Solo era el principio (37) ¡Qué sea lo que dios...

César, de rodillas delante de ella, había metido un par de dedos dentro de su coño y entraba y salía a mucha velocidad. Juanma, agarrado a su cabeza, mordía su cuello e iba con sus labios desde su boca hasta sus tetas, pasando por su garganta y dándole suaves mordiscos en ella. Y Dani, también...

CAPITULO 37

¡Qué sea lo que dios quiera!…

DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (MADRUGADA) (3ª PARTE)

Tras la corrida y el intercambio de flujos inicial, como era de esperar paramos un momento antes de seguir con lo que se avecinaba. Nos pusimos de pie y cogimos la copa para refrescar un poco las gargantas ya que algunos de nosotros las teníamos bastante secas por culpa o gracias a la excitación mientras que otros, cómo Sandra y César, la tenían bien mojadita por el sabor fresco de mi leche y la de Juanma.

- ¡Estos dos ya se han corrido!, sólo faltamos nosotros tres, ¿qué dices ahora a mi pregunta de antes? - preguntó César a Sandra mientras pegaba un gran trago a su vaso de güisqui.

- ¿Qué pregunta? - respondió Sandra mientras cogía una camisa de no sé muy bien quien y se limpiaba los restos de leche que aún le quedaban en los labios y entre las tetas.

- La que te hice antes en el baño, ¿que si te podemos follar entre todos?

Sandra me miró a mí y yo miré a Sandra, ¿sería capaz? ¡Tchan, tchan, tchan, tchan! , ¡se mascaba la tragedia!

- ¡O por lo menos, Dani y yo! - matizó Cesar al ver que aquella pregunta tenía difícil respuesta.

De nuevo todos miramos a Sandra y se produjo un ligero silencio.

- ¿Qué?, ¿qué dices? - volvió a preguntar ante la atenta mirada del resto que estábamos a su alrededor.

Juro, aunque no lo creáis, que aún me quedaba un poco de esperanza por que dijese que no, ¡lo juro!

- ¡Que aquí me tenéis! - respondió mientras se sentaba en el sofá que estaba libre y se abría el coño con las manos.

Al escuchar y ver su reacción a tal exigencia, mi esperanza, al contrario que la prima de riesgo de España, bajó a mínimos en un par de segundos.

- Así que ya sabéis lo que tenéis que hacer…, que yo no tenga que pensar que sois unas mariconas locas y que no sois capaces de dar una buena ración de polla a esta zorrita.

¡Joder con el vocabulario de mi esposa!, ¡manda güevos ! - pensé al escuchar su refinado comentario.

De nuevo, mi cara cambió de color, pero sin esperarlo, un dulce repelús corrió desde mis pelotas atravesándome toda la columna hasta el cuello al escuchar aquellas provocativas palabras de Sandra. Aunque no lo creáis, era la respuesta que esperaba. Como ya sabéis desde hace algún tiempo, ¡estaba deseando verla follar con ellos mientras me la chupaba a mí!

- ¡Pues nada!, si es lo que quieres, ¡lo tendrás, mi cielo! - maticé dejando clara mi posición.

Si es lo que había, pues nada, ¡a follar todos como animales!

- ¡Joder, pero que buena esta tu mujer! - me volvió a repetir César, pero ahora con menos vergüenza que Carracuca al ver que yo aceptaba cualquier cosa que ocurriese.

- ¡Nos la tiraremos entre todos!, ¿verdad que sí, cielo? - dijo Dani demostrando una gran ilusión mientras con una mano masturbaba su polla y con la otra, de la misma forma que hizo Juanma en casa, pellizcaba uno de los pezones de Sandra haciendo que ella se retorciese del dolor.

- ¿Qué haces gilipollas?, ¡eso me duele! ¡Ni se te ocurra hacerme daño o te corto la polla y me la guardo en un tarro con alcohol! - le dijo mientras se levantaba del sofá y se quedaba de nuevo en pie en medio de nosotros cuatro.

Dani, al escuchar las serias palabras de mi mujer, aflojó el pellizco pero sin llegar a soltar el pecho.

- ¿Quién mierda te crees que eres para hacerme daño, gilipollas? - dijo mi mujer dando un fuerte manotazo a Dani para que la soltase.

¡Joder!, ¡que nochecita de broncas llevamos!, ¿está también estará planeada? Pues si no lo está, ya puedo ir recogiendo el campo, después de esto no creo que sigamos más tiempo aquí - me dije a mi mismo al ver la cara de cabreo que en ese momento tenía mi desnuda pero amada esposa.

- ¡Lo siento!, no era mi intención el hacerte daño, ¡perdona!

- ¡Es que no son de goma!, ¿sabes? - respondió Sandra a la rendición de César y pasándose la mano por el pecho cómo dándose un cariñito por el daño recibido.

Y mientras que yo rezaba por qué no se peleasen más, César aprovechó el momento de confusión para pasar de arriba abajo la mano por su coño, mano que se deslizaba con gran facilidad gracias a la cantidad de flujo que estaba soltando por su cueva y que incluso le mojaba el interior de los muslos. A pesar de las broncas, peleas, rencillas, riñas y altercados vividos durante toda la tarde y parte de la noche, la diosa del sexo y la lujuria estaba cachonda como nunca, ¡qué cabrona!

Yo, queriendo apaciguar el momento me acerqué a ella y comencé a tocar su culo mientras que con mis labios buscaba su boca para darle un tremendo beso. Ella al verme, me rechazó.

- ¿Qué pasa? - pregunté un tanto extrañado.

Es verdad que hace un rato rechacé su boca pero no por ella, sino por todo lo que llevaba dentro, ¿a qué venía ahora eso?

- ¿Qué pasa?, ¿no quieres mis besos? – volví a preguntar.

- Si antes no me los quisiste dar, ¿por qué tengo que recibirlos ahora? - me contestó de forma bastante despectiva.

- ¿Pues porque antes tenías la boca llena de leche y sabes que a mí no me gusta ese sabor? - respondí con una clara ironía.

- ¡Vale!, ¡vale!, ¡lo tendré en cuenta para futuras ocasiones! - me respondió ella cogiendo de nuevo la mano de Dani y poniéndosela sobre su gorda teta.

Y al ver que ya todo había pasado y que aquel rechazo a mi persona sólo fue una mancha dentro de su expediente, de que César no había parado de sobarle la raja, de que Dani le estaba magreando los melones a base de bien y de que Juanma, a pesar de haberse corrido hace un rato, no paraba de restregarle el duro cipote por los muslos, me decidí de nuevo a atacar su retaguardia.

- ¡No!,¡tú no! - me dijo de una forma bastante brusca al notar mis manos sobre su culo.

¿Qué pasa?, ¿está mosqueada por algo y lo quiere pagar conmigo, o qué?

- ¿Y eso por qué? - pregunté bastante confuso.

- Pues porque de momento tú ya has tenido tu parte.

¿Cómo que ya he tenido mi parte?, ¿cuándo se ha hecho aquí el reparto?, ¿quién ha dicho que a mí sólo me tocaba el maricón de César en el reparto?

- ¡Pero es qué…! - empecé a decir pero sin llegar a terminar la frase, tampoco quería volver a insultar a César que debo decir, me había hecho una mamada de categoría.

- ¡Ni es qué, ni nada! - respondió mirándome con cara muy seria y separando mi mano de su culo.

En ese momento, mi nivel de aguante estaba llegando al límite.

- ¿Tú no querías compartirme?

- ¡Sí!, esa era la idea, ¡COM-PAR-TIR-TE! - dije recalcándome en cada sílaba de la palabra “compartirte” para dejar claro el significado de la misma.

Pero me pareció que mi mujer no estaba en aquel momento cómo para buscar significado a las palabras.

- ¡Pues eso!, ahora vas a ver con todo lujo de detalles como me corro con otras pollas que no son la tuya… ¿no te parece bien o qué? - me preguntó sacando la vena de chulapa que como ya sabéis, sólo sacaba muy de vez en cuando.

¡Malditos genes madrileños!

- ¿Eh?, pues claro que me parece bien pero, ¿por qué no puedo participar? - pregunté medio tartamudeando.

- ¡No!, si participar sí vas a participar, pero lo harás de una forma distinta a la que te gustaría… Aunque bueno, conociéndote cómo te conozco, ¡igual sí te gusta! - terminó diciendo, bueno, más que diciendo, reafirmándose en su palabra de que yo no la iba a tocar de momento.

Habiendo llegado hasta aquel punto y viendo con la convicción que hablaba, tuve que desistir, de momento, ante mi idea de colaborar en aquella premeditada orgía y una vez más, seguir las pautas que marcara el zorrón de mi esposa.

- ¿Y qué se supone que debo hacer entonces? - pregunté bastante molesto pero demostrando mi mansedumbre.

De repente y pasando un huevo de mí y del resto de personas, de nuevo se creó un debate entre Juanma y mi mujer sobre qué debía o no debía hacer yo.

- ¿Tú qué crees que debe hacer Leandro, Juanma? - preguntó al creador de toda aquella tragicomedia.

- ¿Pues no sé?, ¿tú no crees que Leandro se molestará si sólo le dejamos mirar? - contestó aquel cacho mamón.

- ¡No!, no creo que se moleste mirando cómo se follan a la puta en que ha convertido a su mujer - dijo Sandra mirándome de una forma bastante desconsiderada.

¿Pero por qué me castigaba de esta forma si todo lo que estaba pasando allí lo había maquinado ella? ¿Se habría acabado el cariño que tenía por mí? ¿Se nos gastó el amor de tanto usarlo? Aun no lo sabía, pero el tiempo me diría que no, que me quería y mucho más de lo que os imagináis.

¡Sí!, estoy de acuerdo en que quizás yo la hubiese empujado un poco bastante para hacer lo que hicimos el día de antes en casa con Juanma, pero juro por mi vida que yo aquel día solo iba a jugar al póker, ¡lo juro por lo que más quiero, que sin duda es ella!

- ¿Pero no crees que hay una manera de mejorarlo? - preguntó Juanma usando la misma pregunta que ella había hecho segundos antes de que Dani le quitase las medias.

Sandra me miró a la cara y de nuevo me lanzó un guiño. ¡Joder!, aquellos guiños eran como puñales, detrás de un guiño siempre venía el navajazo.

