Solo era el principio (35) ¡Todo está preparado!..

Ella, en pelota picada cómo estaba e importándole un carajo que la mirásemos todos, se levantó de la silla y acercándose a Juanma se lo susurró en el oído dejándole caer las tetas sobre el hombro de la misma forma que hacía un rato lo había hecho conmigo.

CAPITULO 35

¡Todo está preparado!…

DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (MADRUGADA) (1ª PARTE)

Entre bebidas y risas, y ahora con el morbo añadido del nuevo premio, empezamos la segunda ronda. Todo discurría de muy buen rollo pero con muchísimos comentarios guarros, es decir, en aquel momento se hablaba de las bragas de Sandra y del olor que desprendían cómo si de cualquier cosa, pero eso sí, todo en plan broma, en ningún momento hizo alguien ningún comentario que pudiese volver a molestar a Sandra o a mí. Pero eso sí, si mirabas a los ojos de cada uno, empezando por Juanma y terminando por Sandra, se podía notar la excitación que había en el salón. Seguro que todos tenían en mente que al lado tenían a una chica que estaba sin bragas y dispuesta a seguir perdiendo prendas.

En esta segunda ronda caímos Dani y yo. Cada uno nos quitamos la camisa, contrastando mí pecho con bastante pelo con el de Dani, totalmente depilado y brillante. De momento el único que no enseñaba nada era César, que estaba la mar de contento porque aún no había perdido ninguna partida.

En la siguiente volvieron a perder Sandra y Dani. Nada más ver las cartas y las caras de satisfacción de aquellos mamones, un sudor frío me recorrió la frente.

Dani, dándole un pequeño toque lascivo al tema y poniendo el asunto difícil para Sandra, se dispuso a quitarse el pantalón. Plantándose de pie ante nosotros, se fue bajando la cremallera de la bragueta poco a poco, dándose la vuelta y moviendo el culo sensualmente dejando a la vista unos slips blancos que guardaban su rabo bajo la tela y que sin querer, todos miramos en cuanto se dio de nuevo la vuelta.

Al ver aquel primer rabo de la noche, aunque tapado por muy poca tela, todos tuvimos la misma reacción, mirar a Sandra para ver como actuaba. Todos soltamos unas risas al ver a Sandra qué con la mano puesta en los ojos como él que no quiere mirar, miraba por entre sus dedos.

- ¡No pasa nada, mujer! - dijo Dani - Es sólo parte del juego.

- ¡Lo sé!, pero como Juanma ha dicho antes, yo soy toda una señora y las señoras sólo miran el paquete de su marido - dijo Sandra entre risas, haciendo que los demás también nos riésemos.

Aquel comentario de Sandra hizo que Dani continuase con la broma. Dándose la vuelta y bajándose el calzoncillo nos enseñó el culo totalmente rasurado, haciéndonos un calvo. Juanma al verlo le soltó un manotazo en todo el cachete que hizo que Dani diese un grito de maricona loca.

- ¡Ahhh!, ¿qué haces, tonto?

¡Vaya!, pa mí que este también es un poco rarito y que aquí le gustan los azotes a más de uno - pensé.

Pero la verdad es que no era para menos, le había puesto el culo rojo como un tomate, los dedos de Juanma se podían contar en la marca que le había dejado en su depilado cachete.

- ¡Joder, tío, como te pasas! - dijo Dani rascándose el culo para aliviar el dolor.

- ¡Anda ya!, si sé que te encanta - contestó Juanma.

¡Ves cómo no te equivocabas, Leandro! Estás rodeado de mariconas locas, locas, locas, así que ten cuidaito con lo que haces, ¡por favor! - me dije a mi mismo intentando medir las distancias con aquella panda de invertidos.

- Y ahora siéntate que le toca prenda a Sandra.

¡Exacto!, ahora le tocaba a Sandra y aquello ya eran palabras mayores. O se quitaba la camisa y se quedaba en sujetador, cosa que no era tan mala, o se quitaba la falda y se quedaba con el coño al aire, que eso si que era preocupante.

A punto estuve de decirle que por favor no lo hiciese, pero no me dio tiempo. Al igual que Dani, también se puso de pie y de la forma más sensual y erótica que jamás había visto actuar a mi mujer, empezó a quitarse la blusa entre silbidos y gritos de los tres dejando a la vista un precioso sujetador de encaje y dónde se notaban unos pezones bastante duros rodeados de aquel precioso collar de bolas.

- ¡Joder, Sandra!, tienes unas tetas de infarto.

- ¡Pues te aseguro que son suaves como ningunas! - dije sin pensar.

¡Qué cojones había hecho que yo dijese aquello! ¿Quizás porque si no lo hacía, tal vez me hubiese quedado fuera del juego?, ¡aun no lo sé!

- Pues si son cómo dices, Leandro, mataría por tenerlas entre mis manos y darles un buen repaso - dijo Dani ahora mucho más desbocado que antes, entre otras cosas por mi culpa.

- ¡Pues gánatelas! - contestó Sandra cogiendo el mazo de cartas y entregándoselo a César para repartir de nuevo.

¡Vaya!, yo que creí que se iba molestar por quedarse en sujetador delante de un puñado de cabritos pero no, todo lo contrario, estaba la mar de contenta y encima retaba a los demás. ¿Iba todo demasiado rápido o sólo me lo parecía?

Yo por mi parte, para poder estar tranquilo me repetía continuamente que aquello no pasaría de quedarnos en bolas. Tenía muy claro que una cosa era acostarnos en privado con Juanma como una nueva experiencia y otra formar un escándalo entre un montón de tíos. Además, tenía clarísimo que yo no lo permitiría y Sandra mucho menos. Así que la respuesta de mi mujer a Dani me dio pie a seguirle el juego y continuar la broma de Sandra.

- ¿Y que tendremos que hacer para ganárnoslas? - pregunté a Sandra mientras que los otros tres la miraban expectantes esperando su respuesta.

- ¿Te crees que estoy loca o qué?, ¡anda ya!, ¡sólo era una broma!… Ahora vamos a jugar a las cartas - me contestó Sandra dejándome un poco cortado pero respondiéndome positivamente a la idea de que ella no sería capaz de ir más allá de dónde estábamos.

Bastante más relajado por la respuesta de Sandra, seguimos con el juego.

En la siguiente ronda por fin perdió César. Me alegré porque hasta ahora no había perdido ninguna prenda, pero para agravar la situación, de nuevo había perdido Sandra.

En ese momento en el que Sandra perdía de nuevo, mil cosas pasaron por mi calenturienta cabeza pero sólo una se me grabó en la mente, el sueño de Sandra en el vagón de metro. Recordando aquel sueño, enseguida imaginé sus pollas delante de mi esposa, la vi de rodillas chupando nuestros rabos e incluso me imaginé el cuerpo de Sandra cubierto de la leche de los cuatro. El resultado de aquel segundo de imaginación no fue el esperado y en vez de asustarme de aquello y salir corriendo con Sandra, lo que hizo fue ponerme cachondo como un toro.

Cuando volví a la tierra, ahora con el rabo bastante mojado, vi como César se quitaba la camisa sin hacer mucha fiesta y la dejaba caer en el suelo. ¡Todos estaban locos por ver la actuación de Sandra cuanto antes!

Cuando su camisa cayó al suelo, otro chorro de sudor frio corrió por mi cara. Ahora le tocaba de nuevo a Sandra desprenderse de otra prenda y de nuevo tenía que elegir entre la falda y dejar su chochito al aire o quitarse el sujetador y dejar sus tetas a la vista de todos, ¡difícil elección y fácil erección!

- ¡A ver con que nos sorprendes ahora! - le dije entre susurros mientras tragaba saliva pasándome una mano por la frente para limpiarme el sudor y la otra mano por encima del rabo.

Pero su reacción fue bastante distinta a la que había tenido hasta ahora, aunque realmente era la que yo quería escuchar. Se levantó de su asiento y se nos quedó mirándonos a todos.

- Ya hemos llegado demasiado lejos y no juego más… No pienso quedarme desnuda ante cuatro tíos que me miran con cara de salidos .

¡Lo sabía!, sabía que aquello era mucho para ella y para cualquiera. Ahora dirá que nos vamos y ya está.

Lo único que más me jodía era perder la pasta, pero mucho mejor eso a que mi pensamiento orgiástico se hiciese realidad y ver como mi mujer acababa desnuda delante de aquellos tres pares de ojos desorbitados, ¡bueno!, cuatro pares, porque yo también los tenía puestos en su cuerpo a la espera de lo que pudiese hacer.

