Solo era el principio (45) La visita...

Cogió la botella de champán que estaba vacía, retiró el resto de etiqueta metálica que quedaba en el cuello de esta, y comenzó a jugar con ella pasándosela primero por las tetas para después bajársela lentamente hasta su coño restregándosela por encima de la raja mientras que con su lengua...

CAPITULO 45

La visita…

MARTES, 09 DE DICIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (1ª PARTE)

- ¡Hola a todos! - dijo Nacho con una voz totalmente ilusionada al ver el panorama que se le planteaba antes sus ojos, dos mujeres totalmente desnudas con cara de vicio y dos tíos con el rabo en pie con cara de salidos.

En aquel momento la situación de los cuatro era para una foto. Juanma, que sin taparse ni un poquito y sin demostrar la más mínima vergüenza, se mantenía de pie completamente desnudo enseñándonos a todos como aún le chorreaban las babas de mi mujer por la polla. Yo de pie, con cara de aturdimiento y con las manos intentando taparme el rabo cómo podía y Sandra pegada a mi cuerpo tratando de ocultar su desnudez. Pero lo que más me chocó de todo fue que Elena, única en su especie, siguiera a cuatro patas en el suelo con el agujero del culo abierto de par en par a la espera de que mi rabo o cualquier otra cosa la rellenara de nuevo, y sin hacer el más mínimo intento de por lo menos, cubrirse ante la inesperada visita ¡Vamos, un cuadro digno de exposición!

- ¡Hola, Cristina!, ¿cómo estáis?

Saludé desde lejos a la par que cogía la camisa de Juanma para cubrirme un poco y la pequeñísima falda de Elena para que medio se tapase Sandra, sobre todo por ser un poco cortés con aquella pareja ya que a los demás les importaba bastante poco estar desnudos ante ellos.

Ya lo habréis adivinado, ¿no? ¡Exacto!, ¡eran ellos! Cristina y Nacho, la pareja que conocimos en el club de intercambios. Pero, ¿qué coño hacían allí?, ¿cómo demonios habían llegado hasta allí?

- ¿Y cómo que estáis aquí? - les pregunté totalmente incrédulo.

- ¡Tu mujer que te quiere demasiado! - respondió Elena poniéndose de pie pero sin hacer la más mínima intención de ponerse algo de ropa - Me he tirado todo el día de ayer buscándolos, pero al final los he encontrado, ¿te gusta la sorpresa? - me preguntó Elena.

- ¡Me encanta! - le respondí - Aún recuerdo el calor de las manos de Cristina sobre las de Sandra cada vez que me toco el rabo - dije mientras hacía memoria de todo lo ocurrido aquella no tan lejana noche.

- ¿Pero no habíais dicho que esta era vuestra primera vez? - preguntó Elena un tanto incrédula sobre nuestros inicios tras escuchar mi comentario.

- ¡Sí!, y es nuestra primera vez. Aquello sólo fue un amago… Pero ya te lo contaré luego más tranquila, ¡vale! - respondió Sandra intentando dejar ese tema para más tarde.

Cuando el apuro inicial hubo pasado, no duró ni un par de minutos, Cristina y Nacho nos saludaron con mucho entusiasmo. Yo me coloqué un poco mejor la camisa y me acerqué a saludarlos. Sandra, con la mini falda de Elena tapando su coñito y tratando de cubrirse las tetas con las manos, no sé muy bien porqué ni para qué si había estado todo el tiempo con ellas colgando, se acercó también a saludarlos. Nacho besó en la mejilla a mi mujer mientras yo besaba educadamente a Cristina.

A pesar de la oscuridad que había en el local y los nervios que teníamos el día que los conocimos, ella tenía la misma pinta que creía recordar, cuarentona, guapita de cara pero con un cuerpo un poco más sobradito de carnes de las que recordaba y eso sí, con unas tetas nada despreciables, ¡para que mentir!

¡Eah!, ¡otra más como las que me gustan pal bote! - pensé tras examinarla.

De él no me acordaba muy bien, tampoco le hice mucho caso aquella noche, pero ahora mismo tenía una cara de vicioso que te cagas. La verdad es que la situación tampoco era para menos.

Tras saludarnos y presentarnos todos entre todos, aprovechando el bullicio del momento me acerqué a Sandra para darle un beso como agradecimiento a su bonito gesto hacia mí. De repente noté que se encontraba un poco nerviosa.

- ¿Estás cortada? - le pregunté.

- Pues la verdad es que no, ¡pero es que tengo un pequeño problemita! - me dijo.

- ¿Qué te pasa, mi vida? - le pregunté bastante preocupado por lo que me acababa de decir.

- ¡No, nada!, ¡simplemente que el chocho me babea! - me contestó pícaramente a la vez que de forma disimulada, de la misma forma que lo hizo en el súper, se metió la mano entre la falda buscando su coño y mojándose los dedos de sus ricas babas, me los puso en la boca para que se los chupara.

Aquello de lamer sus deliciosos jugos delante de todos sin que nadie supiera que estaba pasando, me puso aún más cachondo si cabe, pero tuve que hacer de tripas corazón y aguantándome mis más oscuros instintos les invité a que se sentaran para calmar un poco el ambiente.

Para que todo fuese un poco menos chocante, ya que la verdad es que, a pesar de que todos conocíamos el trasfondo de la reunión, el estar todos desnudos así, sin más, no era una situación bastante cómoda que se diga, Juanma, haciendo de perfecto anfitrión se fue hacia el dormitorio y nos trajo algo de ropa para que nos pusiéramos y poder seguir charlando de una forma un poco más natural.

En menos que canta un gallo, Juanma volvió con las manos llenas de ropa. A mí me dio un albornoz, que por cierto aún estaba un poco mojado, él se había puesto una bata negra de seda que le quedaba por encima de las rodillas, para Sandra trajo un batín rojo de seda precioso a juego con el suyo, que si no me equivoco seguramente sería de César, y a Elena le dio una camiseta de tirantes bastante larga que no le tapaba casi nada las tetas (¡cosa difícil buscar una camiseta que tapase aquellos melones!) y que si mal no recuerdo, era justo la misma que ayer llevaba mi mujer.

Una vez que todos estuvimos más o menos presentables, nos sentamos en el sofá y automáticamente abrimos una de las botellas de champán que había traído Nacho. Brindamos por el momento y charlamos durante algunos minutos de cómo nos conocimos y de lo contento que se pusieron cuando les llamó Elena para quedar.

El tema de conversación fue bastante agradable y cómo era de esperar, la charla había sido bastante picante desde el principio aunque dentro de lo normal. Pero todavía hoy no sé cómo, quizás por el efecto de la segunda botella de champán que acababa de abrir Sandra, llegamos hasta el punto de no retorno en el que de repente Cristina dijo algo sin sentido pero que dio un giro radical a la situación.

- ¡Pues yo el otro día vi una peli porno de negros y puedo asegurar que tienen la polla bastante más grande que los blancos! ¡Y mira que yo he visto pollas!... - dijo Cristina con un cierto aire infantil y con muy poquita maldad.

Aquel comentario nos hizo bastante gracia a la vez que mucho daño a los varones que estábamos presentes. Pero Sandra, que vio la cara que se nos quedó a los tres machos que estábamos en la reunión, salió en salvación del hombre blanco.

- ¡Eso lo dices tú por qué, aunque hayas visto muchas, no has visto una buena polla blanca en condiciones! - dijo mi mujer recalcándose en la palabra “polla” .

Aquellas palabras las acompañó mi discreta esposa con un gesto de sus manos bastante aclaratorio y para nada recatado. Y a continuación, sin avergonzarse ni un poquito, nos cogió a Juanma y a mí de la entrepierna para dejarle bien claro a Cristina que el manojo de rabos que se había estado follando durante todo el fin de semana eran unas pollas que nada tenían que envidiar a cualquier rabo negro.

- ¿No te gustaría ver alguno de esos rabos de los que tanto alardea Sandra? - preguntó Nacho a su esposa entre susurros, yo creo que intentando seguir la broma de Sandra más que nada.

- ¿Te importa? - preguntó Cristina a su marido, mas lanzada de lo que yo esperaba, mientras se pasaba la lengua por los labios para dejárselos totalmente humedecidos demostrándonos las ganas que tenía de empezar cuanto antes a repartir lametones.

Pero este no le contestó, sino todo lo contrario. Para calentar un poco más la situación y a pesar de que todos habíamos escuchado la respuesta de Cristina, Nacho le lanzó una indirecta a su mujer.

- ¡Yo creo que Cristina no se traga eso de que alguien de vosotros tenga la polla más grande que los negros de la película! - dijo entre cuchicheos dirigiéndose a nosotros.

- ¡Qué tonta eres! - respondió Sandra tirando del brazo de Juanma para que se pusiera de pie delante de Cristina.

- ¿Estáis seguros?, ¿os lo habéis pensado bien? - preguntó Juanma dirigiéndose a todos en general al ver que una vez que todo empezara, difícil sería volver atrás.

- ¡Nosotros sí!, ¿y tú? - matizó Sandra dejando claro lo que quería y creo que contestando por todos los que estábamos allí presentes.

- ¡Vale!, pues entonces vamos a empezar y a ver que sale de todo esto - dijo Juanma mirando nuevamente a todos y acariciando suavemente la cara de mi mujer.

Sandra le aflojó el cinturón de la bata y separando la tela dejó al aire su polla que en aquel momento estaba a medio gas pero ya demostraba un buen tamaño.