- Él siempre me pide que lo haga sufrir, ¿verdad, vidita?, pues que sufra un poco viendo cómo me lo paso. Además, cómo sé que te gusta tanto, quiero que grabes cómo me follan mientras que los cuernos crecen en tu cabeza. Es lo que siempre has querido, ¿no, maridito?

Si llego a ser una olla exprés, exploto por la válvula. ¿Cómo hice para aguantar tanta presión?, aún hoy no tengo la respuesta.

- ¡Ya!, pero antes has dicho en el baño que esta noche yo era uno más y sin embargo ahora me tratas cómo tu marido ¿en qué quedamos, cielito? - terminé diciendo usando el poco sarcasmo que me quedaba para reírme de aquella situación.

- ¡Luego tendrás tu recompensa!, ¡te lo prometo! - me dijo con un tono de voz bastante más bondadoso que el que había usado hasta entonces para dirigirse a mí.

No quise seguir discutiendo, simplemente asentí con la cabeza y me senté totalmente derrotado en el sofá mientras que veía cómo César, que sin decir ni pio, no dejaba de tocar a mi mujer y que incluso ya le estaba metiendo un dedo en la raja.

Aquel suave roce en el interior de su húmedo coño hizo que Sandra diese un sonoro gemido y que sus piernas flaqueasen agarrándose al cuello de Juanma para no caerse de gusto. Este, ni corto ni perezoso se puso a hacerle lo que a mí me hubiese gustado hacerle en aquel momento, tocar su delicada y suave piel. Le manoseaba el culo y la morreaba a base de bien mientras que yo sólo podía mirar como tres tíos sobaban el cuerpo de mi rolliza mujer. No me podía creer que aquella fuese mi esposa, esa mujer que se negaba en rotundo a estas cosas y sin embargo, ahora se disponía a disfrutarlo sin mí, pero eso sí, según ella por mí y para mí.

¡Valiente tía puta! - pensé.

Que me dejase a un lado, me dolió en el alma, no puedo decir otra cosa. Pero si lo pienso bien, es lo que siempre había querido ¿no?, ¡pues ya lo tenía!

Dani, a pesar de haberse llevado la bronca de mi mujer por haberle pellizcado el pezón, fue el primero en meter jaleo. Así, de pie como estaban, se mojó un dedo en saliva y directamente le metió la yema en el culito a Sandra a la par que ella se inclinaba un poco hacia delante para hacerle más fácil el camino. Tenía una cara de cachonda salida tremenda y tenía que estarlo para dejar que alguien le metiese un dedo en el culo con tanta facilidad.

Aunque estaba con los ojos cerrados disfrutando de dos dedos, uno en su culo y otro en su chumino, cada vez que los abría era para mirarme a mí que en aquel momento debía tener cara de cordero degollado. Como me hubiera gustado ser yo el que hacía aquella diablura con los dedos.

César, de rodillas delante de ella, había metido un par de dedos dentro de su coño y entraba y salía a mucha velocidad. Juanma, agarrado a su cabeza, mordía su cuello e iba con sus labios desde su boca hasta sus tetas, pasando por su garganta y dándole suaves mordiscos en ella. Y Dani, también arrodillado pero detrás de ella, seguía jugando con su precioso culo.

- ¡Mira, Leandro!, ¡mira que chochito más jugoso tiene tu mujer! - me dijo César mientras se la follaba con los dedos haciendo que se escuchase el chapoteo que producían al entrar y salir de él.

- ¡Cómeselo!, esa zorra lo está pidiendo a gritos - dije claudicando a mis deseos y cogiéndome el nabo para meneármelo un poco a pesar de estar bajo mínimos.

Al escuchar mis palabras y a pesar del gusto que estaba recibiendo con las manos de aquellos tres bribones, abrió los ojos y me miró con carita de inocente haciéndome sentir culpable por lo que acababa de decir.

- ¡Mira lo que me hacen, cariño!, ¡están abusando de mí y yo no quiero! , ¿qué puedo hacer?... - me dijo con la voz de niña que tantas veces había usado aquella noche.

Yo no contesté, estaba como pasmado viendo la escenita. Y para colmo de males, tenía mi polla agarrada meneándola lentamente, que aunque hacía poco que me había corrido, la excitante situación hacía que ya empezara a tener de nuevo una más o menos media erección. De repente, unas palabas de Sandra me sacaron de mi éxtasis.

- ¡Cariño!, ¿no disfrutabas tanto mostrando mi cuerpo en la calle a los mirones?, pues mírame como me divierto ahora rodeada de rabos.

Al oír aquel comentario, un millón de cosas pasaron por mi mente, desde unos probadores hasta una gasolinera pasando por un ascensor. ¿Me habría pasado con ella durante todo aquel tiempo anterior y por eso se comportaba de esa forma conmigo?, ¿por eso me humillaba de aquella forma?

- ¡Vamos panda de maricones!, ¡dejaos de sobeteos y folladme de una puta vez! - gritó Sandra al ver que yo no contestaba - ¿A qué esperáis?, ¿no habéis escuchado a Leandro? Pues vamos, ¡dejad de meterme mano como si yo fuese un muñeco de peluche y que alguien me coma el coño de una puñetera vez! - dijo a continuación totalmente excitada.

- ¡Joder, Leandro!, ¿cómo te las apañas para mantener harta de polla a esta tía tan caliente? - preguntó César pero sin llegar a mirarme.

- ¡Ay, si tú supieras la verdad! - contesté entre susurros.

Yo quería disfrutar de todo aquello aunque no me dejasen participar. Y si lo pensaba bien, a pesar de los continuos desprecios que estaba recibiendo de mi amada esposa, realmente estaba disfrutándolo, era lo que yo siempre había querido y así se lo quería decir. Ella lo entendió perfectamente cuando de mi boca salieron las palabras que dio pie a aquellos tres tíos a hacerla gozar de verdad.

- ¡A esta ninfómana lo único que la calma son las pollas!, ¡fíjate que estoy cada dos por tres buscándole machos para que se la follen y la mantengan calmada! - respondí a César con cierto tono despectivo pero emocionado.

- ¿De verdad? - preguntó Juanma un tanto extrañado.

¡Pero bueno!, ¿este tío es tonto o ha comido bolitas? ¿No ves que estoy mintiendo?

- ¡Joder, y tanto!…, y si no lo hago así, es capaz de follarse al primero que pase - contesté pero enviando un guiño a Juanma dándole a entender que aquello no era verdad.

Juanma se dio cuenta enseguida de mi estrategia y me siguió la corriente. ¡Menos mal, carajote!

- ¡Qué se lo cuenten al repartidor de pizzas!, ¿no, Leandro?

- ¡Hostias!, ¡aquello fue el acabose!... - contesté con un tono de alucinación en mi voz - Yo escondido en la terraza espiándolos y ella follándoselo en la puerta de casa, ¡pobre chaval! - dije haciendo memoria de lo que realmente pasó y soltando una ligera sonrisa.

La mirada que Sandra nos echó, primero a Juanma y luego a mí, no necesitaba explicación.

- ¡Valiente par de cabrones estáis hechos!

- ¡Ya!, ¿y qué? - le dije.

- ¡Que no digáis más mentiras de mí, por favor!

- ¿Mentiras?, ¿y eso lo dices tú?, ¡la campeona en mentiras y engaños! - añadí un tanto indignado.

- ¡Leandro tiene razón! - dijo Juanma cogiendo a Sandra por la barbilla y mirándola a la cara para que entendiese que aquello era otra parte más del juego.

- Pues claro que tengo razón, ¡dinos que eres una puta!, ¡di que quieres que te follen esas tres pollas!, ¡dilo fuerte! - espeté de forma brusca y dejando a mi mujer sin palabras.

De nuevo me miró y una leve pero más que suficiente sonrisa salió de sus labios. Le faltó el guiño asesino, pero en esta ocasión no hizo falta.

- ¡Sí, soy una puta!, ¡una zorra que lo único que pide son pollas para su coño, su culo y su boca! - chilló de repente pero eso sí, sin dejar de mirarme fijamente.

¿De nuevo me estaba retando? ¡No!, ¡yo creo que no! Sin dudarlo ni un segundo, se prestó a mi juego de ultrajes y embustes, que realmente era el suyo, ¡pero bueno!

-  Quiero una polla en cada agujero de mi cuerpo - continuó diciendo con fuertes gritos y agarrándose fuertemente al duro manubrio de Juanma que era el que más cerca tenía.

- ¡Tranquila!, ¡sabemos lo que eres y te vamos a dar tu merecido! - dijo Juanma con una tranquilidad enorme.

Y sin esperarlo, cambiando totalmente de actitud y de volumen de voz, de forma muy, pero que muy dulce, se dirigió a nosotros, bueno, a ellos sobre todo.

- ¿Qué os parece si seguimos en la cama? - sugirió Sandra para continuar la fiesta de la forma más cómoda posible.

Ya me extrañaba a mí que no lo hubiese sugerido antes.

Y sin esperar respuesta de nadie, se puso erguida haciendo que el dedo de Dani se saliese de su culo, y se dio media vuelta para ponerse dirección al pasillo del fondo.

- ¡Allí os espero!... - añadió moviendo su imponente culo provocativamente.

Pero antes de irse soltó otra lindeza por la boca que jamás imaginé.

- Juanma, dale la cámara al cornudo de mi marido para que lo grabe todo.¡Eso es lo único que va a hacer de momento! - dijo usando un tono de voz de Choni Poligonera y dedicándome una pícara pero demoledora sonrisa acompañada de un nuevo guiño de su ojo derecho.

¡Eso sí!, con insulto incluido pero la sonrisa más bonita del mundo.

Lo que no me gustó nada fue el guiño y me imagino que sabéis el porqué, ¿verdad? ¿Para qué os voy a contar nada si con lo que habéis leído hasta ahora sabéis más que yo?

Ahora sigo con la historia para que sepáis exactamente a qué me refiero.

Dicho y hecho, tras cambiar la vista de la mía, directamente se fue al fondo del pasillo en busca del dormitorio.

No sé si estaba preparada o no, pero Juanma abrió un cajón del mueble y me entregó una cámara con una cinta dentro, ¡qué previsor, por dios! Segundos después, los tres iban detrás de ella con las copas en la mano y yo al final de todos, completamente desnudo con la cámara en mi mano, dispuesto a ver como hacían disfrutar a la putona de mi mujer.

Cuando llegamos al dormitorio me llevé una gran sorpresa. Aquel dormitorio estaba completamente lleno de velas y cirios, parecía una iglesia más que un dormitorio. Y si aquello me llamó la atención, más me la llamó un enorme cipote de cera que estaba justo en el centro de un tocador.

