Solo era el principio (43) ¡No te preocupes...

Lo siguiente que vi fue una gran mata de pelos que sobresalía por los laterales de las bragas y otra extraordinaria pelambrera que se desbordaba por la parte de arriba hasta llegar a su ombligo. ¡Aquello no era una mujer, era Chiwaka! No me quise ni imaginar en aquel momento como debía tener el culo

CAPITULO 43

¡No te preocupes por nada, Cariño!…

MARTES, 09 DE DICIEMBRE DE 2008 (TARDE) (1ª PARTE)

Queridísima Sandra, ¡gracias por todo!

Estos regalos son para ti, era la única forma de demostrarte mi gratitud.

………………………

Ahora tienes dos opciones, quedarte o irte. Si quieres, puedes quedarte a esperarme y estrenarlos esta tarde entre los tres pero tendrás que aceptar mis condiciones.

Si te marchas, llévatelos y disfruta con tu marido, eso sí, ojala algún día volvamos a vernos aunque sea sólo para tomar café. Desde hoy y haga lo que haga, tu olor y tu risa siempre me acompañarán, ¡nunca me olvides!

Ahora, antes de seguir leyendo debes elegir si te vas o te quedas y como he dicho antes, si te quedas debes aceptar mis condiciones…

………………………

¡Vale!, has decidido seguir leyendo, eso quiere decir que te quedas…

No sé si estás sola en casa o si el cornudo de tu marido se ha marchado a trabajar, pero para seguir leyendo con tranquilidad, debes estar a solas. Si él está en casa, ve hacia la puerta y ciérrala con el pestillo. No quiero que nadie, ni tan siquiera tú marido te vea en este momento.

Quiero que sepas que desde este preciso momento estás a mis órdenes, si él está contigo, disimula. Hazlo bien, porque él no se puede enterar de nada hasta que yo, tu Amo, llegue y decida cuando contárselo.

AHORA siéntate sobre la cama y lee con atención las REGLAS que quiero que sigas.

A partir de este momento te entregas a tu Amo como Esclava y pasas a ser de mi Propiedad. Tu único trabajo será complacerme por lo menos durante el día de hoy.

Tus únicos deseos son las órdenes de tu Amo y tu posición natural será a cuatro patas cómo una perra, siempre que yo te lo pida. No busques explicaciones a las órdenes de tu Amo, tampoco te las voy a dar.

Si quiero disfrutar con otra gente y que tú lo veas, lo harás como yo diga, si no, recibirás un castigo que te impondrá la persona a la que me iba a follar.

Tu Amo ya ha decidido por ti cuál será tu aspecto. Tu ropa para hoy está en las cajas que acompañan esta nota. Deberás llevar el collar de perra y las botas de tacón, así como el body que dejará tus pechos al aire y que irá unido al collar con unas pinzas para tus pezones. Colócate dentro de tu coño el huevo vibrador que hay en la caja y espérame con él puesto.

Mientras yo llego, te entrego al cornudo de tu marido. Hazlo tú esclavo durante la mañana. Dile que está a tus órdenes y, hasta que yo llegué, tú serás su Ama, pero eso sí, sírvelo como realmente se merece y con la ropa que en este momento ya tendrás puesta.

Y recuerda que él no se puede enterar de nada hasta que yo, tu Amo, llegue y decida cuando contárselo. Si se entera antes de tiempo, también tendrás tu castigo.

Ahora vístete y deja este papel dentro del sobre encima de la mesa de noche.

Un beso

TU JUGUETITO.

Otra vez, todo estaba escrito en una hoja impresa. Ahora entiendo porque anoche se tiró tanto tiempo sentado delante del ordenador, ¡lo tenía todo planeado! Aquel hombre me empezaba a levantar ciertas sospechas por lo bien que tenía todo organizado, ¿pero desde cuando lo tenía preparado?, si me pongo a pensar y sin riesgo a equivocarme, puedo decir que desde el día que lo conocimos todo había ido según sus planes.

De lo que sí me alegraba enormemente en aquel momento era de no haberme marchado a trabajar y haber dejado sola a Sandra en aquella casa, ¡menos mal!

Tras leer aquel extenso “contrato de propiedad” me quedé sin palabras, no sabía que decir. Miré a Juanma, miré a Adela y por último bajé la vista y miré a Sandra, que en ese momento me miraba con carita de cordero degollado. Sus ojos estaban vidriosos, yo creo que ella no sabía cuál podría ser mi reacción ante aquella extraña decisión suya.

- Ella ha sido quien ha decidido quedarse, nadie la ha obligado - dijo Juanma al ver que ninguno de los dos reaccionábamos.

Y sin más, me acerqué a ella y me agaché hasta la altura de sus ojos.

- ¿De verdad quieres quedarte? - le pregunté - Si quieres, podemos marcharnos y terminar todo en este punto.

- Es lo que más deseo en el mundo, ¡acompáñame en este último juego, por favor! - fueron sus únicas palabras.

- ¡Bueno!, ¡vale!, ¡de acuerdo!, ¡si es lo que tú quieres, yo también! - le contesté - Si a ti no te importa ser una puta esclava, lo serás… Pero no solo para él, para mí también.

De repente, sin contestar a mi ultimátum, hizo un movimiento bastante extraño a la par que me hacía una pregunta.

- ¿Entiendes ahora por qué estaba tan nerviosa? - me dijo levantando una pierna como si un perro fuese a mear, para separar la tela del body y meterse un par de dedos en el coño para sacar un huevo de plástico que se movía a gran velocidad.

Ahora si entendía varias cosas aparte de su nerviosismo. Entendía lo de cerrar la puerta con pestillo, la vestimenta, porque no quería quitársela, porque no me dejaba tocarla, lo de las ordenes. Lo de las bofetadas no lo tenía claro del todo, pero bueno, el resto sí que lo tenía más claro, y si ella quería jugar, pues nada, ¡a jugar!

Miré a Juanma. Juanma me miró.

- ¡Tranquilo Leandro!, no va a pasar nada que ninguno queramos que ocurra. Estate tranquilo, sólo es un juego.

Aquellas palabras me sonaron mucho a las del día del desayuno especial y al igual que aquella vez, me dejaron más tranquilo. Yo quería jugar pero que nadie saliera perjudicado, ¡claro está! Ahora eso sí, antes de irme de aquella casa tenía que devolver aquellas dos hostias a quien fuese, ya encontraría el momento para que alguno de ellos se las llevara.

Me volví a acercar a Sandra, le separé el pelo de la cara y dándole un beso en la frente, comencé a susurrarle en su oído.

- ¡Lo estás haciendo muy bien, mi cielo!, estoy totalmente orgulloso de ti y sé que aún puedo estarlo más, ¡me encanta que seas así!

- ¡Te prometo que cuando nos vayamos definitivamente, aún estarás más orgulloso de mí, mi vida! - me contestó ella.

¿A qué se referiría?, ¡no me importó! Cómo otras veces, no quise adelantar acontecimientos y preferí esperar. Así que sin más, acerqué mis manos hasta su entrepierna y cogiendo el huevo vibrador que estaba olvidado en el suelo, volví a metérselo dentro del coño para ponerlo en marcha haciendo que Sandra se dejase caer de gusto hacia delante con los ojos cerrados.

- Siéntate en el suelo a los pies de tu marido y quédate ahí mirando cómo esta nueva puta nos hace disfrutar. Tu sólo podrás tocarnos, no podrás hacer nada más, de momento - dijo Juanma dirigiéndose a Sandra de forma dominante.

- ¡Quédate así, mi vida!, ¡estás preciosa! - le dije suavemente para tranquilizarla un poco.

Y mientras que yo trataba de calmar a mi sumisa esposa, Juanma, que era la persona más pervertida que jamás había conocido hasta el momento, abrió la nevera y empezó a rebuscar no sé muy bien qué en el interior del frigorífico.

Tras unos segundos en silencio mientras que todos mirábamos que se traía entre manos, escuchamos su voz acompañada de fuertes carcajadas a la par que levantaba en alto un pepino tamaño XXXXXL .

- Como te has portado tan bien hasta ahora, tengo un regalo para ti - le dijo entregándole el pepino a Adela - ¡Métetelo en el coño!, pero ni se te ocurra quitarte esas sucias bragas de cerda que llevas puestas.

Adela, que aunque al principio no me lo pareció ahora le hacía sombra a Juanma en cuanto a degenerada, cogió el pepino y nos miró a los dos con ojos de vicio sabiendo muy bien lo que tanto Juanma como yo queríamos que hiciese con él.

- ¡Joder!, ¡ojalá mi Indalecio tuviese una polla como este pepino!, iba a estar todo el día enganchado a él - añadió la gorda entre suspiros de desesperanza.

- ¡Tranquila, gordita!, mientras que tú quieras yo te daré toda la carne que tu coño necesite para calmar tus calores - agregó Juanma con una voz realmente dulce.

Voz que por otra parte solo había usado un par de veces aquella tarde para dirigirse a alguien.

Adela, al verse tan halagada por el polla gorda, sin cortarse un pelo abrió los labios (de la boca) todo lo que pudo, bastante, y se metió el pepino haciendo que los chorros de su saliva empezasen a correr por la brillante piel verde de aquel imponente cipote improvisado.

Mientras que Adela chupaba aquella verdura con verdadera devoción, Juanma fue quitándole los botones del batón poco a poco para dejarla semi desnuda mostrándonos un sujetador tipo alforjas que ocultaban unos melones realmente impresionantes.

Aunque la situación era de lo más caliente, puedo jurar que aquella era la ropa interior más fea que jamás había visto en mi vida. Un desgastado sujetador de color carne y el principio de las mismas bragas blancas que antes había ojeado en el baño, eran el poco excitante conjunto de ropa interior que Adela llevaba. Pero aquel detalle no me importó mucho ¡la verdad!, por fin aquellos descomunales y sudados pechos quedaban ante nuestros ojos sólo tapados por la fea tela de aquel sostén de los años sesenta.

Como yo estaba a escasos centímetros de ella, cuando Juanma de un tirón le quitó por completo el batón que llevaba, ante mi apareció una gorda, muy gorda, barriga llena de pliegues y tapada torpemente por sus viejas bragas con las que me podría haber fabricado una carpa. Lo siguiente que vi fue una gran mata de pelos que sobresalía por los laterales de las bragas y otra extraordinaria pelambrera que se desbordaba por la parte de arriba hasta llegar a su ombligo. ¡Aquello no era una mujer, era Chiwaka ! No me quise ni imaginar en aquel momento como debía tener el culo de peludo, ¡por dios!

El culo tardé un poco más en vérselo pero lo que vi a continuación me sorprendió aún más. Dejándose el pepino en la boca, creo que dándole un mordisco, automáticamente levantó los brazos dejando a la vista unos greñudos sobacos y de nuevo vino hasta mí aquel incómodo, pero hasta cierto punto, morboso olor a sudor.

No sabía qué hacer, estaba muy excitado por la vista de aquellas tetas, por aquel pelo, por aquel olor tan diferente al de mi mujer y al de Elena, mientras que Sandra seguía a mis pies y no paraba de sobarme la polla por encima del pantalón. Sin duda aquello, aunque el ambiente estuviese un poco cargadito de olores, era digno de disfrute y lo iba a disfrutar.

Cómo si aquella mujer tuviese un imán entre las piernas, me acerqué a ella, pegué mi pecho al suyo y estiré mis manos por todo el contorno de su cuerpo para llegar al enganche del sostén y quitarlo de mi vista cuanto antes. Sin ninguna dificultad, ya que soy bastante mañoso en eso, ¡según Sandra, claro está!, le quité el sujetador y ante mi aparecieron dos inmensas y apetitosas moles de carne adornadas por algo que yo ya sabía de antemano, dos grandes areolas de color marrón oscuro rematadas con unos pezones de escándalo. Sin exagerar puedo decir que aquellos dos pitonazos puntiagudos como una lanza, eran tan grandes como la yema de mi dedo gordo.

Cómo si de un frutero profesional se tratara, me lancé sobre ella y puse una mano en cada teta palpándolas e intentando acertar el peso de cada uno de aquellos sabrosos melones. Tenían que pesar por lo menos cinco kilos cada teta, eran todo carne, blandita y suave. Me podía haber echado una siesta sobre aquellos dos globos sin problemas. Tentado estuve de enterrar mi cabeza entre aquellas dos gigantescas ubres y olvidarme del mundo entero por lo menos durante un par de días, pero de repente escuché su voz.

- ¿Quieres ver de lo que soy capaz de hacer con el pepino? - me dijo la tetona, digo, Adela.

A punto estuve de decirle que no para que me dejase más rato pellizcando aquellos tremendos pezones, pero es que, si bueno era el primer plato, el segundo era muchísimo mejor, así que, como diría mi buen amigo Jack , decidí ir por partes.

- ¡Demuéstramelo! - le dije acercándole una silla para que se subiese a ella y le fuese más fácil sentarse en la encimera de la cocina para darnos aquel extraordinario espectáculo.

¡Joder, que buenos recuerdos y mejores sabores me trae una encimera de cocina, por dios!

Adela se quedó mirándome como no sabiendo que debía hacer con la silla, pero Juanma, que ya llevaba un buen rato callado, raro en él, no le dio tiempo a preguntar y la cogió del brazo obligándola a subirse a ella.

- ¡Espabila puta y súbete ya!, no tenemos todo el día para ti.

No podía negarse, ¿no sé por qué?, pero ninguna mujer en aquella casa podía negarse a nada de lo que les decía Juanma, y sin esperar una nueva orden, le obedeció sin rechistar. Se subió a la silla con un poco de dificultad debido a su hermoso cuerpo y medio apoyó parte de su gordo culo en la encimera dejando toda la delantera de su coño al aire.

Juanma, que no sé cómo cojones se las apañaba pero siempre iba un paso por delante, acercó otra silla a la que yo había traído antes y me invitó a sentarme frente a ella de la misma forma que él lo había hecho. ¡Menuda sesión de cine nos íbamos a pegar! Automáticamente, y cómo si lo hubiese hecho más de una vez, Adela aprovechó nuestra posición y colocó un pie sobre el hombro de cada uno de nosotros abriéndose de piernas y ofreciéndose como si de un buffet libre se tratara. Ahora sí podíamos verla bien, podíamos ver sus rechonchos y rollizos muslos, tan blancos que incluso molestaban a la vista, y justo a la altura de nuestros ojos quedaron aquellas bragas blancas que tapaban una tremenda pelambrera rizada. Las bragas eran anchas y grandes, muy grandes, pero ni por esas conseguían ocultar la oscuridad de su coño lleno de pelos. En la parte que tapaba su coño se veía un lamparón amarillento que se podía adivinar sin ser muy listo, de que se trataba. ¡Valiente guarrilla! - pensé al ver la mancha.

Juanma al ver el interés con el que yo investigaba cada detalle, me invitó empujando mi cabeza suavemente a que me acercara más a ella y lo inspeccionara más a fondo. Mi primera reacción fue de rechazo pero aquello duró poco, mi sentido de la perversión iba mucho más lejos que mi sentido de la decencia o de la limpieza o de la cordura o de lo imaginable. Así que haciendo caso a la parte más golfa, guarra y pervertida de mi cerebro, es decir, a mi rabo, acerqué mi cara a aquellas espantosas y amarillentas bragas notando como aquel coño se iba haciendo más grande y más peludo según me iba acercando a él. Cuando estuve a escasos diez centímetros de aquel raro prodigio de la naturaleza, separé un poco sus muslos y vi cómo un inmenso matojo de pelo negro rizado se escapaba por el lateral de las bragas. Cómo era de esperar, no pude resistirme. Los cogí y pegué un buen tirón de ellos trayéndome un buen puñado entre mis dedos y provocando un fuerte grito de dolor a su dueña pero ni la más mínima objeción a lo ocurrido. ¡Juanma la tenía bien enseñada!

