuto en minuto, hasta el punto que su mano izquierda, dejando a su suerte los senos, colaboró con la derecha en homenajear su femenina interioridad, de manera que, mientras los dedos de la derecha acariciaban el “botoncito”, los de la izquierda, decididamente se introdujeron en tal interioridad, entrando y saliendo, cada vez a mayor velocidad hasta hacerse frenética…

Entornó los ojos y se abandonó en cuerpo y alma al placer que estaba disfrutando… Todo, todo, desapareció en un instante; la casa, sus padres… El Universo entero se borró pata Sandra en un instante… Entonces, en el mundo, sólo existía ella; ella y el placer tan intenso que se prodigaba

Por finales, llegó “aquello”. Su cuerpo, trémulo hasta entonces, cual hoja a merced del viento, se envaró, se tensó hasta lo indecible cuando esa especie de ramalazo, de latigazo o descarga eléctrica generada en su cerebro sin saber cómo ni por qué, la recorrió toda, despeñándose columna vertebral abajo hasta romper, estallar como volcánica erupción en lo más hondo, lo más profundo de su femenina intimidad. Quiso estrangular, enmudecer el aullido, el alarido de gusto inmenso, de placer inenarrable ante el tremendo orgasmo que le sobrevino, que surgió, casi por arte de magia, en su garganta; pero no pudo; le fue imposible acallarlo, al menos por completo, sino que salió al aire, eso sí, un tanto atemperado

Aterrada ante la imprudencia, con los ojos abiertos como platos, desvió su mirada hacia el interior de la habitación de sus padres… Realmente, no hubiera hecho falta mirar dentro, pues despierta de nuevo a cuanto la rodeaba nítidamente escuchó aullar a su madre como loba herida

  • ¡¡¡Sí, cabronazo, hijo de siete padres!!!... ¡¡¡Clávamela más!!!... ¡¡¡Más, más, hasta el fondo!!!... ¡¡¡Aahh!!!... ¡¡¡Aahhh!!!... ¡¡¡Me corro, cabrón!!!... ¡¡¡Me corro!!!... ¡¡¡Aahhh!!!
  • ¡¡¡Sí, puta, sí!!!... ¡¡¡Córrete; córrete, golfa!!!... ¡¡¡Aaagggg!!!.... ¡¡¡Aaagggg!!!... ¡¡¡Yo también!!!... ¡¡¡Yo también me corro!!!...

Sí; papá y mamá pasaban por el mismo trance que ella acababa de pasar: Estaban disfrutando, al unísono, de un monumental orgasmo a juzgar por sus palabras

Desde aquella noche, la vida de Sandra dio un viraje de 180º; comenzó a mirar a los chicos, sus compañeros de clase y colegio en principio, de una manera absolutamente nueva para ella, y los chavales, algunos al menos, captaron el implícito sentido de sus miradas, con lo que los “novietes” se le empezaron a “pegar” como las moscas a la miel. Así, supo lo que era tener en la mano un miembro masculino y no sólo eso, sino también “menearlo”, al tiempo que también conoció lo que era que una mano ajena le cumplimentara a modo y manera sus “vergüenzas”… O que fuera una lengua ajena la “cumplimentadora”, aunque a cambio de aprender a hacer lo propio a una “herramienta” masculina, aprendiendo a “mamársela” a sus “novios” con una fruición y, sobre todo, sabiduría, que era de verse y gustarse

El tiempo fue pasando y a sus catorce añitos sucedieron sus quince y los quince los dieciséis Entonces, cuando andaba por los dieciséis y pico, se echó un “novio” mayor, diecinueve bien cumpliditos, que la convenció para que la bajada de bragas fuera a todo ruedo, bajo promesa de excelsos placeres, amén de amor más que eterno; pero a la hora de la verdad ocurrió que la pérdida de su “precinto” fue bastante más dolorosa de lo que el “maromo” le asegurara… Pero esto, con ser malo, no fue lo peor, pues también ocurrió que, cuando al fin también ella empezaba a gozar de un pelín de “gustirrinini”, el “nene” se vació dentro de ella en la forma más inconsiderada, pues ahí acabó el ardor del mancebo, que nada más descargarse se desinfló, con lo que Sandra se quedó con los pies fríos y la cabeza caliente

El “globo” que la muchacha agarró fue de los de época

  • Pero…pero… ¡Serás desgraciado, pedazo de cabrón!… ¡A lo mejor, o, a lo peor, me has podido preñar!... ¡Y lo que me faltaba para que mis padres me echen de casa, aparecerles con un “bombo”!... ¡Y, además, me has cortado cuando me empezaba a gustar!... ¡Más cerdo no puedes ser, tío!...