¡Vaya panda de maricones! - pensé al ver aquel tremendo cirio en forma de polla - ¿Quién cojones tiene en su dormitorio un adorno de ese tipo?, lo dicho, ¡sólo una panda de maricones como estos!

Sandra, que seguía con la iniciativa, directamente se puso de rodillas en el borde de la cama enseñándonos su culito y meneándolo como invitándolos a que se la comieran. Mi excitación iba en aumento cada vez que pensaba que todos estaban dispuestos a comerse aquel delicioso manjar mientras que yo sólo podría inmortalizarlo en video. ¡Bueno!, por lo menos me iba a dejar mirar ahora y disfrutar luego con lo grabado y no se iba a cumplir aquello de “además de cabrón, apaleado”. Podría utilizar ese video para mis futuras pajas y hacerle una copia a mi coleguita Jesús para darle envidia y pagarle por haberse quedado con Duque.

- ¿Quién será el primero que pase su lengua por mi cuerpo? - les dijo dándose la vuelta y poniéndose boca arriba en la cama.

No hubo tiempo de respuesta, aún no había acabado la frase cuando Juanma ya estaba de rodillas dando lametones en su entrepierna, intentando follársela con la lengua mientras que César se había colocado al lado de ella poniendo su polla justo entre sus manos y Dani seguía de pie a mi lado, viendo como devoraban el cuerpo de mi mujer. Yo grababa y miraba con deseo las preciosas manos de Sandra con aquella polla cogida como si fuese una flor. ¡Bueno!, ¡más que una flor, un ramo entero!, porque, ¡joder!, ¡menuda tranca se gastaba el colega!

Así estuvieron unos minutos hasta que Sandra con un gesto llamó a Dani, me imagino que es que no tenía suficiente con lo que tenía. A este le faltó el tiempo para colocarse al lado contrario de César quedando mi esplendida mujer en medio de los tres. Sin mediar palabra cogió las dos pollas.

Yo, cámara en mano, intentaba encuadrar en un primer plano la imagen de su cara que en aquel momento tenía los ojos cerrados y unos labios totalmente mojados por su lengua que no paraba de pasearse de lado a lado de su boca. Daba la impresión de que se lo estaba pasando de lo lindo. A continuación, cerrando el zoom fui bajando por su cuello para llegar hasta sus tetas e inmortalizar el estado de sus preciosos y erguidos pezones.

Al notar un rápido movimiento de César, dirigí la cámara de nuevo hacia la cara de Sandra. Menuda sorpresa me llevé cuando vi que a menos de una cuarta de sus labios se encontraba el tremendo capullo de César, ella abrió los ojos y sin dudarlo ni un segundo, soltó el rabillo de Dani y cogió el de César con las dos manos.

- ¡Qué ganas tenía de pillarte, cabronazo! - dijo Sandra apretando aquel duro trozo de carne y deslizando la piel de su prepucio hacia atrás.

Y sin esperar, empezó a jugar con la lengua en la punta de su polla.

- ¡Uauhhh!, ¡qué forma de mover la lengua, mamona! - dijo César entre gemidos de gusto.

Sandra, sin dejar de lamer aquel amoratado glande, miró a la cámara que estaba muy, muy cerca de su cara.

- ¿Te gusta ver cómo me como su polla? - dijo a la cámara pero dirigiéndose claramente a mí.

- ¡Me encanta, vida!, pero más me gustaría si me lo hicieses a mí - le contesté en un nuevo  intento de conseguir entrar en el juego.

- ¿Qué te pasa?, ¿estás celoso? - dijo entre gemidos producidos por la comida de coño que Juanma le estaba llevando a cabo.

- ¡Ni mucho menos, mi vida! - respondí lleno de arrogancia.

¿No sé por qué no dije la verdad?, en aquel momento estaba rabioso de celos. ¡Bueno, celos, no!, más bien, envidia. ¡La cochina envidia me comía por dentro!

Al escuchar mis palabras, se acercó a la lente de la cámara.

- ¡Te amo, mi niño! - dijo de forma muy tierna y lanzando un suave beso al objetivo.

- ¡Y yo, mi vida!

- Ahora enfoca bien que quiero que esto quede grabado para siempre, mi amor.

Y acto seguido abrió la boca todo lo que pudo y de golpe se encajó entre las mandíbulas aquellos veintimuchos centímetros de carne en barra para empezar a chupársela a gran velocidad mientras que Juanma seguía comiéndole el chochito también con bastante rapidez.

Haciendo de tripas corazón y viendo que de momento yo no iba a participar, me dije a mi mismo que lo mejor sería hacer una buena grabación y cómo me había dicho Sandra, dejarlo inmortalizado para siempre.

Dani, al notarse abandonado, agarrándose fuertemente a una teta de Sandra, con la otra mano se atrincó el cipote y comenzó a masturbarse. César al verlo tan solo y desamparado, soltó el otro pecho de Sandra al que también estaba agarrado y estiró su mano hasta el rabo de Dani repitiendo la misma escenita del pasado sábado en casa entre Juanma y yo. Este agarró la polla y empezó a subir y a bajar pellejo al mismo ritmo que Sandra se la chupaba, mientras que Dani cerraba los ojos para disfrutar de aquel extraño pero agradable placer.

Este cabrón de César lleva toda la noche queriendo pillar el rabo de su amigo - me dije a mi mismo al ver la maniobra de ataque de este contra el reducido pero extremadamente duro rabo de Dani.

En unos segundos se produjo un silencio extremo sólo roto por el ruido del chapoteo de la garganta de Sandra contra la verga de César, los labios de Juanma contra los labios mayores de mi mujer y de los húmedos movimientos del rabo de Dani contra los cinco dedos de César. Situación límite para mí que se remataba con los ahogados suspiros de Sandra mezclados con los gemidos de Dani y César. Una orgía en toda regla donde yo sólo podía grabar y babear por el nabo, cosa que hice con toda la ilusión del mundo por ver a mi mujer cómo se lo estaba pasando.

Y aunque todo lo que abarcaba mi vista y el objetivo de la cámara era realmente espectacular, aquello a aquella velocidad no podía durar mucho y así fue, tras unos pocos meneos más de César sobre el cimbel de Dani, este nos avisó que estaba a punto de correrse.

- ¡No pares, César!, ¡no pares y me corro!

Sandra al escucharle, se sacó rápidamente el badajo de César de la boca y se dio media vuelta para acercarse a el, en comparación con el de César, insignificante platanillo de Dani.

- ¡Córrete!, no voy a desperdiciar ni una sola gota, ¡no te preocupes! - le dijo apretándosela fuertemente y mirándole a los ojos con cara de vicio

Acto seguido, se enchufó el cipotillo de Dani hasta la garganta.

Sin poder remediarlo y nervioso cómo nunca, agarré la cabeza de mi mujer y la empujé contra el estómago de Dani consiguiendo que su barbilla topase con los gordos y lacios huevos de este, que aunque fuese un pichicorta, tenía unos huevos tremendos que le colgaban en una gran bolsa de pellejo chuchurrido.

- ¡Sí, zorra!, ¡muy bien!, métetela un poco más, ¡toca sus huevos con la barbilla!

No tengo ni idea de por qué hice y dije aquello, pero lo hice y lo dije.

Sandra sin tan siquiera molestarse por mi fuerte empujón, tras unas cuantos toques de su campanilla con la verga de Dani y de su precioso mentón con las pelotas de este, cumpliendo a rajatabla lo que yo le había dicho, se la sacó de la boca para tomar aire y suspirar profundamente con lo que Juanma le estaba haciendo entre las piernas, ¡Joder, que portento de frenillo debía tener aquel cabrón! Acto seguido y sin tan siquiera mirar atrás, agarró el brutal carajo de César para seguir meneándoselo a la par que de nuevo se acercaba a la polla de Dani y se la  fue metiendo hasta que, posiblemente, el capullo de este tocó su garganta otra vez.

¡Joder!, qué portento de mujer tengo. Y luego dice que no sabe hacer dos cosas a la vez, ¡qué mentirosa!, ¡ahora mismo está haciendo tres! - me dije a mi mismo al verla manejarse entre rabos cómo si lo hubiese hecho toda la vida.

Juanma, al ver lo interesante que se ponía la cosa en el fondo norte, separó sus labios de los labios mayores de mi Sandra y sin dejar de masajearle el clítoris, se puso a presenciar la que hasta el momento podía ser la mejor jugada del partido.

Al notarse el coño abandonado, Sandra se sacó nuevamente el rabo de la boca y miró con cara de vicio hacia el fondo sur cortando momentáneamente la inminente corrida de Dani.

- ¿Qué pasa?, ¿no vas a seguir comiéndome el coño o qué? - replicó de forma molesta.

- Es que verte así de atareada es bastante llamativo - dijo Juanma aumentando el ritmo de sus dedos y consiguiendo un sonoro gemido de la garganta de mi mujer y un espasmo involuntario de todo su cuerpo que hizo moverse la cama.

- ¡Pues o sigues tú o le digo a Leandro que te de la cámara y que siga él comiéndome el coño, que sé de primera mano que lo hace de puta madre! - contestó ella de la misma forma que antes pero con los ojos cerrados por el gusto que le estaba dando aquella intima pero acelerada caricia en su órgano carnoso eréctil situado en la parte superior de la vulva de su aparato genital.

¡Toma lección de anatomía, muchacho!

¡Ole, mi mujer!, al final me va a dejar, por lo menos, comerme las sobras - pensé to contento y estirando mi mano para darle la cámara al capullo de Juanma.

Pero no, la alegría dura poco en la casa de los pobres. Nada más escucharla, Juanma separó de nuevo los repliegues cutáneos que cubren la vulva de Sandra y se puso a jugar con la punta de su lengua en el abultado clítoris de mi adorada esposa haciendo que nuevamente comenzase a emitir fuertes y prolongadas aspiraciones, acompañadas de breves gemidos denotando el deseo y las ansias con las que recibía tales caricias.

¡Es que hoy me ha pillado filosófico, lo siento!

Cabizbajo por lo ocurrido me acerqué a ellos con la cámara en una mano y mi polla en la otra, mientras que veía cómo Sandra volvía al trabajito que tenía entre manos y labios. De cualquier forma, conmigo como participante o no, quería dejar constancia de aquella prodigiosa mamada que estaba realizando Sandra.

