Solo era el principio (33) Un cigarrito y me...

De repente comenzó a gemir como si se fuese a correr, pero cada vez que notaba que le subía la leche desde los huevos al capullo, paraba para prolongar el placer, suyo y nuestro. Su polla estaba totalmente tiesa, con toda la piel estirada hacia atrás enseñándonos aquel rojo capullo que...

CAPITULO 33

Un cigarrito y me visto…

DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (MEDIO DÍA)

Ya en la cocina preparé una bandeja con unos cafés para nosotros, un zumo para Sandra y unos cruasanes para mojar, mientras que Juanma, que había permanecido prácticamente en silencio desde su última corrida, me preguntaba qué cual era mi idea.

- ¿Mi idea? - le dije - ¡Mi idea es usarla como mesa de desayuno!

Juanma al escucharlo me miró y se empezó a reír.

- ¿Y eso por qué?, ¿a qué viene eso?

- Se la debo por haberme pedido ayer que tú me follases el culo - le dije mientras cogía unas servilletas para ponerlas en la bandeja.

- ¡Qué mala leche tienes!, ¿no? - me dijo como riñéndome.

- ¡Tranquilo, todo es una broma!, jamás le haría daño. Sólo es un poco de venganza y nada más.

- ¡Lo dicho, eres un cabrito! - me dijo riéndose al ver que no llevaba mala intención en mis propósitos.

  • ¡ Sí!, lo que tú quieras, ¡pero el dolor lo tengo yo! - le dije poniéndome la mano en el culo mientras aguantaba sus risitas - ¡Y no te pases, que cómo te pases, el próximo serás tú! - terminé diciendo haciendo que la sonrisa desapareciera automáticamente de sus labios y apareciera en la mía soltando una carcajada maléfica.

Todo aquello que nos estaba ocurriendo era una locura, pero una locura realmente divertida en la que las tres partes lo estábamos disfrutando. No sé cuántas veces se había corrido ya Sandra y no eran ni las doce de la mañana, ¿sería capaz de aguantar aquel ritmo?, ¡habría que comprobarlo!

Como he dicho, preparamos una bandeja con dos tazas de café, el zumo para Sandra, ya que ella no toma café por los nervios, un plato con varios cruasanes y le dije a Juanma que nos fuésemos a la habitación que Sandra estaba solita y seguramente necesitaba algo de compañía.

- ¿Qué hacéis?, ¿cuándo me vais a soltar ? - nos gritó Sandra desde la cama en cuanto escuchó que estábamos entrando.

- ¡Tranquila, mujer!, que hemos ido a por el desayuno… Seguro que tienes hambre, ¿verdad? - le dije mientras me reía.

- ¡Sois unos cabrones!, ¡soltadme ya, por favor! - gritó ella suplicándonos.

- ¡Tranquila, no tengas prisa! - le contestó Juanma.

Y sin hacer caso a sus súplicas, nos sentamos al lado de ella y le acerqué el vaso de zumo a los labios para que diese un sorbo. Con la poca movilidad que tenía y su cara mirando hacia abajo, al empezar a beber un poco de líquido se derramó de sus labios manchando la cama.

- Así no va a poder ser - le dije mientras cogía uno de los bollos y lo mojaba en el zumo - ¡A ver!, ¡abre la boquita! - le dije cogiendo su cabeza y ayudándola para que la levantase.

Sandra comenzó a chupar la punta del cruasán muy despacio, metiéndolo y sacándolo de su boca, mientras que Juanma no paraba de sobarle el culo que aún seguía con las bolas dentro.

- ¿Te gusta verla así, Juanma?

- ¡Muchísimo! - me contestó - Estoy loco por sacar las bolas para ver ese lindo agujero que ahora debe estar realmente sensible a cualquier roce .

- ¿Quieres probarlo a ver cómo sabe? - volví a preguntar.

- ¡Sí! - me dijo con una voz de niño al que le acaban de dar un regalo y está entusiasmado.

Sin vacilar y sabiendo perfectamente lo que iba a hacer, cogí una de las tazas y le dije a Juanma que le abriese un poco las cachas del culo a mi mujer. Eché un chorro de café templado en el principio de su raja y directamente empezó a resbalar entre sus piernas manchando de aquel líquido negro todo su culo y gran parte de su coño. El contacto de aquella bebida caliente con su chochito hizo que diese un respingo y un pequeño grito, que más bien sonó a gemido.

- ¡Vamos, empieza a chupar que se va a ensuciar toda la cama! - le dije a Juanma.

Juanma, que se dejaba llevar por mí como un corderito, comenzó a lamer el café. Si antes se había hinchado de tragar leche, ahora se iba a dar un buen atracón de café, ¡que mezcla más explosiva!

- ¡Leandro!, me molesta este cordoncito - me dijo Juanma con la cuerda de las bolas chinas entre sus dientes.

- ¡Pues tira de él!, ¡no te cortes! - dije entre risas irónicas.

Creo que me pasé un poco, pero a esas alturas no había marcha atrás. De momento no había molestado, entre comillas, a nadie y con aquel juego estaba disfrutando de lo lindo, así que de momento decidí seguir con mis diabólicos planes. Juanma, que aún seguía con la cuerda entre los dientes, estiró suavemente de ellas sacándolas de su culo y dejándolas a un lado en la cama. En cuanto las vi sobre la cama, las cogí y sin poder remediarlo, me las llevé a la boca para chuparlas. ¡Estaban calentitas, calentitas! ¡Qué ricas sabían incluso con la mezcla del mentolado y los jugos de su culo!

Mientras que yo seguía con aquellas pelotitas entre mis labios, Juanma había vuelto a meter sus labios en el, ahora, amplio agujero del culo de Sandra, incrustando su lengua hasta el fondo, mientras que con su mano jugaba con el vibrador que mantenía dentro de su coño.

Sandra, mujer desconocida en aquel momento por mí, ya que la Sandra a la que yo conocía no estaba en aquella habitación con nosotros porque se fue ayer por la mañana, empezó a correrse de nuevo con los vaivenes del vibrador en su coño y los labios de su amante en el culo. ¡Se corría por nada esta mujer, por dios!

Al oírla como gemía mientras se corría, me acerqué a ella y empecé a besarla en la nuca y en la oreja.

- ¡Cuántas cosas te has perdido, putita! - le dije al oído.

- ¡Es verdad, cariño, pero no te preocupes!, aún podemos recuperar mucho tiempo. Dentro de poco conocerás de verdad a la puta con la que te casaste - me dijo dando un gemido final que le salió de lo más profundo de su ser.

Aquel comentario, como otros tantos en esos días, no lo entendí, pero cuando fui a preguntarle sobre lo que había dicho, Juanma, cómo queriendo cortar la conversación para no seguir hablando del tema, me dijo que le ayudase a darle media vuelta para ponerla boca arriba.

- ¿Quieres probar el sabor de su coño con café? - me preguntó Juanma abriendo las piernas de Sandra al máximo y echando otro chorro de café, ya casi frio, en los abiertos labios de su mollete.

Aquella sugerencia me pareció estupenda, pero con lo guarro que soy, quise mejorarla un poco.

- ¡Sin duda! - le contesté - Pero un café sólo para desayunar es poco…, lo mejor será acompañarlo con un bollo, ¿no crees? - le comenté a Juanma cogiendo un cruasán de la bandeja y tumbándome entre las piernas de Sandra.

Y sin decir nada más, poco a poco se lo fui metiendo en su mojada almeja hasta tenerlo totalmente dentro a la par que con mis labios lamía su clítoris, ahora rojo como un tomate y seguramente dolorido de tantas y tantas corridas que hasta ahora había soportado.

