Solo era el principio (44) ¡Aleluya, aleluya!...

Le aflojé el nudo de aquel precioso traje negro que llevaba y como si de un pañuelo de seda se tratara, cayó dejando sus tetas al aire. Sin dar tiempo a mucho más, me puse de pie y me desnudé por completo. Sandra, aún con el traje enganchado en sus caderas y sin dejar de mirar a la otra pareja...

CAPITULO 44

¡Aleluya, aleluya!…

MARTES, 09 DE DICIEMBRE DE 2008 (TARDE) (2ª PARTE)

Tras un rato más o menos corto, el justo para tomarnos una cerveza, fumarnos un cigarro y hacer un par de bromas sobre los parecidos entre la cerveza y la meada de antes, sonó el timbre de la puerta.

- ¡Ya está aquí! - dijo Juanma - Esperadme qué enseguida vuelvo.

Y sin más, se levantó automáticamente y se dirigió hacia la puerta de entrada para abrir.

En cuanto abrió la puerta, por su voz, supimos que se trataba de nuestra buena amiga Elena.

Durante la pequeña conversación de más o menos un minuto que mantuvieron en la puerta pude escuchar como Juanma le preguntaba que si todo había ido bien. Ella respondió que sí pero que le había costado bastante trabajo. ¿A qué se referiría Elena?, ¿qué habría hecho para que le costase tanto esfuerzo?

¡No te preocupes, Leandro!, fijo que te enteras en un rato - me comentó Minga.

Y con las mismas, se marchó, sin tan siquiera pasar a saludarnos, y Juanma volvió a entrar en el salón.

- Como habréis escuchado, era Elena. Me ha dicho que ahora vuelve pero que tiene una cosita que hacer antes de dedicarse en cuerpo y alma a nosotros. ¡Esa es la sorpresita! - nos dijo.

¡Joder!, ¡al final voy a triunfar como Los Chichos !, en vez de un chochito y un par de rabos, voy a volver a tener dos coñitos a mi disposición, ¡qué guay!, ¿no?

Ahora entendía lo de la variedad de culos. El rabo de Juanma no me importaba mucho que estuviera por allí deambulando, con no hacerle mucho caso era suficiente. ¿Qué mejor fin de fiesta que aquel que me estaban regalando? Por primera vez aquel día, me alegré de no habernos marchado, la orgía que se debía haber producido el primer día y que finalmente tuvo más parecido con una bacanal de rabos, por fin se iba a celebrar pero con igualdad de churras y merinas, ¡bien!

- ¿Qué te parece, Sandra? - le preguntó a mi mujer.

¡Qué hostias!, ¿pues qué le va a parecer?, ¡estupendo! - pensé.

¿Qué problema podría poner?, yo ya me había tirado a Elena delante de ella y ella a Elena delante de mí así como a Juanma, a César, a Dani… Y a Adela no porque no le había dado tiempo, que si no, seguro que hubiese terminado tirándosela. Aquello sólo sería repetir lo que ya habíamos hecho pero ahora con más gente alrededor y por primera vez al mismo nivel, es decir, tantas zanahorias como conejos - pensé recordando aquella rara conversación que mantuvimos Juanma y yo el pasado sábado en nuestra cama.

- ¡Me parece perfecto! - dijo Sandra dejándome bastante ilusionado con su consentimiento a tener de nuevo un par de coños a mis pies.

En aquel momento tenía la polla morcillona de sólo pensar en Elena y que en un rato su sabroso coño estaría sentado sobre mi rabo, o mejor, poder quitarme la obsesión que tenía con su culo dándome un buen atracón con él. O por lo menos eso esperaba, ¡porque en aquella casa podía pasar de todo!

Sandra sabía con las ganas que me había quedado esa mañana de follarme a la tetona de Adela tras comerle el coño, y sabía perfectamente la ilusión que me hacía volver a tirarme a otra mujer delante de ella, y encima, de nuevo me las podría follar a las dos a la vez, ¡la ilusión de cualquier hombre y mi queridísima esposa me lo estaba poniendo por tercera vez en bandeja!

Así estuvimos casi diez minutos, charlando sobre todo de las sinuosas curvas de Elena, de su inmenso culo y de sus grandiosas tetas, cuando de repente sonó de nuevo el dichoso timbre de aquella maldita puerta. ¡Otra vez aquel timbre de los cojones!

Pero lo bueno de todo fue que ahora me importó muchísimo menos, ahora estaba casi seguro que si aquel sonido me había cortado la corrida no sé cuántas veces durante la mañana, ahora serviría para todo lo contrario, para correrme de gusto. Así que sin darle tiempo a Juanma, me levanté de un salto y salí corriendo hacia la puerta para abrir. Sandra se vino detrás de mí a recibir a la invitada de Juanma.

Lo que esperaba, en cuanto abrí la puerta lo comprobé. ¡Era Fernando Alonso!

¡Qué no, hombre, que no!, ¡que era Elena!

- ¡Esto es magia! - bromeé al verla sabiendo a lo que venía a aquella casa.

- ¡No!, ¡son bombillas fundías! - me respondió Sandra con sarcasmo pero con una sonrisa que sólo usaba cuando realmente estaba satisfecha de lo que estaba haciendo.

Me llevé una grata sorpresa al verla con el pelo suelto. El día de las cajitas, o sea el día de antes, lo llevaba recogido y la verdad es que tampoco me fije precisamente en su pelo, pero hoy, si me había llamado la atención aquel detalle, el cabello suelto me encanta en una mujer. Tenía un pelo bastante largo y además, para rematar la faena, vestía una falda incluso un poco más corta que la de ayer, tan corta que al agacharse dejaba ver el principio de unas graciosas braguitas blancas y la totalidad de aquellos dos muslos impresionantes, terminados con unos zapatitos de tacón de casi medio metro, (¡hala, exagerado!), dignos de la mejor zorra del edificio y si no me equivocaba, del barrio.

A pesar de lo de ayer, al saludarla quise ser recatado y sólo le di dos besos más o menos formalitos pero pasando mi mano por su suave pelo y rozando su espalda justo donde pierde su digno nombre, es decir, su culo, cosa que ella agradeció con un suave suspiro casi imperceptible para Sandra y un rápido guiño que me dejó fascinado. Y sin mucha historia más, entramos en el salón, cómo he dicho, ella sabía perfectamente a lo que venía y los que estábamos allí también, ¡para qué nos íbamos a andar con sutilezas si todos estábamos locos por empezar a follar cuanto antes! ¡Bueno!, a follar pero no a corrernos, eso tendría que intentar que tardase el mayor tiempo posible, al menos conmigo mismo si no quería perder la apuesta antes de empezar.

Y de nuevo, de forma totalmente desvergonzada, fue Juanma quien rompió el poco hielo que podía haber en el ambiente para aclararnos con pocas palabras, qué hacíamos allí.

- ¿Te gusta la putita que te he traído para follarte como regalo de despedida? - me preguntó Juanma de sopetón, cómo digo, aclarando cualquier duda que pudiésemos tener cualquiera de los cuatro.

- ¿Me gusta?, ¡me gusta es poco, chaval!, ¡me encanta! ¡Eres un monstruo, tío! - le dije dándole una palmadita en el hombro en señal de amistad.

Y mientras decía aquello, vi como Elena se sentaba frente a nosotros con las piernas totalmente abiertas y enseñándonos sin ningún tipo de vergüenza, sus pequeñísimas braguitas, en contraste del recuerdo de las grandiosas bragas de Adela, prácticamente metidas en la raja de su coño.

¡Qué envidia me daba aquel mariconazo!, tenía un harem de zorras impresionantes a cual más buena y más cachonda. Eso sí, todas bien metiditas en carnes y con unas tetas impresionantes, justo cómo es Sandra y como a mí me gustan las mujeres.

¿Tendrá más?, ¿me regalará alguna si se lo pido? - pensé.

¡Acuérdate y antes de marcharnos le preguntas! - me dijo mi olvidada Minga.

¡Vale! - contesté a mi subconsciente mientras me recolocaba el cipote que ya estaba peleón y luchando por romper mi cremallera.