- ¡Señoras y señores, como podrán ver, esto es un pene blanco!, dijo Sandra como si fuese la presentadora del “Sálvame”, a la par que le abría la bata - ¿Qué he dicho pene?, ¡huy perdón!… ¡Esto es un pollón tremendo! - agregó Sandra queriendo destacar con demasiada claridad sus palabras.

Cristina, que aunque parecía bastante decidida no se esperaba una reacción tan rápida, se quedó con la boca abierta mirando aquel rabo que poco a poco iba cogiendo su forma habitual.

- ¡Joder, cariño!, ¡qué buen paquete tiene este cabronazo! - exclamó confirmando las palabras de Sandra - ¡Cómo me gustaría comérmela! - manifestó Cristina a su marido y con los ojos que se le iban a salir de las orbitas.

- ¡No te preocupes! - dijo Juanma - Si quieres, tendrás tiempo de probarla en todos tus agujeros. Pero ahora no tengas prisa, de momento tócamela un poco para ponerla en condiciones de pelear contra la de un negro y así podrás comparar.

- ¿Puedo? - preguntó Cristina a Nacho pero moviendo las manos para cogerle la polla.

¿A qué me recordaba a mi aquella escena?, ¡Ah, sí!, ¡a Sandra en casa sentada en el sofá!, ¿o era sentada en el váter? ¡Bueno, da igual!, a eso me recordaba, ¡a Sandra!

- ¡Qué buen rabo te vas a llevar esta noche, cariño! - agregó Nacho.

- ¡Si la quieres, es toda tuya! - respondió Sandra inmediatamente al escuchar el comentario de Nacho.

A aquella mujer no hubo que darle más explicaciones, en cuanto Sandra terminó su frase, estiró las manos y empezó a acariciar sus huevos con delicadeza.

- ¡Mira, Nacho!, ¡mira que par de huevos tiene! - dijo Cristina a su marido repitiendo aquella vocecilla infantil, totalmente ilusionada con el tamaño de lo que en ese momento tenía entre las manos.

Y sin esperar respuesta de Nacho, ¿para qué?, le apretó y acarició suavemente los huevos, cosa que Juanma agradeció con un suave suspiro de gusto.

- ¿Habías visto antes una polla como la mía? - preguntó Juanma, yo creo que queriendo crear un vínculo de amistad entre los dos.

- ¡Jamás! - respondió Cristina pero sin apartar la vista del rabo.

- ¡Pues si le das unas cuantas chupaditas y me la aprietas bien fuerte, verás como aún crece más! - agregó Juanma que estaba loco por qué se la apretujase cuanto antes.

- ¿Más?, ¿en serio? - respondió Cristina totalmente incrédula con las palabras de Juanma.

- ¡En serio! - respondió Sandra.

Cristina, al tenerla tan cerca de su cara, yo creo que por instinto, por vocación o simplemente porque desconfiaba de lo que le había dicho Juanma, con gran maestría la dirigió directamente hacía su boca dispuesta a comerse aquel rabo que tantas lenguas había probado ya.

La verdad es que la situación, como ya he dicho en varias ocasiones, era bastante peculiar, pero más difícil de explicar se puso cuando Cristina abrió su boca dispuesta a comerse hasta la cuerdecita de aquel chorizo de Cantimpalo y justo antes de metérsela, Elena, empujando a Juanma, lo separó de sus labios. Y sin dar más explicaciones se quitó la camiseta y se abrió de piernas delante de todos nosotros mostrándonos su encantador coñito y su tremendo par de tetas.

- El tener una polla grande cómo esa no es una cosa tan difícil, de esas hay muchas por ahí, ¿verdad Juanma? - le preguntó, yo creo que pensando en el tremendo rabo que gastaba su querido amiguito César - Lo complicado es encontrar un coño tan profundo y grande como el mío en el que se puedan meter hasta las pelotas de un tío de un sólo empujón - agregó Elena mientras que se empezaba a acariciar la raja sin dejar de mirarnos a todos, a la par que se apretaba uno de los pezones con su mano libre.

- ¡Pues ahora él que no se lo cree soy yo! - expresó Nacho buscando picar a aquella mujer que no paraba de pasarse los dedos nerviosamente por su chochete.

Pero Elena, que cómo sabíamos de antemano no se cortaba un pelo y ya nos tenía acostumbrados a esperar cualquier cosa de ella, cogió la botella de champán que estaba vacía, retiró el resto de etiqueta metálica que quedaba en el cuello de esta, y comenzó a jugar con ella pasándosela primero por las tetas para después bajársela lentamente hasta su coño restregándosela por encima de la raja mientras que con su lengua no paraba de chuparse los labios de la forma más guarra y erótica que jamás había visto.

- ¿Qué?, ¿te gusta lo que ves? - dijo Elena a Nacho levantando la vista y mirándolo con cara de puta viciosa.

- ¡No está mal!,pero así no se ve la profundidad. Eso también lo puede hacer cualquier limpiadora guarrilla con un pepino bien grande, ¿verdad, Juanma? - agregué queriendo también ser parte de la faena.

Aquellas palabras que dije confirmaban que lo que yo quería era, al igual que el resto de los que estábamos allí, ver aquella botella entrando en su coño para corroborar que Elena tenía un coño verdaderamente amplio y que era más puta que las gallinas.

Ahora Elena no contestó, simplemente se dispuso a demostrarnos lo profunda que podía llegar a ser su madriguera. Así que después de pasarse la botella varias veces por los pezones, la deslizó por su estómago acercándosela cada vez más y más a aquel deseado triangulo que tenía entre las piernas.

Yo, que seguía sentado y con las piernas cruzadas viendo como Elena aceptaba el reto, gracias al albornoz no me fue difícil disimular que mi rabo estaba a punto de reventar. A Nacho tampoco le fue difícil ocultar la erección al estar completamente vestido, pero ya se le notaba que el bulto que se dibujaba en su pantalón no era el mismo que con el que llegó a aquella casa. Él que tuvo bastante más difícil ocultar su empalme fue Juanma, que totalmente desnudo como estaba y a medias como se había quedado con la mujer de Nacho, nos dejó ver como aquella tranca se ponía a tope en menos que canta un gallo, ante los atentos ojos de Cristina que no perdía puntada ni de una cosa ni de otra.

Sin perder detalle vimos como comenzaba a abrirse el chocho con su mano libre a la vez que poco a poco desaparecía el gollete de la botella entre los labios de su conejito para empezar a moverla suavemente adentro y afuera. En aquel momento en que vi desaparecer la botella entre los grandes y enrojecidos labios de Elena, de nuevo me vino otro recuerdo a la memoria. Ya sabéis de cual hablo ¿verdad?, ¡sí!, ¡justo ese!, el día del disfraz y la peluca. ¡Qué día aquel!, ¡jamás llegamos a probar la pizza!

Ahora sigo con la historia.

Aquella preciosa mujer, sin ningún tipo de preparación y cada vez más deprisa, se estaba metiendo aquel improvisado consolador hasta las entrañas llegando a tener casi media botella de cristal verde dentro de su, ahora sí, inmensa boca de túnel, mientras gemía de forma desesperada. Su coño, abierto como jamás había visto otro, (quitando el de Adela y el de Sandra que hasta aquel momento habían sido los únicos), se abría de forma asombrosa y ya no era necesario que mantuviese su mano abriéndolo, así que esa mano que le sobraba se la llevó a las tetas amasándoselas justo como a mí me hubiera gustado hacérselo en aquel momento.

Y claro, yo y el resto de mirones, con lo que estábamos presenciando estábamos a punto de reventar por cualquier parte, unos por la polla y otras, con bastante más suerte, por el coño. Así que, aunque no era mi intención para aquella tarde, metí mi mano entre la tela del albornoz buscando mi rabo y empecé a masturbarme lentamente viendo como aquella preciosidad de mujer nos deleitaba con tan hermosa actuación, sin importarme lo más mínimo el perder el premio, el dinero, la apuesta, o todo lo que fuese necesario con tal de correrme a gusto y correrme ya antes de que sonara otro nuevo timbre.

- ¿Qué?, ¿te gusta? - dijo Nacho a Elena levantando la vista y mirándola con cara de vicio.

No sé si le gustaría o no, pero lo que si estaba bastante claro era que Elena no estaba precisamente para calentarse la cabeza con preguntitas, así que como respuesta le dio otro empujón a la botella haciendo que la etiqueta central empezase a tocar los hinchados labios de su mollete. Tenía la botella prácticamente dentro y su coño cada vez estaba más dilatado. Era impresionante ver aquello, estoy seguro de que la boca de la botella le estaba tocando las tetas por dentro. ¡Qué guarra!, ¡pero qué guarra más rica!, ¡quien fuese botella!

Mientras que Sandra miraba aquella situación con carita de picardía y yo me seguía meneando el rabo sin que nadie se diese cuenta, Elena seguía aumentando cada vez más el ritmo de su particular follada a la par que yo hacía otro tanto con mi mano bajo el albornoz. A punto estuve de correrme allí mismo, pero tenía que parar, no por el dinero ni mucho menos, simplemente paré porque me daba no sé qué hacerme una paja yo solito teniendo a tanta zorra a mi alrededor. Así qué cómo digo, dejé de pajearme y como él que no quiere la cosa agarré la mano de Sandra poniéndola sobre mi dolorido capullo. Ella me miró y lo entendió a la primera.