A pesar de que el cruasán era un perfecto empapador, los muslos de Sandra seguían mojados por todos los flujos que salían sin cesar de su coño. Lo saqué de su rajita para usarlo como toalla para limpiar su entrepierna y, al igual que hice antes con las bolas, lo metí en mi boca y le di un pequeño mordisco. El sabor era intenso, la mezcla del amargor de sus flujos con el café, unido al dulzor del bollo era deliciosa. Después lo acerqué a la boca de Juanma, que dio otro mordisco y cómo queriendo sacar todo el sabor a hembra de aquel trozo de bizcocho, lo mantuvo en su boca. Aquel pastel lo tenía todo para ser el perfecto cruasán multisabores, pero queriendo dar un paso más, me quité el pantalón, me pasé el cruasán por la polla recogiendo todo el líquido que había en ella y se lo acerqué a la boca a Sandra para que le diese un mordisco.

- ¿Sabes de qué estaba mojado? - le pregunté tras morderlo.

- ¡Claro que sí!, es un sabor que me encanta…, - me contestó Sandra saboreando el trozo de bollo que tenía en la boca - ¡sabe a tu polla, cariño! - terminó diciendo abriendo la boca para que le diese otro bocado del cruasán.

¡Joder, que buena era!, conocía mi polla de cualquier forma. Eso quería decir que al igual que yo hubiese reconocido el olor de su coño entre un millón, ella hubiese hecho lo mismo con mi rabo, ¿sería también tan guarra como yo?

Juanma, al ver que sobraba en aquel momento, otra vez cogió la cámara y nos empezó a hacer una nueva sesión de fotos. ¡Joder, me iba a tener que comprar un disco duro nuevo sólo para descargar y guardar todas las fotos que aquel hombre nos estaba haciendo! ¡Menudo montón de pajas me iba a hacer con todo aquel material!

Al ver que él se apartaba para no molestarnos, quise aprovechar aquel momento de intimidad. Así que sin desatarla me puse sobre ella, saqué el consolador y de una sola estocada le clavé mi polla hasta el fondo de su coño para empezar una follada cómo las de toda la vida, es decir, ¡con amor eterno!

Mi polla, ayudada por la mezcla explosiva de productos que tenía en su chochete, entraba y salía de su interior con gran rapidez. Y tras un rato de amor verdadero, levanté sus caderas lo que me dejaron las ataduras y sacando mi rabo de aquel caliente lugar se la dirigí directamente a su culo, lo estaba deseando desde anoche y se la debía. Quería y necesitaba demostrarle cuanto antes que, como ella había le había dicho a Juanma en la bañera, mi polla estaba hecha para su culo.

Tras meterla sin muchos problemas y con una facilidad hasta entonces desconocida por mí, empecé un suave mete saca acompañado por suaves caricias a las amplias cachas de su culo. Pero cómo soy como soy, en vez de aprovechar aquel agradable momento, en el colmo de las guarrerías cogí otro bollo y se lo metí en el coño que en aquel momento, manchado por todas partes de la mezcla de café, zumo, menta, trozos de pastel, sus flujos, los míos y los de Juanma, tenía un aspecto realmente apetecible. ¡Qué cerdo soy, pero que bien me lo paso!

Aquella visión, tan sumamente guarra pero apetitosa, hizo que mis envites a su culo aumentaran de velocidad, cosa que hizo que mis huevos me llamaran la atención diciéndome que en menos de nada, iban a soltar por la manguera más leche que la central lechera asturiana.

Justo en ese momento me vino a la memoria la mañana que me la chupó deprisa y corriendo porque su familia subía por las escaleras. Así que cuando noté que me iba a correr, quitando la venda de sus ojos para que viese lo que iba a hacer, saqué la polla de su chorreante culito, me estiré lo que pude para coger el vaso de zumo que estaba sobre la mesilla de noche, y me corrí en su interior vaciando hasta la última gota de mi líquido vital y mezclando mi leche con aquel líquido naranja, mientras que Sandra me miraba con cara de satisfacción y creo que, al igual que yo, recordando aquel chupito mañanero.

Cuando tuve el plátano bien escurrido, con uno de mis dedos moví el vaso para que todo estuviese bien mezclado y levantando la cabeza de Sandra se lo di a beber, cosa que hizo con agrado pues se lo bebió prácticamente todo de un solo trago, ¡aquella nueva bebida le había encantado! El zumo era de naranja un poco amarga, pero mi leche le dio el punto justo de azúcar. ( Biofrutas o algo así creo que llaman a esta bebida).

Cuando terminó, dejé el vaso de nuevo en la mesilla de noche, me acerqué a Sandra para darle un beso y sin perder más tiempo la desaté y la ayudé para que se sentase a mi lado en la cama y coger un poco de aliento.

Al otro lado de la habitación, olvidado por nosotros desde hacía un buen rato, estaba Juanma sentado en el pequeño sillón negro, desde dónde la noche de antes yo veía como se follaban a mi mujer, con su rabo entre las manos. Y sin saber muy bien que quería, estiró la mano hacia mí cómo pidiéndome algo. ¡Si lo que quería era que se la meneara iba de culo!

Pero no, ¡no era eso lo que quería!

- ¡Dame el vaso de zumo! - me pidió no sé muy bien para qué, si para bebérselo o qué.

Pero no, no era para eso precisamente. ¡Qué mal pensado soy!, ¿verdad? Cuando se lo di, siguió con su personal trabajo. Con una mano se meneaba la polla que la tenía a punto de reventar, las venas de su verga se podían ver perfectamente cómo en el rabo de goma, y en la otra mano, el vaso dónde yo me había corrido hace poco y aún quedaba un poco en el fondo.

Juanma al vernos que estábamos mirándolo con los ojos abiertos de par en par, comenzó a meneársela más rápido sin apartar la vista de nuestros cuerpos. La visión era bastante morbosa, porque aunque habíamos follado entre los tres de todas las formas posibles, el verle allí sentado con su polla en la mano nos comenzó a calentar de nuevo.

De repente comenzó a gemir como si se fuese a correr, pero cada vez que notaba que le subía la leche desde los huevos al capullo, paraba para prolongar el placer, suyo y nuestro. Su polla estaba totalmente tiesa, con toda la piel estirada hacia atrás enseñándonos aquel rojo capullo que más o menos podía tener el tamaño de un helado de cucurucho de veinte euros. Sin parar de meneársela soltó el vaso entre sus piernas y cogiendo la piel de sus huevos se la estiró al máximo para dejar toda su cabeza al aire, metió su otra mano en el vaso y la sacó mojada del líquido que había dentro, restos de mi corrida y zumo, y empezó a frotarse la polla con la palma de la mano. A los pocos segundos comenzó a soltar chorros de leche que iban cayendo sobre su barriga. ¡Hasta seis chorros llegué a contar y eso que no hacía ni media hora que se había corrido, el hijo de puta! El vernos follando a Sandra y a mí lo había vuelto a poner cachondo, ¡aquel mamón era una máquina de follar, siempre estaba a punto!

Sandra y yo seguíamos sentados en la cama mirando cómo, a pesar de haberse corrido, continuaba meneándose la polla intentando sacarse hasta la última gota, cuando de repente se puso en pie y se dirigió hacia nosotros con la verga morcillona y con el fruto de su corrida manchando su barriga. Mi primera impresión fue que se acercaba a Sandra para que le limpiase la corrida, pero cuál sería mi sorpresa, que empujándome sobre el pecho, me tumbó sobre la cama y recogiendo con su mano la leche que había en su barriga, la empezó a untar sobre mi polla iniciando una paja con su semen.

- ¡Lo siento!, ¡no he podido aguantarme!, ¿me permites? - me preguntó.

- ¡Pues claro que sí! - contestó Sandra por mí.

No sé qué fue, si el morbo de qué me la menease con su leche o el rendirme de nuevo a los pies de Sandra, pero no contesté, simplemente tumbado como estaba, di un suspiro.

Luego le volveré a decir que nunca más, pero de momento, ¡que siga!, pensé en aquel difícil momento.

Como ya sabía de antemano, mi polla, después de haberme corrido hacía tan poco tiempo no era fácil que reaccionara, pero el gusto de notar cómo me la acariciaba era superior a cualquier otra cosa, así lo que le dejé hacer. No se pondría dura, pero con el roce ya era más que suficiente para estar en la gloria. Notaba en mi polla una sensación de fría humedad realmente agradable, mucho mejor que cualquier lubricante del Carrefour.