Pero Sandrita se equivocaba, pues sí que el “maromo” podía ser más cerdo aún; tanto como para decirle que ya era tarde y sus padres le iban a echar la bronca cuando volviera a casa… En fin, que pasando el niño al asiento delantero puso el coche en marcha y salió despendolado para su casa… Y, menos mal, que todavía tuvo el “detalle” de acercarla a la parada del autobús para que también ella pudiera volver a su casa…

Las siguientes dos semanas y pico fueron de pronóstico para Sandra, pues superado el cabreo por aquello de que su “novio” la dejara a ella más bien que en blanco cuando lo de su “primera vez”, lo que le sobrevino fue, más que la preocupación, el susto ante un posible “bombo”, pero eso se subsanó cuando, tras tales días, el “tomate” se le presentó cuando, más o menos, debía de hacerlo

Aquellos días habían sido tan onerosos que ni ver había querido a su “noviete”, pero una vez vueltas las aguas a sus normales cauces, la relación con el doncel se reanudó, más o menos, como Dios manda, así que otra de aquellas noches de sábado volvió a bajarse las bragas a todo ruedo con el tío y en el asiento de atrás del coche otra vez, único “picadero”, por entonces al menos, al alcance de ambos

Esa vez el nene iba mejor preparado, pues se había provisto, previamente, de un par de preservativos o condones con vistas a la ocasión, pero volvió a ser un “pija floja”, pues volvió a irse sin decir adiós a los pocos minutos del mete-saca, con la consiguiente nueva frustración de su “novieta” que, una vez más se quedaba algo así como “in albis”, lo que motivó la más que fulminante ruptura de la pareja… Aunque también el que aquella noche Sandra regresara a casa baldada, pues el “maromo” la dejó en la “rue” tan pronto como ella le mandó a freír espárragos

Pero en fin, como bien se dice, “a rey muerto, rey puesto”, lo que en el caso de Sandra significó que no mucho después, unos meses simplemente, la nena estrenara novio nuevo… O que un nuevo novio la “reestrenara” a ella… Éste era un hortera con aspiraciones de macarrilla “desvirgador de viudas”, al que ni la vis motera le faltaba, pues, en efecto, amén de la “chupa” de cuero más que claveteada, los pantalones de ídem y unas botas más que estentóreas, hasta una moto tenía, y un tanto vistosa: Una Yamaha de 125cc de los años 80.

Este “novio”, aunque más o menos coetáneo al anterior, tenía un tanto más experiencia y un truco para “aguantar en la brecha”: No “calzarse” a la nena hasta tanto ésta no le favoreciera con un par de “manolas”; así que fue con este macarrilla con quien Sandra tuvo su primer orgasmo derivado no ya de los “trabajos manuales”, sino de una penetración en toda regla… Eso sí, no en el asiento de atrás de ningún coche, sino en el duro suelo de un parque casi anejo a la discoteca donde la pareja de “novios” hizo el preceptivo “calentamiento” “ad hoc”

El tiempo siguió pasando, de manera que Sandra cumplió sus diecisiete y los dieciocho empezaban a alborear cuando sucedió lo que marcaría un hito en la vida de la muchacha. Fue una noche de entre fines de Junio y principios de Julio, que la fecha exacta las crónicas del suceso no la precisan, cuando las noches ya son cálidas, pero no agobiantes. Por las razones que fueran, esa noche estaba nuestra heroína la mar de rara, pues más que “salida” era frenética como estaba.

Se había hecho ya un par de “dedos” sin lograr el ansiado sosiego, por lo que cada vez se sentía más enervada, más ansiosa… ¿Qué le pasaba, realmente? Pues sencillo: Que la autosatisfacción no le era suficiente… Que necesitaba que la satisficieran; la satisficiera un hombre… Una “herramienta” masculina, una mano masculina, una lengua masculina… Pero… ¿Dónde encontraba ella un hombre complaciente esa noche y en esa casa?... Entonces, cuando más desesperada estaba, una luz se encendió en su cerebro: Al otro lado del pasillo, casi frente por frente con su cuarto, estaba el de su hermano Paco…

Paco era casi tres años menor que Sandra de modo que por entonces acababa de estrenar sus quince añitos. Y, por cierto, lo que en él más destacaba era que no destacaba nada; vamos, que era un ser de lo más anodino. Ni alto ni bajo, aunque tirando a un tanto “tapón”; ni gordo ni flaco, aunque tirando a “esmirriaillo”; ni guapo ni feo, aunque tirando más a poco agraciado que a “normal”. Para completar el cuadro, añadir que era tremendamente tímido y más que inseguro… En añadidura, introvertido, de palabras más que parco. Sus amigos, casi, casi, inexistentes y sus amigas inexistentes sin el casi.