Pero a lo que iba. Hasta ahora no me había fijado en su blusa, había estado bastante ocupado mirando fijamente el triangulito de su blanco tanga y aquel lindo coñito que el día de antes tanto placer me había dado. Pero cuando levanté la vista, me quedé asombrado al ver cómo aquella blusa de seda gris se le había pegado al cuerpo haciendo que el tamaño de sus melones fuese impresionante, bastante más pequeños que los de Adela, pero sin duda, extraordinarios, ¡vaya tetas!

- ¿Te ocurre algo? - me preguntó Sandra al ver que sólo me quedaba empezar a babear.

- ¡No!, ¡nada!, pero es que estoy mirando las tetas de Elena y estoy alucinando.

- ¿Y te gusta lo que ves? - me preguntó Sandra.

- Después de las tuyas, son las más bonitas que he visto en mi vida, ¡mi cielo! - contesté diciendo la verdad pero peloteando un poco para que no se molestase.

- ¿Te gustaría tocármelas? - me preguntó Elena sin cortarse un pelo tras escuchar mi descarado comentario.

- ¡Vamos!, ¡no te cortes! - agregó Juanma dándome un pequeño empujón hacia ella.

- Seguro que darías cualquier cosa por quitarle la blusa y comerte esas tetas por encima del sujetador, ¿no? - me preguntó Sandra y dándome permiso a todo.

De repente, la imagen de un sujetador desbordado de apetitosa carne blanca apareció en mi mente.

¡Joder!, como me conoce la jodía Sandra - pensé al instante.

- ¡Sí!, ¡la verdad es que sí! - contesté con voz un poco nerviosa pero quedándome quieto para no ser el primero en dar el paso irrevocable.

A pesar de ya haberme comido sus tetas el día antes y de tener bastante claro el cómo iba a seguir la jornada, todo iba demasiado rápido para mis intenciones finales de ganar la apuesta, así que como ya sabéis que a mí me gustan los preliminares antes de entrar a matar, sobre todo para alargar la corrida el máximo posible, tendría que buscar una solución. Lo difícil era buscar la correcta entre aquellas alimañas.

- Y entonces, ¿qué es lo que os apetece hacer? - preguntó Elena al ver que yo no me decidía.

Aquello lo dijo Elena con una voz demasiado sensual mientras se pasaba de forma desvergonzada un dedo por filo del sostén logrando que el principio de su pezón se asomase al balcón.

- ¿No sé?, ¿qué os apetece a vosotros? - preguntó Sandra.

- A Elena le encanta que le follen el culo a lo bestia, si queréis se lo hacemos - dijo Juanma levantándose y poniéndose al lado de Elena.

¡Joder!, pues no creo que esa sea la mejor forma de alargar el momento - me dije a mi mismo mientras que cogía el mando de la tele para encenderla e intentar así prolongar lo inevitable.

- ¡Ah!, pues eso fue lo único que no probamos ayer, ¿verdad, vida? - dijo Sandra dejándome totalmente anonadado por su calenturiento mensaje.

¡Eah!, y encima mi mujer haciendo leña del árbol caído.

- ¡No! - respondí sin separar la cara de la tele y siendo el único que aparentaba querer tener un poco de paciencia en aquel salón.

- Además, cómo ya sabéis después de lo de ayer, ¡qué eso sí que sé que lo hicisteis!, come pollas y coños con auténtico vicio - añadió Juanma a aquella caliente conversación.

¡Otro que tal baila!, no os dais cuenta que yo lo único que hago es ver la tele para hacer un poco más duradera la sesión.

- Pero sin lugar a dudas, lo que más me gusta es que me vean follar, ¿verdad, Juanma? - soltó Elena sin cortarse un pelo.

¡Bueno!, igual se ponen a follar delante de mí mientras que yo los uso de preliminares a ellos.

- ¡Eso es verdad!, le encanta follar con gente delante - confirmó Juanma a la vez que se ponía detrás de ella y le sobaba aquellas inmensas tetas por encima de la camisa de seda.

- ¡Mejor dicho!, ¡con gente delante y detrás!... – agregó Elena aclarándonos con aquel suspicaz comentario que lo que le gustaba a ella era follar con más de una persona a la vez.

Finalmente tuve que claudicar al darme cuenta de que aquellos tres mamones no tenían las mismas pretensiones que yo.

- ¿A ti te parece bien que me la folle a medias con Juanma mientras tú miras? - le pregunté a mi mujer perdiendo por fin la vergüenza pero buscando su permiso, aunque a aquellas alturas yo ya sabía perfectamente que no era necesario.

- ¡Si es lo que quieres, vale!, pero… ¿me prometes que después me follareis a mí hasta que me corra como una loca?

- ¡Pues claro, mi vida!, eso no tienes ni qué dudarlo - le dije totalmente dispuesto a levantarme e irme directamente a mamar de aquellas dos preciosas tetas.

Pero después de todo lo hablado y con lo contento que yo estaba, algo pasó, no sé muy bien qué, pero algo pasó y Elena se levantó yéndose hacia el pasillo.

- ¡Sandra, por favor!, ven conmigo un momento - dijo dejándonos a Juanma y a mí con dos palmos de narices.

Juanma y yo nos quedamos mirándonos sin saber muy bien lo que pasaba, sólo escuchábamos los murmullos de las dos. No sé de qué mierda estaban hablando, pero las dos estaban charlando entre risitas. Así que aguantando el tirón como mejor supimos, nos sentamos cada uno en un sillón frente al otro con cara de gilipollas mientras que yo seguía dale que te pego al mando de la tele para ver si encontraba algún programa de música o algo parecido que nos amenizase la velada.

Cuál sería mi sorpresa que al llegar al canal sesenta y nueve, una película porno apareció en la gran pantalla que había en el salón. Qué casualidad, ¿no?, porno en el canal sesenta y nueve.

- ¡Hostias!, este programa parece interesante - dije llamando la atención de Juanma.

- ¡Ya te digo!, déjala puesta a ver qué dicen estas - contestó Juanma refiriéndose a Sandra y Elena.

Al poco tiempo de estar viendo la peli porno, volvieron. Sandra se sentó a mi lado, Elena al lado de Juanma y de repente se quedaron ambas mirando a la pantalla.

- ¡Coño!, pedazo de polla se acaba de meter la guarra esa en el culo, ¿cómo lo aguantará? - dijo Elena consiguiendo con su comentario las risas de los que allí estábamos y olvidándome de preguntar para qué habían ido al pasillo.

Creo que no es necesario decir porque nos reímos, ¿verdad?

Y tras un rato de película y comentarios bastante barriobajeros, Sandra se acercó a mi oído.

- ¿Recuerdas cuando el otro día me prometiste qué harías todo lo que yo quisiera?

- ¡Claro que lo recuerdo!, y sabes que yo siempre cumplo mis promesas - le respondí sin tener mucha idea de por qué me hacía aquella pregunta.

- ¡Era justo lo que quería escuchar! - me dijo Sandra.

- ¿Ya es la hora?, ¿ya no esperamos más, entonces? – preguntó Elena con cara de extrañada al escuchar el comentario de Sandra.

¿Qué coño hay que esperar? - me interrogué a mí mismo.

- ¡Ya es la hora! - afirmó Sandra con decisión - ¡No podemos esperar más! - me dijo con voz perversa acercándose a mi oído.

Aquellas palabras, que dijo en más o menos voz baja, parece que fueron el interruptor para empezar la noche porque de repente y sin cortarse un pelo, a la orden de Sandra, Elena le puso la mano encima del cipote de Juanma.

- ¡Vaya polla que tienes, muchacho! - le dijo cogiendo la mano de Juanma y metiéndosela entre las piernas.

Y cuando ya creí que todo iba a empezar, ¡tonto de mí!, Sandra nos volvió a cortar el rollo.

- La peli aún no ha terminado, ¿quién quiere otra cervecita? - preguntó casi a gritos.

Elena miró a Sandra, Sandra miró a Elena y le dijo algo que no llegué a entender.

- ¡Espérate un poco más, Elena!, ¡les doy cinco minutos y se acabó! - anunció Sandra levantándose del sofá y yéndose hacia el pasillo.

- ¡Como quieras! – respondió Elena quitando la mano de Juanma de su entrepierna y girándose para mirar a la pantalla de televisión.

