Solo era el principio (38) ¿Estás enfadado?...
Colocó a Sandra en el lateral de la cama con las piernas levantadas, se arrodilló delante de ella, le abrió bien los muslos y restregó la frente por su chorreante coño mientras lamia con ansias el gran, aunque ya menos dilatado, agujero de su culo.
CAPITULO 38
¿Estás enfadado?…
DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (MADRUGADA) (4ª PARTE)
- ¿Queréis un café? - nos preguntó Dani tras unos minutos de silencio, sólo rotos por los ahogados suspiros que Sandra no paraba de emitir debido al cansancio físico.
- ¡Vale!, pero por favor, que el de Sandra sea descafeinado o se pone nerviosa - le dije ante aquella sugerencia.
- ¿Más? - respondió César soltando una sonora carcajada pero sin tan siquiera llegar a levantar la cabeza de la cama.
¿Qué habrá querido decir con ese comentario?, ¿qué mi mujer está nerviosa y que el café la perjudicará aún más?, ¡no!, no creo que este nerviosa. A estas alturas más bien lo contrario, ¿no? - pensé mientras la miraba y la veía tendida en la cama totalmente derrotada.
Y mientras que Dani se marchaba a la cocina a preparar el café y César empezaba a dar cabezadas en la cama, apagué la cámara y la dejé sobre la mesa al lado de las otras tres cintas que ya había usado. Luego me acerqué a Sandra, y dándole un beso en la frente, le di las gracias por todo.
Ella, sin hablar y con los ojos semicerrados por el cansancio pero con una angelical sonrisa de satisfacción en sus labios, tocó mi cara con su mano y me pasó los dedos por los labios demostrándome su amor y lo bien que lo había pasado. Me incliné hacia ella y la abracé con fuerza, cosa que ella agradeció devolviéndome aquel bonito abrazo. Su respiración era nerviosa y su corazón aun latía con fuerza. ¿A qué iba a tener razón César y realmente estaba nerviosa?
- ¿Por qué hemos hecho esto? - le pregunté, quizás un poco lamentado por todo lo ocurrido.
- ¿No sé?, ¿tal vez hayamos sido un poco tontos? - me respondió Sandra dándome a entender que nos habíamos equivocado.
- ¿Tontos?, ¿tontos por qué? - pregunté pero temiendo bastante a su respuesta.
Debo decir que me encontraba realmente arrepentido por haber dejado hacer a mi mujer algo que ella en principio no quería realizar pero que sin embargo, había hecho por mi insistencia desde mucho tiempo atrás.
- ¿A ti te ha gustado? - preguntó usando nuevamente la táctica que tantas y tantas veces había usado conmigo, la de pasarme el marrón a mí para que yo contestase.
En aquel momento no supe si admitir como correcto lo ocurrido y decirle abiertamente que me había encantado como lo había hecho todo, o tal vez enmascarar un poco mi alegría y dejar una respuesta abierta, ya que, aunque siempre hemos tenido la libertad el uno con el otro de contarnos todo abiertamente, tampoco quería darle la sensación de que estaba conviviendo con un hombre loco de atar que la única forma que tenía de disfrutar de la vida era viendo como a su mujer se la trajinaban otros hombres.
Finalmente pensé en una respuesta imparcial, es decir, usar su técnica y hacerle la misma pregunta.
- ¿Y a ti? - le respondí en voz baja.
Pero la respuesta que me dio a continuación, me ayudó a entender su anterior comentario y a dejarme más tranquilo, haciendo desaparecer de un plumazo todos mis síntomas de arrepentimiento.
- La verdad es que estar rodeada de hombres tocándome igual que en mi sueño mientras que tú mirabas atentamente, ha sido la cosa más impresionante de mi vida. ¡Ha sido cómo hacer un sueño, mi sueño, realidad!
- ¿Eso es un sí? - pregunté casi sin llegar a entender su respuesta.
- ¡Sí!, tal vez tendría que haberte hecho caso mucho antes y dejar que tú me llevaras al fin del mundo hace tiempo - terminó diciendo y agarrándome por el cuello para meter su lengua en mi boca buscando la mía - ¿Estoy a tiempo aún? - me preguntó sin dejar de lamer mis labios con su insaciable lengua.
- ¡Sí!, ¡claro que sí! - le respondí abrazándola con mucha más fuerza.
En aquel momento entendimos que nuestro amor era infinito, confirmando la conversación que hace algún tiempo tuvimos con Cristina y Nacho en el local de intercambios, ¡aquello sólo había sido sexo y poco más!
- ¿Qué quieres hacer ahora? - le pregunté tras soltarla un poco para dejarla respirar - Son casi las seis de la mañana, ¿quieres que nos vayamos a casa?
Sin darnos cuenta llevábamos, bueno, llevaban, más de tres horas follando. Ellos eran tres y ella sólo una, por lo que debía estar muerta de cansancio y con el culito realmente perjudicado.
Pero en lo que yo no había caído era en que realmente, Sandra, mi Sandra, no era la Sandra de siempre.
- ¡Para nada! - me contestó levantándose de la cama.
- ¿Qué quieres hacer entonces?, dormir aquí va a ser un rollo con tanta gente.
- ¿Dormir?, ¿quién te ha dicho a ti que yo quiero dormir? Yo lo que quiero es correrme por lo menos una vez más con alguno de estos y luego darte a ti lo que te mereces .
Aquella respuesta, a pesar de lo duro de sus palabras, me llenaron de esperanza.
- ¿Estás segura de querer seguir? - pregunté con bastante ilusión en mi voz.
¡Mi meta estaba cercana y pronto la tendría metida en caliente!
- ¡Y tanto, mi vida!, ¡y tanto! - respondió totalmente segura de lo que quería.
Acto seguido y cómo si hubiese ocurrido nada en toda la noche, repleta de energías se puso a poner orden en aquel corral de gallinas, ¿o más bien de palomos cojos?
- César, si quieres dormir vete a la cama, pero a mí no me jodas la fiesta, ¿está claro? - le dijo dándole para que se despertara, un manotazo en lo que le quedaba de polla, ¡metro y medio por lo menos de morcillona verga!
- ¿Qué te propones? - preguntó Juanma que desde hacía un buen rato estaba en silencio mirando cómo Sandra y yo nos dábamos amor y cariño.
La verdad es que yo tampoco lo tenía muy claro, pero de lo que sí estaba seguro era que lo que tuviera que ocurrir, que ocurriese cuanto antes, ya que cuanto antes terminase, antes me daría mi merecido.
- Pues lo que pretendo es seguir con lo que me dijiste esta tarde.
- ¡Joder, con todo lo que hemos dicho esta tarde, cómo para acordarme de una en concreto!, ¿cuál?
- ¡La de que os tratara cómo mujeres! - contestó Sandra quedándose más ancha que larga.
¡Hostias!, ¿y eso cómo se hace? - me pregunté a mí mismo.
Pregunta que Juanma me copió al instante.
- ¿Y eso cómo lo vas a hacer? - preguntó un tanto intrigado.
- Ya lo iré pensando sobre la marcha. Pero de momento, cómo sé que te gusta muchísimo, quiero que me comas el culo que se acaba de follar César y me limpies el coño que está rebosante de tu leche.
¡Joder con Sandra!, ¡no tiene hartura!, ¿acaso no tiene ni un poquito de escozor en el culo?, ¡madre mía!
Al escuchar su insinuación pensé que Juanma se opondría, aquello ya no era ni medio normal. Sabía que ayer se había tragado mi corrida y que incluso la habíamos mezclado con zumo y se la había echado en el nabo, pero que le pidiese eso era demasiado, por lo menos para mí. Sandra tenía el coño y el culo tan llenos de leche que incluso ahora que estaba de pie, se le veía cómo escurría el semen por entre sus piernas.
Esto que vi, aunque no lo creáis, hizo que mi polla diese un nuevo salto y soltase otro chorrito de líquido preseminal poniéndomela más dura y más suavecita que nunca.
Pero de nuevo, al igual que con Sandra, ¡también me equivoqué con Juanma!
Como a un perrito faldero al que le dan un pegote de crema de queso para que la chupe, (¡Mmm!, ¡queso Philadelphia !, ¡qué rico!), colocó a Sandra en el lateral de la cama con las piernas levantadas, se arrodilló delante de ella, le abrió bien los muslos y restregó la frente por su chorreante coño mientras lamia con ansias el gran, aunque ya menos dilatado, agujero de su culo.
- ¡Tranqui, colegui!, no tengas tantas prisas - comentó mi mujer al ver que aquel vicioso no estaba siendo todo lo delicado que ella deseaba que fuese - Hazlo como tú sabes… - le dijo cogiéndole la cabeza y guiándolo por dónde ella quería que le pasase la lengua en cada momento.
A pesar de las primeras quejas de Sandra, por lo visto Juanma lo empezó a hacer bastante bien enseguida, porque cuando sólo llevaba unos treinta segundos comiéndole el coño guiado por sus propias manos, le soltó la cabeza y empezó a arquear el cuerpo y a gritar que se corría otra vez.
¡Vaya!, ¡multiorgásmica que se me ha vuelto la muchacha, oye! - pensé para mí al ver cómo se corría de nuevo aquella noche y con tan sólo unos cuantos roces.
Al escucharla, le levantó las piernas aún más y mientras Sandra se corría y se convulsionaba sobre la cama como si estuviese poseída, él iba recogiendo la mezcla de todos los jugos, los de ella, los de él y la leche de César que seguía saliendo de su culo a chorretones. Ahora que ella se había corrido, tan sólo faltaba yo, eso era lo que me había prometido, ¿no?