Pero casi no me dio tiempo, tras unas pocas lamidas de ciruelo más y sin avisar siquiera, Dani comenzó a correrse dentro de la boca de Sandra. Desde que dijo que se corría por primera vez hasta que se corrió, habían pasado más de quince minutos, ¡menudo aguante había tenido aquel pobre hombre!

Sandra, a la que la cogió desprevenida aquella catarata de leche, no sin esfuerzo, intentó tragárselo todo, pero con tal corrida le fue casi imposible haciendo que los chorros de semen sobrantes empezaran a caer por su cara llegando a su cuello.

Con los labios brillantes de esperma y la leche corriendo por su barbilla, pero sin parar de masturbar a César, siguió chupando la polla de Dani con suaves lametones consiguiendo que aquel hombre tuviese que agarrarse al hombro de César para no caerse de gusto.

Aquello tenía que dejarlo grabado para los restos, así que intentando calmarme los nervios del momento, me esforcé al máximo por conseguir las mejores imágenes de su cara chorreando leche usando al máximo el zoom de la cámara.

Pero aquel documental tendríamos que haberlo hecho a dos cámaras y con un equipo de edición. ¡Yo sólo no daba abasto! Y digo esto porque cuando iba a hacer un recorrido completo por la cara, boca, cuello y tetas de Sandra para dejar grabada aquella inmensa corrida, César, que llevaba un buen rato aguantando el tirón de la soberbia paja que Sandra le estaba cascando, también anunció su corrida. En cuanto lo escuché y escuché lo que escuché, tuve que dejar el precioso cuello de Sandra manchado totalmente de blanca miel, para coger un primer plano de lo que allí iba a ocurrir en unos segundos.

- ¡Me corro, Sandra!, ¡me corro!, ¡fóllame el culo mientras me corro, por favor!

A favor de César y del mío propio, debo decir que el que te follen el culo con un dedito mientras te hacen un soberano lavado de bajos, no es de maricones. Eso lo dicen hasta los médicos de las revistas porno y yo lo he leído, ¡que conste! Se llama masaje prostático y es muy, pero que muy agradable y totalmente recomendable.

Sandra, que cómo ya sabéis por lo que os he contado anteriormente, tenía una gran experiencia en ese tipo de masajes, tumbada cómo estaba, con uno de sus dedos a modo de lubricante, recogió un poco del semen que Dani le había dejado en el cuello y acto seguido metió su brazo entre las piernas de César buscando su culo. Este al ver cómo actuaba Sandra, se abrió un poco las cachas de su culo para dejar vía libre a mi mujer y de un solo tirón le clavó dos dedos hasta el fondo usando cómo agravante la lefa de su querido amigo Dani. César, al notarse clavado por los suaves y aterciopelados dedos de mi amada esposa soltó un afeminado grito de placer que incluso me asustó por pensar que le podría haber hecho daño en sus posaderas. Pero Sandra, que de esto sabía y sabe un montón gracias a la experiencia que ha conseguido con sus exámenes bastante rutinarios a mi próstata, enseguida me alivió el sobresalto con sus palabras.

- ¿Es que no te gusta? - dijo mientras empujaba los dedos un poco más adentro.

- ¡Sí, sigue!, ¡no pares que me muero de gusto! - contestó César usando la voz más mariquita que jamás había escuchado en un hombre con un rabo de aquellas dimensiones.

¡Tampoco es que hubiese visto a otros, pero bueno! ¡Bueno, sí!, el día de antes a Juanma. Pero ni Juanma tenía aquel imponente rabo ni tampoco era tan evidente su delicada vena, ¡todo hay que decirlo!

Sandra, bien mandada cómo ninguna otra, empezó a meter y sacar sus dedos a un ritmo increíble, (la cámara no podía ni captar la velocidad de sus manos), mientras que a su rabo sólo le daba pequeños besitos en el capullo.

- ¡Si me la meneas un poco más me corro!, ¡menéamela, por dios! - exclamó César de forma realmente desesperada e insinuando a Sandra que se dejase de gilipolleces y se dedicara en cuerpo y alma a su ciruelo.

- ¡Aguanta un poco, hombre!, ¡no tengas tantas prisas! ¡Mira el tiempo que lleva Juanma comiéndome el coño y yo todavía no me he corrido! - contestó ella soltando un nuevo suspiro.

¡Hostias, es verdad!, ¿cuánto tiempo lleva ese hombre entre las piernas de Sandra?, ¡debe tener un dolor en el frenillo de la lengua del copón!

Pero César, que con lo cachondo que iba no se andaba con chiquitas, de muy malas maneras cogió a Sandra por el pelo y con un fuerte tirón casi la obligó a ponerle los labios en su polla.

¡Joder!, ya la hemos cagado otra vez, lo siguiente, pelea fijo - me dije a mi mismo al ver aquella mala reacción de César.

Y lo que yo creía que podría ser motivo de disputa, con solo cinco palabras se convirtió por arte de magia en una aceptación plena por parte de mi mujer.

- ¿Quieres correrte en mi cara? - preguntó Sandra mirando fijamente aquel cacho de salchichón y dejándome fuera de juego totalmente con su proceder.

Y digo fuera de juego porque, primero, a ella no le gustaba nada, o al menos eso creía yo, que se corrieran en su cara. En su boca, cuello, garganta, orejas, tetas, sobacos, brazos, codos, manos, dedos, barriga, ombligo, espalda, coño, muslos, culo, rodillas o pies no le importaba, pero que lo hiciesen en su cara, ojos o pelo, la mosqueaba un taco. Lo sé porque yo lo he comprobado personalmente en todos esos sitios y seguro que en alguno más que no me acuerdo. Y segundo, ¿cómo que no había reaccionado mal ante la actitud de César y el posterior tirón de pelos?, ¡me tenía descuadrado!

- ¿Serás capaz de aguantar que se te corra en la cara? - pregunté un tanto impresionado.

Pero no tuve respuesta. De nuevo, mirándome a los ojitos me lanzó un guiño, enseguida supe que lo que vendría a continuación valdría la pena grabarlo desde cerca.

Segundos después, el pollón de César se estaba abriendo camino hasta la garganta de Sandra, pollón que ella se empezó a comer cómo si nunca se hubiese comido un nabo, ¡bueno!, ¡de aquellas dimensiones jamás! Chupaba con ansias poniendo todo el empeño en hacer disfrutar a aquel mamarracho de polla enorme, mientras que sus dedos hurgaban en el interior de la próstata de este. Y a juzgar por la cara de César, debía ser la mejor mamada-follada que le habían hecho en la vida.

Queriendo no perderme ningún detalle, fui de lado a lado con la cámara intentando captar cualquier gesto de Sandra para dejarlo memorizado en la que sería a partir de aquel día, la cinta de video más querida por mí. Y en ello estaba cuando, estando de rodillas detrás de César, vi desde abajo y entre sus piernas cómo mi mujer hacía desaparecer más de la mitad de la enorme polla entre sus dientes y gran parte de dos de sus dedos en el abierto culo de César.

- ¡Leandro, una cosita! - dijo César entre gemidos y llamando claramente mi atención.

Enseguida cambié la dirección del objetivo y me dispuse a saber qué quería.

- ¿Dime?, ¿qué quieres? - pregunté colocando la cámara frente a su cara pero antes haciendo un recorrido completo desde la cara de Sandra chupando aquel hinchado vergón hasta los ojos de este.

Quería que quedase bien grabado que quien se la estaba chupando no era otra que mi mujer.

- ¿Quieres grabar como me corro en su carita de ángel? - me preguntó entre profundos suspiros.

- ¿Eso es lo que ella te ha pedido, no?, pues ya sabes, ¡córrete en su cara y déjala bien pringosa de tu sucia leche, maricón! De grabarlo ya me encargo yo.

Al escuchar mi última aclaración, Sandra se la sacó de la boca y sin dejar de follarle el culo, se escupió un buen chorro de saliva en la palma de la mano y se puso a masturbarlo como una loca ante su cara, con la boca abierta y la lengua afuera a la espera de la espesa lluvia ácida que se le venía encima. Mientras, yo, desde muy cerca, seguía grabándolo todo.

A los pocos segundos de estar machacándole el prepucio a base de bien, aquel pobre hombre no pudo aguantar más y se corrió con tres dedos metidos en culo y lanzando otro montón de chorros de esperma que volvieron a llenar la boca de Sandra. Pero esta vez no tragaba, los dejaba escurrir por su boca mojando toda su cara y su pelo.

En aquel momento se cumplió otra más de mis desequilibradas fantasías, grabar cómo otro hombre expulsaba todo su semen en la cara de mi adorada e idolatrada esposa, y que ella lo aceptaba con todo el placer del mundo. Antes lo había hecho Dani pero no me había dado tiempo a grabarlo. Cómo he dicho antes, ¡no podía estar en todo, joder! Yo no era mi amigo Jesús que siempre estaba a todo.

Mi buen amigo Juanma, que mientras que todo esto ocurría había estado en completo silencio perforando el coñito de mi mujer desde que Sandra le dijo aquello de que si no lo hacía bien le cambiaría por mí, una vez corrido César, quiso entrar en juego.

- ¡Joder, Sandra!, ¡no veas cómo te han dejado de asqueroso el cuerpo estos dos!

- ¡Pues ven pacá, moreno!, límpiame las tetas y déjame limpia para luego.

Sandra estaba excitada, impaciente, inquieta, alterada, en fin, ¡que estaba caliente como una burra!, ¡normal!, casi una hora en la cama disfrutando como una enana, rodeada de tres vergas de distintos tamaños y aún no se había corrido, ¿cómo pensáis que podía estar?

Cómo era de esperar, Juanma no la hizo esperar y tras escuchar sus acaloradas palabras, en menos que canta un gallo se arrodilló al lado de Sandra y se puso a chupar con gula los restos de corrida que tenía por todo el cuerpo.

¡Que le gusta a este tío un batido de plátano! - pensé al verle nuevamente chupando lefa.

- ¿Quieres probarla? - dijo Sandra dirigiéndose a mí al ver la cara de asco que yo había puesto  al ver cómo rechupeteaba Juanma sus tetas.

No contesté, ¿pa qué? Me limité a seguir grabando ya que estaba visto que ese era mi cometido aquella noche y si abría la boca, fijo que mi mujer me hubiese obligado a chuparla junto con Juanma.