¿Cinco minutos?, ¿cinco minutos para qué? No tenía muy claro cuál era la idea de aquellos tres, la verdad es que no entendía nada de lo que estaba pasando. Pero sin dejarme preguntar, se fue hacia la cocina para traer otras cuatro cervezas dejándome de nuevo en silencio, a la espera de su vuelta pero con los gemidos de la pantalla como sonido de fondo.

A los pocos segundos volvió con las manos llenas de latas, dio una cerveza a cada uno pero en el momento de entregármela a mí, me miró fijamente a los ojos.

- ¡Tengo un plan que proponerte! - me dijo de forma bastante misteriosa.

- ¡Cuéntame! - respondí un poco extrañado pero esperando cualquier cosa.

- Es sobre lo que hemos estado hablando Elena y yo en el pasillo… Cómo ya te habrás imaginado, vamos a hacer una pequeña fiestecita en tu honor en la que podrás abusar todo lo que quieras de nosotras…

- ¡Ole, mi niña!, ¡cómo te quiero! - le dije totalmente ilusionado al escuchar aquellas benditas palabras.

- ¡Pero hay una condición! - volvió a decir haciendo cambiar mi cara de felicidad por cara de aturdimiento.

¡Vaya, siempre las putas condiciones! - pensé.

- Tendrás que hacer todo lo que yo te diga… Yo te diré que debes hacer y cómo, en caso contrario se acabó la fiesta.

De nuevo, Ama Sandra hacia acto de presencia.

- Así que ya sabes, ¡tendrás que esmerarte al máximo en lo que hagas!

Al escuchar aquella, en principio, fácil condición, Juanma me miró y soltamos a la par una risita cómplice.

Al fin veía cerca el momento de follarme a Elena y a Sandra delante de Juanma mientras que este se la meneaba. Y si tenía que seguir las ordenes de Sandra, pues nada, lo haría, al fin y al cabo era lo mismo que llevaba haciendo toda mi vida ¿no?

No hizo falta que respondiera. Sandra se sentó a mi lado y le hizo un gesto a Elena.

- ¿Ya han pasado los cinco minutos? - preguntó la cándida Elena.

- ¡No!, pero podemos ir calentando motores – respondió la pícara Sandra.

Elena tras escuchar la declaración de intenciones de Sandra, se levantó como un rayo de su asiento, se acercó a mí, se arrodilló entre mis piernas y sin esperármelo me plantó su caliente lengua en la barbilla para chupármela, (la barbilla) notando en pocos segundos como una catarata de saliva se pegaba a mí mientras subía y bajaba por mi cuello.

- ¡Si quieres ver sus tetas tendrás que levantarle la blusa! - dijo Sandra separando a Elena y parando por un momento el chorreo de babas que me estaba aplicando en toda la cara.

Noté como una punzada me subía por la columna al escuchar sus palabras y sin perder tiempo le levanté la blusa con la sana intención de atiborrarme de nuevo con aquellos maravillosos pechos. Si era lo que mi mujer quería, ¿para qué discutir?

Lo que vi me hizo olvidar de un golpe el recuerdo de la fea ropa interior de Adela. Debajo de la camisa llevaba un precioso sujetador blanco con encajes que dejaba escapar gran parte de sus enormes melones de la misma forma que antes me los había imaginado. Admirar otra vez, en menos de cuarenta y ocho horas aquella maravilla de la naturaleza me dejó totalmente atontado. Cómo ya he dicho con todo lujo de detalles más de un millón de veces, siempre me han gustado las chicas gorditas y con un poco de carne extra dónde agarrarme, y puedo asegurar que aquella era la mujer casi perfecta para satisfacer todos mis vicios. Era casi igual en todo a mi preciosa mujer, aunque Sandra, en amor, belleza y depravación la superaba con creces, ¡claro está!

Pero cuando más lanzado estaba, ¿no sé por qué?, a un movimiento de mi mujer se volvió a bajar la blusa tapándose los pechos y dejándome con la boca abierta y la lengua estirada, que estaba dispuesta a empezar mi lamida de tetas.

- ¿Qué ocurre aquí Juanma?, ¿por qué Sandra me hace sufrir de esta manera? - pregunté, otra vez, sin saber qué pasaba.

- ¿No sé?… Lo único que sé es que con sólo verle las tetas se me ha puesto la polla como un verraco - dijo Juanma

Aquello lo dijo mientras se hacía hueco y se sentaba entre Sandra y yo y se sacaba el rabo por la portañuela del pantalón, dejando ver la punta de su capullo deseando salir de la prenda, y haciendo que los ojos de mi mujer se le saliesen de las orbitas al ver de nuevo aquella formidable verga.

- ¡Cuánto me gustaría meter mi polla entre tus tetas y hacerme una buena cubana! - dijo Juanma refiriéndose al par de globos que nos acababa de enseñar Elena.

- ¿Puedo yo hacer algo por ti? - preguntó Sandra al ver aquel mojado capullo luchando por salir fuera del pantalón.

- ¡Yo creo que sí!, podrías decirle a Elena que se quite la blusa y nos enseñe las tetas otra vez - dijo Juanma a la vez que ponía su mano en mi cremallera para intentar sacarme el rabo del pantalón.

- ¡Tranquilo, majete! - le dije bastante malhumorado - Ya lo haré yo cuando tenga que hacerlo, ¡vale!

Ni por asomo quería que aquel mariconazo se volviese a tomar ni la más mínima confianza con mi rabo, ya había tenido bastante sobeo de pelotas por parte de todos los “machos” de aquella casa.

- ¡Bueno!, ¿qué?, ¿nos enseñas las tetas otra vez o no? - dijo Juanma a la par que quitaba su mano de mi entrepierna y se la ponía sobre la suya para empezar a masajearse suavemente el cipote.

Elena, que continuaba de rodillas frente a los tres, miró a mi mujer y al ver que ella le decía con los ojos que lo hiciera, le hizo caso. De la mejor forma que supo, se quitó la blusa haciendo aparecer ante nosotros aquellas dos inmensas ubres blancas como la leche.

- ¡Eres una zorra!, seguro que tienes el chocho totalmente mojado - dijo Sandra, demostrándome que estaba disfrutando tanto como yo con todo aquello.

- ¡Mojado no, guapita de cara!, ¡mojado no!… ¡Ahora mismo lo tengo como si un caballo se me hubiese corrido dentro!

La imagen de un caballo corriéndose a chorros dentro de ella, la misma que Sandra y yo vimos aquel día que tan bien lo pasamos con Duque, sumado a aquella bonita conversación, me estaba poniendo de lo mío, así que sin poder aguantarme ni un segundo más y sabiendo con las ganas que me había quedado de chuparle las tetas, me puse de pie. Y poniendo de pie a Elena a continuación, empecé a sobarle el culo metiendo mis manos bajo aquella pequeña falda para separarle el tanga a un ladito y tocar con todo el descaro del mundo su lindo y chorreante coño ante los atentos ojos de Sandra y Juanma.

Típico en mí, lentamente saqué la mano de su entrepierna y me la llevé a la nariz, ¡aquello sí que olía bien!

Sin poder contener más mi deseo, me agarré a aquellas tetas que tanto deseaba y se las apreté con ganas ansiando rodearla de mis manos y estrujarlas con todo el vicio que tenía contenido. ¡Lo intenté!, no lo dudéis ni por un segundo, lo intenté varias veces pero por mucho que me esforzaba en mi labor, fui incapaz de abarcarlas completamente. Una de dos, o me faltaban manos o me sobraban tetas por todas partes, ¡qué ilusión! Aquella mujer debía ser la reina en el paraíso de las vacas, ¡bueno!, la princesa, porque el puesto de reina se lo llevaba Adela, ¡sin duda! Así que visto mi poco éxito con las manos, para desquitarme enterré mi cara entre sus dos melones chupándoselos el uno y el otro, al mismo tiempo que ella no perdía el tiempo y se metía la mano entre las bragas para conseguir placer mediante la manipulación de sus propios órganos sexuales.

Lo que sí es verdad es que aquel sobeo que le estaba dando, a pesar de ser violento por mi parte, con sus hábiles manos tan bien colocadas, le estaba encantando. Había cerrado los ojos, y con la boca un poco abierta soltaba pequeños suspiros a la par que mis dientes mordían suavemente sobre la tela del sujetador, aquellos extraordinarios pezones.

