Solo era el principio (46) El premio...

Cuando por fin tuve su clítoris entre mis dedos empecé a masturbarla al mismo ritmo que mi polla entraba y salía de su bien abierto culo. La follada y el sobeo de su coño hicieron que Elena me dijera que se iba a correr enseguida.

CAPITULO 46

El premio…

MARTES, 09 DE DICIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (2ª PARTE)

Durante un rato estuvimos comentando todo lo que habíamos hecho, más en plan broma que en plan sexual. Era una charla totalmente sana a pesar de estar todos desnudos y de la cantidad de “guarreridas españolas” que habíamos hecho entre todos en las casi tres horas pasadas.

- Cristina, ¿me puedes dar el paquete de tabaco? - dijo Nacho a su mujer, yo creo que inocentemente, que estaba sentada en el suelo justo a mi lado.

Y digo inocentemente porque el paquete de tabaco del que estábamos fumando todos, lo tenía Elena entre las piernas y esta estaba sentada justo enfrente de Cristina, y a la buena de Cristina no se le ocurrió otra cosa que ponerse a cuatro patas delante de mi carita para llegar hasta el paquete de tabaco.

De momento nadie quería dar el primer paso para continuar la fiesta, pero yo creo que aquella postura y ese tremendo culo de nuevo ante mis ojos, hicieron que la que yo creía muerta, de repente empezase a ponerse morcillona. Así que sin cortarme lo más mínimo, di inicio a la segunda parte de la juerga gitana a la que íbamos a asistir en breve. Sin pensarlo más me puse de rodillas detrás de ella y de un sólo golpe y sin avisar, haciendo que Cristina diese un respingo pero no se quitase, le clavé dos dedos en el coño hasta el fondo de sus entrañas y puse un tercero en la entrada de su culo intentando abrir aquel pequeño agujerito, qué aunque pequeñito, se lo empezó a tragar sin decir ni pío.

Yo creo que había estado totalmente engañado durante todo el tiempo y aquel agujero, a pesar de parecer pequeño, no lo era tanto. Con sólo meterle la punta de mi dedo y sin ningún esfuerzo por mi parte, su culo se abrió ante mis ojos como si se tratara de la cueva de Alí Babá . Aquello me hizo tanta ilusión que saqué mis dedos de su coño y me dediqué en cuerpo y alma a su culo, su esplendoroso culo, delante de todos sin importarme lo más mínimo.

- ¿Te gusta lo que hago? - le pregunté queriendo escuchar de sus labios una afirmación para que en cuanto pudiese, metérsela hasta la garganta.

- ¡Sí!, me gusta mucho, ¡pero por favor, un poco más despacio, que aún estoy un poco fría y esa parte un poco seca! - me dijo moviendo el culito como si de la cola de un perrito se tratase.

Mi última intención era hacerle daño, así que aflojando la fuerza con la que apretaba mi dedo, pero sin dejar de presionar para que entrase hasta la uña, comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás, follándose ella misma con la yema de mi dedo al ritmo que a ella le apetecía hacerlo.

Cómo la vez anterior, aquella mujer hizo que me olvidase del resto del mundo durante unos cuantos segundos pero cuando miré hacia dónde debía estar mi mujer, me di cuenta que no estaba. La busqué con la vista y de inmediato la encontré, estaba tumbada en el sofá tocándose el chochito con una mano mientras que con la otra intentaba reanimar la verga de Juanma, que en ese momento se encontraba hecha una ruina.

- ¿Te gusta, mi vida? - le pregunté a mi mujer.

- ¡Mucho! - me respondió Sandra mordiéndose los labios de gusto.

- ¡Deberíamos descansar un poco! - dijo Juanma al ver que su rabo necesitaba un pequeño descanso.

Debo decir que me encantó escuchar aquellas palabras de labios de Juanma. Por primera vez yo podía seguir, de momento sin problemas, y él se daba por derrotado, por lo menos también de momento.

No tuvo respuesta de ninguno de nosotros pero Sandra, con ganas de más para variar, se separó de él, soltó la miseria que tenía entre las manos y se tumbó en el sofá con las piernas abiertas al máximo.

- ¡Cari!, cómeme tú el coño porque este está para el arrastre - me dijo refiriéndose a Juanma, el incansable follador comeviagras .

Y sin hacerla esperar, pero sin sacar mis dedos de aquel calentito culo, me puse frente a ella metiendo mi lengua directamente sobre aquel coño que tantas pollas, lenguas y dedos había recibido en las últimas setenta y dos horas.

Pero antes de aquello, quise mirar de nuevo su precioso chochete. Tenía los labios del chumino hinchados y enrojecidos de tanto follar. Era la primera vez que veía aquel precioso coño tan desgastado, seguro que mañana iba a tener que darse mucha cremita para bajar aquella hinchazón o incluso Betadine como aquella vez que se hizo la paja en el sofá.

Pero eso sería mañana, de momento me preocupé lo justo, lo justo para poner mis labios sobre los suyos y empezar a sorber el sabroso néctar que salía de aquella fuente.

Y cómo digo, fue poner mis morros sobre su clítoris y de forma instintiva soltó un gemido impresionante que hizo que se me pusieran los bellos de punta. Sandra cerró los ojos y se espatarró aún más, cogiéndose de los muslos para abrirse todo lo posible y recibir más profundamente mis más íntimas caricias.

Nacho, que estaba un poco olvidado por casi todos desde el principio, no aguantó la tentación y al ver las tetas de Sandra libres de manos, bocas y pollas, se lanzó sobre ellas y empezó a chupárselas poniendo el jodío cabrón su rabo a la altura de mi frente. Al levantar la vista y ver aquella polla, no demasiado grande pero dura otra vez como el hierro, sin saber muy bien porqué, se la agarré con la mano que me quedaba libre y estirándole del cipote hacia abajó, logré que se pusiese de rodillas justo enfrente de la entrada a la gruta secreta de mi mujer.

En aquel momento sentí un poco de vergüenza y solté rápidamente la verga, ¿estaba haciendo de mamporrero con mi propia mujer?, ¿me había vuelto loco o qué? Pero, como otras tantas veces, mi indecisión duró apenas cuatro o cinco segundos. ¡Y qué más da!, ¡aquí o follamos todos o matamos a la puta! - me dije, pensando en el poco caso que le habíamos hecho a aquel buen hombre durante las casi tres horas que llevábamos follando.

Y sacando los dedos del culo de Cristina con toda la pena del mundo y apartándome a un lado para dejarle el sitio libre a él, cogí de nuevo aquel duro gusanito para ayudarlo a que se metiera en la más que amplia manzanita de Sandra. Este, que para nada era tonto, aceptó la invitación sin dudarlo, ¡cómo para no aceptarla!

Arrodillándose, se metió entre las piernas de mi mujer y cogiéndola por las tetas apuntó su polla más o menos en el sitio y de un sólo empujón se la hundió hasta el fondo cómo si clavara un cuchillo en la mantequilla. A continuación empezó una formidable follada a la mujer que nunca hubiese querido hacer aquello si no hubiese sido por mi insistencia.

¡Sí!, ¡no quería, no quería!, ¡pero joder!, para no querer, ¡cómo lo disfrutaba la jodía zorra!

Después de todo el catálogo de rabos que Sandra se ha merendado durante estos días, no creo que ni la note - pensé riéndome para dentro.

Pero me llevé una grata sorpresa cuando Sandra, al igual que solía hacer conmigo y con cualquier otro que se la pasaba por la piedra, soltó un suspiro de placer al notar que la tenía bien metida. Justo en ese momento escuché otro gemido detrás de mí y girando la cabeza vi como Juanma se había sentado en el otro sofá y Cristina, a gatas, postura bastante común para todos aquellos días, le estaba haciendo una mamada intentando por todos los medios que aquel rabo volviese a la vida.

Al final, menos Elena y yo, todos estaban enganchados. En ese momento me acordé de algo que se nos había quedado a medias entre ella y yo.

- ¡Oye, Elena!, estos cabrones están todos pasándolo de puta madre, ¿me dejas que termine lo que antes se nos quedó a medias? - pregunté sabiendo que no iba a negarse.

- ¡Vaya, creí que no me lo ibas a pedir nunca! - me contestó poniéndose a cuatro patas, cómo he dicho antes, postura bastante común, para enseñarme su culo abierto como La Puerta de Alcalá- Aquí lo tienes, ¡aprovéchalo! - me dijo metiéndose uno de sus dedos en el culo para darme más facilidades.

- ¡Tranquila!, relájate y déjame hacer - le dije sacando aquel dedo de su culo, llevándomelo a la boca para humedecerlo y volver a metérselo hasta el nudillo.

Aunque volvía a estar caliente como un horno, entre polvo y polvo yo también necesitaba un ratito de descanso para poder cumplir cómo aquel culo se merecía.

Me acerqué todo lo que pude a ella, llevé mi mano hasta su coño para llenarla de sus flujos y sacando de nuevo el dedo de su culo, empecé a untarlo con lo que acababa de sacar de su raja y a meterle la yema de mi dedo, la misma yema que hace un par de minutos estaba dentro del oscuro agujerito de Cristina.

- ¿Quieres que siga con mi dedo o con mi rabo? - le pregunté mientras movía mi dedo en círculos, abriendo un poco más el agujero de su culo.

No tuve respuesta. La respuesta fue un suspiro y un fuerte empujón de su culo hacia atrás, obligándome a meterle casi todo el dedo en el culo y dándome a entender que hiciera con ella todo lo que me apeteciese.