- ¡Vaya!, ¡parece que te gusta lo que ves! - me dijo en voz baja a la par que deslizaba su mano entre la tela y me acariciaba suavemente la polla haciendo que diese un pequeño saltito en el sofá.

- ¡Ni te imaginas cuanto, mi vida! - le dije - Me da la ligera impresión de que hoy va a ser otra tarde difícil de olvidar en nuestras vidas.

Sin dejar de mirar como Elena se clavaba aquel consolador de cristal, Sandra empezó a pajearme al mismo ritmo que aquella puñetera se auto follaba. Yo me dejé hacer sin pensar, sólo sintiendo placer y deseando correrme entre los dedos de Sandra cómo hacía tiempo que no lo hacía.

Sabiendo perfectamente cuál sería su reacción, acerqué mi mano a su boca para acariciar sus húmedos y gorditos labios. La muy cabrita respondió exactamente como yo esperaba, aprovechando cada vez que yo acercaba la mano a su boca para darme un suave mordisquito. El colmo fue cuando pilló uno de mis dedos entre sus labios y me lo chupó simulando una mamada al mismo ritmo que movía su mano abierta sobre mi capullo, la jodía zorra de mi mujer me estaba poniendo como una moto con sus movimientos y con lo que estaba viendo en primerísimo plano.

- ¡Cómo sigas así, paso de estos cabrones y te follo aquí mismo en el sofá! - le dije - Tengo ganas de hacerlo desde el otro día que me lo propusiste.

- ¿En serio?, ¿serías capaz de follarme mientras todos miran? - respondió ella a la vez que me miraba y se metía mi dedo hasta el fondo de su garganta acompañándolo con un fuerte apretón en mi capullo.

- ¡No me tientes, no me tientes, que como me tientes! - le respondí muy cerquita de su oído.

- ¡Con tu puta mare! - me respondió ella entre risas.

Y tras terminar con aquella broma solo para entendidos, se acercó a mí y me dio un beso impresionante. Aquello era lo mejor de mi vida. Aunque hubiese coños, culos, pollas, sexo de cualquier tipo a mi disposición, el poder disfrutar de los labios de Sandra durante un par de segundos pegados a los míos era y es, sin duda, lo mejor que me puede pasar en cualquier momento de mi vida.

- A mí no me importaría que me follases, ¡es más, lo estoy deseando!... Pero primero tendrás que follarte a tu amiguita Cristina, que para eso te la he traído, ¿no? - me respondió Sandra con un tono de voz bastante sarcástico para mi gusto.

- ¡Cómo quieras, mi vida! - le dije totalmente resignado a tener que seguir sus instrucciones.

¡Pobrecito de mí!

- Pero espera que te coja en casa, ¡te vas a enterar de lo que vale un peine!, vas a pagarme con tu culo todos los cuernos que me has puesto de una sola vez.

Ella sólo se rio, sacó la lengua para hacerme burla y volviendo la cara continuó mirando como aquella zorra de Elena seguía con la botella dentro del coño.

- ¿Alguna duda sobre lo que has visto? - dijo Elena mirando directamente a Nacho y sacándose el botellón totalmente empapado de sus flujos.

- ¿Cómo? - respondió Nacho sin hacer mucho caso a lo que le acaba de decir aquel tremendo coño, digo Elena.

- ¿Qué si te ha quedado alguna duda sobre la profundidad de mi coño? - volvió a repetir de manera bastante chula.

- ¡Para nada! - respondió Nacho poniéndose de pie y dando un beso en las tetas de Elena para luego volver a sentarse.

- ¿Y a ti te ha gustado, zorra? - le dijo a Cristina poniéndole en la boca la húmeda botella manchada de los restos blancos que habían salido de su chocho.

- ¡Todo será probarlo ! - contestó Cristina con un tono de voz bastante güarrete y dando un lametón al cuello de la botella manchando toda su lengua con aquella mezcla explosiva y dejándonos bien clarito que ahora no sólo había dos zorras en el gallinero, que ya eran tres - Pero primero, ¿por qué no me dejas que pruebe el rabo de Juanma?, ¡antes me quedé con las ganas! - le preguntó mientras seguía chupeteando la botella, con toda la intención de querer jugar de nuevo con aquel rabo que antes se había quedado a las puertas de su boca.

Ante la falta de respuesta por parte de los demás, Cristina no nos hizo esperar y antes de que terminara la frase ya se había arrodillado ante Juanma, justo a los pies de su marido, le cogió un huevo con cada una de sus manos y los apretó suavemente. Nacho, al ver lo que estaba haciendo su esposa, la agarró de la barbilla y acercando su cara a la de su mujer le dio un beso en los labios aceptando gustosamente lo que estaba haciendo. Cuando terminó, la miró dos segundos a los ojos y se puso de pie al lado de Juanma. Cristina, al verlo delante de ella, dejó los huevos de Juanma a un lado y dedicándose a su marido le abrió la cremallera y le quitó el botón del pantalón para poder bajárselos, dejándoselos en los tobillos. Metió la mano dentro de sus calzoncillos y sacó una polla de tamaño medio, algo más pequeña que la mía pero mayor que la de Dani, y comenzó a meneársela suavemente.

- ¡Chúpasela mientras me la meneas a mí! - sugirió Nacho dejando claro que era como yo, un cabronazo que le encantaba ver disfrutar a su mujer - ¡Chúpasela, por favor!, hazlo como lo sabes hacer - le pidió por segunda vez al ver que Cristina seguía sin comerse aquel rabo, que aunque no lo hiciera, lo estaba deseando.

- ¿Es que no sé si me va a gustar? - dijo Cristina utilizando nuevamente aquella vocecilla tan dulce.

Yo creo que aquello lo dijo haciéndose la tonta, ¡claro está!, porque ganas tenía como la que más.

- Si no la pruebas, no lo vas a saber nunca - le contestó Nacho repitiendo el mismo gesto que hicieron la noche que les conocimos, guiñarle un ojo a su mujer aceptando lo que viniese.

Enseguida me di cuenta de que aquel gesto no era otra cosa que una especie de ritual entre ellos para convencerse el uno al otro de lo que iban a realizar.

No tuvo que repetírselo más. Volvió su cabeza hacía el rabo de Juanma y apartándose el pelo para que todos pudiésemos ver con detalle lo que estaba a punto de hacer, acercó su boca hasta aquel par de gordos huevos. Uno detrás del otro y sin importarle un carajo su tamaño, se los metió en la boca para probar el sabor de aquellas pelotas. Se notaba, por cómo lo estaba haciendo, que antes se quedó con muchas ganas de comerse aquellos dos huevos duros y sin pelos.

Elena, que llevaba mucho tiempo sin liarla, se había sentado en el suelo para estar bien cerca de Cristina y ver cómo hacia su trabajo, a la par que le había levantado la falda dejando su culo al aire y le estaba tocaba el chocho por encima de las bragas. Sandra, a pesar de todo lo presenciado y vivido en los últimos días, estaba totalmente hipnotizada con lo que estaba viendo, así que aprovechando el momento y copiando el movimiento de Elena hacia Cristina, bajé mi mano hasta su empapado chochito para poder acariciarlo. Sus piernas se abrieron al instante cómo si tuvieran un muelle, dejando su magnífico y perfecto coño a mi total disposición.

Aquello trajo gratos recuerdos a mi mente, le estaba haciendo una pajita a mi mujer de la misma forma que aquel día que conocimos a Cristina y a Nacho, ellos guarreando con todo lo que se meneaba mientras que nosotros nos dedicábamos a nosotros.

A simple vista parecía que Cristina era una buena chupa pollas pero ni punto de comparación a mi mujer. Eso sí, debo admitir que lo hacía divinamente ya que tras un buen rato de haber estado chupando aquellos cojones y de estar pajeando a su marido con la otra mano, se metió la polla de Juanma entre los labios de una forma tan bestial que hizo desaparecer más de la mitad de aquel rabo dentro de su boca de una sola tacada.

Durante un buen rato estuvo moviendo la cabeza a gran velocidad sacándoselo y metiéndoselo desde el capullo hasta casi las pelotas haciendo que Juanma diese gemidos como hasta aquel momento no había escuchado en su boca. Si el coño de Elena era profundo, ni os quiero contar lo profunda que era la garganta de aquella nueva zorra.

- ¡Chupa, guarra!, ¡trágatela entera! - fue lo único que fue capaz de decir Juanma mientras duró aquella mamada.

Estuvo varios minutos chupando aquella polla ante nuestros ojos hasta que Elena, harta de esperar, separó a Cristina por segunda vez aquella tarde del rabo de Juanma y le empujó consiguiendo que este se sentara en el filo del sofá. Ella se sentó en el suelo entre las piernas de él y sobre la polla le echó un buen chorro del champán de su copa. Me imaginé que al echar aquel líquido frío sobre aquel rabo tan caliente iba a salir humito, pero no, no salió. Hubiera sido impresionante a la par que cachondo.

En cuanto el líquido empezó a correr por su rabo, Elena comenzó a pasar su lengua desde los huevos hasta su capullo, largo recorrido, chupando el champán con sus lamidas. Aquella polla, que la verdad había estado todo el tiempo que Cristina la había estado chupando dura como una roca, se estiró aún más al notar como aquella zorra le daba aquellos lametones y aquellas chupadas como tan bien sabía hacerlo.