- ¡Joder, como me gustan tus tetas! - le dije en un momento que tuve la boca libre de carne - ¡Son las más grandes que he chupado en mí vida!

¡Sí!, ¡chupado he dicho! Visto las había visto mucho, mucho, muchísimo más grandes que aquellas, e incluso tocado, ¿verdad, Adela?

- ¿De verdad te gustan? - me preguntó realmente agradecida con mis comentarios.

- ¿Que si me gustan?, ¡esto es el cielo, guapetona! Me voy a poner las botas con tus melones - le dije mientras que veía que de su cara salía una sonrisa de total satisfacción por lo que le decía.

A todas las mujeres, sea cual sea la situación, siempre les agrada sobremanera un bonito piropo aunque sea sobre el tamaño de sus pechos. Si alguna vez tenéis la oportunidad de hacerlo con una mujer, alabadla, piropeadla, aduladla y seguro que caerá rendida a vuestros pies. (Esto va de regalo).

Mientras que mi cara seguía perdida entre aquellas dos montañas de carne blandita, noté como alguien se acercaba a mí y me abría la cremallera intentando sacar mi rabo al aire.

¿Quién será? - pensé enseguida poniéndome un poco nervioso por saber que podría ser cualquiera de los dos que me estaban mirando - ¡Me da igual, estoy en el cielo! - me respondí a mí mismo enterrando aún más mi cabeza entre los dos tetones que tenía entre manos.

Cómo no llevaba calzoncillos, al que fuese no le fue difícil hacerlo. Una vez que la tuvo entre sus manos, me la empezó a lamer dándome lengüetazos por todo el tronco y jugando con su lengua en mi capullo. Aquella persona, llamémosla X , me agarró la polla y se la metió en la boca. En aquel momento y sin tan siquiera mirar, supe perfectamente la respuesta a mi incógnita. Sólo una persona en el mundo es capaz de hacerme una mamada cómo la que me estaban haciendo en aquel momento, por lo tanto, duda resuelta, ¡la X era Sandra!

Entre las gordas tetas de Elena y la suave lengua de mi mujer, me estaban haciendo sufrir, aunque debo admitir que realmente era un sufrimiento bastante llevadero, pero a los pocos segundos paró de chupármela y poniéndose de píe entre los dos, me separó por la fuerza de Elena ocupando ahora ella mi posición entre las tetas de Elena.

- ¡Siéntate! - me dijo de forma bastante autoritaria.

¡Vaya, tampoco te pases!

¡Bueno!, eso, cómo otras tantas veces fue lo que pensé pero no fui capaz de decírselo.

Dócilmente me senté en el sofá y me puse a presenciar lo que iba a hacer o decir Sandra.

La idea de verla delante de dos tetas cómo aquellas y encima comportarse como Ama con otra mujer no era lo que yo quería en aquel momento, pero tampoco era un mal plan. Además que el hecho de ver de nuevo a Sandra con dos tetas entre sus manos y volver a repetir en menos de veinticuatro horas un lésbico sobeo de peras, valía la pena. Lo digo porque tras mandarme a sentar, sin ningún tipo de recato empezó a acariciar las tetas de Elena por encima del sujetador de encajes.

Pero más morboso se puso el asunto cuando le sacó un pecho y le dio un fuerte pellizco en el pezón mientras que seguía magreando el otro pecho.

- ¡Eres una puta y este par de cerdos te van a dar tu merecido! - dijo Sandra dejándome sorprendido, otra vez más, por su forma de hablar - ¡Juanma, ponte de pie!, quiero hacer algo con esta guarra -** dijo mi fiel esposa a la vez que pegaba un fuerte tirón de las bragas de Elena y se las metía en el coño hasta el sentido.

Juanma, cómo ya era común en él, obedeció a mi esposa como un perrito fiel y se puso de pie con su rabo entre las piernas. Sandra, ya sin tan siquiera mirarme para pedir permiso, cogió su verga y empezó a refregarla sobre aquellas braguitas que ocultaban la bonita raja del chocho de Elena, mientras que sus dedos no dejaban de apretar, con mucha fuerza, aquel tremendo pezón.

- Ahora te va a follar como nunca te han follado ¿quieres?... ¿Quieres que este pedazo de polla te rompa el coño? - dijo Sandra enseñándole a Elena la polla de Juanma totalmente tiesa.

- ¡Sí!, ¡cuanto antes, por favor! - respondió Elena con los ojos fuera de las orbitas.

- ¡Pues eso será luego! - respondió Sandra dejando a Elena con la raja hecha coca cola - Primero ponte de rodillas que quiero ver cómo le comes el rabo - le dijo dándole un fuerte empujón en el hombro para que se arrodillase.

Aquella práctica del hombro parecía que se estaba poniendo muy de moda en aquella casa, a ver quién era el próximo que tenía que ponerse de rodillas “a la fuerza”.

Aquella guarrona estaba tan caliente que no pudo resistirse, así que sin abrir el pico se puso de rodillas a la espera de que mi mujer hiciese con ella lo que le apeteciese. Sandra, que puedo asegurar que yo ya no tenía ni la más mínima duda de que no era la mujer con la que yo me casé un día, cogió el rabo de Juanma y al igual que hice yo esa mañana con las bragas de Adela, le restregó el cipote por la cara sin ningún tipo de miramiento dejándola manchada de todo el líquido que soltaba aquel temible pollón. Tras darle un buen repaso con aquella brocha gorda y dejarle la cara totalmente pintada de líquidos babosos, mi mujer se puso de rodillas al lado de ella y sin soltarle el badajo comenzó a dar largos lametones en la cara y labios de Elena para limpiar aquella pintura tan especial. ¡Qué imagen, por dios!, ¿por qué había tardado tanto tiempo mi mujer en sacar la zorra que tenía dentro?

Cuando Sandra creyó que la cara de Elena ya estaba bien limpia, volviendo a ponerse de pie le acercó nuevamente la polla de Juanma a su boca.

- ¡Chúpasela! - dijo Sandra dándole un fuerte golpe con la polla en sus labios.

Elena, para que no la “aporreara” más, abrió los labios y lentamente empezó a lamer aquel mojado capullo.

- ¡Así me gusta, cacho puta! - le dijo Sandra - ¡Chúpasela!, seguro que está bien llena de la leche que tanto te gusta y que tantas veces te habrás tragado - terminó diciendo empujándole la cabeza a Elena para que la polla de Juanma le tocara la campanilla.

¿De mí que puedo decir?, mientras que todo esto ocurría yo estaba allí realmente encantado, sentado como otras tantas veces, tocándome el rabo con total tranquilidad y disfrutando viendo como mi mujer manejaba a Elena y la obligaba a chupar la polla de Juanma de aquella manera. ¡Aunque bueno!, viendo cómo aquella cabrona hacía desaparecer el rabo de Juanma en su boca, ¡obligada, obligada, no es que estuviera!

Cómo digo, estaba totalmente ensimismado presenciando aquel espectáculo que mi mujer me estaba brindando, cuando de repente escuché la voz de Juanma.

- ¿A que nunca habías conocido a una guarra como Elena? - dijo entre gemidos, porque cabe recordar que Elena seguía con su cipote entre los dientes.

- ¡En la vida! - le contesté - Ya me hubiese gustado a mí haberla conocido hace quince años para que me hubiese ayudado a convencer a Sandra.

- ¡Nunca es tarde!... - me respondió Sandra dándome a entender que aún estábamos a tiempo de recuperar el tiempo perdido - Y ahora sí que vamos a comprobar si Elena es tan guarra como dice Juanma… - dijo Sandra fingiendo que no sabía lo puta que era aquella mujer - ¡Venga!, ahora vas a chuparle los huevos a mi marido.

¡Ole, ole y ole!, ¡que vivan las esposas rumbosas!

Dicho y hecho, me bajé el pantalón un poco, lo justo para dejar a Mr. Proper a la vista y directamente se puso entre mis piernas y empezó a pasar su lengua por mis dos gordas pelotas, haciéndome un lavado de bajos impresionante.