Estábamos disfrutando tanto de aquello, ella recibiéndolo y yo haciéndolo, que sin dudarlo le metí un segundo dedo. Ver como se abría cada vez más ante mis ojos me ponía a mil y notar que aún se podía abrir un poco más, me llevó a meterle un tercer dedo. En cuanto tuve los tres dedos bien alojados en aquella sucia cueva empecé a follármela mientras que Elena seguía moviendo su culo pidiéndome, sin palabras, que me la follara cuanto antes.

Tener los dedos en un sitio tan especial y presenciar aquel movimiento tan excitante de su culo logró que mi rabo estuviese de nuevo casi al cien por cien. Si la memoria no me fallaba era la primera vez que mi polla reaccionaba tan rápidamente y si mal no recuerdo, en esta ocasión mucho más rápido que la del moñas de Juanma.

Ya estaban listos tanto la bola como el agujero, así que ya era el momento de empezar a jugar al golf. Saqué los dedos poco a poco y apoyando la punta de la polla en su culo empecé a empujar viendo como mi capullo desaparecía dentro de ella haciendo que por mi columna corriese un gusto inexplicable. Yo quería hacerlo lentamente, pero me parece que la idea de ella no era la misma. De un culazo se clavó mi rabo hasta la bandera pegando mis huevos contra su coño. Aquello hizo que yo soltase un gemido sorprendente y que los otros cuatro pararan un momento lo que estaban haciendo para ver lo que me había pasado.

- ¡Reviéntame el culo!, ¡fóllatelo, por dios! - casi me ordenó Elena.

Yo, cómo he dicho antes, quería hacerlo de forma tranquilita y disfrutar de aquel tremendo culo como se merecía, pero ante tanta insistencia por su parte tuve que aumentar el ritmo de mis enculadas al mismo tiempo que le metía una mano por delante buscando su coño.

Cuando por fin tuve su clítoris entre mis dedos empecé a masturbarla al mismo ritmo que mi polla entraba y salía de su bien abierto culo. La follada y el sobeo de su coño hicieron que Elena me dijera que se iba a correr enseguida.

He de reconocer que era una chica de orgasmo fácil, yo creo que incluso un poco ninfomanilla, ¡eh!

Pero de pronto, por detrás de mí noté la mano de Sandra que subía y bajaba acariciándome los huevos haciendo que mi polla se saliese del agujero de Elena.

Esta cabrona lo que quiere es que me corra después de Juanma y que yo gane el dinero - pensé rápidamente pero cagándome en la madre que la parió por haberme cortado la follada por segunda vez aquella tarde a aquel tremendo culo.

- ¿No pensaras que me va a dejar así, verdad? - le preguntó Elena volviendo la cabeza y mirándola con cara de loca al notar que su culazo se quedaba vacío otra vez por culpa de Sandra.

- ¡Claro que no! - respondió mi mujer colocándose delante de mí, muy cerca de Elena.

Sandra, que aunque no lo quisiera reconocer, ya le había echado el ojo a aquel culo totalmente abierto, se llevó la mano a la boca y se echó un buen salivazo entre sus dedos. Acto seguido los acercó a la entrada trasera de Elena y directamente le metió dos dedos empezando a follársela delante de mis ojos y a pocos centímetros de mi polla. Elena al sentir tan íntima caricia hecha por otra mujer, cosa que yo creo que le gustaba más de la cuenta, intentó acercar su cara a la de Sandra. Esta, al ver lo que ella quería, doblando su cuerpo acercó sus labios a los de Elena y se fundieron en un beso mientras que yo intercambiaba mis miradas entre sus lenguas que se entrelazaban la una con la otra y los dedos de mi mujer entrando y saliendo a bastante velocidad del interior de Elena. ¡Sandra se la estaba follando por el culo mientras que la besaba!, aquella imagen no tenía explicación para mí, era lo más caliente que me podía imaginar con Sandra, ¡y mira que había visto cosas con ella en aquellos días! No podía apartar mi vista de ninguno de los dos sitios, ¡qué feliz hubiera sido si hubiese tenido cuatro ojos!

Después de unos segundos y como era de esperar por lo bien que lo estaba haciendo Sandra, Elena volvió a decir que se corría, pero a diferencia de la vez anterior, esta vez no hubo parada por parte de mi mujer. Sin poder remediarlo, Elena dejó de besar a Sandra y dejándose caer puso su cara sobre el suelo para dejar totalmente expuesto su culo a las suaves manos de mi amor.

Un largo gemido salió de la boca de Elena justo en el momento en que se corría, tumbándose hecha polvo por el orgasmo que acababa de tener y aplastando sus impresionantes melones en el suelo.

- ¡Bueno!, ¿y yo qué? - pregunté al ver que allí se empezaba a correr el personal, pero que a mí no me dejaban ni follar.

Sandra no dijo nada, se puso de pie y dándome la mano me ayudó a que me levantase y me sentase nuevamente en el sofá al lado de Juanma y Cristina.

- ¡Quiero ver cómo te follas a mi marido que para eso has venido! - le dijo a Cristina haciendo que se levantase del sofá y dejase en paz la mierda picha que tenía Juanma y que no acaba de levantarse.

¡Ja!, ¡ja!

- ¡Como mandes! - dijo Cristina de forma irónica pero loca por sentarse sobre mi rabo de nuevo y dejar al picha floja para otro momento.

Cristina se puso de espaldas sobre mis piernas y dejándose caer sin contemplaciones se metió mi rabo en su peludo coño que en aquel momento y después de todo lo que se había comido, olía a rayos. Pero, como era normal en mí, no me importó para nada, todo lo contrario, sólo pensarlo me puso más cachondo. Además, después de haber olido esta mañana la cochinera que Adela tenía por coño, cualquier coño lleno pelos olía a gloria por muy sucio que estuviese.

Pero a lo que iba, a los pocos segundos de estar ensartada por mi cipote, Cristina, por segunda vez aquella tarde, me follaba suavemente subiendo y bajando su tremendo culo.

De repente, Sandra se puso de rodillas frente a nosotros y empujando a Cristina contra mi cuerpo, acercó su cabeza y empezó a recorrer con sus labios el coño de Cristina, lamiendo mi capullo cada vez que este salía de aquel coño y sobando mis huevos mientras movía la lengua por todas partes.

A estas alturas, Juanma, que seguía sentado a mi lado, lentamente se estaba pajeando su ya más o menos gordo capullo y Elena, que era la recién corrida, seguía con la polla de Nacho continuando el trabajo que Sandra dejó antes a medias.

- ¿Puedo? - preguntó Juanma mirando a Sandra.

- ¡Puedes! - respondió Sandra.

Ni puta idea de lo que pretendían estos dos, pero, como ya era costumbre en aquella casa, enseguida me enteré.

Juanma se levantó del sofá y colocándose detrás de mí preciosa mujer, le dio un empujón pegando su cara al coño de Cristina para luego abrirle las cachas del culo y meterle el rabo en el chochete sin fallar en el intento. Aquella bestial clavada hizo que Sandra moviese la lengua mucho más rápido sobre el clítoris de Cristina formando una reacción en cadena que originó que Cristina empezase a gemir y a retorcerse sobre mi cuerpo diciendo que se corría.

En ese momento y para que no se saliese, la agarré por la cintura moviendo mi culo para llegar hasta su garganta con mi rabo. Aquel era el mejor polvo que había pegado en mi vida ¡Bueno!, los otros de antes también. La verdad es que no sabría elegir uno.

- ¡Quítate, Cristina!, déjame seguir a mí - le dijo Sandra al ver que ella se había corrido y yo aún estaba enterito.

Cristina, recién corrida y con las piernas flojas, como pudo se quitó de en medio y se sentó a mi lado para presenciar como Sandra iba a volver a disfrutar de aquel nuevo polvo en trío.

Al quitarse de encima, mi polla había quedado a la total disposición de Sandra que sin pensarlo me la empezó a chupar con deseo mientras que Juanma dejaba caer un chorro de saliva sobre su culo y le metía la punta de un dedo al mismo ritmo que me la chupaba y se la follaba.

- ¡Mira, cariño!, tengo una polla en mi coño que no es la tuya. Me la está clavando y tú estás viendo como lo hace, cómo siempre habías querido - me dijo mi recatada mujer mirándome con los ojos abiertos cómo platos.

Yo creo que los tenía tan abiertos, más que por el gusto que le daba aquel rabo, porque cada vez que se la metía le estiraba del pellejo de todo el cuerpo y la obligaba a abrirlos al máximo.

Mientras que Sandra me decía todo esto, con una mano se agarraba muy fuerte de mi rabo mientras que con la otra separaba la cacha de su culo para ponerle el trabajo más fácil a mi compañero de follada.

- ¡Mira como me folla!, ¿te gusta? ¡Menéatela mientras que él me revienta el coño con su polla!, me gusta verte como te la meneas mirando como follo con otro .

Juanma al ver lo cachonda que estaba y las perlitas que estaba soltando por la boca, aumentó la velocidad.  Justo en ese momento se metió todo mi cipote en la boca dándome un mamazo digno de ella. ¡Qué gustazo me estaba dando aquella jodía puta!

- Ahora os vais a correr los dos a la vez para que no haya peleas - dijo Sandra sacándose mi rabo de la boca para poder hablar - Pero cambiad de posición, ahora quiero que me folle Leandro - terminó diciendo.