Tras un pequeño rato de mamadas a Juanma, se separó de él y se sentó en el suelo entre mis piernas. Sin hablar nada ni nadie, retiró la tela que cubría mi rabo y se dispuso a repetir la jugada. Pero aquella faena iba a ser algo diferente a la anterior con Juanma. Cogió la copa de champán, se bebió un buen trago y recogiéndome el pellejo de mi rabo hacia arriba para colocarlo como si fuese un vaso de chupito, lo rellenó de aquel líquido amarillo que estaba mucho más caliente de lo que yo esperaba. Y cuando por fin creí que me la iba a chupar para bebérselo, la hija de puta estiró la piel hacia atrás haciendo que todo el líquido bajara hasta mis huevos a gran velocidad y me mojara la raja del culo.

- ¡Joder, hoy la noche va de líquidos amarillos! - dije, pensando en las dos meadas de antes.

No todo el mundo, como era normal, entendió mis palabras. Sólo Sandra y Juanma me miraron de repente sabiendo a que me refería y soltaron una pequeña sonrisa.

Cuando ya creía que Elena había terminado conmigo y que se dedicaría a otra persona, se metió mi rabo en la boca hasta los huevos y empezó a bajar lentamente y a subir mucho más lento aún. Sandra que estaba a mi lado, me dio la mano. Yo la cogí y llevándomela a los labios, le di un beso de agradecimiento por todo aquello.

Tras un buen rato aguantando que aquella guarra me comiese la cabeza, noté que de un momento a otro iba a estallar. Tensé todos los músculos del cuerpo y apreté la mano de mi mujer fuertemente para que ella se diese cuenta de lo que me estaba ocurriendo.

¡Y vaya que se dio cuenta!, pero esta vez, en vez de ayudarme me puteo un poco más si era posible. Cogió a Elena por los cachetes de la cara y empezó a menear su cabeza con fuerza arriba y abajo para que me la chupara mucho más rápido de lo que lo estaba haciendo.

¡Me iba a correr!, ¡bien!, ¡por fin me iba a correr! Llevaba desde las doce de la mañana con el rabo tieso y recibiendo caricias, mamadas e incluso la había tenido metida en el culo de Elena. Ahora eran casi las seis de la tarde y aún no me había corrido. Jamás, conociéndome cómo me conozco, jamás hubiese pensado en que podría aguantar cachondo casi seis horas sin correrme, pero bueno, no me importó, ¡por fin me iba a correr!

Y casi a punto estuve de correrme antes de escuchar la deliciosa voz de la puta zorra de mi mujer.

- Que sepas que no te voy a dejar que te corras aún, sobre todo por la pasta… pero eso sí, me hubiese gustado ver la boca de esta zorra llena de leche, ¡que lo sepas! - me dijo Sandra sacando mi rabo de la boca de Elena.

- ¡Pero bueno!, ¿esto de qué va? - le pregunté totalmente indignado e incluso creo que con la cara morada por el cabreo que tenía en aquel momento.

- ¿Tienes prisa? - me respondió.

Y sin esperar mi respuesta, apoyó su espalda en el sofá ofreciéndole el coño a la otra guarra que me había vuelto a dejar a medías.

No tuvo que darle más explicaciones, Elena lo entendió enseguida. Así que gateando un poco hasta dónde estaba Sandra, se puso entre sus piernas y cogiendo nuevamente la copa de champán, echó el resto del líquido sobre las tetas y la barriga de mi mujer. El líquido, que sabía cuál era su camino perfectamente, empezó a resbalar por su cuerpo como si de una catarata se tratara llegando hasta su precioso y sin igual coñito dejándolo empapado de aquel líquido amarillo que tanto me recordaba a la estupenda meada de esa misma tarde.

Sandra, al notar como escurría entre los labios de su coño, abrió mucho más sus piernas invitando a que Elena se lo bebiese, totalmente dispuesta a disfrutar, otra vez, de aquellas tan íntimas caricias que ninguna otra mujer le había dado en su vida. Tampoco era difícil pensando que por sus piernas sólo había pasado una y era la misma que en ese momento se lo estaba haciendo.

Elena, que para nada era tonta, hundió su cara entre las piernas de mi mujer haciendo, casi al momento de empezar a chupar, que Sandra empezase a gemir de placer. En ese momento me hubiese encantado tener un coño para que Elena me lo comiese igual que se lo estaba haciendo a Sandra. Chupaba y acariciaba cada parte de su chochito como sólo una mujer sabría hacerlo para llevar a otra mujer hasta el cielo, ¡era formidable!

Me acerqué a ella y le di un beso mientras que veía como se derretía de gusto por lo que Elena le estaba haciendo entre las piernas, ¡sin duda era única para comer coños!

Parecerá mentira, pero en todo ese tiempo, ninguno de los presentes habíamos pronunciado palabra alguna y tampoco recuerdo si alguno se había tocado entre ellos o no. Aquel silencio me recordó la noche que también estuvimos con Cristina y Nacho en el club, todo el mundo en silencio, a nadie le importaba nada de nadie, sólo querían disfrutar de lo que allí podría pasar.

Pero claro, la única persona que podía romper aquel silencio no podía ser otra que Elena, que separando sus labios de los hinchados labios del coño de Sandra soltó una frasecita que me dio mucho que pensar.

- ¿Quieres que siga, lesbianita mía? - le preguntó, eso sí, con una voz bastante sexy.

Aquella pregunta me llegó al alma, ¿lesbiana mi mujer?, ¡anda ya!, ¡pues no estás equivocada tu ni nada! - pensé - Una cosa es que se haya dejado hacer para conseguir mi felicidad y otra cosa es que sea tortillera.

Pero la respuesta de Sandra me hizo, otra vez, dudar de los gustos sexuales de mi queridita mujer y preguntarme si lo que había pasado durante tantos años era que ella nunca había querido, pero que siempre lo había estado deseando.

- ¡Sí, cariñito mío!, ¿a qué esperas?, sigue con lo que estás haciendo…¡cómeme el coño, cacho puta! - respondió Sandra con una voz entrecortada por los gemidos que estaba dando a la par que con sus manos cogía la cabeza de Elena y se la volvía a meter entre las piernas.

Mi duda seguiría sin aclararse de momento, pero lo que si tenía clarísimo era que me acababa de dejar totalmente alucinado con sus palabras, rindiéndome ante la que ya empezaba a ser la mayor de las zorras de aquel barrio, superando con creces a las viciosas Elena, Adela o Cristina.

Lo dicho, Sandra estaba tan convencida de lo que estaba haciendo, que incluso llegó a llamar “cariñito mío” a aquella mujer que con su lengua sorbía los jugos de su almeja con gran ruido como si estuviese comiendo caracoles.

- Eres una putita llena de sorpresas, ¡cómo me equivoqué contigo! Cuantas veces he deseado verte así, mi vida, ¡qué feliz me estás haciendo! - dije viendo que ella lo estaba disfrutando tanto, y lo más importante, con otra mujer, algo que nunca pensé que pudiese ocurrir, ya no una vez, sino una segunda vez.

- ¡Nunca me lo pusiste tan fácil como ahora! - me contestó con una voz muy nerviosa como si estuviese a punto de correrse.

Justo ese momento lo aprovechó Elena para acercarse a mí y con la lengua llena de los deliciosos flujos de su amiguita Sandra, me dio un beso haciendo que en mi boca entrasen todos los jugos que acababa de sacar del coño de mi mujer.

Mientras tanto, Cristina y su marido se acariciaban sin perder detalle de lo que estaba ocurriendo. Giré la vista para verlo y aquello me gustó bastante, tenía la falda totalmente levantada y se había bajado un poco las bragas, justo para que su marido metiese la mano para tocar su chocho. Pero lo que más me gustó fue ver, por segunda vez aquel día, un chumino lleno de pelos, tantos que se le salían por el lateral de las bragas, pero eso sí, ni la mitad que a la guarra de Adela.

La verdad es que no recordaba tanto pelo en el coño de Cristina, lo hubiese recordado seguro, pero claro, desde aquello hacía más de un mes y puedo asegurar que un mes da más que tiempo para que el coño de una mujer pase de una isla desierta a una selva negra.

Bueno, a lo que iba, Nacho había metido dos dedos en su rajita y los movía lentamente mientras que no quitaba la vista del coño de mi mujer ni del culo de Elena, que a cuatro patas se movía pidiendo guerra como nunca. Juanma, que no había parado de sobarse el rabo en silencio durante todo el tiempo, se incorporó, dejó la copa en la mesa y me miró.

- ¡Pues yo voy a seguir con lo que estaba haciendo antes! - dijo sin dar más explicaciones.

Y empujándome para hacerse sitio, se montó en el sofá y se puso delante de Sandra para volver a meter su polla en la boca de mi mujer, y sin más continuó con el mete saca de antes de la llegada de nuestros amigos.

Sandra, que lo estaba deseando, no le hizo ni el más mínimo asco, todo lo contrario, se la comió, se la chupo y chupó y chupó y chupó. Bueno, por mis explicaciones ya sabéis cómo chupa ella. Juanma, en aquella extraña postura empujaba su polla dentro de la boca hasta tocarle la garganta, la dejaba un par de segundos dentro tocando la barbilla de mi mujer con sus huevos y luego la sacaba llena de sus babas.

