Solo era el principio (prólogo)
Simplemente quiero contar una bonita historia de sexo, pasión y amor. Si os gusta lo que voy escribiendo, seguiré publicando más y más capitulos de esta larga, tórrida e increible historia. Vuestros comentarios e inquietudes a nuestro mail, por favor.
RECOMENDACIÓN A LOS LECTORES ANTES DE SEGUIR ADELANTE
Si decides leer esta historia habrás elegido bien, o no, ¿quién sabe?
Cuando estés leyendo te darás cuenta de que cada renglón es una pócima de amor que puedes beberte si así lo deseas. Todas fueron creadas por mí para derramarlas en tu boca.
Si mientras lees, tus labios se abren y se mojan, habré conseguido mi objetivo, si es así, deja que las palabras entren en tu cuerpo para que te hagan gozar y disfrutar de lo que estás leyendo de la misma forma que yo lo hice mientras las escribía.
Quiero que sepas que si las dejas entrar en ti, cada palabra se irá haciendo tuya, las irás notando entrar poco a poco dentro de ti y oirás mi voz en cada palabra escrita sobre el papel.
Te beberás todos mis sentimientos que con palabras, según brotaban de mi imaginación, he intentado traducir en estas hojas de papel.
Si mientras lees, tus manos se deslizaran por tu entrepierna llegando a darte placer hasta el orgasmo, no te avergüences, no lo dudes, hazlo sin pudor y disfrútalo como a mí me gustaría que lo hicieses. Lo único que te pido es que luego lo compartas conmigo.
En caso contrario, si decides no abrirlo, no sigas leyendo más allá de aquí. El consejo más recomendable que te puedo dar es que cierres ahora mismo este libro y lo tires lo más lejos que te sea posible para así poder evitar cualquier futura tentación ya que con unas rápidas miradas a su interior, sus letras llenas de excitación y embrujo harían que tu interior se humedeciera y te obligarían a hacer cosas que nunca imaginaste.
DISFRUTALO SI QUIERES!!!
PRÓLOGO
Quiero contarlo…
UNA NOCHE CUALQUIERA DEL MES DE SEPTIEMBRE DE 2011
Estamos a mediados, casi a finales de septiembre de dos mil once. Aun quedan días de verano, las noches son demasiado calurosas y te hacen casi imposible conciliar el sueño, de hecho ya estoy empezando a creer que el verano se está haciendo un poco más pesado de lo normal.
Son más de las tres de la mañana y como he dicho, no consigo pegar ojo. Me he levantado de la cama antes de ponerme nervioso y despertar a Sandra y me he encendido un cigarro mientras miro al cielo a través de la ventana de la cocina. Me da la impresión que si no busco algo que hacer, la noche va a ser demasiado larga. ¿Qué puedo hacer?, me pregunto a mí mismo.
Después de un buen rato pensando me han venido varias ideas a la cabeza pero las he tenido que descartar. Unas hacen demasiado ruido, otras son muy trabajosas para la hora que es, pero creo que al final me he decidido por la mejor opción. Tengo un cajón dónde voy echando todos los papeles, facturas y demás tonterías que voy guardando y lo arreglo cuando me apetece o cuando me acuerdo, pero normalmente cuando ya no puedo cerrar el cajón. Y si mal no recuerdo, ahora está hasta la bola.
Sin querer hacer mucho ruido para que el perro no se ponga muy nervioso, abro un poco la puerta de la terraza y entro con sumo cuidado de no pisar donde se haya meado. Por suerte, como aún es temprano, todavía no ha hecho nada. Tras saludarlo y conseguir que vuelva a su camita, me dispongo a hacer lo que tenía previsto. Enciendo la pequeña luz que hay en mi escritorio y a continuación saco el cajón de marras. Lo pongo sobre la mesa y empiezo a hacer montones, un montón para las facturas de la luz, otro con las del teléfono, el montón de la hipoteca, las nóminas, en fin, que aún tengo una pila de papeles en el cajón y la mesa llena de otros a medio colocar. Los voy mirando uno a uno y me doy cuenta de que tengo papeles guardados allí desde hace un siglo. ¡Joder cuanta mierda guardo!, pienso.
Llevo casi una hora liado y mi espalda ya se resiente, pero por fin puedo ver el fondo del cajón. No sé por qué pero siempre quedan cosas en el fondo que no sabes cómo han llegado hasta allí. Una factura de una compra en el súper, un trozo de cuerda, un llavero que no has tirado nunca pero que no sabes porque lo tienes, pero lo miras y lo vuelves a guardar una y otra vez, en fin, un montón de cosas que ya las tirarás la próxima vez que hagas limpieza.
Entre todos mis tramojos he visto un sobre blanco cerrado. En el momento de verlo no sé lo que es así que lo cojo y lo miro.
“TE QUIERO, SIEMPRE SERÉ TUYA”pone escrito a mano en el frontal del sobre.
Leyendo sólo esto me he dado cuenta enseguida de lo que es y porqué está guardado aquí. Es una carta que me trae grandes recuerdos con tan sólo leer el texto del sobre. Una carta que me dio Sandra hace ahora más de tres años, allá por diciembre del dos mil ocho.
¡No puedo esperar! ¡Quiero volver a leerla ahora mismo! Sólo el hecho de recordarla me ha puesto nervioso. Así que cojo los montones de papeles que tengo sobre la mesa, los echo de nuevo en el cajón sin importarme para nada el orden y lo coloco en su sitio. Más de una hora de trabajo a la basura pero no me importa, ahora mismo quiero leer esta carta que ha estado guardada durante tanto tiempo y ahora, ¿no sé por qué razón?, ¡quiere tomar aire!
Me siento en la silla de mi ordenador para leerla tranquilamente y sacando con un cuidado extremo varios folios de dentro del sobre, me pongo a leer en silencio. Según voy leyendo letras, mi cabeza se está llenando de recuerdos, recuerdos inimaginables por aquel entonces.
Cuando por fin termino de leerla, miro la hora y veo que son casi las cinco de la mañana. La verdad es que sigo sin sueño, todo lo contrario, con lo que he leído estoy más despierto que nunca. La coloco cuidadosamente en un lado de la mesa y mientras espero que mi ordenador termine de cargar voy a la cocina a prepararme un café.
Mientras escucho en el silencio de la noche como cae el café en la taza, a mi cabeza ha venido de repente una idea, quizás descabellada, quizás ingeniosa, ¡pero quiero hacerlo! Voy a contar la historia de aquella carta que es la historia de Sandra, mi historia, su historia, nuestra vida en común y de porqué está en este cajón.
Ya lo tengo todo preparado, el ordenador encendido, un paquete de tabaco, mi café recién hecho y a mi lado, la carta para usarla como guion.
Me tengo que poner a escribir cuanto antes, pero mi primer problema aparece, ¡no sé cómo empezar!
Pienso un poco y de la forma más sencilla comienzan a salir palabras de mis dedos, más que palabras, recuerdos, ¡bonitos recuerdos!
Aquí da comienzo la historia de aquella carta que con tanto amor leí la primera vez, con tanto cariño guardé y que ahora he vuelto a leer con la misma pasión.
Habla de muchas cosas, pero debo decir que aquella carta “SÓLO ERA EL PRINCIPIO…”