- Si lo llevases igual de peladito que Sandra no te hubiese ocurrido esto - le dije a Adela al escuchar aquel grito y señalando hacia el precioso y rapado coñito de mí esposa.

- ¡Oye tú!, no seas cabrón que yo no lo llevo así por gusto si no porque al cabronazo de tu amiguito Juanma le gusta así, peludo y pringoso - me replicó la guarra limpiadora.

- ¡Me encanta! - dijo Juanma entre risas - Nada mejor que un coño mugriento y asqueroso para ponerme el rabo como un toro… Aunque bueno, ¿qué te voy a explicar yo a ti que tú no sepas, verdad, Leandro?

- ¡Ves, vida como al final no voy a ser tan guarro como yo creía! - le dije a Sandra volviendo mi cara hacia ella.

Como era de esperar, Sandra, sumisa como debía ser, no respondió.

- ¡Anda!, guarda este puñado de pelos como trofeo, sabes que me gusta hacerlo - le dije entregándole el manojo de pelos rizados que los cogió sin rechistar.

Automáticamente me volví al trabajo y sin perder más tiempo empecé a olisquear desde lejos aquel descuidado lugar.

Si el olor de su sudor desde lejos era medianamente pasajero, el tufo que llegó hasta mí cuando terminé de acercarme fue algo diferente a lo olido por mí hasta aquel día. Yo esperaba un olor parecido al de Elena o incluso algo más fuerte, pero no, aquel no era un olor normal. Era un olor a orina mezclado con sudor y combinado con dos o tres días sin pasar por la bañera que incluso a mí, al guarro más guarro del mundo mundial, me hizo apartar la cara y seguir con mis manos, ya que, aunque estaba un poco sucia, tampoco quería despreciarla. Al fin y al cabo la pobre señora estaba trabajando y se había ofrecido gustosamente a nuestros vicios.

Así que cómo he dicho, no queriendo hacerle ascos la seguí acariciando con mis dedos por encima de la braga que las noté que estaban muy mojadas por el flujo que soltaba. La puñetera aparte de guarra, ¡estaba cachondísima! ¡Jamás creí que una cocina, esta o la de casa, diesen tanto juego para el folleteo!

- ¿Y el pepino para cuándo? - me dijo Adela un poco nerviosa ante tanto toqueteo por mi parte.

- ¡Eso digo yo! - comentó Juanma entregándome el pepino.

- ¿Quieres hacerlo tú? - le dije a Sandra acercándome a ella.

- ¡No, mi vida!, hazlo tú que con lo que te gustan estos juegos sé que lo vas a disfrutar bastante más que yo - me contestó mi amada esposa mientras que la muy guarrona se pasaba por la nariz el puñado de perfumados pelitos rizados que yo le había dado antes.

No me canso de decirlo, aquella no era mi Sandra. No sé cuándo había sido, pero me la habían cambiado.

Así que, “casi obligado por todos”, cogí el pepino y separando un poco sus bragas intenté metérselo, pero los pelos de su coño, totalmente despeinados y liados los unos con los otros, no me dejaban pasar de la entrada. Tuve que soltar el pepino y volver a echar las bragas a un lado para con la mano libre empezar a rebuscar entre aquella selva negra la entrada a la cueva.

Debo admitir que, no sé si por nervios o por lo grande que era aquella zona, tardé bastante en encontrarla. Mis dedos no paraban de hurgar en aquel descuidado lugar de un lado a otro de su raja hasta que por fin lo logré y mi dedo, experto en esas materias, entró de una sola vez. Aquel hueco me había costado encontrarlo, pero una vez lo tuve localizado pude sentir su humedad y calentura por toda mi mano. Ya que me había costado tanto trabajo encontrarlo, no estaba dispuesto a perderlo así que metí un segundo dedo comprobando que aquel coño no era normal, era un chocho exactamente igual a su dueña, era inmenso. Estaba seguro de que se podría comer cualquier cosa que le echara por muy grande que fuese.

Adela, al notar mi torpeza entre tanto pelo y que yo no paraba de darle pequeños tirones de ellos, cogiéndose los dos labios de su morrocotudo coño, con sus propias manos se los separó todo lo que pudo para dejar al aire una increíble abertura de color rojo intenso, manchada de trazas de algo de aspecto blanco y pegajoso, que terminaba en un gordo e hinchado clítoris que más que un clítoris parecía una pequeña albóndiga de carne.  Menos mal que ella misma se lo abrió y me lo enseñó porque si no, no me creo capaz de habérselo encontrado entre aquel revoltijo de carne y pelos.

- ¡Joder!, no veas como chorrea - dijo Juanma al verla tan abierta.

- A mí Indalecio le encantaba chupármelo así - dijo Adela entre suspiros como recordando algo ya pasado.

Y tras decir aquello, sin sacar los míos, se metió un dedo en el coño hasta el fondo soltando otro suspiro aún más profundo que el anterior.

- ¿Quieres probarlo? - me dijo sacándose el dedo del coño y acercándolo a mi cara mientras que se apretaba una de las tetas de forma exagerada.

En ese preciso momento, un olor a pocilga, un aroma realmente repugnante, llegó hasta mi nariz haciendo que separase un poco la cara a la par que notaba como mi polla, que como ya sabéis va por libre, se ponía cada vez más gorda.

¡Dios, que peste!, ni loco me metía yo aquello en la boca. A saber cuántos viruses podrían ir en aquel rechoncho dedo que además de aromatizado llevaba pegados varios pelos rizados de su coño y algún que otro pegote de aquella pastosa crema blancuzca.

Juanma, que yo creo que a esas alturas ya me conocía demasiado bien, al ver mi cara de rechazo, me echó un cable. Acercando una de sus manos, le introdujo junto a los dos míos, dos de sus dedos como queriendo abrirla al máximo para que luego le cupiese el pepino sin problema. Yo creo que aquello sobró, pero bueno, a mí me sirvió para que la gorda apartase su pestilente dedo de mi cara, se abriese nuevamente las compuertas de par en par y se pusiese a gemir como una vaca en celo.

Al ver que aquello le gustaba sobremanera y que cuatro dedos entraban con absoluta facilidad, queriendo ir a más, le metí un tercer dedo de mi mano a la par que me agarraba a la de Juanma (la mano) para acompasar el ritmo de los dos. Adela, en cuanto notó que en su coño había cinco dedos follándosela a buen ritmo, aumentó el volumen de sus gemidos y a decir barbaridades de forma entrecortada.

- ¡Sí!, ¡más fuerte, por favor!, seguid así y me corro - gritó la limpiadora de forma desesperada.

Adela estaba totalmente encharcada en sudor, tenía el cuerpo totalmente brillante y en nuestras frentes, en la mía y en la de Juanma, se notaban pequeñas gotitas transparente seguramente producidas por el gran esfuerzo que estábamos haciendo en pareja para llevar a aquella tremenda mujer al clímax más placentero que sin duda habría vivido en su vida.

Y claro, tanto va el cántaro a la fuente que al final pasó lo que pasó.

- ¡Prepárate!... - me dijo Juanma al ver que el orgasmo de Adela estaba a punto de llegar.

- ¿Prepararme?, ¿prepararme para qué? - dije parando mi mano y por lo tanto la paja que le estábamos haciendo.

- ¡No, por favor!, ahora no paréis - dijo Adela entre ahogados gemidos.

- ¡Sigue y luego te cuento! - dijo Juanma a la vez que de nuevo empezaba a meter y sacar su mano a un ritmo desorbitado.

De repente y dejándome totalmente alucinado, una especie de terremoto que hizo temblar sus fláccidas carnes unido a un chillido de placer que más bien pareció a un grito de terror, salió de la garganta de Adela anunciándonos lo que ya sabíamos. Y junto al bramido y a las convulsiones, como si de una manguera desbocada se tratase, un torrente de cálido pero viscoso líquido transparente brotó desde su chocho encharcando nuestras manos y salpicando nuestras caras como si de una meada de vaca se tratara, consiguiendo que tuviésemos que separarnos un poco para que no nos manchase por completo. Adela, que aparte de ser una guarra de primera, era la dueña de un esplendoroso mollete que se corría a chorros como yo había visto alguna vez en las películas porno.

Como digo, en varias pelis porno había visto algo parecido e incluso alguna vez que otra había leído relatos eróticos donde ocurría algo similar, pero siempre pensé que aquello sólo era ficción, sin embargo, al ver en directo y en primera fila la forma de como aquella mujer se había corrido, me dejó fascinado, ¡qué cantidad de líquido, virgen santa!

- ¿Has visto, Sandra?, ¡pedazo de corrida! - dije totalmente hipnotizado por aquel torrente pero sin sacar aún la mano del interior de su coño que ahora sonaba a chof chof cada vez que la movía.

- ¡Te dije que te preparases, chaval! - me dijo Juanma entre risas.

- ¡Ya!, pero no me dijiste para qué y ni siquiera me avisaste de que me tendría que poner chubasquero - dije también entre risas haciendo que los cuatro nos riésemos durante un momento de la situación.

- ¡Pues si quieres, esto se puede repetir las veces que quieras! - añadió Adela cogiendo de nuevo mi mano por la muñeca y empezando otra vez a metérsela en el coño dándonos a entender que podíamos seguir jugando con su fuente a nuestro antojo.

¡Joder!, y encima multiorgásmica, ¿qué más secretos guardará la limpiadora? - preguntó Minga que desde hacía un buen rato estaba en silencio.

Adela, que sudaba como un pato en aquel momento, quiso acercar su cara a la mía para besarme pero al hacerlo, su gorda y resbalosa barriga se apretó contra mi mano y no podía casi ni moverla. Al verlo, Juanma la volvió a empujar para que retornase a su punto inicial y de repente tiró de mi mano para sacarla de aquel calentito lugar. Así abierta como estaba, le pasé la punta de mi dedo suavemente por encima de su piponazo consiguiendo que liberase su presión con un largo y placentero suspiro al mismo tiempo que me animaba a seguir.

- ¡No me dejes así!, ¡cómeme el coño, anda! – me suplicó al ver que retiraba mi mano.

- ¡Una guarra como tú no se merece que mi marido te coma el coño! - replicó Sandra de muy malas maneras y pasándose por primera vez aquella tarde, las ordenes de Juanma por la pipa del coño.

- ¡Claro que no! - añadió Juanma al comentario de Sandra - Una guarra como tú se merece algo mejor que una comida de coño… Una guarra como tú se merece un pepino - dijo volviendo a coger la verdura ondeándola al cielo como si fuese una bandera.

De nuevo, aquella tonta broma nos hizo reír a los cuatro.

- ¡Pues si no hay carne, me haré vegetariana! - agregó Adela cogiendo el pepino de la mano de Juanma y volviendo a metérselo en la boca de la misma forma que lo había hecho antes.

En cuanto lo tuvo entre sus labios, lo chupó con ansias cómo si de un verdadero rabo se tratase llenándolo otra vez de suave saliva. Una vez bien mojado, se lo llevó hasta su coño, lo puso en la entrada y guiado por dos de sus dedos, de un sólo golpe se lo metió un poco más de la mitad haciendo desaparecer una buena parte de aquel tremendo vegetal. Al notarlo en sus entrañas, echando su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y abriendo la boca al máximo, dio un tremendo suspiro que debo decir que aquello más que un simple gemido pareció una corrida en toda regla, pero esta vez, claro está, sin duchita de regalo.

Al cabo de unos segundos de ver como ella misma se castigaba el chocho, quitándoselo de su mano me apropié del pepino para seguir yo con el trabajo. Durante unos segundos le estuve apretando el pepino para ver si podía embutírselo hasta el fondo hasta que me di cuenta de que ya estaba tocando su matriz, así que dejando bien dentro aquella bala de cañón, le volví a recolocar las bragas en su sitio creando un bultaco en sus bragas con el saliente del pepino que más que un coño, parecía un pollón extraordinario.

Tras taparla con bastante mimo, me quedé mirando sus bragas con ganas de pasar mis labios por aquel lugar tan raro, pero de nuevo, aquel olor me lo volvió a impedir por segunda vez aquella tarde.

- ¡Decídete! - me dijo Juanma viendo mi indecisión por meter mis labios allí.

- ¡Espera hombre! - le dije para que me diese un poco más de tiempo.

El comerme otro coño, un tercer coño en menos de dos días, me llamaba muchísimo la atención no lo puedo negar, pero aquel olor tan sumamente fuerte y aquella espesa mata de pelo, que al fin y al cabo no era por su culpa sino por culpa de Juanma y de llevar todo el día trabajando, me reprimía bastante. Pero por otra parte, al vérselo antes totalmente abierto y tan mojado aumentaba mis deseos por hundir mis fauces en aquel pozo negro. ¿Qué debía hacer?, ¿clavar mis labios en aquella poblada zona o contener mis ganas de chupárselo y sólo follármelo si se terciaba? Estaba tan confundido que ni Minga me respondía.

- ¡No puedo esperar más! - me contestó Juanma de forma nerviosa empujándome para ponerse él en mi lugar.

Juanma, en pie delante de ella, le puso las manos en las caderas y volvió a pasar su lengua por aquel grandioso canalillo a la par que metía sus manos entre los muslos de Adela apretando con fuerza el pepino hacia dentro. Chupaba aquellas tetas con ansía, con unas ganas tremendas de disfrutar de ellas. En aquel momento, aquella mujer gemía como una loca, parecía que estuviese fuera de sí. Aquello me estaba excitando exageradamente y yo quería ser también parte del juego, así que cómo aquel juego era de dominación, ahora yo sería el dominante.

Pero antes de nada, me acerqué a Sandra.

- ¿Estás bien, mi cielo? - pregunté casi teniendo que gritar ya que las voces de Adela eran exageradas en aquel momento.

A lo que ella me respondió que sí con un gesto de su cara y una amplia sonrisa en sus labios mientras que sus dedos jugueteaban suavemente con sus pezones.

- ¡Me alegro, mi vida!, ¡gracias por todo! - le volví a decir a mi mujer en reconocimiento por todo lo que estaba haciendo por mí.

- ¡No te preocupes por nada, cariño!, ¡disfrútalo! - contestó ella con una carita realmente sincera.

Y tras aquellas pocas palabras con Sandra, me dispuse a eso, a disfrutarlo.

Preparado para cualquier cosa, cogí la cabeza de Juanma y la puse a la altura de aquellas sucias bragas.

- ¿Te gustan? - le pregunté mientras apretaba su boca contra el trozo de pepino que sobresalía de su coño.

Juanma no respondió, sólo hizo un gesto afirmativo con su cabeza mientras abría su boca para comérselo como si fuese una buena polla.

¡Valiente maricón! - pensé al verle. Ve algo parecido a un rabo y se tira en plancha, ¡hay que joderse con el puto Juanma!

- ¡Adela, levanta los brazos!, quiero que este cerdo te chupe los sobacos.

Aquella corpulenta mujer, sin inmutarse me hizo caso y de la forma más erótica que pudo, los levantó dejando nuevamente ante nuestros ojos dos sobacos llenos de pringosos pelos, pegados los unos a los otros por el sudor.

¡Qué asco de tía, por dios…! Pero más guarro es Juanma que la obliga a ir así - pensé de inmediato quitándole un poco de culpa a la buena señora.

- Juanma, ya que te gustan tanto chupar, chúpale los sobacos y déjaselos bien limpios - le dije apretando sin escrúpulos su cabeza contra aquella melenuda axila.

Sin decir ni mu, yo creo que lo estaba deseando, metió su cabeza en uno de ellos y empezó a chuparlo con gusto pero con cierta cara de asco.

- ¿Te gusta, cerdo? - le pregunté al ver que tras los primeros ascos ahora lo hacía con bastante agrado.