Yo, que al igual que el otro día, hoy también había visto desde lejos la limpieza y la extraordinaria corrida de mi mujer, no pude aguantar más. Si íbamos a seguir allí mucho tiempo más, necesitaba correrme o por lo menos ser parte del juego, ¡yo también quería participar!
- ¡Cari, lo siento!, o me dejas participar o me voy, ¡no puedo seguir así! - le dije usando un poco bastante más de insistencia en mis palabras pero sin dejarla siquiera que se recuperara de su reciente orgasmo y enseñándole mi dolorido cipote.
Sandra al escucharme se levantó con las piernas temblonas, agarrándose a la cabeza de Juanma usándola cómo apoyo para no caerse. Y mientras se acercaba a mí para darme un beso en la boca, pude ver como aún le resbalaban por las tetas, varios pegotes de semen aparte de dos o tres manchurrones que colgaban de su pelo.
- Luego, si quieres, que creo que sí vas a querer, podrás follarme todo lo que quieras y por donde quieras, ¿vale? - me dijo con voz temblona y cogiéndome el manubrio dándole vueltas cómo si se tratase de una manivela.
¡A ver!, que me diga alguien quien es el valiente capaz de rechazar una oferta cómo aquella. ¡A ver!, ¿quién? ¡Yo por supuesto, no!
- ¿Pero por qué luego? - respondí aceptando su condición pero sin saber aún el porqué de tener que volver a esperar.
- Pues porque primero quiero ver cómo se dan por el culo entre ellos, ¿te parece? - me afirmó y me preguntó con voz risueña y dejándome boquiabierto al escuchar lo que me estaba pidiendo.
¿Pero cómo podía ser tan sumamente pervertida?, ¿qué habíamos hecho para que presentase aquel cambio tan radical en su forma de actuar? En aquel momento no respetaba ni los cinco minutos entre corrida y corrida y ni tan siquiera el cigarrito de después, ¡que jodía!
- ¡Joder!, ¿otra vez a esperar? - refunfuñé pero siendo sincero, casi nada indignado.
Indignado no, pero eso sí, un poquito molesto, ¡que quede claro! Si digo la verdad, el ver como aquellos tres se ponían los culos cómo bebederos de patos los unos a los otros no me hacía mucho tilín. Lo único bueno era que luego vendría mi recompensa.
- ¿Y por qué no pasamos directamente al plan B? - le dije en un nuevo intento de que me dejase por fin meterla en caliente.
- ¡Tranquilo!, ¡seguro que esto es lo más perverso que hayamos visto en la vida! - me respondió ella con toda la pasividad del mundo y sin dejarme más opción que la de seguir sus exigencias para poder follármela a gusto.
En aquel momento sí me sentí un poco apaleado. Ya no era segundo plato, ya era el noveno, el décimo, ¿no sé cómo llamarlo?, ¡ya no era ni postre! Me daba exactamente igual que se diesen por el culo entre ellos y que hiciesen todo lo que ella les dijese, yo lo que quería era follármela cuanto antes. Eso sí, tampoco puedo decir que no lo había pasado bien contemplando como aquella maravilla de mujer se había divertido con ellos. Así que para calmarme y aguantar el tirón final pensé que en unas horas todo volvería a ser normal, en casita los dos, disfrutando de nuestras nuevas vidas y poniéndonos cachondos recordando todas las anécdotas, unas graciosas y otras menos, que habíamos vivido en aquella casa.
Dani mientras tanto había vuelto de la cocina con una bandeja con café para los cinco, cuatro en tazas amarillas con dos gordas tetas cada una y uno descafeinado para Sandra como yo le había pedido antes, en una preciosa jarra roja con el dibujo en relieve de una gorda verga entrando en un lindo y peludo conejito.
¡Joder con los maricones estos!, no les falta un detalle - pensé al verlas.
Mi mujer, ni corta ni perezosa pero sabiendo lo que quería hacer, se acercó a la bandeja y cogió tres de las cinco cucharillas que había en la bandeja. Tras cogerlas, ante los atentos ojos de todos nosotros se las pasó una a una por sus muslos y parte de los labios de su coñito recogiendo los restos de leche que aún le resbalaban, para luego ir metiéndolas cada una en un café diferente. Dio un café a César, otro a Juanma y otro a Dani.
- ¡Tomad!, café con leche - dijo recalcándose en la palabra leche y además con muy mala ídem.
En principio creí que se iban a negar, pero tras las palabras de Sandra, todos removieron el café un poco y empezaron a tomárselo. ¡Sin duda, todos eran más cerdos que yo!
- ¡Juanma!, a ver si otro día que tengas que limpiar algo, lo haces mejor, ¡cojones! - comentó Dani tras dar el primer sorbo y haciendo que todos nos riésemos de su broma.
- Pues alégrate de que me lo haya dejado medio limpio, porque si no lo llega a limpiar, en vez de un cortado te estarías tomando un irlandés - dijo Sandra continuando con la broma de Dani.
De nuevo nos pusimos a reír, pero si mirabas a las cara de los cuatro, incluida la mía, en la mente de cada uno se podía ver la imagen del café irlandés rematado con crema de plátanos a la fina vulva sazonado con sirope de babas. ¡Qué asco, por dios!
Tras la broma, Sandra cogió las dos tazas que no había manchado de esperma y dándome la mía, me agarró del brazo y me hizo sentarme junto a ella en la cama mirando cómo sus tres orgullosos folladores se tomaban aquel especial café con leche.
- ¡Bueno!, esta fiesta habrá que acabarla con algo especial, ¿no? - comentó Sandra soltando la taza folladora en la mesita de noche.
- ¿A qué te refieres? - preguntó César acercándose a la mesa y copiando el gesto de Sandra de soltar la taza.
- Hay una cosa que sé que me pondría realmente cachonda verlo. Y a Leandro ni os cuento, ¿verdad, cariño? - me dijo agarrándose, por fin, a mi decaída polla.
- ¡Hombre!, si no queda otro remedio… - contesté un tanto desganado.
- ¿Pero a que te refieres? - volvió a preguntar César demostrando su impaciencia.
- ¿Seríais capaces de hacernos un numerito especial para mí y para Leandro? - dijo dirigiéndose a los tres.
- ¿Cómo qué? - preguntó Juanma, pero yo creo que sabiendo de antemano a que se refería.
- ¡Me gustaría muchísimo veros follar entre vosotros! - soltó Sandra con todas las letras y sin olvidarse ni de una sola.
Si digo la verdad, dejé que siguiera insistiendo porque siempre creí que aquella demencial y soez petición por parte de mi esposa traería la negativa de ellos, ¡pero qué equivocado estaba!, ¡sólo uno se negó!, pero eso sí, no para decir que ni de coña le metían el rabo en el culo, ¡qué va!, se negó por otra cosa. Y si no os lo creéis, leed lo que contestaron Juanma y César.
- ¡Hostias!, pues a eso sí que me apunto yo - dijo Juanma automáticamente lanzando, otra vez, un nuevo guiño a Sandra.
Aquello enseguida me dio entender que esa era otra de las cositas que habían preparado los dos en la cocina.
- ¡Pues la verdad es que a mí no me apetece mucho seguir!, estoy un poco cansado y prefiero irme a dormir - dijo César.
¿Veis?, a eso me refería. ¡Cansado! No que si me va a doler o que es que no me gusta, ¡qué va!, ¡qué va!, ¡cansado! ¡Pero qué viciosos eran todos estos maricones, joder!
Y tras escuchar la negativa de César a seguir por su cansancio, enseguida me di cuenta de que lo mejor hubiera sido aceptar o mantenerse en silencio al igual que Dani. Si antes durante la partida Sandra tuvo que claudicar ante la dura protesta de César, ahora no estaba dispuesta a desistir de su propósito.
¡Ya!, ¡y una mierda!... - contestó con ira a las palabras de César - Yo os lo he dado todo y os lo habéis comido a base de bien, ahora quiero que seáis vosotros los que me lo dais todo a mí - dijo casi gritando y poniéndose en pie demostrando el cabreo que tenía.
Como casi siempre, fue Juanma el que trajo la calma, pero esta vez sin mediar palabra.
Soltando la taza de café sobre la bandeja, se arrodilló delante de César y Dani, que estaban sentados en el filo de la cama, cogió la verga más gorda y se la metió en la boca empezando a darle una buena mamada mientras que con su mano libre cogió la otra pollita que tenía delante para empezar a masturbarla.
¡Qué escenita por dios! Si digo la verdad, realmente hubiese preferido que aquella mamada-paja la hubiese hecho Sandra, ¡verla a ella por lo menos me ponía cachondo!
- ¡Gracias, Juanma! - comentó Sandra.
Este, sin dejar de masticar las mil pesetas de chicle que tenía la boca y de exprimir el otro ciruelo, nos miró a los dos y nos lanzó un guiño de complicidad. ¡Los guiños ya me estaban tocando los huevos a base de bien!
Y tras unos primeros segundos de tensión, todo empezó a ir como la seda.
- ¿Os gusta como lo hago? - preguntó Juanma a sus dos acompañantes pero sin llegar a sacarse el nabo de la boca.
- ¡Demasiado! - contestó Dani entre suspiros.
- ¿No es tu primera vez, verdad? - respondió César con un tono de sarcasmo pero cediendo finalmente a las peticiones de mi mosqueada mujer.
¡Menos mal que aquel maricón no quería!, porque menudos gemidos pegaba ahora César cada vez que Juanma se metía su enrojecido capullo en la boca como si fuera un cucurucho de fresa y se lo chupaba con tanta delicadeza que le obligaba a retorcerse de placer.