Sin hablar nada, ¿para qué?, me levanté y ocupé el sitio de Juanma. El hizo lo mismo sin perder el tiempo en tonterías.

Una vez que ya estuvimos cada uno en su sitio, Sandra comenzó a chupar aquel gordo capullo y se abrió las cachas del culo todo lo que pudo para que yo pudiese entrar sin ningún impedimento. En poco tiempo empezamos a movernos los tres continuando con la follada que habíamos cortado por unos segundos.

Después de un rato de estar follándomela y viendo como manejaba aquel rabo entre sus labios, noté que me iba a correr por segunda vez aquella tarde. ¡No dije ni pío!, no quería avisarla. Simplemente seguí empujando en su coño hasta que noté como la leche hervía en mis huevos y me pedía a gritos que la apártese del fuego si no quería que se derramase manchándolo todo.

Así lo hice, se la saqué a toda prisa y eché el primer chorretazo de leche, bastante abundante a pesar de ser mi segunda corrida, sobre la raja y las cachas del culo de mi mujer.

Cristina, a la que cada vez le encontraba más parecido con Juanma por estar siempre a las caídas, al ver cómo me corría se enganchó a mi polla y empezó a exprimírmela como si de un limón se tratase intentando sacarme hasta la última gota de mi zumo. Y, claro ¡Zas, en toda la boca!, no era para menos. Un segundo lechazo, que me sorprendió hasta a mí por ser incluso más grande que el primero, le explotó sobre la cara. Bueno, sobre la cara, sobre los labios, sobre la nariz y sobre todo en el pelo. Aquello no le importó ni lo más mínimo, simplemente sacó la lengua para chuparse todo lo que le había caído en los labios y el resto se lo fue arrimando con los dedos hasta que se limpió completamente excepto los restos del pelo que se le quedaron colgando haciendo que tuviese una imagen bastante morbosa.

- Me encanta la leche recién ordeñada porque dicen que tiene mucho calcio y fortalece los huesos - nos dijo de forma bastante ingenua volviendo a usar aquel tonillo infantil e incluso creyéndose ella misma lo que estaba diciendo.

- ¡Anda ya!, ¡tú lo que eres es una guarra! - respondió Sandra estirando una mano para quitarle uno de los pegotes de mi leche que tenía en el pelo para untarlo en el capullo de Juanma y seguir con el masaje que le estaba pegando.

¡Joder!, ¡menos mal que la viciosa era Cristina!, ¿y tú que eres?, ¡le estás meneando la polla a un tío con mi leche! - pensé sin decir nada para no molestar a mi mujer, pero seguro que todos pensaron lo mismo que yo.

- ¡Que sí!, ¡que es verdad!, tiene muchas vitaminas. Y además me gusta su sabor, sobre todo la de tu marido - nos volvió a decir Cristina con la misma voz haciendo que nos riéramos con su inocente ocurrencia.

Aún no eran las diez pero yo había sido el primero en correrme, así que acababa de perder el premio. La verdad es que me importó bastante poco, aquella corrida había sido la cima de mis más codiciados deseos. En menos de una hora me había follado el peludo y perfumado coño de Cristina, el amplio culo de Elena y finalmente el suave chochito de Sandra, además de haber pasado mi carajo por la boca de Cristina, Elena y Sandra (y Juanma) y haberme corrido dos veces, ¿qué más se puede pedir?

Mientras pensaba en mis cosas, Cristina no había soltado mi verga ni un momento y aún seguía meneándomela lentamente provocándome pequeños espasmos cada vez que la palma de su mano tocaba mi capullo. Cuando por fin paró, entre otras cosas porque le tuve que retirar la mano de mi manubrio, un poco de mi leche se había quedado entre sus dedos. Ni corta ni perezosa se los llevó a la boca para tragársela. Pero aquella pequeña cantidad le pareció poca porque agachándose, empezó a lamer la leche que Sandra tenía sobre las cachas del culo del primer chorro que había salido de mis huevos.

Poco a poco, aquella lengua fue lamiendo cada trocito de su culo hasta que consiguió limpiarla por completo. Cuando terminó se acercó a mi cara y pasando su lengua por mis labios, los unió con los míos en un beso con lengua de forma que pude saborear el gusto que tenía mi propia leche después de pasar por las cachas del culo de mi mujer, unidos a la caliente y dulce saliva de Cristina.

Aquel beso tan húmedo no pasó desapercibido por nadie, y mucho menos por Juanma que lo estaba viendo en primer plano mientras que mi queridísima esposa le comía los huevos a la par que le refregaba su mano bien cerrada sobre el capullo, así que sin poder soportarlo más, empezó a decir que se corría.

¡Joder! - pensé - no ha tardado ni dos minutos más que yo, si me llegó a aguantar un poco más, gano el premio. Pero en fin, ¡qué le vamos a hacer!

Al escuchar las palabras de Juanma, Sandra dejó de meneársela y se metió aquel pepino en la boca ansiosa por tragarse toda su corrida otra vez.

Mi amada esposa, que sabía perfectamente el placer insoportable que producía el que te chupen el capullo justo antes y justo después de una buena corrida, sin importarle un huevo y viendo como Juanma se retorcía de gusto con sus labios, se la estuvo comiendo durante un buen rato más buscando su leche de forma asombrosa. Pero al contario de cómo todos esperábamos, en el último segundo se la sacó de la boca haciendo que el semen le cayera justo en su barbilla goteando hasta el suelo.

Me sentí bastante contento al ver que aquella corrida no tenía ni punto de comparación con la mía, la mía había sido bastante más del doble que la de aquel capullo mariquita que se acababa de correr sobre la cara de mi mujer.

Cristina, al igual que hizo conmigo y que no le hacía ascos a un buen trago de leche, se acercó hasta su polla para pasarle la lengua sobre el capullo y tragarse hasta la última gota que Sandra hubiese olvidado. Al ver que tenía poco dónde chupar, se acercó a la cara de Sandra y le dio un lametazo en los labios para limpiarle el poco de leche que escurría por su boca. Aquellos suaves lametazos entre los labios de aquellas dos preciosidades terminaron en un beso compartiendo los restos de leche que aún podían quedar entre los dientes de Sandra.

- ¡Joder!, si la leche tiene vitaminas, con toda la que os habéis bebido este fin de semana debéis tener los huesos más fuertes del mundo y un empacho de vitaminas del copón - les dije a las dos entre susurros provocando la risa de ambas

Y tras las risas, de la misma forma que hizo con el culo de mi esposa, Cristina se agacho y pasó la lengua por la alfombra hasta no dejar ni gota de la recién ordeñada leche de Juanma. Fue una escena calcada a la que un día me dejó grabar Sandra.

Tras aquellos segundos de risas tontas y de ver cómo aquella guarrona limpiaba el suelo con su lengua, todos estábamos reventados, pero aún quedaba por lo menos uno en aquella reunión que sólo se había corrido una vez, Nacho.

Al igual que la vez anterior cuando los cuatro nos habíamos corrido, cambiamos la vista y la dirigimos hacia donde estaban Elena y Nacho.

Nacho, con el cuerpo totalmente sudoroso, estaba detrás de Elena que estaba agachada en el suelo con el culo en pompa. Se la estaba follando con fuertes empujones a la vez que magreaba su extraordinario culo.

- ¡Qué puta eres!, ¡te estás follando a mi marido!, ¡eres una cerda! - dijo Cristina a Elena acercándose a la pareja para darle un fuerte manotazo en su culo dejándoselo bien coloradito.

- ¡Sí!, métemela toda hasta los huevos mientras que la zorra de tu mujer me pega en el culo - dijo Elena al sentir aquel fuerte azote a la par que aquella pollita entraba y salía de su coño sin descanso - ¿Crees que a Nacho le gustaría follarme el culo? - preguntó Elena a Cristina.

Yo creo que aquella pregunta la había hecho con ironía porque no conozco a ningún hombre que se le ocurriese decir que no a una sugerencia como aquella. No creo que existiese un hombre sobre la tierra que no le gustase follarse un culo y mucho menos un culo como aquel, blanquito, gordo, abierto, suave, lubricado y caliente.

La respuesta de Nacho fue clara y ni tan siquiera esperó a la contestación de su mujer. Se la sacó del chocho y abriendo aquel tremendo pandero con sus propias manos se la clavó hasta las pelotas dando un gemido que se tuvo que escuchar en todo el barrio.

Yo creo que sobreactuó un poco, después de haber tenido la mía dentro hacía unos minutos y seguramente la de Juanma y Cesar muchas veces, tanto daño no le pudo provocar aquel cipotillo.

Nacho, por el calor que hacía en aquella habitación y por el ejercicio que estaba haciendo, estaba sudando cómo un cerdo y las gotas caían una tras otra sobre el magnífico culo de Elena haciéndolo brillar como si tuviera el culo cubierto de cristales. Cristina, que creo que se le rompió el corazón al ver a su Nachete sudando como lo estaba haciendo, cogió el albornoz y como si una enfermera fuese, empezó a limpiar los chorros que caían por la frente y la nariz de su marido.

Cuando terminó de limpiarle se acercó a su oído.

- ¿Cómo puedes hacerme esto?, le estás follando el culo a esta zorra delante de mis narices. ¿Cómo me haces esto, hijo de puta? - le dijo dejándonos a todos un poco descuadrados - ¡Esto se merece un castigo! - continuó diciendo - ¡Juanma, ven!, quiero que te folles a mi marido para que aprenda que no puede ir por ahí dándole por el culo a la primera zorra que se le ponga a tiro.