Sandra, al ver que yo no iba a entrar al trapo de sus asquerosas insinuaciones, se incorporó un poco en la cama y se puso a limpiar los restos de leche que César aún tenía en el cipote, por cierto, totalmente caído y morcillón pero cómo una morcilla de Burgos de kilo y medio.

Pero no contenta con limpiar lo que guardaba bajo el pellejo de su prepucio, con uno de sus dedos recogió un poco de semen que resbalaba por sus huevos y se lo llevó a la boca saboreando el sabor de su polla cómo si se tratase de un dulce manjar de dioses.

- ¡Vida!, con todo lo que has hecho me has puesto cachondo cómo un burro, ¡te has portado cómo nunca creí que lo hicieses!

- ¡Gracias! - contestó ella pero sin dejar de chuparse el resto de semen que aún podría tener entre los dedos.

- Ahora que ya todos se han corrido y he hecho lo que me has pedido, ¿puedo participar? - le pregunté acercándome a su cara totalmente manchada de churretones de lefa.

- ¡No! - me volvió a responder igual que antes - Tú me tendrás siempre, pero de momento sólo seré de ellos. Sepárate de la cama y sigue grabando que lo haces muy bien.

Aquellas palabras me hirieron en lo más profundo del alma pero también comprendí que yo era el culpable de todo, así que no queriendo ser el que destrozara la estupenda noche que Sandra, y yo también, ¿por qué no decirlo?, estábamos pasando, haciéndole caso nuevamente a Sandra cómo un perrito fiel, me separé de ellos y seguí con la grabación.

Mientras tanto, Sandra, volviendo la cara hacia sus nuevos amantes, se dirigió a ellos.

- ¡Ahora quiero follar!, ¡lo necesito! Vosotros os habéis corrido todos y yo aún no lo he conseguido.

- ¿Tienes condones? - pregunté a Juanma poniendo en práctica mi papel del buen cornudo que ya era en aquel momento.

¡Sí, vale!, sería un cornudo y todo lo que queráis, pero para nada quería que ella fuese follada por tres tíos distintos sin ninguna protección ante cualquier enfermedad.

Juanma, que aún seguía chuperreteando los pezones de mi mujer, sin levantar la cabeza me señaló hacia el cajón de la mesa de noche. Rebusqué en el cajón y saqué un paquete de veinticuatro condones que estaba junto a un bote de vaselina y otro de lubricante, por casualidad, el mismo que yo usaba en casa.

¡Vaya!, - pensé al ver la caja de veinticuatro gomas - ¡espero que por el bien de Sandra y de su entrepierna, no los usen todos!

Y tras reírme, bueno, más que reírme, acojonarme con la idea de no usarlos todos, abrí la caja y entregué uno a Sandra.

- ¡Ven aquí, cariño! - dijo dirigiéndose a Juanma - después de la corrida de estos dos leones, la única polla dura que me queda de momento es la tuya. Ven para que te ponga un condón y me folles como tan bien sabes hacerlo.

Aquello me jodió un poco, porque otra vez, el único hijo de puta con la polla dura, a pesar de haberse corrido hace nada, era Juanma.

¿Cómo lo hará este mamón?, me pregunté mientras acercaba la cámara a las manos de Sandra para grabar cómo abría el paquete del condón y cómo luego cogía la polla de él y le daba un par de lengüetazos en su enrojecido capullo. Si lo que quería era ponerla aún más grande no lo iba a conseguir, ¡imposible que aquello creciera más!

Cogió el condón, lo desenrolló un poco y cogiendo su estaca con una mano se lo fue poniendo poco a poco. Juanma estaba completamente en silencio dejándose hacer, pero cuando tuvo puesto el condón y Sandra tocó con la punta de la lengua su capullo, dio un fuerte suspiro. Yo, sin poder remediarlo, di otro pensando en cuanto me gustaría que hubiese sido a mí.

Yo, que había dejado la cámara en una mesa de forma que pudiese grabar todo lo que ocurría en la cama para poder disfrutar del polvo que le iban a echar a Sandra en menos de ná, me senté en una silla que había en un rincón de la habitación mientras que César y Dani se habían sentado al filo de la cama para no perderse detalle.

Fue visto y no visto. Juanma, apoyado totalmente en el cuerpo de Sandra y esta, con las piernas abiertas y levantadas al máximo, sin ningún miramiento entró con todo su armamento en el interior de mi esposa consiguiendo que los tres, Juanma, Sandra y yo, diésemos un largo suspiro a la par. Juanma no sé, pero Sandra y yo estábamos deseándolo. Y digo deseándolo porque nada más empezar a escuchar la fuerte y entrecortada respiración de Sandra demostrándonos a los cuatro el placer que estaba recibiendo en lo más hondo de su seno, cogí mi polla y me empecé a masturbar muy lentamente mirando la escena e imaginándome la satisfacción que ella estaba recibiendo.

Así estuvieron no más de un minuto. Menos mal que Juanma abrió la boca y rompió la magia del momento, si no, me corro a solas en aquel rincón.

- ¿Quieres que te la meta por el culo, princesa? - preguntó Juanma parando por un momento de empujar en su interior.

¡Joder!, ¡otra vez no, por favor!, ese sólo iba a ser para mí - pensé.

Aquel negativo pensamiento al menos sirvió para algo, consiguió que la excitación que tenía en el punto más bajo de mi rabo, es decir, en los huevos, desapareciese y me diese pie a seguir mirando un poco más sin tener que correrme irremediablemente.

Me encanta tu culo y quiero follármelo mientras estos dos capullos y el cabronazo de tu marido nos miran .

- ¿Y no prefieres seguir con mi coño? - preguntó Sandra intentando que se la siguiese follando cómo a ella le gustaba, ¡por derecho!

- ¡Sabes que sí, cielo!, pero me gustaría prepararte para lo que pueda pasar después - afirmó Juanma dejándome un poco fuera de cacho.

¿De nuevo había cosas planeadas que yo no sabía?, ¡verás tú como al final me tengo que mosquear!

¡Y claro!, ¡otra vez, dicho y hecho! ¿Qué mierda tendría aquel tío para que ella no le negase nada?

- ¡Pues nada!, si es lo que quieres, lo tendrás. ¡Hoy por lo menos, soy toda tuya! - respondió mi mujer dejándome un poco a la altura del betún.

Aquellas palabras fueron como un resorte para que soltase mi badajo, me pusiese de pie y cogiese de nuevo la cámara. Si Sandra había aceptado, tenía que grabarlo.

Sandra, haciendo que Juanma se saliese, momentáneamente, de ella, se dio media vuelta, se puso a cuatro patas, hinco la cabeza en la almohada y se abrió todo lo que pudo, ofreciendo algo que había sido mío menos veces de las que a mí me hubiese gustado.

¡Hay que joderse!, – pensé - ¡no me gusta!, ¡no quiero!, ¡me duele!, siempre lo mismo y sin embargo, hay la tengo, abierta de patas ofreciendo felizmente su culo a un mamón con una polla casi el doble de la mía.

Acercando de nuevo la cámara a su carita de ángel, me arrimé a su orejita, quería preguntarle algo que me reconcomía por dentro desde el pasado sábado.

- ¿De verdad se lo vas a volver a entregar?, ¿no me prometiste que sólo sería mío? - pregunté un tanto irritado pero deseando que dijese que sí.

Ni me contestó. A cuatro patas cómo estaba y usando las dos manos se “ separtó ” las cachas del culo para mostrarnos un primer plano de su comprimido agujero del culo. ¿Hacía falta más respuesta?, ¡yo creo que no!

Resignado nuevamente a la autoridad de Sandra, me decidí a simplemente grabarlo, pero esta vez quise que fuese diferente. Yo también quise cooperar y demostrarle, a aquel mamón que dentro de poco la tendría ensartada por el agujero del culo, que a pesar de ser un cornudo, lo era porque quería serlo.

Acercándome a la mesita de noche, saqué el bote de lubricante que vi antes y di la cámara a Juanma para que grabase lo que iba a hacer. No hablé, no dije nada, pero creo que él me entendió a la primera. Abrí el bote y me eché un gran chorro de suave grasa en los dedos y otro aún mayor en la raja del culo de Sandra. A continuación se lo extendí por toda su abertura anal y empecé a trabajar en su agujero para dejárselo bien abierto a la espera de que otro lo disfrutase. Mientras tanto, Juanma se acercaba y se alejaba con la cámara queriendo, al igual que yo, dejar constancia de lo ancho que podía llegar a ser aquel estrecho agujero marrón.

Tras conseguir meter tres dedos hasta el fondo y creer que su culo estaba a punto para terminar de ponerme los cuernos, entre otras cosas porque Sandra no paraba de gemir de gusto con la boca pegada a la almohada, con todo el dolor de mi corazón cogí nuevamente la cámara y cedí mi puesto a Juanma. Este, sin dudarlo ni un segundo y cómo si se lo hubiese estado haciendo durante toda la vida, apuntó en la diana y de un sólo empujón le metió aquella maravilla de la naturaleza hasta tocarle el estómago por dentro y conseguir que Sandra pegase un extraordinario grito de dolor. Al escuchar aquel tremendo chillido, la sacó automáticamente.

- ¿Qué pasa? - preguntó Dani que hasta ahora había estado todo el tiempo en silencio.

- ¡Pues que la ha reventado! - contestó César con toda la calma del mundo intentando hacer una especie de chiste con poca gracia.

Y la verdad es que no le faltaba razón, Juanma había sido demasiado brusco.

- ¿Estás bien? - pregunté a Sandra acercándome a ella pero sin dejar de grabar.

- ¡Joder!, ¡es que no esperaba que fuese tan bestia! - me respondió enseñándome que sus ojos estaban llenos de lágrimas de dolor y con el rímel totalmente corrido.

Le di un tierno beso en su mejilla y automáticamente me separé de ella para dirigirme de forma un tanto cabreado hacia Juanma. Vale qué podría ser un cornudo, pero de ahí a que dañasen a mí ser más querido, había un mundo y no lo iba a permitir. Tenía que procurar que Sandra lo pasase de gloria y que no sufriese ni un poco más de la cuenta.

- ¡Lo siento, Juanma!, si quieres sigue por delante, pero su culo lo dejas en paz, ¿vale? - dije a Juanma.

- ¡De acuerdo! - contestó este un tanto arrepentido por su falta de delicadeza.