- ¡Joder, que gusto!, que bien chupa esta puerca – dije - Le da igual babear un cuello que una polla, ¡qué zorra!

- ¡Pues yo no estoy tan convencida de que sea tan puerca cómo dices! - añadió Sandra dando una nueva vuelta de tuerca al asunto - ¡Venga, puta!, chúpale el culo a Juanma - dijo Sandra cuando mejor me lo estaba pasando.

Sin oponerse a nada, Elena se dio media vuelta para ponerse mirando hacía Juanma.

Este, que desde esta tarde en el baño hacía lo que Sandra le decía sin rechistar, se bajó el pantalón y se apoyó sobre la mesita del salón para dejar el culo justo a la altura de su cara, de la misma forma que esa mañana yo lo hiciera con Sandra. Ella, sin hacer el más mínimo asco, igual que lo hizo Juanma con la limpiadora, se puso de rodillas, se lo abrió con sus propias manos y empezó a chuperretear aquel, no sé si maloliente pero sí, negro recoveco. Yo, mientras tanto, desde mi posición podía ver perfectamente como su lengua entraba y salía de su culo a la vez que con la otra mano le sobaba los huevos.

- ¡Deja eso de momento, zorrita!, ahora quiero que se la vuelvas a chupar a Leandro.

Sandra lo estaba haciendo como nunca, pero nos tenía hechos un lío a los tres, no se decidía por nada. En cuanto Elena estaba unos segundos haciendo algo, enseguida le mandaba hacer otra cosa diferente. Lo dicho, nos tenía un poco liados, ¡menos mal que a Elena le gustaba el juego y no decía nada! Así que a la orden de Sandra, de rodillas como estaba, de nuevo se dio media vuelta. Pero para llegar hasta mí sin ponerse de pie dio un par de saltitos. Aquellos tontos saltitos hicieron que sus impresionantes tetas botaran como pelotas de futbol. ¡Qué imagen, dios mío!, ¡qué imagen!

En cuanto llegó hasta mí y sin perder más tiempo, empezó a chuparme la polla.

- ¡Joder!, pues sí, no estabas equivocado, ¡es una auténtica puta! La vamos a tener toda la noche abierta de patas… ¡Va a ser la puta de la fiesta! - dijo Sandra comprobando lo guarrona que podía llegar a ser aquella mujerona.

De repente, Sandra volvió a coger la verga de Juanma y enseñándosela a Elena, con un gesto le dijo que dejase la mía y que se la chupase a él, haciendo que mi pobrecita polla se volviese a quedar otra vez sola y desamparada.

A continuación Sandra se puso de rodillas.

¡Ahora me la va a chupar mi mujer! - pensé recostando mi cabeza en el sofá y cerrando los ojos a la espera de los labios de mi querida esposa.

Pero al notar que aquellos labios tardaban más de la cuenta en llegar hasta mi cipote, abrí los ojos para ver qué ocurría. Me llevé una gran decepción al ver que las dos estaban chupándole el rabo a Juanma. ¡Vaya mierda!, - pensé - yo aquí solito y estas dos zorras para él. ¿No iba a ser mi noche? ¡Cuánta mentira, por dios!

Elena, al ver mi carita de pena se acercó a mí pero sin soltar los huevos de Juanma.

- ¡Ven aquí, guapo!, ponte de rodillas a mi lado que te voy a comer los morros mientras que Sandra se la come a Juanma, ¿quieres?

¿Cómo que si quiero?, pues claro que quería, ¿esa era la idea, no?, ¡todos para todos!

Casi dejándome caer sobre ella, empezó a darme un morreo impresionante, eso sí, sin soltar en ningún momento el rabo de Juanma que estaba siendo perfectamente cuidado por la lengua de mi mujer que seguía haciendo su trabajo como mejor sabía.

- Lo hace bien tu mujer, ¿verdad ? - me dijo Elena dejando mis labios y señalándome hacia la lengua de Sandra que subía y bajaba por todo el cipote de Juanma.

- ¿Te gusta como lo hago? - me preguntó Sandra manteniendo aquel pollón entre las manos y comenzando a masturbarlo.

- ¡Muchísimo, mi amor!, sabes perfectamente que eso es una de las cosas que siempre he querido verte hacer delante de mí - le contesté con la voz del hombre más feliz del mundo.

Aunque bueno, bien pensado ya lo había hecho bastantes más veces de lo que yo me hubiese imaginado, e incluso a un total desconocido en mitad de la calle.

- ¡Pues ahora, quiero ver cómo te la chupa Juanma a ti! - me dijo mi “adorable” e inquietante mujer.

- ¡No!, ¡ni loco! - le respondí yo tajantemente - Creo que ya está más que bien de mariconeos.

- ¡Pues si quieres follarme el culo tendrás que dejarte hacer! - dijo Elena - Sandra y yo ya lo habíamos hablado antes y ella estaba de acuerdo…, así que ahora quiero ver como a un machito como tú le come el rabo un marica como Juanma. Me pongo cachonda y se me moja el agujero del culo de sólo de pensarlo ¿verdad, Sandra? – afirmó Elena.

- ¡Pero bueno!, ¿esto qué es?, ¿una conspiración contra mí o qué? - dije realmente fastidiado.

Para nada quería que aquello terminase cómo el pasado sábado o cómo la noche del póker.

- ¡Equilicuá! - respondió Sandra - Y si no le dejas, te la tendrás que menear tú sólo mientras que nosotras nos lo follamos a él - terminó diciendo a la par que meneaba la polla de Juanma para darme a entender que no hablaba en broma.

Como mis argumentos empezaban a fallar de mala manera, tuve que tirar de hemeroteca para procurar no acabar de nuevo con mi rabo entre los dientes de aquel o cualquier otro depravado bisexual masculino. ¡Bisexual femenino no me importaba tanto, oye!

- Yo te dije antes de empezar que si algo no me gustaba, nos íbamos, ¿verdad?, pues eso es lo que vamos a hacer ahora mismo - aclaré demostrando mi enfado - ¡Así que venga!, recoge el campo que nos vamos - le dije poniéndome en pie para marcharnos.

- ¡Cari!, irnos nos vamos a ir, sin duda…, - me replicó con una suave voz – ¡pero hasta que yo no me corra no se mueve de aquí ni el tato! - argumentó mi querida esposa dejándome claro que si quería marcharme, ¡puerta!, pero que ella se iba a quedar.

Menudo contraataque tan peculiar me había lanzado, ¿sería capaz de hacerlo?

- ¡Venga, tonto!, no os enfadéis, si solo es un juego - me dijo Elena intentando convencerme para que me quedase y accediera a las exigencias de Sandra.

- ¡Sí, claro!, un juego en el que yo salgo perdiendo. Si vosotros dos estáis aquí, ¿por qué regla de tres tengo que volver a mantener relaciones con un tío?

- ¿Para qué puedas follarme el culo? - respondió Elena cogiendo mi mano y poniéndosela entre las piernas mientras que me atrincaba el nabo y me lo apretaba entre sus dedos.

Argumento bastante convincente – objetó Minga.

- ¡Déjate hacer y verás cómo no te arrepientes de haberte quedado ! - dijo Juanma que hasta ahora no había abierto la boca.

¡Cállate jodío maricón, que todavía tengo un par de hostias por ahí volando y tú tienes todas las papeletas! - pensé al escuchar su voz.

- De quedarte no sé si te vas a arrepentir, pero de lo que si te podrás arrepentir es de irte sin follarte el culo de Elena - terminó diciendo Sandra, ahora con voz más melosa, a la par que obligaba a Elena a darse la vuelta y le metía un dedo entre las cachas del culo buscando su morena entrada.

A continuación, ese mismo dedo que había tocado el objetivo de Elena, me lo acercó a la boca.

- ¡Vale!, ¡me quedo!, pero que quede claro que esta me la cobro junto con las dos hostias que te debo, ¿de acuerdo? - protesté tras darle un largo lametón al índice de Sandra.

He de decir que no todos los días tenía la suerte de que mi mujer me ofreciese el culo de otra mujer por tan poco a cambio. Al fin y al cabo, chupármela ya me la había chupado en un par de ocasiones.

- ¡De acuerdo! - respondió mi mujer con una macabra risa en sus labios pero volviendo a meter el dedo húmedo de mi saliva en la raja del culo de Elena, ¡qué jodía viciosa!