Sandra, sin pensárselo demasiado, saltó de la cama y, descalza, co un mini-camisoncito y sin más prenda debajo, es decir, sin sujetador ni braga, tomando mil precauciones en un periquete se plantó ante la puerta del cuarto de su hermano; con todo sigilo accionó el pomo de la puerta y se coló de rondón en el interior de la habitación de su hermano.

Avanzó hasta el borde de la cama y quedó allí unos momentos, apreciando el semi desnudo cuerpo de su hermano que plácidamente dormía, ajeno a la proximidad de su hermana. Estaba encima de la cama, sin sábana alguna que le cubriera, tal y como también estuviera ella misma antes, en su cama; el torso desnudo y sobre su cuerpo sólo un sucinto pantalón de pijama, corto… Se deshizo del camisoncito, que quedó, olvidado, en el suelo y, desnuda, se encaramó sobre la cama para, cual loba hambrienta, lanzarse sobre el calzón de Paco procediendo a bajarlo hasta que su masculino miembro quedó enteramente al descubierto.

Se apoderó de él, le besó, y empezó a acariciarlo con la mano diestra que, enseguida, comenzó a masturbarlo lenta, suavemente al principio para poco a poco ir imprimiendo más y más energía a la manual caricia. Él al momento se despertó y, alucinando en colorines, espetó a su hermana

  • Pero...pero... ¿Qué puñetas estás haciendo, Sandra?... ¿Te has vuelto loca acaso?
  • ¡Calla enano!... Cállate y disfruta …

El “enano”, obediente, se calló y a fe que disfrutó… El miembro de Paco, poco a poco, fue tomando incremento hasta alcanzar su máximo esplendor…

  • ¡Pero qué preciosidad de polla (1)se marca el enano… Desde luego que “desarmado” no estás, no… ¡Dios, y lo que esto puede ser cuando tenga dieciocho-veinte años!... ¡Monstruosa!...

Con sus dedos replegó hacia atrás los pliegues de piel del prepucio, con lo que el glande surgió sonrosadito, brillante, apoteósico… Sandra lo miró, arrobada casi, por un momento, tras el cual posó en él sus labios, besándolo, lamiéndolo con la lengua, para, finalmente, engullírselo, y tras él toda la “herramienta”, entera y verdadera… La “fellatio” que la muchacha dispensó a su hermano fue de antología; de las que “hacen época”… Y Paco anduvo sin tener muy claro si aquello, en verdad, era real… Si lo vivía o lo soñaba…

Pero no; no lo soñaba… A poco de amorrársele su hermana, él se irguió, “empujando” con todas sus fuerzas; febrilmente; como si en ello le fuera la vida… “Aquello” ya casi no era una felación, sino un auténtico coito mantenido al unísono por ambos hermanos, con la boca de ella actuando como femenina vagina… Y Paco empezó a gemir, a jadear de gusto; de soberano placer para, casi enseguida, decirle

  • No puedo más Sandra… ¡Me vengo!… ¡Me vengo, hermanita!...

Sandra, al oír a su hermano, se aplicó al “tajo” con mucho, muchísimo más  entusiasmo, con lo que en segundos tenía la boca inundada por el germen de vida de su hermano, que casi a torrentes fluía de aquella maravilla de “instrumento”… Al fin los espasmos del cuerpo de Paco llegaron a su fin, pudiendo entonces el muchacho relajarse, dejándose caer, desfondado, boca arriba en la cama… También Sandra se dejó caer, boca arriba junto a su hermano

  • Te ha gustado, ¿verdad enano?... A que nadie antes te había hecho nada semejante…

En las palabras de la muchacha no había interrogación alguna sino rotunda afirmación… Paco no respondió nada pues hablar le hubiera sido enteramente imposible, con el bofe atenazándole la garganta, que apenas si le permitía meter aire en sus pulmones…

  • O sea, que soy tu primera tía… ( Sandra sonrió sensualmente a su hermano, con un extraño brillo en su mirada; un brillo entre maquiavélico y demoníaco ) Ven enano…

Sandra tiró de su hermano haciendo que se hincara de rodillas entre sus más que abiertas piernas; con los dedos de ambas manos se abrió los labios vaginales y ante Paco surgió esa cosa maravillosa… Brillante, sonrosadita, jugosita… Muy, muy jugosita…