He de decir que verla comerse aquella polla de esa manera tan brutal me provocó cierta envidia, ¡a mí nunca me la había chupado así y a él ya era la segunda o la tercera vez que se lo hacía!

Para no perderme nada de la tremenda mamada que le estaba dando a Juanma y de la espectacular comida de coño que le estaba haciendo Elena, me levanté y me puse detrás del sofá justo detrás de Sandra y pegué mi cara todo lo que pude a la de ella. Delante de mi veía como mi mujer se tragaba aquel inmenso rabo hasta el fondo cuando a mí siempre me había dicho que no porque le tocaba la campanilla. Cómo ya sabéis, mi rabo comparado con aquel era más pequeño y sin embargo, se lo estaba comiendo como si se estuviese comiendo un “chupa-chups”. ¡Valiente joía por culo!, ¡esta me la debes! - pensé para mí.

Como digo, la hija de puta de mi mujer estaba en la gloria, sus mamazos eran impresionantes, pero siempre tenía el detalle de que cuando la tenía fuera de la boca, volvía la cara para mirarme a los ojos. En una de esas pocas veces que su boca quedó vacía, me acerqué a ella para darle un beso en el cachete y ella, sin yo esperarlo, pegó sus morros a los míos compartiendo aquel montón de babas que tenía en la boca y que la mayoría eran restos de líquidos de la polla de Juanma. Estuve a punto de separarme pero cómo la quería tanto y había sido tan especial conmigo, no aparté la cara y comencé a disfrutar de aquel hermoso beso.

Pero Juanma, que siempre estaba a las caídas, aprovechando que tenía mis labios pegados a los de Sandra, me pasó la verga por la cara soltando unas risas.

- ¿Quieres que te la coma a medias con Juanma? - me dijo Sandra separándose de mis labios para volver a lamer aquel rabo.

- ¡No gracias! - contesté yo - No quiero volver a empezar con lo mismo - le contesté.

- ¡Venga, hombre!, déjanos hacerlo a los dos para que Nacho y Cristina vean todo lo que hemos aprendido desde que les conocimos, al fin y al cabo ellos son nuestros maestros en esto, ¿no? - me dijo mi santa esposa dejándome sin palabras.

¿Qué puñetera fijación tenía mi mujer con que yo tuviese la polla entre los labios de Juanma?, ¿estamos tontos o qué?

- ¡No!, sabes que me desagrada, así que por favor, nunca más me lo pidas - le dije de forma bastante seca queriendo dejar claro que no me gustaba nada hacer aquello.

- ¡Vale!, yo haré lo mismo… - me respondió ella – Jamás me vuelvas a pedir que me acueste con otro hombre o mujer. ¡A mí tampoco me hace ni puta gracia y aquí estoy!

Aquella respuesta, aparte de repetitiva, al igual que la de Elena, fue bastante convincente, ¡para qué negarlo!, así que como un corderito y tragándome de nuevo todo mi orgullo, me acerqué a su oreja y le di un bocaito en ella antes de rendirme, por enésima vez, a sus pies.

- ¡Vale!, ¡lo haré por ti!… Pero sólo una vez más - le contesté casi en susurros.

- ¡Ven!, lo haremos sobre la alfombra, será más cómodo - me dijo en cuanto escuchó mis palabras dejándome ver una sonrisita ganadora en sus labios.

Y dejándose resbalar en el sofá para ponerse de rodillas en el suelo, pero sin casi despegarse de los labios de Elena, con un gesto le dijo a Juanma que hiciese lo mismo que ella.

En menos tiempo del que yo hubiese deseado, estaban los dos de rodillas, yo de pie frente a ellos y ellos frente a la pareja de invitados. La posición de Elena no había cambiado mucho, ahora estaba tumbada boca arriba con el coño de Sandra metido en la boca. ¡Bueno!, la verdad es que desde hacía un buen rato, en una postura u otra, seguía haciendo lo mismo, comerse el chocho de mi mujer.

Al ver que no tenía escapatoria, no les hice esperar. Cogiéndoles de la cabeza para unir sus bocas metí el rabo entre los dos. Era una sensación curiosa, la primera vez me costó bastante trabajo hacerlo, la segunda vez lo había hecho para agradar a Sandra, la tercera para follarme el culo de Elena y ahora, la cuarta vez lo estaba haciendo frente a Nacho y Cristina para enseñarles, según mi mujer, lo que habíamos aprendido. La verdad es que no me sentía muy orgulloso de aquella parte, pero lo que más me descuadró fue cuando Nacho estiró la mano y me agarró a los huevos empezando a masajearlos de la misma forma que antes se lo había hecho su mujer a Juanma.

Tres pollas, tres coños en la fiesta, seis culos, tres pares de esplendidas tetas y no sé por qué regla de tres, dos tíos me estaban tocando y comiendo el rabo mientras que una mujer estaba comiéndose el coño de otra, ¿Quién cojones era el organizador de todo aquello? ¡Claro!, ¡pues quién iba a ser!, el mariconazo de Juanma. Y menos mal que no estaba César, porque si llega a estar, seguro que alguno de los tíos tendría un rabo en el culo.

Pero claro, no todo podía ser malo en aquello, al fin y al cabo alguien tenía que poner orden en aquel desmadre y para mi placer fue Cristina, que sintiéndose sola se acercó a mí para agarrar la parte del rabo que no me chupaban comenzando a masturbarme como aquella primera vez pero esta vez sin las manos de Sandra de por medio, sólo sus labios.

- ¿Qué te parece, Cristina? - dijo Sandra refiriéndose a mí - Al principio protestaba, pero mírale ahora, ¡seguro que si le digo que vamos a parar, se mosquea!

- ¡Mucho cuidado! - dije separando la boca de Juanma de mi ciruelo - Si lo hago es por ti, no quiero que ellos piensen que soy maricón.

- ¡No te enfades hombre!, - me dijo Nacho - si a mí tampoco me gusta, pero disfruto cuando lo hago.

- ¡Ya, claro!..., y a mí lo que me gusta es que me la chupe una mujer, dije haciendo que todos menos Elena se rieran, sobre todo porque seguía entre las piernas de Sandra y tenía las orejas bien pegadas a sus muslos.

- Pues si es lo que te gusta, no te vas a quedar con las ganas - me dijo Cristina dando unos golpecitos en el sofá para que me sentase en él.

Loco como estaba por hacer algo diferente para dejar de recibir chupadas de rabo de aquel grandísimo hijo de puta, obedecí rápidamente a Cristina. Sin dejarme apoyar el culo del todo en el sofá, agarró mi polla y comenzó a mamar como si se le fuese la vida en ello. Me comía los huevos y volvía a la polla que dejaba bien manchada de su saliva, luego subía hasta mi ombligo dónde metía la punta de su lengua y volvía a bajar. Me comía la polla como una verdadera puta, dándome pequeños mordisquitos mientras que con su otra mano me estiraba de los poquitos pelos que ya colgaban de mis pelotas.

- ¡Dejadme un ladito en el sofá que quiero ver cómo le comes la polla a mi marido!, - dijo Sandra abandonando, momentáneamente, los labios de Elena para sentarme a mi lado.

Y tal como lo dijo se puso a presenciar como Cristina, cuarta mujer del fin de semana y de mi vida, me daba aquel castigo sobre el rabo mientras que Nacho a mi otro lado, Juanma de pie y Elena de rodillas en el suelo, estaban mirándonos fijamente.

La verdad es que la situación me cohibió un poco. Ver a tanta gente a mí alrededor mirando cómo me comía el rabo, no era fácil, (aún recuerdo la noche del Club Swinger dónde sólo yo quedaba por correrme y lo pasé bastante mal), así que usando una vez más mi cabeza, esta vez la de arriba, pensé en algo para que fuese a otro al que miraran todos y no a mí.

- ¡Esperad!, sé hasta qué punto son unas zorras Elena y Sandra y también sé muy bien los gustos de Juanma, pero los vuestros no los conozco aún, ¿te importaría que utilizara un poco a tu mujer mientras que nos tomamos una copa de champán y nos fumamos un cigarro? - le pregunté a Nacho.

- ¿De qué forma? - me respondió un poco extrañado.

- ¡No te preocupes!, todo irá bien, ya lo veras - dije poniendo la mano sobre las tetas de Cristina y dándole un buen sobeteo - Antes dijiste que no te importaría probar, ¿verdad? - dije a Cristina recordando lo que le había dicho a Elena antes mientras chupaba la botella de champan.

- ¿Qué tengo que hacer? - dijo ella dispuesta a cualquier cosa.

- Ahora te lo cuento, primero vamos a hacer sitio - contesté a Cristina - Juanma, separa la mesa a un lado y deja espacio libre para que nos podamos sentar todos a disfrutar de esta linda mujer. ¡Elena!, tráete unas cervezas y tú Sandra, trae tabaco para todos.

A Nacho no lo mandé a hacer palomitas casi de casualidad, ¡tampoco quería abusar!

Tras unos breves minutos de preparación, por fin estábamos todos sentados, unos en el suelo y otros en el chorreante sofá, que no veas cómo estaba del champán.

- ¡Cristina, haz un numerito para nosotros, por favor!, demuéstranos qué, cómo Elena, tienes un coño y un culito espectacular.

En principio creí que se iba a negar a mis mandatos al verse desnuda ante tanta gente, pero cuál fue mi sorpresa al ver que Cristina aceptaba mis órdenes con agrado.