Aunque si digo la verdad, estaba entre la espada y la pared. A mí también me apetecía verla con las tetas al aire, al fin y al cabo ya lo hacía muchas veces en la playa y realmente no me parecía tan grave. Pero claro, yo no podía hablar, si hablaba me iba a culpar de quedarse en bolas y aunque en ese momento, como he dicho antes, me apetecía muchísimo verla desnuda jugando a las cartas, no podía dárselo a entender tan claramente.

César, que ya sabía cómo calmarla, lo volvió a intentar.

- ¡A ver, Sandra!, ¡siéntate de nuevo! - dijo con voz muy calmada - Al principio del juego fuiste tú la que retó al resto a jugar e incluso te has apostado las bragas para darle más aliciente al juego, por lo tanto, ahora no te puedes echar atrás.

Aquello nueva aclaración, la segunda de la noche, la dejó con dos palmos de narices y sin recursos para seguir discutiendo, César tenía toda la razón. Así que sin quedarle más remedio, sumisa como una gatita se puso otra vez de pie, se llevó las manos a la espalda, soltó el broche, se quitó el sujetador y se tapó los pechos con las manos para que no pudiésemos vérselos.

Los cuatro tíos prácticamente desnudos, entre ellos yo incluido, con ojos de deseo mirábamos las partes de sus pechos que se escapaban por entre sus brazos.

- ¡Quita las manos!, ya da un poco igual. Cuanto antes acabemos con todo esto, antes nos vamos - le dije en voz baja acercándome a su oído - Además, - le seguí diciendo - te toca dar las cartas en la siguiente mano, así que no tardaremos mucho en ver tus preciosas tetas de una forma u otra.

No me quiso hacer caso en ese momento, pero Juanma al entender lo que yo le había dicho y que no me hacía caso, cogió el mazo de cartas y se lo entregó.

Al ver que no tenía otra opción, antes de coger las cartas se puso de pie y nos miró.

- Todos queréis verme las tetas, ¿verdad?

Ninguno contestamos pero todos respondimos afirmativamente con la cabeza a la vez que tragábamos la baba que se nos caía de entre los labios.

- ¡Pues vale!, ¡aquí las tenéis!

Y de golpe levantó las manos hacía arriba dejando sus dos gordas tetas al aire y a sus pezones señalándonos fijamente, ¡los tenía como para colgar llaveros! Aquello me gustó bastante porque frío no hacía en la casa, así que si los tenía así es porque estaba más caliente que el cenicero de un bingo.

Durante un rato, no sabría decir cuánto tiempo, todos nos quedamos fijos, como en pausa, mirando aquellas dos preciosidades puntiagudas, hasta que por fin reaccionamos.

- ¡Preciosa! - gritó César.

- ¡Tía buena! - dijo Juanma entre gritos y aplausos de los cuatro.

- Al verte las tetas se me ha puesto el nabo como el pescuezo de un pavo - chilló Dani a la par que se ponía de pie para vitorear a mi mujer.

- ¡Dani!, córtate un poquillo, ¿no? - le dije señalando hacia su entrepierna que nos demostraba a través del slip que estaba totalmente empalmado.

Él, intentándolo de forma disimulada pero sin llegar a conseguirlo, se puso a colocársela por encima del calzoncillo. César, al ver que no lo conseguía y dando por primera vez aquella noche síntomas manifiestos de que al igual que a Juanma, le iba la carne y el pescado, metiendo la mano en el calzoncillo, se la recolocó hacia un lado para que el bulto fuese menos prominente.

- ¡Eah!, ¡ya está!, ¡ya puedes sentarte! - dijo César sacando la mano del paquete de Dani y volviendo la vista de nuevo a las tetas de Sandra cómo si no hubiese pasado nada de nada.

Sin llegar a entender nada, Sandra y yo nos miramos y soltamos una pequeña risa, yo creo que de miedo.

- ¡Joder!, ¡anda que te cortas tú también, cojones! - recriminé a César.

- ¿Qué quieres que haga?, si tu mujer lo ha puesto así y esa es la única forma de bajarle el bulto, ¿dime cómo lo hace el pobre?

- ¡Pues que se la coloque él o que se tape una mijita, carajo! - añadí de una forma bastante descortés.

La verdad es que mi brusca respuesta tenía más que ver con que lo hubiese hecho de aquella forma tan descarada delante de mi mujer que con la vergüenza ajena que me había provocado.

- ¡Déjalo, vida!, no pasa nada - me dijo mi mujer quitando hierro al asunto al ver que si continuaba la cosa así, volvería a liarse.

- ¡Pero es que…! - dije un poco confundido y con la cara muy seria.

- ¿No me digas que ya no te gusta que vaya poniendo pollas duras como piedras por ahí? - me susurró al oído para que nadie más se enterase.

¡Joder, pues claro que me gustaba!, me gustaba y me gusta, pero es que aquello era muy complicado de digerir. ¡Que sólo estábamos jugando al póker, copón!

Pero no queriendo ser más papista que el papa, ya que ella misma era la que estaba provocando aquella situación tan especial, cerré la boca. Realmente, creo que sin querer, Sandra había creado una situación en la que se había convertido en el centro de atención de cuatro hombres y lo sabía. Y lo que era peor, me daba la sensación de que lo hacía para verme sufrir mientras que seducía a aquella manada de lobos. ¡Bueno, de lobas, diría yo más bien!

- ¡Déjame a mí y verás cómo esto se arregla! - me volvió a susurrar al oído.

- ¡Cómo quieras, pero no seas insensata, por favor!

- ¿Confías en mí?

- ¿Lo dudas?

- Entonces, confía en mí y verás que no va a pasar nada malo, ¡te lo prometo! - terminó diciendo enviándome un lindo guiño que me hizo derretirme en los calzoncillos.

Y tras ver que yo claudicaba a sus exigencias, Sandra, sin mirar a nadie pero con sus dos preciosos melones al aire, se volvió a sentar como si no hubiese pasado nada, cogió la baraja y comenzó a repartir.

- ¡Os vais a cagar!, ¡esta me la pagáis, panda cabrones! - dijo mientras repartía las cartas y simulando una cara de muy mala leche.

Su forma tan liberal de actuar ante aquellos hombres consiguió que durante unos segundos mi calenturienta imaginación me volviese a jugar otra mala pasada haciéndome pensar que, en el momento en el que Sandra sacaba sus tetas al aire, cogía las manos de Dani y César y se las ponía sobre sus pechos empezando ellos a sobarla por todo el cuerpo. Aquel pensamiento estaba consiguiendo que mi polla reaccionase a lo bestia, cuando de repente la voz de Sandra me sacó de nuevo de mis pervertidos sueños.

- ¡Vamos!, no pienso marcharme de aquí sin por lo menos haberos visto a vosotros tanta carne como la que yo estoy enseñando - nos dijo a todos balanceando las tetas y haciéndonos soltar una carcajada.

Justo en ese momento, las tetas de Sandra dieron por zanjada la disputa.

¡Joder!, ¡con la noche de discusiones que llevamos y sin embargo yo tengo el nabo cómo un litro de vino! - pensé mientras reía a gusto con ellos y me la recolocaba en su sitio.

¡Menos mal que César no me vio, si no hubiese sido capaz de cualquier cosa! Él, claro está, no yo.

Cuando por fin repartimos las cartas, al volverlas vimos que habíamos perdimos Juanma y yo. Sin pensármelo dos veces, me puse de pie y me quité los pantalones sentándome de nuevo a la carrera para que nadie me viese el bulto.

Juanma, bastante más teatrero que yo, levantándose de la silla fue quitándoselos a ritmo lento. Poco a poco se los fue bajando y apareció ante nuestros ojos un slip negro ajustadísimo y que marcaba el, ya tan conocido por Sandra y por mí, paquetón de Juanma. Si no la hubiese visto antes, podría decir que estaba empalmado, pero no, sólo la tenía morcillona, ¡lo prometo!

- ¡Te la voy a chupar tan fuerte que te vi meter el culo pa’dentro! - gritó de repente el descarado de Dani, que a aquellas alturas igual le daba ocho que ochenta.

- ¡Ole los comentarios bonitos! - dijo César al escuchar a Dani.

