Solo era el principio (36) ¿Puedo probarlas?...
Sandra, delante de los dos y ahora totalmente irreconocible con una polla en cada zarpa, comenzó a subir y bajar las manos lentamente, recorriéndolas con sus dedos desde los huevos hasta el capullo viendo como comenzaban a soltar viscosas gotas de fluido.
NOTA A MIS LECTORES: Antes de seguir con mi relato, me gustaría pediros vuestros comentarios sobre él. Sé que es un rollo eso de escribir, pero me serían necesarios para saber hasta qué punto os está gustando y que es lo que más os ha llamado la atención de la historia hasta ahora. Por cierto, gracias a todos los que, tanto negativa como positivamente, me han comentado y valorado.
Ahora os dejo con un nuevo capítulo...
CAPITULO 36
¿Puedo probarlas?…
DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (MADRUGADA) (2ª PARTE)
A pesar de que lo habían escuchado casi todo, César y Dani no tenían mucha idea de lo que estaba pasando y miraban a Juanma para ver si él les decía algo sobre aquello.
- ¡No os preocupéis!, ya os enterareis de todo cuando sea necesario - respondió Juanma, que tenía una amplia sonrisa de satisfacción en sus labios, mientras miraba a sus dos compañeros y barajaba las cartas para empezar la siguiente partida.
- ¡Me meo!, tengo que ir al baño antes de continuar, ¡lo siento! - dijo Sandra antes de levantar sus cartas.
- ¡Lo siento, Princesa!, pero nadie puede marcharse de la mesa hasta que no acabe esta partida. Las cartas ya están echadas - dijo Juanma secamente.
- ¡Pero qué hijo de puta eres!
- ¡Ni te imaginas! - respondió él de forma sarcástica.
- ¡Pues yo ya me voy haciendo a la idea! - respondí con mucho más sarcasmo que él.
- ¡Joder tío!,si no me dejas ir, me meo aquí mismo, ¡vosotros sabréis lo que queréis! - dijo Sandra.
- Pero para eso no te hace falta ir al baño, puedes hacerlo sobre mí - le dije abriendo la boca para que la usase como orinal y dejando a un lado el último trocito de decencia que me quedaba.
¡Mira!, si me iba a convertir en el cabrón más feliz del mundo, me tendría que comportar como tal, ¿no? Al fin y al cabo ya lo tenía todo en juego y no podía perder nada más. Así que la verdad es qué aproveché la ocasión para tentar a la suerte, y cómo llevaba años diciéndole que me encantaría que se meara sobre mí pero jamás había tenido suerte, pues lo intenté.
En ese momento sí que me fijé en las caras de Cesar y Dani y me di cuenta de que no tenían ni puta idea de lo que pasaba.
- ¡Pero qué cerdo eres, cariño!, ¡siempre con lo mismo!
- Pues de momento es la única forma que se me ocurre de que puedas mear - respondió Juanma.
- Pues entonces me aguanto, que eso lo hago bastante bien - terminó diciendo pegando su culo todo lo que podía a la silla para aguantar el tirón.
- ¡Joder, eso es verdad!, - les dije - se puede acostar meándose y tirarse toda la noche sin ir al baño, es algo increíble pero lo hace.
Todos nos echamos a reír de forma nerviosa, no sé si pensando en cuanto aguantaba sin orinar o en la imagen de Sandra meando sobre mi boca.
Y Juanma, que aunque estuviese un pelín borracho su mente no dejaba de funcionar, volvió a abrir su calenturienta boca.
- Pues si yo gano esta partida y tú la pierdes, aparte de ganar una pasta y tus bragas, nos invitarás a todos a ver cómo meas - dijo dirigiéndose a Sandra.
Sandra se quedó con la boca abierta al escuchar aquella rara propuesta. A ella que no le gustaba que la mirasen mientras meaba porque decía que le cortaba el chorro, imagínate a cuatro tíos mirándola.
- ¡Por mi vale!, dijo Sandra.
De nuevo había entrado al trapo, ¿no te hartas, Cariño?
- ¡Pero primero tendrás que ganar tú y perder yo, claro!
- ¡Sí!, ¡cómo antes! - le dije yo recordándole que después de todos los retos que había hecho anteriormente, aún no había ganado ninguno.
Nos reímos todos de la supuesta apuesta ganadora y seguimos con la partida.
Llegó el momento de sacar las cartas.
Yo desde un principio tenía casi seguro que aquella partida no la iba a perder, con mis dos jotas tenía una buena mano, pero las cartas de Sandra no las sabía.
En aquel momento, cuando se pusieron las cartas boca arriba en la mesa, mi corazón dio un brinco. Juanma tenía una pareja de Ases, César tenía un Rey como carta más alta y Dani una pareja de cincos.
- ¡Lo siento, Juanma! - dijo Sandra poniéndose las cartas sensualmente en los labios a la par que se rozaba un pezón con uno de sus dedos.
¿Qué pasa?, ¿qué cartas tiene Sandra para estar tan segura de haber ganado?
No se escuchaba ni el ruido de las moscas, sólo mirábamos cómo Sandra, desnuda ante todos, manoseaba su pezón entre los dedos.
Y dando las vueltas a sus cartas vimos que sólo tenía una Jota como carta mayor. ¡Había perdido! Juanma había ganado la partida y por lo tanto, el bote y su segundo par de bragas sucias de Sandra. Yo quedé segundo y debía dar la orden a Sandra que era quien tenía la peor jugada junto con César, que se tendría que quitar los calzoncillos, que era lo único que le quedaba.
Pero aún así, seguía teniendo una duda, ¿cómo habiendo perdido se comporta como si hubiese ganado? - pensé al ver sus cartas.
Los demás pensaron lo mismo y César fue el primero que se lo dijo.
- ¡Pero con esa jugada eres la perdedora! - exclamó pensando en que Sandra no se había dado cuenta del valor de sus cartas.
- ¡Ya lo sé!, pero hoy os vais a quedar con las ganas de verme mear, ¿verdad, cari? -** dijo Sandra dirigiéndose a mi sabiendo que sería yo el que tendría que ordenar la acción y que seguramente me portaría cómo ella quería.
Juanma, sin importarle una mierda lo que acababa de decir mi mujer, se tiró directamente por el bote, lo recogió todo liándolo en las malolientes bragas de Sandra y tras oler el paquete, se lo guardó dentro de los calzoncillos negros.
- ¡Joder, Sandra!, como sigamos así voy a tener una buena colección de bragas tuyas - dijo Juanma haciéndonos reír a los dos mientras que César y Dani se quedaban otra vez sin enterarse de que iba la cosa.
- Bueno, de momento no tiene más braguitas aquí, si quieres más tendrá que ser otro día - le dije siguiéndole la broma.
- ¡Vamos a dejarnos de hablar de mi ropa interior y vamos a ver cómo se la quita César! - comentó Sandra que demostraba una cierta emoción por ver que ocultaba aquel hombre bajo la ropa.
César, que cómo ya nos había recordado Sandra, tenía que quitarse su última prenda, procedió a ello. Éste ni corto ni perezoso, al escuchar las palabras de mi mujer, se puso de pie y copiando la actuación de Dani, se dio la vuelta y poco a poco se fue bajando los calzoncillos dejándonos ver, en contraste que lo que nos enseñó antes Dani, un culo blanco y totalmente depilado, ¡qué asco, por dios! Aunque bueno, por la reacción de mi mujer, no a todo el mundo le pareció asqueroso aquel culo.
- ¡Vaya culito de “panaero” que tienes, guapetón! - aulló Sandra después de dar un impresionante silbido.