Pero claro, cómo ya os habréis dado cuenta, yo no gobernaba aquel barco. La capitana del mismo era mi mujer y era la que siempre decía la última palabra.

- ¡No!, que me la meta otra vez, pero que sea un poquito más cariñoso - contestó Sandra levantando su cabeza de la almohada y limpiándose las negras lágrimas que corrían por su mejilla, con la blanca sábana que cubría el colchón dejándola hecha unos zorros.

¡Toma hostia, Leandro!, ¿y yo para que mierda me meto a defensor de las causas perdidas? - me pregunté a mí mismo.

Si era lo que realmente deseaba, ni diez mil palabras más.

- ¡Tú misma, vida!, ¡es tu culo y no el mío el que está en juego! ¡Pero luego no quiero quejas ni lamentos! - terminé diciendo para de nuevo acercar el zoom de la cámara al grasiento y abierto culo que ahora mostraba mi depravada mujer.

Ni me contestó. De nuevo, cómo si no hubiese pasado nada de nada, a cuatro patas cómo estaba y usando las dos manos se separó las cachas del culo para de nuevo mostrarnos un primer plano de su ensanchado agujero del culo. ¿Hacía falta más respuesta?, ¡yo creo que no!

¡Vaya hombre!, - volví a pensar - ¡y saber qué hace unos meses sólo hablar de follarme su culo era toda una fantasía y mírala ahora como lo disfruta! ¿De verdad era Sandra, mi Sandra, quien estaba despatarrada sobre la cama? Sin querer hacerme a la idea de la respuesta, enfoqué a su entrada para dejar constancia de cómo el embravecido glande de Juanma desaparecía entre sus gordos cachetes. ¡Tal vez en un futuro me sirvieran todas aquellas imágenes para chantajear a Sandra si ella no quería sexo por detrás conmigo!

Esta vez, sin necesidad de recordárselo, se la fue encajando centímetro a centímetro hasta que sus pelotas hicieron de tope. Un profundo ¡aaahh! , seguido de un largo suspiro salieron por la boca de Sandra, señales inequívocas de que esta vez sí lo había hecho correctamente. Al oír aquella exhalación no pude aguantar más y poniéndome de rodillas en la cama y sujetando la cámara como pude para no perderme ningún detalle, me acerqué hasta la cabeza de mi mujer y me apreté fuertemente el cipote, que estaba duro cómo jamás lo había tenido, y lo dejé a pocos centímetros de sus labios a la espera de saber si me la chuparía o no. Sandra, al abrir una de las veces los ojos, debido principalmente a que Juanma se la metió hasta el fondo y le estiró el pellejo, y ver que yo estaba allí, sacó la lengua y me dio un lametón, insuperable lametón, que fue desde mis doloridos huevecitos hasta la punta de mi lloroso capullo, ¡por fin el cielo había escuchado mis plegarias!

Y cuando pensé que lo siguiente sería metérsela en la boca y hacerme una soberbia mamada, me quedé de nuevo con las ganas. Juanma empezó a moverse muy rápido consiguiendo que Sandra se olvidase de mí y comenzara a gritar de placer al ritmo que aquel cabronazo sacaba y metía su verga de su culo, haciendo que sus tetas le golpearan su propia barbilla de la potencia que le estaba aplicando por babor. De nuevo, por segunda, tercera, cuarta, quinta o enésima vez aquella noche, fue impresionante la mezcla de sonidos que en aquel momento se produjeron, los placenteros gemidos de Sandra, los ahogados suspiros de Juanma, las sudadas tetas de mi mujer chocando con su cara, el chapoteo proveniente del culo de Sandra cada vez que Juanma lo invadía y lo más alucinante, el ruido que producían los gordos y colgantes huevos de Juanma, chocando con la sudada y maloliente raja del coño de mi mujer.

He de decir que todo esto de los ruidos no me lo he inventado ni mucho menos. Hace cinco minutos acabo de terminar de ver, por enésima vez en mi vida, la cinta de video de aquella noche y os los estoy contando exactamente igual que se escuchan en la cinta. ¡Bueno, cinco minutos no hace!, hace media hora. Los otros veinticinco minutos me los he pasado en el baño sacando brillo a mi amigo el chico, ¡que todo hay que decirlo!

En ese preciso momento Juanma se la estaba follando por el culo como a una zorra cualquiera, pero lo que más me tocaba la moral no era que me hubiese dado otra vez de lado, lo que más me quemaba la sangre era que la muy puta ya ni gritaba, sólo gemía de gusto, ¡qué guarra! Como algún día se volviese a quejar con mi polla en su culo, se iba a enterar. Aunque bueno, después de lo vivido y viendo cómo se las tragaba, difícilmente le iba a hacer daño con mi instrumento de medidas comunes.

Los otros dos, que yo creía que ya no iban a entrar de nuevo al trapo hasta que pasara un buen rato de sus corridas, de repente se levantaron de la cama haciendo que girase la cámara hacia ellos para ver que se proponían. Y si digo la verdad, de momento no sabía cuáles eran sus intenciones, pero aquellos dos cabronazos tenían de nuevo las pollas a punto de reventar y algún plan secreto entre manos que yo no conocía.

- ¡Prepárate que ahora viene el momento cumbre! - gritó Juanma llamando nuevamente mi atención y la de la cámara.

¿Momento cumbre?, ¿a qué se refiere?, ¿se va a correr otra vez?

- Ahora sí que vas a poder grabar cómo le llenamos todos los agujeros a tu mujer - me dijo César sin cortarse un pelo.

Al escuchar aquello de la boca de César, un par de recuerdos empezaron a tomar forma en mi cabeza, “Quiero una polla en cada agujero de mi cuerpo”, y “¡Sabes que sí, cielo!, pero me gustaría prepararte para lo que pueda pasar después”. Aquella primera frase la había dicho Sandra no hacia ni una hora y la segunda la había sentenciado Juanma no hacía ni diez minutos.

¡Joder!, ¿me estaré quedando tonto o qué?, ¿ahora resulta que esto también estaba planificado al detalle? ¿Cuándo cojones piensa alguien contarme algo antes de que ocurra?, ¡manda güevos!

Yo, como simple operador de cámara que estaba, al recordar aquellas palabras me imaginé a Sandra por un segundo con todos los agujeros llenos y me dio un poco de miedo que le llegasen a hacer daño a mi muñequita de porcelana. A punto estuve de decirles que no lo hicieran, pero la voz de César me sacó de mis pensamientos.

- ¡Juanma, hazme hueco que quiero entrar!

Juanma al escucharle dejó de bombear y sacó la polla pero me dio la impresión de que Sandra, al igual que aquella tarde en el coche, no había entendido la idea.

- ¿Qué haces, gilipollas?, ¡no me la saques!, que me gusta tanto que me iba a mear de gusto - dijo levantando un poco la cabeza de la almohada pero sin llegar a volverse.

- ¿Ves cómo yo tenía razón, Sandra? - dije en voz alta refiriéndome a que nunca quería prestarme su culo por que le dolía y ahora sólo pensaba en tener un rabo dentro.

Algo tenía que decir, ¿no? Yo también quería ser parte de aquello aunque sólo fuese con comentarios, ¡vamos, digo yo!

- ¡Sí, sí!, ¡lo que tú digas!, pero dile a este mamón que me la meta otra vez, ¡lo necesito!

Pero yo no tuve que decirle nada, ¿para qué?

Juanma, con la parsimonia que le caracterizaba, se tumbó en la cama e hizo que Sandra se sentase sobre él con sus dos caras juntas y, sin avisar, le metió de nuevo toda la polla en el coño de una sola vez abriéndoselo como un bebedero de patos, consiguiendo que, como si no hubiese ocurrido nada, Sandra levantase un poco el cuerpo y empezase de nuevo a gemir cómo una loca mientras que su particular follador miraba atentamente como sus gordos pechos, totalmente sudados y con los pezones a punto de estallar, no paraban de balancearse de un lado a otro.

César, que también tenía muy bien pensado lo que debía hacer y cuál era su papel en todo este invento, al verla en pompa mostrando su culo en todo su esplendor, sin previo aviso ocupó la trasera de Sandra. Frente a él apareció un redondo y voluminoso culo de esos que sin duda, te quitan el hipo. Agarró sus gordos y lindos cachetes con las manos y los separó para poder bien el trabajo que Juanma le había adelantado, Sandra al notar aquellas calientes manos en su culo, paró de cabalgar y miró hacia atrás para ver que estaba pasando.

- ¡No te pares!, sigue saltando que quiero ver como botan tus tetas - dijo Juanma intentando persuadirla de que no se percatase de lo que se estaba tramando.

- ¿Cuál es la idea? - pregunté a César aun sabiendo la respuesta.

- ¿Tú qué crees? - me respondió él dejándome más clara, si cabía, la respuesta final.

Una gota de sudor frío recorrió mi frente. Miré su nabo, mire su culo, ¡dios!, ¿cómo va a conseguir meter ese cabezón en un agujerito tan estrecho?

- ¡Pues entonces déjame un momento que quiero ensancharla un poco más! - afirmé dando un leve empujón a César para que me dejase ponerme tras ella y repitiendo el mismo gesto que antes hice con Juanma, entregarle la cámara para que siguiese grabando.

Y sin más, me puse detrás de ella y comencé a magrearle el culo.

En aquel momento podría haber metido mi nabo dentro de su culo y aprovechando la situación seguro que ella no me habría dicho nada, pero sin saber por qué, actué de esa forma, ¡lo hice!

- ¡Cómo me pone tu culo, vida mía!

Sandra, al escuchar mi voz y notar que no eran las mismas manos que hace un momento le estaban manoseando el bullarengue, de nuevo paro de follarse a Juanma y giró la cara para mirar y verme a mí detrás de ella. De momento pensé que me iba a nominar para dejar al casa de Gran Hermano , pero enseguida me di cuenta que sus planes eran otros y que eran, sin duda, los mismos que las del resto de asistentes a aquella reunión de párrocos de barrio.

- ¡Cómeme el culo, cariño!, llénamelo de tu saliva para que César pueda entrar con facilidad - me pidió Sandra con una ternura que no había usado desde las últimas tres o cuatro horas.

Yo, por toda respuesta y sabiendo de antemano que por mucho que me negase, aquellos tres hombres terminarían deleitándose de las exquisiteces que el cuerpo de mi mujer les ofrecía, le di un leve mordisco en la cacha y un sonoro beso para a continuación ponerme a realizar la tarea que tan tiernamente me había solicitado mi santa y pura esposa.