- ¡Anda, cállate ya que cada vez que abres la boca sube el pan, muchacho! - le dijo Juanma para que se callase.

- ¡Tres de cuatro! - dijo Sandra sin hacer ningún caso a lo que se estaba hablando.

Ella estaba en su propio mundo.

- Tengo a tres en calzoncillos y con los rabos bien duritos, ahora sólo queda César, ¡vamos a por él! - se dijo a sí misma auto convenciéndose de que iba a ganar.

En aquel momento ya me daba igual todo, que estuviésemos prácticamente desnudos, que Sandra, por las copas que se había tomado, o porque estaba demasiado cachonda, hablara más de la cuenta, que quisiera ver carne, los guarros piropos de Dani, ¡todo, me daba igual todo!

Eso sí, mientras que no pasásemos de allí, todo iría bien. Desnudarnos, reírnos, tomarnos unas copas y luego marcharnos a casa a echar un buen polvo. Y si Juanma quería, pues que nos acompañase.

¡Bueno!, todo no me daba igual. Ahora lo más importante era desnudar totalmente a César y a Dani y que Sandra, Juanma o yo nos quedásemos con alguna prenda para llevarnos la pasta.

Pero mi sueño de ganar el dinero se fue al traste en poco tiempo. En la siguiente partida perdimos Sandra y yo. Ahora sí que lo teníamos crudo, éramos los dos primeros en quedarnos totalmente desnudos.

Con la cabeza más puesta en la pasta que estaba perdiendo que en quedarme en bolas, empecé yo, me tenía que quitar la única prenda que me quedaba, el calzoncillo. Así que sin levantarme de la silla intenté quitármelo de forma rápida, pero César, que estaba justo frente a mí y no perdía detalle, abrió el pico.

- ¡De eso nada, colega!, cómo es la última prenda tendrás que quitártelos de forma sexi… Así que ya sabes, ¡móntate un numerito!

Al escuchar aquella paparruchada empecé a refunfuñar, pero no queriendo ser malaje, acepté.

Y aunque no soy muy de dar shows, quizás por el alcohol o porque estaba más caliente que un tubo de escape, me puse de pie y fui bajando el calzoncillo poco a poco dejando ver el principio de mi enardecido capullo.

No sé, pero la idea de ver a tanta gente a la espera de ver aparecer mi rabo, aunque la mayoría fuesen tíos, me ponía muy caliente. Pero más caliente me puse cuando al enseñarlo totalmente escuché un comentario que nunca creí que iba a escuchar entre tanta gente.

- ¡Vaya rabo que tienes, cariño!, ¡qué cachonda me he puesto! - me dijo Sandra levantando bastante la voz - Có mo me gustaría poder darle un buen chupetón en este momento… ¡Cuando te pille te voy a dejar los huevos secos, cabronazo!

Pero si los comentarios de Sandra ya me dejaron perplejo, los que más me asustaron fueron el resto de comentarios.

- Si quieres, con mucho gusto te ayudo a chupársela - dijo César.

- Y si queréis, yo le puedo chupar los huevos mientras que se la coméis a dúo - añadió Dani.

¡Qué miedito me dio aquello! Estaba rodeado por tíos bastante raritos y pensándolo bien, con lo de ayer con Juanma había tenido más que suficiente.

En cuanto me los bajé y me los quité del todo, me senté de nuevo pegando bien el culo a la silla y con la cara roja como un tomate porque aquello para mí se iba de padre, sobre todo, cuando después de todo lo ocurrido aquella noche, con cuatro tíos en la mesa y una sola mujer prácticamente desnuda, los comentarios más calientes y directos que se habían hecho hasta el momento fueron para mí y mi rabo.

¡Sí, es verdad y no lo podía negar!, durante el día de ayer lo había probado casi todo con Juanma, sólo me quedaba darle por culo a un tío, pero de probarlo a engancharme iba un buen trecho y no estaba dispuesto a ello.

- ¡Venga hombre!, era broma, a mí no me gustan las pollas - dijo César al ver mi cara roja.

Aquel comentario hizo que tanto a Dani como a Juanma les entrara una carraspera repentina. No sé porqué, pero aquella carraspera entre risas me hizo entender que César no decía toda la verdad, así que agachando la cabeza para cortar cuanto antes aquella conversación de besugos y me dejaran en paz, dije que ahora era el turno de Sandra para desnudarse. Al escuchar mi comentario todos cambiaron el sentido de sus miradas para ahora fijarse en mi amada esposa.

Sandra qué a estas alturas le daba igual ocho que ochenta y sabiendo que si se resistía iban a empezar de nuevo con la charla de que ella fue quien nos reto y todo el rollo, sin ningún pudor se puso de pie. Pero antes de desnudarse cogió nuevamente la botella de tequila y llenó los cinco chupitos.

- ¡Vamos a brindar! - dijo Sandra de la misma forma que lo hizo ayer en la terraza con nosotros.

Al escucharla, Juanma me miró a mí y yo miré a Juanma, ¿qué barbaridad será capaz de decir?

Los cuatro cogimos los chupitos dispuestos a escuchar el brindis de Sandra.

- ¡Este brindis va por mi coño y por vuestras pollas! - y diciendo esto se bebió el chupito de un trago.

Los cuatro nos quedamos un poco pillados con aquel brindis tan peculiar, pero al ver a Sandra cómo se tomaba el chupito, los cuatro la imitamos e hicimos lo mismo. Y dando un golpe con el vaso en la mesa casi a la par, empezamos a reír recordando el brindis tan cachondo que acababa de hacer mi fiel y mojigata esposa. ¡Bueno, mojigata hasta hacía unos días, porque ahora no había por donde cogerla a la jodía!

Lo dicho, tal y como soltamos los chupitos en la mesa, empezó ella su show demostrándonos ciegamente que estaba disfrutando de aquello cómo nunca jamás había disfrutado de algo. Y digo ciegamente ya que poco a poco se fue levantando la falda dejando a nuestra vista su depilado coñito, rodeado de aquellas preciosas medias de rejilla que la hacían más bonita aún, mientras que con la tela se tapaba, su abultadita barriga, las tetas y la cara.

Así se quedó durante un buen rato para que pudiésemos disfrutar de aquella hermosa vista. ¡Estaba preciosa! Estaba tan caliente que le brillaban los labios del coño de tanta humedad como tenía acumulada.

Podéis pensar lo que queráis de mí, ¡me importa un huevo!, pero en aquel momento me di cuenta de que si quería a mi mujer tanto como ella me quería a mí, tenía que disfrutarlo tanto como ella y como aquellos tres cabronazos lo estaban haciendo. Si ella hacía lo que hacía era porque quería hacerlo, así que, ¿para qué comerme más la cabeza?

Sandra, cachonda como jamás la había visto pero en la situación que tantas veces habíamos soñado los dos, (ella por lo menos una vez), seguía con la cara tapada por su falda enseñándonos algo que siempre pensé que ella no querría compartir con otros hombres. Al igual que con su culo, ¡qué engañado me había tenido!

Ante semejante espectáculo, me cogí la polla y empecé a meneármela bajo la mesa sin que nadie se diese cuenta. No estaba seguro, pero mirando las manos de los demás creo que más de uno estaba haciendo lo mismo.

- ¡Cómo estás de buena, zorrón! - dije yo en voz alta dando vía libre a que los demás la piropeasen a su antojo.

- ¡Joder!, ¡que partida de póker más especial nos estamos echando! - dijo César - ¡Esto hay que repetirlo más veces!

- ¡Di que sí, César! - contesté yo.

¡Bueno, yo no contesté, lo hizo mi rabo!

- ¡Me tienes cachondo perdido!, no todos los días viene a jugar con nosotros una señora casada tan caliente como tú - dijo Dani recalcándose en la palabras “ señora casada ”.

Pero ella no hacía caso a los comentarios, estaba a lo suyo. Poco a poco fue subiéndose la falda hasta que salió por su cabeza. Cuando la tuvo en la mano, la dejó caer en el suelo y se quedó de pie completamente desnuda. Estaba buenísima, con sus tetas impresionantes y el coño chorreando delante de aquellos cuatro hombres que la mirábamos queriéndonosla comer de arriba abajo.

Juanma fue el único que se puso de pie para elogiar a Sandra.

- ¡Dios mío!, con este delicioso coñito en casa, ¿quién puede pedir más?