- ¡Si te gusta puedes tocarlo! - dijo César moviendo el culo cómo si tuviese una colita y acercándolo un poco más hasta dónde estaba Sandra.
Sandra al verlo, me miró con cara de felicidad, estaba pasándolo de puta madre y no porque lo dijese yo, lo decían sus pezones que se querían salir de sus pechos. Luego estiró la mano y se la pasó suavemente por uno de sus cachetes haciendo que César soltase un leve gemido de satisfacción.
A los pocos segundos de estar sobándole, le soltó un fuerte sopapo en todo el culo.
¡Joder con los azotitos!, ¡espero que no vayan a más! - me dije al ver cómo la mano de Sandra se marcaba, al igual que antes hizo Juanma, en el blanco culo de César.
- ¡Date la vuelta ya, cojones! - gritó Sandra totalmente desesperada.
No podía ocultarlo, estaba deseosa de ver aquel último rabo en competición.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir, cuando se dio la vuelta, Sandra se quedó con la boca abierta. ¡Bueno!, Sandra y yo, ¡todo hay que decirlo! ¡Menuda tranca se gastaba aquel mariconazo!, ¡qué desperdicio de hombre! Su polla era gigantesca, no muy gorda pero por lo menos media veinticinco centímetros.
De todas maneras, la visión de aquel tremendo rabo se quedó grabada para siempre en mi cabeza. Hoy aún la recuerdo y me sigue produciendo escalofríos.
- ¡Si te gusta puedes tocarlo! - dijo César repitiendo la misma frase de antes y esperando tener la misma suerte que con su culo.
Sandra me miró nuevamente y me volvió a sonreír. ¿Qué quería, que yo le dijese que se la tocase?, ¿estamos tontos o qué?
Mi cara respondió por mí, así que ella, por una vez aquella noche, me hizo caso y cambió de tema.
- Y ahora tengo que cumplir otra orden, ¿no?
- ¿Has perdido, no? - dijo César sentándome de nuevo en su silla al ver que allí no se iba a tocar morcilla de momento.
- ¡Sí!, pero no me preocupa mucho. Leandro es quien debe darme la orden y sé que me quiere mucho como para mandarme algo que vaya contra mí, ¿verdad, cariñito? -** me dijo con voz inocente intentando camelarme para que no fuese muy malo con ella.
Yo también la miré poniendo la misma cara de inocente que ella e incluso estuve tentado de ser bueno, pero me sentía tan cabreado por hacer las cosas a mi espalda que quería vengarme de ella.
Por lo de la intromisión del otro día en mi culo también estaba cabreado, ¡no creáis que se me había olvidado sólo con el desayuno!
- ¡Venga, vamos todos al baño que mi mujer tiene que enseñarnos cómo se vacía su vejiga!
- ¡Guau! - dijo César.
- ¡Esto se pone interesante! - dijo Dani, mientras que Juanma me daba una palmadita en la espalda cómo dándome las gracias por seguirle el juego.
La cara de Sandra era para echarle de comer aparte, no veas que cabreo se pilló en un momento.
- ¡Pero, cari!, ¿cómo me haces esto?
- ¿Tú eres la que quiere jugar, no?, ¡pues juguemos!
- ¡Pero qué cabronazo estás hecho! - me dijo con todas las palabras.
A aquellas alturas aquel insulto lo tenía bastante asumido, así que sin responderle siquiera me puse en pie.
- ¿Esto no estaba preparado, verdad? - le dije soltándole una buena puyita.
De nuevo me lanzó una mirada aterradora pero esta vez me dio bastante igual. Si ella estaba desbocada, yo también.
- ¿Vamos? - le pregunté estirando mi mano para coger la suya y que me acompañase al baño.
- ¡Lo que tú quieras, pero esta me la pagas! - me dijo mientras la veía levantarse rechazando mi mano y poniéndose en dirección al baño con los cuatro detrás de ella.
- ¡Cuando quieras, mi cielo!, ¡cuando quieras! - le respondí acercando mis labios a los suyos para darle un suave beso que ella aceptó de buen agrado, dándome a entender que le importaba hacerlo mucho menos de lo que aparentaba.
Debo reconocer que a estas alturas y sabiendo que ella estaba más o menos de acuerdo en todo, no pude ocultar mi erección. ¿Y para qué hablar de las pollas al aire de los otros tres tíos?
Sé que soy repetitivo con esto, pero no me canso de decirlo, y es que todo lo que estaba ocurriendo en aquel momento me hubiese resultado impensable unas semanas antes y sin embargo, allí estábamos. No sé exactamente cuál fue el punto que hizo cambiar a Sandra, pero lo que si tenía claro era que lo habíamos conseguido, y digo habíamos porque, aunque todo aquello fuese mi sueño hecho realidad, ahora puedo asegurar que Sandra lo disfrutó como si se le fuese la vida en ello y como si ella hubiese sido la que lo hubiese maquinado todo desde un principio. El saber que nuestras vidas en común habían dado un vuelco de ciento ochenta grados de forma tan positiva no iba a dejarlo pasar y lo iba a disfrutar al máximo, además con el total consentimiento de mi queridísima y amada esposa, ¿qué más podía pedir?
Pero a lo que iba, cuando llegamos al baño, bastante grande por cierto, todos nos pusimos alrededor de Sandra.
- ¡Qué vergüenza!...
- ¿Pero vergüenza de qué?, ¡mear es lo más natural del mundo! - dijo Dani intentando hacerse el gracioso pero sin conseguirlo.
- ¡Ya!, pero es que yo sólo he meado alguna vez que otra delante de Leandro, nunca con tanto público.
Esto lo decía la hija de puta de mi santa esposa mientras que dejaba la copa de güisqui en el suelo a la vez que se sentaba en la taza, con las piernas bien abiertas y mirándose el coño.
- ¡Joder!... - dije entre dientes para que nadie me escuchase
¡Pues sí que le da vergüenza a la jodía! Si no le llega a dar, ¿cómo se hubiera comportado?
- ¡Venga mujer, si sólo es una meadita! - comentó Juanma intentando convencerla como otras veces.
- ¿No me dirás que no has meado nunca en la calle o el campo? - dijo César dándole ánimos para que siguiera con lo que estaba haciendo.
- ¡Sí, claro que lo he hecho!, ¡muchas veces!, pero no es lo mismo…Aquí hay una pequeña diferencia, vosotros estáis ahí enfrente, en bolas y con las pichas en la mano mirándome. ¡Y natural, natural, esto no parece!, ¡qué queréis que os diga! - matizó Sandra con un tono de voz bastante alto como queriendo dar marcha atrás a aquella especie de demencia que nos rodeaba.
A pesar de lo ilógico de la situación aquella respuesta era bastante lógica y no le faltaba razón, así que para animarla un poco más y que pagara su castigo cuanto antes, me acerqué a ella dándole un suave masaje sobre su pelo.
- ¡Cierra los ojos y hazte la idea de que nosotros no estamos aquí! - le dije al verla tan indecisa.
- Lo intentaré,pero no te prometo nada - dijo un poco más convencida pero mirando al suelo sin levantar la vista.
Al principio, por culpa de la presión a la que estaba sometida tuvo que hacer un poco de esfuerzo para que la orina saliese, pero en pocos segundos empezaron a asomarse las primeras gotitas.
En ese momento nadie hablaba para no molestarla, sólo escuchábamos el ruido que hacían aquellas pocas gotas cuando chocaban con el agua que había en el fondo de la taza.