- ¡Os voy a poner el rabo a tope y las almejas a punto de nieve! - nos dijo dándose la vuelta para enseñarnos su culo sin ningún tipo de reparo.

¡Que culete más bonito tenía la jodía cabrona! ¡Bueno!, la verdad es que como sabéis, me gustan todos los culos, me da igual que sean grandes, pequeños, gordos, flacos, caídos, respingones, sucios, limpios, peladitos, despeinados, da igual, todos los culos me ponen como una moto. Ya sabéis el dicho, “culo veo, culo quiero” ¡Yo creo que ese refrán lo inventaron el día que yo nací!

De espaldas como estaba, se agachó un poco y con una mano separó un poco una de sus cachas para mostrarnos su culo de la misma forma que lo hizo Sandra la noche del póker, ¡qué vista más provocativa!

Enfrente de todos, el culo de Cristina, y lo más impresionante, sin duda, los pelos de su coño que le llegaban hasta el culo. Aquella vista me encantaba pero cualquiera decía nada, ¡a ver quién aguantaba luego a Sandra con los picores que había pasado por mi gusto de tener su coño bien peladito! Pero no puedo negarlo, era realmente caliente ver ese culo abierto al máximo y lleno de rizados pelos negros.

- ¿Os gusta? - dijo Cristina, dándose un fuerte tortazo en uno de sus cachetes.

- ¡Nos va a dar un infarto! - dijo su marido sin que los demás dijésemos nada, de momento.

Como cualquier otro culo por el interior, su raja era más oscura que el resto de su piel, pero lo que más me extrañó es que su agujero estaba completamente cerrado, incluso más que el de Sandra. Con lo putona que yo creía que era y sin embargo tenía el culo casi sin estrenar, ¡qué raro!, ¿no?

Al separarse las cachas al máximo, pudimos ver la mata de pelos completamente mojados que cubría su delantera. En aquel momento, a pesar de poder levantarme y meterle un pollazo de impresión, quise seguir mirando, estaba notando que con sólo mirarla me podía correr en cualquier momento.

Entre sus piernas nos estaba mostrando toda su almeja abierta y mojada, sacándome de una duda, todo su coño era de tamaño XXL , ¡qué gustazo de coño! Juraría que es incluso más grande que el de Adela, pero eso lo tendré que probar luego - me dije a mí mismo. Lo que sí podía asegurar era que más aseado que el de la limpiadora tetona estaba.

Al tenerlo tan abierto, el afrodisíaco olor de su coño llegó a mí y seguramente hasta los demás. Otro olor distinto a los que ya había olido pero tan excitante como los demás, ¿Cómo coño podía oler tan bien un coño?, ¿qué coño tendrán los coños para que me guste tanto el olor a coño?, ¡da igual! - pensé - me gustan y ya está y si puedo disfrutar de tantos olores distintos, lo voy a aprovechar que a ver cuándo me veo en otra como esta.

Disimuladamente miré a Sandra para ver su reacción. La mamona de mi mujer estaba alucinada con las vistas. Mientras que con una mano se acariciaba suavemente un pezón, con la otra se sobaba el interior de los muslos pero sin llegar a tocar su coño.

Juanma, que estaba de rodillas al lado de Nacho, empujó un poco la espalda de Cristina hacia delante para que se agachara aún más y la movió un poco hacia atrás para que su culo quedara casi pegado a mí.Cristina, al notar tan cerca mi cara, se agachó todo lo que pudo apoyándose en el cuerpo de Juanma. Así, agachada y usando las dos manos se volvió a abrir el culo y el mejillón ante mis ojos dejándome con la boca abierta admirando aquel inmenso, ¡sí!, inmenso coño. Seguro que en ese momento tenía yo la misma cara que ella cuando vio el rabo de Juanma.

- ¡Se te cae la baba, cariño! - me dijo Sandra haciendo el gesto de pasarme la mano sobre la barbilla para recoger mis babas.

Pero qué va, si se me llegan a caer las babas, por muchas que soltara, jamás sería como aquel coño que tenía a escasos centímetros de mi cara, ¡estaba empapada!, los dedos los tenía completamente mojados e incluso un poco arrugados por la humedad. La tentación era demasiada y yo no podía aguantar más las ganas de meter mi boca en aquel hermoso culo para darme un buen atracón y llenarme la boca de pelos mojados por su flujo que olía a gloria.

Y cuando fui a sacar mi lengua para darle cera a aquel tremendo descapotable, escuché la voz de los Súper Tacañones, digo, de mi amiguito Juanma.

- ¡Muy bien Cristina, ponte de pie! - dijo Juanma dejándome con las ganas de hacer lo que tenía pensado.

Cristina le hizo caso y dándose la vuelta se llevó sus mojados dedos a la boca para chuparlos suavemente dándonos un nuevo mini espectáculo de guarrerías. Los chupaba con suavidad mientras que no paraba de mirarme a mí y de vez en cuando a su marido, creo que buscando el permiso de este para hacer conmigo lo que le viniese en gana.

Sin poder resistirme, y sin importarme una mierda lo que dijesen los demás, puse mis manos en su culo y tirando de ella, metí mi nariz hasta lo más hondo de su peluda raja para olerla. No me podía quedar con la duda de saber cómo olía, quería grabarme aquel nuevo perfume en lo más hondo de mi imaginación.

Aquel olor era muchísimo más fuerte que el de Sandra, cosa difícil, pero bastante más parecido al de Elena y claro, ni punto de comparación con el sucio coño de Adela. Pero importándome poco, como si un chucho fuese, lo olí con ansias para que me llegase hasta el alma haciendo que mi verga se pusiese a punto de reventar. Pero aunque la olía y la volvía a oler, y a pesar de gustarme tanto, jamás podría igualarse al incomparable olor que desprendía, limpio o sucio, el coño de mí amada esposa.

Y pensando en aquello, me dispuse a meter mi lengua entre aquel bosque buscando su preciada pepitilla.

- ¡Sí vas a comerme el coño, hazlo bien! - me dijo Cristina cogiéndome del brazo y acostándome sobre la alfombra.

Tras tenerme sobre el suelo, Cristina pasó su pierna por encima de mi cabeza para que su chocho quedara encima de mi cara creando un perfecto sesenta y nueve. Su coño estaba chorreando y una especie de baba blanca, producida por su calentura, manchaba los labios y los pelos de su coño. En aquel momento perdí la noción del tiempo, yo no podía ver ni escuchar nada de lo que ocurriese a mí alrededor. Estaba igual que Elena antes, con las orejas bien pegadas a aquellos dos preciosos y calentitos muslos. Sólo tenía neuronas, es decir una, para lo que iba a hacer en un segundo. La verdad es que tampoco me interesaba mucho lo que pasara a mí alrededor en aquel momento, como mucho iban a follar los unos con los otros, ¡nada anormal!

Cristina apoyó su cuerpo contra el mío y metiéndose mi verga en la boca comenzó a darme un mamazo de campeonato. ¡Qué mamada más rica me estaba dando!, aquella guarrilla sabía lo que hacía, me acariciaba los huevos mientras me la chupaba lentamente.

Al verla tan preocupada por el trabajo que tenía entre manos, quise relajarla un poco. Cogiéndole las cachas del culo, las separé y metí mi nariz entre aquel montón de pelos para emborracharme de aquel olor que tan cachondo me había puesto antes. Mientras olía no paraba de sobar su suave culo. Sin duda, aquel era el culo más grande que había visto en mi vida, después del de la limpiadora, ¡claro está!, pero bastante más que el de Sandra y el de Elena. Me refiero a su anchura, claro, porque si lo hubiese comparado con sus agujeros, este quedaba el tercero después del de Sandra y del de Elena

Con los nervios de recordarlo creo que me he hecho un lío, pero bueno, creo que se entiende

Comencé a chupar sus labios bebiéndome el líquido del cuarto coño de mi vida. Durante casi cuarenta años sólo había tenido uno cerca de mí, el de Sandra, pero en un fin de semana y gracias a mi amadísima esposa, era el cuarto que pasaba por mis manos. Nunca es tarde, si el coño, digo, la dicha es buena, ¡vamos, digo yo!

Cristina, al notar como mi lengua empezaba a menearse, al igual que el día de antes Elena hizo conmigo y luego obligo a Sandra a hacerlo también, bajó aún más su culo contra mi cara dejándome casi sin respiración mientras que notaba como se metía y sacaba mi verga de la boca y con la mano me presionaba suavemente los huevos.

- ¡Sí, cómemelo, cabronazo!, ¡sigue chupando! - escuché.

Pero si digo la verdad, como mis orejas estaban a tan buen recaudo, no podría decir de quienes eran aquellas palabras, si de Sandra, Elena o de la misma Cristina. Aunque creo que de esta última no podían ser, entre otras cosas porque en ningún momento había dejado de comerme el rabo, ¡a no ser que fuese ventrílocua, claro!

Creo que no, no lo era. Eso me dio a entender que alguna de las otras dos mujeres estaba en la gloria disfrutando de los labios de alguno de los dos tíos que estaban por allí deambulando.

Mientras tanto, yo seguía con mi trabajo de lengua. Un par de veces tuve que parar para quitarme algunos pelos que quedaron pegados a mi lengua y que casi me hicieron atragantarme, pero en cuanto estuvieron fuera, seguí y seguí hasta que pude llegar a su culo y por fin coger un poco de aire. Tras respirar, sin darme tregua empecé a lamerlo haciendo pequeños círculos con mi lengua sobre su pequeño agujerito. Así es como me lo hacía Sandra a mí, y si a mí me gustaba, seguro que ella también lo iba a disfrutar.