¡Y claro!, Juanma que escuchaba la palabra culo y se le hacía el rabo coca cola , pues nada, rápidamente se puso de pie dispuesto a reventar otro culo. A este maricón le importaba un carajo que fuese de hombre o de mujer.

- ¡Cómo quieras!, al fin y al cabo es el único culo aparte del tuyo que me queda por probar en esta reunión - dijo Juanma dando un salto para ponerse detrás del que dentro de poco estaría ensartado como un pinchito moruno.

¡Menudo cabronazo!, el comentario lo ha dicho por mí - pensé recordando de forma nerviosa aquella desagradable experiencia por la que yo había pasado con él.

Como ya he dicho, se colocó detrás de Nacho con el rabo tieso. Antes no se le ponía ni loco y ahora que sabía que era el culo peludo de un tío, reaccionó al instante. Aquello me dejaba claro que aparte de ser bisexual, como él decía que era, era más maricón que un palomo cojo.

Y sin perder ni un segundo se escupió sobre la polla y sin ningún tipo de preliminares, ni un besito siquiera, acercó el gordo capullo a su culo y empezó a buscar el agujero entre el melenudo culo de Nacho.

Pero mis nervios se duplicaron automáticamente al escuchar su segundo comentario.

- ¡No te preocupes!, ¡no te va a doler mucho! Y si no pregúntale a Leandro que ha ya pasado por esto - le dijo volviendo la cara para mirarme.

Sus palabras sobraban y además siempre habíamos dicho que todo lo que había ocurrido en casa sería un secreto entre los tres. Pero me callé por que quise pensar que lo había dicho para relajar un poco a Nacho que iba a ser el siguiente que pasaría por su lanza.

- ¡Menudo mariconazo estás hecho! - dijo Sandra bastante mosqueada al escuchar aquel comentario tan inoportuno.

Pero, como era de esperar, no tuvo respuesta por parte de Juanma.

- ¡Déjalo! - le dije a Sandra - Al fin y al cabo, sólo es eso, un mariconazo que toca las palmas con las orejas en cuanto tiene a tiro el culo de un tío.

- ¡Bueno!, ya veremos si esto se queda aquí.Ahora vamos a ver qué hacen - me dijo Sandra dándome a entender que se iba a vengar de Juanma por sus palabras en cuanto tuviese la ocasión.

Durante unos pocos segundos estuvo empujando para que entrara pero cuando entró por fin, hizo un corto comentario que me hizo reír y olvidar mis nervios.

- ¡Ya tá! - dijo.

Y tras aquella corta observación, automáticamente comenzó a moverse lentamente dentro de aquel nuevo culo para aquel experto maricón. Nacho al notarse bien clavado, soltó un gemido de placer a la par que aumentaba el ritmo con el que se follaba a Elena haciendo que Juanma también se lo follara a él bastante más rápido.

¡Para mí que esta no es tu primera polla! - pensé.

Mientras tanto, Sandra y yo, sentados en el sofá y fumándonos un cigarrito nos estábamos volviendo a poner cachondos con aquella escena, no sé si bisexual, anal, orgia, trío, ¿no sé?, no sabría ponerle nombre. Lo que sí sé es que, casi sin darnos cuenta, nos empezamos a meter mano el uno al otro. La mano de Sandra acariciaba mis huevos suavemente como si fuese lo más normal del mundo, totalmente atenta a la follada que en aquel momento mantenían aquellos tres cabronazos.

De repente, Sandra me miró y soltó el tremendo pedazo de carne que tenía entre sus manos.

Para él que no lo haya entendido, ¡mi polla!, ¡soltó mi polla!

- ¿No te importa que castigue a Juanma por sus palabritas de antes, verdad? - me preguntó.

No tuve que contestarle, sabía que desde hacía un buen rato estaba loca por hacerle pagar la falta de discreción a Juanma, así que le guiñe un ojo en señal de aprobación. Se levantó del sillón y se fue hacia ellos.

- Siéntate en el sofá, al lado de Leandro, quiero enseñarle a este mariconazo que no debe reírse de mi marido - le dijo a Cristina a la vez que le daba un tortazo en el culo a Juanma que retumbó en toda la casa a pesar de los fuertes jadeos de Elena y Nacho.

Cristina, que sabía perfectamente cómo comportarse en aquel tipo de fiestas, le hizo caso sin rechistar y se sentó a mi lado. Automáticamente, como si de un ritual se tratase, se agarró a mis pelotas haciendo lo mismo que hasta ese momento había estado haciendo mi mujer. En cualquier otro momento, aquellos suaves roces en mis pelotas, sobre todo de otra mujer que no era la mía, me hubiesen puesto la polla como un garrote, pero después de dos corridas en tan poco tiempo, era imposible. Así que, a sabiendas que no lo iba a conseguir, me dejé hacer y disfrutar de aquel suave masaje “hueveril” que aquellas expertas manos me estaban realizando, mientras que me recreaba en las dulces palabras que mi esposa le estaba dedicando a aquel buen hombre.

- ¿Por qué cuentas nuestros secretos?, ¡maricón de mierda! - le increpó mi mujer a la vez que le daba un segundo azote consiguiendo que le diese un fortísimo empujón al culo de Nacho - No me importa que los cuentes, pero primero tendrás que decirle a tu queridito César lo puta que eres, ¿no?, agregó dejándolo un poco paralizado.

- ¡Lo siento!, ¡lo siento! - dijo Juanma entre jadeos por el gusto que le daba la mezcla de dolor con el placer de tener su polla en aquel estrecho y peludo culo.

- No quiero que lo vuelvas a hacer, ¿te enteras? Ahora pídele perdón a Leandro si no quieres que te corte la polla a cachitos - le dijo mi mujer con una voz de cabreo que jamás había visto en ella.

Desde un principio me lo había tomado a broma perversa, pero al ver a mi mujer me di cuenta que se había sentido bastante ofendida por sus palabras y que los golpes que le estaba dando eran realmente de verdad y que estaba descargando su mala leche con aquel atontado.

- ¡Lo siento, Leandro!, ¡lo siento de verdad! - dijo Juanma entre jadeos y sin dejar ni un momento de menear su rabo dentro de Nacho.

- ¿Te parece bien? - me preguntó mi mujer.

- ¡Perfecto!, pero déjalo ya. Creo que de momento tiene suficiente - dije a Sandra al ver que el culo de Juanma estaba más rojo por momentos.

- ¡Aquí quien dice lo que se hace soy yo! - me dijo mi mujer guiñándome un ojo para darme a entender que a partir de ahora ya era un juego otra vez - ¿Quieres que te pegue más, perra? - preguntó Sandra al maricón de Juanma.

- ¡Si, por favor!, ¡sabes que me encanta! - casi suplicó aquel medio hombre.

- ¡Pues sigue follándote el culo de Nacho! - gritó Sandra a la vez que le soltaba un tercer azote con todas sus fuerzas.

Los azotes y las palabras de Sandra lo estaban poniendo como una moto. Tanto que lo que hizo fue aumentar el ritmo y taladrar con todas sus fuerzas el culo de Nacho. Aquello le produjo a Nacho una inmediata reacción y dijo que se iba a correr en el culo de Elena.

Y así fue, cerró los ojos y soportando los fuertes pollazos de Juanma en su interior, llenó de leche el culo de Elena al mismo tiempo que esta reventaba por el coño corriéndose entre gritos y gemidos de gusto.

Juanma, al ver que los dos se habían corrido, sacó su verga del culo de Nacho.

- ¡No puedo más! - dijo Juanma dejándose caer en el suelo haciéndose el muerto.

Nacho al notarse liberado de aquella estaca, salió del interior de Elena. Se puso en pie para acercarse a su mujer y le puso la polla en la boca para que le limpiase los posibles restos que podían haber quedado del culo de nuestra común amiga.

¡Eah! del culo a la boca directamente sin pasar ni tan siquiera por una toallita, ¡qué guarra! La próxima vez tendré que intentarlo yo con Sandra a ver si cuela – pensé - Aunque pensándolo un poquito, ¿no lo he hecho ya un par de veces con ella?, ¡no me acuerdo!, tendré que hacer memoria.

La verdad es que estábamos muertos, todos estábamos hechos polvo, nadie hablaba. Sandra se sentó en el sofá y Elena se acostó apoyando su cabeza en los muslos de mi mujer como a mí me gustaba hacerlo. Juanma se levantó y se fue al baño. Nacho, tras tener el rabillo limpio otra vez, se sentó en el suelo mientras que yo me quedé sentado en el sofá abierto de piernas como si me hubiese caído de un quinto piso. Cristina, que aún seguía sentada a mi lado, suavemente apoyó su cabeza sobre mi hombro y empezó a jugar con los pelos de mi pecho.

- Tienes una mujer estupenda , ¡qué suerte tienes! - me dijo Cristina.

Sandra nos miró y sonrió. Yo no dije nada, en aquel momento entendí perfectamente que todo, todo, todo había sido planeado por mi mujer para hacerme el hombre más feliz del mundo. Cerré los ojos y aprovechando el silencio me quedé embelesado.

Al cabo de diez minutos volvió Juanma y con su habitual simpatía me despertó.

- ¿Qué?, ¿os preparo algo de cenar?