Queriendo saber cómo lo llevaban los demás, eché una mirada rápida al resto de espectadores. Todos estaban atentos a la húmeda y brillante almeja de Sandra pero con un par de salvedades, Dani y César tenían las pollas totalmente tiesas en sus manos, ¡eso sí, sobándolas pero sin meneárselas! Y Juanma, con menos vergüenza que ninguno, se acariciaba descaradamente el trozo de carne que se le salía por la parte de arriba del slip. Yo sabía que aquellos movimientos de rabo podían cortar a Sandra y por lo tanto su meada, así que con un gesto de mi mano les dije que se dejasen de sobar para no asustarla más, cosa que hicieron inmediatamente.
- ¡Lo siento!, no puedo con tanto mirón, ¡es imposible! - dijo Sandra abriendo los ojos y haciendo el intento de levantarse.
- ¡Venga, mujer! - dijo Juanma - Si sólo queremos mirar, ¿no creo que sea tan malo?
- ¡Venga! - dije yo arrodillándome en el suelo delante de ella de la misma forma que cuando la grabé en video - Olvídate de ellos y mírame a mí, así estarás más tranquila. ¿Conmigo no tendrás vergüenza, verdad?
- ¡Joder, es que las cosas que me haces hacer son la hostia, cariño! - me dijo un poco enfadada pero guiñándome un ojo en señal de que estaba a gusto con lo que estaba haciendo, sobre todo por cómo fue rodando la historia a partir de ese momento.
¿Otra vez me estaba engañando? No quise ni imaginarme la respuesta.
En la posición que estaba, de rodillas a menos de medio metro de ella, pude ver cómo se separaba los labios del coño con los dedos, me imagino que para dejarme una mejor vista porque para mear no era necesario, y sin esperarlo, empezó a salir un potente chorro de aquel líquido amarillo tan saladito. El primer chorro salió con tanta fuerza que incluso me salpicó en la cara.
A la par que recogía con un dedo las gotas que me habían salpicado la cara y llevármelas a la boca para no perderme nada, miraba atentamente como salía su meada en un maravilloso primer plano mientras que los otros tres tíos tenían sus rabos cada vez más pegados a mi nuca.
- ¡No lo miréis tanto que me lo vais a desgastar! - dijo Sandra levantando la cabeza por primera vez en aquel cuarto de baño.
- ¡Solo miramos lo que nos enseñas! - dijo César entre risas nerviosas.
- ¡Ya nos gustaría ver más!, ¿verdad, chavales? - dijo Juanma, que cómo siempre, para no variar quería ir a más.
- ¡Ya te digo! - respondió Dani que se volvió a coger su mini picha para darse un rápido meneillo.
Estaba alucinando en colores con aquello que jamás pensé que pudiese ocurrir y que mi Sandra me estaba regalando. Para darme un poco más de valor y aguantar aquella imposible situación quise pensar que ella lo hacía por mí y para mí y no para aquellos tres salidos que tenía en mi espalda.
- ¿Os gusta verme mear, cerdos? - dijo de repente levantando la mirada hacia sus tres mirones, pero ahora con una cara muy diferente y con los ojos totalmente abiertos.
Era la misma cara que tenía hace un rato cuando estaba a punto de comerme el rabo delante de ellos, es decir, de zorrón calienta pollas.
Nadie contestó, todos mirábamos cómo aquella meada tan larga, que antes no quería empezar, ahora estaba en pleno apogeo.
- ¡Vaya pedazo de coño tienes! - dije de repente y sin poder aguantarme la tentación de piropearlo como se merecía al ver que aquellos tres maricones no le hacían el caso que se merecía.
- ¡Te gusta!, ¿eh?...Pues no veas cómo se va a tragar esas pollas dentro de un rato - me contestó en susurros para que nadie la oyese y señalando con su dedo a mis acompañantes.
Si me pinchan no me sale sangre. El mundo se me cayó encima de golpe. A pesar de lo que me había contado hace un rato, en todo momento había pensado, tonto de mí, que lo que me había dicho era un farol, pero aquella loca expresión me dio a entender que no, que o mucho cambiaba la cosa o dentro de poco iba a estar cómo me la imaginé al principio de la partida, comiendo rabos a diestro y siniestro y con su cuerpo lleno de leche por todas partes. Una especie de frío polar subió por mi espalda a la par que por mis huevos subía un calor insoportable al imaginarme la situación.
- ¡No serás capaz!, ¿verdad? - le pregunté un poco incrédulo, ya que aquello que estaba diciendo era una verdadera locura.
- ¿No sé?, ¿quién sabe?... - me contestó ella, dejándome un mar de dudas en mi cabeza pero con el rabo a punto de dar un “ explotío ”.
- Cualquier cosa que pase, lo aceptaré como venga - le dije.
¿Qué podía decir?, ¡nada!, sólo lo que dije. Si digo la verdad, a pesar de todo lo ocurrido hasta entonces, jamás me imaginé que ocurriese nada, pero tenía que aceptar lo que ella desease, estaba decidida a hacer cualquier cosa y si yo me rajaba, estaba casi seguro que me iba a quedar compuesto y sin novia, ¡nunca mejor dicho! Estaba en todo su derecho. Yo llevaba miles y miles de años acosándola con mi idea de verla acostarse con otro hombre y ahora yo no era nadie para pararla.
- Eres lo que más quiero y la persona que más cosas ha hecho por mí en este mundo - terminé diciendo para dejarle lo más claro posible que claudicaba ante todos sus deseos.
- ¡No te preocupes!, ¡sé muy bien lo que tengo que hacer! - me contestó dándome a entender que ella ya tenía bastante claro lo que debía o lo que quería hacer.
Así que para entrar en aquel juego por completo, de rodillas como estaba acerqué mi nariz a su coño metiendo mi cara entre la taza y sus piernas mientras que nuestros invitados miraban nuestra particular guarrada.
- ¿Te gusta?, ¿te gusta cómo huele mi coño? - me preguntó Sandra.
- ¡ Sabes que sí, mi vida!, ¡me encanta! Huele mejor que las rosas y si me dejaras, me bebería ese calentito líquido que sale de entre tus piernas - respondí a sabiendas de que ella, a pesar de estar meando frente a cuatro tíos en bolas, no iba a querer.
- ¡Quita guarro!, ¡eres un pervertido! - respondió ella entre risas empujando mi cabeza hacia atrás.
¿Pervertido yo?, ¡ja, ja, ja! - pensé al escuchar aquel peculiar comentario.
Y justo en ese momento en el que ella me llamaba pervertido, pude ver como el chorro empezaba a ser mucho menos potente y que de su raja empezaban a caer las últimas gotas.
El show estaba terminando pero seguía siendo de lo más espectacular, entre otras cosas porque los últimos chorritos se le habían escurrido por los muslos dejándolos bien mojaditos de aquel néctar de dioses.
- ¡Déjame probarlo! - le insistí, acercando mi mano a su entrepierna pero sin llegar a tocar.
- ¡Que he dicho que no, joder!, ¡no seas más cerdo! - contestó ella separando mi mano con la suya.
- ¿Que más te da?, si él quiere, ¿por qué no puede hacerlo? - preguntó Juanma calentando un poco más la situación.
- Porque yo he dicho que no y es que no, ¿te parece bien? - le contestó Sandra. - Ya he pagado mi apuesta y no quiero hacer más guarradas de este tipo.
- ¡Vale!, ¡vale!, ¡no te preocupes! - le dije cortando en seco la conversación para que no se volviese a enfadar nadie.
En aquel momento tenía, más que nunca, la plena convicción de tener que beberme aquel liquido caliente y agrio en cuanto pudiese. Ya buscaría la mejor oportunidad para hacerlo, pero lo tenía que hacer. No dejaba de pensar en que si me gustaba tanto comerme su coño bien sucio, incluso de un par de días sin lavarlo, beberme aquello tenía que ser el paraíso.