No creáis que a mí me hacía mucha gracia la idea, pero tras un rato presenciando aquella caliente y diferente escena, me di por vencido e incluso me propuse disfrutarla al máximo. Jamás me imaginé que tres hombres se estuviesen comiendo entre ellos a tan pocos centímetros de mi cuerpo.
¿Para qué mentir?, si digo la verdad, fue patético presenciar algo así junto a mi mujer.
Allí estábamos los dos, Sandra y yo, viendo como aquellos tres tíos que hacía media hora se estaban follando a mi mujer por todos los agujeros posibles, ahora se lo montaban entre ellos, y como Juanma, que sin duda nos había dejado marcados para toda la vida por su “hombría” demostrada en casa, chupaba las dos pollas sin olvidar de acariciarles los muslos, huevos y culos de una forma magistral.
- ¡Dani!, date la vuelta y enséñame tu culo - dijo Juanma sacándose las dos, ¡sí!, las dos pollas de la boca.
¡Menuda elasticidad tenía en los labios!
En cuanto este estuvo en la posición que Juanma le había pedido, es decir, a cuatro patas y con el culo en pompa, sin perder tiempo se agarró a su polla cómo si se tratase de la teta de una vaca y empezó a ordeñarlo, a continuación acercó la cara a su culo y a mover su lengua sobre aquel oscuro objeto de deseo llamado ojete. Nada más empezar a lamérselo vimos como Dani se doblaba de gusto al sentir la lengua de Juanma rebuscar oro negro.
César, al estar libre y ser un tanto celoso por ver a su pareja cómo se comía otro peludo culo que no era el suyo, se acercó por detrás a Juanma y casi tumbándose en el suelo comenzó a sobarle el culo y a hacer lo mismo con él, buscar más oro negro mientras le pajeaba el cipote.
Esto último no lo podíamos ver al cien por cien, pero nos lo imaginábamos. ¿Y si no, que hacía tirado en el suelo con la boca pegada a su culo?, ¿ganchillo?
- Pa mí que falta algo en este trenecito - le dije a Sandra.
- ¿El qué? - me contestó Sandra a la que pillé un poco desprevenida y con un dedo sobre su pepitilla.
- ¿No sé?, ¡una mujer o algo así!, ¿no?
- ¿Quieres que me apunte? - me dijo mirándome fijamente.
- ¡No!, ¡qué va!, ¡tú quédate ahí quietecita que estás muy guapa, cariño! - terminé diciendo señalando hacia los tres para que siguiera mirando la peculiar escenita que teníamos a nuestros pies.
Durante un buen rato estuvieron así, chupa que te chupa, y nosotros oyendo el ruido que hacía el chapoteo de sus lenguas sobre sus culos, hasta que cayeron sobre la cama obligándonos a Sandra y a mí a pegarnos al cabecero con las piernas totalmente recogidas.
Tras aquel momento de lamidas de unos a otros, César, que antes no quería pero ahora estaba bastante más animado y con el morcillón a punto de reventar, aprovechando que Dani se encontraba a cuatro patas empujó a Juanma para que se quitase y ponerse él detrás de Dani. Con toda la pachorra del mundo cogió un condón y tras ponérselo con la misma trabajera que antes, fue acercando aquel gran cipote al agujero de Dani poniéndoselo justo en la entrada. Dani, al que tampoco le faltaba vicio ni vena, al notarlo tan cerca y usando la misma técnica que Sandra, empezó a empujar hacia atrás con su culo para írsela metiendo centímetro a centímetro hasta los huevos y sin tan siquiera una mijita de lubricante. Y todo esto sin soltar ni tan siquiera un pequeño gemidito, ¡qué apertura, la virgen! Menos mal que César también estaba sobrado de pelotas, porque si las llega a tener un poco más pequeñas, ¡también se las incrusta!
César, una vez que vio que su rabo estaba a buen recaudo y que su particular diana no protestaba, no le dio tregua y comenzó a follárselo tan fuerte que incluso sus huevos chocaban con los huevos de Dani que así colgando parecían incluso de mayor tamaño de lo que me parecieron antes.
Juanma, que cómo ya sabéis, se apunta a un bombardeo, no quiso ser menos. Así que poniéndose en la misma postura que Dani, pidió a Cesar que también se la metiera a él. ¡Aquello debía ser Jauja para César!, ya que sólo escuchar la petición de Juanma, se la sacó del culo a Dani y se la empezó a meter a él pero mucho más suavemente y eso sí, usando el lubricante. Se notaba que ahí había un poco más de cariño.
De la misma forma que se la metió a Dani o a mi mujer, ahora también se la estaba metiendo a Juanma. Miedito me dio pensar que en aquella reunión, el único que no había probado el rabo de César en su culo era yo.
¡Ni que se le ocurra o ese cacho de polla termina rodando por el suelo, lo juro! - pensé mientras recordaba el daño que Juanma me hizo en nuestra propia cama.
Cuando por fin se la enchufó hasta las pelotas, se quedó parado pero sin dejar de hurgar con sus dedos en el ancho boquete de Dani no fuese que se le cerrara y tuviera que volver a abrirlo, ¡vamos, digo yo que sería por eso!, porque si no, ¿para qué tenía que seguir escarbando?
Juanma al sentirse empalado como un pinchito moruno, a diferencia de Dani, empezó a quejarse, pero yo creo que de mentira, porque una vez estuvo totalmente dentro, comenzó a gritar y jadear de placer como una verdadera loca. En ese momento os puedo jurar que sacó toda la vena que llevaba dentro. Dani, que escuchó los gritos igual que todos los demás, para que dejara de berrear y quejarse, se puso delante de él para meterle su mini verga en la boca cómo si fuese un tapón y hacerlo callar.
Durante todo el tiempo, Sandra había estado en silencio mirando la escena, escena que parecía que la calentaba mucho, pues con una mano estaba tocando mi polla y mis huevos y con la otra se estaba tocando el coñito suavemente.
- ¿Te gusta? - pregunté a Sandra sacándola de su ensimismamiento.
- ¡Una barbaridad, mi vida! Aunque estoy segura que, por mucha polla que tengan, jamás la sabrán usar cómo tú. Sólo tú sabes darme lo que a mí me gusta dónde más me gusta - continuó diciendo mientras me manoseaba los huevos e intentaba explorar la raja de mi culo con sus dedos - ¿Y a ti, te gusta?... - me preguntó Sandra al ver el poco interés que yo mostraba por todo aquello.
- ¡Hmm!..., ¡no del todo, la verdad! - le dije entre susurros.
- ¿Y eso, por qué?... - me preguntó un poco extrañada - ¡Yo creí que a ti te iba todo en el tema del folleteo!
- ¡Bueno!, ¡todo, todo, no!... Además, ¡cualquiera diría que ese es el hombre tan machote que ayer te estuvo follando!
Sandra al escuchar mi comentario cambió la vista para volver a mirar lo que estaba pasando y la verdad es que aquella imagen, por lo menos de momento, me daba toda la razón a mí. Juanma en aquel momento tenía una polla en la boca y otra en el culo, ¡y macho, macho, no parecía! Además que por lo mucho que gemía se podría decir que lo estaba pasando de maravilla.
- ¿No me digas que no te gusto que te lo hiciese a ti el otro día?
¿Sandra estaba dando por sentado que me gustó que me rompiesen el culo?
- ¿Qué quieres decir con eso, Cariño?
Pero de repente, cuando más interesados estábamos en la conversación, escuchamos la voz de Juanma que se había percatado que no les estábamos haciendo ni el más mínimo caso, dejándome a la espera de respuesta por parte de Sandra.
- ¿Era esto lo que querías, Sandra?
- ¡Desde luego!, César tiene que estar encantado contigo, ¿no, César? - preguntó mi mujer consiguiendo que César dejase de bombear en el culo de Juanma y nos mirase.
- ¿Quieres ver cómo me folla a mí? - preguntó César sacando su rabo del interior de su “pareja”.
- ¡Sí!, ¡me encantaría!
- ¡Juanma, mi amor!, vamos a darle el caprichito a Sandra, ¿no? - dijo mientras empujaba a Juanma y se ponía a cuatro patas sobre la cama.
Hasta ahora no me había fijado, pero al verlo en aquella comprometida postura me di cuenta de una cosa. Aquel sodomita, a pesar de perder aceite por todos los manguitos, era el más velludo de los tres y encima, a pesar de llevar la vena como peineta, era el único que demostraba cierta pinta de macho ibérico. Los otros dos tenían prácticamente el cuerpo depilado y este bujarrón tenía el culo totalmente lleno de pelos como un vulgar camionero. Escalofríos me dieron el pensar en que un rato antes estuvo con mi rabo en la boca y yo lo estuve disfrutando. Pero más impresión me dio cuando pensé en que se acababa de follar el culo de mi mujer y aún lo debía tener bastante dolorido.
Eso de fijarme en el cuerpo de los tres tíos me hizo pensar en mis gustos sexuales y me bajó un poco la inflamación de la polla, cosa que enseguida notó Sandra que para que no decayese comenzó a meneármela un poco más rápido.
- ¡Fóllame ya, joder! - le dije con insistencia ya que estaba hasta los cojones de ver mariconadas.
- ¡Shsss!, ¡espera un poquito más! - fue lo único que me respondió sin tan siquiera mirarme.
A continuación, para que César se callara, ya que este gritaba más que Juanma aunque aún no se lo estuviesen follando, al igual que había hecho antes con él, Dani le metió la polla en la boca hasta los huevos.
Juanma, demostrándonos que era verdad lo que nos había contado sobre lo mucho que le gustaban los azotes, le dio un tortazo en el culo que lo hizo estremecer a la par que le metía la polla en el culo de una sola vez. ¡Eso sí que era anchura! Y encima, para aumentar aún más la escena mariconera, mientras se follaban a César, los otros dos, cara a cara, se tocaban los pezones el uno al otro mientras unían sus labios en un repugnante beso entre hombres.