  • Enano, es tu turno… Tu turno de ser bueno conmigo y darme gustito… Yo he sido buena contigo y te he dado mucho gustito…
  • ¿Qué?... ¿Qué quieres que haga?
  • Chúpame el coño como yo te chupé a ti la polla… Ven; mete aquí la cara… La boca… Méteme la lengua, enano…

Mientras hablaba, Sandra se había apoderado del rostro de su hermano, con una mano en cada mejilla de Paco, acercándoselo inexorablemente a su abierta vagina… Y Paco se dejó llevar… Su rostro, su boca se hundió en la jugosa vagina y su lengua se adelantó explorando ese interior… El primer sexo femenino que en su vida saboreaba… ¿Le gustó?... No sabría decirlo…

En cierto modo, le daba asco… ¡Jobar, que por ahí orinaba su hermana!... Pero “aquello” también le hechizaba… Le subyugaba… Y movió su lengua, saboreando a modo y manera los fluidos que humedecían ese interior hasta casi anegarlo… Eran los fluidos que el cuerpo de su hermana, listo para la penetración, emanaba lubricando ese órgano ansioso de miembro masculino dentro… Y no le pareció tan mal el sabor… Era raro… Acre, salado en cierto modo…

A qué negarlo: Le embriagaba… Y ese aroma que, al propio tiempo despedía, más incluso que el líquido que empapaba su lengua… Su boca toda… Se empleó con creciente entusiasmo en lo que estaba haciendo, al tiempo que su hermana se retorcía de puro placer… Se salvaje placer… Reconoció, en la parte de arriba del interior de Sandra esa nimia protuberancia, esa suerte de garbancito que luego sabría era el clítoris, y como venía haciendo, lo lamió tenuemente con su lengua… Sandra pegó un bote cuando su hermano le homenajeó esa tan delicada parte de su sexualidad

  • ¡Sí; sí enano!... ¡Dame ahí!... ¡Fuerte enano!… ¡Fuerte; dame duro ahí!

El “enano”, siempre obediente a su hermana, se esmeró en tan delicado “garbancito” que, poco a poco, conforme iba siendo “cumplimentado” por la lengua del muchacho fue trocándose en “garbanzazo”, pues crecía como una vida mía, suya o de quien puñetas fuera… Creció hasta tal punto que Paco pudo tomarlo entre sus labios y chuparlo como si fuera un helado de cucurucho, un polo etc. Y, al poco, Sandra empezó a desatarse… A volverse loca… Loca del todo… Loca de gusto… Loca de placer

  • ¡Sí!... ¡Sí enano!... ¡Sigue…sigue dándome…sigue, sigue así!... ¡¡¡DIOS, QUÉ GUSTO!!!... ¡Los deditos; enano!... ¡Méteme ahí los dedos!... ¡Sí, enano!... ¡¡¡Así hermanito, así!!!... ¡Qué bien que me lo estás haciendo, enano!... ¡Divino…divino me lo haces!

Y claro, el “enano”, oyendo a su hermana, se “emocionó” bastante más de lo que ya estaba, con lo que fue de ver el empeño que puso en llevar a su linda hermana a la Enésima Morada del Edén de Allah, cosa que logró no tanto después, cuando, descompuesta, desencajada por el por el placer, la linda hermanita comenzó a prorrumpir en alaridos y aullidos de placer

  • ¡Sí enano, sí!... ¡Me corro!... ¡Me coorrooo!... ¡Daame, daameee hermaaniiitooo!... ¡¡¡Agg!!!... ¡¡¡Aaggg!!!... ¡¡Daameee, daameee máas fueerteee!... ¡¡¡Maas, máas, máas; muuchooo máasss fuueerteee!!!... ¡¡¡Muuchooo máaasss ráaapiiidooo!!! ¡¡¡Máasss, enano, máasss!!! ¡¡¡Ayúudaaameee; ayuúudaaameee a correeeemeeee!!!... ¡¡¡Síii, síii, síiii!!!... ¡¡¡Mee cooorrooo enaanooo!!!... ¡¡¡Aaggg…aaggg…aaggg!!!... ¡¡¡MEE COORROOO!!!... ¡¡¡MEEE COORROOO!!!... ¡¡¡MEEE EESSTOOYYY COORRIIOEEENNDOOO!!!... ¡¡¡DIOS…DIOOOS…QUEE…QUEEE…GUUUSSSTTOOOO, EEENAAANOOO!!! ¡¡¡ QUEEE…GUUUSSSTTOOOO, HERMAANITOOO!!!...