Cuando por fin dio por terminada su meada, estiró su mano para coger papel higiénico.
- ¡No te lo seques!, ¡déjalo así!, que mojadito seguro que huele mucho mejor que antes - le pidió Dani.
¡Joder!, este cabrito es tanto o más guarro que yo - pensé.
- ¡Ves! - le respondí pero dirigiéndome a Sandra - No hay tío en el mundo al que no le guste comerse un coño bien sucio.
- ¡Como quieras! - contestó Sandra - Yo no me lo voy a comer, así que no me importa… Pero que sepáis que sois todos unos cerdos.
¡Joder!, a ver si tengo suerte y nos vamos cuanto antes para casa a aprovechar los restillos que le hayan quedado en el coño - pensé, haciendo caso omiso a las palabras que hace un momento me había dicho mi mujer. Aunque lo deseaba con todas mis ganas, no quería creerme que allí pudiese pasar nada más que lo que ya había ocurrido. (¡Puta neurona mía!)
Lo que sí puedo decir es que aquella fue la meada más espectacular que había visto nunca y eso unido a que era mi mujer, mi queridísima mujer, la que estaba meando delante de cuatro tíos con las pollas señalando hacia su cara, hizo que de mi rabo empezasen a salir gotitas transparentes para ponerla aún más húmeda de lo que ya estaba. Salieron tantas que incluso pensé que me estaba corriendo viéndola a ella.
Pero mis pensamientos no tenían nada que ver con mis acciones y mientras que pensaba en irnos, sin saber por qué, acerqué una mano a su rajita y le pasé mi dedo provocando un sonoro gemido de la garganta de Sandra ante los atentos ojos de aquellos tres cabrones.
¡Sé que soy más raro que un perro verde, pero que le voy a hacer!, por un lado estaba deseando irnos para casa, chupar aquel coño sucio de sus meados y echar el polvo del siglo entre los dos, pero por el otro mi cabeza me decía que quería verla disfrutar con aquellos tres hombres, verlos aprovecharse de su precioso cuerpo, sus lindas tetas y su más que apetecible culazo. Lo dicho, soy rarillo ¿y qué?, ¡cada uno es cómo es!
¡Bueno! - pensé dando un poco de cordura a toda aquella fantasía y llevándome la contraria nuevamente, ahora sólo tendremos que relajarnos un poco, terminar la copa y dejarlo todo en ese punto dónde nunca deberíamos haber llegado.
¡Pero qué equivocado estaba en aquel momento! Jamás pensé que lo que pasó después de pasarle suavemente mi dedo por el coñito, pudiese ocurrir alguna vez en nuestras vidas.
- ¡Qué coño más bonito tienes! - le dijo Juanma al verme como la tocaba y sacándome de mis más íntimos pensamientos.
- Tu polla tampoco está nada mal - contestó Sandra como si fuese la primera vez que la veía y dando libertad a los comentarios de los demás.
- Eso lo dices por qué no te has fijado bien en la mía - dijo César mientras se cogía la polla con las dos manos.
¡Sí, no me he equivocado!, he dicho con las dos manos y no miento.
- ¡Es verdad!, antes la había mirado un par de veces pero no me había fijado bien - dijo Sandra mirando con detenimiento aquel cacho de morcilla - Y ahora que me fijo, ¡joder!, ¡pues sí que es grande!
¡Pero qué mentirosa eres, cielito mío!, ¡si se te han salido los ojos de las orbitas cuando se la has visto antes! - me dije a mí mismo.
- ¿Tú crees que toda esa carne entrará en mi coño? - me dijo al oído para que nadie la escuchase.
Miré el rabo de César, la miré a ella, ella me miró y me soltó una linda sonrisa.
- Siempre has dicho que a ti te cabe tela, ¿no? - le dije pero en un tono de voz que pudieron escuchar todos.
- ¡Sí!, ¡tienes razón, cariño!, ¡seguro que entra! - contestó ella de la misma forma que yo, en voz alta - ¡Aunque bueno, el tamaño no importa mucho! - continuó diciendo mientras cogía un poco de papel higiénico para limpiarse los restos que quedaban en los labios de su coño, importándole bastante poco lo que antes le había pedido Dani - Él y Juanma la tienen bastante grande, y he de reconocer que tanto mi marido como Dani la tienen más normalita, pero puedo decir que Leandro me folla mejor que nadie y la mueve de maravilla dentro de mi coño.
Aquella frase la terminó recordándome la conversación del pasado sábado con Juanma en casa y queriendo arreglar su comentario sobre los tamaños.
Lo dicho, aquella conversación de locos no tenía ni pies ni cabeza. Jamás pensé que Sandra hablase tan abiertamente de sexo delante de cuatro hombres Y claro, jamás me imagine que si aquello ocurría algún día, que los cinco estuviésemos totalmente desnudos y con mi mujer sentada en el váter meando.
Pero claro, aquella charla, al estar produciéndose dónde y cómo se estaba produciendo, aunque fuese ilógico, dio pasó a lo que lógicamente tenía que pasar. Y cómo era de esperar, fue Juanma el que dio el siguiente y mortífero paso.
- ¿Te importa que repitamos el juego del sábado? - me preguntó Juanma acercándose a mi oído.
- ¿Qué juego? - contesté sin saber a qué se refería en ese momento.
No estaba yo para pensar en el otro día, en aquel momento si perdía un detalle, la cagaba.
- ¡El de medir las pollas! - me dijo.
Aquella sugerencia de “mi querido amiguete” ya fue el acabose.
De repente en mi cabeza se produjo una lucha interna. Sabía perfectamente que si aceptaba, entregaría a mi mujer en bandeja a aquella panda de cabrones, pero si no lo hacía, corría el riesgo de que ella, con lo lanzada que iba, me dejase con dos palmos de narices. Así que después de mucho pensarlo, por lo menos un par de segundos, respondí a Juanma.
- ¡Vale!, si ella quiere, que lo haga. Tú sabes perfectamente que ella sabe hacerlo muy bien - le contesté totalmente convencido.
Creo que por primera vez aquella noche, ¿o era la segunda vez?, estaba totalmente seguro de querer ver aquellas pollas entre las manos de Sandra cuanto antes. ¡No!, yo creo que era la novena vez que me intentaba convencer a mí mismo.
Juanma al ver mi aceptación y la cara de salida de Sandra, sin pensárselo mucho puso manos a la obra.
- ¡Sandra, te importa revisar las pollas de los cuatro y decirnos sinceramente cuál te parece mejor! - le soltó de sopetón a mi amada esposa.
- ¡Pero la mejor no siempre es la más grande! - matizó Dani haciendo memoria de las anteriores palabras de Sandra.
- Eso lo tendré que decidir yo, ¿no crees?
- ¡Sí, sí!, ¡sin duda!, pero tenlo en cuenta - contestó Dani que sabía de antemano que con su rabillo no iba a ganar el concurso.
Sandra, que no os creáis que me miró con cara de sorpresa ni mucho menos, sino que me miró más bien con cara de felicidad, me pidió aprobación. Al verla tan decidida a hacerlo, sin dudarlo me acerqué a ella, le di un beso en la mejilla y le dije que disfrutara tanto como ella quisiera.
- ¡Si quieres, hazlo! Hazlo y enseña a estos tres maricones lo que es una mujer de verdad - le dije pero no convencido de lo que realmente decía.
- ¡Te quiero! - me dijo devolviéndome el beso.
Y separándome de ella, siguió hablando con una soltura que nunca imaginé en mi mujer.
- Pero para poder saber cuál es la ganadora, debería tener más cerca la mercancía, ¡vamos digo yo! - nos dijo haciendo el gesto con la mano para que nos acercáramos a ella.