En ese momento se puso de rodillas delante de mí y se metió mí arrugada polla en la boca comenzando una estupenda mamada. Mientras me la chupaba sus manos buscaban mis pezones que empezó a masajear y a ponérmelos duros.

A pesar de que me dejaba hacer, de nuevo me sentía un poco cohibido, y lo que era peor, Sandra, que seguía atentamente cada movimiento de su amiguito, no decía nada y tampoco sabía que podía pensar de esto. Pero bueno, la verdad es que me dio un poco igual, ella sabía perfectamente que si había algo que me gustaba en la vida era que me la chupasen y aquellos labios lo hacían de maravilla. Además, luego cuando estuviésemos más relajados, veríamos el video y lo dejaríamos todo aclarado. En aquel momento Juanma me estaba haciendo una dulce y suave mamada, y lo que era insoportable, me estaba chupando la polla como si fuese un biberón lleno de leche, ¡pero sin leche, de momento!

De repente Sandra cogió la cabeza de Juanma y la separó de mi polla. No sabía que pasaba, miré a Sandra y vi que estaba un poco enfadada. En aquel momento mi medio morcillón rabo se escondió del todo.

- ¡Esperadme aquí, vuelvo enseguida! - dijo Sandra con un tono de voz nada habitual en los dos últimos días.

Salió del dormitorio dejando a Juanma entre mis piernas y sobando suavemente mis desnudas pelotas y a mí con un acojone que te cagas ¿adónde iba?

Al cabo de unos minutos volvió dejándonos realmente alucinados con lo que vimos al trasluz de la puerta. Allí estaba, apoyada en la puerta, y por lo que se podía ver, llevaba algo que colgaba entre sus piernas.

- Leandro, ¿te acuerdas del día del sex-shop?

- ¡Claro! - le respondí casi tartamudeando.

- ¿Y recuerdas que compré varias cosas que nunca te enseñé?

- ¡Sí, sí! - le respondí sin saber muy bien adónde quería llegar.

- Pues bien, esto lo compré para ti, pero visto lo visto no serás tú quien lo estrene - dijo Sandra, dirigiéndose a Juanma y levantando el cipote que colgaba de aquel arnés que tenía atado a la cintura - ¡Ahora te voy yo a dar por el culo, maricón!, así que ponte a cuatro patas sobre la cama. Si de verdad te gustan las pollas, te vas a hartar - agregó cogiendo a Juanma de un brazo y casi obligándolo a que se echara sobre la cama.

Está claro que no había que ser muy inteligente para saber cuál era la intención de Sandra, pero debo decir que al fin y al cabo, el que se había quedado sin mamadita era yo, ¡joder!

Juanma, que igual era un león que un corderito, la obedeció sin rechistar poniéndose a cuatro patas. Yo no dije ni mu por si las moscas. No quería problemas, aún tenía el culo dolorido de ayer cómo para que me lo destrozara más.

Pero lo dicho, a cuatro patas como estaba, se puso detrás de él y empezó a sobarle el culo suavemente para automáticamente soltarse un tortazo que, yo no sé a él, pero a mí se me cayeron dos lagrimones de sólo pensar en cuanto debía haber dolido aquella tremenda hostia. Tras aquel doloroso momento, cogió el bote de lubricante mentolado, que se había convertido en una herramienta imprescindible en aquel dormitorio, se echó un buen chorro sobre la polla postiza y otro chorro sobre el culo de él mientras le daba otro fortísimo azote con la mano abierta.

- ¡Maricón, hoy te voy a dejar el culo bien abierto! - dijo Sandra mientras mi cara era todo un poema.

Sandra nunca había sido capaz de hablar así ni en los momentos más calientes de su vida, es más creo que ni en mis sueños más verdes había escuchado hablar así a Sandra.

- ¡Anda, puta!, ¡cállate ya y fóllame!, a ver si eres capaz de hacer que me corra mientras me follas el culo - le replicó retándola.

¡Eso, tu síguele el rollo que te va a poner el culo como un cuadro!, pensé en ese momento recordando la última vez que la reté en la bañera a ponerme el rabo duro.

- ¡Pa mí que la has cagao, chaval! - dije en voz baja para que no se me escuchara.

Sandra, que cómo yo esperaba no me escuchó, no se lo pensó y de un sólo movimiento de caderas, le clavó aquel rabo hasta el fondo.

- ¡Joder!, ¿cuándo has aprendido a usar eso? - le pregunté.

Como era de esperar, no tuve respuesta.

Yo, mientras que veía que Sandra se lo follaba como si fuese algo que hubiese hecho toda la vida, me acerqué a ella y sentándome en el borde de la cama comencé a tocar su culo. Al ver que Sandra cada vez se movía más deprisa, me puse detrás de ella y sin preguntar siquiera le metí el vibrador negro en su mojado chochito.

A los pocos minutos de Sandra estar follándose a Juanma y yo follándomela con mi aparatito, no sé por qué, pero me dio la impresión de que Sandra no estaba muy a gusto con lo que estaba haciendo. Y sin equivocarme, de repente paró en seco.

- ¡Esto no es lo mío! - dijo Sandra sacando el rabo de sopetón de aquel depilado culo - ¡Me gusta más que me follen a mí!, dijo retirándose de la retaguardia de Juanma.

- ¿Quieres follártelo tú? - me preguntó a mí, yo creo que intentando disculparse de lo del día anterior.

- ¿Quién yo?, ¡no!, ¡ni loco, vamos!… Que lo de ayer pasase no quiere decir que yo quiera hacerlo - le repliqué dejando bien claro que de maricón ni mijita.

Y en el preciso instante en el que escuchó mi negativa, ella se quitó de detrás, dejando a Juanma a cuatro patas y haciendo que de su polla saliesen unas gotitas de semen manchando la sabana de la cama.

- ¡Mira lo mojada que estoy otra vez!, esto lo tienes que solucionar de alguna manera , dijo Sandra pasándose la mano sobre la raja, mirándome a la cara y con aquella polla aun colgando entre sus piernas.

¡Qué situación más complicada!, pensé mientras miraba con asombro aquella pata de caballo atada a su cadera y la comparaba con la reducida salchicha que colgaba entre las mías.

Juanma, que daba la impresión de querer correrse cuanto antes otra vez, ¡valiente capullo!, de nuevo tomó la iniciativa y tumbó a Sandra sobre la cama, le quitó el arnés de un tirón y lo tiró al suelo. Yo, que también quería participar aunque fuese toqueteando, me fui directamente a besar sus labios y a sobarle las tetas, mientras que él le comía el coño por enésima vez aquella mañana y se destrozaba la polla con su mano. Y mientras que aquel mamonazo maricón se machacaba la polla a base de bien, yo, sabiendo mis limitaciones eréctiles, no paraba de besarla. Me encantaba besarle los labios mientras gemía fuertemente por el gusto que le producía la comida de coño que Juanma le estaba haciendo.

Juanma, que no se había corrido aún, ¡bueno si, dos veces!, pero en la corrida de antes se había quedado a medias, cogió a Sandra por detrás y poniéndola a cuatro patas le clavó la polla en el coño. Yo, que aunque no se me pusiera dura del todo seguía siendo el mismo cerdo de siempre, me puse como pude entre las piernas de los dos, con mi boca casi pegada a su coño. Desde esa posición podía chupar la raja de Sandra y notar como los huevos de Juanma chocaban contra su frontón (¿os acordáis del chiste?) y con mi barbilla. Esto les gustaba a los dos y para mí era una sensación bastante diferente, ¡para qué nos vamos a engañar!, jamás pensé que un hombre me diera con sus huevos en la cara.

- ¡Juanma, fóllame el culo!, ¡sácala de mi coño! - dijo Sandra pidiendo más y más cada vez que abría la boca.

Mientras que escuchaba aquello de cómo mi mujer se saltaba a la torera lo que me había prometido sobre si su culo sería sólo mío para siempre, yo seguía debajo de ellos tocando con mis dedos la pipa de su coño y viendo con todo tipo de detalles como la polla de él salía chorreante de su chocho y automáticamente después como aquel gran capullo empezaba a hacerse camino en su culo, abriéndolo a más no poder. Y lo peor de todo, ¡aquello ocurrió sin que Sandra soltara el más mínimo quejido de dolor!, ¡cómo habían cambiado las cosas, dios mío! Qué bien me lo iba a pasar a partir de aquel momento, ¡ya nunca jamás me podría negar su culo!