Eran casi las diez, seis horas follando dan hambre a cualquiera, pero sabiendo que al día siguiente tenía que ir al curro sin falta, le dije que nosotros nos teníamos que marchar.

- ¡Pero cenamos algo rápido y luego nos vamos! - dijo Sandra insistiendo otra vez en quedarnos en aquella peligrosa casa.

- Nosotros sí que nos vamos - dijo Cristina - A las doce tenemos cita para seguir follando en una fiesta privada.

- ¡Si queréis os podéis venir!, ¡seguro que lo pasamos bien! - añadió Nacho.

- ¡Joder, no tenéis hartura! - dijo Juanma.

Aquello lo decía aquel cabrón que llevaba casi cuatro días follando a mansalva, ¡menudo cabrón!

- Nosotros no podemos, nos tenemos que ir. Mañana es día de escuela y ya nos lo hemos saltado hoy - le dije queriéndome marchar cuanto antes.

- ¿Dónde será la fiesta? - preguntó Elena, yo creo que pensando en apuntarse.

¡Qué jodía, se apuntaba a un bombardeo si fuese necesario!

- Es una fiesta privada en la playa, en un chalet por aquí cerca dónde nos reunimos más de diez parejas una vez al mes para contarnos historias de miedo - dijo Nacho.

- ¿Historias de miedo? - preguntó Sandra demostrándome que a pesar de lo que había ocurrido en los últimos días no había perdido su punto de inocencia.

- ¡Sí, de miedo!, pero miedo del bueno. De las que aparecen pollas asesinas y coños criminales - le dije yo haciendo que todos se rieran de la ingenuidad de mi linda esposa.

- ¡Calla, tonto!, ¡no te rías de mí! - dijo Sandra con un tono de voz aún más infantil que su respuesta.

¡Si es que a pesar de todo, es una niña!

- ¡Pues yo quiero ir! - dijo Sandra queriéndoselas dar de valentona.

Bueno, niña un poco crecidita, pero niña al fin y al cabo.

- ¡Yo también voy! - dijo Elena que cómo yo sabía, no se quería perder una.

- ¡Cada mochuelo a su olivo, guapetona!… Si quieres, quedamos con ellos para otro día, pero hoy no, ¡imposible! - le contesté a mi mujer haciendo que pusiera los morritos para demostrarme que estaba muy enfadada pero que entendía mi postura.

- ¡Vale! - dijo Cristina - Elena se viene con nosotros y quedamos en llamarnos para quedar otro día con vosotros, ¿os parece?

- ¡Perfecto!, no me importaría para nada ver a diez parejas follando las unas con las otras y las otras con las unas - le contesté mientras me ponía de pie como podía y me acercaba a Sandra para darle un besito en la mejilla - Nos damos una ducha y nos vamos, ¿te parece, vida? - le dije a Sandra.

- ¡Vale!…, ¡me fumo un cigarrito y voy! - me contestó repitiéndome la sempiterna frasecita que siempre usaba cuando no tenía ni putas ganas de hacer algo.

Los que se marchaban de fiesta se pusieron a vestirse al escuchar mis palabras. Después de unos minutos estaban más que listos para marcharse de parranda.

A la hora de despedirse, Cristina se acercó a Sandra y le dio un impresionante beso en sus labios, yo creo que agradeciéndose la una a la otra el haber coincidido hace algún tiempo en aquel local de intercambios y poder llegar a compartir aquellos momentos que habíamos vivido por la tarde.

Juanma y Nacho, copiando a las dos mujeres, se dieron un largo beso en los labios que me dejó con los vellos de punta. Este más que de agradecimiento yo creo que de mariconeo puro, pero vamos, si es lo que querían, pues nada, ¡allá ellos!

- Espero que el bautizo haya sido de vuestro agrado - nos dijo Elena - ¡Ahora ya sabéis lo que es una orgía en condiciones!

- Creo que ha sido en este fin de semana cuando realmente he descubierto que el sexo es algo más que un polvo por la noche - contestó Sandra - ¡Cuánto tiempo he vivido engañada yo misma!

Aquellas palabras hicieron que por mi columna subiese otra vez un placentero cosquilleo que me llegó hasta el último nervio, el más escondido de mi cabeza y me diera un fuerte y agradable corrientazo. ¡Qué mujer tenía!, ¡qué suerte tenía!, ¡qué feliz era!

Ya en la puerta y dispuestos a marcharse, quedamos en llamarnos y hablar en el futuro para nuevas reuniones privadas e incluso ir un día al tan nombrado chalet.

MARTES, 09 DE DICIEMBRE DE 2008 (MEDIA NOCHE)

Tras cerrar la puerta, y de nuevo los tres solos como al principio de todo, Juanma, soltando una lagrimita nos dijo que por favor nos quedásemos a cenar.

- ¡Bueno, vale!, - le dije - cenamos y nos vamos .

Aún tenía un par de cosas pendientes que tenía que arreglar antes de irme, pero eso no podía decirlo si quería quedar bien con Sandra y Juanma.

- Te lo agradezco en el alma - me dijo mi mujer.

- ¡Vale!, pues sentaos a fumaros un cigarro, me pego una ducha y en cuanto salga os preparo una cena digna de unos reyes, justo lo que sois vosotros - dijo Juanma con voz de mariquita loca mientras salía corriendo hacia el cuarto de baño.

Una vez que estuvimos los dos solos en el sofá, quise aprovechar el momento para preguntarle a Sandra su opinión sobre todo lo ocurrido. Otra vez, como otras tantas veces, me contestó totalmente convencida de lo que decía. En contra de lo que yo pudiera haber pensado, ella no se arrepentía en absoluto de nada de lo que había hecho, es más me comentó que para ella se había abierto de repente una nueva forma de vida y una nueva forma de hacer amistades.

Me dijo que había disfrutado follando con Juanma y comiéndose mi polla a medias con él. Aquello me gustó oírlo de sus labios, pero no me gustó que fuese una de las cosas que más hubiese disfrutado, sin embargo también me dijo que ella pensaba que esta nueva situación haría que nuestra pareja se uniera más, si era posible, y me hizo prometerle, al igual que ella me prometió a mí, que siempre que lo hiciéramos tendríamos que estar los dos presentes. Ella quería que yo estuviera siempre presente, hiciera ella lo que hiciera, con quien lo hiciera y con cuantos lo hiciera, y por supuesto igual en mi caso.

- ¡Soy tuya, y siempre seré tuya!, ¡te amo! - me dijo finalmente con los ojos totalmente vidriosos.

- ¡No te preocupes por nada, mi vida!, mi ilusión era hacerlo contigo y sólo contigo, y esa ilusión por muchos años que pasen, nunca la perderé, te lo aseguro - le contesté dándole un tierno beso en los labios - Además si algún lo haces por tu cuenta, grábamelo en vídeo - le dije haciendo que sus ojos vidriosos desaparecieran y apareciera en su cara la más agradable de las sonrisas.

- ¡Ya estoy aquí! - escuchamos de repente detrás de nosotros - ¡Venga!, mientras que yo preparo algo de cena os ducháis - dijo Juanma que ya había vuelto.

- ¡Venga, tu primero! - me dijo Sandra.

- ¡Vale!, - le dije - pero recuerda, si haces algo, ¡grábalo en video!

- ¡Pero qué tonto eres!…, ¡anda, vete a la ducha y date prisita! - me dijo dándome un azotito en el culo.

- ¡No empieces otra vez! - le dije recordándole que todo, bueno, casi todo, empezó con eso, con un azotito en mi culo.

- ¡Tira, anda!, ¡tira y no te entretengas! - me volvió a repetir entre risas.

Me metí en la bañera y me di una relajante ducha, rápida, pero relajante. Notaba cómo el agua corría por mi cuerpo a la misma velocidad que repasaba todas las imágenes que cabían en mi memoria. Durante apenas cinco minutos compilé toda la información como si de un ordenador se tratara y poniéndola en orden me di cuenta de que pocos hombres en el mundo podían ser tan felices como lo era yo en aquel momento.

Tras la ducha me puse otra vez el único pantalón y la única camisa decentes que tenía que por cierto, ya empezaban a oler a mono. Calzoncillos no me puse, no por nada sino porque ni tan siquiera recordaba donde podían estar los míos. Así que echándome un buen chorro de desodorante y otro buen chorro de colonia que encontré por allí, salí del baño totalmente renovado.

- ¡Cari, ahora tú! - le dije a mi mujer que estaba en el sofá viendo la tele.

- ¡Voy! - me respondió ella levantándose sin pronunciar su tan célebre frase “un cigarrito y me ducho”.

Eso quería decir que estaba loca por estar limpita y a mi lado cuanto antes.

Mientras se duchó, bastante rápido por cierto, entre otras cosas porque era la tercera ducha del día, estuve un par de minutos en la cocina con Juanma charlando acerca de mi sobre.

En el momento que ya lo tuve todo claro, me senté en el sofá a la espera de la cena.

Cuando Sandra salió, Juanma ya tenía preparada la mesa y directamente nos dispusimos a cenar.

Por primera vez no hablamos de follar, ni de pollas, ni coños, ni tetas, ni culos, simplemente nos limitamos a hablar del trabajo de unos y otros y nos lo tomamos como la cena más formal que se pueda imaginar. Me pareció incluso extraño estar durante aproximadamente media hora sin escuchar palabras como, ¡córrete!, ¡fóllame! o ¡chúpamela! Pero si digo la verdad, hasta lo agradecí, lo que más me apetecía era terminar aquella rica cena que nos había preparado Juanma y salir corriendo a casa para descansar.