Y sin más dimos un paso adelante, empujándonos los unos a los otros para ocupar la mejor posición ante aquellas lindas tetas, intentando ponernos más o menos de acuerdo en qué lugar ocupaba cada uno.
- Las miraré, pero sólo tocaré a la ganadora - nos dijo repitiendo las mismas palabras del sábado mientras nos miraba a mí y a Juanma - ¡Que aunque no lo creáis, soy toda una Señora!, ¿verdad, Juanma? - preguntó de la forma más picara y caliente que jamás había escuchado hablar a “ Mi Señora ”
- Así me gustan a mí las mujeres, decididas y sabiendo lo que quieren - dijo Dani sin dejar contestar a aquella comprometida pregunta que Sandra había hecho a Juanma delante de César, su pareja.
- ¡Pues venga, acercaros un poco más!
Cómo era de esperar, sin perder un segundo todos nos pusimos a menos de una cuarta de su cara. ¡Bueno!, algunos cómo Dani o yo un poco más cerca. Ellos tenían la cosa un poco más larga y llegaban antes a su cara.
- Pero para pensar necesito un cigarrito, ¡me relaja! - dijo Sandra dejándonos a cuadros.
¿Cómo y cuándo había aprendido mi mujer a tener tanta sangre fría en una situación cómo aquella?
Al escuchar lo del cigarrito a punto estuve de salir corriendo a por él, pero enseguida me di cuenta de que yo no podía dejar mi posición, hubiera sido un error fatal dejarla allí con los tres tíos polla en mano. Así que utilizando unos de los pocos privilegios que aún me quedaban, le dije a César que se acercara al salón por su pitillera.
No sé cómo lo hizo, pero no me dio tiempo a terminar la frase y colocarme de nuevo, cuando Sandra ya tenía un cigarro encendido entre sus preciosos y lindos labios.
¡Qué panda de cabrones!, ¡aquí el que no corre, vuela! - pensé al verlo ponerse de nuevo en su sitio.
Sandra, desde muy, muy, muy cerca, a no más de un par de centímetros de las cuatro pollas, comenzó a mirarlas y a jugar con nuestros sentimientos haciendo amagos de querer tocar una u otra.
Tras un rato bastante largo en el que nos hizo sudar a los cuatro, eligió una.
- ¡Ya! - dijo separando su cara de nuestros ciruelos.
- ¿Y cuál es la agraciada? - le pregunté un poco nervioso por saber cuál sería su elección.
¿Sería la mía?, ¿sería la mía? - pensé en silencio aún a sabiendas que por lo menos, dos de las cuatro invitadas eran bastante atractivas.
¡Pues no, no fue la mía!, sin contestar dirigió su mano hacia la polla de César.
A pesar de la mala posición en la que quedaba yo, creo que la elección fue la correcta. Aquel bujarrón, a pesar de ser un maricón del culo, tenía un pollón extraordinario y eso que aún estaba morcillona.
- ¡Creo!, ¡bueno, creo no!, sin duda, esta es la que más me gusta - aclaró poniendo la mano debajo de sus huevos para luego, con suavidad, pasar su mano de arriba abajo pajeándolo un poquito mientras se mordía el labio de gusto - Sólo me queda una cosa, comprobar si es la mejor , dijo Sandra acercando su boca hacia aquel rabo y echándole el humo de su cigarro en el capullo.
Mi mujer, como por arte de Birli Birloque , sin saber aún muy bien cómo, había pasado de ser una recatada esposa a una guarra incorregible. Es más, en aquel momento, cuando acercó su cara al cimbel de César para ahumárselo, todos, y digo todos, pensamos que se la iba a meter en la boca para darle un mamazo.
- ¡Leandro!, ¿nos dejas que nos follemos a tu mujer? - pregunto César al quedarse, al igual que los demás, con las ganas de ver su rabo dentro de la boca de Sandra.
¿Qué podía decir yo si esa pregunta me la hacía justo el hombre que tenía su polla entre los dedos de mi mujer?, ¡poco! Así que rindiéndome a mis más bajos instintos miré a Sandra.
- ¡A ver, vamos a dejar las cosas claritas! - comentó Sandra cómo queriendo echarme un cablecillo al escuchar la proposición de César y ver mi cara de inocente - Aquí mi marido tiene poco que decir. Es mi marido en casa, en la calle, en la vida diaria, pero lo que está ocurriendo aquí se sale de lo ordinario, así que ahora es uno más de vosotros. ¡Además!, ¿quién os ha dicho a vosotros que yo quiera follar?, ¡eso no forma parte del juego!
- ¡Joder, Sandra!, cómo te estás portando así con nosotros, pues pensamos que eras lo que querías - dijo Juanma queriendo apagar un poco el fuego.
- Era una prueba del juego y la he pagado, ¿no?, ¡que cualquiera deja una prueba sin pagar con vosotros, vaya!… Además, tened claro que yo seré siempre la que decida si follamos o no - nos dijo dejando bien claro que allí no se iba a follar.
O al menos eso pensé yo hasta que escuché su siguiente afirmación.
- Y si alguna vez decido que sí, que no es que esté diciendo que sí, yo seré quien diga cuándo, ¿entendido? – Argumentó Sandra mientras se levantaba de la taza y se dirigía hacia el salón - Es más, a partir de este momento se acaba el juego y cambian las normas, ¡ahora mando yo!
Aquello fue la señal para que empezara el desmadre total.
- Y si alguien está en desacuerdo, se puede marchar a hacerle compañía a Víctor, terminó diciendo demostrando que era la mujer más chula del mundo mundial.
Al escuchar aquel ultimátum, los cuatro, con nuestras pollas colgando por el bajonazo del momento, nos quedamos callados.
Puedo asegurar que ninguno de los cuatro tenía ni la más mínima intención de irse y si había que hacer lo que ella dijese para, a lo mejor, terminar follando, pues nada, todos boca abajo. Así que con nuestro silencio le dimos todo el poder a aquella preciosa mujer que ahora estaba sentada en el sofá completamente desnuda, con las piernas cruzadas y pidiéndole una nueva copa a Dani.
Conociéndola como la conozco, puedo asegurar que estaba pletórica, se sentía la mujer más importante del mundo viendo que podía tener a cuatro hombres bajo sus pies tan sólo con el poder de su coño.
- ¡Leandro, ven, siéntate a mi lado!, ¡Juanma, siéntate a mi otro lado! - dijo señalándonos a uno y a otro con la copa en una mano y un cigarro en la otra.
Hasta ahí todo correcto, quería estar rodeada de tíos y eso me gustaba. Lo que no me gustó o al menos no entendí demasiado bien fue lo que dijo a continuación.
- ¡Tú, César, chúpale la polla a Leandro mientras que tú, Dani, se la chuparás a Juanma! ¿Os parece bien? - dijo de forma totalmente tajante y demostrando su autoridad ante aquellos cuatro “machos” que ahora sólo parecíamos perritos de compañía.
- ¡No!, ¡eso sí que no! - dije estirando mis manos para taparme mis vergüenzas - Pienso que eso es pasarse un poquito conmigo por tu parte, ¿no? - dije bastante enfadado y negándome totalmente a volver a sufrir con un tío tocándome los huevos.
- ¿Tú piensas que yo me estoy pasando contigo? - me respondió Sandra mirándome con cara de pocos amigos.
- ¡Es que yo creo que ya está bien de mariconeos!, sabes que no me gusta - le dije a Sandra bajando mis humos pero negándome a hacerlo aun sabiendo que todos habíamos dicho que acataríamos todas sus órdenes.
- ¿Tú siempre me has dicho que hay que probar de todo, no?