Debo reconocer que a mí me seguía dando mucho miedito ver como entraban aquellas tremendas pollas en aquellos culos tan “estrechos” con tanta facilidad, pero más miedito me daban sus caras de placer. ¿El otro día tendría yo la misma pinta que ellos? No quiero ni pensarlo, ¡jamás lo volveré a repetir!
E intentando volver a lo que de verdad me mantenía aún sobre aquella cama, me dirigí a Sandra.
- ¿Te acuerdas que me debes una, verdad? - le dije de pronto a Sandra que me dejó de masturbar al escucharme.
- ¡No pienses que me he olvidado de ti! - me respondió agarrándose fuertemente a mi polla.
Mi rabo en ese momento volvía a estar duro como una piedra, creo que nunca había tenido una erección de este tipo, incluso me dolía de lo estirada que tenía la piel.
- Estas muy cachondo, ¿verdad?... ¡Que dura la tienes!, ¡cómo me gusta así! - me decía mientras apretaba aún más mi polla.
- Pues vas a tener que hacer algo cuanto antes, ¡yo no puedo seguir así! - le dije haciéndome yo ahora el niñito que no había roto un plato nunca.
- ¡Tranquilo!, ¡sé cómo arreglarlo!..., - dijo Sandra dejando mi rabo y besando mi cuello cómo sólo ella sabía - Te voy a comer la polla con la condición de que tú no quites ojo de lo que hacen esos tres. Verás cómo te voy a hacer la mejor mamada de las que te haya podido hacer nunca - dijo Sandra antes de agacharse buscando mi polla con sus labios.
Y tal como me había prometido empezó a hacerme la mejor mamada que jamás me había hecho.
Cogió mis pelotas con una mano y con la otra se agarró a mi polla dándole pequeños apretones, acercó sus labios y me dio varios mordiscos en el capullo mientras me clavaba las uñas en los huevos. Para mejorar la mamada, si se podía, se mojó un dedo y me lo pasó por el agujero de mi culo, haciéndome esa caricia tan especial que ella sabía que me enloquecía y que hizo que yo soltara un pequeño grito, al principio de sorpresa y seguidamente de placer.
Para hacerme sufrir, aún más, acercaba su boca a mi polla pero no se la metía, la besaba, la mordisqueaba, la tocaba con sus dedos, pero no me la chupaba. ¡Me estaba matando!, me estaba haciendo sufrir como nunca lo había hecho, ¡muchísimo más que antes!
Entre esos roces y caricias a mi verga y la follada que continuaba a los pies de la cama me estaban poniendo malito, necesitaba correrme, correrme como un animal.
- ¡Chúpamela! - grité en el colmo de la desesperación.
- ¡Tranquilo, no te pongas nervioso!, tenemos tiempo, ¡relájate!, me respondió entre lametones.
Y poco a poco fue bajando su boca y comenzó a meterse mis huevos en la boca, chupándolos mientras que no paraba de pajearme con sus manos.
El ver mi polla completamente llena de su saliva me ponía realmente cachondo, pero lo que me hizo volverme loco fue cuando se la sacó de su boca y comenzó a darse golpecitos con ella por toda la cara mientras gemía de gusto. De pronto paró, me miró y a los ojos y sin avisar ni cerrar los ojos, se la metió en la boca hasta los huevos.
Cuando más a gusto estaba con lo que me estaban haciendo entre las piernas, escuché hablar a Juanma.
- ¿Te gusta? - le preguntó a Dani mientras le daba fuertes golpes con su polla dentro de su culo.
Dani, que ahora era el que estaba siendo follado por Juanma, sentado encima de aquella polla y brincando sobre aquel poste, suspiraba de gusto como un poseso.
¡Y yo que creí por un momento que podrían hacerse daño!, pensé.
Pero mis momentos de compasión pasaron rápidos al ver la cara de Dani. Al mirarlo y ver la cara de felicidad de este, supe perfectamente que no le debía doler mucho. Juanma con una mano pellizcaba los pezones de Dani y con la otra mano la polla de este que estaba totalmente tiesa mirando al cielo, cuando desde detrás apareció César y le acercó la polla a Juanma para que se la chupara comenzando a follárselo por la boca brutalmente hasta casi sin dejarlo sin respiración.
La polla de Juanma entraba y salía sin parar de aquel depilado culo, pero de repente se la sacó, lo tumbó boca arriba en la cama, le abrió las piernas y volvió a metérsela de un sólo golpe. Yo estaba aturdido viendo aquel bochornoso espectáculo, a aquel hombre con las piernas abiertas dejando que otro hombre le perforara el culo con su polla mientras que ahora César masturbaba la polla de Dani.
Como en las otras ocasiones, sabía que aquel ritmo tenía que acabar y efectivamente, no tardó mucho. Juanma empezó a moverse dentro del culo mucho más rápido y César aumentó el ritmo de la paja a Dani. Sin esperarlo, Juanma la sacó y empezó a soltar leche justo encima del capullo de Dani que estaba siendo meneado por César. Dani al notar caer la leche caliente sobre su polla, comenzó otra vez a correrse.
Esta vez las corridas eran de mucha menos cantidad, ¡menos mal!, pero eso no hizo que César se abalanzará sobre la polla de Dani recién ordeñada y se la metiera en la boca para dejársela totalmente limpia.
No sabía muy bien dónde estaba, hasta que la voz de Sandra me llevó de vuelta a la tierra.
- ¿Te gusta lo que ves?
Y sin esperar respuesta, me miro a la cara y volvió a su trabajo.
Durante todo el tiempo que había estado mirando a los tres tíos, el ritmo de la cabeza de Sandra subiendo y bajando había sido lento pero continuo. De vez en cuando paraba y se quedaba mirando mi capullo totalmente hinchado y echaba un poco de saliva para que fuese más suave, luego se la metía en la boca y seguía chupando lentamente.
Así estuvo ocho o diez horas, ¡perdón, minutos!, ¡perdón, segundos!, hasta que noté que abría mucho más la boca y bajaba por el tronco de mi cipote hasta tocarse la garganta. Ella nunca quería hacer esto ya que decía que no le gustaba que le tocasen la campanilla, ¡vaya, otra vez “ los pavos reales ”!, pero después del fin de semana que habíamos pasado, pude notar que este tema lo tenía más que controlado.
Tras un rato con mi polla dentro de su garganta, se la sacó de la boca para tomar aire mientras que de su boca caían sus babas sobre mi rabo y huevos. Respiró profundamente y volvió a metérsela hasta el fondo. Así estuvo un buen rato sin moverse mientras que yo, con mis manos apretaba aún más su cabeza contra mí.
Cuando por fin la solté volvió a mirarme.
- ¿Te gusta como lo hago, mi amor? - me dijo con voz cansada e intentando tomar aire.
- ¡Me encanta, zorrita!, eres la mejor comiendo pollas y me lo has demostrado con creces - le contesté.
- Pues lo siguiente te va a gustar mucho más - me dijo mientras se metía mi polla entre sus tetas y me la estrujaba entre ellas.
Se cogió sus dos preciosos melones y comenzó a hacerme una estupenda cubana subiendo y bajando las tetas con sus manos.
- ¿Te gusta que te folle con mis tetas, cariño?
¿Que si me gusta?, ¡me encanta! - pensé.
Estaba en la gloria, pero no podía hablar, no podía moverme, no podía hacer nada, sólo intentaba no correrme a pesar de estar loco por hacerlo. Todas mis neuronas, si me quedaba alguna, estaban pensando en Belén Esteban para no correrme, ¡qué asco me da esa mujer, por dios!
Pero tenía otro hándicap, mi polla llena de sus babas estaba totalmente suave y se deslizaba a la perfección entre sus tetas haciendo que aquella paja fuese de lo más placentera.
- ¿De verdad te gustan mis tetas?,¿te gustaría llenármelas de leche? - me decía con voz de gatita mientras no paraba de moverse.
- ¡Sí!, ¡sí!, ¡claro que me gustaría! - fue lo único que pude decir.
- ¿Y no preferirías correrte en mi boquita?, ¿o en mi carita?... ¿Dónde te gustaría? - me dijo justo en el momento que apretaba aún más sus tetas contra mi rabo aumentando mi placer.
Ahora que lo escribo, creo que aquella paja fue casi calcada a la que me hizo el día que vi el video de Jesús, ¿no? ¡Sí!, ¡creo que sí!
Pero a lo que iba.
En esas condiciones, hacerme pensar en cualquiera de las opciones era demasiado, pues como he dicho antes, mi última idea era correrme en ese momento y dejar pasar el placer.
- ¿No sé?, ¡dónde tú quieras! - le dije.
- Es que yo quiero que me bañes con tu leche, quiero que me llenes todo el cuerpo de leche calentita. Soy una zorrita con mucha ganas de leche, ¿aún no lo sabes?... Si quieres puedo empezar de nuevo a demostrarte lo zorra y puta que puedo llegar a ser.
A pesar de que me volvía loco escucharla decir esas cosas, de nuevo jugaba con mis nervios. Tuve la tentación de levantarme y ponerla a cuatro patas para follármela, pero como sabía que con sólo rozarla me correría, preferí que no.
- ¡Lo que quiero es que mi zorra se meta mi polla en su sucia boca repleta de corridas y las una con la mía! - le dije agarrándola de la cara y totalmente desquiciado de los nervios
- ¡Pues míralos!..., - me dijo - mira como se la chupan esos dos a César, mírales mientras te la sigo chupando yo a ti.