De nuevo había caído en sus redes. Creo que aquel fue punto, mini punto, set y partido para el equipo de las chicas.

Sandra, obligándolo a arrodillarse entre mis piernas, fue acercándole poco a poco la cara a mi entrepierna. Juanma, con falso recelo, me cogió el rabo por los huevos dándome un fuerte apretón en las pelotas.

- ¡Menudo maricón estás hecho! - le dije antes de empezar a chupármela.

- Si quieres follarte el culo de Elena, ¡eso es lo que hay, muchacho! - me dijo de forma bastante molesta para mi gusto.

A punto estuve de darle un tortazo en la frente y quitármelo de encima, pero me contuve porque Elena, que seguía arrodillada a mi lado, vio mis intenciones y metiendo la mano entre mis piernas empezó a jugar con mis pelotas. Lo que sí quiero que quede claro es que esta vez, al igual que las otras, sólo lo hacía por complacer a Sandra y cómo no, por follarme el tremendo culo de Elena. Yo de maricón ni mijita, ¡vale!

- ¡Leandro, avisa cuando te vayas a correr!, ¡no seas cabrón! - dijo Elena.

- Ni loco me corro yo el primero por muy bien que me lo haga - murmuré entre sordos gemidos.

No estaba dispuesto por nada en el mundo a perder una nueva partida con Juanma.

He de reconocer que las muy putas me estaban obligando a recibir aquellos labios masculinos otra vez en mi polla y también he de aceptar que los movía bastante bien, pero a esas alturas ya me importaba poco, es más ni pensaba en lo que me estaba haciendo, sólo pensaba en aquel cacho de culo que tenía Elena y que si dios no lo remediaba, me lo iba a follar hasta ponérselo como un túnel.

Sandra, yo creo que demostrando un poco de compasión hacia mi persona por una vez en todo aquellos días, se acercó a mí y colocando su cabeza sobre mi estómago, empezó a chuparme el aguijón mientras que Juanma no paraba de ensalivarme el troncho y las pelotas. Elena mientras tanto reía con cara de vicio. Aquella risa no me molestó, más bien me ayudó a seguir soportando lo que Juanma me estaba haciendo. Siempre he sido muy rencoroso y esta me la estaba guardando, en cuanto se descuidaran iba a tener mi momento para vengarme de lo de la mamada. A Elena, tarde o temprano me la follaría por el culo mientras que me comía las preciosas tetas de Sandra, pero para Juanma tenía que pensar en algo peor.

- ¡Te lo estás pasando de puta madre!, al final va a ser verdad todo lo que me han contado de ti - dijo Elena.

No sé lo que le habrían contado aquel par de cabrones sobre mí, pero la muy puta me miraba con cara de vicio mientras se tocaba el coño. De rodillas cómo estaba, se estaba metiendo un par de dedos en el coño haciéndose una paja en toda la regla. (Regla que por otro lado nunca tuvo, aquella jodia puta)

De repente se acercó a nosotros e hizo que ambos, Sandra y Juanma, se separasen de mí. Se puso de rodillas entre las piernas de este, arqueó su cuerpo hacia delante dejándome una inmejorable vista de su imponente culo y cogiendo la verga de mi amiguete, comenzó a chupársela.

Yo, que caí espatarrado en el sofá, me quedé en la gloria, y en la gloria no por no tener que seguir aguantando la comida de rabo de Juanma, que también, sino porque ante mis ojos apareció el precioso e inmenso culo de Elena abierto de par en par llamándome a gritos. A punto estuve de meter mi dedo hasta el fondo para luego meterle la polla hasta el estómago, pero me acordé de la condición de Sandra. “Tendrás que hacer todo lo que yo te diga. Yo te diré que debes hacer, en caso contrario se acabó la fiesta”. Así que me acerqué un poco a Sandra que estaba a mi otro lado y le di un beso en los labios. No la había perdonado pero tampoco quería que me dejase a un lado.

- ¿Quieres que te folle? - le pregunté a mi esposa pensando que en cuanto se la metiese me correría como un chavalito, pero tranquilo porque sabía que aún tenía el bonus de mi primera corrida.

- ¡Sí! - me contestó ella pero sin dejar de mirar la polla de Juanma y la boca de Elena que tragaba como una aspiradora.

Le aflojé el nudo de aquel precioso traje negro que llevaba y como si de un pañuelo de seda se tratara, cayó dejando sus tetas al aire. Sin dar tiempo a mucho más, me puse de pie y me desnudé por completo. Sandra, aún con el traje enganchado en sus caderas y sin dejar de mirar a la otra pareja, empezó a sobarme el rabo mientras yo le metía la mano entre la tela buscando aquel precioso coño que tanto placer había repartido aquel fin de semana de cinco días.

- ¡Cómele la polla si es lo que te apetece! - le dije dirigiéndome a Sandra al ver con las ganas que la miraba.

- ¿No me ibas a follar? - me preguntó un tanto indecisa.

- ¡Eso lo tendremos siempre, mi vida!, ahora chúpasela que lo estás deseando - contesté sin dudarlo.

Aquellas palabras fueron bastante parecidas a las que me dijo ella cuando estuvimos en la cama con Elena.

Sandra me hizo caso inmediatamente. Yo sé qué aunque ella me ame a mí por encima de todas las cosas, lo que realmente quería en aquel momento era deleitarse con el cipote de Juanma. No me importó, me encanta verla disfrutar de esa forma. Hasta unos antes días jamás lo había hecho, pero ahora que se había decidido, tenía todo mi permiso para disfrutarlo como lo desease.

Así que para no molestarla y yo poder disfrutar de lo que mi mujer estaba haciendo, me recoloqué en el sofá para presenciar cómo Sandra daba placer a espuertas a aquel hombre que tantas cosas nos había enseñado.

Sandra separó a Elena, yo diría que casi de malas maneras, y cogiendo aquella verga le empezó a hacer una extraordinaria mamada en el capullo sin olvidarse en ningún momento de comerle los huevos entre chupada y chupada.

Tras un buen montón de chorreantes mamadas, Juanma se separó de Sandra y tirándose al suelo, se puso a cuatro patas.

- ¡Elena!, chúpame el culo mientras que Sandra me la menea - pidió de repente, eso sí, de muy buenas maneras.

¡Joder!, aquello fue rápido, ¡dicho y hecho! No sé cómo, pero la siguiente imagen que tuve en mis ojos fue a Elena metiéndole la lengua por el culo. ¡Sí!, lo he dicho bien, metiéndole la lengua en el culo, mientras Sandra lo masturbaba. En aquel momento me sentí un poco apartado, sólo había mujeres para él.

Les doy un ratito más y si no me hacen caso, cambiaré de táctica - pensé para mí mismo queriendo darme un poco de tranquilidad antes de meter la pata de nuevo.

Cuando más a gusto estaba Juanma, Elena se despegó de su culo, le dio un cachetazo impresionante y le clavó un dedo de un sólo golpe y de una manera bestial. Juanma, que ya sabíamos bastante bien de qué pie cojeaba, dio un respingo pero enseguida empezó a moverse buscando la mejor postura posible para que aquella follada fuese lo más efectiva posible.

- ¿Te gusta ver cómo me lo follo, Sandra? - preguntó Elena.

Ella no respondió, sólo miraba como Elena movía su dedo dentro de aquel pequeño, bueno, no tan pequeño agujero, mientras que su mano aún seguía masajeándole las pelotas a Juanma.

- ¡Quiero tu polla en mi culo!, ¿me la das? - me sugirió Elena de repente pero sin parar el movimiento de su dedo.

¡Hombre!, ¡por fin alguien me hace caso!

Sandra, que lo escuchó igual que yo, me miró dejando de sobar aquellas pelotas. Yo no sabía qué hacer, deseaba como nunca joderme a aquella puta pero no sabía si Sandra me iba a dejar follármela antes que a ella. En ese momento no sabía muy bien quien era la que daba las órdenes y a cuál de las dos debía hacer caso.

- ¡Fóllatela!, pero primero que te la limpie con su boca. Aun debes tener babas de este maricón - me dijo Sandra entre susurros mientras mantenía aquel rabo (el del maricón) entre sus manos.