- Bueno, pues te agradezco mucho la cena, pero nos tenemos que marchar que mañana tenemos que madrugar - le dije poniéndome de pie una vez terminada la cena, totalmente convencido de que por fin nos íbamos a marchar a casa.

Pero… ¡joder siempre hay un pero!, ¡a ver si alguna vez hay manzanas!

Lo dicho, pero de repente escuché unas palabras que me volvieron a dejar hecho polvo haciendo que volviese a pegar mi culo a la silla y que de momento me olvidase de marcharnos para casa.

- ¡De eso nada, guapito de cara!, tengo que cobrarme mi premio - dijo Juanma haciendo el gesto de victoria con los dedos de su mano.

- ¡Pero si nos corrimos los dos a la vez! - le dije un poco mosqueado intentando pararle los pies.

- ¡Creo que no, cariño!, Juanma tiene razón. Al final te corriste tú un poco antes que él - respondió mi querida mujer echándole un buen capote a Juanma.

- ¡Exacto!, yo me corrí mientras Cristina te estaba limpiando el rabo de la leche que habías soltado, ¿te acuerdas? - me dijo Juanma dándome una estocada mortal en todo lo alto.

- Yo creo que eso no fue así - les contesté intentando cambiar de tercio cuanto antes, aun sabiendo que tenía razón en lo que decía.

- ¡Es verdad!, Cristina limpió tus restos de mi culo mientras que yo seguía con su rabo - dijo mi santísima esposa clavándome la puntilla que me hizo claudicar dejándome para el arrastre.

- ¡Joder!, ¡parece que estáis los dos contra mí!, cualquiera os lleva la contraria - les dije pegando mi culo a las tablas para morir.

- ¡No, hombre!, ¡no te enfades!, pero fue así, tú te corriste antes y perdiste. Esa era la apuesta ¿no? - me dijo Sandra

- ¡Pues nada, que dios reparta suerte! - les dije dando a entender que me habían toreado de mala manera pero que accedía a pagar mi condena y que cuando quisiera se podría cobrar su premio.

La verdad es que hacía tiempo que no me acordaba de los cuernos, pero en este momento que lo escribo, todos mis pensamientos han tenido algo que ver con los toros ¿por qué será? La verdad es que no lo entiendo muy bien, debe de tratarse de mi subconsciente que me está jugando una mala pasada.

Estaba intentando entenderme a mí mismo cuando Juanma se puso de pie y nos miró a los dos.

- ¡Necesito unos minutos para pensar! - dijo yéndose a la cocina con los platos.

Al escuchar su respuesta, me levanté y me fui hacia la terraza pensando en lo tranquilito que podíamos estar en casa sentados en el sofá con la estufita encendida.

Fuera hacía un poco de frío, bastante en comparación con el interior de la casa, pero no me importó, necesitaba un poco de aire fresco en mi cara para despejarme. La vista era preciosa desde aquel lugar tan alto y a la hora que era, serían eso de las once y media, sólo se veía como la luna se reflejaba en el mar.

Me encendí otro cigarro y me apoyé en la barandilla para pensar en cual podría ser mi castigo.

Sandra, a la que no había escuchado llegar, se puso detrás de mí abrazándome fuertemente y metiendo sus manos entre la tela de mi camisa tocándome suavemente los pelos del pecho de la misma forma que esta tarde lo había hecho Cristina. Qué bien me sentía en aquel momento, ver aquel reflejo de la luna con sus dos manos tocándome suavemente era realmente fascinante.

Cuando apagué el cigarro, me separé de ella y me arrimé a su cara

- ¿Por qué no me has ayudado?, me hubiera gustado irnos para casa - le pregunté queriendo saber el porqué de aquel puteo.

No tuve respuesta, justo en ese momento empezamos a oír la música que Juanma acaba de poner, una canción que le encantaba a Sandra.

Sin decirme nada, se abrazó a mí y empezamos a bailarla lentamente mientras Sandra cantaba la canción muy cerca de mi oído recalcando su voz cuando en la canción sonaba un estribillo que a los dos nos gustaba bastante.

Morena mía, voy a contarte hasta diez, uno es el sol que te alumbra, dos tus piernas que matan, somos tres en tu cama, tres, morena mía, el cuarto viene después…

Justo después de esa estrofa, acercó sus labios a los míos y sentí como su lengua se movía en mi boca buscando la mía y chupándola como si de un caramelo se tratara. Cuanto me gusta esa caricia sobre mi lengua que me recorre toda la boca de arriba abajo mientras me muerde suavemente los labios.

Estuvo así un buen rato hasta que Juanma llamó mi atención con un golpecito en el hombro para avisarme de que él también estaba allí a la par que por fin me entregaba el sobre que tanto había querido tener en mi poder durante todo el día.

- ¡Vale ya, hombre! - le dije a Juanma en plan de broma mientras me guardaba el sobre en el bolsillo del pantalón, pero un poco molesto por habernos cortado aquel agradable momento.

Me separé de mi mujer y sin darle tiempo a que se volviera a quejar, Sandra le invitó a que participara.

- ¡Ven!, quiero bailar con los dos a la vez, quiero sentirme rodeada por los brazos de mis dos hombres - dijo Sandra haciéndole un hueco entre nosotros dos.

Y sin dejar de bailar en ningún momento, se abrazó fuertemente a los dos.

Mientras bailábamos, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, empezamos muy lentamente a besarla. Él besaba y mordisqueaba su cuello por delante y yo hacía lo mismo con su cuello por detrás, mientras paseábamos nuestras manos por su cuerpo cómo la primera vez que lo hicimos en casa. Sandra estaba tan feliz y disfrutando tanto de nuestras caricias que de nuevo empezó a cantar, mientras que seguía bailando entre nosotros.

- Cuando tu boca, me toca, me pone y me provoca, me muerde y me destroza, toda siempre es poca y muévete bien, que nadie como tú me sabe hacer café…

…………

Morena gata me mata, me mata y me remata, vámonos pa’l infierno, que aunque no sea eterno, suave bien, bien que nadie como tú me sabe hacer café…

Y justo después del café , Sandra unió sus labios a los labios de Juanma fundiéndose en un beso que para mí hubiese querido.

Estuvieron un buen rato con sus bocas unidas hasta que tuve que mandarlos parar. ¡Yo también quería besitos! ¡Además, aquella canción sólo podía ser para mí! Podía compartir a mi mujer con aquel hombre, pero no podía ni quería compartir con él aquella canción que Sandra tantas y tantas veces me había cantado al oído.

- ¡Bueno!, ¿y ahora qué? - dijo Sandra - ¿Qué hacemos?

- ¡Silencio!, dejadme pensar - dijo Juanma con voz serena andando hacia el salón.

Al verlo irse le seguimos sin saber muy bien que tramaba.

De repente se dio media vuelta, se acercó a Sandra y le dio un par de besos tiernos como los de un padre a una hija.

- Sin querer he escuchado todo lo que habéis hablado antes en el salón y como ya os he dicho en otras ocasiones, me habéis dado una envidia tremenda. Sois una pareja extraordinaria cómo jamás conocí otra, y por lo que he podido entender de vuestras palabras, Sandra te quiere a rabiar, así que lo mejor que podemos hacer es que ella decida cuál será tu castigo final. Ella siempre será un poco más compasiva contigo - dijo mirándonos tiernamente a los dos.

- ¡Gracias! - dijo Sandra acercando los labios a su cara para devolverle aquellos dos castos besos.

- ¡Gracias!, contesté yo también por aquellas bonitas palabras - ¿Ya sabes cuál será mi castigo? - le pregunté notándome bastante animado pero a la vez un poco acojonado por saber que sería ella y no él quien eligiese mi penalización.

No podría determinar en ese momento cuál de los dos me daba más miedito.

- ¡Sí!, ¡claro que sí! - respondió ella - Quiero terminar pero con algo que no pueda olvidar en la vida.

- ¡Cariño!, creo que va a ser difícil olvidar cualquier cosa que haya ocurrido en esta casa.

- ¡Sí, ya lo sé!, pero quiero algo diferente… ¡Algo así como una traca final!

- ¡No esperaba otra respuesta! - contesté totalmente convencido de que nuevamente íbamos a empezar desde el principio.

- Quiero un fin de fiesta que jamás olvide - volvió a repetir - Quiero que dentro de unos meses, cuando estemos en casa sentados en el sofá o follando en la cama, nos acordemos de esto y tengamos un dulce sabor de boca - dijo Sandra poniéndose la mano en la barbilla y haciendo como si pensara en algo muy malvado.

- ¿Y eso cómo se hace? - le pregunté para que se lanzara de una vez y nos contara en que cojones estaba pensando.

- ¡Espera!, mientras que se lo piensa bien quiero daros algo - dijo Juanma - Esperadme qué vuelvo enseguida.

Y con las mismas, se dio media vuelta y nos dejó en el salón yéndose hacia el interior de la casa.

Durante el tiempo que estuvimos solos apenas hablamos, simplemente le volví a preguntar si quería seguir hasta terminar haciendo un último intento de que se diese cuenta de que lo mejor sería marcharnos a casa y dejarlo todo justo dónde estaba.

- ¡Sí!, claro que quiero terminar, ¡y ahora más! No te imaginas lo que tengo preparado cómo fin de fiesta - me contestó dejándome con la duda.

- Algo de lo que tienes pensado me lo puedo imaginar - le respondí.