Me dejó sin argumentos de un sólo plumazo. Tenía pocas alternativas a su proposición, o seguía adelante con su plan o daba por terminado el juego con la consiguiente posibilidad de quedarme expulsado. Y cómo la verdad era que me encontraba en la gloria, decidí acatar todas sus órdenes. Lo único que me daba un poco de reparo era de Dani. Yo sabía de buena tinta que Juanma era bisexual y de César, por su forma de actuar, una maricona loca, pero con Dani aún tenía algunas dudas y tampoco quería verlo forzado a hacer nada que no quisiera, igual que Sandra y Juanma hicieron conmigo el pasado sábado.
Pero si hasta el momento yo no había tenido suficiente, aún había más sorpresas guardadas.
- ¡A ver cómo te lo explico, cariño!... - me dijo con toda la serenidad del mundo e importándole un cojón de pato mi medio enfado - ¿Te acuerdas de lo que te dije antes?
- ¿El qué?, que tú y Juanma habías estado hablando, ¿no?
- ¡Pues te engañé un poco! - me dijo quedándose más ancha que “to” las cosas.
- ¿Y eso por qué?, le pregunté un pelín molesto.
- ¡Pues verás!, durante la conversación que tuve con Juanma, él me dijo que César era su pareja.
Aquello no me sonó a nuevo, ya me lo había imaginado.
- ¿Y?, le respondí dejando más o menos claro que aquella parte ya la sabía.
- ¡Espera que termine!…, - me comentó antes de seguir charlando y contarme algo que esta vez si me dejó con las patas colgando - también estuvimos hablando sobre lo de echar a Víctor cuanto antes ya que, aunque son muy amigos, no comparte las mismas ideas.
- Entonces lo teníais todo planeado a mis espaldas, ¿no?
- ¡Más o menos! - contestó Juanma que desde el principio había estado escuchando la conversación.
Pero lo que no sabía y que fue lo que realmente me sorprendió fue que Juanma, aparte de haberle sugerido el hacer aquella especie de orgía a la que ella aceptó sin mi permiso, también le había pedido que por favor, los manejara como si fuesen mujeres ya que él quería ver cómo reaccionaría yo al encontrarme rodeado de “mujeres”.
- ¡Joder, pues podía haber elegido a tres macizorras del Club “Venus” para ponerme a prueba!, le dije.
- ¡Tranquilo, que me han dicho que saben portarse muy bien! - me respondió Sandra.
¿Para qué mierda quería ver mi reacción al verme rodeado de “mujeres”? Aquello me dejó más intranquilo aún, ahora entendía tantos elogios a mi polla cuando me quité los calzoncillos.
- ¿Pero yo no tendré que comportarme como ellos, verdad? - le dije dándome por vencido pero queriendo aclarar que mi culito iba a sobrevivir.
- ¡Tranquilo, mi amor!, ¡disfruta! - me volvió a decir - Tú déjame a mí y verás como los manejo.
- ¡Cómo tú quieras!, le dije aceptando mi derrota y estirándome en el sofá a la espera de que los labios de César, aquel medio hombre de mente pero con una polla de impresión, terminasen sobre mi rabo.
Lo que no me dejó nada claro era que si mi trasera iba a sufrir más o no, pero me dio igual, yo tenía muy claro que no volvería a ocurrir.
- Ahora quiero que me enseñéis como un hombre se come la polla de otro hombre . ¡Iros preparando! - dijo Sandra terminando la conversación conmigo y volviendo a su papel de dueña y señora de la situación - ¡César, Dani, poneos entre las rodillas de ellos y empezad!
Al escuchar aquellas últimas palabras de Sandra, cerré los ojos encomendándome al cielo. Y César, que estaba loco por hacerlo desde que me quedé sin calzoncillos, sin darme tregua empezó a trabajar en mi entrepierna. Aquella cosa llamada hombre me cogió el cipote y acercando su lengua, me empezó a dar lamiditas en el capullo, cosa que debo decir no me desagradó en absoluto, pero cuando se la metió entre sus labios, ¡el placer fue sublime! Una agradable sensación recorrió mi cuerpo cuando noté como su lengua caliente rodeaba mi polla y cómo se la metía completamente en su boca de una sola vez, haciéndome una mamada digna de la mujer más puta.
Pero cuando no había dado ni cinco chupadas y mis gemidos empezaban a salir directamente desde mi rabo hasta mi boca, Sandra los mandó parar a los dos.
- ¿Pero qué haces?,¡eso no es chupar ni nada! ¿Quién te ha enseñado a comer pollas? - dijo dirigiéndose a César casi a gritos.
- Escúchame y hazlo cómo que yo te diga. ¡A ver!, coges la polla con una mano, con la otra le acaricias los huevos mientras que con los labios le aprietas el capullo a la vez que vas lamiendo la punta con la lengua. Y una vez preparada, te la metes y sacas de la boca con movimientos lentos. ¡Vamos, no pierdas el tiempo y hazlo como te he dicho!
¡Joder, que buena maestra era o mejor pensando, que buen maestro había sido yo! No sabía que me excitaba más, si sus explicaciones o la mamada tan magistral que me iba a dar César siguiendo sus explicaciones. Pronto lo descubrí ya que sin que tuviera que decírselo dos veces, volvió a agachar su cabeza.
He de aclarar que aquella breve explicación de mi mujer de cómo comerse un buen cipote, hizo que César se sintiese ofendido por dudar sobre sus dotes mamatorias , así que queriendo demostrar que no era el primer capullo que paseaba por su boca, se engulló mi cipote hasta las amígdalas provocándose el mismo un par de arcadas y a mí un gemido desde lo más profundo de mi alma.
- ¡Ves, ahora si le gusta! - dijo Sandra al escuchar mi hondo suspiro - Al final, si lo haces así, vas a convertir a Leandro en un maricón como tú y no va a querer nunca más que le chupe la polla otra tía.
Estaba en el cielo con mi polla entre los labios de César, pero aquello que había dicho Sandra me hizo abrir los ojos.
- ¿Cómo?, ¡eso sí que no! - le dije bastante indignado - ¡Que este maricón me la chupe de maravilla no quiere decir que no me la pueda chupar otra tía, dejemos las cosas claras!
Mi respuesta, bastante insultante por cierto, hizo gracia a todos y nos echamos a reír.
César, que a pesar del comentario de Sandra y mi posterior chascarrillo no se había sacado mi capullo de entre sus labios, siguió con su trabajito en mi polla mientras yo le tocaba la cabeza y le acariciaba los pelos. ¡Joder, a que al final me hago maricón!
Desde que César había empezado a chupármela, por segunda vez pero con las estupendas explicaciones de Sandra, Juanma y Dani habían dejado su trabajo oral para ver con total dedicación como aquel “hombre” me comía el rabo de forma tan extraordinaria.
Mientras miraban, Juanma, que estaba al lado de Sandra, comenzó a chuparle las tetas y Dani se sentó a mi lado, en el brazo del sofá, para lamerme los pezones y besármelos mientras me decía en voz baja cuanto le gustaban mi polla.
La verdad que la visión de un hombre con las espaldas tan anchas comiéndome los pezones no me ponía cachondo precisamente, es más me daba un poco de miedo y cierto asco, pero por otro lado, el ver a un maricón como me comía el rabo tampoco me gustaba nada y sin embargo estaba disfrutando al máximo de aquella mamada. Así que, sin preocuparme más de la cuenta y haciendo caso a Sandra en lo de disfrutar, me relajé en el sillón y pensé que ya me daba igual todo. Yo estaba en el cielo y no había persona en el mundo que me hiciese bajar a la tierra en ese momento, ya habría tiempo mañana para lamentos y lágrimas con la hipoteca, el trabajo y todas las penurias del mundo, ahora sólo tenía que hacer caso a mi querida esposa y divertirme con lo que estaba viviendo, ¡no creo que me pudiese ver en otra parecida!