- ¡Serás maricón, pero tienes una polla tremenda!

¡Toma piropo, mamonazo!, pensé al escuchar aquel halagador cumplido.

- Es mucho más grande que la de Leandro y eso me encanta.

Y para no dejarme atrás, otro piropito para mí.

¡Joder!, ahora sí que me sentí regular. Al final le iba a gustar aquella polla más que la mía y para colmo, al final le había entregado algo que ella me había prometido que sólo sería mío.

¡Bueno!, ¿es lo que yo quería, no?, pensé para darme ánimos.

Y aquel pensamiento positivo funcionó. En no más de treinta segundos, cambié de idea y le di la razón, tenía una polla excelente, ¡que se le iba a hacer! Pues eso, ¡que la disfrutara que para eso la habíamos traído! Lo de darle su culo ya lo hablaríamos luego más tranquilos.

Y mientras yo pensaba y pensaba y pensaba, Sandra gritaba y gritaba y gritaba de gusto, mientras que él le apretaba y apretaba y apretaba las tetas y le clavaba y le clavaba y le clavaba la polla con fuerza en su culo. ¡Ahora sí!, ¡ahora si se iba a correr de nuevo!

¡Equilicuá!, Sandra se volvió a correr con la polla de Juanma, esta vez en su culo, ese que sería siempre sólo mío, mientras que mis dedos no paraban de frotar su clítoris.

Sandra aún no había terminado de correrse cuando él dijo que se iba a correr y que lo iba a hacer dentro de ella. ¡Hala, otra humillación para mí, bueno, nuestro culito!

Tras decir aquello de que se corría, sus movimientos comenzaron a ser mucho más fuertes. Aquel cabrón quería que su leche llegase hasta el fondo de sus entrañas y así lo consiguió, le llenó el culo con una espesa leche pero ahora mucho menos abundante.

Sandra, sorprendiéndome cómo nunca pero repitiendo aquella no tan lejana escena del día de los coquitos, se puso de pie y metiendo sus dedos en el culo, sacó los restos de semen que tenía y los puso en la boca de Juanma. ¡Qué cerda!, ¡qué cabrona!, ¡qué guarra!, ¡cómo me gustaba que fuese así!

DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (TARDE)

Los tres estábamos reventados, eran sólo las dos de la tarde, pero aquella mañana que empezó con café terminó con leche y en abundancia.

Bastante más calmados, entre otras cosas, porque era imposible seguir, de momento, nos fumamos un cigarro sentados en la cama bromeando sobre cualquier cosa. La complicidad que se había creado entre los tres era muy grande, aparentábamos ser algo más que amigos.

- ¡A mí me ha parecido estupendo!, ¿qué os ha parecido a vosotros? - preguntó Juanma.

- Ha sido algo que nunca pensé que haríamos. Es la primera vez que hacemos algo así y creo que ha salido mejor de lo esperado - respondí mirando a Sandra esperando su respuesta.

- Al principio tenía miedo, pero después de todo lo ocurrido, tengo que darle las gracias a Leandro por hacerme tan feliz. No sé si volveremos a repetirlo, pero sin duda, ¡no me importaría! - dijo Sandra.

Si ayer, cuando me levanté por la mañana con la cabeza llena de dudas, o ayer por la tarde cuando la culpabilidad me comía, alguien me hubiese dicho que en algún momento de mi vida iba a escuchar las palabras que Sandra había soltado hace un momento, me hubiese reído en su cara y le hubiera llamado loco.

Tras un ratillo, más bien corto, de conversación encima de la cama, nos dimos una ducha para tomar fuerzas y limpiarnos de todos los líquidos que habíamos compartido entre los tres, zumo, café, leche, cruasán, etc., etc., etc., etc., etc., etc., etc.…

Al igual que ayer, yo me duché primero, luego Juanma y mientras que Sandra se duchaba lo invité a una cerveza, momento que aprovechó Juanma para comentarme que, como habíamos hablado esta mañana, debía ir a la agencia para hacer un par de cosas.

- ¿Qué es eso de la agencia? - le pregunté.

- Es que trabajo en una agencia de viajes. Hoy sale un grupo hacia Roma y tengo que entregar unos papeles a mi compañero que se marcha con ellos.

¡Vaya!, ¡una agencia de viajes! Aquello, aparte de pensar directamente en negocio, me dio una nueva idea, pero la tenía que preparar un poco más despacio. Ya tendría tiempo de hablarla con Juanma un poco más tranquilos.

- ¡Bueno, no hay problema!, ¿pero volverás luego o no?

- Si vosotros queréis, ¿por qué no? Pasar un rato con vosotros es el mejor plan que me han ofrecido nunca.

- Por cierto, tengo un problemita, ¿me puedes acercar al curro?, ¡no tengo coche!

Pero cuando iba a contestarle, salió Sandra completamente desnuda de la ducha dejando nuestra conversación a medias.

- ¡Qué bien sienta una ducha después de haber sudado! - dijo quitándome la cerveza y dándole un trago que me la dejó temblando.

Los tres nos echamos a reír con las palabras de Sandra.

- ¡Bueno!, debo marcharme, pero os prometo que esta tarde, si vosotros queréis, puedo volver. ¿Qué os parece? - preguntó Juanma mirando a Sandra.

Sandra cambió su cara, no se esperaba la marcha tan repentina de Juanma, pero la promesa de vuelta esta tarde, le había gustado.

Sandra, que seguía completamente desnuda, sin dar respuesta se dio media vuelta y se fue hacia el cuarto de baño. Juanma y yo nos miramos sin saber que pasaba, ¿se había enfadado o qué?

Cuando Sandra volvió del baño traía en sus manos su pequeño tanga sucio que hace un rato estaba dentro de su boca.

- ¡Guárdalas como trofeo!, es el mejor recuerdo que te puedes llevar de nuestro primer trío… Pero si quieres más, te esperamos esta tarde - le dijo entregándole la pequeña braga que él mismo le había pedido ayer y que yo, tonto de mí, olvide coger para guardarla con mis premios.

- Si quieres, para que esté obligado a volver le puedo dejar mi coche. Así no tendrá más remedio que por lo menos regresar a devolvérmelo - le sugerí a Sandra.

Aquella idea le pareció tan perfecta a Sandra que sin dejarme terminar, salió corriendo hacia el llavero de la puerta para coger mis llaves y entregárselas.

- ¡Prometo volver! - estas fueron las últimas palabras de Juanma antes de marcharse.

Una vez cerrada la puerta, la duda nos asaltó a los dos.

- ¿Volverá? , - me preguntó Sandra.

- Cómo no vuelva nos ha jodido el invento, ¡se lleva el coche! - le contesté yo sin dudarlo.

Y tras mi corta respuesta nos echamos a reír. Ella había entendido perfectamente que sí habría una segunda parte.

Ya los dos solos en casa decidimos irnos a la cocina y prepararnos algo de comer, habíamos estado todo el tiempo dándole al folleteo pero no habíamos comido casi nada, sólo un cruasán a medias, y ahora más relajados, nuestros estómagos estaban llamándonos.

- ¡Te quiero! - me dijo Sandra - ¡Te quiero mucho más que antes, si eso es posible!

- No sabes cómo he disfrutado viéndote con él, me has hecho el hombre más feliz del mundo cumpliendo todas mis fantasías. Eres la mujer de mis sueños, ¡te quiero! - le dije yo también.

Terminamos de comer unos sándwiches, pero sin queso Philadelphia , y nos tumbamos cada uno en un sofá a descansar, tapándonos con las mantas que el primer día nos sirvieron como colchón. Al poco rato nos habíamos quedado los dos completamente dormidos. Mientras dormía tuve un sueño de lo más agradable, mi sueño fue volver a revivir todo lo ocurrido, fue como volverlo a vivir todo nuevamente.