Y sin respuesta, pero sabiendo lo que a aquel cabrón le gustaba, me puse a prepararle un segundo plato. Sin pensármelo dos veces, volví a quitar su cabeza de aquel sitio y ayudando a Adela a bajarse de la encimera, dándole la vuelta la puse de rodillas sobre la silla con las tetas pegadas en la encimera y con el culo justo en la cara de Juanma. Cogí sus bragas y de un fuerte tirón se las metí hasta dentro de su raja dejando sus dos enormes cachetes al aire. Esta vez no hizo falta que moviera la cabeza de Juanma, él ya sabía lo que tenía que hacer.

Ella, que cómo ya he dicho varias veces era más caliente que un jarrillo lata, esparciendo sus ciento y muchos kilos de carne sobre la encimera y aplastando sus tetas sobre ella, estiró sus manos hacia atrás y se abrió el culo de par en par ofreciéndonos unas más que descomunales posaderas, que aunque aquella mujer tenía ya sus años y sus buenos kilos, no llegaban a estar flácidas pero eso sí, llenas de celulitis y rizados pelos negros que invitaban al más pintado a meterse de cabeza entre aquellas dos, posiblemente, malolientes cachas.

Juanma al ver y sentir lo mismo que yo, apartó totalmente las bragas a un lado para dejar al aire un ojo ciego y rosado, bastante abierto por cierto, que se unía a su coño por una gran mata de pelos justo como me lo había imaginado antes.

- ¿A qué estás esperando? - dije al ver que solo miraba.

No tuve que decir nada más. Abriéndole el culo acercó su cara, olió profundamente y sin más, metió la lengua en aquel enorme pandero para hacerle una limpieza a fondo de aquel sucio agujero.

Cabe decir que en aquel momento no se olía nada fuera de lo común, pero si tenía el culo tan sucio como su coño, no me quiero ni imaginar cómo podía oler aquello y mucho menos capaz de imaginar cuál sería su sabor.

- ¡Chúpalo y déjaselo bien limpio! - le repetí volviendo a apretar su cabeza contra aquellos dos gigantescos y apetecibles cachetes.

Al escucharme, retiró por un momento su cara de aquel inmundo lugar para coger aire dejando a la vista de nuestras miradas, una enorme y peluda raja completamente mojada y de la cual salía un bulto de color verde, nuestro amigo el pepino.

Juanma, que lo mismo le daba ocho que ochenta, abrió de nuevo el culo con sus manos todo lo que pudo y cogiendo aire como si fuese a bucear, metió su boca otra vez para chupárselo salvajemente.

- ¡Cari!, tengo un poco de frío - me dijo Sandra que como ya sabéis, seguía tirada en el suelo de la cocina.

Yo la entendí pero no la comprendí. En aquel momento yo estaba sudando, pero claro, sudando por lo caliente que me tenía la puta gorda.

- ¡No te preocupes, vida!, ahora mismo les digo a estos que nos vamos a otro sitio más confortable.

Y acercándome nuevamente a la masa de carne, le pegué un cachetazo en todo su culo consiguiendo que ella diese un fuerte grito de dolor a la par que su gelatinoso culo vibrara como un flan.

- ¡Vamos al salón!, allí estaréis más calentitos - les dije a continuación e intentando pero sin éxito que Juanma se separase de ella.

Al ver que no me hacía ni puto caso, dándole otro fuerte cachete en el culo a Adela y una soberana colleja a Juanma, de nuevo les dije que pararan y que nos fuésemos al salón. ¡Desde aquella mañana estaba loco por soltar hostias pero aún no estaba a gusto!

Esta vez, al ver que la cosa iba en serio, separándose de ella se puso de pie y la ayudó a levantarse. La cara de Juanma era un poema, estaba completamente lleno de babas y rizados pelos, y el olor a coño y a sudor era repugnante. ¡Claro!, ¿cómo iba a estar después de haber tenido la cabeza dentro de aquel pozo negro más de diez minutos?, ¡pues hecho un cerdo igual que ella!

- ¡Con la limpieza que me has hecho ya no hace falta que me duche hoy! - dijo Adela entre risas y acercándose a la cara de Juanma que olía casi tan mal como ella.

- ¡Eso es discutible, guapa! - contestó Sandra sin llegar a ponerse en pie pero dándose la vuelta para irnos hacia el salón.

Aquel comentario de Sandra, al igual que los anteriores que habían ido dedicados a la limpiadora, había sido con bastante ironía. No sé por qué, pero Sandra me estaba manifestando que no estaba a gusto con aquella mujer. Desde el principio se le había clavado entre ceja y ceja y no demostraba mucho agrado con ella, ¿a qué se deberá?, ¡ella ha sido la que ha elegido quedarse! - me dije a mí mismo. Como otras veces, decidí esperar la respuesta.

En cuanto llegamos al salón, sin dar tiempo a que nos relajásemos y que la cosa se viniese abajo, le dije a Juanma que se desnudara y que se tumbaran sobre la alfombra para regalarnos a Sandra y a mí, un mugriento sesenta y nueve. Estaba como loco por ver cómo Juanma se comía aquel barbudo coño mientras que ella chupaba la calva polla de nuestro buen amigo. Yo, mientras tanto, me senté en el sofá a presenciar el espectáculo y Sandra, en silencio y sumisa como jamás la había visto incluso en los días anteriores a aquel fin de semana, se sentó a mis pies rozando mis muslos con sus dulces manos y echándose el albornoz sobre las piernas para calentarse un poco.

Como era de esperar, sobre todo por el desmesurado cuerpo de la limpiadora, Adela se tumbó en el suelo y Juanma, que no sé cómo coño se desnudó tan rápido, se puso sobre ella con los pies en la cara de esta. Si se hubiesen puesto al revés, seguramente Juanma hubiera muerto asfixiado por el peso de la buena señora.

Sin darle tiempo a colocarse, se metió en la boca y de una sola vez los huevos de Juanma, que aunque parecía que estaba disfrutando con aquello, aún no tenía el rabo lo suficientemente duro, sólo un poco morcillón. El gesto de aquella mujer con todo dentro de su boca era como si se los quisiera comer, tenía incluso los cachetes inflados como si de un hámster se tratara. Pero no, no era su intención, se los sacó nuevamente y con una gran maestría empezó a lamerlos con su gran lengua dándole suaves chupadas en las pelotas. Cuando ya creyó que las tenía bien mojaditas, cogiendo su polla le corrió el pellejo del prepucio hacia atrás y empezó a pasarle su lengua por el capullo, acción que Juanma celebró con un extraño gimoteo.

Adela, al notar que por sus chupadas y sus trabajos manuales la tranca de Juanma se empezaba a hinchar como una pelota de goma, sin mediar palabra pero soltando una media sonrisa, se la metió en la boca mientras que con la mano comenzaba a pajearle el cuerpo del cipote. Juanma al percatarse de que su cimbel estaba a buen recaudo, empezó a mover el culo y a metérsela y sacársela de la boca como si le estuviese follando el coño.

Mientras tanto, Juanma, entre gemidos cada vez más evidentes de que se lo estaba pasando en grande y de que pronto llenaría de jugosa pasta blanca la boca de su particular chupapollas, seguía con la cabeza perdida entre los rollizos jamones de Adela intentando a duras penas poder chuparle el chocho pero eso sí, sin parar de meter y sacar el pepino que ya debía estar en su punto justo de cochura, momento que yo aproveché para acercarme a ellos y cogerle una de las tetas que tenía desparramadas y colgando por el lateral del cuerpo. ¡Dios bendito, que pedazo de teta tan carnosa!, me hubiesen hecho falta las dos manos para tan solo estrujar la mitad de aquella ubre.

De repente, ¿no sé por qué?, sería por los nervios o yo que sé, le cogí uno de aquellos tremendos pezones y se lo apreté hasta hacerle daño, pero aunque no os lo creáis, ella en vez de gritar o insultarme, soltó un gemido de satisfacción.

- ¡Sigue!, ¡aprieta más fuerte, cabrón!, hazme sentir como una puta - dijo sacándose por un segundo el nabo de la boca.

Lo dicho, aquella mujer era puro vicio y le podía haberle masticado los pezones sin ningún tipo de problema, pero mi pensamiento era otro. Si seguían así, al final Juanma se correría en su boca y yo me quedaría sin verla follar delante de nosotros dos.

- ¡Parad! - les dije no sin antes regalarte otro retorcido pellizco en su pezón.

- ¿Qué? - preguntó Juanma levantando la cabeza.

- Ponla a cuatro patas y fóllale el culo - les ordené con voz de mandamás - ¡No tengas lástima de ella, es una guarra y es lo que se merece!

Creo que aquellas palabras no fueron del gusto de todos los presentes ya que Adela me miró con mala cara antes de dirigirse a mí, pero al fin y al cabo esas eran las palabras que Juanma me había dicho que usara con ella, ¿no?

Pero Adela no se molestó por mi comentario, al contrario.

- ¿Y mi coño para cuándo? - me dijo.

No se había molestado por mi forma de humillarla, se había molestado por anteponer su culo a su coño, ¡qué zorra!

- ¿No tienes suficiente con el pepino?…, ¡anda, cállate y ponte a cuatro patas! - le respondió Sandra usando otra vez aquel tono tan agrio y saltándose de nuevo las normas de Juanma.

Juanma, que en ese momento era el más grande de los esclavos pero el mayor de los hijos de puta, al escuchar a Sandra se calló la boca pero le lanzó una mirada criminal y justo después, casi obligando a la limpiadora, la puso a cuatro patas.

- ¡Vamos, zorra!, prepárate que te voy a reventar el culo - dijo con bastante furia, yo creo que pensando más en Sandra que en Adela.

- ¡Muy bien!, así me gusta, que me hagas caso - dije en mi papel de Amo.

Papel de Amo que estaba llevando sin saber muy bien porqué, ¿la idea no era que el amo era Juanma y Sandra la esclava? Pero bueno, ya que lo tenía, tendría que aprovecharlo.

- Ahora que la tienes a tiro, métesela de una estocada y fóllatela a lo bestia, ¡no tengas piedad con esta puta zorra! - le ordené dejando bien claro mi puesto de Amo.

La verdad es que Juanma, que al fin y al cabo era un bien mandado, no tuvo que pensárselo mucho pero antes, como queriendo cuidar de su ganadería, tuvo un detalle con aquella vaca. Le levantó un poco el culo, metió varios cojines entre el suelo y la barriga de Adela con la idea de que su diana quedara a la altura perfecta y bajándole las bragas, no con poca dificultad, le sacó el pepino del coño para llevárselo a la boca y chupar todos los jugos que esta había soltado en la última hora. A continuación le acercó la yema de su dedo índice y sin más, se lo empezó a meter hasta dentro con la intención de expandir aquel pequeño agujero que pocas veces, debido al volumen de su culo había visto la luz, empezando a manipularla suavemente hasta notar que se le relajaba. A los poco segundos, un segundo y un tercer dedo, acompañaban al primero.

Una vez que vio que aquel canal ya estaba listo como para recibir un pepino, una berenjena o incluso media frutería, abrió todo lo que pudo sus dos cachas y poniendo la punta de su gordo rabo en aquel estrecho agujero, sin tan siquiera echar un poco de salivilla ni , le dio un empujón que se la metió hasta la garganta de una sola vez haciendo que ella se dejara caer hacia delante pegando su cara y sus tetas en el suelo y diese un grito de impresión.

Pero Juanma, a pesar de haberla tratado antes con tanto mimo, ahora, sin importarle una mierda lo que aquella gorda dijese, automáticamente le tiró de las caderas hacia atrás para volver a ponerla en posición y empezar a follársela por el culo con fuertes empujones justo cómo yo le había pedido, ¡sin piedad!, logrando que aquella señora comenzase a soltar mugidos e improperios por su boca cada vez que Juanma la asaltaba con un nuevo viaje de polla.

Ahora eso sí, puedo asegurar que aquella mujer, a pesar del grito, virgen del culo no era.

- ¡Dale el pepino, Leandro! - me dijo de repente Sandra que había estado en silencio todo el tiempo.

- ¿Para?…, - pregunté un tanto extrañado por su petición pero cogiéndolo del suelo y dándoselo a mi amada esposa.

- ¡A mí no, tonto!, ¡a ella! - me contestó al ver que no me había enterado de lo que me había dicho.

No, no me había enterado, ¡como para enterarme de algo estaba yo! Aunque bueno, tampoco me hubiese importado que hubiese sido para ella, ¿no creéis?, ¡habría sido el acabose! La gorda follando por el culo con Juanma como animales, Sandra follándose el coño con un pepino que había pasado por casi todos los asistentes a aquella reunión de vecinos y yo pajeándome el rabo como un descosido.

Y tras entender lo que Sandra quería, acercándome y cogiendo de la cabeza a Adela para que separase la cara del suelo, se lo metí hasta las amígdalas logrando que diese una fuerte arcada cuando el pepino le tocó la campanilla.

- ¡Cuidado!, me haces daño - dijo entre toses Adela quizás con cierta razón.

- ¡Lo siento!, no era mi intención - dije volviéndome a disculpar ante ella.

- ¡Ya te he dicho antes que no te disculpes con ella, Leandro!,eso es lo que le gusta - me dijo Juanma entre gemidos y sin parar de menear sus caderas al ritmo de una ametralladora.

Y cuando de nuevo iba a decir lo mismo de siempre, que si a las mujeres hay que cuidarlas, que si patatín, que si patatán, Juanma sacando su nabo del culo de Adela, se puso de pie.

- ¡Date la vuelta!, quiero follarte el culo mientras que te metes el pepino en el coño.

Hombre, bien mirado aquella era la única forma de que una mujer de su tamaño tuviese una doble penetración. Con dos hombres lo veía casi imposible si no imposible del todo.

Adela, con cierta dificultad, se sentó en el suelo y luego tumbó la espalda y levantó las piernas todo lo que pudo, que ya era bastante, dejando dos moles de carne llamadas tetas completamente esparramadas y cayéndoseles por los dos lados de su gorda barriga.

Juanma, sin tan siquiera perder un segundo, poniéndose de rodillas entre sus rollizos muslos y levantando aún más sus piernas, le enchufó nuevamente el nabo en el culo haciendo que de nuevo, aquella mujer empezase a gemir como una lunática.

- ¡Ahora el pepino! - dijo Sandra que solo hablaba muy de vez en cuando pero con grandes resultados.

Ahora que lo pienso, no sólo no hablaba, sino que desde que nos fuimos al salón ni tan siquiera me había tocado el rabo. ¿Tan ensimismado estaba con la cachonda gorda que ni tan siquiera me había dado cuenta? Mejor así, de otra forma, seguro, seguro que me habría corrido muchísimo antes que todos los demás.

Ahora a lo que vamos, ¡al turrón!

Adela, estirando la mano en la que tenía el desmedido vegetal, se la llevó hasta su coño, lo puso a la entrada como pudo y en cuanto notó que estaba en su sitio, comenzó a metérselo y sacárselo al mismo ritmo salvaje que Juanma le estaba aplicando en el bullarengue, acompañando los movimientos con incomprensibles comentarios, eso sí, todos de euforia.

Tras un rato de mete y saca infernal y de grandes gemidos, se sacó aquel verde pepino, que si antes ya estaba medio cocido, ahora debería estar incluso un pelín pasado de cocción, y dejándolo sobre su barriga, se dobló como pudo y directamente se metió una mano en el coño. ¡Sí!, ¡lo que leéis!, ¡una mano completa con sus nudillos y todo! No me podía creer lo que estaba viendo, le cabían perfectamente los cinco dedos hasta la muñeca dentro de aquella inmensa cueva, además del cipote de Juanma que le estaba perforando el culo.

Aquella escena, que sin duda me trajo a la memoria la vivida con Sandra el día de la cámara, me hizo apartar la cara de la follada para mirar a la de mi amada mujer. Sandra al verlo, hizo lo mismo conmigo y me comentó algo.

- ¿Te acuerdas?... - dijo Sandra entre susurros.

Susurros que a pesar del griterío, entendí a la primera.