- ¡Ay!, ¡ten cuidado, tonto! - me dijo Sandra usando de nuevo aquella agradable voz y meneando el culito cómo ella sabía que me encantaba.

Acto seguido, le di otro pequeño mordisco y un largo lametón por toda la cacha de su culo hasta llegar a su espalda, consiguiendo que en esta ocasión en vez de un ¡ay! , soltase un ¡ahhh! , de gustito.

Queriendo ser lo más agradecido posible con ella por todo lo que me había regalado en los últimos tres días, la cogí por la cintura y estiré de su cuerpo hacia arriba para que levantase un poco más el culo. Acto seguido fui bajando mis manos por sus exuberantes muslos para meter mis manos entre sus piernas y llegar al borde de su coño. Una vez allí noté el calor que desprendían los dos cuerpos y quise dar una vuelta de rosca tocando con mis dedos el cipote de Juanma que se encontraba quieto pero alojado en el interior de mi idolatrada Sandra. Una placentera pero acongojante sensación subió por mi espalda al notar la humedad que corría por su cipote y que quise imaginar que era producida por los flujos que Sandra emanaba de sus labios totalmente abiertos por aquel badajo. De pronto, pero deseándolo, hasta mi nariz llegó un aroma familiar, la fragancia de una mujer extraordinaria que estaba siendo, como yo le había pedido millones de veces, la puta más puta de todas las putas.

Cómo el nivel de perversión en mí y en todos los demás ya hacía bastante tiempo que había tocado límites, queriendo un poco más, con un gesto avisé a César para que bajase la cámara y grabase lo que estaba a punto de enseñarle. Este se puso a mis órdenes al momento y agachándose un poco al igual que yo, comenzó a inmortalizar desde muy cerca, cómo se abría el coño de mi mujer con aquel trozo de carne. Verla penetrada de nuevo me llenó, al igual que al Rey de España , de orgullo y satisfacción, no puedo negarlo. Pero mi objetivo no era aquel, mi deseo era otro antes de comerme su abierto y engrasado agujero anal.

Colocando la cámara de forma que se pudiese ver por el pequeño visor, la polla de Juanma, el coño y el agujero del culo de Sandra, fui metiendo un dedo en el interior de su orificio marroncito que cómo era de esperar entró sin ninguna dificultad y sin tan siquiera hacer gemir a Sandra. ¡Comprobado!, a aquellas alturas, un dedo eran migajas. Al ver que aquello no funcionó como esperaba, sin pensármelo dos veces, le encajé, al igual que ella hizo antes con César, tres dedos de una sola vez. Esta vez sin hubo mejores resultados.

- ¡Sí, mi vida! - dijo Sandra entre susurros mezclados con un largo suspiro.

- ¿Te gusta? - pregunté con un tono de felicidad bastante notable.

- ¡Sí!, ¡no te pares!, ¡sigue! - volvió a responder de nuevo entre susurros mezclados con otro largo suspiro.

Al notar que estaba tan a gusto, empecé a acelerar el ritmo de mi mano tratando de separar un poco los dedos entre sí para dilatarla un poco más y dejársela a punto al hijo de puta de polla gorda que en breve la estaría reventando por dentro.

- ¡Qué bueno, vida!, ¡qué bien lo haces! - comentó Sandra a la par que empezaba a mover su culo arriba y abajo consiguiendo que la follada que tenía a medias con Juanma retomara la acción.

Al ver que su culo ya estaba más que listo para cualquier cosa, decidí hacer lo que ella me había pedido al principio, llenárselo de mi saliva para que César pudiese entrar con facilidad. Sacando los dedos, del tirón hundí mi cabeza entre sus cachetes consiguiéndole arrancar un ahogado grito de placer.

Durante un buen rato y manteniendo sus piernas bien abiertas y su culo quieto para que no siguiese follándose a Juanma, chupé, lamí y tragué todo lo que mi mujer había acumulado en la raja de su culo, es decir, desde saliva de Juanma, pasando por flujos de su polla, flujos de su propio coño e incluso un buen montón de lubricante que yo mismo le había untado anteriormente.

Ella mientras tanto, al ver que yo le impedía con mis manos el que pudiese seguir disfrutando del rabo que tenía dentro del coño, comenzó a mover el culo atrás y adelante intentando conseguir que me la follase con mi lengua pero sin éxito ya que su abertura era tan grande en aquel momento que mi lengua bailaba dentro.

- ¡Cari!, ¿te importa dejarle tu sitio a César?, quiero que me veas follar con los dos a la vez, ¿me dejas?

¡Vaya!, ¡cómo ha cambiado el cuento!, me dije a mi mismo al escuchar con que tono de tranquilidad y consideración hacía mí, me lo había pedido.

Por respuesta le di un apretado beso y un fuerte apretujón en el culo y me separé de ella pero no sin antes abrir de nuevo sus cachas y echar un rápido vistazo al profundo agujero que tenía en aquel momento.

César, que estaba loco por ensartar a mi mujer, enseguida me dio la cámara y tras ponerse un nuevo condón, no sin esfuerzo ya que el condón no estiraba tanto como para tapar toda su extensión, se puso de rodillas detrás de ella cogiendo el bote de lubricante y bañándose el morcón con una gran cantidad de aquel viscoso y frío líquido.

Una vez que lo tuvo bien aliñado, apuntó con su tremenda cebolleta plastificada y comenzó a jugar en la raja y agujero del apetitoso culo de mi esposa. Sandra, al verse entre la espada y la pared, o debo decir, entre la morcilla y la butifarra, empezó a apretar su culo contra el chorizo, buscando lo inevitable, la doble follada.

¿No os dado hambre este último párrafo?, a mí al escribirlo, sí. Ahora sigo, que voy a la cocina a prepararme un bocata con una cervecita fresquita y a preguntarle a Sandra si le apetece algo a ella.

¡Ya he vuelto!

- ¿De verdad estás preparada? - preguntó Juanma desde abajo.

Me daba la impresión de que todos los que estábamos allí estábamos bastante nerviosos por lo que iba a ocurrir.

Al escuchar las preocupadas palabras de Juanma, al igual que antes, por mi frente corrió una gota de sudor frío. De nuevo miré su nabo, mire su rollizo y abierto culo y de nuevo me hice la misma pregunta, a pesar de estar viendo que mi mujer tenía más que un boquete en el culo, la boca de un túnel, ¿cómo va a conseguir meter ese cabezón en un agujerito tan estrecho?

¡Pues lo metió!, ¡vaya si lo metió! Ahora os cuento cómo.

César, al ver que mi mujer no contestaba a la pregunta de Juanma y que sin embargo, tumbándose totalmente sobre el pecho de este, Sandra se había abierto el culo al máximo con sus manos, este la cogió por las caderas y apuntando en la diana, empezó a presionar lentamente. Un fuerte grito de Sandra se escuchó en la habitación cuando sólo la punta de su barrena había cruzado el umbral de su culo. César, al igual que antes hizo Juanma, se paró de inmediato y se separó de ella sacando lo poco que había conseguido enterrar entre sus cachas.

¿Se habría hecho realidad el comentario que el mismo César había hecho un rato antes?, ¿la habría reventado? Sandra, como siempre, me sacó rápidamente de dudas.

- ¿Qué haces?, ¿por qué paras?, ¿no la has metido ya?, ¡pues sigue! - gritó echando sus manos hacia atrás para agarrase al cuerpo de César y obligarlo a que se la siguiera clavando.

Reventarla no creo, pero volverla loca, ¡seguro! Y si no, ¿cómo había dado aquella argumentación? ¡No la has metido, no la has metido!, ¡iiiih!, ¡tes quiere i ya, jartible!

- ¿Seguro, Sandra?, mira que lo que tiene este mamón entre las patas es más largo que un día sin pan - le comenté en un último intento por qué desistiese a aquel intento de suicidio premeditado.

Pero cómo otras tantas veces en mí, en cuanto dije aquello, de nuevo tuve un extraño ataque de bipolaridad producido por la ineptitud de mi única neurona que desde hacía un buen rato había dejado de funcionar correctamente. A la par que intentaba persuadir a Sandra de no hacer aquel estropicio con su bonito trasero, no dejaba de pensar en cuál sería el tamaño del hueco que le acarrearía tener encajado aquel embutido tamaño familiar durante toda una follada, y perpetuarlo para los restos con la cámara de video.

- ¡Que sea lo que dios quiera! - terminó diciendo Sandra dejándose caer contra el pecho de Juanma y aplastando sus imponentes tetas de afilados pitones contras las de él.

Pues no sé si dios quiso aquello o no, pero os aseguro que luego tuvo que rezarle durante algún tiempo para que le aliviase el dolor y poder sentarse, ¡de verdad!

- ¡Tú misma, vida!, ¡es tu culo y no el mío el que está en juego!, repetí usando el mismo comentario que hice antes con Juanma.

Y de nuevo, deseando más que nunca verla empalada por aquel tremendo carajo, arrime la cámara y me dispuse a seguir grabando.

En cuestión de segundos, el glande de César, bueno, glande no, ¡glandísimo! , fue abriéndose paso poco a poco consiguiendo que, si el agujero era ya de un tamaño bastante considerable, se hiciera de unas dimensiones desmesuradas.

Ella, al contrario de quejarse y gritar por tamaña distensión, que entre otras cosas hubiese sido la reacción más natural, se abrazó con fuerza a Juanma cerrando los ojos y apretando los dientes dejando ver un cierto aire de dolor en su cara. Estaba aguantando tanto dolor, que incluso la mano que podía ver la tenía cerrada y tan fuertemente apretada que hasta los nudillos se le veían blancos.

Al ver aquello pensé por un momento en pararlo todo, ¿cómo estaba permitiéndolo?, pero César que se le notaba que no era la primera vez que encajaba su cipote en un culo casi sin estrenar, con bastante delicadeza y otro gran chorro de lubricante, fue metiéndola centímetro a centímetro, arduo trabajo, hasta tenerla soterrada entera. ¿Ahora cómo le iba a tirar pejetitas ? (Broma gaditana, ¿vale?)

Y yo, que creía que le iba a costar más trabajo entrar o que incluso que iba a rompérselo, solo con unas cuantas maniobras, lo consiguió. Aquello ya era la boca del metro, entraban y salían los rabos como querían.

- ¡Cari!, ¡te la ha metido entera!, ¿no te duele?, dije totalmente alucinado al presenciar lo que estaba viendo.