Haciéndole caso, levanté mi vista hacia aquella zona que tenía un poco olvidada y vi a Juanma que estaba arrodillado delante de César con la polla de este es su mano y dándole varias pasadas con la lengua chupando todo el posible líquido que tuviese en el capullo. Pude ver como desaparecía entre los labios de Juanma, que se la metió, al igual que Sandra, hasta donde pudo cerrando sus labios para que no se escapase. Volvía a sacársela lentamente pero con los labios cerrados apretados alrededor del gran pollón de César dejando sólo la punta que acariciaba con su lengua. Repetía la misma operación una y otra vez y no debía hacerlo mal ya que César gemía de gusto echando todo el cuerpo hacia atrás. Se la sacó completamente de la boca para pasarle la lengua como si estuviese lamiendo un helado, se agachó hasta los huevos y metiéndoselos en la boca, comenzó a chupárselos.
Aquel hijo de puta estaba más o menos repitiendo los mismos movimientos que me estaba haciendo Sandra en mi polla y parecía como si quien me la estuviese chupando fuera él y no ella o ella y no él, a estas alturas ya me daba lo mismo si quien me la chupaba era un hombre, una mujer o el portero del Cádiz Futbol Club , lo único que yo notaba es que me estaban dando una mamada de campeonato mientras veía aquella película porno tan guarra.
- ¡Juanma, me voy a correr! - dijo Cesar entre gemidos justo cuando su novio subía y bajaba a gran velocidad metiéndose la verga hasta la garganta.
Este aminoró un poco el ritmo de la mamada como si fuese a parar, pero lo que hizo fue retrasar la corrida de César. Juanma siguió chupando lentamente y en pocos segundos volvió a decir que se corría, pero esta vez no hubo parón. Cesar se corrió regando toda la boca de Juanma.
Juanma, que sabía perfectamente que durante todo el tiempo yo había estado mirando todo lo que hacían los tres, se levantó de la cama y se acercó a Sandra, la separó de mi polla, acercó su boca a la de ella y le dejó caer toda la leche entre los labios. Sandra recibió con agrado aquel líquido mezcla de semen y saliva, lo retuvo durante un par de segundos en su boca y lo escupió todo sobre mi polla, cosa que hizo que casi me corriera de gusto.
Sandra me miró, sonrió buscando mi aceptación a todo lo que estaba pasando y viendo mi cara de niño con un juguete nuevo, se abalanzó de nuevo a mi rabo, ¡a esas alturas no era difícil entender cómo me encontraba en aquel momento! Enseguida empezó a chupármela mucho más rápido que antes mientras que con la mano me sujetaba la piel de mi polla totalmente estirada hacia atrás, dejando al aire un capullo que ya no era rojo, era morado tirando a verde chillón.
De repente noté un fuerte pinchazo en la columna. Noté como mi corrida subía desde lo más hondo de mis huevos hasta la punta de mi capullo a gran velocidad, pero como no podía avisar, comencé a gemir.
- ¡No pares! - le dije entre gemidos.
Por lo menos eso creo que dije, pero ella lo entendió a la perfección y me la chupó aún con más ganas hasta que no pude aguantar más.
Sin poder ni querer remediarlo, me corrí en su boca entre convulsiones notando como aquel líquido caliente salía de mi rabo quemándome. El primer chorro entró en su boca directamente, y sin esperarlo se la sacó de la boca y siguió pajeándome con una mano haciendo que el resto de mis chorros cayesen sobre su cuerpo y corrieran por su cuello, e incluso llegara a salpicar sus pechos y su cara de grandes manchurrones de mi corrida. Tras aquellos cortos segundos me quedé tumbado en un descanso infinito mientras que Sandra se arrodillaba frente a mí sujetándose las dos tetas y abriendo la boca enseñándome mi corrida que aún la mantenía en su boca. De repente hizo algo que me encantó. La leche que tenía en la boca la dejó caer sobre sus tetas y comenzó a extendérsela, dejando su piel totalmente brillante.
Los chicos, al ver que tras mi corrida sobraban y que aquel momento nos pertenecía a Sandra y a mí, se fueron al salón dejándonos a solas por primera vez en la noche.
- ¿Estás enfadado? - me preguntó acercándose a mi cara.
- ¡No!, ¿por qué? - le contesté con una gran sonrisa en la cara - ¡Al contrario!, ha sido la noche más espectacular de mi vida.
- ¡Qué me vas a contar que yo no sepa! - me contestó Sandra mientras nos reíamos y me volvía a besar.
Para finalizar aquella gran jornada se tumbó a mi lado, justo al lado de mi arrugada pero inmensamente feliz polla, y se la volvió a meter en la boca.
- ¡Déjame que te la limpie! - fueron sus últimas palabras antes de apresármela con sus dulces y calientes labios.
A los pocos minutos el cansancio hizo que se quedase dormida con mi polla en su boca como si fuese un chupete.
LUNES, 08 DE DICIEMBRE DE 2008 (MAÑANA)
Al final todos nos quedamos a dormir esa noche en casa de Juanma. A la hora que terminó la juerga no era el mejor momento para coger el coche y volver a casa, además todos estábamos bastante perjudicados por el alcohol así que sin mucha preparación, cada uno se acostó dónde pudo. Juanma y César cayeron muertos en los sofás del salón, o eso creo, otros como nosotros en la cama grande y Dani no tenía ni idea.
Esa noche, bueno esa mañana, dormí a intervalos con los nervios en el estómago. La experiencia vivida parecía sólo un sueño, una fantasía, pero sabía que había sido realidad, una gloriosa y dulce realidad. Estaba excitado pero también preocupado pues, como la vez anterior con Juanma, no sabía cuál podría ser la reacción de Sandra cuando se despertase.
Me levanté temprano, ¡bueno!, temprano en relación a la hora que nos habíamos acostado a dormir, ¡claro está!, es decir, a eso de las doce y media de la mañana. No había descansado mucho, apenas cuatro o cinco horas, pero la verdad, parecía que hubiese dormido catorce horas. Mi cuerpo y mi cabeza no presentaban dolores fuera de lo normal y ni tan siquiera un poco de resaca.
La casa estaba en completo silencio, seguramente después de la noche tan larga que habíamos vivido todos, sería el primero en levantarme.
¡Mejor!, así no hará falta que me vista y podré ir desnudo hasta el baño - pensé. Entre otras cosas porque no recordada donde dejé mi ropa la noche de antes y porque allí no hacía ni gota de frio.
La verdad es que para nada me gustaría ser la persona que pagara la factura de la luz en aquella casa, el aire acondicionado llevaba encendido y a tope desde la noche de antes e incluso había sensación de bochorno en toda la casa. Se habrían hartado de follar, ¡pero menudo facturón les esperaba!
Sandra dormía plácidamente pero al darle un suave beso en la frente, abrió los ojos y aproveché para preguntarle cómo estaba.
- ¿Cómo te encuentras, mi vida? - le pregunté entre susurros para no despertarla de golpe.
- ¡Creo que bien! - me contestó sin tan siquiera abrir los ojos.
Me devolvió el beso y desnuda como estaba, se dio media vuelta para seguir durmiendo. Aquella reacción por su parte me relajó bastante. Dejé a Sandra en la cama, ya que me pareció lo más correcto si no quería que se despertase de mala hostia, salí del dormitorio cerrando la puerta para no molestarla con mis ruidos, y con una carita de felicidad que no cabía en mí, me fui al baño a ducharme.
Pero cómo ya había descubierto en las apenas doce horas que llevaba allí, aquella casa era una caja de sorpresas y no os podéis imaginar cual fue la que me encontré a continuación. Al abrir la puerta del baño me encontré con una gran nube de vapor y detrás de ella una asombrosa imagen. Una imagen que jamás olvidaré.
En cuanto mis ojos se habituaron a la niebla, pude ver a César y a Juanma morreándose y sobándose el uno al otro. Sin saber por qué, me quedé con cara de gilipollas delante de dos tíos dándose el pico. Los dos estaban en la bañera, debajo del chorro del agua caliente dándose un soberano beso en los morros. En aquel momento podía haber cerrado la puerta y haberme marchado, pero el morbo de saber que más pasaba detrás de aquella cortina de humo, pudo más que yo.
Al verme entrar me miraron y riéndose me dieron los buenos días como si aquello fuese lo más normal del mundo.
- ¡Joder!, ¿ya estáis liaos? - les pregunté.
Pero como respuesta tuve otra pregunta.
- ¿Quieres ducharte con nosotros? - me preguntó César.
- ¡Ni de coña, vamos! - le contesté acompañado con un movimiento nervioso de mi cabeza mientras hacía el ademán de querer marcharme.
Me había invitado a pasar, pero ni loco iba a entrar. Una cosa era en caliente y dejar que me comiesen la polla o incluso algo más, y otra cosa era en frío.
Pero, cómo era de esperar en mí, el morbo no me dejó salir del cuarto de baño sino que, contrario a mis pensamientos, me apoyé contra la pared y me dispuse a contemplar lo que estaba pasando allí, exactamente de la misma forma que lo hice la otra vez cuando Juanma “el fontanero” se metió en la ducha con Sandra.
A aquellos dos tiparracos poco les importó que me quedara.
- ¡Pues mira lo que te pierdes! - contestó César a mi negativa.
Y sin tan siquiera mirarme, poniéndose de rodillas dentro de la bañera cogió la polla de Juanma y se la metió en la boca.
Por lo que se apreciaba a primera vista, aún no estaba del todo dura, pero en pocos segundos pude ver en primera línea de parrilla cómo aquel cimbel terminaba de crecer entre los dientes de César obligándole a abrir la boca al máximo.