- ¡Perfectamente, mi cielo!, recuerda que lo tengo grabado - dije demostrando mi alegría y pasando mi mano por su carita.

Acto seguido, los dos volvimos de nuevo la cara para ver como Adela, con su mano entera a buen recaudo, se estaba follando el coño al mismo ritmo que Juanma lo hacía con su culo, a mucha velocidad. ¡Qué portento de mujer, cielo santo!

La muy joía por culo, nunca mejor dicho, parecía que, diese lo que le diese, fuese poco. Ella quería más y me dio la impresión de que incluso Juanma, tras mirarme un par de veces con cara de cansancio, se sentía un poco frustrado por no conseguir darle todo lo que aquella mujer quería.

- ¡Mastúrbala!, verás cómo se corre enseguida - le dije a Juanma al ver que aquello iba a ser un sinfín y que aquella técnica con Sandra funcionaba de puta madre.

Este no se lo pensó ni un momento, en cuanto se lo dije, estiró su mano buscando su tremendo clítoris y comenzó a acariciárselo, bueno, más que a acariciárselo a maltratárselo, logrando que Adela pegase otra grito más y empezase un enfurecido contoneo de caderas contra Juanma a la par que se metía la mano sin parar. En ese momento, un excitante sonido acuoso, ¡chof!, ¡chof!, ¡chof! , inundó la habitación. Era el ruido provocado por el estómago de Juanma cada vez que golpeaba el mojadísimo culo de Adela.

Aquello le produjo tanto placer a la limpiadora que incluso comenzó de nuevo a soltar por su boca palabras que no llegaba a descifrar. Pero una frase que si logré entender y que no se me olvidará fácilmente, quedó grabada en mi mente.

- ¡Méteme los huevos, los quiero dentro!, ¡empuja más fuerte!... - gritó desesperadamente mientras que con su mano libre se apretaba con mucha fuerza una de sus tetas.

Aquello, que como ya he dicho, lo dijo a grito pelao , lo decía mientras empujaba su grandioso culo con una fuerza impresionante contra Juanma haciendo que este se tuviese que agarrar fuertemente a sus caderas para no caerse de espaldas. Puedo decir que follársela más fuerte en ese momento era imposible. Le iba a destrozar el culo a pollazos o la polla a culazos, según se mire, como siguieran con ese ritmo.

Y mientras que Adela seguía gritando como desesperada buscando una corrida como la anterior, Juanma, que aunque tuviese un aguante espectacular no era de piedra, no pudo aguantar más y avisó que dentro de poco llegaría su corrida.

- ¡Adela!, para un poco o me corro - dijo entre balbuceos.

- ¡No, por favor!, ¡aún no! - gimió Adela que veía que se quedaba cachonda y sin corrida.

- ¡Di que sí, Juanma!, ¡córrete sobre ella! - exclamó Sandra entre gritos de alegría esperando que por fin terminase aquella especie de disparate.

Al final, Sandra iba a putear a la gorda hasta el último momento, ¡qué mala es mi mujer!

No fueron necesarias más palabras por parte de nadie. Juanma haciendo caso a Sandra, sacó la polla de aquel grasiento culo y poniéndose de rodillas delante de ella, de la misma forma salvaje que le había estado follando el culo, se la metió en la boca y comenzó a gemir mientras se corría. A Adela poco le importó si aquella polla acababa de salir de su culo o no, o si sabía u olía mal o no, ella simplemente se dedicó a seguir con sus dedos meneándose el clítoris, mientras que con ansias chupaba y bebía todo el líquido que Juanma le estaba soltando en la boca.

Aquí debo decir que aquella situación me dio un poco de envidia. Cabe recordar que yo lo había visto todo pero aún no había tenido la suerte de meterla en caliente desde esa mañana, ¡que conste!

Y tras el primer chorro de leche, siguiendo las instrucciones de Sandra, la sacó de las fauces de la gorda y le terminó de echar el resto de su corrida sobre las tetas y la barriga.

Adela, que cómo ya sabemos a guarra no la ganaba nadie, dejándose el coño por fin, con las manos se cogió sus dos grandes melones y como si fueran masa de pan, se los empezó a magrear ella misma esparciendo toda la corrida de Juanma sobre su portentoso cuerpo dejándoselo totalmente brillante de semen. Segundos después, esos dedos manchados fueron a parar a su boca.

- ¡Qué rica, cariño!, ¡cómo me gusta tu leche! - dijo Adela con pícara voz y acercándose nuevamente al nabo de Juanma para de nuevo metérselo en la boca y dejárselo totalmente limpio.

Cuando vi que por fin había terminado de desinfectarle el rabo, cogí sus bragas sucias con dos dedos como si fuesen unas pinzas y se las di a Adela.

- ¡Toma, guarra!, ¡límpiate las tetas y luego se las restriegas por la cara a Juanma! - le dije en el colmo de mi depravación.

Él, tan cerdo como siempre, dejándome un poco en evidencia las cogió con sus propias manos y tras limpiarle las tetas empezó a olerlas y a refregárselas por la cara.

- ¡Qué olor tan rico!, ¡cómo me gusta! - dijo Juanma dándome a entender que aquello no era problema.

Aquella situación que me dejó un poco perplejo, quise que no quedase así e intenté buscar una revancha.

- ¡Chúpalas! - le ordené a Juanma.

Y de nuevo, cómo era de esperar, no lo dudó volviéndome a vacilar. Sin titubear empezó a pasar su lengua por la parte interior justo donde estaba la gran mancha de color amarillento de la misma forma que yo lo hice aquella estupenda tarde en el cuarto de baño de casa.

Aquella situación, que debo admitir que durante un momento me molestó por la burla de Juanma, finalmente consiguió que mi polla llegara al máximo nivel. Jamás pensé que una situación tan guarra y retorcida como aquella, me pusiese la polla tan dura como la tenía en aquel momento, así que queriendo olvidar el tema de Amos y sumisos para otro momento menos caliente y deseando cuanto antes que mi querida esposa también entrase en acción, cogí su mano y la llevé hasta mis pelotas para que continuase con el trabajito que antes había dejado de hacer. Pero eso sí, de momento no la iba a dejar tocar la piel de mi rabo.

Juanma, que aún seguía de rodillas delante de Adela, cogió las bragas y las pegó a la nariz de ella. Adela hizo un gesto de rechazo, pero Juanma, sin quitarle las bragas de la cara, empezó a darle besos en el cuello y acariciar con su otra mano aquel coño que no se había terminado de correr y que estaba totalmente mojado.

- ¡Relájate! - dijo Juanma - Huélelas, huelen a ti, hazlo por ellos que nos están mirando.

Era difícil, pero aquello ya era un poco más guarro de lo que yo podía soportar y tuve que tomar una dura decisión de dar por finalizada la velada.

- ¡Anda!, tira para el baño… Date una ducha y quítate ese olor a sudor del cuerpo y luego seguimos - le dije a Adela quitándole de un tirón las bragas a Juanma y tirándolas al suelo.

No lo dudó ni un momento, creo que aquella mujer lo estaba deseando. Sin decir ni pio se levantó y se dirigió al baño.

- ¡Espera, Adela!, yo también me quiero dar una ducha - dijo Juanma marchándose con Adela y dejándonos nuevamente a solas a mí y a Sandra.

Juanma y Adela se iban a la ducha, y si no me equivoco, con el calentón que llevaba la tetona y con lo putero que era Juanma, seguro que no saldrían hasta que esta se hubiese corrido. Así que aprovechando que por fin Sandra y yo estábamos solos en el salón, agaché mi cabeza y le di un fuerte beso en los labios.

- ¿Qué te ha parecido? - le pregunté.

- ¡No ha estado mal!... - me contestó - pero la verdad es que si las mujeres ya me gustan poco de por sí, imagínate una puerca de este tipo .

- ¿Pero entonces no te ha gustado? - le dije un poco defraudado.

- ¡Sí, me ha puesto un poco cachonda!, pero es que la tía es una guarra en todos los sentidos - matizó para dejarme claro que tanto ambientador natural no era su estilo.

- Espero que la ducha sirva para que sea un poco menos guarra - le dije queriendo hacer una pequeña broma.

- Y yo que me avergoncé esta mañana por lo que ella pensara de mí, ¡qué tonta! - me dijo demostrando cierta alegría por haber encontrado a una mujer más golfa y descarada que ella, cosa difícil en aquella casa.

- ¡No te preocupes!, ¡verás cómo ahora lo pasamos bien entre nosotros! - le dije.

Acerqué mis manos a sus pechos y le solté las pinzas dando ella un pequeño gemido de dolor y un fuerte suspiro de salvación, ¡cómo para no darlo! Cuando pude vérselos descubrí que tenía los pezones rojos y aplastados por la presión de las pinzas pero duros como piedras. Me mojé los dedos en mi propia saliva y se los unté con ella para aliviar el dolor.

- ¿Quieres volver a ponérmelos? - preguntó Sandra, yo creo que pensando en la puñetera cartita de Juanma.

- No creo que sea necesario, mi vida - le contesté dándole un besito en su pezón más cercano a mi cara.

- Y si Juanma se enfada, ¿qué hago? - preguntó con cierto temor.

En ese momento tuve que hacer memoria para recordar cuál sería el castigo si no le hacía caso.

“A partir de este momento te entregas a tu Amo como Esclava y pasas a ser de mi Propiedad. Tu único trabajo será complacerme por lo menos durante el día de hoy… si no, recibirás un castigo que te impondrá la persona a la que me iba a follar”

- ¡Pues si se enfada, que le den por el culo!, que eso sé que le gusta - dije dejando claro que Sandra no tendría que soportar castigo ninguno por parte de la limpiadora.

Y en eso estábamos cuando empezamos a oír gemidos, bueno, más que gemidos, gritos que venían desde el cuarto de baño.

- ¡Escucha!…, - le dije a Sandra poniendo un dedo en sus labios para que no hablase - se la está tirando otra vez, ¡vaya putón!

- ¡Sí!, ¡es verdad! - dijo Sandra levantando la cabeza intentando escuchar mejor los gritos de aquella zorra.

- La tetona se lo debe estar pasando del carajo.

- ¿Te gusta?, ¿te pone cachondo pensar que están follando ahí al lado?

- ¡Sí!, me excita bastante escucharlos mientras que estamos aquí en el sofá - le dije señalando mi entrepierna que mostraba una erección realmente bestial - Y tú, ¿estas cachonda? - le pregunté.

- ¡Sí!, yo también lo estoy - me respondió con un leve tono de nerviosismo en sus palabras.

- ¡Qué zorrita más linda eres! - le dije mientras le daba un suave pellizco en sus mofletes.

- ¡Gracias, mi amor!…, - me dijo mientras ponía una sonrisa en sus labios - pero no quiero que pienses que soy una cualquiera ni mucho menos, ¡me sentiría culpable por ello!

Para nada iba a pensar yo aquello, si al fin y al cabo había sido yo quien la había llevado hasta aquel punto, e incluso diría que consiguiendo más placer para ella que para mí. Pero eso sí, con ella y junto a ella.

- ¡Nunca lo pensaría de ti, mi cielo! - le dije reafirmándome en lo mismo que siempre le había dicho - Es más, creo que si aquí hay algún culpable, ese soy yo que sólo pienso en follar y en guarradas.

- ¡Tranquilo, cariño!, ¡no pasa nada!, cualquier cosa que tú me pidas lo haremos juntos, siempre que nos divirtamos los dos, ¡claro está!

Aquello que me dijo, me gustó.

Bajé mi brazo sobre su espalda buscando su culo y comencé a sobárselo. Entre mi mano y su culo sólo había una pequeña tira que ocultaba su más linda joya.

- ¡Ábrete el body y enséñame el chochito, porfi! - le dije con el tono más zalamero que supe.

Sandra me miró con carita feliz y luego se separó la tela dejándome a la vista aquel lindo coño que tanto había disfrutado en las últimas horas. Un precioso y tierno coñito, un poco abierto por la excitación y totalmente mojado, nada comparable al monstruo peludo y maloliente que durante la mañana había sido el juguete de Juanma y mío.

Poco a poco fui deslizando la mano que tenía en su culo hasta llegar a su rajita y mover mis dedos de arriba abajo, con fuerza pero sin llegar a penetrarla.

- ¿Te gusta? - le dije pero sin esperar respuesta - ¿Parece que estas cachonda otra vez, no? - le pregunté a la vez que le sacaba el huevo vibrador.

Sandra no contestó, sólo lanzó un suspiro de alivio que había salido desde lo más hondo de su corazón. Aquel suspiro me dio a entender que estaba muy caliente y que tenía que aprovechar la situación.

- Dame un cigarrito, ¿no? - me dijo estirando la mano para coger el paquete de tabaco y entregármelo.

- ¿Y si te digo que no y lo dejamos para después de follar? - le contesté yo pensando muy seriamente en su salud.

¡Ji, Paco!, sobre todo en su salud.

- ¡Vale!, fumamos, follamos y luego volvemos a fumar, ¿no te parece?

- No me discutas o tendrás que pagar el castigo que Juanma te tenga preparado - le repliqué haciendo mención a la posible venganza que Juanma podría tener con ella.

Me miró con cara temerosa pero no hizo ni dijo nada.

Sin querer ser malo del todo, me encendí un cigarro para mí, se lo acerqué a su boca y la invité a una calada. ¡Qué generoso!, ¿verdad?

- ¡Aprovéchalo que eso es todo! - le dije y volví el cigarro a mi boca.

- ¡Pero qué cabrón eres, cielito! - me dijo con mucho sarcasmo al ver mi actuación.

- ¿Yo?, ¿por qué? - respondí con mucha más ironía que ella, pero con una amplia sonrisa en mis labios.

- ¡No!, ¡por nada, cariño!, ¡por nada! - terminó diciendo para luego estirarse, coger el tabaco y encenderse un cigarro.

Aquella tonta conversación nos hizo reír a los dos de forma nerviosa mientras que desde el baño seguían saliendo unos tremendos jadeos producidos posiblemente por alguna tubería atorada.

- ¿Quieres que nos hagamos una pajita cada uno mirando al otro? - le dije mientras que me bajaba el pantalón lo justo para ponerlo por debajo de mis huevos y dejar mi durísima polla al aire.

La idea no le pareció muy bien a Sandra, lo noté en su cara, pero yo, que desde esta mañana estaba loco por soltar lastre, me la agarré y comencé a mover mi mano lentamente sobre mi rabo.

- ¡Vamos, Cariño!, mastúrbate para mí, ¡tócate el coño! - le volví a insistir al ver que ella no hacía ni el intento - Esos dos están follando y yo quiero que tú te hagas una paja para mí, no es nada malo lo que te pido.

Allí estábamos en el sofá, yo pajeándome el rabo lentamente mientras que ella no dejaba de mirarme. La situación, que ya la habíamos repetido a solas muchas veces, era una situación realmente morbosa y me encantaba pero si era entre los dos, yo solo tocando la zambomba no era muy agradable.

- ¿Por qué no te tocas? - volví a insistir.

- ¡Porque se me moja el coño de sólo ver cómo te la meneas, cariño!

Al escuchar sus palabras agarré con más fuerza mi polla y me puse a mirarla a ella.

- ¿Quieres que te la haga yo? - dijo ella al ver que yo había duplicado mi ritmo pajeril.

No respondí. Solté mi mango, cogí otro cigarro, me lo encendí y apoyé mi espalda sobre el sofá dándole a entender que podía entretenerse con mi polla y mis huevos todo lo que quisiera.

Ella, con mucho más mimo que yo, empezó a tocar todo mi cuerpo por encima de la ropa. Sin perder más tiempo me quitó el pantalón, me separó las piernas para meterse entre ellas y se puso a dar un suave masaje a mis huevos a la vez que se metía mi polla en su dulce boca. ¡Estaba en la gloria!, ¡mi queridísima esposa la chupa de maravilla!