Y mientras hablaba, pudimos ver cómo le crecía aun más el paquete bajo aquel pequeño slip negro dejando ver el principio de su húmedo capullo que se escapaba por el filo de arriba del calzoncillo.

Hoy en día, pensando en lo que estaba pasando aquella noche en casa de Juanma, he de decir que si la empalmadera de Dani de antes me jodió bastante, en aquel momento la de Juanma, bastante más evidente que la de Dani, ni tan siquiera me molestó. Es más, estaba tan excitado con todo lo que estaba ocurriendo que me hubiese gustado que se hubiese quitado el calzoncillo y se la hubiese follado sobre la mesa mientras que los demás nos la meneábamos a la salud de mi mujer.

Y hecha esta aclaración con varios años de retraso, sigo con mi relato.

- ¡Juanma!... - dijo Sandra agachándose para recoger la falda del suelo.

- ¡Dime, preciosa!

¡Veras tú como ahora le dice algo sobre lo mojado de su capullo y la lía! - pensé al oírla.

- Si subes un poco más la calefacción, me quedo en bolas hasta que uno de vosotros gane la partida.

No se lo tuvo que decir dos veces, automáticamente cogió el mando del aire acondicionado y sin cortarse un pelo lo puso al máximo.

- ¡Joder!, si te llego a conocer antes no me hago maricón - dijo César dando sentido a la carraspera de antes y confirmando todas mis sospechas de que era más maricón que un palomo cojo.

Pues no sé si hubiese sido mejor que le dijese algo sobre el capullo. ¿A qué viene lo de quedarse desnuda?, ¿no has perdido ya?, ¡pues vístete, cojones! - pensé - Pensé, pero no lo dije.

- ¿Por qué no te pones algo y no coges más frío? - le insinué en un intento de que se vistiese o que por lo menos se tapase un poco.

- ¡Eres un cielo, cariño! - me dijo Sandra agachándose y dándome un beso a la par que rozaba sus pechos con mi hombro.

¿Os habéis dado cuenta de que a mi indirecta no le hizo ni puto caso?, ¡pues yo sí!

- ¡Bueno!, yo ya he perdido así que me retiro - continuó hablando sin hacerme ni el más mínimo caso.

- ¿Pero tú has visto cómo nos tienes? - dijo Dani señalándose a la entrepierna pero sin llegar a levantarse del asiento.

- ¿Dijimos prendas, no? - preguntó Sandra con bastante ironía.

- ¡Exacto!, sólo prendas - respondí yo más contento que unas castañuelas por saber que Sandra, a pesar de querer mantenerse desnuda, no iba a seguir ni un segundo más alimentando aquella locura.

- ¡Pues entonces, ya sabes, Dani!, ¡si quieres que se te baje la inflamación, vete al baño, chato! - terminó diciendo, más chula que un ocho y dándose media vuelta dejando a la vista su precioso y amplio culete.

Ahora ya si tenía claro que el juego se había acabado para ella y para mí. Sólo nos quedaba esperar a ver quien ganaba el juego y rezar por qué ese alguien fuese Juanma. Miré a Sandra y los dos nos dirigimos al sofá a mirar como ellos seguían jugando la partida.

- ¿Qué tal te lo has pasado? - le dije cogiendo mi camisa y echándosela sobre los hombros.

- ¡No ha estado mal! - me contestó quitándose la camisa con el mismo disimulo que yo se la había puesto.

- ¿Cómo que no ha estado mal? - le volví a preguntar buscando una respuesta un poco más extensa y no la misma que cuando echábamos un polvo.

- ¡Mejor imposible!, ¡lo estoy pasado como nunca! - me dijo mirándome a los ojos y sonriendo.

Acto seguido se colocó un poco las medias para luego sentarse en el sofá con las piernas muy, pero que muy abiertas, para alegrarle la partida a su admirador secreto con la vista de su impresionante y babosa almeja. Y es que desde la posición en que estábamos sentados, frente a nosotros sólo quedaba Juanma, los otros dos estaban de espaldas a nosotros.

Allí estábamos los dos, completamente desnudos por exigencias de mi amada esposa, en una casa desconocida, con tres tíos con los rabos más duros que jamás había visto, mientras que yo estaba con las piernas cruzadas tapando el empalme de mi verga y ella con las piernas bien abiertas para que Juanma pudiese ver bien su coño. Era una escena poco romántica pero realmente excitante.

Buscando un poco de intimidad entre ella y yo, acerqué mi cuerpo a Sandra para darle un poco de calor pero para mí sorpresa, su mano se colocó encima de mi paquete.

- ¿Te ha gustado como me he portado o no? - me preguntó Sandra empezando a menear mi rabo poco a poco.

- ¡Si, muchísimo!, eres la perfecta putita…, pero para de meneármela o me corro, ¡por favor! - dije entre espasmos nerviosos - No veo bien que hagas esto delante de ellos. Ya hemos perdido, estamos desnudos cómo tú has querido, ya se acabó el juego - le respondí intentando apartar su mano de mi rabo que ahora ya me estaba haciendo una paja con todas las de la ley sin importarle una mierda quien estuviese con nosotros.

Ella lo soltó y acercándose a mis labios, como dirían “ Los pavos reales ”, hundió su lengua en mi boca hasta la campanilla.

Y cuando yo creía que aquello de menearme el rabo delante de todos iba a terminar, separándose de mis labios me hizo una pregunta que me dejó totalmente fuera de juego.

- ¿Quieres follarme aquí y ahora sobre este sofá? - me soltó de sopetón cogiendo mi mano y llevándosela hasta su coñito.

- ¿El qué?, ¿pero aquí?, ¿delante de ellos?, ¿estamos locos o qué? - respondí tartamudeando - Ni te imaginas la que se podría liar en un momento si me pongo a echarte un polvo. Seguro que más de uno se creería que también puede y no veas la que se liaría, ¿eso es lo que quieres?

- ¡Vale! - me respondió con cara bastante risueña pero diciéndolo cómo otras tantas veces me lo había dicho, para simplemente picarme.

- Lo dicho, ¡estás loca! - terminé diciendo.

- ¡Rajao! - me dijo de forma irónica y soltando mi rabo.

- ¡No!, ¡rajao no!, lo que pasa es que alguien tiene que tener un poco de sensatez en todo esto, ¿no?

- ¡Pues tú te lo pierdes!

En ese momento en el que yo ya no sabía que más decir, Juanma fue mi salvación. Aunque luego me di cuenta de mi fatal error. Viendo en primer plano el aprieto en el que me estaba poniendo Sandra, llamó la atención de todos.

- ¡A ver chavales!, no podemos dejar a Sandra y a Leandro ahí sentados en el sofá, despelotados y sin jugar. Propongo, que él que no tenga prendas, si pierde, que pague de otra forma - dijo Juanma quedándose más largo que ancho.

¿Veis?, ese fue mi error, creer que Juanma era mi amigo.

Con aquella sugerencia que me escamaba bastante y con la que no sabía adónde quería llegar, consiguió que Sandra se sentase bien en sillón y dejando su locura momentánea a un lado, se pusiera atentamente a escuchar la propuesta que estaba haciéndonos.

- ¿Y de qué otra forma? - preguntó Sandra bastante interesada en el tema.

- ¿No sé? - siguió hablando Juanma - El perdedor de cada partida puede pagar con una acción al que tenga la mano de cartas más alta. Eso sí, la acción la elige el segundo con mejores cartas.

Lo que me imaginaba ya hace bastante rato, este cabrón quiere follarse a mi mujer delante de todos. Pero claro, llegados a este punto, quien tiene que decidir es Sandra, no yo - pensé al verla tan atenta a sus explicaciones.

Por cierto, ¿de qué conocía yo aquel juego? ¡A sí!, ya recuerdo, del día de antes en casa ¡Qué copiota!

Después de la proposición que me había hecho Sandra un minuto antes y que estaba totalmente seguro de que me la había hecho de verdad, al final no me hubiese importado follármela allí mismo en el sofá mientras que estos se la meneaban, pero ahora era ella quien tenía que hablar y decidir.

- ¡Vale! - dijo Sandra con una voz la mar de alegre, levantándose del sofá y yéndose para la mesa.

- ¡Joder! - dije yo verdaderamente alucinado - ¡Por lo menos piénsatelo un poco, Cariño!

Pero al verla tan decidida y que de nuevo mis palabras se las llevaba el aire, me levanté del sofá para seguirla.

¡A ver como acabamos! - pensé en aquel momento.