Y no me equivoqué, dejó de chuparme el rabo y ahora si pude escuchar como gemía de gusto al ritmo que mi lengua le marcaba en el culo.

- ¡Fóllame!, quiero tu polla en mi coño cuanto antes. Me tienes como a una perra en celo y quiero que me folles - me dijo levantándose, dándose la vuelta y sentándose nuevamente sobre mi rabo.

¡Joder!, y yo que creía que Sandra era mal hablada.

Durante los pocos segundos que tardó Cristina en darse la vuelta, por fin pude ver al resto de participantes. Mi primera imagen fue de lo más agradable. Sandra, de rodillas y bastante cerca de mi cuerpo, le estaba haciendo una paja a Nacho, que estaba sentado en el sofá. Sandra acariciaba los huevos de Nacho con sus uñas, subiendo poco a poco por su polla hasta llegar al capullo, que en aquel momento estaba a punto de reventar y soltar leche como si de una manguera de bombero se tratara. De repente acercó la cara a su cipote y empezó a lamérsela con su lengua para luego metérsela en su boca y empezar con una mamada bestial.

Nacho no esperaba aquella mamada tan rápida así que la cogió suavemente del pelo y la hizo parar.

- ¡Tranquila!, quiero disfrutar mucho y sin prisas, no pares de chupármela, pero no vayas tan rápido - le dijo con una voz muy melosa.

La soltó del pelo y automáticamente volvió a trabajar con su lengua pero esta vez mucho más relajada, bajando desde su capullo hasta los huevos y dándole suaves y largas lamidas en ellos. Aquello me llegó al alma, ¡sí, al alma!, he dicho bien. Yo era el cuarto coño del fin de semana, pero de Sandra era la polla número… ¿cuántas pollas se había comido hasta entonces?, ¡joder!, ¡pues no me acuerdo! Así que una más tampoco me molestó mucho.

Pero si aquello me había gustado, lo que vi al otro lado del salón fue espectacular.

Juanma estaba a cuatro patas mientras que Elena le daba zurriagazos en el culo con un matamoscas de esos largos parecidos a una zarpa, mientras que con la otra mano le tenía cogidos los huevos dándole apretones. Le daba azotes, bastante sonoros pero no muy fuertes, mientras que él gemía cada vez que aquella vara de plástico le zurraba en el culo.

- ¿Estás cachondo, perro?... O ¿prefieres que te llame perra?... - le preguntó Elena.

Él no contestó y aquello hizo que Elena se enfadase dándole un azote, ahora sí, muchísimo más fuerte dejándole la marca en el culo.

- ¿No me respondes? - preguntó Elena - ¿Necesitas más?

¡Qué cabrón!, al fin ha encontrado a la pareja que tanto buscaba para darle azotes en el culo como a él le gustan - pensé.

- ¡Sí!, ¡seré tu perra con mucho gusto! - contestó Juanma levantado la cara y mirándome a mí, creo que pensando lo mismo que yo me acababa de figurar.

Cuanto vicio había en aquella habitación, no tenía ni el menor parecido a cualquiera de las películas más guarras que hubiera visto hasta entonces, y mira que había visto películas porno de todo tipo.

Al ver que todos estaban bien servidos, para que Cristina no se me viniese abajo volví a mi trabajo en aquel inmenso, peludo y oloroso coño que estaba delante de mí cipote a la espera de que la hartara de carne en salsita.

Mi rabo por fin estaba a buen recaudo dentro de aquel melenudo chumino y mi folladora de turno había empezado a subir y bajar lentamente, haciendo que mi polla disfrutase como se merecía. Tenía los ojos cerrados, totalmente concentrada en lo que estaba haciendo, ella también lo estaba disfrutando tanto como yo. Cogiéndose un pecho con las dos manos empezó a magreárselo y a meterse el pezón en la boca para mordérselo. Al verla, abrí la boca todo lo que pude para que me diese de mamar como a un niño hambriento, ella al verme me lo acercó a la boca dejándose caer sobre mi pecho. Sin parar de mover mi culo arriba y abajo, se lo chupaba y mordía con ansias. Su pezón había duplicado su tamaño y la areola que lo cubría estaba totalmente erizada, estaba cachonda como una burra, pero aquello duró poco y quitándomelo de la boca, volvió a estirar su cuerpo para coger la postura perfecta y comenzar a mover el culo con mi rabo dentro de ella.

Sin querer, queriendo, mi mano se fue deslizando buscando la entrepierna de Sandra que seguía disfrutando con su mamada a aquel nuevo rabo, que la verdad, aunque al principio me pareció más normalito y aunque estaba duro como el hierro, dejaba bastante que desear, ¡aquel rabo hacía grandísimo al mío! Mi mujer se fue abriendo poco a poco de piernas al notar como mis dedos hurgaban en su coño, entraban con tanta facilidad que para aumentar su placer decidí meterle tres dedos. Sandra gemía de placer con los ojos cerrados y chupando aquel trozo de carne a la par que mis dedos se hacía hueco. Yo sabía que ella también tenía un coño bastante grande, pero jamás la había visto en esa postura y con el chocho tan abierto, así que sin pensármelo siquiera le metí casi toda la mano hasta los nudillos.

Aquella maniobra hizo que Sandra empezara a dar verdaderos gritos de placer como nunca la había escuchado. ¡Qué cabrona!, estaba disfrutando como nunca y haciendo disfrutar a Nacho como no se esperaba, ya que le estaba comiendo la polla al ritmo que yo le marcaba en el coño.

Mientras tanto, Cristina seguía dándome un placer sublime en el rabo, seguía cabalgándome cada vez más rápido a la vez que se pellizcaba los pezones. De repente empezó a gemir muy fuerte, ¡se estaba corriendo con mi polla!

Durante un par de segundos estuvo totalmente quieta reponiéndose de su reciente corrida, pero eso, un par de segundos, porque enseguida volvió a mover su culo sobre mi cuerpo para continuar con el polvazo que me estaba echando.

Al abrir los ojos y ver lo que mis dedos estaban haciendo dentro de Sandra, mojándose un dedo de saliva, sin cortarse un pelo se lo metió en el culo a mi mujer, repitiendo con Cristina lo mismo que César y yo le hicimos a Sandra mientras se comía el rabo de Juanma y Dani la primera noche. Esta al notarlo dio un pequeño gemido y paró de moverse, pero automáticamente continuó con su mamada mientras que Cristina y yo nos la follábamos a dúo.

Si digo la verdad, en aquel momento estaba más atento a Sandra que a mi propia polla, quería que ella disfrutase todo lo que pudiese de aquella semi orgia chapucera. No recuerdo si Juanma y Elena seguían con lo de los azotes, la verdad es que al estar al otro lado de mi vista, no podía verlos, pero para nada quería cambiar la vista de aquel precioso cuerpo que estaba comiéndose aquel rabo mientras disfrutaba de nuestros dedos.

- ¡Me corro! - dijo Nacho sin dar tiempo a Sandra de que se retirase de su rabo.

Pero para ser realistas, ella tampoco hizo mucha intención de querer retirarse ya que seguía comiéndose aquel nabo sin importarle para nada lo que acababa de escuchar.

Aquel hombre no pudo aguantar más y se corrió en su boca. Sin poder verlo, noté perfectamente que Nacho había soltado varios chorros de leche en la boca de Sandra, entre otras cosas porque los acompañaba cada uno con un gemido y de un empujón con las caderas. Pero Sandra no paraba de chupar y se los iba bebiendo, haciéndonos escuchar, la muy guarra, el ruido que su garganta hacía cada vez que se tragaba un chorro.

Unos segundos después y sin soltar aún el rabo de Nacho, Sandra se retorcía sobre mis dedos gritando que me la follase más rápido, que no podía más, que se corría.

- ¡Más fuerte, cariño!, ¡fóllame más fuerte! - me dijo girando su cabeza cómo la niña del exorcista para mirarme y dejarme ver como unos pequeños restos de leche que no se había tragado le caían por los labios.

Al aumentar, tanto Cristina como yo, el ritmo de nuestras manos, su cuerpo empezó a convulsionarse. Dejándose caer sobre el rabo de Nacho, cerró los ojos para disfrutar al máximo de aquella corrida que estaba teniendo acompañándola de suaves gemidos que salían desde lo más hondo de su coño.

En aquel momento me di cuenta de que había conseguido mi mayor deseo en este mundo, ver follar a mi mujer con otro tío, bueno con otros tíos, con tías, lo inimaginable, mientras yo miraba y disfrutaba follándome a otra mujer. Aquella recatada “gata madrileña” que un buen día siguió mis pasos sin imaginarse las cosas que haría a mi lado en la ciudad de “los boquerones”, ahora me hacía sentirme lo que hacía tanto tiempo había deseado, estar casado con una mujer totalmente liberal en el sexo y sentirme el hombre más cornudo del mundo. ¡Cornudo, sí!, ¡pero un cornudo feliz!

Yo también estaba a punto de correrme, porque a pesar de estar al cuidado de que Sandra lo pasase lo mejor posible, Cristina no había parado en ningún momento de mover su redondo y gordito culo sobre mi cuerpo.

- ¿Te importa que me corra en tu cara? - le pregunté en el colmo de mi perversión.