- ¡Cari, quiero que me revientes la polla!, ¡apriétamela fuerte!, ¡estírame de los huevos!, ¡hazme daño! - añadí fuera de mí.

Sandra, que le gusta chuparme el rabo más que todas las cosas, en aquel momento estaba disfrutando y me la chupaba lentamente pero agarrándola con mucha fuerza haciéndome incluso un poco de daño, justo como a mí me gusta y como le había pedido.

Aunque todo el mundo no lo pueda ver igual, para mí fue un momento realmente excitante, nosotros en el sofá, con mi polla atrapada por los labios de Sandra mientras que los otros dos seguían follando como cosacos en el baño.

Ahora que lo recuerdo, en aquel momento los gritos de Adela aún no habían parado y si no me equivoco, aquella putona se había corrido ya por lo menos tres veces. Seguro, seguro, que se habían duchado sólo con el líquido que aquella mujer habría expulsado por el coño, ¡qué alegría!

- Eres un poco puta, ¿verdad, mi niña? - le pregunté simplemente para que me repitiese aquello que tantas veces le había pedido y nunca me quería responder.

- Un poco no, ¡todo lo que tú quieras! - me respondió mirándome fijamente a los ojos y sin parar de menearme el rabo.

De repente se dejaron de oír los jadeos de Adela y Juanma, debían haber terminado su polvo. Ahora sólo se escuchaban mis gemidos y el ruido que hacía mi polla ensalivada contra la mano de Sandra, cuando cogió mi polla por los huevos y comenzó a dar lamidas a mi capullo con la misma lentitud que antes me la meneaba. Movía su cabeza hacia atrás y hacia adelante metiéndose sólo el capullo entre los labios mientras estrujaba mis huevos con sus uñas.

- ¿Te gusta así? - me preguntó.

Le contesté afirmativamente con un gesto de mi cabeza mientras que su mano seguía subiendo y bajando por toda mi húmeda y maciza polla.

- ¡Pues ahora me toca a mí! - dijo poniéndose de pie y cogiendo un cigarro.

Y tras encenderlo, se tumbó sobre la mesa que la otra noche habíamos usado para jugar al póker, encogió sus piernas al máximo casi tocando sus hombros con sus rodillas, y se separó las piernas todo lo que pudo para que su coño y culo quedasen totalmente abiertos ante mis ojos. La tenía totalmente expuesta para realizar con ella todos mis deseos de la misma forma que una hora antes tenía a Adela en la cocina.

- ¡Vamos!, si antes se lo has comido a la guarra esa, cómemelo ahora a mí - me dijo Sandra confirmándome que estaba pensando en lo mismo que yo.

Lo único raro que me sonó fue que de momento no había metido mi cara en el coño de Adela. No me importó lo que pensara en aquel momento, ahora, eso sí, ¡menuda comida de coño le regalé a Sandra!

Me puse de rodillas delante de ella, se lo abrí con mis dedos mientras que ella gemía con los ojos cerrados, y como un loco y con verdaderas ansias me la follé con la punta de mi lengua. Le estaba dejando el coño tan empapado de mis babas que incluso resbalaban por entre sus muslos llegando hasta el agujero de su culo y dejando una gran mancha de saliva en la mesa. Quería que se divirtiera con mi lengua tanto como yo lo estaba haciendo y creo que lo estaba consiguiendo.

Bajé mi lengua desde su coño hasta su pandero, separé la cara y volví a escupir entre los cachetes de su culo. Mi baba en aquel momento era espesa y suave, baba que utilicé para que uno de mis dedos empezara a dar suaves empujones para estimular su agujerito marrón mientras que con mi boca volvía a su coño y le daba mordisquitos, ahora no tan suaves. Pero Sandra no se quejaba, sólo meneaba su culo apretándolo contra mi cara buscando aún más placer si era posible.

Ella, al sentir el doble ataque a la que yo la estaba sometiendo, sin poder remediarlo empezó a gemir y convulsionarse pero esta vez, con más intensidad, cosa que me hizo notar que su corrida estaba cercana y que no tardaría mucho si seguía con mi lengua en su coño y culo. Pero yo no quería que se corriese todavía, yo quería follar, así que separándome de entre sus muslos, me puse de pie y me encendí un cigarrito usando la misma técnica que ella había usado conmigo.

- ¿Pero por qué paras ahora? - me dijo demostrando el nerviosismo por su orgasmo cortado

- ¡Me apetecía fumar! - le dije entre risas - Ya sabes, fumamos, follamos y luego volvemos a fumar, ¿no te parece? - le dije repitiendo sus palabras de un rato antes.

- ¡Pero qué cabrón eres, cielito! - me repitió con el mismo sarcasmo de antes.

- ¿Yo?, ¿por qué?... - le repetí igual que antes, pero eso sí, con mi amplia sonrisa en los labios.

- ¡No!, ¡por nada, cariño!, ¡por nada! - terminó diciendo dejándose caer de nuevo sobre la mesa porque sabía que yo había ganado la partida.

Y tras pegar un bufido de desesperación, intentó ponerse de pie pero al haberse quedado a medias, sus piernas aún seguían temblonas. Si no llego a agarrarla por la cintura, fijo que se habría caído al suelo.

- ¡Vamos al sofá! - le dije al verla tan inestable.

Nos sentamos, le di un cigarro encendido que ella cogió de malas maneras y nos pusimos a fumar en silencio. Aquel corte de digestión no le había sentado nada bien, así que nada más apagar mi cigarro, la abracé y le lancé mi mano contra su culo queriendo enmendar mi torpeza.

- ¡Qué pedazo de culo tienes, hija de puta! - le dije.

Tras escuchar mi comentario, se levantó del sofá, se fue de nuevo hacia la mesa de póker y apoyándose sobre ella, dejó su culo a mi vista totalmente abierto, meneándolo como si se tratara de la mejor de las putas. Se dio media vuelta, cogió el paquete de tabaco y se encendió otro cigarrito.

- ¿Otro?, ¿no era fumar, chupar, fumar, follar?… - le dije un pelín sorprendido por su actitud.

Pero como otras veces, estaba equivocado, ella sabía perfectamente lo que quería y lo que estaba haciendo.

Acercándose de nuevo a mí, se apoyó sobre la mesa y levantó una pierna dejándola sobre el brazo del sofá. La vista que me dejó era sorprendente. Un coño suave y brillante, totalmente mojado y abierto por la calentura que en ese momento corría por su cuerpo.

Aunque habían pasado muchas cosas aquel fin de semana, todo había sido un poco provocado, pero en ese momento, al igual que las veces anteriores de conocer a Juanma y a su troupe , mi mujer estaba actuando para mí y disfrutando lo que estaba haciendo. Aquel momento era para mí y para ella y lo estábamos pasando de puta madre y ella se estaba comportando como yo siempre había querido, como la mejor de las zorritas, y sólo para mí.

Me levanté del sofá y fui hacia ella. Sandra me ofreció una calada de su cigarro poniéndolo en mis labios, di una fuerte bocanada de humo y se lo eché sobre su cara de la misma forma que ella lo hizo el otro día sobre la polla de César. A continuación la atraje hasta mis labios para darle un beso buscando su lengua, mientras ella me abrazaba y apretaba su boca contra la mía moviendo la lengua como sólo ella sabía hacerlo.

- ¿Quieres follar? - le pregunté.

¡Joder!, cuánto tiempo sin preguntas retóricas, ¿no?, ¡pues claro que quería follar, lo estaba deseando, huevón!

- ¡Yo sí!, ¡lo estoy deseando!… Quiero que me folles y que me claves esa estupenda polla en mí coño.

Y sin esperar respuesta se fue hacia el cenicero, apagó el cigarro y se volvió a sentar sobre aquella mesa, que para tantas cosas había servido, y de nuevo se abrió la raja dejándome nuevamente su coño totalmente expuesto para que, sin piedad ni juegos esta vez, metiera mi polla y me la follase.

Notando su ansiedad por ser perforada por mi barrena, me acerqué a ella y me puse entre sus piernas, la sujeté por el culo y la acerqué hasta el borde de la mesa para que quedase a mi altura. Me costó un poco de trabajo ya que por culpa del sudor, su culo se había quedado pegado al cristal de la mesa pero tras un pequeño esfuerzo y cuando la tuve bien cerca, cogí mi polla y comencé a darle pequeños azotes en su coño justo antes de colocar mi capullo en su entrada. No esperé ni un segundo más, directamente se la clavé hasta el fondo dando un fuerte empujón de mis riñones contra su cuerpo. Sandra, a la par que yo, soltó un gemido mientras que rodeaba mi cuello con sus brazos. Sus tetas rozaban mi pecho y nuestros labios quedaron unidos por un fuerte beso consiguiendo que el reloj se parase por un momento para los dos.

No sabía el tiempo que llevaba follándomela, no sabía si un par de minutos o un par de horas, pero si de algo estaba claro es de que aún no quería correrme. Durante todo aquel tiempo, ni ella ni yo habíamos dejado de sudar y de gemir cada vez con más ganas mientras que hablamos y recordábamos algunas de las cosas que habíamos vivido juntos en aquellos días.

Todo aquello unido a la excitación que ya teníamos encima y a pesar de mis buenas intenciones por hacer todo lo imposible por alargar la situación hasta el máximo para no correrme, hizo que de repente mis huevos empezaran a mandarme señales claras de que tenían un excedente lácteo superior al habitual y necesitaban una evacuación urgente, es decir, que en menos que canta un gallo me iba a correr a chorretazos dentro del precioso y calentito coño de mi amada mujer.

Y claro, como de costumbre en aquella casa, justo cuando estaba a punto de correrme dando fuertes embestidas en el coño de Sandra, levanté la cabeza y vi a Juanma y a Adela delante de nosotros. Les iba a tener que poner un cascabel al cuello para saber cuándo me estaban espiando y cuando no.

- Ya está bien, ¿no?, todo no va a ser follar, ¡vamos, digo yo! - soltó Adela por su boca de búfala - ¿Queréis tomar algo?, os traigo unas cervezas y algo de picar - añadió, eso sí, sin dejar de mirar mi culo y como lo movía.

- ¡Joder!, ¿es que no hay forma de terminar un polvo en esta puta casa?, ¿otra vez me vais a joder la follada? ¡Dejadnos en paz, joder!, ¡me quiero correr, coño ya! - les dije mientras sacaba mi polla del interior de Sandra y la ayudaba a ponerse de pie.

Y sin dar más explicaciones cogí el paquete de tabaco para salir del salón con un cabreo del quince e irme hacia el baño dejándolos a los tres en el salón.

Tardé casi diez minutos en volver después de fumarme un par de cigarros para relajarme y hacerme entender a mí mismo que cabrearme no serviría de nada. Lo mejor sería tomarme aquella cerveza que me había ofrecido Adela y dejar las cosas discurrir. Follar ya follaría, pero eso sí, en casa tranquilamente.

En este preciso instante me doy cuenta que quizás mi reacción fue fruto de lo vivido allí. Cabe decir que cada pelea que se había provocado en aquel edificio había terminado luego en un polvo de impresión. Quizás mi subconsciente actuó por mí, ¿quién sabe?

Pero a lo que iba, cuando regresé al salón, Sandra estaba sentada en una silla enfrente del sofá dejando ver parte de su coño, ya que no se había vuelto a colocar el body en su sitio, no sé si por descuido o para alegrarnos la vista a los que estábamos allí. Adela, sólo con una camiseta cinco tallas menos y un poco mojada por el agua que aún caía de su pelo recién lavado y sin bragas, estaba sentada en el suelo. ¡Menudas tetas y michelines se le marcaban a la zorra con aquella mini camiseta!

Juanma estaba prácticamente tirado en el sofá. Este, sin camiseta, llevaba un calzoncillo gris bien ajustado a su paquete dejando ver la silueta de su considerable polla que se podía notar algo morcillona pero no tiesa.

Al ver cómo estaban no me corté y salí desnudo como estaba, con mi polla aún tiesa como un mástil a pesar de mi cabreó. Me senté en el sofá a los pies de Juanma y Adela me ofreció una cerveza.

- ¿Te gustó lo que estabas viendo? - le pregunté a Adela con la idea de pedir perdón pero sin pedirlo.

- ¡Tienes un culito precioso y lo mueves muy bien, cariñito! - me respondió la puta gorda sin cortarse un pelo.

- ¡Qué graciosa! - añadió Sandra mirándola por encima del hombro demostrando nuevamente el poco aprecio que tenía hacia aquella persona.

- El tuyo, aunque bastante grande, tampoco está nada mal - le dije a Adela sin hacerle mucho caso al comentario de Sandra - Y por lo que he visto antes, se traga las pollas con una facilidad que te cagas, ¿no?... ¿Te gusta que te follen el culo? - le pregunté de forma descarada.

No me respondió, parecía que le había molestado un poco mi comentario o la reacción de Sandra, pero en vez de echarme atrás, ya que me habían cortado la corrida, seguí calentando el ambiente.

- Sandra, Juanma me ha dicho que su marido es un “picha corta” y que se dedica a buscar buenas pollas para que le follen el culo a su mujer, ¿es verdad eso, Adela?

- ¡Por favor, Leandro! - me dijo Adela - Un poco de respeto con Indalecio, creo que te estás pasando conmigo, ¿no?... Además a Sandra no le sienta muy bien que yo opine de ti.

Se lo había tomado a mal de verdad y yo no quería eso realmente, mi idea era seguir con los comentarios subidos de tono y retomar la fiesta por donde la rompí, así que tuve que rectificar.

¡Veis!, de nuevo la bipolaridad, primero busco cabrear al personal y luego todo lo contrario, ¡hay que joderse!

- ¡No te enfades mujer!, lo que he dicho era sólo era una broma. La verdad es que me gusta muchísimo tu culo, y si no me equivoco, el comentario de Sandra tampoco ha sido malintencionado, ¿verdad, cariño? - pregunté a Sandra para que dejara claro que no había problema.

- ¡Claro que no!, a mí me gustan los comentarios que hagas de él. ¡No te enfades, mujer!, además yo soy la primera que piensa que mi marido tiene un culito bastante bonito - dijo Sandra dejando claro que no había problema de ningún tipo o que por lo menos, de momento se lo iba a tragar, (el problema, claro)

- ¡Claro!, ¡llevan los dos un montón de tiempo sin correrse y están más salidos que el pico de una mesa! - dijo Juanma haciéndonos reír a todos y calmando la situación.

- ¡Venga!, ¡vale!, ¡me habéis descubierto!... - dije yo - Y tú sigues cachonda, ¿verdad, cariño? - agregué mirando a Sandra.

- ¡Joder, más caliente que nunca! - dijo Sandra - ¡A ver si en algún momento me terminas de echar el polvo que llevamos a medias desde esta mañana, cabrito!

- ¡Veis!, ¡veis como no soy sólo yo! - dije volviendo todos a reír con mí broma.

Adela se puso de pie con la intención de recoger la mesa y al agacharse para recoger las latas vacías dejó su enorme culo, apenas tapado por un trozo de tela de la camiseta, bastante cerca de mi cara. Me levanté y me pegué contra ella aplastando mi durísima polla contra su culo y haciendo un enorme esfuerzo para meter mi mano por delante para tocar la extraordinaria pelambrera de pelos de su coño. Ella notó mi cuerpo pero no se apartó. Ahora aquel olor que tanto me llamó la atención por la mañana, era diferente, era un olor a un perfume dulce y bastante apetecible, exactamente el mismo que Sandra había usado la mañana de antes.

Aunque con el calentón que yo llevaba, con mi polla como una barra, aquel culo tan cerca de mi rabo y mi mano hurgando en su coño buscando su raja, en ese momento, aunque hubiese olido a mono, poco me hubiera importado. ¡La verdad!, hubiese intentado follármela de cualquier forma.