Pero antes de continuar me acerqué de nuevo a Sandra.

- ¿No crees que a lo mejor esto es un error?, deberíamos pensarlo un poco antes de continuar ¿no? Yo creo que no debemos seguir con este juego. ¿Te imaginas como puede terminar todo esto?

Al escuchar mis palabras, Sandra cerró los ojos y fingió que se ponía a imaginar cómo podría terminar todo.

- ¡Vale! - me volvió a decir tras unos segundos con los ojos cerrados imaginando - ¡Ya me lo he imaginado!

- ¿Y qué? - le pregunté.

- ¡Nos quedamos!…, no te imaginas lo que ha pasado por mi cabeza y por otras partes. ¡Si te lo cuento, te corres! - me respondió con una sonrisa de zorrón impresionante mientras que pasaba sus uñas por el tronco de mi rabo.

- ¡Está bien! - le respondí totalmente derrotado - Será como tú quieras, no puedo negarte nada. Yo lo empecé y tú lo terminarás cuando quieras.

- ¡Venga tonto!, verás cómo lo pasamos de puta madre… ¡No te preocupes tanto por todo!, sígueme la corriente y te prometo que esta polla tendrá muchas recompensas - terminó diciendo cogiéndome del nabo y llevándome hasta la mesa para volver a sentarnos en nuestros antiguos sitios.

¡No me queda otra!, así que lo mejor será disfrutarlo – pensé - De una forma u otra lo estaba buscando desde que aquel pensamiento de ver su cuerpo lleno de leche pasó por mi cabeza, no podía quejarme, ¡lo estaba deseando!

¿Por cierto, a que se referirá con las recompensas? - pensé de inmediato - Cómo otras tantas veces no me preocupé. Sabía perfectamente que me enteraría más temprano que tarde.

Durante el par de minutos que duró la conversación entre nosotros, el resto se había quedado en silencio y un poco serios sin querer meterse en la conversación hasta saber que íbamos a hacer. Así que para dar mi aprobación a todo y continuar con la fiesta, cogí la botella de tequila y serví otros cinco chupitos dándole uno a cada uno.

- ¡Por Sandra, la mejor esposa del mundo! - dije cogiendo el chupito en alto y haciendo un brindis un poco más normal que los que acostumbraba últimamente a hacer mi mujer.

Con aquello conseguí de nuevo levantar el ánimo ya que tras mis palabras, todos a la par gritaron “POR SANDRA” , como si estuviésemos en la tasca de “ Manolo el del bombo ”.

- ¿Bueno, qué?, ¿seguimos con la partida o no? - dijo Sandra aparentando un poco de ansiedad por empezar cuanto antes.

- ¡Claro!, ¡claro! - dijo Juanma empezando a repartir las cartas.

¡Qué dios reparta suerte! - pensé bebiéndome de un sólo trago el resto de mi güisqui y sirviéndome otro para aprovechar el hielo.

Si nadie lo remediaba, que mucho me temía que no, a partir de la próxima partida entrarían en juego las nuevas normas para los desnudos como nosotros, el ganador recibía la acción, el perdedor la hacía y el segundo con mejores cartas decía que debía hacer el perdedor. Instrucciones un pelín complicadas a esas alturas, sobre todo sabiendo el nivel de alcohol que en ese momento corría por nuestras venas, pero bueno, ¿qué se le podía hacer?

En la siguiente jugada, tanto Sandra como yo tuvimos suerte, ganó Juanma y perdieron prenda Cesar y Dani, dejándonos a nosotros un poco a la expectativa. Después de todo lo ocurrido y con tan poca ropa, cómo os podréis imaginar, aquel salón era un horno. Esto de no perder ni ganar y que los demás desaprovechasen la oportunidad de mandarnos una orden nos vino bien, porque así ya estábamos casi todos en las mismas condiciones, es decir, desnudos.

El primero en pagar fue César que poniéndose de pie, se dispuso a quitarse el pantalón usando la misma técnica de antes, es decir, dando un pequeño espectáculo. Dándonos la espalda, se bajó la cremallera lentamente y luego fue bajándose el pantalón poco a poco para terminar enseñándonos sus calzoncillos pero sin que pudiésemos ver más de la cuenta.

El segundo, Dani, se quitó los calzoncillos intentando no ser menos que su amigo César. Colocándose a un par de metros de la mesa para que todos le viésemos bien y girando sobre él mismo, se fue bajando los slips lentamente para dejarnos a la vista un peludo culo que hacía juego con su pecho, para luego dejarlos caer por sus piernas. Y aunque antes marcaba un paquete más o menos decente, ahora después de todo el charloteo y haberse calmado un poco la cosa, su polla estaba más bien encogida, pero eso sí, totalmente depilada en contraste con el resto de su cuerpo.

¡Vaya!, - pensé feliz y contento - ¡por fin encuentro a un tío en esta casa que su rabo no supera al mío!

- ¡Qué cosita más bonita! - dijo Sandra, como si estuviese hablando con un bebé pequeñito, al ver su reducido rabo.

Al escucharla, todos nos echamos a reír por su broma. ¡Bueno!, por su broma y por su escasa envergadura viril, ¡claro está!

Y sin esperar aquella reacción chistosa por parte de mi mujer y nuestras posteriores risas, Dani se la cogió con una mano y se estiró todo el pellejo hacia atrás para enseñarnos un más o menos amoratado capullo.

- ¡Tranquila, Reina! - contestó Dani - Ya verás cómo poco a poco se hace mayor.

¡Pues si ya estamos sacándonos los capullos al aire, vamos mal! - pensé pa mí.

- Además, no importa ni lo grande ni lo grueso, sino el tiempo que dure tieso.

- ¡Tapate, idiota!, ¡no me toques los cojones! - dije al ver que aquello pasaba de castaño oscuro.

- ¿A qué viene lo de sacarse el capullo?, ¡valiente tocapelotas eres, Dani! - replicó Juanma al ver que aquel gesto me había molestado y bastante.

- ¡Mucho tienes que comer para que esa miseria se haga mayor! - bromeó César pero con un tono de voz de maricona loca que no se lo saltaba un galgo.

Aquel chiste entre afeminados rompió un poco el ambiente nervioso que había en la mesa, haciéndonos reír a todos menos a Dani, que dándose por aludido se soltó el cimbel y se volvió a sentar.

En ese momento, los únicos posibles ganadores del dinero eran o César o Juanma, entre otras cosas porque eran los únicos que todavía conservaban los calzoncillos. Cómo habíamos hablado antes de empezar la partida, si Juanma ganaba, la pasta sería para Sandra y así se lo quiso hizo saber para que no se olvidase de su promesa.

Ella, en pelota picada cómo estaba e importándole un carajo que la mirásemos todos, se levantó de la silla y acercándose a Juanma se lo susurró en el oído dejándole caer las tetas sobre el hombro de la misma forma que hacía un rato lo había hecho conmigo. Juanma, aunque al principio se quedó un poco pillado por notar aquellas dos lindezas sobre sus hombros, al escucharla, sonrío.

- ¡Sabes que no será un problema, preciosa!De la misma forma que tú has cumplido con el juego, yo también cumpliré con mi palabra - dijo Juanma pero sin que los demás llegasen a entender de qué hablaban.

- ¡No esperaba menos de ti, guapetón! - le contestó Sandra rozándole las tetas por el cuello antes de volver a sentarse en su asiento.

- ¡Eso sí!, ¡todo debe ir según lo planeado! - terminó diciendo Juanma.

- ¿Y qué es lo planeado? - pregunté un tanto extrañado por aquel comentario.

- ¡Luego te cuento! - respondió enseguida Sandra.

En aquel momento pensé que debía de tratarse sobre algo de lo que había ocurrido el día de antes en casa y que cómo César y Dani no sabían nada, pues no quiso decírmelo. Así que pensando en nuestro secreto, no quise seguir insistiendo.

Tras aquello, otra partida empezó y de nuevo volvimos a tener suerte. Ahora ganó Sandra y perdió Dani quedando yo en segundo lugar.

- ¡Venga Leandro! - dijo Juanma - Dile a Dani que debe hacer.

En ese momento se me planteó un problemilla. Si yo daba la primera orden y me equivocaba dando una demasiado pervertida o degenerada, el siguiente iba a seguir mi ritmo, así que tenía que pensar en algo más o menos erótico pero suave para no ponerle el listón muy alto al próximo.