- ¡Yo creo que no! - me contestó dejándome aún más dudas que antes.

¿Qué cojones tendría pensado esta jodía cabrona? - me pregunté.

Pero no tuve tiempo de seguir con la conversación, a los pocos segundos regresó Juanma con la bolsa que contenía el dinero del póker y se puso detrás de Sandra pegándose a su cuerpo.

- ¡Ahora sí, Leandro!, ¡ahora es el momento! - me dijo Juanma refiriéndose a lo que yo guardaba en el bolsillo.

A mí también me pareció el momento perfecto, así que sacando el sobre se lo entregué a Sandra.

- ¡Toma!, es un regalo para ti - le dije entregándole el sobre - Juanma me ha ayudado a encontrarlo, ¡lo traigo loco desde esta mañana!

Se lo decía mientras mis nerviosas manos acariciaban la piel de su suave cara demostrándole, si era posible, todo el amor que le tenía.

Sandra cogió el sobre y me miró a los ojos.

- ¿Qué es esto cariño? - me preguntó con voz nerviosa.

- ¡Ábrelo! - le dije - Cuando lo veas sabrás de qué se trata.

Con los nervios de un niño que abre un regalo el día de reyes, empezó a romper el sobre sacando dos folios impresos en ordenador.

- ¿Qué es esto, cariño? - me volvió a preguntar.

- ¡Tú deseo! - le respondí.

Eran dos billetes de avión a Estambul, Turquía .

Creo que ya he hablado de esto, pero por si acaso, lo vuelvo a repetir. Ella siempre había querido visitar aquel sitio desde el día que vimos una antigua película. En esa película, Desi (la protagonista) se va de viaje de placer con su marido a Turquía y allí se enamora perdidamente de Yamam, (un moro güenorro según Sandra), el guía del grupo en el que viajan. Desi , como en un cuento, encuentra en el vicioso de Yamam la felicidad que su vida no le había dado hasta el punto de abandonarlo todo en España para irse con él.

La verdad es que la película se parecía bastante poco a nuestra vida como para ponerla de ejemplo, pero desde entonces habíamos visto aquella película más de veinte veces y nunca se cansaba de verla, y mucho menos yo, que cuando la veía se ponía bastante cachonda. Se había enamorado no sé exactamente de qué, si de la belleza de aquella ciudad o de los posibles Yamanes que encontrara en su deseado viaje. Pero no me preocupaba, ahora tendría la opción de comprobarlo.

Sin esperarlo, se abrazó a mí y me empezó a besar con furia.

- Esto es por hacer realidad todas mis fantasías - le dije mientras me acercaba a su oído y le besaba el cuello suavemente - Por ser tan maravillosa y porque eres y serás la única mujer a la que amo y amaré.

- ¡Te quiero mi vida! Yo también te amo como a nada en este mundo - me respondió mirando a los billetes de avión, totalmente embobada y creo que soñando en aquel viaje que íbamos a realizar dentro de poco los dos juntos.

- ¡Bueno, Sandra!... - dijo Juanma cortándonos el rollo y señalando la pequeña bolsa que contenía el dinero - para darte el otro regalo creo que tengo que cobrarme alguna apuesta que he ganado, ¡te acuerdas!, ¿no?

- ¡Sí, sí! - dijo Sandra un poco nerviosa - ¡Claro que me acuerdo!Además, ya lo tenía pensado desde hace un buen rato, pero ahora he cambiado de idea… Ahora quiero que como regalo, mi marido elija el mismo su condena - le respondió dejándome un poco descuadrado.

- ¡Pero eso no vale!, él va a elegir algo bueno para él y la idea era hacer sufrir un poco al perdedor - dijo Juanma un poco desilusionado.

- ¡Anda ya, tonto!, verás cómo Leandro escoge un buen castigo para el mismo, ¡ya lo verás! ¿Verdad cariño que vas a castigarte tú mismo? - me preguntó Sandra, yo creo que sabiendo perfectamente que me pondría como sanción.

- ¡Vale! - le contesté yo completamente convencido de saber cuál quería que fuese mi pena antes de marcharnos de aquella casa - ¡Bueno!…, - empecé a decir para luego callarme durante unos segundos - Creo que todos estamos un poco cansados y aunque al rabo de Juanma no hay quien lo pare, el mío funciona igual que el de resto de los humanos y necesita un poco de descanso, así que creo que lo mejor sería dejar el castigo para otro día y terminar la fiesta justo aquí…

Y tras aquella parrafada, me quedé en silencio unos segundos mirando al frente.

- ¿Qué os parece si como castigo quedamos para otro día y repetimos? - les dije esperando que fuesen comprensibles conmigo y entendieran lo que yo estaba diciendo.

- ¿Y no te gustaría volver a verme follar con él mientras que tú nos miras?, ¡es lo que siempre has deseado! - me dijo mi mujer.

- Pero eso ya lo hemos hecho - le contesté rápidamente para no darle tiempo a pensar.

- ¡Lo sé!, pero ¿no te gustaría hacerlo por última vez y ver cómo me porto delante de ti como una verdadera puta? - me preguntó.

- Lo podemos dejar para otro día, dicen que quien todo lo come junto… - le respondí.

- ¡Como tú quieras!..., - me respondió Sandra - pero me gustaría haberlo hecho una vez más entre los tres.

- Para eso ya tendremos otras muchas oportunidades, si tú quieres, ¡claro! - le respondí dejándole claro que no cerraba ninguna puerta a futuras citas pero que en ese justo momento estaba loco por irme a casa.

- ¡No está mal el castigo! - dijo Juanma casi frotándose las manos por lo que yo acababa de decir - Es una idea perfecta, así siempre estaréis en deuda conmigo.Además, el dinero es tuyo - le dijo entregándole la bolsa a Sandra - Te lo ganaste desde el primer momento en que quisiste disfrutar de todo esto sin que nadie te lo impusiera y te comiste la primera polla que no era la de tu marido.

- ¡Mira, guapo, si cobrase por chuparte la polla o follar contigo, me sentiría una puta y para nada lo soy! He disfrutado mucho con lo hemos hecho y no quiero dinero - dijo totalmente indignada, yo creí que incluso se había enfadado por el comentario de Juanma - Pero de todas formas, me lo guardaré, no sea que se pierda - continuó hablando mirándome con una cara de zorrona impresionante mientras que le quitaba la bolsita de las manos y se la guardaba entre las tetas - ¡Ahora sí que nos vamos! - me dijo acercándose a mí y dándome un beso.

¡Joder, menuda fulana está hecha la cabrona!, menos mal que no quería cobrar - pensé al ver como se guardaba los mil y pico lauros entre las tetas.

- ¡Vale!, ¡vale! - le dijo Juanma - Pero que sepas que me debes una - le dijo sacando pecho y arrimándose a ella como si de un pavo real se tratase, yo creo que pensando en lo mismo que yo había pensado al verla coger el dinero y guardárselo.

Sandra, aunque con ojeras, estaba radiante, estaba preciosa. Ella seguía hablando con Juanma pero, aunque yo estaba allí delante de ellos, no escuchaba lo que decían. Yo estaba totalmente entusiasmado mirándola, nunca antes la había visto así. Sandra se había comportado todo el tiempo como una mujer libre, sin vergüenzas. Había sido una mujer entregada al placer sin importarle nada ni nadie, nada más que ella. Yo sólo pensaba en que aquella cara se repitiese muchas veces, tantas como ella quisiera. Yo era un cornudo, y era feliz, era lo que venía buscando y lo había conseguido con creces. Nunca pensé que aquello pudiese ser tan maravilloso como había sido, y mucho menos que ella fuese mi compañera de aventuras.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó Sandra bajándome al suelo desde las nubes.

- ¡Nada! - le respondí - Se me fue un poco la cabeza a no sé dónde.

- Bueno, no os olvidéis nunca de mí, recordad que tenéis una deuda conmigo - dijo Juanma - ¿Deseas pagármela ahora? - le preguntó a Sandra mientras se pasaba la mano por la entrepierna, yo creo que intentando gastar su último cartucho antes de que nos marcháramos - Si queréis os quedáis y podemos repetir esta noche - terminó diciendo el tío plasta.

Y un carajo pa ti - pensé yo rápidamente pero sin darme tiempo a contestar porque ya lo hizo Sandra por mí.

- ¡No, gracias! - respondió Sandra - Te has portado la mar de bien con nosotros, pero bien mirado no puedo más, necesitamos descansar y mañana ya sí que es día de escuela, ¡quizás otro día!

- ¡Quizás no!, ¡seguro! - afirmó Juanma al escuchar sus palabras.

- Tenéis mi teléfono, llamadme cuandoqueráis - me dijo entregándome el último recuerdo que me quedaba por recoger, las cintas de video de la otra noche.

Y aunque el vídeo es un poco chapucero, aún lo conservo y de vez en cuando me hago alguna paja escondido en mi particular rincón de la terraza.

Ahora sí, ya era definitivo, nos íbamos y no había vuelta atrás, ya me veía en casa, tirado en el sofá y con los pies puestos sobre la mesa.

Cuando estábamos en la puerta de la casa dispuestos a salir, Sandra no pudo evitar soltar una lágrima. Otra vez tenía los ojos vidriosos y su voz mostraba un cierto aire de tristeza. Sabía que había vivido junto a mí el momento más inolvidable de su vida y que aquel hombre, aunque lo hubiésemos utilizado como conejillo de indias, se había portado de maravilla con nosotros, no lo podíamos negar. Sandra no podía hablar sabiendo que, a pesar de la deuda que dejábamos pendiente, posiblemente sería la última vez que viese a Juanma, nadie sabía que podría pasar a partir de aquel momento.