Por fin, totalmente convencido de lo que hacía, estiré mi mano y comencé a tocar el pecho libre de Sandra mientras que ella se pasaba la mano por el coño metiéndose un dedo dentro mirando con detalle como mi polla aparecía y desaparecía entre aquellos labios tan suaves.
- ¡Mira, cari!, a estos dos también les gusta la mamada que te está haciendo César, ¡no veas como tienen las pollas! - me dijo Sandra totalmente desbocada y metiéndose un segundo dedo en el coño - ¿Puedo probarlas?
Juanma y Dani no me dieron tiempo a responder, aunque la verdad es que yo tampoco tenía mucha intención de hacerlo. Los dos se levantaron de sus asientos y se sentaron en el sofá que teníamos al lado, con las pollas totalmente expuestas a disposición de ella. Sandra también se levantó y dejándome sólo ante el peligro, se arrodilló delante de ellos, de la misma forma que lo hizo el otro día con Juanma y conmigo.
Sandra tenía ante sus ojos dos pollas bastante distintas, una como la de un burro, pero morcillona y la otra bastante más pequeña, pero dura como una piedra. No le podía ver la cara a mi linda mujer, pero seguro que estaba babeando por todos lados, es decir por la boca y por el coño.
Mientras que César seguía chuperreteándome el cucurucho, Juanma me miró y me sonrió, yo le miré pero no fui capaz de corresponderle. A pesar de estar en la gloria con todo lo que estaba viviendo, tenía cierta rabia por ver a mi mujer arrodillada en el suelo delante de ellos mientras que a mí me la chupaba César.
- ¡Pedazo de rabo que tienes, Juanma! - exclamó mi mujer a la par que se agarraba a aquel enorme trozo de carne.
- Y si me dejas, en cuanto me la pongas a tope, te la clavo en el coño, ¿quieres? - preguntó Juanma que en aquel momento tenía los ojos vueltos de gusto.
- ¿Tú también tienes ganas de follarme, Dani? - preguntó nuevamente mi esposa y agarrándose con su mano libre al cipote de Dani.
- ¡Lo estoy deseando, preciosa!, no todos los días viene a esta casa una tía tan caliente cómo tú.
- ¡Yo tampoco me como un cipote cómo este todos los días! - respondió Sandra dándole un soberano meneo al lubricado rabo de Juanma.
¡Hay que joderse! - pensé entre lamida y lamida de César - Mi dulce esposa no sólo se contenta con humillarme delante de todos sino que encima alardea de ello.
Mi polla no es pequeña, o eso creía yo por lo menos, porque en aquel momento, con el comentario de Sandra me sentí un poco acomplejado. Juanma, como ya sabía de antes, me sacaba unos cinco centímetros, pero César me sacaba por lo menos siete centímetros, además de ser gorda y con las venas totalmente marcadas, ¡menos mal que este cabrón no fue el que me dio por el culo el día de antes! La más parecida a la mía era la de Dani que para mí tranquilidad, yo le sacaba por lo menos cuatro centímetros y además en anchura ganaba yo con diferencia, ¡que quede constancia!
Yo, que hasta ese fin de semana nunca me había fijado en el tamaño de las pollas, me daban ganas de ponerme al lado de Sandra y coger una de ellas, me daba igual cual, grande o pequeña, para metérsela yo mismo en la boca y notar como crecía entre sus labios, ver a mi mujer chuparla como me lo estaba haciendo César a mí y conseguir que se corriera en su boca. ¿Me estaría volviendo maricón?, ¡no lo creo!, pero si estos cabrones se montan estas fiestas de vez en cuando, firmo ahora mismo dónde sea necesario para cambiar de acera, ¡lo juro!
Sandra, delante de los dos y ahora totalmente irreconocible con una polla en cada zarpa, comenzó a subir y bajar las manos lentamente, recorriéndolas con sus dedos desde los huevos hasta el capullo viendo como comenzaban a soltar viscosas gotas de fluido. Yo, que estaba como una moto viendo actuar a mi mujer, cogí la cabeza de César y la apreté contra mi polla con más fuerza mientras que veía con orgullo a la zorra de mi amada esposa meneando y disfrutando de aquellas dos vergas.
Mi cabeza seguía dando vueltas sin llegar a creérmelo aún. Tras tantas veces de habérselo planteado a Sandra y ella nunca querer, ahora sin comerlo ni beberlo, lo tenía ante mis ojos y además por triplicado.
César, al estar con su cabeza entre mis piernas, no se había dado cuenta de lo que estaba ocurriendo en el sofá de al lado, pero una de las veces que se sacó mi polla de la boca para descansar, miró hacia ellos.
- ¿Quieres que nos sentemos a su lado y te la sigo chupando?, así estaremos pegaditos al caliente cuerpo de Sandra - me dijo poniéndose de pie.
Me pareció una excelente idea, así que sin pensárnoslo dos veces, yo también me puse de pie y haciéndome hueco me senté junto a ellos para que automáticamente César se volviese a poner de rodillas entre las mías casi pegado al cuerpo de Sandra. Al tener la espalda de Sandra tan cerca, César se mojó dos dedos en mi polla y pasándole su mano por la raja del culo buscando su coñito, se los metió empezando a follársela.
Ella, al notar que su coño estaba siendo rellenado como un pavo en navidad, levantó la cabeza y miró a Cesar.
- ¿Qué haces?, ¿por qué tocas?...¿Quién te ha dado permiso para que me toques? - preguntó Sandra de forma sarcástica.
- ¿Es que no te gusta lo que hago? - preguntó César, también con mucho sarcasmo y empujando los dedos un poco más adentro.
- ¡Claro que sí!, ¡no pares, guapetón! - respondió Sandra cerrando los ojos de gusto y sin parar de menear los rabos que tenía entre las manos.
Por primera vez en mi vida, pude ver a mi santa esposa ejerciendo de lo que más le gusta desde entonces, ¡de mi putita!
- ¿Te gusta cómo le chupo el rabo a tu marido? - le preguntó César.
- ¡Me encanta!, eres un buen alumno, - dijo Sandra mirándome a los ojos con cara de complicidad - pero también me gusta lo que me estás haciendo en el coño, ¡ni se te ocurra parar! - dijo cortando aquella conversación y agachando nuevamente la cabeza para hundirse entre aquellos dos hombres y seguir lamiendo sus pelotas.
César no dudó y siguió follándose con sus dedos el coño de mi mujer mientras meneaba suavemente mi cipote.
- Esto es un regalo para que no olvides el dulce aroma de tu deliciosa puta - me dijo sacando la mano de su coño y poniéndomela en la cara.
De pronto, mi nariz notó un aroma muy familiar, el olor era de Sandra, eso no lo podía negar. Me estaba manchando toda la cara de aquel delicioso líquido, pero al chupar sus dedos pude notar que aquel sabor era diferente. ¡Sí!, ¡era el suyo!, pero era mucho más fuerte de lo normal, mucho más que el que probé cuando estuvo con Juanma o incluso el que probé cuando lo mezcle con el queso “ Philadelphia ”.
Aquello me hizo dudar entre dos cosas, o que la calentura que tenía Sandra en ese momento no era normal y estaba salida como una perra o que me la habían cambiado y que aquella mujer no era mi decente esposa que siempre decía que no a casi todo.