- ¡Dejadme pensar un poco! - les dije.

- ¡Vale! - contestó César - Pero no tardes mucho o esto se enfría - me dijo dándose un soberano apretón de pelotas.

¡Qué agradables eran todos, joder!

Y sin hacerle ni puto caso al gesto de aquel sarasa pero viendo que la cosa no pintaba bien para que todo terminase sin que alguno de aquellos capullos quisiese follarse a mi mujer, di la orden.

- ¡Ya está!, ponte delante de ella, quítale las medias y te las pones tu - le dije a Dani.

Sí, sé que aquello más que un mandato parecía una putada o una mariconada, pero como ya he dicho, no quería que en ese momento se me fuese todo de las manos. Además, estábamos en el mejor lugar para hacer mariconadas, ¿no?

En principio, al ver su cara de desagrado pensé que se iba a negar a mi pamplina, ¡pero qué va!, creo que hasta le gustó. Así que sin tener que repetírselo, se levantó de su silla y se dirigió al lugar dónde estaba Sandra. La sorpresa fue cojonuda cuando al ponerse de pie pudimos ver que, lo que en ese momento tenía entre las piernas, era un poco más grande que antes, pero eso sí, tampoco mucho más.

Aquella linda pollita fue como un resorte para Sandra. Al verla se puso de pie delante de nosotros a la espera de que él llegase a su lado.

- Pero primero me tendré que quitar las botas, ¿no? - preguntó Sandra corrigiendo mi orden.

- ¡Es verdad, tienes razón!, ¡quítatelas! - le dije.

De pie como estaba y entre el silencio que reinaba entre todos los asistentes, trató de quitarse las botas saltando a la pata coja y dejando a la vista de sus mirones su exuberante chochito ligeramente abierto, consiguiendo que la polla de todos los asistentes crecieran un poco más de tamaño si era posible.

¡Qué cabrona es!, hasta quitándose las botas consigue ponernos cachondos - pensé al verla.

Pero tras dar unos cuantos saltitos agarrándose a todo lo que tenía alrededor y ver como los que estábamos allí nos empezábamos a reír con ella, se sentó en la silla con cara de enfado fingido.

- ¡Eah!, pues ya no me las quito - dijo con voz de rabieta.

- ¡Dani, ponte de rodillas y ayúdala!, le dije con un cierto tono lascivo - ¿No te da pena verla sufrir?

Aquel no perdió el tiempo e inmediatamente se colocó a sus pies tirando de las botas para descalzarla. Tras un ratillo tirando de ellas, sin duda salieron, pero la verdad es que le costó bastante.

Por fin estaban fuera, ahora sólo quedaba que le quitase las medias. Algo fácil en principio, ¡pero no!, ¡no iba a ser tan fácil! De nuevo y sin nadie esperarlo, Sandra se puso de pie para que Dani se las quitase y abrió la boquita para soltar otra de sus lindezas de aquella noche.

- Pero esta prueba parece un poco sosilla, ¿no? ¿Cómo se podría mejorar, Juanma? - preguntó Sandra poniéndose las manos sobre su coñito y sobre sus tetas como si le diese vergüenza que la viesen desnuda a estas alturas.

- ¡Vaya!, ¿ahora tampoco te gustan mis órdenes?, ¡estamos apañados con la señorita! - dije en plan gracioso.

- ¡A ver!, s i Leandro me deja, tengo una idea para mejorarla - dijo Juanma.

- Por mí no hay problema siempre y cuando no te pases de la raya - le respondí.

- ¿Y cuál es la raya? - preguntó pero sin esperar mi respuesta.

No tenía ni puta idea de cuál podría ser la raya. A mí me daba la impresión de que esa maldita raya hacía varias horas que ya la habíamos cruzado.

- ¡A ver, Sandra!,¡date la vuelta y muéstranos tu culito! - volvió a repetir Juanma

En aquel momento me dio la ligera impresión de que o todo estaba preparado, o que Sandra lo estaba deseando, porque automáticamente y sin importarle lo más mínimo el que yo estuviese delante, se dio la vuelta dándonos la espalda y enseñándonos su precioso y gordito culete.

Aquello no era una raya, aquello era el Meridiano de Greenwich . ¡Pedazo de culo que tiene mi mujer, por dios!

- ¡Olé! - dijo Dani casi pegado a ella - ¡Esto es carne y no lo que le echa mi madre al puchero! - terminó diciendo mientras hacía gestos con sus manos como queriendo magrear las suaves carnes de su culo.

- ¡Bien!, ¡muy bien!..., - siguió hablando Juanma sin hacerle mucho caso al comentario y gestos de Dani - ahora agáchate un poquito y para que podamos ver bien la raja de tu culo, ábretelo un poco con tus manos.

¿Veis?, ¿de qué raya hablábamos? Esto ya era una línea discontinua de la carretera que cada vez tenía la pintura más desgastada y dentro de poco desaparecería completamente.

Lo dicho, parecía que Juanma tenía algo en la voz que nos hacía volvernos locos. Cualquier cosa que él decía, ella lo llevaba a cabo sin excusas y a mí me gustaba, porque si no, ¿por qué nunca dije que no?

- ¿Ese coño es de verdad o lo ha puesto el Ayuntamiento para dar alegría? - comentó César al ver que desde su situación se veía perfectamente el abierto conejo de mi mujer.

- ¡Joder!, tápate un poco que se te ven las amígdalas - comenté yo entre risas.

Hay que ver cómo cambian las cosas, dos o tres horas antes estaba totalmente seguro de que sólo íbamos a jugar al póker y en aquel momento estaba la mar de contento porque un tío que no conocía de nada, le decía a mi mujer que se abriese bien el culo para que otros dos tíos más, que tampoco conocíamos de nada, se lo pudiesen ver mejor, ¡cómo está el país, por dios!

Y, como he dicho antes, sin molestarnos ninguno de los dos por lo que le había propuesto Juanma sino todo lo contrario, se agachó todo lo que pudo y metió una mano en medio de sus piernas para abrirse aún más el coñito y el culo. ¡Qué putón!, ¡estaba empapada!

De repente, el olor de su mojado coño bañó todo el salón. Era un olor tan penetrante que casi podíamos saborearlo.

- ¿Te gustaría que tu marido nos grabase en video mientras tú te tocas el coño y me comes la polla? - preguntó Juanma dejándome fuera de juego.

¿Este cabrón está usando nuestros secretos del pasado sábado?, ¡eso sí que es pasarse de la raya! - me dije a mi mismo al escucharle.

- ¡Pregúntaselo a él a ver que te dice! - respondió Sandra pero sin tan siquiera cambiar de posición ni dejar de tocarse - ¡Lo de grabar se que le encanta!

- ¿Qué dices tú, Leandro? - me preguntó.

Al escuchar aquella sarta de sandeces por parte de Juanma y de mi mujer, lancé una mirada de mala leche hacia Juanma. El sabía que había provocado aquel momento y lo estaba haciendo para hacerme sufrir y ver mi cara de mala hostia, ¿no había tenido suficiente con lo del coche?, ¡valiente hijo puta! ¿A que me levanto y les cuento a todos lo que hemos estado haciendo todo el fin de semana? ¡Bueno!, ¡mejor no!, igual salgo yo peor parado que él contándole todo a estos dos pervertidos.

Y cuando iba a contestar para luego dar la ropa a Sandra para que se vistiese y nos marchásemos, de repente, un nuevo brote de bipolaridad emergió en mi cabeza. Si digo la verdad, aunque la había tenido desnuda en el portal de casa, casi desnuda dentro de un probador, pajeándola en el coche e incluso follando delante de mí con Juanma, verla así de expuesta ante tanto hombre era lo más caliente que había vivido en mi vida y quería llevármelo como recuerdo, así que teniendo totalmente claro que aquello sería lo último que pasaría aquella noche antes de marcharnos y que ya habíamos llegado demasiado lejos, dije otra de mis tantas tonterías.

- ¿No sé?, ¡habría que probarlo!, ¿verdad, Sandra?, ¿no es eso mismo lo que tú siempre dices? - respondí a los dos en un solo comentario.

No es necesario decir que en aquel momento a todos los presentes se nos puso el rabo en perfecto estado de revisión de armas con solo imaginarnos la situación. Yo con la cámara de video y mi mujer con el micrófono de Juanma en la boca haciéndole una entrevista mientras que ella misma se pajeaba el chochete. ¡Hmm, qué morbo!