Justo antes de salir, Juanma se volvió, cogió una caja de bombones que había sobre el mueble y se la dio a Sandra.

- Cuando estés excitada y tu coño esté húmedo, métete un bombón en tu rajita y mastúrbate con él. Tu calor derretirá el chocolate y saldrá de ti mezclado con tu zumo manchándote los dedos. Lame tus dedos pensando que son los míos, pásalos por tu clítoris y piensa que soy yo quien limpia con mi lengua tu coñito y luego te beso con un dulce sabor a ti.

Me dio la impresión que aquellas palabras de Juanma, sacadas de algún libro, derritieron a Sandra como si de un bombón se tratara. Se acercó a él y cogiendo la caja de dulces le dio un ligero beso en los labios, un beso que me demostró el mucho cariño que Sandra había cogido con aquella persona.

- ¡Una última cosa!, las bragas, te las regalo - nos dijo Juanma.

¿A qué bragas se refería?, ¿las bragas no eran las que llevaba en el bolso o se había vuelto a cambiar después de la ducha?, ¿no sé? ¡Ah, ya sé!, se refería a las bragas que estaban en el bolsillo de mi chaqueta junto al pequeño tanga de Elena.

- Pero devuélveme el traje negro, que como se entere César que te lo has llevado, me mata.

- ¡No te preocupes!, la próxima semana te lo devolveré limpio - contestó Sandra con una sonrisa en los labios pero tirando de la puerta para cerrarla, yo creo que pensando que jamás se lo devolvería.

Por fin la puerta se cerró, Sandra me miró a los ojos y me sonrió sin decir nada. Aquellos preciosos ojos verdes lo decían todo sin necesidad de hablar.

En el coche, de vuelta a casa no paré de mirarla, estaba contenta y feliz. Íbamos en silencio, ninguno de los dos se atrevía a hablar hasta que Sandra se acercó a mí poniéndome la mano en el paquete.

- ¡Cornudo!, ¡ya eres un cornudo, cariño!… Y yo, ¡yo tú puta!, ¡como tú querías!

Tuve que controlarme porque aquellas palabras me pusieron bastante nervioso. Las había escuchado un millón de veces durante aquel largo puente de la constitución, pero hasta ahora no tan directamente de sus labios. Y aunque en un principio me sentaron como una puñalada, enseguida me di cuenta de que no me importaban, todo lo contrario, me gustaba que mi mujer me dijera aquello porque era la más pura realidad, la que yo tanto había deseado.

- ¡Gracias!, ¡eres lo más grande que me ha ocurrido en la vida, cariño! - le dije posando mi mano sobre su rodilla.

- Te juro que desde el principio todo esto me ha parecido una verdadera locura, pero según han ido pasando las cosas, las he ido viendo de lo más normal. Me da la impresión que vamos a tardar mucho en olvidar esto, si es que somos capaces de olvidarlo - terminó diciendo.

- ¿Te gustaría volver a verle? - le pregunté.

Durante unos pocos segundos se hizo el silencio en el coche. Por culpa de las curvas de la carretera no podía girar mi cabeza para ver su reacción y el porqué de su silencio, pero por fin lo rompió.

¡No necesariamente!, si tú no quieres, nunca más lo volveremos a ver y seguiremos nuestra vida como si nada. Y si quieres, pues lo volveremos a ver… Probé junto a ti y me gustó y si un día tú quisieras, volvería a repetirlo pero contigo, siempre contigo - me respondió - Por hacerte feliz, haría todo lo que tú me pidieses.

La respuesta fue realmente sincera y me gustó mucho, pero tenía una duda, otra, y quería salir de ella cuanto antes así que se la pregunté.

- ¿Tú sabías todo lo que iba a ocurrir en esa casa de antemano, verdad?, ¿lo preparaste con Juanma antes de venir?

- ¿Cómo? - me respondió ella con voz de no haberse enterado o de no querer enterarse.

Me refiero a que si sabías lo que iba a suceder después de la partida de póker. Desde aquel momento me pareció que todo estaba preparado por ti y por Juanma - le volví a decir.

- ¡No!, ¡en aquel momento, no! Cómo ya te dije, maquinamos algo la noche de antes, pero fue después de mi primera visita a la cocina con Juanma cuando me lo contó todo, ahí fue donde lo preparamos todo, hasta el último detalle - me contestó con sonrisa pícara.

Y yo sin enterarme de nada, ¡manda huevos!

- Incluso allí fue donde decidimos prepararte la orgía como regalo… Pero lo que más nos costó fue preparar la cita con Cristina y Nacho y según me contó Elena, para ellos también fue una agradable sorpresa.

- ¿En serio?, ¡joder!, ¡qué cabrona eres! Me alegro que seas como eres, ¡te quiero!

Fue lo único que pude responderle al confirmarme que ella también había contribuido a prepararlo todo para llevar adelante mi fantasía y que parte de la preparación, era su propio cuerpo.

- Y cambiando de tema, ¿cogiste las cintas de video? - me preguntó.

- ¡No se me ocurriría olvidarlas! - le contesté - ¿Las veremos algún día?, ¿no te gustaría verlas?

- Sabes que no me gusta mucho verme en video, pero si tú quieres, la veremos y recordaremos lo que ha quedado grabado. Seguro que hay partes en esas cintas que no me importaría repetirlas algún día - me dijo dándome un fuerte apretón en los huevos.

El resto del camino lo hicimos entre risas, bromas y comentarios sobre lo sucedido durante los días pasados.

Llegamos a casa y aparcamos el coche en el garaje. Subimos a casa y en el ascensor nos empezamos a besar de nuevo recordando esto y aquello.

- ¿Sabes qué tipos de postre me gustan después de haber comido tan bien? - me preguntó.

No entendía muy bien el cambio de conversación pero le seguí la corriente. Le sonreí y le di un beso en los labios

- ¿Cuáles? - le respondí con otra pregunta.

- Los postres caseros, ¡son los mejores! - me dijo ella cerrando los ojos y juntando sus labios con los míos mientras que apretaba mis pelotas en su mano.

Se separó de mí y abrió los ojos. Tenía unos ojos diferentes, ni parecidos a aquellos ojos que tanto me gustaban cuando se ponía cachonda, tenían una mirada cómplice, unos ojos que gracias a mi habían perdido la inocencia para siempre, eran los ojos más bonitos que jamás había visto en mi vida.

Cuando por fin entramos en la casa le dije que si quería, que se pusiese cómoda mientras yo sacaba un par de cervezas.

- Sí, será mejor que me quite este traje de mariquita y me ponga cómoda antes de que pierda los nervios y me enganche a esa maravilla que llevas colgando entre las piernas - dijo dándose la vuelta y marchándose hacia el baño.

Cogí las cervezas y me senté en el sofá para ver no me acuerdo qué, tampoco era importante, cuando apareció Sandra con carita de traviesa y vestida con su picardías rojo de lencería francesa que tanto me gustaba y que para tantos buenos ratos nos había servido.

No podía dejar de mirar su provocativo cuerpo y aquella tela de seda pegada a sus pechos marcando sus pezones totalmente duros no sé si por el frio que hacía en el salón o porque volvía a estar calentona.

Se sentó y nos pusimos a ver la tele. Pero para ser sincero debo decir que mientras veíamos la tele tuve un bajón bastante serio, me sentía realmente mal, no paraba de darle vueltas a la cabeza sobre lo que habíamos hecho. Yo sabía que desde un principio Sandra se había negado totalmente pero poco a poco y debido a mi insistencia se fue rindiendo a mi voluntad y sin embargo, ahora que lo había probado era totalmente feliz, incluso más que yo, lo podía ver en ese mismo momento en su cara, tenía cara de felicidad, y por lo que me había dicho antes incluso estaba dispuesta a repetir si esa era mi voluntad. No pude aguantar más y tuve que hablar con ella, sacar todos mis miedos y aclararlo todo con ella.

Estuvimos hablando casi una hora sobre lo que habíamos hecho y como nos habíamos sentido, incluso nos confesamos que en algún momento sentimos celos el uno del otro pero que los supimos superar sobre la marcha.

Me llevé una grata sorpresa cuando pude ver que ella me estaba convenciendo a mí de lo bien que lo habíamos pasado. Al final me hizo llegar a la conclusión de que todo aquello sólo había sido sexo, que el amor era solamente para ella y para mí, para nosotros dos y que ese siempre sería eterno. ¡Qué bien se había aprendido las lecciones que un día le diese Cristina!

Y lo más importante de todo fue, sin duda, que fuimos capaces de hablarlo con total sinceridad.

- ¡Anda!, ¡vámonos a la cama que mañana hay que volver a la vida real! - me dijo Sandra dándome un precioso beso en la frente.

La felicidad que inundaba mi alma no me dejaba dormir, me sentía un hombre dichoso por haber tenido la suerte de haber conocido un día de hace mucho tiempo a la persona que me haría el hombre más feliz del mundo. ¡Te quiero Sandra!

Eran casi las cinco de la mañana cuando apagué la tele y cerré los ojos. Sandra ya llevaba un buen rato durmiendo, con una linda sonrisa en sus labios que demostraba lo orgullosa que estaba de ser cómo era.