- ¡Mira cómo lo hace, Leandro!, ¿crees que lo hace bien? - me preguntó el hijo puta del Juanma que de nuevo empezaba a tocarme los cojones desde por la mañana temprano.
No puedo decir lo contrario, por la cara de gusto de Juanma en aquel momento, estaba clarísimo que aquel tipo había aprendido bien el cómo comerse una verga. Además, puedo asegurar que no era la primera y sabía cómo hacerlo. Yo mismo tuve la suerte de comprobarlo la noche de antes y puedo decir que en aquel momento estaba usando a la perfección las técnicas que Sandra le había enseñado.
Yo, bien pegado a la pared por lo que pudiese ocurrir, pero totalmente paralizado, veía como saboreaba su sonrojado capullo recorriendo con la lengua cada vena que se marcaba por todo su rabo, mientras jugaba con los huevos entre sus dedos. Juanma, pegado a la pared de fríos azulejos, estaba disfrutando mientras que con sus manos en la cabeza de César, dirigía la velocidad de la mamada.
Las manos de César, que tampoco paraban quietas, recorrían y apretaban su culo buscando su agujerito oscuro. En cuanto lo encontró, sin preparación de ningún tipo le metió un dedo hasta el fondo. El cuerpo de Juanma dio un pequeño respingo al sentir entrar el dedo, pero sin dejarlo respirar le introdujo un segundo dedo sin hacer mucho trabajo. Tan pronto cómo los tuvo dentro empezó a follárselo lentamente haciendo que Juanma se arquease, con riesgo de caerse en la bañera, y empezase a soltar suspiros cómo un loco.
Aquellos movimientos de dedos a la par de aquella magnifica mamada, provocaron que no tardase mucho tiempo en correrse en la cara y pecho de César dejándolo totalmente manchado de semen.
¡Joder, ya me he vuelto a poner cachondo como una mula y no llevo ni media hora levantado!, ¡tengo la polla como un litro de coñac! - me dije a mi mismo a la par que me sobaba lentamente mis desnudos huevos.
No penséis en ningún momento que me gustan los hombres, ¡ni por asomo, vamos!, pero es que una situación así es para vivirla. Ver a dos personas practicando sexo en directo a pocos metros de ti y escuchar esos suspiros de placer, sean hombre y hombre, hombre y mujer o mujer y mujer, pone cachondo o cachonda al hombre o mujer más puritano del mundo. Es cómo lo de comerse un buen culo o un exquisito coño de un día para otro, ¡y si no!, ¡comprobadlo y luego me contáis!
La verdad es que con todo lo vivido la noche de antes, yo era el que menos veces me había corrido. En comparación con las cuatro de César o Juanma o las no sé cuantas de Dani y las ciento y pico mil de Sandra, yo sólo me había corrido dos veces, ¡que no eran pocas para mí!
Ya sabéis que yo entre corrida y corrida fumo cartones y cartones de tabaco, pero mi cabeza, bueno las dos cabezas, en aquel momento ya estaban dando vueltas a todo lo ocurrido y me estaban haciendo un efecto devastador. Estaba súper sensible a cualquier cosa, es más, cualquier cosa me ponía cachondo. Hasta dos tíos follando en la bañera me ponía caliente y eso que hasta un par de días antes, me daba un asco tremendo ver algo así. Cómo he dicho antes, hasta que no se comprueban las cosas no se sabe si te gusta o no. ¡Qué sabia es mi Sandra!
¡Pero bueno, a lo que iba!
A aquellos dos bujarrones poco les importaba lo que yo pensara o que yo estuviese allí de mirandas. Ahora estaban abrazados y se besaban con ansias mientras que la mano de Juanma buscaba la polla de César para apretar las dos vergas la una contra la otra. La de César estaba dura cómo un diamante, pero la de Juanma estaba prácticamente caída, ¡normal, no hacía ni dos minutos que se acaba de correr!
Bueno, ¡normal no!, seguro que en un par de minutos más la tendría otra vez a punto de explotar, ¡que cabrón!
- ¡Joder, tíos!, es lo más guarro que he visto en todos los días de mi vida - les dije.
Pero no tuve respuesta por parte de ellos. Estaban tan metidos en su papel que yo creo que ni siquiera me oyeron. Tenían toda la pinta de seguir con la juerga, por lo menos hasta que César descargara el lastre que tenía en los cojones. Y bien pensado no estaba mal, al fin y al cabo eran pareja y era lo más casto y puro que había ocurrido últimamente en aquella casa.
Así que para no ser más molesto de la cuenta, cogí una toalla, no sé muy bien porqué ni para qué ya que aquella casa dejaba a la altura del betún el libro del Kamasutra , me la puse alrededor del cuerpo y sin decir ni pío para no incordiar, salí del cuarto baño en dirección a la cocina a prepararme un café.
Cuando llegué a la cocina miré la cafetera y vi que aún quedaba un poco del café que hizo Dani la pasada madrugada, incluso aún estaba un poco templado, justo como a mí me gusta. No era de extrañar, nos habíamos tomamos el café a las seis y pico de la mañana y con el calor que hacía en aquella casa, difícil era que algo se enfriara, y si no, que se lo preguntasen a mi rabo, que estaba sudando por todos lados.
Allí estaba yo, apoyado en la encimera de la cocina leyendo un pequeño libro de recetas, de espaldas a la puerta con un café en la mano, un cigarro en la otra y la toalla tapando el gran bulto que tenía entre las piernas, mitad mañanero, mitad producido por las imágenes que llenaban mi cabeza en aquel momento. El simple recuerdo de Sandra con cuatro hombres en la cama hacía que la erección que había cogido en el baño no se bajara ni pa tras. Mi cabeza iba a mil por hora, tenía un millón de calientes y emocionantes imágenes en mi mente de la pasada noche.
- ¡Buenos días! - escuché detrás de mí.
- ¡Buenos días! - respondí sin darme la vuelta, pero girando la cabeza.
Era Dani.
- ¿Queda café? - me preguntó.
- ¡No!, este era el último, pero si quieres preparo un poco más, estaba pensando en tomarme otro - le dije.
- ¡No!, ¡no te preocupes!, lo preparo yo.
- ¡Vale! - le contesté encendiéndome otro cigarro y volviendo a mi ocupación anterior, mirar el recetario.
- Espero que tanto Sandra como tú hayáis disfrutado de esta experiencia, porque yo y los otros la hemos disfrutado al máximo. De hecho y si no me equivoco, Juanma y César se apuntarían sin problemas a un segundo asalto - me dijo dándome a entender que querían hacerlo de nuevo con nosotros.
- ¡Esos dos se apuntan a un bombardeo! - le dije sin tan siquiera volverme y pensando en la escenita de la bañera - Además, ¡eso preguntádselo a Sandra cuando se levante! Si ella acepta un segundo asalto, por mí encantado - le respondí a su insinuación pero esta vez mirándole a la cara e imaginándome que Sandra, siendo cómo es, no iba a querer más.
- No creo que pueda ser hoy…, - siguió hablando Dani con cierto tono de pesadez en su voz - debo marcharme de aquí a un rato.
- ¿Y eso? - le pregunté demostrando un poco de interés pero sin importarme una mierda realmente.
- Estoy divorciado y tengo una hija pequeña que me tocaba quedarme con ella este fin de semana, pero ayer la dejé con la abuela para poder venir a jugar al póker.
- ¡Pues vaya!, tendremos que aplazarlo para otro día - le dije mientras reía pero sabiendo que no habría un “otro día”.
Durante todo el tiempo que habíamos estado hablando no le había hecho caso a mi erección que todavía se mantenía, pero al darme de nuevo la media vuelta para seguir mirando al puñetero libro, la raja de la toalla me jugó una mala pasada y dejó mi rabo prácticamente fuera. Al notarme casi desnudo me puse bastante nervioso y automáticamente eché mano a la toalla para taparme, pero el bulto que se me quedó no dejaba mucho a la imaginación.
- ¿Qué te pasa? - me preguntó mirándome el tumor que escondía bajo la toalla.
- ¡Nada!, que al darme media vuelta se me ha salido la picha por la raja de la toalla. ¿No sé qué pasa?, ¡pero desde anoche la tengo dura y no hay cojones de bajarla! - le dije mientras me reía de mi propia broma.
- ¡Yo puedo ayudarte a bajarla! - me dijo descaradamente.
La sonrisa se me borró del tirón.
Sin tiempo a pensarlo pero escuchando en mi cabeza la típica música de tensión de una película de terror, (¡¡Chan, chan, chan, chan, chan, chan…!!) , encogí mi culo hacia dentro con cierto nerviosismo y lo pegué a la encimera todo lo que pude a la vez que desde mis huevos subía hasta mi garganta un chispazo que me dejó sin habla. Me había quedado paralizado igual que antes en el cuarto de baño y sin embargo podía ver cómo poco a poco, Dani acercaba su mano a mi pierna buscando mi dura verga. Primero me tocó con un par de dedos y al ver que yo no decía nada por culpa de la angustia del momento, aprovechando mi nerviosismo puso su mano completamente abierta sobre la toalla. Al notar aquella maleducada mano sobre mi adorada verga, reaccioné. Ahora sí podía moverme, ¿pero no sé por qué?, ¡no quise hacerlo!, todo lo contrario, ¡quise que continuara!
- ¿ Te molesta que te toque? - me preguntó mientras abusaba de mí - Me encanta tocar la suave piel de un rabo bien duro.
En ese momento salieron de mi garganta unas palabras que yo no quise decir.