A mí me estaba poniendo malito de lo mío, no puedo decir otra cosa, pero por otro lado no paraba de darle vueltas al asunto. Mi mujer, de espaldas enseñándonos el culo y el coño y abriéndoselo con sus propias manos era una locura, ¡una divina locura! Así que riéndome de mis propios pensamientos de hace un par de segundos de pararlo todo cuanto antes, me prometí a mi mismo que aguantaríamos un poco más y luego me inventaría algo para irnos y no llegar a más.

Si antes pienso en lo de irnos, antes pienso en quedarnos, ¿qué me pasaba?

- ¡Pues cuando quieras te doy la cámara! - respondió César.

- ¡Pero bueno, chaval!, ¿tú eres tonto o qué?, ¿no ves que estábamos bromeando o qué? - respondió Sandra, pero eso sí, sin retirar las manos de su entrepierna.

- ¿Entonces, qué?, ¿le quito las medias o me dais la cámara? - preguntó Dani que había estado todo el tiempo prácticamente pegado al gordito culo de mi mujer y no se había enterado de casi nada, ¡normal!

- ¡Quítaselas y vamos a dejarnos de tonterías!, ¿vale? - le dije intentando que aquello no se alargase más de la cuenta.

- ¡Joder, menos mal!, si no esto va a durar más que la obra de El Escorial - dijo Sandra quitando por fin su mano de aquel rincón tan calentito y suave, para dejarse hacer.

De espaldas como estaba mi mujer, Dani la empujó contra la pared poniéndola como si la fuese a cachear un policía. Puso sus manos sobre la pared y dándole unos golpes en el interior de los muslos, le abrió las piernas. Cuando todos pensamos que se las iba a bajar de un tirón, vimos como Dani acercaba su boca y mordiendo el elástico de las medias, exactamente igual que ella hizo antes de ayer con los calzoncillos de Juanma, empezó a bajárselas lentamente.

Cuando iba a levantarme para decirle que aquello de usar la boca no era parte del plan, Juanma me puso la mano en el hombro y moviendo la cabeza, me dio a entender que lo dejase hacer. ¡De nuevo, como por arte de magia, consiguió convencerme!

A punto estuve de terminar con todo al reaparecer en mi cabeza, por tercera vez aquella noche, la imagen del vagón de metro con ella rodeada de pollas y su cuerpo lleno de leche. (¡Bipolar!, ¡que eres un puto bipolar!) Pero el morbo de ver como aquel hombre la terminaba de desnudar y el consejo de Juanma de dejarles seguir, pudo más que yo, así que haciéndome el fuerte me volví a prometer que un ratito más y nos íbamos, ¡primero quería disfrutar aquella locura!

En aquel momento el calor y la calentura que había en el salón se podían cortar con un cuchillo. El mamonazo de Dani, que se estaba pasando un pueblo, bajaba poco a poco paseando la nariz por la raja de su culo llegando hasta sus muslos. Y como el que no quiere la cosa, la rozaba por su interior haciendo que Sandra diese un par de gemidos por aquel suave contacto. Cuando las tuvo a media pierna, se separó para mirar lo que tenía delante y seguir con las manos. Primero bajó una pierna y luego otra. Y cuando las tuvo abajo del todo, le pidió que levantase los pies para quitárselas. En ese momento Dani se acercó a su culo y dándole un beso en cada cacha, le dijo que ya podía ponerse bien.

Tras aquella sensual bajada de medias, Dani se las empezó a poner, pero al ver que nadie le hacía caso y que todos mirábamos a Sandra sin hacerle ni puto caso a él, las tiró al suelo y se sentó de nuevo en su sitio mientras que mi adorada mujer se daba media vuelta y se sentaba en mis rodillas.

- ¿Le gusta a mi niño como lo estoy haciendo? - me dijo con aquella infantil voz que usaba muchas veces para ponerme como una moto.

- ¡Muchísimo, mi vida!, pero creo que estamos locos - le dije un poco preocupado - Jugamos un par de partidas más y nos vamos, ¿vale? No quiero que esto termine como pienso que podría terminar.

- ¡Vale!, no te preocupes que cuando tú quieras nos vamos - me respondió quedándose en silencio unos segundos antes de continuar hablando - Además, yo tampoco quiero seguir…, esto no me lo esperaba y también tengo mis dudas de hasta dónde podemos llegar si seguimos aquí.

Aquello me relajó bastante, aquello me confirmaba que allí no se iba a follar aquella noche, por lo menos con Sandra. Seguramente entre ellos sí, pero con Sandra no.

Y un poco más animado, cogí la baraja y empecé a repartirlas de nuevo.

Cuando las cartas se pusieron de nuevo boca arriba en la mesa, me relajé bastante más. Para mi suerte y además por partida doble, gané yo y perdió Sandra y quien debía decidir la acción era Juanma, por lo tanto, todo quedaba en casa.

- ¿Y ahora que os mando? - preguntó Juanma.

- ¡Tú sabrás!, pero debes ordenarle algo a ella para que se lo haga a su marido, ¡eso no debería valer! - dijo César un poco enfadado, creo que por ser el único que aún no había tocado la piel de Sandra.

- ¡Es el juego! - le replicó Juanma.

Tras unos segundos pensando en la orden, se puso de pie para admirarla y soltó otra nueva joyita por la boca.

- ¡Ya lo tengo! - dijo quedándose en silencio.

- ¿El qué? - preguntó Cesar demostrando su interés por saber cuál sería la orden.

- Durante un par de minutos debes comerle la polla a Leandro delante de todos nosotros - dijo Juanma, el pedazo de cabrón, quedándose más largo que ancho.

Mi corazón dio un vuelco al escucharlo.

- ¿Qué? , ¡no, no y no! - gritó Sandra mirándome a mí y a mi durísima polla - Creo que debemos dejar este juego. Hasta aquí ha sido divertido, pero eso delante de todos vosotros, ¡no! No quiero que penséis mal de mí - terminó diciendo, fingiendo que estaba llorando.

Aquel comentario me pareció gracioso a la par que morboso, así que sin dejar de maquinar, enseguida me puse a pensar que con lo cachondo que estaba y que con lo que habíamos hablado hace un momento de sólo un par de partidas más, de ninguna manera me iba a perder una buena mamada. Sabía que podía ser una locura, ¡pero una mamada de Sandra era una mamada de Sandra, que cojones!

Así que viendo la falsa negativa de Sandra a continuar, intenté convencerla usando la misma técnica que antes le funcionó tan bien a César.

- ¡Venga mujer!, ¡no te enfades!, tú has querido jugar y ahora no te puedes echar atrás.

Sandra se quitó las manos de los ojos y me miró cómo esperando a ver que iba a decir.

- Siempre será mejor chupármela a mí que no tener que chupársela a unos de estos, ¿no?

Creo que me equivoqué en alguna parte de mi último comentario. Desde un principio me había dicho a mi mismo que sólo desnudarnos y nada más y luego que si un par de pruebas y nada más, pero ahora la estaba casi obligando a que me la chupara delante de ellos. Aquello podría suponer que la veda de la caza de conejos quedaba abierta a cualquier cazador.

Era de locos, de repente me decía que sí a mí mismo y a los pocos segundos que no, creo que definitivamente, soy bipolar.

Por su cara, pude notar que Sandra no se podía creer lo que yo estaba diciendo, pero mirándome con cara de mala leche, se me acercó, se arrodilló frente a mí y suavemente me cogió el rabo, estiró hacia atrás de la piel para dejar mi capullo al aire y retirándose un poco el pelo hacia un lado, miró al resto de personas que estaban allí como brindándoles la faena estaba a punto de realizar.

- ¡Ahora sí, Juanma!, ¡ahora sí que podemos empezar lo que hablamos! - dijo mirando fijamente a Juanma - ¡Controla el tiempo que no quiero pasarme! - terminó diciendo mientras mantenía mi nabo entre sus manos.

Lo de “ ahora sí que podemos empezar lo que hablamos ”, no lo llegué a entender, pero cuando fui a preguntarle, Sandra me empezó a chupar los huevos mientras que con su mano subía y bajaba la piel de mi rabo totalmente tieso y luego cambiaba para darme pequeños besos en el capullo mientras masajeaba mis huevos y yo acariciaba su pelo.