Y así, a la tormenta sucedió la calma cuando, anonadada, desvencijada, rota por completo, comenzaron a ceder las convulsiones que tenían trémulo, temblando, el cuerpo de Sandra al amor de los chorros de íntimos fluidos que su ser femenino generaba merced al tremendo orgasmo que estaba disfrutando… O, casi mejor sería decir, de los orgasmos consecutivos, encadenados uno tras otro, que el buen hacer de su hermanito, el “enano”, le dispensaba

Por finales, Sandra, que al iniciarse los álgidos momentos se había erguido sobre sí misma, empujando hacia adelante el pubis, haciendo que el contacto de la boca, con labios y lengua, de su hermano con su “cuevecita del placer” se tornara más bien en sólida incrustación de la primera dentro de la segunda, se dejó caer casi desmadejada sobre la cama, quedando boca arriba, boqueando cual pez fuera del agua, en demanda de aire insuflado en sus pulmones

Pero también entonces sucedió que el “enano” estaba “al palo” como jamás hasta entonces lo estuviera; loco, pero loco de verdad por consumar la “cosa” por todo lo alto, entrada en “Honduras” incluída, y como principal objetivo a cubrir en el inmediato futuro. Así que, menos anonadado, menos asfixiado por el esfuerzo realizado, con bastantes más arrestos de bofe que su hermana, se arrimó a ésta tan pronto la muchacha cayó agotada sobre la cama; le manoseó, lameteó y chuperreteó los senos para, enseguida, bajarle la manita al Sancta Sanctorum de su sexualidad, cuya entrada ella le franqueó, de mil amores, al segundo

Tras “trajinarle” la “cosita”, muy a sus anchas, durante breves momentos, el “andoba” se encaramó sobre el femenino cuerpo, alojando sus dos piernas entrambas de su hermanita, haciendo, al mismo tiempo, palanca hacia los lados, buscando que su “nena” le abriera todavía más el acceso a la femenina intimidad. Sandra cedió gustosa a las instancias de su hermanito, abriéndosele todo cuanto sus piernas, sus muslos podían dar de sí; entonces, el Paquito se cogió la “cosa” con una mano mientras la otra replegaba hacia atrás la piel que cubría sub glande hasta que éste surgió esplendoroso, anhelante por “enchufarse” al femenino interior de Sandra

Ella fue, al instante, consciente de lo que se le venía encima… O, mejor dicho, adentro; y a un tris  estuvo de ceder al deseo fraterno que, no nos engañemos, era su propio y más anhelado deseo. Así, notó, perfectamente, cómo la ”espingarda árabe” de su hermanito se abría paso a través de los labios vaginales, invadiendo seguidamente su cuevecita… Y lo cierto es que en tal momento un suspiro de alivio…y gustoso deseo, se escapó de sus labios, porque el inmediato futuro que ante ella se abría, más placentero, más deseable y deseado no podía ser

Pero al punto reaccionó ante lo que en aquél momento, enseguida, se le hizo una verdadera monstruosidad. De un brusco empujón se deshizo del enano, enviándole a un lado, tendido boca arriba junto a ella

  • ¡Esto es una locura, enano!...¡No podemos hacerlo!… ¡Tú y yo no podemos follar!...
  • ¿Por qué no?
  • ¡Joder tío!... ¡Pues porque somos hermanos!... ¡¡¡Y LOS HERMANOS NO FOLLAN!!!...
  • Pero antes…
  • ¡Antes jugábamos!... ¡Sí; jugábamos; a “papás y mamás”, vale; pero sólo jugábamos!... Eso es todo; un juego… Sólo eso hemos hecho; jugar… Un juego y nada más…

Sandra se volvió a su hermano y su vista se posó en su “pajarito”, muy, pero que muy brioso; muy, pero que muy frustrado, tras quedarse “compuesto y sin nidito”. Tomó el “pajarito” en su mano y empezó a hacerle los honores, hasta que, al rato, cuando el “canario” estaba ya más que presto a “cantar”, no sin un deje de suficiencia le afirmó bastante más que le preguntó

  • Seguro que nunca has hecho un “sesenta y nueve”

Y, efectivamente, el “enano” nunca había hecho tal numerito, sexualmente hablando, claro. Hasta aquella noche, mayormente, pues todo en esta vida tiene su primera vez, y aquella noche fue la del primer “sesenta y nueve” del “enano”