A eso de las seis me desperté, Sandra aún estaba dormida. Sin hacer ruido, me levanté y me fui a la cocina a prepararme un café. Me lo tomé de pie, apoyado sobre la encimera dónde todo empezó y volví al salón.

Sandra seguía dormida, el cansancio la había dejado derrotada, no sé si sería capaz de más luego cuando volviese Juanma, eso lo debía decidir ella.

Inmerso en mis más eróticos pensamientos, me fui al dormitorio y me vestí. Una vez vestido me senté en el ordenador para no molestar su sueño.

Como siempre, me senté en el ordenador y comencé a ver fotos de tías guarras abiertas de piernas, o como decía Sandra, a ver coños. La verdad es que es una situación que me excita mucho, estar sentado viendo a tantas mujeres a mi disposición, me encanta. Y a pesar de la cantidad de sexo que nos había rodeado los últimos dos días, mi imaginación no tenía fin, podía seguir recabando información de este tipo sin problema.

A eso de las siete, Sandra se despertó y me llamó desde el sofá.

- ¡Cari!, ¿dónde estás?

Al escuchar su dulce voz, me levanté sin demora y me fui a su lado.

Allí estaba ella, completamente desnuda en el sofá, sólo tapada por la calentita manta naranja y con los ojos aún un poco cerrados. Me acerqué a su cara y le di unos tiernos besos en la frente. Tenía cara de felicidad, no sé si por el buen sueño que se había pegado o por los recuerdos, pero vi que era feliz.

- ¿Quieres algo?

- ¡Sí! - me contestó - Quiero agua, ¡tengo la boca seca!

- Ahora mismo, mi cielo - le dije yendo hacia la cocina para traerle una botella.

- ¿Dónde está Duque que no lo oigo? - preguntó Sandra un poco extrañada.

- ¡Joder!, por fin te acuerdas de él. Tanto cariño como le tienes y llevas dos días sin hacerle ni puto caso al perro - le contesté entregándole la botella de agua.

- ¡No!, lo que pasa es que he estado ocupada - me contestó a la par que me guiñaba un ojo.

- ¡Ya, ya!… Lo tiene Jesús, se lo he dejado esta mañana para que no nos molestase.

- ¡Si es que lo tienes todo totalmente preparado, mi vida!

- ¡Casi todo, mi vida!, ¡casi todo! - le respondí haciendo memoria de varias cositas que habían ocurrido durante aquellos dos días sin que estuviesen en el guion.

- ¡Bueno!, cómo no tengo que preocuparme de bajarlo, me fumo un cigarrito y me visto, ¿vale? - me dijo encendiéndose un cigarro tras darle un buen trago a la botella de agua.

¿De qué me suena esa frase?, ¡ah, sí!, ¡ya lo sé!

- ¡Vale! - le contesté - Pero date un poco de prisa y no te hagas la remolona que no sé cuándo llegará Juanma.

DOMINGO, 07 DE DICIEMBRE DE 2008 (NOCHE) (1ª PARTE)

- ¿Te parezco guapa, Leandro? , me preguntó antes de ir a vestirse y abriéndose la manta que tenía sobre los hombros para enseñarme su cuerpo totalmente desnudo.

- ¡Guapa, no!, ¡eres preciosa! ¡Eres la mujer más bonita del mundo, te lo juro! - le dije consiguiendo que de su cara saliese una linda sonrisa en agradecimiento a mi comentario.

- Pues cuando me veas vestida con la ropa que tengo pensada, te pareceré mucho más guapa, ¡te lo prometo! - me respondió.

- Seguro que sí, ¡cualquier cosita te sienta de puta madre!

- Pues venga, un cigarrito y me visto - me dijo volviéndose a sentar y cogiendo el paquete de tabaco.

- ¡Vale! - respondí un poco resignado sabiendo que al final se nos haría tarde y que tendríamos que hacerlo todo a la carrera.

Después de dos cigarros y de hacerse un buen rato la remolona, por fin se decidió a levantarse.

Al cabo de media hora apareció de nuevo en el salón. Cuando la vi confirmé que había cumplido lo que me había prometido, estaba mucho más que preciosa, ¡estaba divina de la muerte!

Pero algo me chocó. En cuanto la vi, reconocí su ropa. Se había vestido con la misma ropa de aquel día tan caluroso que le hice la paja en el coche en mitad de la calle. ¡Sí, exacto!, aquel día en que le afeite su coñito y que tanto disfrutamos después. Lo que no sabía era con que idea lo había hecho. Pero no me preocupé mucho, cómo era común últimamente, ¡tarde o temprano me enteraría!

Lo dicho, Sandra se había puesto un conjunto que sabía que me encantaba y que me traía unos recuerdos muy calientes. Se había puesto aquella falda gris con una raja lateral grandísima y encima una camisa blanca con un escote bien grande que dejaba todo su canalillo al aire. Y al igual que la otra vez, también se había vuelto a poner aquel gran collar de los negros que tanto me gustaba y que me recordaba al que utilizaba Desi mientras follaba con Yamán sobre la fuente. (Si Sandra lee esto algún día, estoy totalmente seguro de que sabrá perfectamente de lo que estoy hablando).

Estaba prácticamente igual que aquel día, excepto con un par de cambios, sobre todo por el frío que hacía en la calle. Se había puesto una chaquetilla marrón tipo torerilla y unas botas negras hasta las rodillas que hacían resaltar sus bonitas piernas. Y aunque no es baja para nada, la hacía un poco más alta que yo. Esto último me ponía muy cachondo, sobre todo por verla a mi lado sacándome unos centímetros.

Todo lo había rematado con unas medias negras de rejilla, de las abiertas en la entrepierna y se había dado un toquecito de maquillaje bastante suave, que la hacía estar mucho más guapa si era posible. Me entraron ganas de follármela en cuanto la vi, pero me tuve que aguantar. ¡Estaba preciosa!

Mi única duda era, que no sabía si llevaba bragas o no porque no me lo quiso decir.

- ¿Qué te parece, te gusta? - me preguntó.

- ¡Muchísimo, mi amor!, estás más guapa que cuando te corres, ¡y eso ya es difícil! - le contesté dándole un beso en la cara para no quitarle el pintalabios.

- ¡Cómo me gusta que me digas esas cosas! Ahora voy a terminar de pintarme que al final llega Juanma y nos pilla a medias - me dijo yéndose hacia el cuarto de baño.

Mientras, yo me quedé pensando en que si nos pillaba era porque había empezado muy tarde a arreglarse.

No pasaron diez minutos de todo aquello cuando sobre las ocho y media de la tarde sonó el telefonillo de casa. Contesté y abrí la puerta del edificio.

- ¡Es Juanma, ya está de vuelta! - le dije dando un grito para que se enterase Sandra.

No sé cómo lo hizo, pero antes de que subiera el ascensor, Sandra ya había salido corriendo hacia la puerta para esperarlo. Yo, mientras tanto, al notarla con tantas ganas de verlo de nuevo, me quedé en la puerta del salón mirándola para que ella disfrutara cuanto pudiese de su vuelta.

Cuando abrió la puerta pude ver que traía un precioso ramo de rosas rojas y una botella de vino blanco. Él le ofreció el ramo de flores y Sandra lo cogió oliéndolo con fuerza para tragarse todo el aroma a rosas frescas. Como agradecimiento le dio dos besos, de los más formalitos, invitándolo a entrar.

- ¿Llego muy tarde?, ¡lo siento, pero es que no pude salir antes del trabajo! - dijo Juanma disculpado su tardanza.

- Llegaste justo a tiempo para no pillarnos sin arreglar - respondió Sandra que aún tenía la barra de labios en la mano para darse el último retoque.

- ¡Qué guapa estás! - dijo Juanma piropeando a mi mujer.

- Me he puesto así para que mis hombres me vean guapa - dijo dándose una vuelta completa para que los dos viésemos la mercancía que nos estaba vendiendo.

Aquella respuesta y su picarona mirada a uno y a otro, hicieron que mi polla diese un salto y de nuevo empezase a cobrar vida dentro del pantalón.