- ¡Un poco sí!..., - contestó entre dientes queriendo no demostrar dolor - ¡pero es que me da tanto gusto! - añadió entre largos, muy largos y calenturientos gemidos.

Juanma y César, que desde el momento que la tuvo enterrada habían estado parados, yo creo que esperando a que Sandra diese el pistoletazo de salida, al escuchar aquel sugerente comentario de mi mujer, comenzaron ambos a moverse lentamente para empezar algo que nunca pensé que conseguiría hacer y mucho menos ver en primera persona.

- ¡Sí!, ¡cómo me gusta, cariño! - me dijo entre dientes y en un intento de abrir los ojos pero sin llegar a poder.

El placer, aunque Sandra no quisiera demostrarlo para no dar su brazo a torcer, la estaba matando.

Mientras, Dani, que había estado aquellos más de diez minutos que había durado la invasión del norte y del sur de mi amada esposa mirando sin querer molestar, no quiso perder más el tiempo y viendo que sólo quedaba su boca libre, quitándome de en medio con un suave empujón, sin remedio fue a por ella.

- ¡Anda!, cómeme la polla para que tu marido se corra grabándolo - dijo mientras acercaba su mano a la raja del culo de Sandra y rozaba con sus dedos la dura polla de César entrando y saliendo.

Sandra, como pudo, levantó su cabeza y con sus apetitosos labios rodeó la punta de la dura pirulilla de Dani dándole unas cuantas lamidas, hasta que sin pensarlo pero con un vicio extremo, se la metió de nuevo hasta la campanilla. ¡Ahora sí!, ahora sí que estaba con todos sus agujeros bien llenos.

Lo más lógico hubiese sido, si es que puede decirse que hubo algo lógico en todo aquello, que Dani se la metiese por el culo y César por la boca, sobre todo por la diferencia de tamaños, pero juro que cuando vi que Sandra se retorcía de gusto y que sólo podía emitir leves gemidos porque tenía la boca totalmente llena, me di cuenta de que lo habían hecho bien. Aquello para Sandra debía ser el cielo, tres pollas para ella sola y yo mirando. Me hubiese gustado ser la cuarta polla, pero bien pensado no quedaba ni un sólo hueco para poder entrar.

Ahora mismo no podría determinar quién lo estaba disfrutando más en aquel momento, si ella con todos sus agujeros bien llenos o yo con el sólo hecho de mirarla. Podía ver como los huevos de Juanma y César chocaban entre sí cada vez que empujaban sus pollas hacia dentro mientras que presenciaba como la polla de Dani, que a pesar de ser pequeña, casi no la dejaba respirar. Y para colmo, he de decir que todo aquello lo presencié sin querer tocar mi polla, quería aguantar todo aquello con mis huevos bien llenos de leche para luego darle lo que le di, el mejor desayuno de su vida.

Ensartada por todos sus agujeros, pero sólo moviéndose Juanma dentro de su coño ya que si lo hacía César, se le salía la polla a uno o a otro, Sandra colocó su mano en el culo de Dani para atraerlo aún más y obligarle a que aumentase el ritmo de la follada bucal que le estaba pegando. Mi mujer en aquel momento no perdía el tiempo con tonterías de lengüetazos en el nabo ni nada de eso, solo movía su cabeza a la misma velocidad, que era mucha, que Juanma le estaba imprimiendo en el chocho haciendo que la mamada a Dani fuese realmente apoteósica.

Yo contemplaba totalmente maravillado aquella insuperable escena. Ver a mi formidable mujer en esa posición mientras yo disfrutaba de tal espectáculo, pero eso sí, sin poder participar, hacía que tuviese aún más ganas por qué terminasen cuanto antes con ella para poder meterla dentro de sus follados coño, boca y culo y correrme dentro de uno de los tres hasta morir.

Mientras que yo me deleitaba viendo cómo mi mujer disfrutaba de aquellas máquinas de follar que se la estaban trajinando a la perfección, como era de esperar, ya que al fin y al cabo por mucha polla y mucho aguante que tuvieran sólo eran tíos, empezaron a correrse uno tras otro.

Y lo que ocurrió luego, ocurrió en apenas unos minutos.

El primero en correrse fue Dani y no le hizo falta ni avisar, de repente su cuerpo empezó a convulsionarse justo antes de que un grito seco de “¡me corro!” nos avisara de lo que ya sabíamos. El primer chorro se lo echó en la boca, ¡eso lo tengo bastante claro!, pero el resto no. Automáticamente se la sacó y dándose fuertes sacudidas en el rabo, hasta seis nuevos disparos salieron despedidos de su pistola estrellándose en la cara y pelo de mi mujer que mantenía la boca abierta llena de leche, como un perrito a la espera de pillar todo lo que pudiese. La verdad es que aquella segunda corrida de Dani fue triunfal. De su nabo no brotaba semen, lo escupía. Jamás pensé que un hombre, en tan poco tiempo entre corridas, pudiese soltar por segunda vez ese montón de semen. Y aunque la mayoría fue a su cara, os aseguro que le llenó toda la boca con tal cantidad de leche, que mi mujer fue incapaz de tragársela toda y algunos hilillos de semen le resbalaban por los lados de la boca yendo a parar directamente a la cara de Juanma. Pero aquello no tenía fin y cuando ya creía que había terminado, dándose unos últimos meneos en la polla, aún soltó un par de chorros más que fueron a parar a su espalda.

Pero lo que más me impactó fue que, aunque estaba empalada por sus dos agujeros más sensibles, aun le quedaban fuerzas para ser un poco más guarra. Recogiendo uno de los pegotes de semen que habían caído en la cara de Juanma, se lo llevó a la boca y se lo untó en los labios para luego relamérselo. Aun lo pienso y tengo que pellizcarme para creérmelo.

Al momento, Dani se dejó caer en la cama hecho unos zorros. ¡Normal!, con toda la leche que había soltado, debía tener la columna vertebral seca.

César, a pesar de haber estado casi todo el tiempo parado en el interior de mi mujer, fue el segundo que dijo que se corría. Estirando la mano para parar el ritmo que Juanma llevaba por el sótano, comenzó a empujar suavemente en el culo de mi mujer a la vez que le soltaba un azote más o menos fuerte con la palma de la mano abierta.

- ¡Toma, puta! - gritó compaginando el bofetón con el grito.

De nuevo, Sandra no dijo ni pio. Sólo gemía y gemía y gemía y gemía de puro placer. ¿Se lo estaba pasando bien?, luego me lo tendría que confirmar.

César, que cómo ya he dicho antes, estaba a punto de correrse, queriendo alargar un poco más la situación, cosa difícil, poco a poco le sacó casi todo el rabo del culo para volver a incrustársela hasta los huevos de un solo empujón, arrancando un grito de dolor apagado por los labios de Juanma que en ese momento estaban sacando petróleo de la boca de Sandra.

- ¿Tú crees que le gustará si se la saco y le doy su premio en la cara igual que Dani? - me preguntó a mí parando un momento de bombear - ¡No es por nada, pero es que no es lo mismo correrse dentro de un condón que en su cara de princesa! - terminó diciendo para seguir botando en el interior de su culo.

No contesté, a aquellas horas lo que menos me apetecía a mí era ponerme de nuevo de mal humor. Si quería hacerlo en su cara y ella se lo permitía de nuevo, pues que lo hiciese. Pero el muy cabrón, cuando notó que se iba a correr, sacó su polla, se quitó el condón en un plis plas y sin ningún miramiento volvió a metérsela hasta los huevos para descargar toda su leche dentro, cosa que no me hizo mucha gracia, pero ¿qué le podía hacer?

Cuando por fin acabo de vaciarse, volvió a sacarla y fue entonces cuando pude ver que el agujero de su culo lo tenía como la entrada de un túnel y que de él salían chorros blancos de leche. A punto estuve de meter mis dedos y sacar aquel néctar pero no quise ser malo y pensé que lo mejor sería dejarlo allí para que luego, cuando por fin me dejase follármela, usarlo como lubricante natural.

Para variar y no perder la costumbre, ya sólo quedaba Juanma que estaba debajo del cuerpo de Sandra dándole empujones en el coño.

Tras la corrida, César y Dani se habían retirado de la cama y ahora veíamos los tres en primer plano como Sandra, encima de aquel cipote y bastante más relajada por tener el culo liberado, lo movía de una forma extraordinaria. La muy jodía se lo estaba follando de la manera que a mis más me gustaba, con esos movimientos de cadera que hacían que me corriera en pocos minutos.

Aquello sólo lo hacía cuando estaba muy cachonda o cuando tenía pocas ganas y tenía prisas por sacarme la leche. Tras escuchar su comentario me di cuenta de que realmente prisas tenía pocas, lo que estaba era cachonda como una burra.

- Tienes la mejor polla de todas,¿quieres que me corra con ella? - preguntó.

- ¡Sí, mi vida!, ¡córrete! - le conteste yo pensando que era a mí, ya que aquella pregunta siempre me la hacía a mí antes de correrse conmigo.

Pero rápidamente me di cuenta de que esa vez aquellas palabras no iban dirigidas precisamente a mí.

- ¡Si, Sandra!, ¡córrete!, ¡yo también me voy a correr! - dijo Juanma con la voz totalmente entrecortada.

Y haciendo que Sandra se levantase un poco, sacó la polla rápidamente, se pegó un tirón del condón, se lo quitó y automáticamente se la volvió a endiñar. Aquel hijo puta también me iba a dejar bien lubricado su coño para cuando me dejase follársela, ¡qué amables todos, por dios!

- ¡Me corro, Juanma!, ¡no pares!, ¡me corro! - fue lo último que dijo antes de que él empezara a correrse en su interior a la par que ella meneaba su cuerpo sobre el de él y se corría dando auténticos berridos.

Fue, debo admitirlo, la corrida más bestial que Sandra había tenido en su vida.

A los pocos segundos se dejó caer sobre Juanma para recuperar la respiración mientras que desde atrás podíamos ver como la polla iba disminuyendo y poco a poco iba saliendo de su coño totalmente manchada de restos blancos.

Apoyándose en las manos para levantarse y sacándose la punta de la polla del coño, que era un buen trozo, Sandra se tumbó en la cama completamente derrotada y con los ojos totalmente cerrados pero con una sonrisa de felicidad increíble. ¿Tendríamos que dejar mi recompensa para otro día?