Como el tiempo nunca se para, nunca se detiene, tampoco aquella memorable noche se paró, sino que prosiguió a través de nuevas noches, de nuevos días, dejando tras de sí días, semanas, meses y hasta algún año que otro, a lo largo der las cuales las incursiones de Sandra al cuarto de su hermano, para “jugar a papás y mamás” se fueron repitiendo con semanal puntualidad… Incluso semana hubo en que se binaron los fraternales “juegos” al repetirse más de una noche de la misma semana

Aunque, a decir verdad, no era esa la única actividad de entrepierna que Sandra mantenía, pues las visitas al cuarto de su hermano se entreveraban con los refociles de fin de semana, viernes y sábado noche, con el “noviete” de turno, pues la muchacha los renovaba casi más que de blusa se cambiaba, con el previo “calentamiento ad hoc” en la “Disco”

Se decía antes que para todo hay una primera vez; así, también llegó la noche en que el “enano” logró vencer su innata timidez, ese tremendo “cortazo” que le daba dirigirse, “motu proprio”, a cualquier chica, Sandra incluída, consiguiendo, al menos, salir sigilosamente de su habitación para dirigirse, más “candente” que barra de hierro al rojo, al de su hermana. Eran las primeras horas de la madrugada, pues escasamente sería cerca de la una, y Sandra dormía la duermevela del primer sueño de la noche cuando Paco se coló en la femenina estancia… Vio a su hermana dormir plácidamente, acurrucada entre mantas y sábanas pues, a diferencia de aquella primera madrugada de “juegos” sexuales, hogaño era invierno y la noche era heladoramente fría… Se acercó a ella con bastante más miedo por su increíble osadía que nerviosismo o timidez, hasta llegarse a su mismísima vera… Ella dormía vuelta hacia un lado, hacia donde, precisamente, él se había colocado…

Se arrodilló frente a ella para así aspirar a tutiplén sus aromas… Su aliento, el olor de su pelo… De su cuerpo dormido… paco quería entrañablemente a su hermana… Los casi tres años que ella le llevaba habían hecho que, en su primera infancia Sandra fuera para él como una segunda madre y, en añadidura, nada regañona, sino el valladar donde encontraba refugio cuando sus travesuras o ese “irse sin decir adiós” en los pañales, le exponían a las iras maternas… Pero es que entonces, desde que su hermana iniciara con él los nocturnos “juegos a papás y mamás”, a ese acendrado cariño fraternal unía la mitificación que para todo adolescente de quince-dieciséis representa una mujer de veinte o más años

Y es que no hemos descrito cómo era Sandra a sus diecinueve años más o menos y la verdad es que era espectacular; más bien alta, con su casi metro setenta, 1, 67 casi exacto, una delantera de impresión y una retaguardia de las que quitan el hipo, con su culito bien redondito, alto, prieto y más respingón que otra cosa… Piernas largas, como esculpidas por un Praxíteles o un Fidias, de muslos que harían que se le cayera la baba al más sibarita de los machos humanos más sibaritas en cuestiones femeninas… Parecía, talmente, haber cumplido ya los veintiún años, si es que no eran más, a no ser por su rostro, de facciones más que infantiloides, lo que le daba un aura de candorosa inocencia que “pa qué las prisas”, aunque de inocente nada tuviera la “prójima”, para entonces ya más desorejado putón verbenero que otra cosa… Y menos aún “inocente muchachita”…

En un momento dado, Paquito no pudo aguantar más, y en alarde de loca audacia, dirigió sus labios a la frente de su hermanita  la par que su mano derecha acariciaba con tremenda ternura el pelo de la muchacha… El leve ósculo que los masculinos labios depositaron en la femenina frente hizo que Sandra se rebullera en la cama, medio abriendo un ojo, para de inmediato abrir los dos como platos, al tiempo que, como movida por resorte impulsor, se erguía en la cama más bien gritando, en añadidura

Y es que ese ojo medio abierto en profunda somnolencia percibió la presencia, junto a su cama, de un bulto, una figura más o menos humana, más o menos animal que la hizo despabilarse de golpe más aterrada que otra cosa. La inesperada reacción de la chica hizo que su hermano perdiera los pocos papeles que todavía conservara, por lo que de inmediato salió escopeteado hacia la puerta… Pero en mitad de la habitación se paró, detenido por la voz de su hermana, que tan pronto se irguió en la cama, ya enteramente despierta, le reconoció, con lo que alarma que la visión en principio la causara al instante desapareció como por arte de magia

  • ¿Qué quieres, enano?... ¿Qué haces aquí?...
  • Na… Nada Sandra… Ya…ya me voy… Perdona, por despertarte…
  • ¡Espera, enano!... ¿Dónde vas tan aprisa?... ( Sandra se hizo hacia abajo, volviendo a meterse entre las sábanas; se hizo seguidamente a un lado y abrió sábana y manta, en ofrecimiento a su hermano ) Anda, ven conmigo, enano… Métete en la cama conmigo…