- ¡Pues lo has conseguido!, ¿verdad, Leandro? - me preguntó sin dejar de mirarla.

- Ya te digo, ¡está como un queso! - le respondí yo acercándome un poco hacia ella - Es que cuando quiere algo, sabe ponerse guapa como nadie.

- ¡Pues claro, tonto!, una mujer bien arreglada consigue lo que quiere de los hombres - dijo ella riéndose mientras que Juanma entraba en la casa y ella cerraba la puerta.

- ¡Para qué mentir! - dije mientras entrábamos al salón - Una rubia treintañera, madurita muy interesante, con unas curvas irresistibles y con unos ojos verdes de impresión, hace lo que quiera con nosotros, ¡tenemos que admitirlo!

- ¡Es verdad! - dijo Juanma - Además es que está buenísima la jodía, y como lo sabe, se aprovecha de nosotros.

- ¡Gracias! - dijo ella aparentando estar avergonzada, pero acercándose a Juanma para darle otros dos besos y esta vez, pegando las tetas contra su pecho.

- ¡Menuda zorrita tenía en casa y yo sin enterarme! - le dije en broma.

- ¡Y a ti que no te gusta! - me dijo ella viniéndose hacia mí y dándome otro beso, pero en los labios, dejándome marcado de pintalabios.

Después de haberse separado de mí, por fin le pude dar la mano para saludar a Juanma a la par que él me entregaba la botella de vino.

- ¡Gracias por el vino!

- ¡De nada, hombre!, qué menos que un pequeño detalle.

- ¿La abrimos? - pregunté señalando a la botella pero mirando a Sandra.

- Si os apetece, ¡perfecto! - contestó Juanma mirándola a ella y creo que pensando que lo que le apetecía era abrir a Sandra y no precisamente con un sacacorchos de metal.

- ¡Vale!, ¡yo voy por las copas!... Pero esta vez ten cuidado de no mancharte - bromeó Sandra pensando en la mancha de vino de ayer.

- ¡No te preocupes!, esta vez estamos menos nerviosos y además lo he traído blanco por si las moscas - le contestó Juanma haciéndonos reír.

Cuando volvió con el material necesario, ella misma abrió la botella de vino y sirvió las copas mientras que charlábamos amistosamente de lo poco o mucho que habíamos hecho aquella tarde.

Una vez que estuvieron las copas llenas, se sentó en el sofá frente a nosotros y creo que por descuido o por que le salió del higo, se cruzó de piernas y la raja de su falda dejó al aire su precioso muslo cubierto por aquella preciosa media de red, realzando su belleza aquella bota negra con un largo taconazo. Y lo peor es que tal como estábamos sentados, teníamos una perfecta visión del escote de Sandra, que era tremendo, dejándonos ver el principio de sus preciosos pechos cada vez que se acercaba a soltar o a coger la copa. No estaba muy seguro, pero me pareció que intentaba comenzar a calentar el ambiente ya que soltó y cogió la copa más de mil quinientas veces.

Sin dejar de mirar aquella belleza que estaba delante de nosotros, seguimos charlando sobre lo que habíamos estado haciendo durante la tarde mientras nos tomábamos la copa de vino. Allí estábamos los tres sentados en el salón como si nunca hubiese ocurrido nada, era extraño pero no estaba mal, era un rato de conversación entre tres amigos nada más, pero eso sí, con dos invitadas de excepción, ¡sus domingas!

Mientras charlábamos, Juanma nos comentó que como era domingo y mañana no había que currar, si nos apetecía, nos invitaba a cenar a un restaurante que él conocía hacía tiempo y que luego podíamos subir a su casa a tomarnos una copa y jugar al póker, ya que, como me había dicho por la mañana, había quedado y no había podido cancelar la cita. La partida de póker la hacían todas las semanas en su piso con unos amigos y no podía dejarles tirados.

La verdad es que la idea de jugar al póker a mí sí me gustaba y le dije directamente que sí ya que aunque no me considero mal jugador, nunca había estado en una mesa con otros jugadores y mucho menos apostando dinero real. Había jugado mucho por Internet, pero nada más y quizás aquel fuese un buen momento para saber si realmente era bueno o malo en el juego.

- La verdad es que después de los dos días que nos hemos pegado follando, seguro que nos apetece un poco de descanso a los tres - les dije con menos vergüenza que el copón y totalmente convencido de que me apetecía ir a jugar.

- Yo, para ser sincera, tenía otros planes para esta tarde - dijo creando un silencio molesto en el ambiente - Lo mejor será que Juanma se marche a su partida y quedamos para otro día. No me apetece mucho pasar la noche viendo como perdemos dinero - dijo Sandra con cierto malhumor en sus palabras.

¿Lo acaba de echar?, ¡no me lo creo!, pensé al escuchar su argumento.

- ¡Joder, ten un poco de confianza en mí!, no soy tan mal jugador como crees - le contesté con un tono de voz bastante contrariado al ver lo poco que confiaba en mí y en mi juego e intentando que se replantease lo de que Juanma se fuese.

Juanma, que enseguida se dio cuenta de que se veía en la calle y que yo estaba haciendo lo posible para que cambiase de idea, comenzó a convencer a Sandra para que aceptara la invitación.

- ¡Venga, mujer!, lo peor que puede suceder es que perdáis trescientos euros, que es lo que normalmente nos jugamos.

- ¿Trescientos euros? - dijo con voz de incrédula.

¡Hala!, ¡ahí, muy bien!, termina de arreglarlo, ¡huevón!

- Además, si una vez allí os apetece marcharos o te quieres echar a dormir, no hay problema. Piensa que si la noche se os da bien, el ganador puede ganar hasta mil quinientos euros - dijo Juanma intentando animarla a que fuésemos.

- ¡Es más!, añadí yo para que se terminara de convencer - todo lo que yo gane, ¡si gano, claro está!, te lo daré a ti para que hagas lo que te venga en gana con la pasta.

- ¡Buena idea, Leandro!, yo haré lo mismo con mis ganancias, se las daré a ella. Entre otras cosas porque te lo mereces por lo bien que te has portado con nosotros.

Finalmente me miró fijamente cómo diciéndome que era un pesado.

- Me hubiese gustado más pasar la noche aquí en casa viendo la película porno que propuso Juanma el otro día y luego intentar repetir lo que hubiésemos visto…, ¡pero bueno!..., vista vuestra insistencia y que no tengo nada que perder y sí mucho que ganar, ¡acepto!

Menos mal que aceptó, porque ya me veía otra vez con el rabo de Juanma entre las piernas si contamos que la película que Juanma había propuesto ayer y que Sandra quería ver hoy era de bisexuales.

Pero bueno, tras la aceptación de Sandra nos terminamos la copa de vino y nos pusimos en marcha dirección al restaurante, no sin antes, coger todo el dinero que había en el sobre dónde normalmente lo guardo. No recuerdo cuanto fue, pero puedo asegurar que una pasta.

- ¿Adónde nos vas a llevas a cenar? - preguntó Sandra.

- A un restaurante que hay en la playa, cerca de mi casa. Así podremos comer más tranquilos y aprovechar un poco más el tiempo antes de irnos a la partida .

- ¡Mejor!, así nos podremos tomar unas copas sin tener que coger el coche luego - le respondí a Juanma pensando en lo mal que estaba la policía con el tema del alcohol y encima con el Puente de por medio.

Nos metimos en el coche y Juanma se sentó detrás de mí.

- Yo creo, que cómo ella es la Señora de la casa, debe ir delante - dijo Juanma cediéndole el sitio.

- ¡Anda, chaval, no seas antiguo! ¡Tú lo que quieres es sentarte detrás para ver los muslacos y el canalillo de mi mujer, mamón! - le dije en broma haciendo que Sandra se intentara tapar las cachas pero con poco resultado.

Y le dije aquello ya que al sentarse, la raja de la falda se le abrió bastante dejando gran parte de su precioso muslo al aire, exactamente igual que el día de la gasolinera. Ya se sabe, dónde no hay tela…

Por cierto, justo en ese momento pude comprobar que sí llevaba bragas.