- ¡Qué buena estás, cerda! - le dije - Y además no llevas bragas, ¡eres toda una guarra!

- ¡No seas cabrón! - me contestó Adela - Apártate y déjame llevar esto a la cocina, ¡te vas a enterar cuando vuelva!

- ¡Ni loco te dejo escapar! - le dije mientras levantaba su camiseta con bastante dificultad y dejaba aquel par de sandías nuevamente al aire.

Desde atrás, como estaba, estiré mis manos y cogí todo lo que pude con ellas.

- ¡Déjame, idiota! - me dijo mientras Sandra miraba con cara de pasmada como yo tocaba aquellas inmensas tetas con total libertad delante de ella.

De repente, la tetona para librarse de mí se dio media vuelta y se metió mi pezón en la boca dándome un fuerte bocado en él. Tuve que dar un pequeño grito de dolor pero no me quité, eso sí, a punto estuve de soltarle la hostia que tantas ganas tenía de repartir desde esta mañana pero me contuve para no liar la de dios. Al escuchar mi gemido y ver mi cara de enfado, soltó mi pezón mirándome con carita de susto y fue dejando caer su enorme cuerpo en el sofá haciendo que Juanma tuviese que encogerse para dejarle un hueco libre.

- ¡Vamos!, demuéstrame de lo que eres capaz, ¡cómeme el coño! - largó Adela por su educada boquita, yo creo que para arreglar lo del bocado, mientras que una de sus manos se deslizaba hasta su coño para cogerse el clítoris y refregárselo muy despacito.

Aquella panorámica, que aunque ya me era familiar por haberla visto unas horas antes, en aquel momento me causó una impactante mezcla de sensaciones contradictorias entre grima y atracción.

Ese que antes era un sucio y pestilente desorden capilar, en ese momento, después de la necesaria ducha, estaba bastante menos enmarañado, mucho más aseado y a simple vista, sin necesidad de separarle los pelos, se podía ver una descomunal raja del mismo color que el vino tinto, que se abría por sí sola. ¡Bueno!, por sí sola no, Juanma y el pepino habían ayudado bastante a dejarla de aquella forma.

- ¡Bueno!, ¿qué?, ¿me lo vas a comer o qué? - me repitió, ahora sí, con un rebuzno impresionante al ver que yo no terminaba de reaccionar.

Si soy sincero, aunque en aquel momento tenía el corazón a cien por hora por el espectáculo que me estaba ofreciendo aquella enorme mujer de descomunales tetas, desmesurada barriga y desmedido coño, después de haberla visto y olido esta mañana y de además saber que Juanma se habría corrido por lo menos una vez dentro de su matriz, sentí cierto pudor, por no llamarlo asco, a meter mi lengua allí. Por muy asqueroso que fuese, ¿sería yo capaz de dejar escapar mi tercer coño sólo por escrúpulos?

Sandra, que entendió perfectamente mi difícil situación, poniéndose a mis pies al lado de la gorda, sin más preámbulos empezó a sobarle las pelotas con su suave mano.

- ¿Te gusta? - preguntó Sandra cogiéndome la polla y pegando un suave tirón hacia atrás para correrme el pellejo que tapaba mi capullo.

- ¡Sabes que esa caricia me encanta, vida! - le contesté dando un fuerte suspiro por sus trabajos manuales.

- Me refiero a su coño, ¿no te gustaría comérselo? - me preguntó mi amada esposa.

Aquellas palabras, contradictorias por lo que había dicho antes de que “una guarra como Adela no se merecía que yo le comiese el coño” , como era de esperar no tuvieron respuesta, simplemente me ayudaron a convencerme de lo que realmente quería hacer.

Poniéndome de rodillas al lado de mi mujer pero entre las hermosas piernas de Adela, bajé mi cabeza y acerqué mis labios al clítoris de la limpiadora. Esta, al ver que por fin me decidía, inmediatamente se separó ella misma los labios del chocho dándome otra vez una impresionante y húmeda perspectiva.

- ¿Está mojada? - me preguntó mi mujer sin dejar de sobar mis pelotas.

- ¡Creo que sí!, déjame comprobarlo - contesté metiendo un dedo en su almeja y sacándolo para llevarlo a la boca de mi mujer.

- ¿Cómo está? - preguntó Juanma que llevaba un buen rato en silencio, raro en él.

Casi me meo de gusto al escuchar de nuevo la voz de mi amada. De nuevo mi mujer me daba una lección de sabiduría y perversión.

- ¡Realmente sabroso! - respondió pasando su lengua por encima de mi dedo.

La respuesta de Sandra me quitó del tirón cualquier tipo de prejuicio.

Con todo el consentimiento de mi mujer para que me comiese otro chumino más, puse mi lengua sobre su abierto coño, que entre tanta carne parecía diminuta, y empecé a menearla sobre su clítoris y a chupar sus sonrojados labios como un loco logrando que en pocos segundos la gorda comenzase a gemir y a soltar grandes cantidades acuosas del interior de su cuerpo.

¿Qué os creíais, que me iba a quedar sin por lo menos paladear el sabor de aquel coño? Si en algún momento habíais pensado que sí, lo mejor será que volvieseis al principio de la historia y la leyerais con un poco más de detalle. Sólo añadir una cosita más por si no ha quedado lo suficientemente claro, ninguna mujer es fea por el sitio por donde mea, ¿no creéis?, pues yo sí lo creo así, ¡un coño es un coño aquí y en Pekín !

Ahora, a lo que iba.

Mi insignificante lengua estuvo unos segundos peleando como una jabata entre aquel frondoso jardín, que realmente sólo olía a vicio, deseando asegurarse de que hacía bien su trabajo. Y puedo asegurar que lo hizo, ya que en poco tiempo se comenzaron a escuchar, aparte de los gemidos de Adela, unos ruiditos que me pusieron como una moto, sonidos que me desplazaron por un momento al día de antes con Elena, ruidos de humedad provocados por el chupeteo constante a la que estaba sometiendo a aquella gorda pero sabrosa mujer. Sin querer reconocerlo hasta ahora, tenía ganas de comerme aquel coño desde el primer momento que lo vi ante mis ojos y ahora me estaba atiborrando.

De repente, cuando más a gusto estaba enganchando en aquella máquina de fabricar zumo de papaya, unas manos que no eran las de Sandra, me cogieron por los sobacos para obligarme a ponerme de pie.

- ¿Qué coño haces? - pregunté a Juanma al no saber que se proponía.

- ¡Tranquilízate, hombre!… ¡A ver!, ¿quién es aquí la limpiadora? - preguntó Juanma de forma un tanto irónica.

- ¡Yo! - respondió al instante Adela.

- Pues ya sabes, límpiale la polla y déjasela como los chorros del oro, ¿entendido? - añadió de nuevo usando aquel peculiar idioma de monos.

- ¿Quieres chupármela? - pregunté un poco desilusionado, al fin y al cabo, con aquellos chupetones en su coño le había cogido algo de cariño a la Señora Adela.

- ¿Cómo que si quiere?, ¡pues claro que quiere!, ¿verdad, Adela? - agregó Sandra que por momentos me sorprendía más.

- Y por su bien y si quiere el sobre de esta semana espero que se porte con tu polla como una verdadera guarra y no me haga quedar mal ante ti - terminó diciendo Juanma.

¡Joder!, como para negarse a algo. Encima de haber hecho la limpieza de la casa y de fiel sumisa de tres dementes como nosotros, al final se iba a quedar sin cobrar, ¡qué putada!

Pero aquella mujer no estaba por la labor de quedarse sin su sobre. Poniéndose de rodillas con grandes esfuerzos, se atrincó a mis cachas del culo y empezó a besarme el capullo que Sandra se había preocupado de dejarlo la mar de contento durante todo el tiempo que le estuve comiendo el coño. Tras unos cortos pero calientes besos prepucianos , se metió la cabeza de mi rabo en la boca describiendo círculos con su lengua sobre mi excitado capullo.

Me estaba dando un mamazo de impresión mientras que Juanma y Sandra miraban con ganas de apuntarse a la bacanal. Sandra no aguantó más y se quiso apuntar a mi fiesta privada, pero justo cuando se estaba acomodando al lado de Adela para chuparme la polla a medias, como siempre en aquella puta casa, sonó un móvil.

Adela al escucharlo, se paró automáticamente, se levantó y fue corriendo hacia su bolso dejándome con la boca abierta y el nabo a punto de estallar.

Me dejé caer en el sofá con cara de gilipollas y sin entender muy bien si lo que pasaba allí era un complot contra mí o no. Todo el mundo se corría en aquella casa menos yo, ¿qué pasaba conmigo, joder?

Durante el tiempo que estuvo hablando por teléfono, Sandra me estuvo acariciando suavemente los huevos a la espera de que ella llegara para seguir con el trabajito.

A los pocos minutos volvió Adela, y mientras recogía su ropa que estaba tirada por el salón nos dijo que debía marcharse de forma urgente. Según nos comentó a la carrera, su marido estaba con una borrachera del quince tirado en la calle. Además, el tono de voz de la persona con la que había hablado por el móvil era bastante acongojante.

¡Joder!, ¿qué le habría pasado al Indalecio?

Adela, bastante nerviosa por su marido, terminó de vestirse y abandonó la casa a toda prisa, no olvidándose, antes de cerrar la puerta de recordarle a Juanma que no le había dado el sobre con su dinero. Querría mucho a su marido pero la pela es la pela, ¡ya se sabe!

¡Nada!, ¡que no había forma de correrse en aquella puta casa!, cuando no era un timbre, era un teléfono, ¡vaya montón de mierda!

Adela, como ya he dicho, al estar tan preocupada por el estado de salud de su marido, se fue casi sin decir ni adiós mientras que los tres nos quedábamos con cara de gilipollas y sin saber muy bien lo que había ocurrido. Aquello parecía el cuadro más raro de Picasso . Juanma en el sofá sobándose suavemente las pelotas, yo de pie con mi rabo a punto de reventar y Sandra de rodillas delante de mí, rozando su pelo con mis huevos. Los tres teníamos una carita digna de exposición, ¡vamos!, que nadie se esperaba aquella reacción de la puta gorda qué después de habernos calentado como burros y dejarnos a medias, lo único que le importó fue el puto sobre con su dinero. ¡Qué materialista es la gente, joder!, siempre pensando en el puto dinero. ¿Y mi polla qué?, ¿qué iba a pasar con mi polla? ¿Y con mi corrida?, ¿qué iba a pasar con mi corrida?

Lo dicho, que no había forma de correrse en aquella puta casa. Eran las dos y media de la tarde y desde por la mañana mi verga no había parado de ser sobada por una u otra mujer. Yo estaba caliente como una mula y si alguien volvía a tocar mi rabo, aunque fuese un roce por error, le iba a echar un chorro de leche que se iba a enterar.

- ¿Quieres que siga con mis labios? - me preguntó Sandra al ver la carita que se me había quedado.

- ¡No, vida!, será mejor que lo dejemos para luego. Está visto que yo no me voy a correr más en este sitio… Nos tomamos la cerveza y nos vamos para casa - dije encendiendo un cigarro y resignándome a entender algo que no entendía.

A Sandra le cambió la cara, para nada quería marcharse antes de llegar al orgasmo. Hay que decir que ella también estaba bastante cachonda y tampoco había conseguido correrse a pesar de haber estado varias veces a punto.

- ¡Jo, cari!, ¡todavía no, porfi!, ¡yo me quiero correr! - me dijo con un tonillo de voz bastante bajito y poniendo carita de gatito de Shrek .

Al ver su cara de tristeza me acerqué a ella.

- ¡No te preocupes, mi cielo!, esta noche antes de dormir por lo menos, por lo menos, te vas a correr una vez. Pero eso sí, a la antigua usanza, es decir, en nuestra camita y los dos solitos.

- ¿Queréis otra cerveza? - dijo Juanma al escuchar mi comentario.

- ¡Vale!, es lo mejor para que se nos pase este mal trago. Te acompaño y las cojo - le dije yéndome con él hacia la cocina y dejando a Sandra en el salón con un carita de pena extraordinaria.

Tal cómo llegamos a la cocina Juanma me pidió que por favor no nos marchásemos aún.

- Si quieres, hago lo que tu desees, ¡pero no iros todavía, por favor! - me dijo casi suplicando - Lo hemos pasado tan bien que no quiero despedirme de vosotros de esta manera.

- ¿De qué manera? - le pregunté.

- ¡Joder, Leandro!..., - dijo como alucinando - ¡sin que te hayas corrido, hombre!

- ¡Ah, bueno!, si es por eso, no te preocupes, ya lo tengo asimilado - le dije para que me dejase en paz.

Pero no, él quería seguir insistiendo.

- Además, aún nos quedan un par de cosas pendientes.

- ¿Un par de cosas pendientes?, ¿cuáles? - pregunté un tanto mosqueado.

De una cosa si estaba seguro, pero de la otra no sabía a qué se podía referir.

- Pues que aún no te he dado lo que me pediste esta mañana y que todavía no le he entregado a Sandra el dinero que ganamos al póker - me dijo mientras me enseñaba un sobre y una bolsa parecida a un monedero de los piratas.

No supe que responder, la verdad es que me apetecía irme a casa. Estaba un poco cansado, Duque seguía con Jesús y además pensé que las experiencias que nos llevábamos en el cuerpo eran más que suficientes para ser la primera vez. Además prefería hacer el amor con Sandra en casa, tranquilamente, recordando de nuevo todas las pollas que se había llevado a los labios y aquellos dos nuevos coños que tanto placer me habían dado.

- ¡Lo siento, Juanma!, te lo agradezco muchísimo, pero de verdad, nos vamos. Dame el sobre y el dinero y dime cuanto te debo - le dije abriendo la que la iba a ser la última cerveza de aquella tarde.

- ¡Si te quedas, te prometo que no te arrepentirás! - me dijo - Conseguiré que seas el hombre más feliz del mundo, por lo menos en el día de hoy - me volvió a decir sin hacer mucho caso a lo que yo le acababa de explicar.

Aquella proposición, creo que indecente, me hizo dudar durante unos segundos, pero tras pensármelo bien le dije que no, que ya tenía tomada la decisión de irnos.

- ¡Cómo quieras!, pero te aseguro que con lo tenía preparado ibas a alucinar porque sé que aún os quedan muchas cosas que probar y que según Sandra te encantaría hacerlas - me volvió a insistir.

- ¿Preparado? - le pregunté sin poder aguantar la curiosidad por saber que podría haber organizado y que cojones más había hablado con Sandra.

- Si os quedáis, lo sabrás, si os vais te quedarás siempre con la duda.

Aquello ya fue superior a mi voluntad y dándome por vencido (que fácil de convencer soy), le dije que nos quedaríamos un rato más y si no me gustaba lo que tuviera preparado, nos iríamos a casa a descansar.

- ¡De acuerdo! - me dijo con carita de felicidad.

Y cogiendo las cervezas nos dirigimos de nuevo al salón.

No tenía ni la más mínima idea de cuáles podrían ser aquellas cosas sin probar que no hubiésemos catado aún y mucho menos de lo que había vuelto a hablar con Sandra, pero no me iba a ir de allí sin por lo menos enterarme. Conociéndolos a los dos podría ser cualquier cosa, así que mucho más convencido que antes me dije a mí mismo que debíamos aguantar un rato más en aquella casa.

- ¡Sólo una par de cosas más! - volvió a decir antes de salir de la cocina.

- ¡Dime! - le contesté con un tono bastante cansino.

- El primero de los dos que se corra antes tendrá que sufrir un castigo del otro.

- ¿Eso será negociable, verdad? - le dije pero sin conseguir que me hiciese caso.

- Y la segunda es que si Sandra quiere llevarse la pasta, tendrá que volver a ganársela portándose como una verdadera putita demostrando todo lo que ha aprendido.