Yo tenía los ojos cerrados, no quería ver lo que estaba pasando a nuestro alrededor. Aquello había llegado hasta allí y ahora tendría que hacer frente, junto con Sandra, a decirles que nos íbamos para casa. Seguramente se enfadarían pero eso era lo que había, no podía permitir, cómo comprenderéis, que Sandra fuese chupando pollas una detrás de otra.

Sandra, que tenía los ojos cerrados disfrutando de nuevo de lo mismo que otras tantas veces había hecho conmigo, se metió mi polla en la boca y empezó a subir y bajar su cabeza haciéndome una gran mamada.

- ¿Quieres que se la chupe a medias contigo? - dijo César a Sandra recordando el comentario que hace un rato nos había dicho.

Cómo era de esperar, nadie le hizo caso y mucho menos yo. En aquel momento, la santa de mi mujer lo hacía con vicio, cómo tantas veces me lo había hecho pero notándose admirada por otra gente. Cualquiera diría que hace un momento estaba gritando diciendo que no quería hacerlo y ahora estaba agarrada a mi verga sacándole brillo.

Sandra siempre usaba las manos para pajearme mientras me la chupaba porque decía que luego le dolían las mandíbulas, pero durante aquellos dos minutos sólo usó labios y lengua. Y si no llega a ser por Juanma  que dijo que ya había pasado el tiempo, me hubiese corrido como un novato. Sandra, al escuchar las palabras de Juanma anunciando el final de mi mamadita, se puso de pie pero manteniendo entre sus dedos mi polla, acariciándomela y arañándome con sus uñitas.

- ¡Bueno!, ahora nos tenemos que marchar - dije totalmente convencido de dar por finalizado el juego.

¡Para qué dije nada! No quiero ni contar lo que de momento se lió en aquel salón. Los gritos de aquellos tíos me llegaron hasta el sentido. Qué que malos perdedores éramos, que si aquello no era justo, que porqué les habíamos hecho hacerse de ilusiones para ahora marcharnos, en fin, una retahíla de reproches que incluso me llegaron a hacer temer por nuestra integridad física. (Sé que no hubiesen llegado a tocarnos, pero si cuando un tío está cachondo cómo un toro es capaz de cualquier cosa, ¡imaginaros a tres!)

Pero si toda aquella parrafada que nos soltaron me resultó chocante, más extrañas me sonaron, como todo aquella noche, las palabras de Sandra que poniéndose de pie y haciendo callar al personal, se acercó a mi oído para susurrarme cosas que jamás imaginé.

- ¿Ya te quieres marchar?, ¡no tengas tanta prisa, hombre!

- ¿Es lo que habíamos dicho, no? - respondí un poco nervioso por la situación.

- ¡Dime una cosa, cariño! Tú fantasía era verme follar con otro y verme actuar como una zorra delante de ti, ¿verdad?

- ¡Sí, es verdad! - dije un poco acojonado por no saber muy bien adonde quería llegar, ¿o sí?

- Y ese sueño ya lo has cumplido con Juanma, ¿verdad?

- ¡Sí! - le volví a repetir.

- Es lo que tú querías y yo te lo he dado, ¿no? - me dijo para de nuevo, volver a usar la técnica de los silencios.

- ¡A ver!, ¿adónde quieres ir a parar, Sandra? - respondí un tanto confundido con sus palabras.

Y tras unos segundos fingiendo que pensaba, siguió con su argumentación.

- Y si te digo que aún te puedo hacer más feliz de lo que ya eres, ¿qué me contestas?

- ¡En este momento no sé cómo puedes hacerlo! - le dije mirando al resto de asistentes a tan macabra situación y viendo que tenían caras de perros pulgosos.

- ¿Te acuerdas de cómo lo pasamos la noche que conocimos a Nacho y a Cristina?

- ¡Joder!, ¡cómo para no acordarme!, ¡lo pasamos de puta madre!

- ¡Exacto!, ¡de puta madre! - me contestó para luego volver a quedarse callada durante unos segundos pensando en su siguiente frase.

- ¿Y te acuerdas de lo bien que lo pasó Cristina con su marido y aquel muchacho?

- ¡Sí! - contesté pero casi sin llegar a abrir la boca y afirmando con mi cabeza.

Ahí me di cuenta de adonde quería llegar Sandra. Y sin llegar a creérmelo, escuché de labios de Sandra lo que nunca imaginé.

- ¿No te gustaría que yo hiciese lo mismo?, ¿no serias más feliz si me vieses follar con ellos y sentirte un cornudo de verdad?

No pude contestar, ella me puso un dedo en los labios sellando mi boca.

- Pues esta noche, tus sueños se van a realizar - me dijo acercándose a mi oreja y apretándome mis adoradas pelotas.

- ¡Pero!, ¡pero!, ¿pero qué dices?, ¿es que te has vuelto loca o qué? - dije realmente sorprendido y con los ojos abiertos como platos sin saber cómo reaccionar.

En ese momento, a pesar de estar viviendo una situación que realmente me desbordada, mi polla estaba a punto de estallar. Yo no podía seguir hablando, era incapaz de razonar y ni tan siquiera era capaz de replicarle a Sandra, mi rabo, con las cosas bastante más claras que yo, hablaba por mí.

- No te preocupes que te voy a hacer muy feliz, el hombre más feliz del mundo, ¡el cornudo más feliz!

Esto último me lo dijo con un último apretón de huevos tremendo, dejándome un dolor inmenso en mis partes más blanditas.

- Ahora déjame a mí y lo pasaremos bien, ¡todo está preparado! - dijo Sandra.

- ¿Preparado?, ¿preparado qué? - le pregunté.

- ¡Todo! - me respondió ella más tranquila que un vaso de agua.

- ¿Pero que es todo, joder?

- ¡Tranquilízate y te lo explico!, ¿vale? - me volvió a repetir usando el mismo nivel de nervios, es decir, cero.

Y sin querer agobiarme más de la cuenta, intenté relajarme un poco a ver qué cojones tenía que explicarme.

- Antes de anoche, cuando tú te quedaste dormido, Juanma y yo estuvimos mucho tiempo hablando de ti y de mí y le conté todas tus fantasías.

- ¿Cómo? - pregunté entre incrédulo y nervioso.

- ¡Lo que te he dicho!, le conté todas las cosas que a ti te gustan y Juanma me dijo que nos podía ayudar a conseguir algunas.

Mi cabeza escuchaba atentamente a Sandra, pero tanta información junta me costaba digerirla y eso me hacía no reaccionar de una forma ni de otra.

- Ahora déjame a mí y lo pasaremos bien - volvió a repetirme.

- ¡Tú mandas! - le dije sin saber exactamente si hacía bien o mal - Pero si en algún momento quieres parar, paramos - terminé diciendo.

¿Qué podía decir aparte de lo que dije?, yo lo había buscado y lo había encontrado con creces sin pensar en ella, ahora era Sandra quien buscaba y yo no era nadie para contradecirla.

- No te preocupes y disfruta. Si todo sale según el plan, cómo te dije antes, habrá muchas más cositas bonitas para ti en el futuro. Ahora quiero que me ayudes a convertirme en la puta más puta de todas las mujeres y que encima lo disfrutemos, ¿vale?

- ¡Por supuesto, vida mía!, si es lo que quieres, te vas a comer más rabos de los que te hayas imaginado nunca - le dije dándome por vencido y aceptando todo aquello con la clarísima idea de disfrutarlo al máximo con el total consentimiento de mi queridísima y amada esposa.

Me dio un beso en los labios y soltándome las pelotas, se volvió a sentar.

Ahora entendía todo, lo tenían preparado todo desde el principio. Me había vuelto a engañar, era una perfecta actriz, porno, pero al fin y al cabo, actriz. Toda la tarde me había tenido engañado para que yo sufriera mientras ella lo estaba pasando de lo lindo. Lo tenía todo planeado desde el principio, que si ahora quiero, que si ahora no quiero, que si una pelea por aquí, unos besitos por allí, que si nos vamos, que si nos quedamos, que si no juego, ¡todo era un montaje!, ¡qué cabrona hija de puta!

Pero aun había otra cosa que también me hacía qué pensar y que fue una de sus últimas frases, “¡más cositas!” , ¿qué cositas más podrían pasar?

Pero bueno, ¿para qué quería saber más de momento?, si todo salía como había ido hasta ahora, cualquier cosa que pudiese ocurrir en el futuro, iba a ocurrir, quisiera yo o no.