Durante el viaje, cómo yo había pronosticado, pude ver a través del retrovisor como el mamón de Juanma no dejaba de mirar el gran tetamen de Sandra y lo bonitas que quedaban sus piernas con las medias de red que se había puesto. La verdad es que después de haberla tenido desnuda para él sólo y habérsela follado de mil maneras, el verla así vestida con aquella ropa tan provocativa era excitante. A mí me estaba poniendo como una moto, así que imagínate a un extraño. Siempre he pensado que una mujer vestida con ropa sexy enseñando, pero sin enseñar, es mucho más provocativa que una chica desnuda que no esconde nada a la imaginación. Bueno, por eso y porque soy un enamorado de la ropa interior, la lencería, las medias, los tacones, las botas, en fin de todo lo que hace que una mujer realce su belleza.

Al llegar al restaurante, Juanma se encargó de todo. Pidió una mesa para tres y nos sentamos.

Por ser la fecha que era, aunque festivo pero a primeros de diciembre, el local estaba más o menos vacío. Sólo un par de mesas con dos parejas y un grupo de chavales de veintipocos años que estaban celebrando una despedida de soltero, serían nuestros acompañantes durante la cena.

El camarero nos preparó la mesa, no muy lejos de la mesa de los chavales. Al igual que durante la primera comida en casa, yo me senté justo en frente de Juanma y Sandra en el centro, al lado de los dos.

Pedimos la cena y Juanma pidió un buen rioja.

- Necesitamos un buen vino para las carnes, tanto para las del plato como para las de Sandra - nos dijo bromeando.

Aquello nos hizo reír y nos sirvió para que durante casi toda la cena estuviésemos bromeando y echándonos unas risas. Pero, como era de esperar, de nuevo la conversación fue subiendo de tono hablando de otras experiencias que habíamos tenido.

En ese momento fue cuando le empezamos a contar a Juanma nuestras primeras experiencias exhibicionistas. Le contamos con pelos y señales lo del Club de intercambios, el zapatero, el de la gasolinera o la del reponedor del supermercado, sin olvidar la del pizzero o la de los dos chavalitos del probador. En fin, todas aquellas cositas sin intención que habíamos hecho antes de conocerle, consiguiendo que con aquellas historietas nos pusiésemos bastante calentorros los tres.

- ¿Qué hora es? - preguntó Juanma.

- Las diez y media, le dije yo.

- ¡Vale!, hasta las doce no empieza la partida. ¡Vamos bien de tiempo! - terminó diciendo Juanma mientras llamaba al camarero para que trajese otra botella de vino.

Mientras seguíamos cenando, seguíamos charlando de nuestras “sexperiencias”, y como también era de esperar, sobre todo por lo caliente de nuestra conversación, Sandra no perdía el tiempo y dependiendo de qué mano le quedase libre mientras comía o bebía, acariciaba la pierna de Juanma o la mía.

- ¡Cari, otra vez estoy cachonda! ¡No sé qué coño me has hecho, pero sólo pienso en follar y follar! - me dijo acercándose a mí y susurrando en mi oído - ¿Te importa si te toco la polla por encima del pantalón? - me preguntó con voz cariñosa.

¡Joder, qué mujer!, se le había encendido la mecha y ahora no había quien la apagase. Estaba irreconocible. ¡Ya podía haberse dado cuenta hace tiempo de lo caliente que era y ya llevaríamos unos años de adelanto!

- ¡Sin problema!, pero no te olvides de Juanma - le contesté tragando saliva por la situación.

- ¡Tranquilo, mi amor!, ¡aquí hay Sandra para todos! - respondió pasándome la mano por la cara.

Y quitándomela de la cara, la dejó caer sobre mi polla.

Su mano, que se tapaba a la vista de los mirones por la tela del mantel, me sobaba el rabo por encima del pantalón haciendo que este creciese y creciese sin parar mientras me miraba y me hablaba no sé de qué, intentando disimular lo que estaba haciendo. Para ser sinceros, estaba tan nervioso con la actitud de Sandra que hasta me costaba el seguir comiendo. Sin embargo, Sandra se notaba más tranquila que nunca. ¿Cómo podía demostrar aquella calma?

Juanma, que de momento no se había dado cuenta de lo que estaba pasando, me miró extrañado al ver que me dejaba caer un poco sobre la silla para que Sandra tuviese más espacio dónde tocar.

- ¿Qué te pasa, Leandro? - preguntó un tanto sorprendido y agachándose para mirar por debajo de la mesa.

- ¡Sandra, por favor!, córtate un poquito que puede entrar cualquier conocido mío - le dijo Juanma al darse cuenta de lo que estaba haciendo mi calenturienta mujer.

- ¿Y? - dijo Sandra - ¿Acaso te daría vergüenza? - le preguntó.

- ¡No, mujer!, no es que me dé vergüenza, pero ten en cuenta que yo soy de este barrio y si nos pillan, podría llegar a los oídos de mi pareja.

Aquella respuesta era coherente, pero creo que a Sandra no la convenció porque cogiendo la mano de Juanma, que estaba sobre la mesa, se la metió entre las piernas a riesgo de que pudiese vernos cualquiera.

- ¿Te gustan mis medias? Son de red, pero llevan un boquete en medio que deja mi coñito totalmente al aire, sólo tapado por mis pequeñas braguitas - dijo Sandra con toda la tranquilidad del mundo - Estas son las cositas que me compra el pervertido de mi maridito por Internet para que yo vaya con el coño al aire. ¡Anda, mete un dedo y verás lo mojado que está!

- ¡Sandra, por favor!, dijimos que hoy sería un día de descanso. Además, si vamos a jugar al póker será mejor estar concentrados en el juego para no perder la pasta - dijo Juanma retirando la mano de su entrepierna.

- ¡Joder, como está de cachonda la cabrona!, como nos pille a uno o a otro nos funde - le dije a Juanma riéndome de mi propia broma.

- ¡Sí! - me respondió Juanma - Se está poniendo un poco pesadita, pero cómo aún no es tarde y tenemos tiempo de sobra, tengo una idea para hacer que se calme y nos deje luego jugar al póker tranquilamente.

- ¡Pero bueno!, la culpa es vuestra y ahora os tenéis que aguantar, ¡vamos, digo yo! -** le dijo a Juanma mirándolo con cara de muy pocos amigos.

- ¡Creo que hay te has pasado un poco, chaval!, a ver ahora como arreglas esto - le dije intentando calmar la situación un poco.

- ¡Sí, ya lo sé!, lo que pasa es que todo esto me está poniendo un poco nervioso. Pero ya se me pasará, no os preocupéis - respondió Juanma.

- ¿Bueno y cuál es esa idea?, ¿por qué no la cuentas? - le dije rápidamente a Juanma cambiando de tema.

- Leandro, si llegamos con Sandra en este estado de calentura a la partida no nos va a dejar jugar, habrá que calmarla antes y yo sé una manera. Déjame a mí que ya verás cómo conseguimos calmarla mientras que otros disfrutan viendo su cuerpo, que según me habéis contado, le encanta enseñarlo.

- ¿¡Confió en ti!? - le dije entre exclamación e interrogación.

- ¡Ah, pues yo no!… Yo no me fío nada de ninguno de los dos - dijo Sandra manteniendo la misma cara de enfado que se le quedó cuando Juanma la llamó pesada - ¿Cómo que otros viendo mi cuerpo?, ¡a ver, explícate!

- ¡Tranquila, mujer!, no te preocupes, verás cómo lo pasamos bien antes de la partida, confía en él ya que no confías en mí - le dije dándole un poco de calma al asunto mientras acercaba mi mano a su entrepierna y metía un dedo en su rajita para que no se quedase con las ganas de que alguien probara lo mojadito que lo tenía.

El movimiento de Sandra fue claro, en cuanto notó mi mano entre sus cachas, se abrió de piernas de lado a lado de la mesa.

- ¡Pero qué putona eres!, te mojas en cuanto piensas que alguien te puede ver enseñando tu cuerpo de zorrita - le comenté al notar lo húmedo de su rajita y mirando a Juanma.