Aquello no me terminó de convencer, en aquel plan veía muchas lagunas, entre otras cosas porque el dinero ya era de Sandra. Si mal no recuerdo, fue lo que hablamos en casa justo antes de decidir venir a jugar.

- Me parece a mí que la parte de tener que volverse a ganar el dinero no le va a gustar a alguien que yo me sé - le dije a Juanma.

- ¡Bueno, ya veremos lo que dice ella! - me contestó - Seguro que es tan fácil de convencer cómo tú.

- Y lo de “él primero que se corra”, ¡para qué vamos a hablar!, esa propuesta no me gusta ni un pelo. ¿A qué viene lo del primero en correrse?, ¡no lo veo muy justo, joder!… Puedo aguantar más o menos dependiendo de lo que hagan conmigo y la verdad es que con el día que llevo, no estoy para aguantar mucho que se diga - terminé diciendo.

- Eso ya lo veremos también - me respondió él - Yo voy igual de caliente que tú, ¡no te creas!

- ¡Te quieres ir al carajo! - le respondí bastante cabreado - Tú te has corrido con Adela por lo menos dos veces y eso te da bastante ventaja. ¡Y no me digas que no, que no veas como gritaba la tetona en la ducha!

- ¡Bueno, ahí tienes razón!, si quieres cambiamos un poco las normas - me dijo con aquella pícara sonrisa que usaba para tranquilizar los nervios de todo el mundo que se enfadaba en aquella casa - Cómo yo llevo una de ventaja, tú te podrás correr una vez y a partir de ahí empezamos a contar, ¿te parece? - me contestó - Además, no sé de qué te preocupas si vas a tener culos para elegir y vas a desear correrte cuanto antes - me dijo con una risa burlona pero dándome a entender que fuese lo que fuese lo que tuviese preparado, íbamos a ser por lo menos tres o más.

Aquella oferta me gustó bastante más. Entendí perfectamente que la cosa iba de folleteo, pero de folleteo del bueno y que por lo menos me iba a correr, si lo conseguía, un par de veces en dos agujeros distintos. Lo que no me quedaba muy claro era si los agujeros eran de hombre o de mujer, ¡sólo había hablado de culos! Pero bueno, aquello ya se podía ir viendo sobre la marcha, como ya le había dicho, si no me gustaba lo que me proponía, nos iríamos a casa a descansar.

Pero otra cosa que también me tenía un poco intranquilo fue lo del castigo, ¿a qué se podía referir?  Aquella duda no podía quedármela y tenía que tenerlo todo claro desde el principio antes de empezar a jugarme otra vez algo que no sabía lo que era.

- ¿Cuál será el castigo para el primero que se corra? - le pregunté para que me sacara de dudas.

- ¿No sé?..., - me respondió copiando aquellos incómodos silencios que tanto usaba Sandra – por ejemplo… ¿qué él que tarde más en correrse obligue al otro a hacer algo diferente?

- ¿Diferente?, ¿qué es diferente para ti? - le pregunté sabiendo que diferente para él sólo podría ser subir al Everest en bicicleta.

- ¡Tranquilo!, seguro que algo pensarás si ganas - me respondió con aquella maldita risita que ya me estaba poniendo malo.

La verdad es que me lo seguía poniendo difícil, ¡a ver cómo salía yo de aquel marrón en caso de que perdiese! Pero bueno, ¿qué iba a hacer? Así que acepté la oferta de aguantar el máximo de tiempo sin correrme, eso sí, después de mi primera corrida… Ya iría pensando mientras tanto que podría imponerle como castigo en caso de que yo ganase. Tenía que idear algo para que aquel jodío maricón no se olvidase nunca de mí, seguro que él estaba haciendo lo mismo.

- Ahora vete con Sandra mientras que yo hago un par de llamadas - me dijo mientras que cogía el teléfono para hacer sus misteriosas llamadas.

Y terminando de escucharle, pero cavilando en cual podría ser el castigo que le impondría si ganaba, me di media vuelta y me fui al salón dándole vueltas entre mis manos al saquito del dinero y pensando que al final no me había dado el sobre. ¿Qué había hecho con mi sobre?

A punto estuve de volverme pies atrás y preguntarle cuando vi que mientras hablaba, desaparecía por la puerta del fondo.

¡Luego le preguntaré! - pensé para mí.

Sólo me quedaba una cosa, proponérselo a Sandra y ver si ella estaba de acuerdo con el plan. Casi seguro que sí, pero tenía que confirmarlo con ella.

- ¡Ya está!, al final nos quedamos un rato más a ver qué cojones habéis preparado tú y tu amiguito - le dije a Sandra mientras le entregaba la cerveza.

- ¿Qué? - respondió ella haciéndose la tonta pero ocultando una pícara risa en sus labios.

- ¡Pues eso, lo que has escuchado!, qué Juanma está preparando algo para que nos marchemos con buen sabor de boca - le contesté sin dar muchas más explicaciones, entre otras cosas porque ella seguro que sabía mucho más que yo.

- ¿Eso quiere decir que nos quedamos? - preguntó Sandra bastante ilusionada por quedarnos en aquella casa un rato más.

- ¿Qué parte de “al final no quedamos un rato más” no has entendido, mi vida? - le dije en plan broma.

- ¡Venga, tonto!, ¡dime la verdad!

- ¡De momento, sí! - le contesté - Pero sólo hasta que vea lo que estáis preparando y si me gusta, pues nos quedamos - le dije a Sandra repitiendo la misma condición que ya le había dicho a Juanma.

- No sé qué es exactamente, pero verás cómo te gusta, ¡ya lo verás! - me respondió Sandra dejándome claro que ella sabía más de lo que decía.

- ¡Eso sí!, se ha apostado conmigo que el primero que se corra entre él y yo, pierde y sufrirá un castigo del otro - le dije pero sin contarle lo de que yo tendría una corrida de ventaja.

- Pues lo lleváis crudo los dos, ¡especialmente tú! - me dijo Sandra, sabiendo que aunque él era capaz de follar muchas veces seguidas, se corría con gran facilidad igual que yo.

- ¡Ah!, otra cosa que se me olvidada…, - le volví a decir - Juanma dice que para llevarte el dinero del póker te tienes que portar muy, muy bien. ¡Bueno!, bien no, ¡más bien mal! Según tu amiguito, para llevarle la pasta debes actuar como un verdadero putón y poner en práctica todo lo que has aprendido durante el bendito puente de la Constitución.

Aquello la hizo pensar un momento, pero pronto lo tuvo claro.

- ¿Poner en práctica lo que he aprendido y portarme como una fulana?, ¡pues no va a ser muy difícil que se diga!, ya tengo práctica en ello - me contestó aceptando el trato y dejándome como un tonto por haber dudado de las palabras de Juanma.

- ¿Entonces qué dices?, ¿quieres seguir aquí, no? - le dije a la par que tiraba el saquito de dinero sobre la mesa.

- ¡Pues claro, mi vida!, ¡lo estaba deseando! Pero que sepáis que ese dinero ya era mío - respondió ella.

- ¡Ya está todo en funcionamiento! - dijo Juanma apareciendo por la puerta del salón y escuchando el último comentario de Sandra.

Y poniendo los brazos en jarra, se dirigió a Sandra.

- ¡Mira guapa!, - dijo sacando la vena mariconera que sacaba muy de vez en cuando - el dinero te lo llevarás si cumples con tu parte de ser una buena zorra, si no, lo reparto con Leandro y nos quedamos cada uno con la mitad del dinero - le dijo Juanma recogiendo nuevamente el saquito y guardándolo en un cajón del mueble del salón.

Aquello no me sonó del todo bien, estaba más que seguro de que Sandra iba a decirle que no.

- ¡Eso está hecho!, así que ya me lo puedes ir dando.

¡Zas en toda la boca!

- ¡Va a ser el dinero más fácil que he ganado en mi vida! - contestó Sandra con un tono de voz bastante chuleta y dejándome otra vez por mentiroso.

Una risa apareció en mis labios al escuchar sus palabras. Aquello me hizo recordar las partidas de póker y lo chula que era tirándose faroles para luego terminar en bolas y con un montón de rabos dándole empujones. A ver como terminaba la fiesta, ¡no quería ni pensarlo!

- ¡Bueno!, ¿y de qué se trata? - le pregunté a Juanma.

- En más o menos una hora saldrás de dudas - me respondió.

- ¿No será nada raro, verdad? - preguntó Sandra como dando nuevamente a entender que no sabía nada de lo que estaba preparando aquel mamón.

- ¿Qué es raro para ti?, lo raro sería que fuese algo normal - le contesté yo pensando en los cuatro últimos días y haciendo que los tres nos riésemos de mi comentario.

- ¡Venga!, mientras que vosotros os termináis la cerveza y os vestís de una forma un poco más correcta, me voy a dar un afeitado - dijo Juanma.

- ¡Espera!, ¡espera!, primero voy yo al baño que tengo que ir a mear o me meo encima, ¡que me estoy meando como una persona mayor! - dijo Sandra mientras se ponía de pie y salía corriendo hacia el baño quitándole el sitio a Juanma.

- ¿Voy contigo? - le pregunté igual que otras tantas veces.

- ¡Si quieres! - me respondió ella de la misma forma que siempre pero sabiendo perfectamente que no iba a ir.

Pero de repente noté como se me soltaba un cable en la cabeza y me daba un fuerte chispazo. ¿Sería capaz de hacerlo?

- ¿Has dicho que tenemos una hora, no? - le pregunté a Juanma mientras que en mi sesera se empezaba a concebir otra idea.

Aquella sería la única oportunidad en mi vida que tendría de llevarla a cabo y tenía que ser ahora o nunca.

- ¡Sí!, ¡más o menos!, ¿por qué? - me preguntó.

- ¡No, por nada!, pero creo que es el momento perfecto para cobrarme una deuda y a la vez saber si ella se va a portar como la putita que es - le contesté levantándome del sofá y siguiendo a Sandra hasta el baño.

A continuación viví los veinte minutos más húmedos de mi vida.

Cuando entré en el baño, Sandra ya estaba sentada en la taza dispuesta a empezar a mear.

Sin que pudiese reaccionar, al igual que la noche del póker me puse de rodillas delante de ella y cogiéndome el rabo empecé a hacerme una paja. Como ya habréis notado, el verla mear me pone a tope, ver cómo sale aquel chorrito caliente desde su interior era y es uno de mis mayores placeres, pero mayor fue cuando escuché el sonido de su orina cayendo mientras recordaba la meada del otro día delante de todos.

- ¡Ábrete un poco más! - le dije separando un poco más sus piernas para tener una buena vista.

Pero aquello como las veces anteriores tuvo el efecto contrario, mi movimiento hizo que se cortara su chorro.

- Sigue meneándotela, ¡me gusta ver como lo haces! - me dijo Sandra.

- ¡Vale!, pero sólo si tú sigues meando mientras que yo me la meneo para ti, ¡por favor!

No hizo falta insistir mucho y a los pocos segundos volvía a salir aquel pequeño chorrito amarillo que iba resbalando y mojando los labios de su precioso coño.

- ¡Cariño, no puedo más!, es de las pocas cosas que me quedan por hacer, ¡quiero bebérmelo!, ¡quiero hacerlo! - le dije.

- ¡A ver, cariño!…, - me contestó ella con cara de circunstancia y volviendo a cortársele la meada - ¿me lo dices en serio o en broma? - me recriminó usando el mismo tono que Belén Esteban hubiese usado.

A pesar de, como ya he comentado anteriormente, que aquella mujer, (Belén Esteban) , me daba y me da tanto asco, mi calentura podía mucho más que yo en aquel momento.

- ¡Por favor, vida!, méate sobre mí, déjame sentir ese líquido caliente sobre mi cuerpo - le dije sin cortarme un pelo.

- ¡Pero cariño!…, - me volvió a responder ella y volviendo a usar aquel fastidioso silencio - ¡eso no puede ser!, te prometí que haría todo lo que me pidieses, pero eso no, por favor, ¡eso es asqueroso!

Pero yo tenía bastante claro como quería que continuara todo aquello y no la dejé buscar más excusas.

- ¡No sigas meando!,  espera un momento.

- ¡Joder, cari!, ¡qué pesadito eres! - me dijo con voz de cabreo.

Poco me importó su queja. La cogí por el culo y la arrastré hasta el filo de la taza dejando su coño casi fuera, puse sus pies sobre mis piernas y cerrando los ojos le dije que continuara con su meada. Por fin mi fantasía más guarra se iba a cumplir, si ella quería, ¡claro!

- ¡Ahora hazlo!, ¡mójame igual que me mojó esta mañana Adela, cariño! - le pedí fuera de mis casillas.

Yo lo tenía bastante claro, pero por lo que tardaba en hacerlo pensé que ella se iba a echar atrás y me iba a dejar con las ganas una vez más.

- ¡Cómo quieras! - respondió al fin accediendo a mi cerdada para hacerme el hombre más feliz del mundo.

Cuando empezó de nuevo, el chorro salió hacia arriba y creí volverme loco cuando noté que caía directamente sobre mi pecho mojándome por completo, resbalándome por toda la barriga y llegándome hasta la polla dónde noté ese agradable calorcito.

Sin poder remediarlo, tampoco quería remediarlo, acerqué mis labios a su coño y sentí como toda su salada orina entraba directamente en mi boca y me salpicaba toda la cara. ¿No sabía qué hacer?, mi boca se llenó rápidamente, tenía que tragar si no quería ahogarme, no era la idea pero tampoco me importó mucho, estaba en el cielo y quería disfrutarlo. Así que volví a cerrar los ojos para saborear el placer de aquel cálido líquido mientras que mi polla estaba a punto de estallar y completamente mojada de sus meados.

- ¡Pero qué cerdo eres!, ¿te lo estás tragando? - me preguntó sin creerse lo que yo estaba haciendo.

Cómo era de esperar no pude responder, tenía la boca llena de aquella cerveza caliente. Sólo pude mover mi cabeza para decir que sí.

- ¡Pues nada!, ¡si es eso es lo que quieres, sigue! - dijo con voz de resignación.

Pero aquel conformismo duró poco y de repente se convirtió en vicio.

- ¡Venga!, ¡no quiero que se caiga ni una sola gota al suelo!, ¡trágatelo todo!

¡Vaya!, antes no quería ni loca y una vez que lo ha probado, no sólo parece que le gusta sino que además me anima a seguir y a bebérmelo – pensé - ¡Qué putona está hecha!, nunca quiere nada nuevo pero cuando lo prueba, cualquiera lo diría.

Sólo podía pensar, lo prometo, no podía hablar. Mi boca estaba llena a rebosar y no me daba tiempo a tragar aquella caliente y sabrosa bebida. Los chorros que no cabían resbalaban por los lados de mi boca y me recorrían todo el cuerpo formando un gran charco en el suelo del baño.

De repente dejó de mear y se puso de pie, momento que aproveché para agachar la cabeza y soltar de mi boca todo el zumo que no había podido tragar.

- ¡No pienses que he terminado!, túmbate en el suelo y abre la boca. ¡Eres un cerdo y así te voy a tratar! - dijo Sandra demostrándome que estaba más caliente que yo, ¡que ya era difícil!

Me tumbé en el suelo del baño, que cómo ya os dije en su momento era un baño bastante grande, mojando toda mi espalda con el charco que había formado, a la par que ella se ponía de pie dejando mi cuerpo entre sus piernas y en medio, aquel chochito lindo aún mojado y goteando sobre mí.

Cuando ya creía que todo se había terminado, se colocó bien y comenzó a mear de nuevo. ¡Vaya! – pensé - ¡pues si era verdad que se estaba meando viva!

De lo que si estoy seguro es que ella estaba disfrutando como una perra mientras se meaba en mi cara, pero no me importó en absoluto, todo lo contrario.

La primera parte de la meada fue bastante grande, pero nunca podría imaginar que la segunda parte fuese aún mayor. ¿Cuánta cerveza había bebido aquella mujer, por dios?