- ¡Qué bien huele! - le dije mientras seguía paseando su mano por mi cara - Pero ahora sigue follándotela y chúpamela, quiero ver hasta dónde es capaz de llegar la zorra de mi santa esposa mientras que tú me comes el rabo - le dije a Cesar.
Al igual que antes y sin dudarlo, volvió a meter sus dos dedos en aquel desconocido lugar para él hasta ahora, pero tan bien conocido por mí.
Sandra, que no había parado en ningún momento de acariciar aquellos dos cipotes que tenía entre las manos, jadeaba de placer con los dedos de César en su caliente gruta que los movía al mismo ritmo que me hacía a mí la mamada. Aquella vista tan impresionante y aquella boca tan caliente sobre mi capullo, que me estaba haciendo la putada de darme tanto gusto, hizo que mi leche empezara a hervir en mis huevos buscando salida.
- ¡César, la chupas como una verdadera zorra! - le dije dejando todos mis miedos a un lado.
- ¿Te gusta? - me preguntó él.
- ¡Tanto, que como sigas así me voy a correr en menos que canta un gallo! - le respondí entre gemidos.
- ¡No, eso no!, no quiero que Leandro se corra aún - dijo Sandra de repente al escuchar nuestra conversación dejando su trabajo a medias.
- ¿Qué quieres que haga? - dijo César soltando mi polla y dejándome a mí a la espera.
- ¿No sé?, ¿tú sabrás?, pero no quiero que se corra aún - le contestó volviendo la cabeza y mirando a César con cara de pocos amigos.
¡Pero bueno!, – pensé - ¿cómo que no puedo correrme?, ¡si lo estoy deseando!
Esta cabrona quería que sufriera y lo iba a conseguir. Mi rabo había estado toda la noche de boca en boca y no estaba para aguantar mucho más, ¡si no me corría, me iban a explotar los huevos! Pero César que era un crack, para alargar la situación y no desobedecer a Sandra, hizo que me levantase del sofá y me arrodillase justo detrás de ella para coger mi rabo y empezar a rozármelo por la raja del culo de mi zorra esposa.
- ¿Te gustaría metérsela, verdad? - me preguntó.
- ¡Pues claro! - le contesté - ¡Lo estoy deseando!
- Tu mujer está muy buena y yo también me muero por meterle la polla hasta el fondo y llenarla de mi caliente leche - me confesó César.
- ¡Eso no te lo crees ni tú! - dijo medio farfullando sin dejar de chupar el rabo de Juanma - ¡Si quieres correrte, menéatela tú mismo!
- ¡Lo que a mí me haría ilusión sería hacerme una paja pero con los labios de tu coño!
- ¡Pues ni mijita! - respondió Sandra volviendo a agachar su cabeza para ahora chuparle los huevos a Dani.
- ¡Pues nada!, tendremos que aguantarnos las ganas de momento - dijo César resignado mientras seguía pasando mi polla por la raja de su culo.
- ¡Ya te digo!, eso sólo será si ella quiere - le contesté yo con la misma voz de resignación que él.
- ¡Sí!,pero también estoy seguro de que estás deseando ver cómo nos follamos a la guarra de tu mujer - añadió César.
- ¡Y tanto!, si follármela mientras me mira es extraordinario, verla clavada por dos tíos mientras que me la chupa, debe ser lo máximo - le contesté.
Lo que no estoy seguro es de que si aquellas palabras las dije yo o mi olvidada y calentona neurona, ¡pero bueno!
Sin responderme, pero sabiendo muy bien qué es lo que yo quería en aquel momento, cogió mi verga y me la metió entre los gorditos cachetes del culo de Sandra, sacándome un gemido desde mis huevos. Ella, que ahora chupaba unos huevos a la par que meneaba un rabo, movía el culo al ritmo de mis roces como si me la estuviese follando, dándome un placer infinito en el cipote.
Y tras unos placenteros sobeos de mi ciruelo con el culo de mi mujer, César, que había conseguido con aquellos movimientos que de mi polla volviesen a salir gotitas brillantes, se la volvió a meter en la boca chupando mi preciado líquido a la par que sus dedos se deslizaban otra vez por la preciosa raja del culo de Sandra. Pero ahora aquel hijo de su madre lo hizo con vicio, se metió mi polla en la boca hasta tocar su nariz con el poco vello que rodeaba mi rabo. Le debía estar gustando mucho porque, sin saber muy bien porqué, empezó a jadear con mi polla en su boca. Mientras, el muy mariconazo seguía intentando buscar el agujero del culo de mi mujer y a la vez sacarme toda la leche de mis huevos. Al verle le di un toque en su mano y quitando la suya, metí la mía entre las piernas de Sandra buscando sus más queridos agujeros. Sandra al notar un dedo en su culo, paró un momento, pero al ver que era yo quien escarbaba en su boquetillo, lanzándome un guiño volvió su cara para seguir chupa que te chupa.
Antes, César le había metido dos dedos, pero ahora con lo mojada que estaba conseguí, sin ningún problema meterle cuatro y rozar con mi dedo gordo, que era el único que estaba fuera, el agujero de su culo que lo tenía totalmente abierto ante mis ojos. César mientras tanto seguía sin parar de darme placer, cogiéndome los huevos con las manos y masajeándolos sin parar de chupármela.
Mientras que mi verga seguía en los labios de César, podía ver como Sandra alternaba entre las dos pollas, primero chupaba una de arriba abajo con su lengua y luego pasaba a los huevos del otro. La muy cabrona sabía hacerlo, ella sabía cómo dar gusto a una buena herramienta. Y para colmo, había metido un dedo en el culo de Dani y se lo estaba follando mientras se comía la polla de Juanma.
¡Tantos años de enseñanzas han servido para algo! - pensé.
- ¡Me corro! - dijo Juanma de repente.
- ¡Me corro! - dije yo a la par de Juanma.
Ninguno de los dos podíamos parar, Sandra con su boca y César con la suya nos estaban dando una lección apoteósica de chupapollas. Y justo en ese momento, lanzando un rugido, comencé a correrme en la boca de César y a llenarle la garganta de mi caliente leche mientras que Juanma se corría en la boca de Sandra.
Nada más tener la boca llena de caliente y espesa leche y como si se hubiesen puesto de acuerdo, Sandra se separó de Juanma y dándose la vuelta buscó los labios de César que también tenía la boca llena de mi leche, uniendo sus labios y realizando un intercambio de semen de una boca a otra, resbalando una buena parte por la comisura de sus labios. Cuando se separaron, “las dos” tenían la barbilla llena de restos de leche. Algunos chorros habían caído hasta las tetas de Sandra, haciéndola, con ese especial adorno en sus pechos, más guapa aún de lo que es. En ese momento me acordé de aquella noche en la que ella me dijo que sí a todo y terminó con mi leche en sus tetas como piercings en los pezones.
- ¿Quieres probar el sabor de tu leche mezclada con la de Juanma? - me dijo acercando sus labios a los míos.
- ¿Estás loca o qué? - dije separando mi cara un poco para que ni se le ocurriera besarme.
- ¡Pues tú te lo pierdes! - me dijo tragando saliva cómo si se estuviese tragando el resto que aún le debía quedar en la boca - ¡Está riquísimo!, ¿verdad, César? - le dijo a la par que le guiñaba un ojo.
- ¡Pues todo para vosotros! - respondí dejándome caer contra el sofá.
Al final y sin esperarlo siquiera, aquello se había convertido en lo que yo tanto había temido durante toda la tarde y soñado durante toda mi vida, ¡en una verdadera orgía! Me faltaron un par de mujeres para que fuese una orgia completa, pero bueno, para ser la primera vez no iba nada mal encaminado el asunto. Ahora, eso sí, La siguiente fiesta la organizo yo.