- Sabes que no, cariño, ¡eres tú, quien me pone así!

- ¿Sólo yo?

- ¡Bueno, lo otro también! - me dijo con carita de cachonda y ojitos picarones.

- ¿Has visto cómo va?, ¡está totalmente mojada! Seguro que llevas unas braguitas preciosas y no me gustaría que las manchases, ¿por qué no te las quitas y me las das? - le dije sin sacar mi mano de su chochito - Las puedes guardar como trofeo para aquel de nosotros dos que gane menos dinero esta noche en el póker y el ganador te podrá follar mientras él otro sólo podrá oler tus braguitas y mirar cómo te lo follas - dije sin pensar.

¡Joder!, me acababa de apostar a mi mujer con Juanma. O mucho me tenía que empeñar esa noche para ganar o terminaría con las bragas de Sandra pegadas a mi nariz mientras veía que su coño disfrutaba otra vez con aquel hermoso rabo.

Sandra dudó un poco, pero finalmente aceptó.

- El premio no está mal, me dais todo el dinero que ganéis y además uno de los dos me folla. ¡Creo que la única ganadora esta noche seré yo!

Se mantuvo un par de segundos en silencio y continuó hablando.

- ¿Quieres que me las quite aquí mismo o me dejas ir al baño a quitármelas?¡Sabes que lo haré como me digas! - me contestó con una dulce mirada.

¡Joder!, con lo que me costó que se las quitase aquella vez en la puerta de casa y ahora está dispuesta a quitárselas aquí, en medio del restaurante, ¡cómo ha cambiado el cuento!, pensé al escuchar aquella sugerencia de mi mujer.

- Mejor ve al baño y así te pueden ver al pasar esos chicos que llevan todo el rato sin perderte de vista - comentó Juanma - Así yo también puedo comprobar si lo que me habéis contado antes es verdad y hasta qué punto eres capaz de ser una putita y mostrarte a otras personas para ponerlas cachondas.

- ¡Qué cabronazo eres!, me lo dices para ponerme a prueba, ¿no?, ¡pues os vais a cagar! - dijo Sandra ahora con la cara mucho más contenta .

Se levantó de la mesa y se dirigió al baño mientras que yo tuve que recolocarme la polla dentro del pantalón ya que me dolía de lo dura que estaba.

Estuvo en el baño no sé cuánto tiempo, pero a los dos se nos hizo eterno.

- ¿Cuál es exactamente esa idea que has tenido para calmarla antes de la partida? - le pregunté mientras que esperábamos.

- ¡Fácil! - me contestó - Simplemente exhibirla un poco dentro del coche

- ¿Eso cómo es? - pregunté sin llegar a entender del todo su idea y dudando sobre si sería buena idea o no.

- ¡Tranquilo!, no va a pasar nada yendo con nosotros dos dentro del coche– contestó Juanma al ver mi reticencia - Este barrio es bastante tranquilo y las calles están casi vacías, no será muy difícil pillar a un cualquiera para que disfrute de la preciosa vista que ofrece el coño y las tetas de Sandra desde el interior del coche.

- ¿No sé?... - respondí un poco contrariado.

Aunque la idea era bastante parecida a la que llevamos a cabo el día de la gasolinera, que viniese de Juanma no me termina de convencer pero sí me daba morbo. Mi tranquilidad era que el coche lo conduciría yo y pararía sólo si viese la cosa clara.

- Yo tampoco lo haría si no estuviese tranquilo de saber cómo reaccionar - me contestó Juanma.

- ¿Pero es que ya lo has hecho antes con otra mujer? - pregunté al ver como alardeaba de su posible experiencia en el tema.

No tuve respuesta. Se acabó la conversación justo cuando vimos a Sandra salir de los baños, más guapa si cabe que cuando entró.

La mamona se había desabrochado un par de botones de la blusa y ahora se le veía perfectamente el inicio de los pechos sin necesidad de que se agachase. En la mano traía un trozo de tela hecho una bola, que yo sabía perfectamente que era su tanga.

Pero antes de llegar a nuestra mesa se paró en la mesa de los tres chicos y apoyándose en ella, enseñando el canalillo de sus pechos y la tela de lo que llevaba entre los dedos, se puso a charlar con ellos.

Mientras hablaban pudimos ver como aquellos chicos se la comían con los ojos y ella, que se notaba admirada, les calentaba con sus movimientos de pecho. Quise imaginar que los tenía hipnotizados con el olor de sus bragas prácticamente encima de la mesa. Después de un buen rato, rieron todos y Sandra, dándose media vuelta, se volvió a nuestra mesa seguida por las miradas de aquellos chavales pegadas a su culo.

No le dimos tiempo ni a que se sentara, los dos a la par le preguntamos que qué les había dicho a los chavales aquellos.

- ¡Nada malo! - nos dijo dirigiéndose a nosotros dos - Les dije que somos de fuera y que si nos podían decir algún sitio dónde tomarnos una copa después de cenar.

- ¿Y qué te han dicho? - pregunté de forma nerviosa.

- Me han invitado a sentarme con ellos y luego irnos a una discoteca que ellos conocen, pero les he tenido que decir que hoy era imposible porque estaba con vosotros, que quizás otro día que estuviese sola, no me importaría.

- ¡Qué cabrona eres! - dijo Juanma - Les dejas con la duda de que hoy no puede ser, pero cualquier otro día, a lo mejor, ¿no?… ¡Qué zorra eres, pero como me gusta!

- La verdad es que no me importaría quedar con ellos otro día para tomar una copa, porque sobre todo, uno de ellos está para hacerle un par de favores.

De nuevo repetía la misma frase que usó el día de los vestuarios, ¿me quería decir algo?

- Por cierto, guardadme esto por favor - dijo Sandra dejando sobre la mesa el tanga que se podía ver que estaba completamente mojado.

Fui a guardarlo, pero Sandra no me dejó.

- ¿Qué haces?, - le pregunté - ¿no me has dicho que lo guarde?

- ¡Sí!, pero he cambiado de idea, ¡mejor déjalo ahí encima! ¿Qué mejor perfume para una cena romántica que el aroma de una flor fresca? - me contestó, colocándolo de forma qué, sin abrirlo del todo, cualquier persona que lo viese sabría perfectamente de que se trataba.

Aquella situación me provocó un pinchazo en los huevos a la par que un poco de vergüenza, pero no por mí o por Sandra, más bien por lo que Juanma había dicho antes. Pero enseguida pensé que si ella quería hacerlo, ¿por qué no? Además, que se jodiera Juanma, yo ponía a mi mujer, ¡que él también arriesgara algo, hombre!

Tras unos segundos de silencio por la nueva decoración de la mesa, le hice un gesto con la mano a uno de los camareros, que por cierto no le había quitado el ojo en toda la noche a mi mujer, para pedir la cuenta.

Cuando vino con ella pudo ver perfectamente el trozo de tela que continuaba sobre la mesa envolviéndonos con su delicioso aroma. El camarero, sin cortarse un pelo el hijo de puta, puso la cuenta justo encima del tanga tocándolo con los nudillos, sin apartar la vista de las tetas de Sandra que estaban casi a punto de salirse del sujetador. Sandra al verlo, cogió la bandejita y la quitó de allí para dejar a la vista sus bragas.

¡Joder, aquello iba de mal en peor!, bueno no, ¡de mejor a superior!, ¿para qué engañarnos? Aquella faceta tan guarrona de Sandra la estábamos disfrutando como enanos. ¡Bueno!, ¡por lo menos yo sí!, porque la cara de Juanma no era precisamente de alegría.

Cogió la cuenta de malas maneras, la miró y sacando unos billetes de su cartera los puso en la bandejita diciéndonos con una voz bastante nerviosa que nos íbamos ya. No esperó ni el cambio y eso que había dejado por lo menos treinta euros de más. Creo que el comportamiento de Sandra en aquel sitio lo había dejado un poco intranquilo. La jodía zorrita de mi mujer lo había sacado un poco de quicio, pero bueno, ¡que se jodiese!