El “enano” así lo hizo; se llegó junto a la cama de Sandra y allí vaciló un momento antes de desprenderse del pijama, tras lo cual, desnudo, se metió en el catre junto a su hermanita

  • ¡Conque mi hermanito tiene ganas de jugar con su hermanita!... Desnúdame, “enano”…

Desde aquella otra noche las visitas de Sandra a la habitación de su hermano cesaron, pues lo que ya se impuso fue que, de vez en vez, ella, al cruzarse “casualmente” con Paco en su diario devenir por casa, le deslizara más o menos al oído

  • Esta noche te espero en mi cuarto, enano

Y el tiempo siguió pasando bajo estos devenires, los “juegos” nocturnos de los dos hermanos y los refociles, cada vez más frecuentes por cierto, de Sandra con su siempre renovada “cuadra” de “novios”/”garañones sementales”, con lo que Sandra cumplió y dejó atrás sus veinte años alcanzando cas, casi los veintiuno cuando sucedió lo inimaginable: Que, ni corto ni perezoso, al enano no se le ocurrió otra locura mayor que pedir “Relaciones Formales” a su hermana… Vamos, hacerse novios a todo ruedo, convivencia marital incluída… Y claro, Sandra se convenció de que el ”enano” de la noche a la mañana, se había vuelto loco perdido…

  • Pero… ¿Estás loco o te has vuelto, de repente, golpe y porrascazo, deficiente mental?... ¡Que los hermanos no pueden hacerse novios!… ¿Te enteras, majadero?
  • Pero es que… Es que yo te quiero…
  • ¡Noticias frescas!... ¡Pues claro que me quieres!... Domos hermanos, ¿no?
  • No… No me entiendes… Cuando digo que te quiero, no me refiero a como hermano tuyo… Bueno; así también… Y ,mucho… Pero, quiero decir que también te quiero como hombre… Vamos… ¡Que me he enamorado de ti!... ¡Que estoy enamorado de ti!... ¡Hala, ya te lo he dicho!...
  • Pero… Pero… ¿Qué tonterías estás diciendo?... ¡Que los hermanos no se enamoran de sus hermanas!... Paquito; de verdad… Tú estás mal… Debes ir al médico… O, mejor, al siquiatra… ¡Porque estás parea que te encierren!... Vamos… Que lo de “jugar” te lo has tomado en serio… ¿Sabes lo que te digo? Que lo que te pasa es que estás más “salido” que la esquina de una mesa… Que lo único que a ti te pasa es que estás loco por follarme… Y, eso sí que no… Sería incesto y el incesto es una cosa muy, muy mala… Muy, muy fea…

En fin, que Sandra echó a su hermanito de su cuarto con “cajas” más que destempladas… Y desde aquella aciaga noche la relación entre los dos hermanos varió de manera radical, en un viraje de 180º, pues empezaron a rehuirse mutuamente, sin cruzar entre ellos una palabra ni por equivocación… Sandra le tomó pánico a encontrarse a solas con su hermano, casi convencida de que éste podría hacer cualquier locura con ella; vamos, violarla a así…

Y Paco poco a poco empezó a ser sombra de sí mismo. Si antes era más bien hasta avaro en palabras ahora se hundió en un mutismo más que absoluto, llegando a ni contestar cuando sus padres, su padre o su madre, le dirigían la palabra… Siempre pues en silencio; siempre serio, más que un juez, más que una persona con permanente dolor de estómago… Y siempre en sus ojos una sombra de tristeza que partía el alma al verle

Que le partía el alma a su hermana, pues lo cortés no quita lo valiente y ella ahora hasta le temería por lo que cualquier día pudiere hacerle, que consigo todas no las tenía, pero también le quería con toda su alma… Como hermana suya que era, vale, pero más no podía quererle… Pero… ‘Qué podía hacer ella, más que lo que hacía, rehuirle…

Y así fueron pasándolos meses, cinco o seis, hasta que en la vida de Sandra apareció el Matías… Éste era, para variar con lo anterior, un macarrilla “sietemachos”, del mismo barrio que Sandra y los suyos y viejo conocido tanto de la chica como de su hermano pues “in illo témpore” fue compañero de colegio de los dos hermanos amén de pesadilla del menor pues, con un grupito de “machos” como él, se desvivía por hacerle la vida imposible.