- ¡Te quiero vida!, nunca quiero probar cosas, pero cuando las pruebo me encantan. A partir de ahora oblígame a hacer todo lo que te apetezca - me dijo mientras su meada seguía cayendo en mi boca y en mi cuerpo.

Mientras ella hablaba yo notaba como aquel líquido amarillo mojaba todo mi cuerpo haciéndome feliz cómo a un niño con un juguete nuevo. Puedo asegurar que ella tampoco lo estaba pasando mal ya que sin poder aguatar más su calentura, se llevó la mano al coño y comenzó a tocarse lentamente mientras que no paraba de mear mojándose toda la mano de su propia orina.

De repente se agarró al lavabo y poco a poco se fue agachando hasta colocar su coño a pocos centímetros de mi boca haciendo que su meada, que para mi suerte no tenía fin, entrara ahora directamente en mi garganta. La boca no se me vaciaba por mucho que tragara y el fuerte sabor de aquel líquido era como un afrodisíaco para mi polla, que aunque estaba bastante olvidada desde el principio, no había bajado su tamaño ni un sólo centímetro.

Saqué la lengua y la puse justo dónde salía el chorro notando unas agradables cosquillitas en ella.

- ¡Cari, mea sobre mi polla!, quiero sentir esas cosquillitas en mis huevos - le pedí casi por favor y casi ahogándome.

Pero mi gozo en un pozo, justo en aquel momento me avisó, con un gesto de sus manos que el grifo se estaba cerrando haciendo que mi ilusión desapareciera de repente.

- ¿Esto era lo que querías, no?, ¡pues ya lo tienes! - me dijo con una cara de zorra jamás pensada por mí.

Pero mi calenturienta forma de ser no me dejaba parar, demostrándome a mí mismo lo guarro que podía llegar a ser.

Aún podía ver cómo algunas gotitas amarillas seguían cayendo poco a poco por los laterales de su coño resbalando por sus muslos. Sin poder aguatarme acerqué mi lengua y empecé a chupar su chocho y el interior de sus piernas en busca de las gotas para no desperdiciar ninguna y disfrutar de aquel momento como realmente se merecía. La noche de la meada en familia no lo conseguí, pero aquella vez lo había conseguido, quizás con menos insistencia de la que esperaba, pero conociendo como conocía a Sandra, seguramente sería la primera y la última vez. Aunque, ¿quién sabe?

- ¡Quiero más! - le dije poniendo carita de pena.

Sandra al escuchar mi súplica e intentando hacerme más feliz aún de lo que era, hizo fuerza para seguir meando pero no, ya no salía más de su lindo agujerito.

Al ver que aquello había tocado su fin, se separó de mí y yo me puse de pie. Mi espalda estaba helada, todo el suelo estaba mojado y se había enfriado.

- ¡No veas cómo hemos puesto el suelo!¡Que sepas que yo no voy a limpiar esto!, ¿a ver quién lo limpia?, ¿lo hará Juanma con la lengua? - me preguntó Sandra con un cierto tono de sarcasmo en sus palabras y demostrándome lo guarra y pervertida que ella también podía llegar a ser cuando quería.

Y dando un fuerte grito, lo llamó.

- ¡Juanma!, ¡ven aquí, por favor!

- ¡Tranquila, mujer!, no me grites, que estoy aquí - dijo Juanma desde la puerta del baño - ¡Vaya!, ¡vaya!, ¡anda que invitáis!, ¡qué cabrones! - nos recriminó mientras se acercaba hasta nosotros.

El muy mamón había estado en la puerta todo el tiempo viendo nuestra particular ducha y sin decir ni pio.

- ¡Ven aquí, muchacho!, nos habíamos olvidado de ti, ¿nos perdonas? - dijo Sandra mientras empujaba a Juanma del hombro obligándolo a ponerse de rodillas justo encima del charco de orina - ¡Huélelo!, ¿te gusta cómo huele? - le dijo mientras le agarraba la cabeza y lo apretaba contra el suelo.

Juanma olió la mancha y con la cabeza dijo que sí. Sin duda, aquel aroma era justo el olor que su coño desprendía cuando estaba cachonda.

- ¡Pues mejor sabrá! - dijo Sandra obligándole a chupar el suelo y dejándome de piedra.

Mira que yo soy cerdo y retorcido, pero aquello era demasiado incluso para un ser tan guarro y pervertido como Juanma que no había dudado antes en chupar el coño, culo y sobacos de la guarra limpiadora. Sandra me había ganado en viciosa y además con diferencia, así que mientras que ella seguía con la cabeza de Juanma apretada contra el suelo, para parar aquella perrería me inventé otra.

- ¡Ahora me toca a mí!, yo también me estoy meando y quiero hacerlo sobre ti - le dije a Sandra.

Si había accedido a una cosa, igual consentía la otra, ¿no?

- ¡De eso nada!, ¿tú estás tonto, chaval?

- ¿Pero por qué no? - le pregunté un poco contrariado.

Al fin y al cabo sólo era seguir un poco más con el mismo juego.

- ¡Pues porque tengo otra idea mejor! Cómo antes nos hemos olvidado de Juanma, ahora él será el invitado especial - dijo cambiando todos mis planes y dándome otra buena lección de vicio.

Y sin dar más explicaciones “ayudó” a Juanma a ponerse de rodillas delante de mí esperando que empezara a llover.

En aquel momento pude comprobar que Juanma no tenía voluntad cuando Sandra lo obligaba a algo. Igual que cuando él tomaba la iniciativa no dejaba que nadie cambiara sus planes, cuando él era el juguete, se dejaba hacer de todo sin rechistar. ¡Al final no iba a resultar tan mal compañero de viaje!

Aquello no era de mi gusto. ¡Bueno!, ¡sí!, aunque hubiese preferido que hubiese sido a ella. Era la primera vez que me iba a mear sobre alguien y me daba un poco igual que fuese Sandra o Juanma quien la recibiese. Me hacía tanta ilusión el poder conseguirlo al final que no iba a dejar pasar la oportunidad.

Como digo, lo ideal hubiese sido hacerlo sobre mi mujer, pero si ella en aquel momento no estaba por la labor, ya habría otra ocasión, digo yo, así que en cuanto lo tuve frente a mí a la espera de que mi manguera lo regara, empecé a hacer algo de fuerza con mi vejiga para que saliera el chorro desde mi morado capullo.

Pero había un problema, la dureza de mi adorado nabo en aquel momento no lo dejaba salir cómo a mí me hubiese gustado, casi me manchaba yo mismo más que a él. Además no me salía un gran chorro y aunque lo intentaba, no podía dirigirlo a su cara.

Sandra, al darse cuenta de mi difícil situación me agarró el rabo y cómo si de un rifle se tratara, comenzó a dirigirlo sobre la diana. Aquella ayuda fue extraordinaria, una catarata de orina salió y fue a parar directamente a la boca de Juanma. Aquel primer chorro lo pilló de sorpresa y se atragantó dándole un poco de tos pero sin llegar a cerrar la boca. Al verlo quise parar pero ahora no podía, si paraba se me cortaría la meada, y con las ganas que tenía de hacer aquello, tampoco estaba dispuesto a parar.

Juanma, entre tos y tos seguía con la boca abierta, sin tragarlo pero sin dejar escapar ni una sola gota de mi líquido amarillo hasta que la tuvo totalmente llena. Cuando ya no cabía más, vi como mi caliente caldo empezaba a resbalar por sus labios mojando su pecho y sus pelotas igual que me había ocurrido a mí antes.

Estaba disfrutando aquello cómo realmente se merecía pero yo quería que también participara ella. Tenía que intentarlo de nuevo, el no ya lo tenía, así que ¿por qué no volver a probar?

- ¡Suéltame la polla! - le dije a Sandra mientras le copiaba la técnica y le apretaba el hombro hacia el suelo para que se pusiese de rodillas delante de Juanma.

¡Y bingo! Sin decir absolutamente nada y sin tener que volver a ser cansino, que ya lo había sido bastante, se colocó al lado de él y directamente cambié mi chorro sobre sus tetas haciendo que se mojaran automáticamente.

Ver como mi meada corría por su pecho y mojaba sus puntiagudos pezones me puso pletórico. Ni entonces ni ahora tengo palabras para explicar que sentí en aquel momento de total entrega de Sandra a todos mis placeres.

Ya me quedaba poco y así se lo dije a los dos. Fue justo en ese momento cuando Sandra me dejó totalmente sorprendido y se entregó de forma absoluta a mis más deseados placeres, cerró los ojos y abrió la boca dándome a entender que ella también quería probarlo.

Al ver abierto aquel precioso agujero lleno de blancas perlas a la espera de mi cálido líquido, cambié la dirección del chorro a su boca salpicándole todo el cuello y pelo. No me había quedado mucho después de hacerlo sobre sus cuerpos, pero una buena cantidad fue a parar directamente a su boca, que sin tragárselo, al igual que Juanma, lo mantenía en su boca.

Por fin acabé de mear pero con la increíble satisfacción de haber conseguido que Sandra participara conmigo. Si mear cuando uno se está meando da gusto, hacerlo de aquella manera fue un placer divino.

Juanma miraba fijamente la cara de Sandra que aún permanecía con la boca abierta y llena de mi orina. Por un momento creí que estaba disfrutando de aquella preciosa vista igual que yo, pero no, otra vez me equivoqué, ¡el cabronazo tenía un plan un poco más maléfico!

Sin que ella lo esperase, apretó la nariz de Sandra con dos dedos y cortándole la respiración no tuvo más remedio que tragarse todo lo que yo había descargado en su boca provocándole otro ataque de tos igual que antes a Juanma. Yo creí que se iba a enfadar, pero cuando se lo tragó y la tos se terminó, de la forma más viciosa que jamás había visto, sacó su lengua y empezó a relamerse los labios como si se acabara de comer un pastel y tuviera toda la boca manchada de chocolate. Acto seguido cogió mi polla y ofreciéndosela a Juanma, empezaron a chuparme el capullo y las pelotas a dúo para no dejar ningún rastro de mi meada. Estaba asombrado mirando y admirando como las dos personas que más cosas habían gozado conmigo, ahora me hacían disfrutar sin pedir nada a cambio.

En aquel momento me estaban haciendo un espléndido trabajo en el nabo que me haría correrme en muy poco tiempo si nadie lo remediaba. La verdad es que aquello no me pareció muy justo por mi parte, al fin y al cabo sólo estaba disfrutando yo y además, si lo pensaba bien, corriéndome perdería una oportunidad para luego, así que apartándome de ellos les dije que lo mejor sería continuar luego.

¡Sí!, ¡me podéis llamar egoísta!, pero es que una apuesta es una apuesta, no quería perderla a las primeras de cambio ¿no?

- ¿Por qué luego?, ¡yo quiero ahora! - me dijo Sandra apretándome el rabo y los cojones para que no me separase de ella.

La verdad es que con las ganas que tenía de correrme, no me hubiera importado hacerlo sobre ellos. Al fin y al cabo qué más da un líquido que otro – pensé - Pero realmente me retuve porqué si no, no iba a disfrutar la sorpresa de Juanma como se merecía. Pero claro, aquella parte no se la podía decir a nadie, si no hubiera quedado un poco mal.

- Pues porque Juanma nos ha dicho antes que en más o menos una hora pasaría algo, y ya son casi las cuatro - le respondí.

- ¡Tiene toda la razón! - dijo Juanma poniéndose de pie - Además, aún tenemos que recoger un poco esto, ¡que no veas cómo lo habéis dejado todo! - dijo Juanma cogiendo una toalla de baño y echándola en el suelo para que fuese empapando el líquido.

- ¡Jo!, ¡pero yo quería seguir bebiendo cerveza calentita del bote!, aún queda Juanma - dijo Sandra

- Eso será otro día, ahora no puede ser, hay que limpiar todo esto cuanto antes - dijo Juanma dejándome un poco más tranquilo.

Para ser sinceros, aunque yo me había meado sobre él, yo no tenía ninguna intención de que él se meara sobre mí.

¡Sí!, ¡me podéis llamar egoísta otra vez!

- ¡Venga!, nos damos prisa y luego te bebes todas las cervezas frías o calientes que quieras - le dije a mi mujer para cortar un poco sus benditas intenciones de querer seguir con la meada de Juanma.

Sandra se puso de pie farfullando en arameo no sé muy bien qué, pero creo que nada bueno.

Para que se lo tomase un poco mejor le dije que no se preocupase, que si algún otro día quedábamos los tres nuevamente, lo intentaríamos, pero que ahora debíamos hacer caso a Juanma y darnos una ducha para refrescarnos un poco. Y acercándome a mi recién meada mujer, le pegué un besazo en los labios probando el sabor de mi propia orina y dándole las gracias por ser como era conmigo.

- ¡Vamos!, ¡vamos!, ¡menos cariñitos que se nos echa el tiempo encima! - nos dijo Juanma llamándonos la atención por enésima vez aquel fin de semana, para que nos dejáramos de arrumacos.

¡Vaya!, otra nueva reprimenda, ¿cuándo aprendería aquel hombre a dejarnos en paz cuando tenía que dejarnos en paz?

La ducha no fue como todos, o por lo menos yo, hubiésemos imaginado, follada en trío y más meadas en la bañera, sino que simplemente fue una ducha rápida uno tras otro mientras que los dos que no estaban bajo el agua limpiaban el suelo del baño.

Cuando por fin estuvimos los tres duchados y el baño bien limpio, nos vestimos como gente normal. Eso sí, yo con la misma ropa del sábado y, cómo casi siempre, sin calzoncillos. Pero Sandra llevaba un precioso traje negro con un nudo en el cuello que hacía resaltar su precioso cuerpo.

- ¿Y ese traje? - le pregunté en cuanto la vi.

- ¡Creo que es de César! - me respondió dándose, como otras veces, una vuelta completa para que admirara lo preciosa y bonita que estaba.

- ¡Valiente mariconazo! - dije entre dientes para que Juanma, que en ese momento estaba entrando en el salón, no escuchara mi comentario sobre su “novio” .

- ¿Y llevas bragas? - le pregunté queriendo saber si se había puesto las sucias, ninguna, o si había vuelto a robarlas.

- ¿Te acuerdas del día que conocimos a Cristina y Víctor en el local de intercambios? - me preguntó ella como respuesta a la mía.

- ¡Joder!, ¡vaya recuerdo!, pues claro, cómo para olvidarme de aquel día - le respondí.

- ¿Y te acuerdas que me dijiste que no me pusiese bragas, pero que las guardase en el bolso?- me volvió a preguntar.

- ¡Sí! - me acuerdo perfectamente.

- ¡Pues estas son! - me respondió levantándose el traje y enseñándome un precioso tanga de color rojo con un lacito también rojo pero más oscuro.

- ¡Joder!, ¡es verdad! - contesté bastante ilusionado.

¿Cómo me había olvidado de aquel detalle?, menos mal que a mi linda mujer no se le pasa una.

- ¿Qué pasa? - preguntó Juanma sin enterarse de nada pero viendo a Sandra como se levantaba el traje y me enseñaba las bragas.

- ¡Nada, nada!..., - respondió Sandra - ¡cosas nuestras!

- ¿Y tú plan para cuándo? - le pregunté a Juanma viendo que pasaba el tiempo y no ocurría nada.

- ¡Tranquilo, hombre!, ya os había dicho que en una hora más o menos, y acaban de dar las cuatro. Tampoco hay que ser tan impaciente, ¿no? - nos dijo a la vez que cogía el mando del aire acondicionado y lo ponía, al igual que la noche del póker, al máximo.

Tras escuchar las palabras de Juanma y ver el gesto que hizo con el mando no quise discutirle nada, entendí que aquello significaba que intentaba caldear el ambiente al máximo igual que hizo la otra noche, así que me senté en el sofá al lado de Sandra a la espera de que llegara la tan esperada sorpresa.