Lo dicho, ¡ole, ole y ole!, que vivan las esposas rumbosas.

No lo dude ni un instante, no quería que mi mujer volviese a cambiar de opinión y que ahora me mandase hacer no sé qué. Así que me puse de pie delante de ella y para ir haciendo cuerpo se la clavé en la boca, cogiéndola del pelo como si de las riendas de un caballo se tratase, para llevar el ritmo de la mamada que me iba a hacer antes de perforarle el agujero negro.

Aquella estupenda hembra succionaba mi polla a ritmo de aspiradora mientras que Sandra, que ya estaba completamente desnuda, se morreaba con Juanma metiéndole la lengua hasta la campanilla sin parar de pajearle la punta del capullo con dos de sus dedos.

La boquita de Elena y el ver a mi mujer cómo estaba disfrutando, me tenían a mil por hora, estaba a punto de correrme. Quería sacar la polla de la boca de Elena para meterla en su culo pero no había manera, cada vez que lo intentaba, esta se agarraba más fuerte aún si era posible a mi capullo y a mis pelotas. No quería perder el premio pero como siguiera así un poco más, iba a perder mi primera oportunidad.

- ¡Cambiemos de postura! - dijo Sandra de repente.

Aquel cambio de tercio me vino que te cagas. Por fin podría separarme de aquella tragaldabas.

Cuando escuché las palabras de Sandra yo entendí qué lo que quería era cambiar las posiciones entre las dos mujeres y qué la que en ese momento me chupaba a mí, se cambiara con Juanma y viceversa, pero cuál fue mi sorpresa cuando vi que Sandra, poniéndose a cuatro patas en el suelo y mirando hacia mí, obligó a Elena a ponerse en la misma postura que ella.

- ¡Ahora fóllanos a las dos! - le dijo a Juanma.

- ¿Cómo?, ¿pero no me habías dicho que me follase yo a Elena? - dije realmente sorprendido.

- ¡Tranquilo!, ¡así aguantarás un poco más! - me respondió Sandra no sé si pensando en que yo me correría tan pronto la metiese o dándome otra hostia sin manos, ¿quién sabe?

Tentado estuve en ese momento de contarle lo de que yo tenía una segunda oportunidad y que me dejase follármelas junto a Juanma, pero no quise ser descortés con sus buenas intenciones y le hice caso sentándome, nuevamente, en el sofá para ver,  otra vez, como aquel hijo de puta se las follaba, ahora a las dos a la par, mientras que a mí sólo me quedaba el tocarme la punta de la polla con mis dedos.

Aquel cabronazo no se hizo de rogar y cogiendo su rabo con las dos manos, de un sólo pero tremendo empujón se la clavó a mi mujer hasta la garganta mientras me miraba con aquella puta sonrisa que ya empezaba a odiar.

- ¿Te gusta, guarra? - dijo Juanma a la par que sobaba los dos culos - ¿A qué te follo mejor que tú marido?, ¿a qué sí?

Menos mal que mi mujer no contestó y mantuvo un poco la decencia, si hubiese contestado a aquella maliciosa pregunta, me hubiera dado una patada en el estómago.

Ver a mi mujer totalmente desnuda, jodiendo otra vez con aquel hombre ya era demasiado para mí, pero tener a dos lindezas a cuatro patas a la espera de la polla de Juanma mientras yo me la meneaba y aguantaba los insultos de aquel cacho maricón, era penoso. ¿Cómo he caído tan bajo? - me pregunté.

Así que sin querer ser menos que nadie e intentando no quedarme fuera de la fiesta, me puse de rodillas delante de las dos dejando mis pelotas a la altura de aquellas dos parejas de labios.

- ¡Chúpamela, cariño! - dije con un tono de voz entre altivo y sumiso.

En el momento en que vi que las dos estiraban el cuello cómo si fuesen jirafas para llegar hasta mi polla, me di cuenta de que no había caído bajo para nada, todo lo contrario, estaba en un sueño, en el sueño más deseado por cualquiera.

Por los bufidos que empezó a dar Sandra mientras que peleaba con Elena por mi rabo, noté como se corría con los empujones de Juanma en su coño. Él muy cabrón se la estaba follando a conciencia mientras que le sobaba el agujero del culo a Elena.

Elena al ver que Juanma sólo tenía polla para Sandra, a gatas y con la carita enfurruñada se separó de nosotros desapareciendo de mi vista. Cómo yo tenía que haber hecho lo mismo un rato antes y no lo hice, tampoco me iba a preocupar mucho si aquella mujer se había enfadado y se había marchado, ¡ya volvería si quería rabo!

En mis pensamientos estaba cuando de repente noté una mano que por detrás me trabajaba los huevos y una lengua me recorría la raja del culo de abajo a arriba. Sentí cómo su lengua buscaba el agujero de mi culo y lo humedecía con su saliva a la vez que con sus manos entre mis piernas, sujetaba mi polla en la entrada de la boca de Sandra.

¡Vaya!, ¡ya sé dónde se encuentra la zorra de Elena! - pensé.

Elena pegó sus tetas a mi espalda y cogiéndome de la cabeza, me la giró para pegar sus labios a los míos. Aquella sensación era realmente increíble, mi mujer me chupaba el nabo mientras que se corría a chorros con la polla de otro que no era yo, a la vez que otra mujer que no era la mía, me comía los morros y refregaba sus inmensos melones por toda mi espalda, ¿qué más podía pedir?

Cuando pude mirar a los ojos de Elena vi una mirada de vicio que me dio hasta miedo, pero más miedo me dio cuando noté que un dedo de su mano se estaba introduciendo poco a poco en mi culo. Aquella zorra de Elena me estaba clavando dos dedos en el culo. La muy puta me estaba dando por culo con todas las de la ley, ¿qué pasa?, ¿que en aquella casa todo el mundo quería follarme el culo o qué?, ¡me cago en la puta!, ¿con lo de agujeros que hay por aquí y sólo quieren el mío?

Después de haber conseguido que Sandra se corriera, Juanma sacó la polla y metiéndole tres o cuatro dedos en el coño, le limpió todo el flujo que había salido del chocho de mi amada zorra para después llevárselos a su propia boca. Elena, al verlo, dejó mi culo y se lanzó sobre la mano de Juanma chupando cada uno de los dedos entre los dos. Dejaron la mano sin una sola gota de nada.

Sandra al verlos soltó mi polla, se puso a la altura de ellos y empezaron un precioso beso a tres mezclando todo entre las tres bocas. Al presenciar aquella bizarra imagen, me apeteció muchísimo una cosa.

Ya hacía tiempo que no usaba yo mi imaginación ¿verdad?

Pues eso, que al observar aquella grosería me puse de pie y acercando mi rabo a aquel montón de labios, me puse a menearme la polla con la sana intención de correrme encima de los tres. En cuanto me vieron aparecer, los tres entendieron perfectamente mi intención y cómo si de tres pajarillos que están esperando que su madre les dé de comer, abrieron la boca a la espera de mi caliente leche.

Pero justo en aquel momento en el que estaba a punto de correrme y bañarlos de mi bendito semen, para variar sonó un timbre, ¡esta vez era otro puto teléfono móvil! Todo lo conseguido hasta ahora, de golpe y porrazo se había esfumado en el aire.

Los cuatro nos miramos como diciéndonos ¿qué coño pasa?

- ¡Déjalo que suene, que Leandro se va a correr ya! - dijo Sandra.

- ¡No puedo! - dijo Juanma - Debe ser César, si no lo cojo, se va a mosquear.

- ¡Pues que se mosquee!, ¡no te jode! - le dije parando mi pajilla.

Aquello la verdad es que me jodío bastante, ahora sí que tenía un fuerte dolor de estómago y de pelotas. Tenía que vaciarme cuanto antes dónde fuese y cómo fuese.

Pero bueno, bien pensando, con aquel nuevo corte aún seguía manteniendo intactas mis dos opciones. Así que resignándome, me senté en el sofá al lado de Elena a esperar que Juanma terminase la conversación y poder seguir con mi particular manola.

Juanma descolgó el teléfono y con gestos nos dijo lo que ya nos había adelantado antes, que era César.