De unos dos años más que Sandra disfrutaba de lo lindo, con sus quince años y sus amigos de la misma edad más o menos, acogotando al pobre Paquito, con sus casi escasos diez años… Pero allí estaba la leona de su hermana para defenderle, que se las pintaba sola para plantar cara al Matías y su banda, como, comúnmente, el grupo era conocido en el colegio.

Para aquellos entonces, con veintitrés años ya, el Matías, amén de “sietemachos”, era más macarra que macarrilla, pues sabido era que se había “ligado” a una profesional entre cuarentona y cincuentona a la que sacaba lo que no está en los escritos… La noche en que irrumpió en la vida de Sandra, de sábado por más señas, de pura casualidad se había dejado caer por la Disco que Sandra y sus amigas frecuentaban

La muchacha, verdad es, le recibió más que de uñas, pero el Matías, amén de “guaperas”, era un verdadero tipazo de hombre y, por más señas, con una “labia” que derretía a las mocitas… Y, finalmente, Sandra no fue una excepción, sino que su derretirse fue casi más tórrido que el de ninguna chavala, con lo que en menos que canta un gallo la chica mandó al novio que por esos entonces tenía más lejos que las estrellas para seguidamente entregarse en cuerpo y alma al Matías

Pero es que, además, le dio fuerte de verdad, convenciéndose de que este nuevo novio era el de su vida; el que borraba a todos los anteriores, con lo que un día plantó a sus padres y hermanos para irse a vivir con su nuevo y definitivo novio

Así, salió de casa una mañana, parta ir a trabajar, pero llevándose consigo una maleta de esas tipo “trolley” con sus trapitos y dispuesta a no volver nunca más, salvo de visita… Pero se dice que “el hombre propone, pero Dios dispone”, y Dios o lo que fuera dispuso que aquella misma noche Sandra regresara a su casa.

Tras trabajar todo el día en la peluquería de la que era esteticista y manicura-pedicura, se encontró por fin con su novio y en casa de este. No perdieron el tiempo en gollerías, sino que se fueron a la cama de inmediato, gozándose mutuamente, para luego salir los dos a cenar… Y no a la consabida pizzería o hamburguesería, sino a un restaurante de verdad, gastándose ambos una pasta, pero bien lo merecía el evento que celebraban… Y tras la cena, a marcarse unos bailes, eso sí, en la Disco que de siempre Sandra frecuentara

Regresaban a casa pasadas ya las tres de la madrugada cuando sonó el móvil de Sandra; era su madre, para decirle que su hermano Paco estaba en el hospital, con las venas abiertas… Vamos, que había intentado suicidarse. Sandra se aterrorizó con aquello y salió disparada para el hospital que su madre le indicara, el correspondiente al barrio que habitaban, dejando al Matías, de momento, en estado de merecer pero sin cuevecita donde solazarse

Paco, en efecto, aquella noche, cuando ya sus padres dormían, se había metido en el cuarto de baño y, dentro de la bañera llena de agua bien caliente, con un cuchillo de cocina que hasta un pelo cortaría en el aire, se había seccionado las venas de ambos brazos… De milagro no murió… Le salvó que su padre se despertara necesitando ir al servicio, con lo que se lo encontró ya más desangrado que otra cosa

Y entre la casa y el hospital, velando a su hermano día sí día no, alternándose con su madre, se pasó Sandra hasta que Paco fue dado de alta en el hospital, pasando pues a su casa, para allí acabar de recuperarse pues salió en franca mejoría ya

En casa estuvo otros dos o tres días, hasta que en ese segundo o tercero, antes de irse a la cama, se metió en la habitación de su hermano

  • Paco, a ver si acabas de una vez por todas con tus tonterías… Yo tengo novio, ¿te enteras?... Y quiero vivir con él… Así, que tú te jodes y te aguantas las ganas, los celos o lo que sea… ¿Estamos?... ¿No pensaste en lo que para papá y mamá sería perderte?... ¡Eres un gilipollas!... ¡Un niño mal criado!... ¡A ver si creces de una puta vez, y empiezas a ver la vida como es, y no como quieres que sea!...

Sin más, sin siquiera esperar respuesta de su hermano, salió de la habitación… Y a la mañana siguiente de la casa, de nuevo a trabajar… Y, otra vez, con su maleta y sus trapos…

FIN DEL CAPÍTULO

NOTAS AL TEXTO

  1. No me gusta, al escribir, usar términos soeces; pero el personaje de Sandra, muchacha desinhibida, audaz, extrovertida…muy moderna, muy “avanzada”, sí usaría tal lenguaje, luego aplico la fonética que ella usaría