Sé que no a todas las mujeres les gusta que se lo hagan, pero supuse que a ella, después de la amistad “tan especial” que nos unía, poco le iba a importar que me corriese en su boca y sobre ella.

- ¡En absoluto! - me contestó dándome todo el permiso.

Y sacándose mi rabo y dejándome ponerme de pie frente a ella, se arrodilló y se agarró a mi polla dispuesta a darme una fenomenal mamada.

Lo siguiente que noté fue como aquella mujer me comía la polla de una forma espectacular, haciendo que mis piernas se pusieran temblonas y tuviese que buscar un punto de apoyo para no partirme la crisma.

El apoyo que encontré fue el perfecto, la cabeza de mi mujer que desde muy cerca nos miraba. A estas alturas tenía un calentón de caballo y en cosa de treinta segundos con mi rabo entre sus labios, empecé a mover mi culo como si le estuviese follando la boca para empezar a correrme. Por fin, aquel puñetero día de la jodida puerta, los putos timbres y los malditos móviles, ¡me iba a correr!

Cristina aguantó el primer chorro en su boca pero se la sacó justo antes del segundo chorro, recibiéndolo con gusto en su cara. Estuve, yo creo que tres o cuatro horas, corriéndome (¡Ji Paco!, ¡lo que tú digas!). Parecía que nunca iba a parar de correrme, la cara de Cristina quedó totalmente llena de la leche que hacía unos segundos estaba a buen recaudo dentro de mis huevos. Aquella cantidad de semen no era normal en mí, pero cómo llevaba muchas horas criándola y nadie me había ordeñado, pues nada, ¡toda para ella!

En aquel momento mi rabo estaba muy, pero que muy sensible y sin embargo, la muy puta seguía restregándose mi polla por toda su cara repartiendo bien toda mi leche. Pero si aquello hacía que me agarrase aún más fuerte a la cabeza de Sandra para no caerme, cuando comenzó a limpiarme el capullo con su lengua, me tuve que dejar caer sobre el brazo del sofá, dejando por fin en paz a mi capullo y yo, la cabeza de mi querida mujer.

Con su dedo recogió los restos de su cara y se los metió a Sandra en la boca, chupando y relamiendo su dedo lleno de mi semen para compartirlo entre las dos.

En aquel momento, cuatro de seis nos habíamos corrido al menos una vez. Sandra, que yo recuerde, tres veces, la jodía. Pero ninguno sabíamos que había pasado con los otros dos, así que ya más relajados y con los huevos bastante más ligeros, desviamos la mirada hacia el otro sofá desde donde se escuchaban los gemidos de Elena y que hasta ahora no les habíamos hecho mucho caso.

Elena estaba montada sobre el rabo de Juanma saltando sin parar pero al ver que eran los únicos que quedaban vivos en la fiesta, para darnos una pequeña lección de cómo follarse a un rabo del tamaño del de Juanma, cambio de posición y se giró completamente para quedar de espaldas a Juanma que estaba apoyado en el sofá.

Esa es una de mis posiciones favoritas ya que me encanta follarme a Sandra mientras le magreo las tetas con las dos manos y le beso la espalda.

Pero a lo que íbamos, Elena cogió el rabo de Juanma pero antes de metérselo hasta el fondo, se lo rozó por su pipa haciéndose una pequeña paja con un inmenso consolador de carne, aunque ni parecido al verde de cristal que había usado antes, ¡claro está!

- ¡Venid!, ¡sentaos aquí! - nos dijo Sandra sentándose el suelo a menos de un metro de aquel sofá.

La posición que había escogido mi mujer para que viéramos a aquella pareja follar era la mejor, sin duda. Desde el suelo veíamos de frente como Elena, con las piernas completamente abiertas, se pasaba la verga por toda su raja moviéndola de un lado hacia otro, haciendo que el capullo amoratado de Juanma chocara con sus labios. Elena tenía una cara de gusto impresionante mientras que él se dejaba pajear con los gordos labios del conejo de Elena.

Juanma, que como ya he dicho otras veces, no perdía puntada, empujó un poco la espalda de Elena y mojándose un dedo con su saliva, lo puso sobre el agujerito del culo de ella, que en comparación con el de Cristina, era un túnel. Aquella íntima caricia pudo más que Elena haciendo que al sentirla se dejara caer sobre su cipote clavándoselo hasta las pelotas y empezara a bajar y a subir dándonos una vista espectacular a los cuatro que estábamos sentados delante de ellos.

Las manos de Juanma, que habían dejado de masajear su culo, se dirigieron a las tetas de Elena magreándolas y amasándolas como si de cuatro kilos de masa de pan se tratase, sólo les faltaba la harina para haber preparado unas cuantas barras de delicioso pan-teta . Ella se recostó sobre su pecho y él al tener su cuello tan cerca empezó a chupárselo haciendo que esta aumentara el ritmo de la follada por el gusto que le estaban produciendo los “bocaitos” vampíricos que le estaba dando en el cuello.

Aquella zorra estaba cachonda como nunca, yo creo que jamás había follado con tanta gente delante.

El calentón que tenía hizo que cogiera una de las manos de Juanma que estaba sobre sus tetas y la llevara hasta su raja. No tuvo que explicarle nada a su follador, este con sus dedos comenzó a frotar suavemente su clítoris. Yo sabía, por la experiencia que tenía con Sandra, que aquello provocaría la corrida de Elena en menos tiempo del que creíamos. Sandra también lo sabía y como buena zorra que era, se acercó aún más a ellos. Quitando la mano de Juanma, puso la suya y empezó a masturbar a Elena con sus dedos a gran velocidad. Elena no se hizo esperar y directamente empezó a gemir saltando de forma exagerada sobre aquella barra de mortadela que se estaba metiendo en el coño.

- ¡Me corro otra vez! - dijo Elena casi aullando como un lobo y consiguiendo que Sandra moviera la mano más rápido aún, si era posible.

- ¡Yo también me corro! - dijo Juanma, sacando su verga del coño y lanzando un buen chorro de leche que fue a parar directamente a la cara de mi mujer.

Al verla fuera de su coño, mi santa esposa, más puta que nunca, se agarró a aquel poste y empezó a menearlo con la intención de sacar hasta el último goterón de leche. Un segundo chorretón de leche cayó en medio de sus tetas y un tercero sobre su ombligo resbalando hasta su coño. Mientras tanto, totalmente manchada de leche, siguió acariciando un poco más aquel vergón mientras que con la otra mano se embadurnaba todo el pecho con la leche.

Dándose la vuelta nos miró a los tres y vimos como un chorro de leche cruzaba su cara desde su pelo hasta su nariz. Cristina que tampoco era manca, se puso a cuatro patas dejándome el culo en primer plano, y cogiendo el pegote de leche con uno de sus dedos, lo acercó hasta los labios de su marido para que lo chupara, cosa que Nacho hizo sin mostrar ningún tipo de asco a aquellos jugos recién ordeñados de aquella extraña polla para ellos.

- ¡Bueno, creo que has perdido, machote! - le dije a Juanma encendiéndome un cigarro.

- ¿De qué habláis? - preguntó Nacho.

- ¡Nada!, que estos dos se han apostado no sé qué a ver quién era el primero que se corría - dijo Sandra a la par que se ponía de pie para ir al baño.

- ¡Entonces ha perdido Leandro! - dijo Cristina al escuchar lo de la apuesta.

- ¡Creo que no, preciosa! - le repliqué sacando toda mi chulería - Yo tenía una corrida extra gracias a que nuestro amiguito Juanma se ha estado follando esta mañana a la limpiadora y jugaba con ventajas.

- ¡Pero eso no vale!, ¡eso no me lo habías dicho! - replicó Sandra bastante enfadada desde la puerta del salón.

- ¡Bueno!, ¡bueno!, ¡no nos enfademos! - dijo Elena que aún seguía sentada sobre el rabo totalmente decaído de Juanma - Hacemos una cosa, son las siete y yo hasta por lo menos las nueve o las diez tengo intención de seguir follando, así que el primero que se corra entre vosotros dos antes de las diez, pierde, ¿os parece bien? - dijo aquella puta zorra.

- ¿No sé?, eso lo debe decidir Leandro - dijo Juanma quitándose a Elena de encima y poniéndose de pie para coger un cigarro.

- ¡Estoy de acuerdo!, lo haremos así. A mí tampoco me importaría echar otro polvito - dijo Sandra dándose media vuelta para irse al baño e importándole poco lo que yo fuese a decir.

- ¡Bueno!, ¡pero ahora va de verdad!, ¡el primero que se corra, pierde! - dije yo sintiéndome un poco bastante manejado por mi querida y zorra mujer

En aquel momento me asaltó una duda, ¿seré capaz de conseguir ponerla dura otra vez?

¡Mejor!, ¡así no me corro y gano! - pensé para mis adentros.

- Así que nos fumamos un cigarro, meamos, que seguro más de uno se está meando y después de una cervecita, seguimos, ¿os parece? - terminé diciendo y sucumbiendo nuevamente a los poderes de mi hechicera Sandra.

No tuve respuesta, la respuesta fue una estampida hacia el cuarto de baño. Todos nos estábamos meando vivos con tanto champán y cerveza.

Después de la veloz meada, muchísimo más rápido que la de esta tarde, todos nos sentamos en el suelo sobre la alfombra para bebernos una nueva cerveza y tomar un poco de aire antes de volver al ataque.