- ¡No te preocupes!, si a ti te gusta, a mí no me molesta, ¿no ves cómo tengo la estaca? - le dije separando la toalla para dejar mi cipote al aire - ¡Dame la mano y verás como la tengo!
Mientras tanto, en mi cabeza se estaba debatiendo una nueva pelea, ¿quiero hacerlo o no?
¡No hizo falta insistir!, nada más decírselo me cogió el rabo y empezó a acariciármelo con fuerza pero con afecto. (¡Esto sí que ha sonado a mariconada!, ¿verdad?).
De repente, un segundo de lucidez pasó por mi cabeza haciendo que me retirase de él pero sin conseguir que me la soltase.
¡Joder!, ¿pero que estoy diciendo?, ¿qué estoy haciendo?, ¿qué me pasa? - sonaba en mi cabeza.
El calentón que tenía encima desde primera hora hacía que, recién levantado y con el café en la mano, tuviese a un tío con su mano encima de mi polla.
¿Pero que me está pasando?, ¿me estaré volviendo maricón?, ¿estará esta casa embrujada? Y lo más importante, ¿habré apagado el butano antes de salir de casa?
Tenía mil dudas pero yo mismo me di la respuesta que quería oír en ese momento.
¡Pues nada!, ¡si soy maricón, habrá que disfrutarlo!, ya habrá tiempo luego de reflexionar sobre mis gustos sexuales. Además, ¡en casa no tengo gas y el termo es eléctrico! - pensé para mí mismo quedándome más tranquilo.
Mientras, Dani, ajeno a mis problemas mentales, me manoseaba descaradamente y no paraba de hablar.
- ¡Qué buen paquete tienes, cabronazo!, ¡cómo me gustaría tener la misma suerte que César tuvo ayer!... ¿Quieres que te la coma un poquito? - terminó diciendo tras aquella retahíla de chorradas.
Recuerdo perfectamente que no le contesté en ningún momento a toda aquella sarta de pamplinas, lo que no recuerdo fue cómo lo hizo, pero lo hizo, conseguir sentarme sobre la encimera. ¡Cuánto me gusta una encimera de la cocina, por dios!
En cuanto me tuvo sentado, apartando la toalla a un lado apareció ante él mi mástil totalmente mojado y enrojecido. Sólo le faltaba una franja de color amarillo en el centro para que pareciese un logotipo de la roja . ( Futbol, España, Mundial, la roja … ¿lo pilláis?)
Yo, cómo desde el principio, no dije nada, simplemente cerré los ojos para, cómo las otras veces, imaginarme que era Sandra quien me estaba sobando las pelotas. Sin mediar palabra se puso de rodillas y agarrándome los huevos cómo si se tratasen de una bolsita de té, comenzó a olérmelas metiendo la nariz hasta casi la raja de mi culo.
Aquella zona, a pesar de que mi olor a sudor no es demasiado fuerte, debía oler a rayos. Al pensarlo abrí los ojos y a punto estuve de decirle que parase porque aquello no estaba bien, pero como en ningún momento hizo gesto de disgustarle aquello, además, viendo la cara de gusto que tenía mientras que me olfateaba, le dejé hacer. Volví a cerrar los ojos y me dispuse a disfrutar mientras pensaba que una mamada con los ojos cerrados daba igual que te la hiciera un hombre o una mujer. Y como ya he dicho un millón de veces, una mamada mañanera es una mamada mañanera, y en un momento cómo aquel poco importaba que la boca que se usara fuese de un hombre o una mujer.
¡Bueno!, eso lo pensé en aquel momento, pero aclaro que no siempre pienso lo mismo, ¡vale! Recordad mi bipolaridad.
Mientras yo pensaba en todo aquello, Dani con su lengua me chupeteaba el interior de los muslos y lamía mis huevos con devoción hasta que no pudo más y se metió mis bolas en la boca, primero una y después la otra dejándomelas totalmente empapadas en saliva.
- ¡Cómo me gustan!, ¡cómo me gustan tus huevos! - me decía entre cuchicheos mientras chupaba mis cojones.
Aquí he de aclarar que a pesar de no ser un superdotado en el tamaño de mi nabo y a pesar de ser una persona bastante activa, tengo, en el sentido literal de la palabra, unos huevos bien gordos. Algo bueno tenía que tener, ¿no?
Tras olvidar, de momento, mis pelotas y tras un ligero beso en mi capullo, sin perder más tiempo se lo metió en la boca. Yo mientras tanto me retorcía de gusto y seguía con los ojos cerrados queriendo pensar que quien me hacía aquella deliciosa mamada era Sandra. Que sensación más extraña estaba viviendo, sobre todo porque mientras se comía mi polla, podía notar por sus movimientos, que con su mano libre se estaba masturbando. ¿Aquel maricón se estaba haciendo una paja a mi costa?, ¡qué guarro!, ¿no?
Mi cabeza, la de arriba, no paraba de darle vueltas a lo que estaba pasando en mi cabeza, la de abajo. Era todo un debate entre una y otra a ver quién podía más. Y cómo no soy de piedra y aquel mamón lo estaba haciendo tan bien, ganó la de abajo. Y digo que ganó porque haciéndome que me olvidase de todo por unos segundos, por mi columna corrió un fuerte pinchazo, síntoma inequívoco de que mis huevos, aún mojaditos por su saliva, querían escupir el sobrante.
A pesar de ser tan cerdo, que no maricón, cómo el que me la estaba chupando, mi última intención era correrme y llenarle de leche toda la boca, así que me dispuse a separarlo antes de que fuese demasiado tarde. Cómo pude le empecé a empujar la cabeza pero él no quería, quería seguir haciéndolo. Al ver tanta insistencia por su parte, abrí los ojos para ver qué era lo que estaba pasando y ¡SORPRESA!, ¡SORPRESA!
Cuando miré hacia la puerta me quedé completamente helado. César y Juanma, totalmente desnudos, y Sandra, con una camiseta bastante corta y sin bragas, estaban en la puerta de la cocina mirando fijamente todo lo que estaba ocurriendo allí. Cómo era de esperar, ¡la corrida se me cortó de inmediato! Sandra al darse cuenta de mi apuro, me miró, se puso un dedo en la boca en señal de silencio y con la vista me dijo que continuara.
Dani, que parecía una lapa por lo pegado que estaba a mi morcilla, no se había percatado de nada y seguía chupa que te chupa cómo si se le fuese la vida en ello. ¡Joder, pues para ser maricón, la chupa que te cagas!
Ahora sí, con los ojos bien abiertos mirando descaradamente a mi preciosa esposa casi desnuda y su ardiente coño recién levantado y seguro que aún con restos de leche de la noche anterior, separé de un empujón a Dani y cogí mi polla para masturbarme como un loco delante de todos. Dani, que hasta el momento no se había dado cuenta de nada, se puso de pie entre mis piernas e hizo lo mismo.
¡Qué locura, por dios!, ¡qué locura, ahora que lo pienso!, las dos pollas, a pocos centímetros la una de la otra e incluso llegando nuestras manos a rozarse en cada movimiento. Era una situación realmente penosa. Seguro que aquello me iba a dejar marcado para toda la vida. Y marcado no sé si me dejó, pero a los pocos segundos de estar así, mi cuerpo empezó a sentir de nuevo los espasmos anteriores a la expulsión de mis soldaditos. Sin tan siquiera avisar me estaba corriendo como un mirlo.
El primer chorro, el más grande, llegó al pecho de Dani. El segundo, menos abundante pero bastante caldoso, fue directamente a la mano que estaba meneando su polla y este, en vez de parar para limpiarse un poquito, lo que hizo fue aumentar el ritmo de la paja y utilizarlo como suavizante extra para que en cuatro meneos más se corriera cómo un mono.
¿Cuántas veces se había repetido ya esa misma escena? A pesar de que el día de antes me quedé alucinado por el montón de semen que soltaba aquel hombre por el rabo, la corrida de él fue bastante menos abundante que la mía, incluso ni me llegó a manchar (¡menos mal!). También es cierto que, como ya he dicho antes, hay que pensar en que yo sólo me había corrido un par de veces la pasada noche y él no creo que llevase la cuenta de cuantas veces se corrió.
- ¡Qué par de cabrones sois! - dijo Sandra dirigiéndose a nosotros pero sin mirarme a la cara.
¿Se ha avergonzado?, ¿por qué no me ha dicho antes que parara? Pues lo siento si te has enfadado, chavala, ¡ya no hay solución! - pensé mientras agachaba la cabeza demostrando mi vergüenza.
La carita de risa de César y Juanma era evidente, no la podían ocultar. La situación en cualquier otro sitio y momento hubiese sido bastante humillante. Yo, con la polla totalmente caída después de la corrida, buscando la toalla para taparme y un tío frente a mí con todo el pecho lleno de mi leche y con la cara roja como un tomate, lo dicho ¡humillante!
Pero una vez más, Juanma nos volvió a sacar de aquel apuro.
- ¡El café está listo!, ¿quién quiere uno? - dijo como si todo lo ocurrido hubiese sido de lo más normal en una mañana cualquiera.
- Ponme uno a mí - dije con la voz entrecortada por los nervios y el bochorno, mientras me colocaba de nuevo la toalla alrededor del cuerpo.
Me sentía como un chiquillo al que acaban de pillar robando chucherías en el kiosco del colegio. Esto me hacía no reaccionar y sólo podía mirar al suelo.
- ¡Me voy a la ducha! - dijo Sandra con cara de pocos amigos.
Como he dicho antes, parecía que aquello no le había gustado mucho a mi mujer, ¡a ver ahora como la calmaba! A veces no la entendía, se incomodaba por cosas que yo hacía, pero nunca pensaba en las cosas que hacía ella y que yo no podía molestarme porque encima se mosqueaba, pero bueno, tenía que afrontar la situación que al fin y al cabo no había sido diferente a todo lo demás ocurrido en aquella casa.