Sandra, que aún seguía de rodillas en el suelo ahora justo a la altura del rabo de Juanma, sin cortarse un pelo se metió la polla de este en la boca mientras que seguía hablando por teléfono con su amada pareja. Elena al verla se lanzó sobre ella sobándole el culo y la espalda a mi mujer.

Sandra le comía la polla a Juanma mientras hablaba por teléfono, bueno, mejor dicho, Juanma de pie con el teléfono en la mano, se follaba por la boca a mi mujer mientras que detrás de ella, Elena sujetaba los brazos de Sandra para que no se moviera. Totalmente impresionado veía como la gigantesca verga de Juanma entraba casi hasta los cojones en la boca de mi mujer y cómo Elena aplastaba la cabeza de Sandra contra sus huevos y la mantenía así. Sandra, con los ojos fuera de las orbitas, hacia verdaderos esfuerzos por mantener toda aquella carne dentro de su garganta.

- ¿Pero cómo me haces esto, zorra? - le dijo Juanma a mi mujer justo cuando colgó el teléfono - No me has dejado hablar por teléfono y eso lo tendrás que pagar, ¡te voy a meter hasta los huevos en esa boca de puta que tienes!

De momento creí que hablaba en broma, pero otra vez me equivoqué.

Tras volver a meterle la polla en la boca, le dio un empujón con el rabo que le llegó hasta la garganta y se la dejó dentro sin poder moverse por culpa de Elena que le tenía la cabeza apretada contra los huevos de Juanma. Después de unos larguísimos segundos se la sacó y mi mujer pudo volver a respirar. Pero sin casi dejarla coger aire, se la volvió a clavar de la misma forma.

En un principio temí por mi mujer y que se llegase a ahogar con aquel trozo de carne. No se podía escapar, delante tenía aquel poste y detrás seguía Elena sin dejar que se moviese. Pero después de pensarlo un poco, mi preocupación bajó de nivel, a Sandra siempre le había gustado mucho bucear y sabía que podía aguantar bastante tiempo la respiración.

Si digo la verdad, no lo hice por aquello, me quedé quieto para que se le bajasen un poco los humos que los tenía demasiado altos y para darle una pequeña lección, ¡venganza!

Pero para quedarme más tranquilo y confirmar qué lo que estaba haciendo lo estaba disfrutando, me acerqué hasta ella.

- ¿Cómo estás? - le pregunté al oído.

Sin mover la cabeza, entre otras cosas porque no podía, giró la vista y me miró. En aquellos ojos pude ver una mezcla de placer y vicio que jamás había visto en mujer alguna.

- ¡Me encanta, mi vida!, pero fóllate ya a esa puta, ¡quiero verlo! - dijo Sandra aprovechando que Elena le había soltado la cabeza y se había sacado la polla de la garganta.

Al ver que ella estaba bien con lo que estaba haciendo, no me hice de rogar. Cogí a Elena y la puse a cuatro patas delante de mi mujer para que viese como me follaba otra vez a aquella guarra mientras que ella seguía sacando brillo al espadón de Juanma.

Atrinqué mi rabo para dirigirlo hasta su depilada raja, pero cuando Elena notó que me acercaba a su coño se separó de mí gateando hacia adelante.

- ¿No querías follarme el culo?, ¿a qué esperas? - me dijo aquella zorra a gritos.

¡Aaaaleluya!, ¡aaaaaleluya!, ¡aleluya!, ¡aleluya!, ¡aleeeluya! (Pon tú la música, vale)

Sin darle tiempo a reacción y ni un poquito de saliva, apunté mi polla a su culo y de un sólo empujón entró hasta el fondo. Puedo prometer y prometo, que por la facilidad con la que entró en aquel, que en principio me pareció un pequeño agujerito, mi polla no era la primera que paseaba por allí.

Al ritmo que mi polla se deslizaba suavemente por su culo, la muy cerda gritaba de forma exagerada no sé muy bien qué, mientras que se estiraba de los pezones de forma bestial incluso haciéndose daño ella misma.

Al ver el placer que le proporcionaba el hacerse daño ella misma, no pude resistirme y golpeé su culo con toda la mano abierta y con todas mis fuerzas para dejarle bien clavados mis cinco dedos en aquel hermoso lienzo.

- ¡Más!,¡pégame más! - gritaba como una desesperada.

¡Dos!, ¡tres!, ¡cuatro azotes! Elena tenía el culo rojo de las hostias que le estaba dando, incluso me dolía la mano pero aquella hija de puta no paraba de pedir más.

Mi mujer estaba de rodillas frente a Elena pero Juanma no estaba. Ahora sólo estaba ella delante de nosotros y se estaba tocando el coño suavemente viendo como me follaba y castigaba el culo de su amiga ante sus ojos. Al estar tan cerca una de otra, Sandra acercó sus tetas a la boca de Elena y esta comenzó a morder sus pezones.

- Túmbate aquí, quiero comerte el coño mientras tu marido me folla el culo - dijo Elena entre gemidos.

Dicho y hecho otra vez. Sandra se tumbó con las piernas bien abiertas, dejando su coño justo delante de la boca de Elena, cosa que esta no desaprovechó y enseguida hundió la cara en la enrojecida raja de mi mujer.

Hasta ayer nunca había visto a Sandra abierta de piernas con una mujer comiéndole el chocho, pero que ella se lo ofreciese así, sin más para que se lo comiera, jamás, ni pensarlo siquiera.

Juanma, que de repente volvió a aparecer en escena, al ver a Sandra en aquella posición hincó las rodillas en el suelo y se la volvió a meter en la boca para seguir follándosela, pero esta vez de forma bastante más tranquila que antes.

¡Sí, es verdad!, habíamos vivido casi de todo en aquella casa, pero lo que en ese momento estábamos viviendo, era inconcebible. Mientras yo me follaba el culo de Elena, esta se comía el coño de mi mujer a la vez que mi mujer se comía el rabo de Juanma. ¡Qué lío!, pero que lío más caliente, ¡por dios!

¡Ahora sí!, ¡ahora no había vuelta atrás!, estaba a punto de correrme en el culo de Elena, ¡ya era irremediable!, nunca me importó menos el perder mi primera oportunidad o incluso el premio.

Y justo cuando sólo me quedaban unos segundo para dar el grito del año, de repente sonaron unos fuertes golpes en la puerta de la calle.

¡Joder!, ¡joder!, ¡joder!, ¡joder!, ¡joder!, ¡voy a poner una cortina en esa puta puerta para que entre y salga todo el mundo sin darme más por culo a mí!

- ¡Vaya mierda!, ¿pero cómo puede ser esto? ¿Quién coño es ahora? - dije a gritos y sacando mi polla del culo de Elena.

- ¡Vaya!, ¡por fin han llegado! – comentó Sandra sin tan siquiera inmutarse.

- ¿Quién?, ¿quién cojones ha llegado? - pregunté entre berridos.

La respuesta me chocó bastante.

- ¡Ahora lo verás! - contestó mi adorada consorte.

Y tras aquella confusa aclaración por parte de Sandra, Juanma, sin tan siquiera ponerse nervioso por mis gritos y por quien pudiese estar al otro lado de la puerta, tal como estaba, desnudo y con la polla como una lanza, se fue a abrir la puerta.

No sabía qué hacer, si vestirme, si quedarme en bolas, si esconderme junto con Sandra, si coger mi ropa y largarnos de allí. Y mientras la duda rondaba en mi cabeza, de repente una pareja apareció en el salón con un par de botellas de champán.

- ¡SORPRESA! - gritaron todos a la par.

No sé si por los nervios de estar desnudo, con el rabo medio tieso y a punto de correrme o por qué, pero de momento no supe determinar quiénes eran. Pero cuál fue mi asombro cuando mi cabeza colocó las caras en su sitio.

- ¡Pero!..., ¡pero!..., ¡pero si sois vosotros! - les dije entre ilusionado y desconcertado.

- ¡Exacto!...- respondió Sandra sin dejarme terminar de hablar - ¡Son ellos!

- ¿Pero qué hacen aquí? - pregunté totalmente sorprendido.

- Sé que te quedaste con ganas de follártela, y sé que te lo mereces - terminó diciendo Sandra a la par que se ponía junto a mí y me daba un suave beso en el hombro.