Pero antes de que Sandra se fuese a la ducha, Dani, que permanecía completamente desnudo y con la cara aún roja de la vergüenza, nos dijo que se le había hecho muy tarde y que tenía que marcharse.
Y tras unos minutos de charla casi normal y de aguantar unos cuantos tiritos por parte de nuestros mirones, nos despedimos de él con cierta pena ya que sabíamos que, a pesar de lo bien que lo habíamos pasado, aquello no volvería a repetirse nunca. Pero eso sí, en la cabeza de los cinco quedaría para siempre el recuerdo de aquellas casi catorce horas.
Tal y como terminamos de despedirnos, Sandra fue hacia el cenicero, apagó el cigarro que se estaba fumando y me dio un fuerte beso en los labios sin yo esperarlo, pero deseándolo más que nunca.
- ¡Me voy a duchar!, quiero estar limpita por lo que pueda pasar - me dijo acercándose a mi odio.
Y sin esperar respuesta, se volvió y saliendo de la cocina se fue hacía el dormitorio.
¡Vaya!, se le ha pasado el mosqueo, ¡gracias dios mío! - pensé.
Pero otra vez me había dejado en la duda, ¿qué significaba “por lo que pueda pasar” ? ¿Qué más da? - pensé enseguida. Seguro que, como siempre, me iba a enterar tarde o temprano.
Me terminé el café entre bromas con Juanma y César y cuando me di cuenta habían pasado veinte minutos desde que Sandra se había ido a la ducha y aún no había salido. Eso me extraño un poco, normalmente, a no ser que se diese un baño o se fuese a depilar, sus duchas eran bastante rápidas, tardaba unos diez minutos más o menos. Así que un poco mosqueado me dirigí al baño, pero al abrir la puerta vi que estaba vació.
¡Vaya!, ¿dónde estará Sandra? - me pregunté.
Empecé a buscarla por las habitaciones hasta que llegué a la del fondo. La puerta del dormitorio estaba un poco entreabierta y cuando me acerqué escuché ruidos. Por la pequeña rendija de la puerta pude presenciar algo que me dejó totalmente sorprendido y sin palabras. (Otra ¡SORPRESA-SORPRESA! Seguro que en cualquier momento aparece Isabel Gemio por la puerta.)
Sandra estaba tirada sobre la cama con las rodillas dobladas, las piernas totalmente abiertas y la mano en el coño a la vez que se estrujaba uno de sus pezones. Tenía la cabeza apoyada en la almohada y algo, que no sabía lo que era, metido en su boca, lo que hacía que sus gemidos no se escuchasen. ¡Sandra se estaba haciendo una paja!
Me quedé blanco y sin saber qué hacer. El placer de verla así, unido al miedo de ser pillado por ella me dejó, una vez más, sin saber reaccionar. No sabía si entrar a echarle una manita o seguir espiándola dejándola disfrutar con ella misma, lo que si sabía perfectamente es que mi rabo, aunque sin empalmarse ni un poquito, enseguida se inundó de suave líquido de vida por la excitación de ver a Sandra haciendo lo que tantas y tantas veces le había pedido.
¡Qué guarra más linda tengo! - me dije a mí mismo.
Dispuesto a disfrutar del precioso cuerpo de Sandra, finalmente me decidí por seguir espiándola.
Ahora, mirándola con más atención pude ver como en la mano tenía un objeto blanco, largo y bastante gordo que le estaba sirviendo para agrandar aún más su amplia raja. Aquello que aún no sabía muy bien lo que era, entraba y salía de su interior a gran velocidad mientras que ahora, con la otra mano, se masturbaba el clítoris. ¿Qué era lo que se estaba metiendo en el coño? Su forma y su tamaño me fueron familiares enseguida, pero quise pensar que no, que aquello que estaba visitando las entrañas de mi amada esposa no era lo que yo me estaba imaginando.
Sin dejar de follarse con aquel monstruito y poniéndose de lado enseñándome su hermoso culo, vi como el mismo dedo que antes tocaba su clítoris lo movía hasta su culito acariciándose el tan preciado agujerito que tanto me gustaba. Mojándolo con su saliva lo volvió a colocar en la entrada trasera y empezó a metérselo suavemente a la vez que gemía y movía todo su cuerpo de gusto. (Se ve que a pesar de lo que se había metido la noche de antes por ese agujero, no le había hecho más daño del necesario)
Yo no la quería molestar, quería seguir viendo lo que estaba haciendo. Ella siempre decía que no se masturbaba a solas, y aunque aquella afirmación fuese verdad, aquella paja que se estaba haciendo me estaba dejando señalado para siempre, mientras que mi polla, a duras penas, empezaba a ponerse de nuevo morcillona gracias al numerito que me estaba dando mi mujer sin saberlo.
Varios minutos después de estar disfrutando con su cuerpo comenzó a gemir más fuerte y a moverse mucho más rápido, ¡se estaba corriendo! Pero los gemidos, ahogados por lo que tenía metido en la boca eran casi silenciosos.
Cuando por fin terminó, se quedó tumbada sobre la cama con “ el no sé qué ” metido dentro de ella.
- ¿Molesto? - le pregunté mientras abría la puerta y entraba en el cuarto.
Ella al escucharme intentó levantarse, pero yo fui más rápido y le impedí que lo hiciera poniendo una mano sobre su pecho y la otra sobre su boca.
- ¡Silencio! - le dije.
Saqué de su boca lo que tenía y abriéndolo me llevé la tercera, cuarta o quinta sorpresa del día cuando vi lo que era.
¡Eran los gayumbos negros de Juanma!, pero ahora totalmente empapados de su saliva. Los miré con cierto asco, no por las babas si no por ser lo que eran, y los dejé sobre la cama. Estiré mi mano hasta su sensible chochete recién pajeado y palpé el misterioso objeto. Esta vez no me había equivocado, era justo lo que me había imaginado desde el principio, el gran cipote de cera que Juanma tenía sobre el mueble del dormitorio. ¡Qué gusto le había cogido la guarra a todo lo que le abriese el coño de par en par!
Se lo saqué con sumo cuidado, escuché el “ pop ” y me lo acerqué a la cara para olerlo. Un agradable olor a rosas vaginales llegó hasta mi nariz. Era una vela aromática, pero ahora, el doble de perfumada.
Levantándome lo volví a poner en su sitio sin tan siquiera limpiarlo.
- ¡Ven aquí, túmbate junto a mí! - me dijo con voz mimosa.
- ¿Qué quieres? - le dije tumbándome a su lado.
- ¡Quiero tu polla! - me dijo con una voz de muy, pero que muy puta.
Me gustaba escucharla usar ese tipo de vocabulario, así que la seguí provocando un poco para que se soltase.
- ¿Y para que quieres mi polla? - le pregunté a la vez que mi mano se metía entre los sensibles labios de su coño para masturbarla con los jugos de su anterior corrida.
- Quiero que me rompas el coño con la polla y que me folles hasta destrozarme, ¡cabronazo!
¡Vaya, parece que mi plan estaba funcionando! Cada palabra guarra que escuchaba de sus labios, más caliente me ponía y más rápido hacía que moviese mi mano en su pipa.
- ¿Quieres que te folle como a una puta, verdad? - le dije moviendo mi mano con mucha fuerza y velocidad, haciendo que empezase a gemir de nuevo - ¿O prefieres que te folle el culo cómo hizo ayer César? - le dije sin dejarla contestar y acercando un dedo a su entrada en el lado oscuro.
- ¡No pares, vida!, sigue con mi coño, me gusta cómo me tocas el chocho. ¡Hazle otra paja a la puta de tu mujer!
- ¿Te gusta cómo lo hago, eh?
- ¡Sí!, si sigues tocándome, ¡me corro otra vez! - me dijo entre hondos suspiros, cogiéndome la mano y llevándosela nuevamente a su coño.
Lo dicho, ¡una multiorgásmica del quince!
- ¡No tengas prisa! - le dije mientras movía muy lentamente mi mano sobre su pipitilla.
Aquella caricia tan lenta iba a matarla. Ella quería más rápido así que apartando mi mano para poner la suya, se empezó a pajear con furia. Al verla tan deseosa de correrse, le metí dos dedos en el coño para follármela lentamente mientras ella se tocaba la raja.
No había pasado ni un minuto cuando noté como sus gemidos eran mucho más fuertes y nerviosos.
- ¡Me corro vida!, ¿quieres que me corra? - me preguntó, como otras tantas veces me había preguntado.
- ¿Quieres correrte? - le pregunté.
No hubo respuesta, ¡bueno!, sí que la hubo.
- ¡Me corro vida, no pares! - esa fue su respuesta mientras se mordía los labios y se corría en mis dedos manchándolos de su sabroso caldito.
- ¡Lo siento, mi vida!... - me dijo después de unos segundos en silencio.
- ¡No te preocupes por nada, mi cielo! - le contesté - Disfruta de todo lo que te apetezca cuanto te apetezca, si no lo has hecho antes ha sido por qué no has querido, tienes toda la libertad del mundo para hacerlo.
Y sin dejar que me contestara, le di un beso en los labios y empecé a vestirme, bueno, a vestirme, a rebuscar por el cuarto algo de mi ropa para poder vestirme.
Me tenía que haber duchado, ¡ya lo sé!, pero bueno, no me importó, en un rato estaríamos en casa y ya me ducharía tranquilamente.
Al rato se levantó, salió del dormitorio y se fue directa al cuarto de baño a darse la ducha que tenía pendiente desde esta mañana.